Advertencia:

Este capítulo contiene menciones a un parto, y descripciones gráficas de maldiciones devorando cuerpos humanos.


QUINCE

Kana Nozori

Para ser promovido, Kento necesitaba la recomendación de dos colegas de mayor rango que el que tenía antes de desertar (lo cuál era estúpido si se consideraba que al marcharse perdió su grado, pero él no era quién ponía las reglas, asi que solo le quedaba seguirlas); al haber sido su profesor, el director Yaga estaba descartado, Gojo también, debido a su relación personal en el pasado, lo que dejaba con muy pocas opciones.

Una de las primeras tareas que realizó para la escuela de hechicería, fue la de limpiar un viejo edificio de oficinas. A la misión fue enviado con Atsuya Kusakabe, a quién solo conocía de nombre, ya que Ieiri lo mencionó en una anécdota sobre el Evento de Buena Voluntad del 2005; si no se equivocaba, él tenía la misma edad que Iori, de hecho, había intercambiado su plaza de trabajo con ella para poder trabajar en el campus de Tokio.

Fue un trabajo realizado con rapidez y sin ningún tipo de inconveniente, en el que Kento hizo la mayor parte del esfuerzo, después del cuál, Kusakabe se ofreció para recomendarlo. La sospecha de que alguien le pidió que lo hiciera se instaló en su cabeza, así que no pudo evitarlo y una vez que un asistente los dejó en la escuela, le preguntó.

Hay muchas personas interesadas en tu ascenso, Nanami. Eso habla bien de ti —respondió mientras encendía un cigarrillo y se alejaba, dejando al alfa con el papeleo, además de varias preguntas por hacer.

Días más tarde, lo emparejaron con Mei-Mei, con el fin de rescatar a un par de muchachos que terminaron siendo atrapados por una maldición, mientras realizaban una exploración urbana en un viejo lote abandonado. Fue una situación contra el reloj que, con su nivel actual, Kento no habría logrado manejar a tiempo por su cuenta, lo que no hizo otra cosa sino reafirmar lo que ya sabía que tenía que hacer: reforzar su entrenamiento. Con una diferencia de poder tan marcada entre ello no se atrevió a pedirle a Mei-Mei una recomendación, sin embargo, durante el trayecto de regreso a la escuela, ella sacó el tema a relucir.

¿Cuánto puedes ofrecer?

¿Disculpa, no entiendo de qué hablamos, Mei-san? —dijo, desviando su atención del mensaje de texto que Megumi le envió, para mirar a la alfa que estaba sentada a su lado en el auto, mirándolo a través del reflejo de la ventana.

Los labios rojos de Mei-Mei se estiraron en una sonrisa cargada de astucia, que le hizo sentir a Kento que perdía una partida que no sabía que estaba jugando.

Uno de los tres grandes hizo una oferta para evitar su ascenso —le informó, volteando a verlo como si quisiera deleitarse con su reacción—. Te estoy preguntando cuánto ofreces para que haga la recomendación, Nanami-kun, quise comentarlo contigo primero antes que con Gojo-kun.

La naturaleza codiciosa de la mujer a su lado no lo tomó por sorpresa, ya tenía esa personalidad cuando la conoció tantos años atrás y, a decir verdad, tal vez era buena idea aprender uno o dos trucos de su mano, sin embargo, negociar con su futuro no era algo para lo que estaba preparado, mucho menos para enterarse que uno de los tres grandes se mostró interesado en él (Gojo no contaba). Kento miró por la ventana, mientras pensaba con cuidado en su oferta. Sin la recomendación de Mei-Mei, los únicos hechiceros con los que podía contar, eran con los miembros de primer grado de los Zen'in, o los Kamo, además una de estas familias intentaba sabotearlo, así que cualquier movimiento que hiciera, sería arriesgado.

Haz lo que mejor te convenga, Mei-san, por el momento, no tengo ninguna oferta que hacer —dijo, sin poder ocultar el rechazo que le causaba tener que caer en ese tipo de tretas, contrario a lo que Kento imaginó, Mei-Mei se rio.

Más tarde ese día, tomó un par de decisiones: lo primero tenía que ver con reforzar su habilidades; para ello necesitaba un espacio adecuado para practicar, así que, a fin de no molestar a los alumnos (y porque no contaba con un sitio más apropiado), planeó ocupar el gimnasio y el campo de la escuela por las noches; si bien era cierto que podía pedirle a Gojo que lo dejara usar el lugar de entrenamiento de su familia para mayor privacidad, temía que sus acciones se malinterpretaran y acabara enredado en los ritos y tradiciones del clan, lo cual era inadmisible, a menos, claro, que tuviera una sortija en el dedo con el nombre de su omega.

La segunda cosa por atender era averiguar cuál clan estaba metiéndose en sus asuntos y por qué. Se trataba de una tarea complicada, por no decir imposible, ya que la información que se compartía con la sociedad de hechiceros, solo era lo que los miembros de estás familias querían que se supiera. Meterse en las fauces de un oso, era sin dudas menos peligroso que ir hasta sus puertas para preguntar, pues para ellos hacer eso sería lo mismo que acusarlos sin pruebas y Kento no se encontraba interesado en entregarles el cuello; además, tenía que moverse antes de que Mei-Mei alertara a Gojo (si no es que ya lo había hecho), por lo que el único lugar por el que que podía empezar a indagar, era en el consultorio de Ieiri.

Al ser la única usuaria de la técnica inversa que podía curar a otros, a menudo era llamada por las familias para solicitar su consejo médico cuando la medicina mundana no era útil. Estaba bastante seguro de que, al haber sido compañera de Gojo, las clanes tenían cuidado con lo que decían a su alrededor, pero también sabía que lo más probable era que ella tuviera métodos para averiguar lo que hiciera falta, además, Ieiri no le cobraría una fortuna y confiaba en que, lo que fuera que le pidiera a cambio de su ayuda, sería un precio razonable a pagar.

Estaba atardeciendo cuando Kento llegó al hospital en el que Ieiri trabajaba algunos turnos a la semana, era una plaza que el comandante de la hechicería le había conseguido para que tuviera acceso a un equipo adecuado para atender casos graves que requirieran más que energía maldita para sanar; según lo que le explicó Ijichi (que también fue quién le dio la dirección), la mayoría de los empleados del lugar eran ventanas , pero no podían asegurar que todos estuvieran de su lado, por lo que todavía tenían que ser cuidadosos con la información que compartían.

Muchas miradas se volvieron en su dirección apenas puso un pie en la recepción, y otras tantas se le sumaron cuando preguntó por Ieiri, fue muy incómodo tener que esperar casi veinte minutos para que le dijeran en qué lugar del hospital podía encontrarla y la sensación de que estaba siendo juzgado no desapareció al entrar al elevador, ni tampoco al bajar en el tercer piso, en dónde caminó hasta el consultorio de la beta.

—Miren a quien trajo la marea —dijo Ieiri a modo de saludo—. Casi dos semanas Kento, y no me has visitado una sola vez, voy a pensar que me estás evitando.

En realidad, eso era cierto, Ieiri siempre tuvo ese je ne sais quoi que hacía que Kento se sintiera demasiado cómodo, estar cerca de ella era agradable, y hablarle no representaba un problema tampoco. Cada vez que preguntaba alguna cosa, Kento sentía la necesidad de revelar todos sus decretos sin rodeos; cuando era un adolescente ser vulnerable con una chica lo hizo sentir patético, ahora podía decir que ese sentimiento no había desaparecido con la edad, lo que empeoraba la situación.

—Sabes que odio importunar —suspiró, cerrando la puerta detrás de él.

—Satoru es inoportuno —señaló con una sonrisa, apoyando los codos sobre su escritorio—. Tú siempre eres bienvenido, amigo.

—Si él te escucha, hará una rabieta —el cariño que se filtró en su voz fue tan obvio, sus sentimientos por el omega siempre eran así, se colaban en sus palabras, en sus acciones, en todo, incluso cuando estaba tratando de ser discreto, era algo a lo que tal vez nunca se acostumbraría, y podría llegar a ser problemático.

—Bueno, él siempre está celoso por una u otra razón —dijo Ieiri, levantándose y caminando hasta la camilla en dónde examinaba a sus pacientes—. Ven de este lado quieres.

—¿Por qué? —preguntó un poco a la defensiva.

—Aprovecharé que estás aquí para revisar que todo este en orden. Has estado inactivo un tipo, mejor nos aseguramos de mantenerte sano.

—Estoy bien.

—Solías decir eso, incluso cuando tenías un hueso fracturado —ella se estaba burlando.

—Era un adolescente —se excusó Kento—. Era estúpido por naturaleza.

—Lo que te convierte en el tipo de hombre al que hay que mantener vigilado. —Kento tenía una réplica en la punta de la lengua, pero Ieiri lo miró y negó con la cabeza—. No seas terco, Kento. Ven aquí y acabemos con esto.

Kento suspiro, se quitó el saco de su traje y el arnés dónde cargaba su espada y lo colocó en el respaldo de la silla antes de ir hacia la camilla.

—Entonces, ¿por qué me buscabas?

—¿Que, no puedo pasar a saludar a una vieja amiga?

—Como dije, han pasado casi dos semanas desde que volviste y no te había visto, así que perdóname por asumir que pasaba algo —la forma en que lo dijo, sonó más como si fuera un hecho, en lugar de un reclamó—. Si tú y Satoru ya se pelearon, o una cosa de ese estilo-

—Estamos bien, o al menos eso creo —murmuró Kento, pero de inmediato sacudió la cabeza para concentrarse en lo que era importante. Ieiri terminó de revisar sus signos vitales y ahora miraba con atención su brazo, en el lugar donde una maldición lo había golpeado hace tres días, que él consideraba poco importante—. Mei-Mei mencionó esta tarde que uno de los clanes está interesado en evitar que llegue al primer grado, me preguntaba si sabes algo, o puedes conseguir información.

Ieiri lo hizo arremangarse la camisa y se alejó un momento para conseguir unos guantes, unas pinzas y lo que parecía ser un ungüento, Kento miró a su brazo, tratando de adivinar que estaba mal, no había sentido dolor, ni molestias, así que no podía entender qué era lo que ella veía.

—Eso es raro —le respondió al mismo tiempo que presionaba el brazo con fuerza, Kento siseó de dolor, provocando que Ieiri sonriera, era como si estuviera cantando victoria—. Considerando que saliste con Satoru, es posible que piensen que tienes algo útil para ellos, o tal vez solo quieren molestarlo, ya sabes que estas personas siempre están metidas en una competencia para ver quién la tiene más grande.

Mientras hablaba Ieiri continuó presionando el brazo de Kento, hasta que una punta igual, a la de una aguja se asomó, entonces, ella utilizó las pinzas para sacar una púa, de casi cinco centímetros de largo, apenas tuvieron tiempo de mirarla por unos segundos, antes de que se desintegrara en un líquido negruzco que le escoció la piel al contacto.

—Y por eso, si algo te golpea, tienes que venir a verme, incluso si no te molesta en lo absoluto —explicó limpiando los restos del icor con una toallita húmeda—. Si esa cosa se hubiera deshecho dentro de tu cuerpo, bueno-

—Tendré más cuidado, lo prometo —Ieiri, que ahora le ponía un ungüento para aliviar el ardor, desvió la mirada de su trabajo y le dedicó un gesto acusatorio, que lo hizo añadir—: Iré a verte siempre que una maldición me alcance.

—Bien, eso quería oír —ella se alejó, se sacó los guantes y los desecho en la basura, Kento siguió mirando su brazo en el que el ungüento brillaba encima de su piel, todavía un poco desconcertado por tener los restos de una maldición en su cuerpo y no haber sentido nada—. Sobre el asunto de los clanes —Ieiri llamó su atención—. Haré algunas preguntas a mis contactos y te avisaré lo que me digan.

—Gracias Ieiri-san —respondió Kento levantándose—. De ser posible, me gustaría que esto quede entre nosotros.

—Nanami, todo lo que se diga en consulta, está bajo secreto médico —la forma en que lo decía, sonaba como una especie de voto vinculante por lo que Kento le creyó—. Así que asegúrate de darme algo que revisar la próxima vez que necesites ayuda, pero, por favor no te autolesiones para eso e invítame una cerveza pronto, ¿de acuerdo?

•••

A menos de cuarenta y ocho horas desde que le pidió a Ieiri conseguirle información, ya tenía una misión asignada junto al líder del Clan Zen'in; lo cual, no podía ser una coincidencia.

Un auto blindado fue enviado a buscarlo fuera de las instalaciones de la escuela a medio día, no había estado en uno de esos desde aquella vez que el chófer de la familia Gojo los recogió en un O-Love Hotel, pero no echaba de menos la sensación de sentirse enclaustrado. El clan Zen'in tenía su residencia principal al norte de Nagano, tardarían cerca de cuatro horas en llegar, y otras dos para estar Kurobe para cumplir la misión. Habría preferido que llegaran separados, no obstante, fue imposible hacerles cambiar de opinión, para el colmo empezarían la investigación tarde, así que era probable que necesitara un lugar en dónde pasar la noche.

Al llegar a la residencia Zen'in, en lugar del jefe del clan, subieron dos personas: a pesar de que nunca los había conocido, Kento los reconoció gracias a los archivos de la familia Gojo que consultó mientras aún era el pretendiente oficial, el mayor de ellos era Ranta, un miembro de las ramas inferiores de los Zen'in, tan solo dos años menor que Kento; la otra persona era una de las gemelas hijas de Ougi, aunque no podía distinguir si se trataba de Maki, o de Mai, además si no se equivocaba, ella apenas tenía doce (la misma edad que Megumi cumpliría en diciembre ese año), no estaba sorprendido porque la gemela fuera enviada a misiones siendo tan joven, pero le preocupaba el motivo no desvelado por el que los acompañaba.

Ranta tuvo la consideración de explicarle que no recibiría los detalles de la misión hasta que estuvieran en el lugar y que que Naobito lo había enviado para cubrirlo porque tenía mejores cosas que hacer que "vigilar a la mascota del clan Gojo" , el alfa no podía estar seguro de si esas habían sido o no las palabras del anciano, pero estaba ofendido.

El sentimiento perduró el resto del viaje a Kurobe y una vez allí no hizo más que empeorar, cuando el chico por fin compartió los escuetos detalles: una maldición había secuestrado a quince personas en las últimas setenta y dos horas, mujeres, omegas y niños en su mayoría, de los cuales no se proporcionaba ningún dato, a diferencia de los espíritus malditos que parecían haber sido estudiados durante mucho tiempo; sin embargo, no servía de nada analizar esos detalles en ese momento, siendo que el tipo de caso que tenía entre manos era un asunto contra el reloj, por lo tanto debía actuar rápido para lograr rescatar a todos los que pudieran.

Mientras subían a la presa, Kento no pudo evitar pensar en que los Zen'in pudieron hacerse cargo de la misión por su cuenta, a decir verdad, eso habría sido mucho más rápido que esperar a que él llegara desde Tokio. Por supuesto, eso hizo evidente que no les interesaba en absoluto ayudar, incluso era posible que ellos liberaran a la maldición, o pusieran en riesgo algunas vidas. Ese era el tipo de situaciones de las que Kento quiso librarse cuando se fue, esta gente se encontraba mal de la cabeza y él odiaba que lo consideran parte de su retorcida sociedad.

Se obligó a sí mismo a mantener la calma, ya que no necesitaba comenzar una pelea con el otro hechicero y comenzaron a seguir el rastro de residuos malditos pero lo perdieron antes de llegar al puente. Mientras trataba de pensar en una manera de hacer salir al espíritu maldito, vio a Ranta entregarle a la niña una grabadora y un haori cubierto por las feromonas de un omega, fue entonces que entendió por qué la gemela que los estaba acompañando.

—No es apropiado usarla como carnada —Kento no pudo evitar mostrar su inconformidad.

—Está bien —respondió Ranta palmeando el hombro de su familiar—. Mai es buena en estas cosas, además estoy seguro de que no quiere decepcionar a la familia ¿verdad?

La chiquilla, Mai, se limitó a asentir con la cabeza, por la forma en que sus manos se aferraban a las mangas de su kosode, Kento podía ver lo ansiosa que se encontraba. Intentó decirle que no tenía que hacerlo, que estaba bien si los esperaba en el auto, pero ella lo miró como si fuera estúpido. Siguiendo la órdenes de Ranta, Mai se alejó por el borde de la presa, por la manera en la que su energía maldita oscilaba se volvió evidente que carecía de la experiencia necesaria para controlarla (Megumi era bastante bueno en eso, o al menos eso le había contado mientras esperaban a Gojo en el hospital).

Mai se detuvo hasta que apenas era visible en el horizonte, siguiendo el plan, puso play a una grabación del llanto de un bebé para atraer al espíritu maldito. Funcionó, en menos de treinta segundos la presencia de la maldición se hizo sentir, era un poco abrumadora, aunque no lo suficiente para temer que se tratara de un grado especial. Mai gritó al verla, parecía un pájaro enorme, muy similar a una harpía sin la cara de mujer. Kento la vio correr en su dirección, mientras a su lado Ranta maldijo y empleó su técnica sobre ella para evitar que se moviera; era un movimiento peligroso, por muchas razones diferentes.

Lo siguiente que ocurrió, fue cuestión de segundos: alguien apareció por la espalda de Ranta y lo golpeó en la cabeza, con tanta fuerza que Kento estaba seguro de que escuchó el crujir de su cráneo al romperse. El alfa atinó a moverse antes de ser atacado por la recién llegada Maki (la otra gemela); ella le dió un vistazo rápido, después, como si hubiera determinado que no era una amenaza, volteo hacia Ranta y lo hizo rodar hasta el extremo de puente de una patada. Entonces, su hermana gritó, Maki se lanzó en su ayuda, dándole a Kento el tiempo suficiente para alcanzar al muchacho y evitar que se cayera por el borde. Cuando volteó su atención al frente, ambas niñas estaban siendo arrastradas por el suelo, Kento alcanzó a tomarlas de las manos, justo en el momento en el que el espíritu maldito comenzara a elevarse; a sabiendas de que ellas no podrían cargar con su peso, él realizó un movimiento muy estúpido al arrojar su cuchilla para cortarle las patas.

No logró su cometido, porque la maldición era muy dura, pero el golpe funcionó para que los soltara. Los tres cayeron a la presa, Kento sólo tuvo tiempo de acercar a Maki a su cuerpo para protegerla y por desgracia, eso permitió que el espíritu maldito volviera por su hermana. Maki le estaba gritando una serie de improperios cuando se sumergieron en el agua, además, el impacto los hizo separarse. Kento luchó por salir a la superficie, y en cuanto lo consiguió trató de encontrar a la niña, se sorprendió un poco al verla nadando en dirección al muro de contención de la represa.

—¡Espera! —le gritó, aún pensando en cuán fuerte era ahora e imaginando hasta dónde podría llegar.

Al escucharlo, Maki intentó ir más rápido, en cambio se hundió de repente, Kento se preguntó si se trataba de un calambre, o si tal vez había algo de lo que cuidarse en el agua; sin detenerse a averiguarlo, Kento aprovechó la oportunidad para alcanzarla. La ayudó a volver a la superficie, pero a pesar del dolor y la falta de aliento, Maki todavía tuvo la fuerza para forcejear contra él.

—¡Dejaste que se la llevara! —gritó, arreglárselas para patearlo en el estómago. Fue un golpe tan fuerte, que el alfa sintió que le faltaba el aliento.

—La traeré de vuelta, Maki, lo prometo —jadeó.

—No te conozco —lo acusó, quedándose demasiado calmada de repente—. ¿Cómo sabes mi nombre?

—Soy amigo del jefe del Clan Gojo. Vi tu nombre en un archivo que tienen sobre tu familia —le dijo la verdad, porque quería ganarse su confianza—. Eran documentos viejos, solo un montón de fotografías y nombres.

—¿Qué tan desactualizado?

—Mucho, en tu fotografía tendrías como seis años, tal vez, tu cabello estaba recortado a la altura del mentón.

Maki se pasó una mano por el pelo, que ahora estaba por debajo de sus hombros, todavía tenía una mirada juiciosa, pero era mucho menos amenazante que antes.

—Vamos por mi hermana —dijo al final, girándose para seguir nadando hacia la pared.

—No me acompañaras —Kento fue directo, creyendo que no tenía caso intentar ser condescendiente con ella.

—¡¿Por qué no?! —Maki gritó y le lanzó agua a la cara que Kento tragó sin querer.

—Si me preocupo por ti, no podré hacer mi trabajo —sentenció—. Así que, lo que quiero que hagas es subas por esa escalera, me esperes ahí y que, por favor, no intentes matar a tu primo, sobrino, tío, o lo que quiera que sea ese chico Zen'in, de nuevo.

—Bien —escupió Maki de mala gana. Kento no creyó que fuera tan fácil convencerla, pero le dio la espalda para adentrarse en el bosque, confiando en que no lo siguiera.

Le tomó quince minutos hallar la guarida y otros cinco encontrar como acceder al interior: ya que el espíritu maldito se escondía en una especie de madriguera entre las montañas, cuya entrada era tan pequeña, que Kento tuvo que gatear por poco menos de un kilómetro para llegar hasta el nido, porque no quiso arriesgarse a usar su técnica y que toda la estructura colapsara sobre las víctimas de la harpía .

La escena que lo recibió al llegar al centro fue tan grotesca, que Kento estuvo a punto de volver el estómago, solo logró contenerse porque Mai, y una mujer embarazada con un niño de no más de tres años en brazos, lo estaban mirando con los rostros tan pálidos, como si estuvieran hechos de las hojas del papel de oficina, y no quería hacerlas sentir desesperanzadas. La gemela hizo un pequeño movimiento con la cabeza para señalar al techo, con cautela el alfa miró hacia arriba para encontrarse otra arpía, que colgaba boca abajo, del mismo modo en que lo haría un murciélago; mientras volvía a mirar a Mai, para confirmar que solo eran dos los espíritus malditos, pasó saliva con dificultad y apretó los puños, echando en falta el mango su arma, cuyo peso siempre encontró reconfortante.

Ya que ambas maldiciones parecían estar dormidas, Kento se acercó con cuidado a los sobrevivientes. A simple vista, ninguno tenía heridas graves, lo cual era un alivio, de ese modo podía concentrarse en sacarlos a todos de ahí: el niño no tendría problemas para caminar por el túnel, mientras que algunos tramos aún más estrechos pondrían en aprietos a Mai, pero era posible que llegaran afuera a salvo, así que lo mejor era mandarlos juntos, rezando porque el niño no se asustara y comenzara a llorar; por otro lado, estaba seguro de que el espíritu maldito que colgaba se encontraba tapando una segunda entrada, mucho más amplia, por la que debían llegar con sus presas, no obstante, para conseguir salir con la mujer por ahí, primero había que terminar el exorcismo. «El ritual de Ranta sería muy útil en este momento», pensó con resignación.

Estaba por indicarle a Mai que tomara al niño y fueran por el túnel, cuando la expresión de la mujer se volvió una mueca de angustia, tenía los dientes tan apretados, que resultó obvio que ella contenía un grito.

—Mi bebé —tartamudeó.

Kento atinó a quitarle al niño de los brazos, mientras que Mai retrocedió un par de pasos, con una mezcla de desagrado y terror en el rostro, como si, al igual que él, hubiera entendido que la mujer estaba a punto de dar a luz, y una vez que lo hiciera, el llanto del bebé despertaría a las arpías (si no lo hacían primero los gritos de la madre). Sin dudarlo, tomó la mano de la niña y la condujo hasta la entrada del túnel por el que entró

—Escucha con atención Mai —susurró, poniendo al niño a lado de ella, antes de acuclillarse para quedar a sus altura—. Estas maldiciones se mueven siguiendo ruidos estruendosos, así que toma la mano de este niño y caminen por ese túnel, está oscuro pero no te tomara mucho tiempo salir, afuera sigue los restos de mi energía maldita hasta llegar a la presa, sé lo más silenciosa que puedas, ¿entendiste?

—No puedo irme sin el bebé de esa mujer —respondió entre dientes, como si le estuviera contando un secreto muy vergonzoso—. Si tiene energía maldita, es parte del Clan y ella asegura que la tendrá.

No había palabras para describir la mezcla de emociones que inundaron a Kento, al darse cuenta de que tenía razón sobre la participación del clan Zen'in en ese desastre y, comprender además, que era posible que su vida dependiera de salvar al bebé que estaba a punto de nacer en un lugar marcado por la muerte.

Como si la situación no fuera ya lo bastante grave, el niño pareció salir del estado de shock que lo mantenía calmado y gritó, llamando a su madre al mismo tiempo que se dirigió al cadáver de una mujer, en cuyo vientre expuesto se encontraba uno de espíritus malditos. Sucedió tan de pronto, que solo pudieron desviar la mirada, para evitar ser testigos de cómo el niño era desmembrado cuando las dos maldiciones se pelearon por su cuerpo.

Entonces, una vez que todo quedó en aparente calma Kento se sintió impotente, pero no podía permitirse que esa emoción nublara su mente cuando todavía le era posible salvar a una persona (dos, si contaban al bebé por nacer), solo tenía que pensar.

—¿Mai, todavía tienes la grabadora?

Ella asintió y se la entregó, Kento la sostuvo teniendo cuidado de no encenderla por accidente. Tenía dos opciones, lanzarla por el túnel y derribar el resto de la cueva; o por el contrario, retirarse hacia la entrada por la que llegó y colapsar lo demás. En el primer escenario tendría disponible el corredor más amplio, pero dado que la mujer ya estaba en trabajo de parto, lo ideal sería no moverla; en el segundo, Mai, o él mismo tendrían que deslizarse por el pasaje y conseguir ayuda; era una apuesta difícil, aún más arriesgada si se consideraba que, en ambos casos, se corría el riesgo de la montaña cayera sobre sus cabezas, o que la tierra no fuera lo bastante densa como para detener a los espíritus malditos por el tiempo suficiente para que escaparan a salvo.

—Deberían irse, mientras puedan —dijo la mujer, estaba sentada en el suelo, en una posición incómoda, se escuchaba cansada, dolorida y resignada a aceptar su muerte.

Kento pensó que, si tuviera que si estuviera en su lugar y se viera obligado a elegir entre entregar a su hijo al Clan Zen'in, o morir junto a este, también elegiría la muerte, sin embargo, todavía tenía la intención de salvarla y ayudarla, quizás era solo un hechicero de bajo rango, pero quizá Gojo encontraría una forma de intervenir.

—Mai, recorrer el túnel te tomaría diez minutos; solo tienes cinco antes de que lance esto como señuelo por ese mismo lugar y todo se derrumbe. Pide ayuda y vuelve por nosotros.

Ella debía estar acostumbrada a recibir ese tipo de amenazas todo el tiempo, porque reacción de inmediato, su velocidad no se acercaba ni por asomo a la de su hermana gemela, pero no estaba mal para su edad.

—¿Cómo te llamas? —Kento se agachó junto a la mujer, no había nada que pudiera hacer para ayudarla a soportar el dolor del parto, ni los otros pesares de su corazón, sin embargo, todavía quería hacer algo por ella.

—¿Eso qué importa? —ella se relamió los labios, enterrando sus uñas en su propia piel, para soportar el dolor de las contracciones.

—Es parte de mi trabajo —mintió—. Lo necesitaré para el informe.

—Kana, solo Kana.

—¿Ya decidiste un nombre para tu bebé?

—¿También es para el informe?

—No, es solo curiosidad.

—Sé que será un niño, así que me gusta Nozori —ella puso una mano sobre su vientre—. Pero lo Zen'in de seguro tienen otras ideas.

—¿Trabajas para ellos?

—Mi familia les ha servido por generaciones, por desgracia —Kento asintió con la cabeza y consultó la hora en su reloj, Kana puso su mano sobre su muñeca como si quisiera atraer su atención, así que él volvió a mirarla—. Me echaron cuando supieron que estaba embarazada, les dije era de uno de ellos, pero no quisieron escuchar, me llamaron hace una semana, pensé que cambiaron de opinión y terminé aquí.

Kento no necesitaba que le dijera nada de eso, odiaba tener que saber, para ser honesto, pero estaba claro que Kana quería desahogarse así que iba a escucharla.

—Mai dijo que quieren a tu hijo.

—Tienen un… —Kana apretó los dientes para evitar gritar, un recordatorio de que no tenían tiempo que perder, Kento intentó levantarse, pero ella una vez más, lo evitó, sujetándolo por la manga de su saco—. Uno de ellos, es un beta recesivo, con la entrada a la madurez, ha estado fuera de sí; el único método para controlarlo que conocen es imposible, él no puede tener a sus propios hijos —negó con la cabeza, como si temiera que hablar al hablar de lo negativo, pudiera pesar sobre su hijo por nacer—. Planean darle a mi Nozori y un alfa, para ver si consiguen menguar sus instintos.

Si la mujer decía la verdad, significaba que eran los Zen'in quienes pretendían entorpecer su ascenso al grado uno, para después fingir que querían ayudarlo, a cambio de que se casara con su beta. Era un truco sucio, ruin y, quizás, un movimiento clásico dentro de estas familias, está seguro de que les ha funcionado varias veces en el pasado, pero Kento no planea permitir que pase otra vez. Su lealtad siempre ha sido para Gojo (Satoru, no su clan) y sería así, incluso si no hubiera una historia de amor entre ellos.

—Estas maldiciones, son de su criadero, las tienen en la sala de entrenamiento para sus niños. Estaba cerca cuando estaban por liberar un par de estas cosas y poner en marcha este plan; nunca antes había visto una maldición, me sorprendí tanto, que grité…

No hacía falta que ella contara el resto de la historia. Kento miró su reloj, dándose cuenta que le dio a Mai unos minutos extra para salir, ahora tenía que decidir qué lado de la cueva colapsar.

—Kana-san, detesto tener que preguntarte esto, pero ¿quieres entregar a tu hijo al Clan Zen'in?

Kana le sonrió, el tipo de sonrisa aliviada que le hizo saber que había comprendido la historia y sus deseos a la perfección. Kento la ayudó a ponerse de pie, para moverla al otro lado de la cueva, luchó por mantenerse callada, sin embargo, un grito se escapó de sus labios cuando se recargo en la pared junto al túnel, las arpías revolotearon, Kento aprovechó la oportunidad para lanzar la grabadora encendida, que se clavó, haciendo un hueco lo bastante grande y profundo en el muro; los espíritus malditos la siguieron de inmediato, se pelearon por entrar y en cuanto uno lo logró, el alfa golpeó su alrededor con Derrumbe , una ampliación de su técnica innata Ratio que consiguió dominar durante su tercer año, aunque la uso pocas veces. Antes de que el ruido de la demolición cesará, el alfa repitió su ataque contra el corredor, esperando agrandar la abertura para poder sacar a Kana.

El plan funcionó, pero sabía que un montón de tierra no detendría a las maldiciones, cargó a Kana de la forma más delicada que pudo, en dirección a la plataforma de observación, hasta que fue imposible que siguieran avanzando, debido a los dolores del parto. Kento no tuvo otra opción que dejarla junto a un árbol, quitó el saco, planeando envolver al recién nacido con él, cuando un estruendo, lo distrajo. La mujer lo animó a volver y terminar el trabajo, para evitar que los espíritus malditos sumaran otras víctimas, él la obedeció a regañadientes, prometiendo que volvería para ayudarla, se comunicó con Ijichi antes de marcharse, para que le consiguiera apoyo, e incluso le dejó su teléfono a Kana, para que fuera fácil para el asistente encontrarla.

Cuando volvió al nido de las maldiciones, se encontró con que una de ellas se había liberado y se encontraba posada sobre un tronco, mientras que la otra, no se veía por ningún lado, además, Maki Zen'in estaba trepando el ramas del árbol más cercano, tratando de llegar a la maldición por la espalda. Kento se agachó, tomo un guijarro del suelo y luego se lo lanzó, con la esperanza de atraer su atención y evitarlo que hiciera algo estúpido. La muchacha lo miró con una mezcla de sorpresa, molestia (y quizás alivio).

Maki miró en dirección a la maldición y una vez más hacia Kento, que negó con la cabeza y señaló a su lado para saber que la quería ahí. Por supuesto, ella lo ignoró y saltó sobre tratando de clavar su espada sin filo en la espalda de la arpía, que graznó al aire y alzó el vuelo. Kento vio al espíritu maldito retorcerse, haciendo piruetas y giros dramáticos en un intento de deshacerse de la chica que se le aferraba como si fuera una garrapata. El alfa tenía que darle crédito a Maki por su fuerza, pero planeaba hacerle escuchar una muy larga reprimenda por su actitud imprudente en cuanto tuviera la oportunidad.

—¡Maki, suéltate! —gritó, al darse cuenta de que haría planeaba una caída en picada para deshacerse de la muchacha. Si ella le respondió, él no pudo escucharla, incluso pensó que quizás, su consejo nunca llegó a sus oídos, una prueba de que tan alto estaba llegando.

Kento grito una letanía de improperios, con la mirada clavada en el cielo nocturno a la espera de ver a Maki caer y lograr atraparla. Tan solo unos segundos más tarde sucedió, debido al ángulo de la caída, el alfa apenas alcanzó a llegar, evitando así que la muchacha se lastimara al impactar contra el suelo. Fue un alivio para su corazón agotado por los sucesos de la noche ver que Maki estaba bien, aunque inconsciente, además, llevaba sujetaba con fuerza entre sus dedos, la espada que él ya había dado por perdida. Hizo una nota mental para agradecerle luego por recuperarla (después de su regaño para ser exactos), ya que fue un obsequio de bienvenida a la escuela de hechicería, que Gojo le dio y ahora detestaba la idea de extraviarla.

Tras asegurarse de dejarla en un sitio seguro, Kento siguió a la maldición; se sentía cansado de ese lugar y además, quería irse a casa cuánto antes, en otras palabras, estaba listo para terminar el trabajo. La arpía se encontraba parada sobre las ruinas de lo que una vez fue su madriguera, sin perder el tiempo, Kento le lanzó múltiples golpes de energía maldita, pero éstos apenas lograron desplumarla (por decirlo de algún modo), lo que significaba que tenía que acercarse más, para que sus ataques fueran efectivos.

Aunque estos espíritus malditos parecían seguir el estruendo, Kento podría asegurar que también eran capaces de identificar una fuente de energía maldita, si bien, él podía esconder su posición, al frenar y ocultar el flujo de su energía maldita, sus golpes, de igual forma, la guiarían hasta él, sin contar con que el ruido atraería a la otra maldición.

El alfa apretó el mango de su arma, y se tomó un momento para concentrarse: tenía que llevar la maldición hasta el puente de la presa, por lo que atacar de frente era la mejor opción, sería una batalla larga, era probable que se viera obligado a retroceder en algún punto, como también lo era la posibilidad de terminar en el lomo del espíritu maldito, igual que Maki; a sabiendas de que no había otra manera de hacerlo, Kento se lanzó hacia adelante.

Cada golpe que dió le hizo ver que el revestimiento del espíritu maldito poseía una dureza extraordinaria, que además estaba reforzada por energía maldita, lo que significaba que debajo de todo eso, era débil. Confirmó sus sospechas al herirla por tercera vez en un lugar en donde ya había perdido el plumaje, por desgracia para él, su capacidad de regeneración también era muy alta. Para cuando llegaron al puente, Kento se distrajo por un solo segundo, en el que fue golpeado por una pluma que salió disparada en su dirección, abriendo un corte en su hombro, tuvo la idea de utilizar las plumas en su contra, del mismo modo en que el mito decía que Hércules uso las garras del león Nemea para desollarlo y crear su armadura.

Fue un alivio que las plumas no tuvieran ningún tipo de veneno que le prohibiera recogerlas, pero también se dio cuenta de que no era el mejor plan que podía seguir, ya que detenerse a conseguir las plumas, sería un desperdicio de tiempo, sin embargo, si lograra encontrar su núcleo, entonces podría deshacerse de ella con un golpe. Estaba a punto de comenzar una nueva oleada de golpes, cuando la harpía se quedó inmóvil en el aire, sorprendido, Kento reconoció la energía de Ranta Zen'in en el ambiente, a decir verdad, había pasado tanto desde la última vez que lo vio, o Mai, que dio por sentado que lo dejaron a su suerte.

—¡No te detengas ahora! —gritó el chico.

—¡No me digas que demonios tengo que hacer! —le respondió, al mismo tiempo que dejó caer una serie de golpes en la harpía.

Con la ayuda de Ranta, desde el principio, Kento no estaría tan cansado en ese punto, pero no iba a flaquear; sin embargo, hubo un cambio de planes en el momento en el que el segundo espíritu maldito volvió al área justo detrás del muchacho; le gritó una advertencia para que se hiciera a un lado, no obstante, fue muy tarde y Ranta fue arrojado por el aire y cayó al agua. Kento maldijo por lo bajo, mientras se acercaba a la barandilla, fue bueno verlo salir a flote y nadando hacia la escalera para volver a subir, fue entonces que Ougi Zen'in, quien una vez estuvo cerca de ser la cabeza del Clan Zen'in, apareció.

—¡Vaya que eres un inútil, Ranta! —murmuró entre dientes. Kento miró a las maldiciones lanzarse en picada en su contra, ambos se movieron a tiempo para esquivar el ataque, siendo el alfa mucho más rápido que el Zen'in—. Oye tú, ¿dónde está esa mujer?, la mocosa dijo que estaba contigo.

¿Qué debía responder? Si mentía y no le creían, más tarde podría ser sometido a un juicio por votos vinculantes y tendría que decir la verdad; en cambio, si confesaba en ese momento, estaría rompiendo la promesa que le hizo a Kana y entregando al pequeño Nozori al seno de esta terrible familia; era una partida perdida por dónde se lo viera, la pregunta verdadera era ¿a quién estaba dispuesto a traicionar?

Por suerte (si es que podía llamarlo así) no tuvo que responder, porque la harpía a la que estuvo golpeando, se lanzó contra él, tomándolo entre sus garras y lo dejó varios metros lejos de la batalla; mientras colgaba de una rama que frenó su precipitada caída al suelo, dejando que el dolor del impacto pasara, Kento pensó en quedarse ahí y dejar que los Zen'in se encargaran de limpiar su desastre, sin embargo, apenas la idea cruzo su cabeza, le remordió la conciencia, por un momento, se vio a sí mismo de vuelta en la madriguera, rodeado por todos esos cuerpos mutilados y profanados por las maldiciones, no era correcto darles la espalda, tenía que asegurarse de que las arpías fueran exorcizadas y no devueltas al criadero del clan Zen'in.

•••

Kento odiaba molestar a Ieiri y, odiaba aún más molestarla un viernes a las tres de la madrugada, en su propio departamento, cuando ella necesitaba descansar para tener la energía que necesaria para poder hacer su trabajo por la mañana; sin embargo, él requería que le echara un vistazo, porque, uno: el analgésico no hizo nada para aliviar el dolor de su cuerpo; y dos: no quería estar solo. Ieiri y Gojo eran las únicas personas que lograrían evitar que el peso de su corazón lo hundiera en las tempestuosas aguas del autodesprecio, pero solo uno podría tratar sus heridas, por eso estaba allí.

—Kento —dijo Ieiri al abrir la puerta, llevaba el pelo recogido en una trenza atada con un lazo, pantalones deportivos y una camiseta muy larga y holgada que no parecía pertenecerle, pero él no iba a señalarlo.

—Perdón por molestarte tan temprano, Ieiri.

—Tonterías, no hay otra cosa que hacer a las tres de la mañana —Ella sacudió la mano, desdeñando el asunto, luego hizo un movimiento con la cabeza para indicarle que podía pasar—. Puedes ponerte cómodo en el cuarto de la izquierda.

Mientras Ieiri buscaba su kit médico para atenderlo, Kento tuvo un momento a solas con sus pensamientos lo que era más molesto que el dolor físico, de hecho, quitarse el saco (que Maki le entregó cuando salió de la finca Zen'in) y el arnés, fue una pequeña tortura para sus músculos, pero se dijo a si mismo que debía estar agradecido porque sentir significaba que seguía vivo, era más de lo que otros consiguieron esa misma noche.

—Bueno, entonces, ¿esto lo hizo un alfa celoso en un bar al azar o-? —Era una broma, lo sabía, y aunque Kento no estaba de humor para divertirse, se esforzó por seguir el guión.

—¿Apalearme? Una maldición en Kurobe —hizo una pequeña pausa dramática antes de lanzar el remate—. ¿Emborracharme? Naobito Zen'in.

A juzgar por el algodón que se deslizó del agarre de las pinzas y terminó en el suelo, Ieiri estaba más sorprendida de lo que el alfa imaginó que estaría, lo que lo hacía suponer que ella sabía algo, que él no.

—¿Te importaría hablarme sobre eso?

—Bueno, hacía mucho calor en Kurobe, y la maldición era una monstruosidad, muy parecida a la manera en que los mitos griegos describian a las arpías, ¿ya sabes? aves enormes con garras y rostro de mujer; excepto que este espíritu maldito devoraba mujeres, no tenía la cara de una…

Kento siseó cuando Ieiri presionó con más fuerza de la que debería un algodón en un corte que tenía sobre las costillas.

—Sabes que no me refiero a la maldición, Kento —se quejó la beta—. Así que no seas estúpido.

Quizás fuera el alcohol que todavía estaba en su sistema, o tal vez de encontraba más emocionalmente vulnerable de lo que creía, porque las palabras de Ieiri le dolieron demasiado. Estuvo tentando a quedarse callado, como una forma de protesta, pero el silencio significaba que sólo serían él y su conciencia.

—La maldición es parte de la historia —se quejó.

—Dios mío, suenas como Satoru, pareciera que no pasaron cuatro años alejados ¿no están juntos de nuevo?

—Volví hace dos semanas, tu misma lo dijiste Ieiri-san —Kento puso los ojos en blanco—. Además, Sa-, Gojo está saliendo con otra persona.

—¿Cómo estás tan seguro?

«Porque tenemos un enlace, que a veces me transmite su placer por alguna retorcida razón que no comprendo» , pensó, pero no podía decirle eso, porque eso desataría otra ola de preguntas que Kento no deseaba responder, en especial cuando la única forma en la que sabía lidiar con los celos que la situación le provocaba, era enfadándose.

—Entonces, me enviaron a Kurobe con Naobito Zen'in, por esta maldición arpía. Tuve que ir a Nagano primero para recogerlo, pero él envió a Ranta y Mai en su lugar. —Si Ieiri estaba inconforme con el cambio de tema, no lo demostró, así que el alfa siguió con su recuento de los hechos—. Fue una batalla larga, hacia el final apareció Naobito, que me invitó a cenar en su finca aquí en Tokio.

—¿A cenar? —El tono suspicaz en su voz era un indicio de que no le creía, pero Kento no le estaba mintiendo.

Cuando volvió al puente de la represa, los Zen'in estaban en medio de una disputa familiar; Mai estaba de rodillas, realizando una dogeza perfecta, mientras que Maki, era arrastrada por su padre, Ougi, hasta uno de los espíritus malditos, sujetado por la técnica maldita de Ranta. Alcanzó a escuchar que iban a castigarla por seguirlos e interferir en el plan, habló de lo débiles, inútiles e insignificantes que las gemelas eran para la familia, una deshonra para él, Kento entendió en ese momento porque antes se refirió a Mai como "mocosa", también comenzó a sospechar que quizás, él era el padre del hijo Kana, pero lo que le inquietó más, era la razón por la que Maki no se defendía: por lo que pudo observar, ella tenía la fuerza para hacerle frente a Ougi, no le ganaría, eso seguro, aunque lo pondría a sudar, ¿estaría herida? ¿se había perdido de algo importante?

Un chillido a lo lejos, que pertenecía al segundo espíritu maldito, lo incitó a empezar a moverse, de ahí, todo sucedió muy rápido: Kento estaba a mitad del camino hacia los otros hechiceros, cuando Ranta comenzó a perder el control de su técnica, al mismo tiempo, Kana apareció en el borde del puente, con la otra maldición lista para caer sobre ella, Maki le gritó que era una estúpida, eso pareció darle a Ougi las respuestas que buscaba y se giró para golpearla. Kento tuvo que hacer una elección, salvar a Kana, o ayudar a Ranta.

Se movió hacia la mujer, pero ella le dedicó una mirada que le hizo saber que no quería ser rescatada; a pesar de que pensó en ayudarla de todas formas, giró media vuelta y se lanzó sobre Ranta para apartarlo del camino, justo en el instante en que su técnica se agotó; apenas tuvo tiempo de levantarse y ayudar también a Ougi, que estaba muy ocupado hiriendo a su hija como para percatarse de que era vulnerable a los ataques. Por supuesto, él no le agradeció en lo absoluto, al contrario, enfureció por su intervención y lo amenazó con acabar con él, de no ser porque Ranta intervinó para calmarlo, Kento no habría tenido oportunidad de ir en contra de las arpías, que ahora devoraban el interior del vientre de Kana, esparciendo sus vísceras igual que las aves lo hacen con las semillas que comen.

Estaba asqueado, furioso, y también muy triste por Kana y su hijo Nozori, pero era un hechicero, así que usó todos esos sentimientos negativos para alimentar la energía maldita de cada uno de los golpes que le siguieron; si alguno de los Zen'in presentes intentó o no, ayudarlo, Kento no se dio cuenta, se centró tanto en su objetivo, que llegó un punto en el que le pareció que no quedaban más que él y las arpías. Solo fue consciente de su estado mental y del excelente uso del flujo de energía maldita que hizo, cuando el último puñetazo completo el exorcismo, revelando que Naobito Zen'in estuvo observando.

—Bueno, ¿alguien cronómetro eso? —preguntó el Zen'in. Por inercia Kento miró su propio reloj, aunque no estaba seguro que era lo que debían cronometrar y por lo tanto no podía realizar el cálculo—. Fueron 3 minutos, 7 segundos y 75 milésimas de segundo.

—Disculpe, no sé de qué se trata esto.

—El tiempo en que tardaste en exorcizar a esas maldiciones, muchacho —Naobito Zen'in le pasó un brazo sobre los hombros y lo animó a caminar con él—. Alrededor de los 57 segundos conseguiste tu primer Destello Oscuro.

—¿El primero?

—Por supuesto, con ese golpe exorcizaste al primer espíritu maldito, necesitaste de otro para terminar con el segundo. —Kento frunció el ceño, tratando de procesar la información, quería pedirle que le repitiera todo, pero al hacer eso se sentía como si fuera un niño pidiéndole un cuento para dormir a su padre— . ¿Qué pasa? Ah, es que no te diste cuenta de lo que hiciste ¿verdad? No te preocupes, hijo, a todos los hechiceros que consiguen un destello negro les ocurre la primera vez, solo intenta entrar en la zona de nuevo y lo entenderás.

Kento agradeció por el consejo e intentó volver sobre sus pasos, con la intención de averiguar lo que harían con el cuerpo de Kana y buscar en los alrededores a su hijo, sin embargo, Naobito Zen'in no le permitió escabullirse. En cuestión de segundos terminó sentado en la parte trasera de otro automóvil blindado, al principio creyó que volverían a Nagano, pero pronto descubrió que se dirigían a Tokio, lo que lo hizo tener un mal presentimiento; luchó por mantenerse alerta, aunque estaba tan cansado que se quedó dormido.

Horas más tarde, un aroma dulzón que le revolvió el estómago, lo despertó en un cuarto en la finca de los Zen'in; se trataba de una omega en las primeras etapas de su celo, que (en sus propias palabras) fue enviada por su señor a atenderlo. Mientras caminaba por el pasillo, rumbo a la salida, se reprendió a sí mismo por su falta de cuidado, de no haber despertado, habría tenido que responder por mancillar el honor de una mujer. Cuando ya casi llegaba a la entrada, se topó con de los lacayos del clan, que insistió en conducirlo al comedor en dónde la familia celebraba un banquete.

Temiendo que el muchacho recibiera un castigo si le permitía salir, no tuvo más remedio que seguirlo; el salón al que entró se encontraba repleto de gente, hombres borrachos en su mayoría; también había algunas mujeres que parecían estar ahí solo para satisfacerlos; no es que Kento las estuviera juzgando, casi podía asegurar que ellas preferirían hacer otra cualquier cosa, pero no dejaba de sentirse incómodo con la vista.

A juzgar por como la sala quedó en silencio en cuanto apareció Kento se dió cuenta de que no era bienvenido en el banquete, Aunque Naobito estaba feliz de verlo (o quizá solo estuviera ebrio), lo hizo sentarse a su lado, enviando a su hermano Ougi al final de la mesa a pesar de las protestas, lo que fue más incómodo que todo lo ocurrido antes en conjunto.

—¿Por qué permitimos que el perrito faldero del niño Gojo se siente con nosotros? —cuestionó Jinichi Zen'in, apenas Kento sostuvo entre sus dedos la bebida que insistieron en servirle.

—Se le llama saldar una deuda —replicó Naobito—. Salvo el trasero de algunos de los nuestros esta noche, y no estoy hablando de las gemelas.

La carcajada que soltó hizo que el resto de los presentes (excepto Ougi y Ranta) también se rieran. Gracias a eso la conversación se desvió a una pequeña riña familiar, de la que Kento estaba feliz de ser excluido. La discusión terminó en cuanto la puerta del salón se abrió, dejando a entrar a un grupo de bailarinas, ataviadas en conjuntos cortos y transparentes, que pocas veces se veían en Japón, a su lado un miembro del Clan al que no podía dar nombre, le comentó que era una buena noche para estar de visita, pues poco hechiceros podían jactarse de haber visto los encantos y destrezas de sus mujeres. Esas palabras fueron suficientes para que Kento apartara la vista e hiciera lo posible para no mirar.

—¿Qué pasa, muchacho? ¿No te gustan las mujeres? —Había un tono burlón en la pregunta del Zen'in.

—No en realidad —admitió sin pena.

—Bueno, lo hubieras dicho antes —se rió, acto seguido, hizo una señal y las puertas de la habitación se recorrieron una vez más, para dejar entrar a un hombre: era alto, vestía solo un pantalón traslúcido, que dejaba ver sus piernas torneadas por un arduo ejercicio, sin embargo su rostro tenía un maquillaje pesado que ocultaba sus facciones, por lo que Kento no lo reconoció, aunque su olor le resultaba un tanto familiar, a la vez que molesto.

Él se detuvo en el centro de la habitación, esperando al cambio de música para iniciar su número; en cuanto comenzó a girar las caderas, Kento resopló y se sirvió otro vaso de licor, pensando en que debió decir otra cosa para evitar esta situación.

—¿Nuestro Omega no es lo bastante bueno para ti, Nanami?

—Me temo que soy un perro bastante leal —Para Kento, no pasó desapercibido el gesto de disgusto que cruzó por el rostro del bailarín cuando Naobito pronunció omega, lo que considero un indicio para conocer su identidad, sus ojos escanearon la multitud tratando de memorizar todos los rostros, para investigar quién faltaba en otro momento.

—Ya lo veo. —Naobito Zen'in sonrió, eso pareció ser una señal para que el bailarín se le acercara más, en un muy obvio intento de seducirlo. Kento dio gracias a su viejo empleador, quien lo ayudó a perfeccionar su cara de poker, durante las interminables reuniones para beber con el resto de sus compañeros de trabajo a las que a veces era obligado a asistir.

Apenas la danza terminó, Kento intentó despedirse, puede que fuera eso, o quizás su apatía por el show, lo que los hizo enojar, pero en lugar de un duelo de hechicería, Naobito Zen'in le dijo que solo podría salir de su casa si conseguía ganarle en una competencia de bebida. Recordó entonces aquella noche en la que ese hombre a su lado acabó coqueteando con la esposa de la cabeza del Clan Kamo, así que aceptó, a sabiendas de que por muy borracho que estuviera, siempre se vería más sobrio que Naobito.

Alrededor del décimo vaso dejó de contar la cantidad de alcohol que estaba ingiriendo, pero le tomó varias botellas más vencer al Zen'in; cuando salió del salón, arrastrando los pies por el suelo de madera, se sentía victorioso, porque a pesar de que apenas podía mantenerse en pie, consiguió evitar responder las preguntas que le hicieron sobre Gojo, y respecto a lo que hablo con Kana, en los pocos minutos en los que estuvo con ella.

Antes de subir al taxi, Maki se le acercó para entregarle un saco, con la excusa de que debía cuidarse porque la temperatura tendía a disminuir durante a madrugada, suponiendo que la habían enviado con la prenda, Kento lo acepto, a juzgar por el ojo hinchado, ella ya había recibido un castigo y no quería ser el causante directo de que le dieran otra paliza.

Ya se encontraba de camino al departamento de Ieiri cuando noto un objeto en uno de los bolsillos, al sacarlo, se sorprendió al ver que se trataba de su celular, el mismo que le dejó a Kana para que Ijichi la encontrara. Muchas preguntas cruzaron por su cabeza, pero ahora que estaba fuera del Clan Zen'in, sabía que lo más probable era que nunca conociera las respuestas.

—Dijo que saldaba su deuda, ya que salve la vida de dos de los suyos —le explicó a Ieiri—. Luego los ofendí y me dijo que solo podría irme si lo vencía en una competencia de bebida.

—Una noche muy normal en uno de los Tres Clanes, ¿verdad? —Ieiri dejó las pinzas y los algodones encima de una charola en la cómoda, luego se quitó los guantes y procedió a poner sus manos sobre la espalda del alfa para comenzar a curar las heridas que fueron causadas con energía maldita.

—No lo sé, estas cosas no me pasaban con los Gojo. —Ella chasqueó la lengua, como si desaprobara su comentario, aunque en realidad estaba sonriendo—. Ieiri-san, por lo general no preguntaría, pero antes reaccionaste raro cuando mencioné al líder de los Zen'in.

—Solo me preocupe, ya que me pediste investigar quienes querían evitar tu promoción. —respondió, al mismo tiempo que le indicaba mover los hombros para poder asegurarse de que todas las lesiones en su espalda sanaron bien.

—No estoy seguro de que sean los Zen'in.

—¿Una cena y ya están en tu lista de confianza? —Ella se burló, Kento quiso devolverle la broma para mantener el ambiente ligero, pero al final decidió que la conversación ameritaba un poco de seriedad de su parte.

—Sucede que tienen un beta recesivo en periodo de fertilidad, están buscando darle un cachorro y un alfa —susurró, como si las pudieran escuchar su secreto.

—¿Te lo contó tu amigo Naobito?

—Fue Kana. —No pudo evitar que su voz saliera en un tono cortante, pero esperaba que Ieiri no se lo tomara a mal—. Una mujer que trabajaba para ellos, fue secuestrada por la maldición y me contó esto mientras trataba de rescatarla.

—Vaya, lo siento, creo que fue insensible… —La forma cuidadosa en la que el alfa explicó la situación, le hizo saber a Ieiri que ella no había sobrevivido.

—Está bien, no podemos salvarlos a todos ¿verdad? —la interrumpió—. En todo caso, creo que ellos están usando otros métodos para lograr su cometido, esta noche intentaron hacer que me acostara con un par de los suyos, pero no me amenazaron.

—Yo no los descartaría tan pronto, quizá ahora que el plan A falló, procedan con él B. —Ieiri comenzó a recoger los residuos médicos en una bolsa—. Solo piénsalo, en la actualidad, el Clan Kamo posee más poder político que el Zen'in, no se enemistarían con los Gojo sin un buen motivo y no tienen ninguno. Los Zen'in, en cambio, mantienen una riña histórica con los Gojo. Odian a Satoru porque su nacimiento los dejo en el último peldaño de la pirámide y luego, se quedó con el chico que tiene la técnica heredada más importante de su familia, harán lo que sea con tal de molestarlo.

—Lo sé —Kento suspiró pesado, sintiendo como el cansancio volvía a su cuerpo, ahora que el alcohol comenzaba a abandonar su sistema—. No soy estúpido, no confío en ellos y jamás podría hacerlo porque Satoru es más importante para mí que cualquiera otra cosa, Ieiri.

—No pretendía ofenderte, Kento-kun, solo me aseguraba de que no hubieras perdido el nortes. —Kento se limitó a asentir con la cabeza—. Tuviste una noche larga, te traeré una manta para que duermas aquí.

—No es necesario, Ieiri-san —respondió levantándose de inmediato—. Me iré ahora.

—Tonterías, Kento-kun, quédate esta noche. —Ella sonrió con un aire de picardía que le hizo saber al alfa que estaba por caer en una mala broma—. Pero no se lo mencionemos a Satoru, estará muy celoso y no quiero lidiar con su drama.

•••

¿Qué hay más molesto que un mosquito? Los tres grandes Clanes de Hechicería. Cuando Kento tomó la decisión de volver al jujutsu, no creyó que tendría a las familias de hechiceros más importantes del país pisándole los talones, pero ahí estaba de nuevo, como pasajero en un auto blindado que lo llevaba al pueblo Nishikatsura en la prefectura Yamanashi, ya que el Clan Gojo lo convocó a una reunión urgente un viernes por la tarde, mientras miraba por la ventana, pensó con ironía que tal vez la próxima semana podría estar almorzando con los Kamo en Kioto.

El cansancio provocado por una larga jornada de limpieza, sin embargo, no le pesaba tanto como la ansiedad y los nervios que le causaba tener que reunirse con la familia de Gojo, sin que él lo acompañara (incluso creía que no estaba enterado de la situación), pero también sabía que ser convocado por ellos era una consecuencia directa de haber pasado el rato con los Zen'in un par de noches atrás, los Gojo, quizás, estaban preocupados por lo que pudo o no decirles a sus queridos rivales y querían asegurarse de que nada pondría en peligro inminente a su líder; sin olvidar el hecho de que Gojo era un omega y su descendencia era un asunto crucial estos días.

«Dios, en qué estaba pensando cuando decidí regresar» , se preguntó mientras el auto se detenía frente a una enorme y típica residencia de estilo japonés. El conductor, el mismo beta que una vez los recogió fuera de un O-Hotel, le informó que sería él quien lo llevaría de regreso a Tokio, una vez que su empleador lo indicará; Kento le agradeció por el viaje. Ya había alguien esperándolo en la puerta, dos muchachas que no podían tener más de dieciséis años, para ser exactos, que lo saludaron muy animadas, el alfa no recordaba si ya las conocía de antes, así que supuso que su entusiasmo debía provenir de lo que otros les contaron sobre él. Ellas lo condujeron por un costado de la casa, hasta un amplio jardín posterior de aspecto occidental, que servía para separar el edificio principal, de otra área habitada de la finca.

—Tío, el pretendiente oficial está aquí —dijo una de ellas, había un tono risueño en su voz que provocó que Kento sintiera que era una broma.

Tadao Gojo, que estaba regando sus flores de Nadeshiko, levantó la cabeza para verlo, lo que hizo que por accidente derramara un poco de agua sobre el dobladillo de su hakama, provocando las risas de las chicas.

—Cuanto tiempo sin verte, Nanami-kun —saludó, inclinándose un poco más de lo debido, lo que hizo sentir avergonzado—. Te ves muy bien.

—Gracias, señor. Es bueno verlo también.

En ese momento, un grupo de lacayos trajeron una mesa y una sombrilla al centro del jardín, apenas estaban terminando de equiparlo cuando alguien más llegó con un mantel, así, en cuestión de minutos también les sirvieron té y bocadillos, luego, los dejaron solos. Fue Tadao Gojo quién comenzó a comer primero, la manera en la que tomaba la taza, le recordó a su esposa, lo que a su vez lo hizo preguntarse en dónde estaba ella.

—Querrás saber porque te hice venir aquí.

—Creí que la noticia de mi reingreso llegó a sus oídos y quería saludar. —De entre los padres de Gojo, siempre se sintió más cómodo con él, pero ahora parecía diferente, como si algo lo hubiese hecho cambiar en los últimos años. Cuando el otro alfa ni siquiera sonrió por su broma, Kento carraspeó y trató de corregir su desliz—. A decir verdad, vine aquí suponiendo que el asunto que quiere tratar tiene que ver con su hijo.

—Sé que la relación entre ustedes terminó hace tiempo, pero Satoru se ha negado a presentar al Clan a otro pretendiente, por lo tanto, todavía tienes el derecho de reclamarlo como tu omega.

—Me sorprende que alguien de fuera, como yo, pueda ostentar tal poder.

—Sería diferente si Satoru fuera un alfa, y tú un omega, por supuesto —le aclaró, acto seguido bebió un sorbo de su té—. Pero el destino tiene una forma particular para burlarse de los mortales como nosotros, mi hijo es la prueba de ello, ¿no lo crees?

—Si le soy honesto, no creo en el destino —respondió Kento, estirando su mano para tomar un pequeño bollo que parecía estar relleno de crema dulce—. Tal vez no controlamos nuestro nacimiento, ni las técnicas que obtendremos, pero el resto de las decisiones dependen de nosotros y en lo que a mi concierne, él ha jugado con maestría las cartas que le repartieron —añadió, antes de darle un mordisco a su pan.

—Veo que tu corazón todavía está con él, Nanami-kun. —Lo dijo con una sonrisa en su rostro y Kento no pasó por alto la manera en la que puso una mano sobre su pecho, como si estuviera aliviado de escuchar esa respuesta—. Dime, ¿planeas comenzar el cortejo pronto?

Kento contuvo un suspiro, ya suponía que la reunión llegaría hasta ese sitio, sin embargo, ser cuestionado al respecto todavía resultó molesto; no se trataba, por supuesto, que no quisiera desposar a Gojo, al contrario, estaría honrado de llegar a ese punto, algún día, pero aún no era una posibilidad, y no lo sería sin que antes lograra deshacerse de la tristeza que le estaba carcomiendo el alma, Satoru se merecía la mejor versión que pudiera ofrecerle, y nada menos.

—No en realidad —admitió Kento, dejando el bollo a medio comer en el plato sobre el que reposaba su taza de té, había perdido el apetito—. Hasta dónde sé, Gojo tiene una relación con otra persona.

De algún modo, sabía que eso no sería un motivo suficiente para callar al padre de Gojo, pero planeaba agotar todas sus opciones, con tal de terminar la conversación cuanto antes.

—No es algo serio, solo un beta dominante que Satoru logró atrapar para mantener a raya a su instinto, ¿entiendes lo que quiero decir? —A Kento le pareció un comentario despectivo, así que no respondió, pero Tadao Gojo interpretó su silencio como incomprensión y se dispuso a ofrecer una explicación—: Satoru está atravesando el auge de su etapa fértil, de hecho comenzó hace dos años, necesita ayuda para que su omega no entorpezca la manera en la que vive su vida. El hombre con el que se ve ni siquiera es un hechicero, no durarán.

—Señor, tengo la impresión de que he llegado a agradarle y por ese motivo ha compartido toda está información, agradezco el voto de confianza, pero no dejaré que utilice lo que siento por Gojo en su contra.

—Vamos, Nanami-kun, estoy seguro de que sabes muy bien que tienes el corazón de mi hijo en tus manos desde hace mucho tiempo, del mismo modo en que él tiene tuyo. —Kento apretó los labios en una fina línea, luchando por contener a su instinto que deseaba herir al hombre frente a él porque comenzaba a percibirlo como una amenaza para la libertad de su omega— . ¡Considera esto el empujón que necesitan para volver a estar juntos, no busco otra cosa, sino su felicidad!

—Si lo que dice es cierto, entonces entenderá porque no aceptaré un trato con usted, ni con ningún otro miembro de su familia.

Tadao Gojo se frotó el puente de la nariz y murmuró entre dientes algo que se entendió como " esto no está funcionando".

—Bueno, supongo que eres un hueso duro de roer, muchacho. —Tadao Gojo se echó a reír de manera exagerada y falsa, bajo la mirada de desconfianza de Kento—. Solo recuerda que nadar contra la corriente tiene sus dificultades, estoy seguro de que ya escuchaste que no ascenderás de grado pronto.

Ahí estaba la respuesta a quien se metía en su camino al primer grado, Kento se sintió traicionado, esperaba este tipo de golpes de cualquier otro, excepto del padre de su omega, por el que, hasta ese momento, solo había sentido respeto.

—Si todo está claro, me parece que llegó la hora de irme.

Tadao Gojo pareció decepcionado con su respuesta, lo que dejó claro que no consiguió lo que quería. Ambos se levantaron al mismo tiempo, y el hombre acompañó a Kento hasta la puerta, algunos miembros del Clan se les unieron en el camino, pero a diferencia de la manera en que fue recibido, esta vez parecían desilusionados. No necesitaba ser un adivino para saber que la familia estaban esperando el anuncio de una boda.

—Sabe, señor, usted me agradaba mucho. —Aunque lo intentó, Kento no pudo contener su lengua, del mismo modo en que nunca logró callar cuando tuvo que poner a la madre de Gojo en su sitio—. Esperaba este tipo de conversación de parte de su esposa, no de usted, ¿Ella se encuentra bien?

—La verdad es que no lo sé. —Kento no pudo ocultar su mueca de sorpresa, a lo que el padre de Gojo, respondió con una sonrisa tranquilizadora—. Satoru expulsó a Rena del Clan hace cuatro años, más o menos, tenía que elegir si la acompañaba, o me quedaba con mi hijo, desde entonces he asumido sus funciones.

—Vaya, no lo sabía, lo siento mucho, debió ser una situación inesperada y difícil.

—Somos nosotros quiénes deben disculparse, Nanami-kun, ella cruzó los límites y puso una recompensa sobre tu cabeza, si Satoru no lo hubiera descubierto a tiempo, hoy no estaríamos aquí —Todos los que estaban presentes, hicieron una reverencia de disculpa, lo que hizo que Kento se preocupara—. Rena no volverá a ser un problema para ti, pero te pido disculpas en su nombre.

Entre la revelación de que la madre de su omega atentó contra su vida y todo el numerito que montó su padre apenas unos minutos atrás, Kento no sabía qué pensar: Si bien, Tadao Gojo sonó honesto al disculparse él todavía se sentía amenazado.

Se preguntó qué debía hacer, irse sin perdonarlo le parecía un afrenta por la que más tarde se tendrían que ajustar cuentas; aceptar la disculpa, en cambio, podría significar que Rena Gojo tenía una oportunidad de reintegrarse al Clan. Por supuesto la decisión dependía de Gojo, no obstante, Kento no quería ponerlo en esa situación, era cierto que no tenían una buena relación, pero Gojo nunca ocultó que buscaba la aprobación de su madre, por ello creía que debió ser duro para él expulsarla en primer lugar.

—En realidad, me gustaría disculparme también por lo que dije hace un momento —añadió Tadao Gojo, una vez que Kento retrocedió un par de pasos, dispuesto a alejarse del Clan Gojo antes de acabar enredado en otra treta—. Sobrepase mis límites y te puse en una posición incómoda, Nanami-kun. Sé que tú y mi hijo tienen derecho a llevar su relación como mejor les parezca, y espero que lo que se dijo hoy no te aleje de su lado. Prometo que el Clan no interferirá en tu promoción, ni en ningún otro ámbito de tu vida privada, ni como hechicero.

Con cada palabra pronunciada, Tadao Gojo y los otros presentes inclinaban más la cabeza, al punto de que cuando terminó su discurso, lo único que podía hacer a continuación era echarse al piso para una dogeza; si no le pareciera exagerado (y confuso) habría sonreído al compararlo con la teatralidad que manejaba Gojo la mayor parte del tiempo. El auto que lo llevaría de regreso a Tokio se estacionó detrás de él, sin detenerse a pensar una respuesta mejor, abrió la puerta y entró al vehículo.

—¿Qué diablos pasa con estas personas? —murmuró entre dientes, sacando su celular del bolsillo de su chaqueta para comprobar sus mensajes y llamadas, una vez que el auto comenzó a avanzar

—Reconocen que tiene más influencia que todos ellos juntos, señor.

—¿Perdón? —Kento trató de ocultar la sorpresa, ya que estaba hablando consigo mismo y no que no esperaba que el beta le dirigiera la palabra.

—Preguntó porqué son así, la respuesta es que, como futuro consorte del jefe del Clan, tiene más poder que ellos. —Kento asintió con la cabeza, para hacerle saber que lo escuchó, lo que pareció animar al hombre para seguir hablando—. Antes no fue posible decirle, porque la señora Rena se quedó con una parte de las funciones para ayudar a su hijo, sin embargo, después del incidente y su expulsión, Gojo-sama, asumió el control total. El señor Tadao Gojo está asumiendo que usted, Nanami-sama, se integrará muy pronto a la familia y le muestra su respeto desde ahora.

Kento suspiró, sintiéndose harto de lo contradictorio que llegaba a ser la burocracia de los Tres Grandes, para ser honesto, prefería el trato que le daban antes, apenas reparando en su presencia, que estar en el ojo del huracán; sin embargo, también era cierto que una parte de si, su alfa , estaba complacido con el hecho de ser reconocido por la familia de su omega como el único prospecto aceptable, pero la forma en que estaban actuando solo provocarían que Gojo levantara sus muros y los dejará todos fuera.

—Ya veo, gracias por explicarme

—No hay de qué, señor —A través del retrovisor, el conductor pudo darse cuenta de la sonrisa que se dibujó en el rostro de Kento, cuando recibió un mensaje de texto—. Entonces, ¿a dónde se dirige?

—A la escuela, por favor, detente si ves una pastelería.

•••

[26/07 6:40 a.m.] Gojo S: Nanamin, (。・ω・。)ノ

[26/07 6:40 a.m.] Gojo S: Ven a cenar conmigo y los niños ¿vale? (•ᴗ•)

[26/07 6:41 a.m.] Gojo S: Por favor, trae un pastel de fresas 〜(–.–)〜(‾‾~‾‾)~

En retrospectiva, los mensajes estaban demasiado bien escritos y los kaomojis no tenían sentido como para haber creído que Gojo los envió. Mientras lo veía cargar a Megumi, que se había quedado dormido en el sofá, acordó con sí mismo que la próxima vez llamaría de vuelta a Gojo, para asegurarse de que era él quien quería verlo en realidad, ya que su corazón no podría soportar, contemplar cómo se preparaba para ver a otro hombre otra vez.

En lo que buscaba un paraguas para protegerlos de la lluvia, Gojo y Tsumiki salieron al pasillo, Kento tuvo que regresar sobre sus pasos dos veces, la primera para sacar una gabardina de su armario y la segunda para tomar sus llaves de la encimera de la cocina, así que cuando salió de su departamento, ellos ya estaban a punto de subir al elevador. El descontento y el silencio que se instauró entre los dos, desde que cometió el error de preguntarle por su cita, los siguió durante el descenso y le impidió darle el abrigo como lo había planeado.

Si bien, se había hecho a la idea de que las posibilidades de que la noche acabara mal después de que le contara lo que habló con su padre y sobre el Clan Zen'in, la realidad a la que se enfrentaba era muy diferente: Kento podía entender que Gojo estuviera enojado, pues era consciente de que lo hizo sentir incómodo al presentarse en su casa sin invitación, con su curiosidad por lo que lo que salió mal con el Señor Picante y que, además, lo puso celoso porque sus cachorros estaban entusiasmados por reconectar con él; sin embargo todavía se sentía mal por ser castigado con la ley del hielo.

A pesar de tener una preferencia por la calma, la verdad era que nunca le fue fácil manejar la afonía estruendosa de los sentimientos contenidos, prefería cien veces más que le gritara con la cara enrojecida por la ira que se fuera a la mierda (como hizo varias ocasiones cuando era adolescente), al hombre frío que se sentaba en su sala a enviar mensajes de texto a-dios-sabe-quien e ignoraba sus intentos de solucionar el problema.

La peor parte de todo era que su humor agrio se contagió a los cachorros y, al final, su alegría poco a poco se apagó. Así una vez que Megumi se quedó dormido, Gojo y Tsumiki decidieron que era hora de irse, puede que eso fuera lo que más le dolió de toda la noche, pero no se esforzó por cambiarlo. Ahora, viendo al omega caminar cinco pasos delante de él, hacia la salida del edificio, se le ocurrió que tal vez ese era el problema: no dijo, ni hizo nada por mostrar su descontento, a pesar de lo herido que se sentía.

Sintiéndose rechazado, Kento pensó en dar la vuelta y volver a su apartamento, siendo el desplante de Gojo motivo suficiente para enfadarse, pero, al mismo tiempo odiaba la idea de dejar que el omega se fuera así, si cavaran un foso entre ellos ahora, quizás nunca volverían a estar juntos, y ese no era el futuro que imaginaba. «No es tarde todavía », dijo una voz en su cabeza, recordando que en ocasiones, tenía que tragarse su orgullo, si quería que Gojo lo hiciera también.

—Gojo, espera un segundo —pidió, trotando la distancia que le quedaba para alcanzarlo antes de que cruzara la puerta—. Está haciendo un poco de frío, ponte esto.

El omega miró la gabardina en sus manos, luego a su cara antes de asentir, Kento puso la prenda sobre sus hombros para evitar que el movimiento de Gojo al intentar ponérsela, despertara al chico que dormía en sus brazos; si eso pasara, Megumi haría una rabieta y se quejaría de que ya era muy mayor como para seguir siendo cargado igual que un bebé y, aunque era cierto, el alfa todavía lo veía como el chiquillo de cinco años que se aferraba a su elefante de felpa para dormir, y sabía que el omega debía sentirse de la misma manera.

Tuvo que dar dos vueltas para asegurarse que nadie (excepto él mismo) se mojara al subir al taxi, además se aseguró de pagar la tarifa, a pesar de que Gojo intentó hacer que desistiera. Mientras veía el auto alejarse por la calle, Kento pensó en lo mucho que le habría gustado acompañarlos de regreso a la escuela, sin embargo, eso sería tentar a su suerte y ya se había arriesgado demasiado al posponer la conversación sobre los Clanes, sólo esperaba que nadie se le adelantara a contarle, porque la situación podría malinterpretarse muy fácil y odiaría que la desinformación hiriera los sentimientos del omega.

•••

Si tuviera que elegir entre ser desmembrado por su propia técnica maldita, o ser arrastrado al Clan Zen'in para escuchar una oferta de matrimonio, sin lugar a dudas, Kento elegiría lo primero y resultaba irónico que tuvo que enfrentarse a ambos escenarios con escasos minutos de diferencia.

El automóvil que Ijichi conducía rumbo a la escuela hizo una parada en el semáforo cuando Naobito y otra persona se les unieron, tan solo había pasado una semana desde la misión de las arpías y a decir verdad, habría preferido no volver a cruzar su camino con ellos. Nervioso, el pobre director asistente intentó averiguar qué estaba pasando pero lo mandaron a callar, Kento tuvo que decirle que no se preocupara por sus invitados y siguiera conduciendo.

El líder del Clan Zen'in comenzó entonces a parlotear sobre las muchas ventajas que tendría si se integraba a su familia, Kento ni siquiera le prestaba atención porque estaba más preocupado por la cantidad de sangre que seguía perdiendo; sin embargo, gracias al ángulo en el que se encontraba, le era posible ver a la otra persona que subió a través del retrovisor.

Quizás era inapropiado, pero no pudo evitar que su mirada se detuviera más de lo debido en él: Era el mismo hombre que había bailado frente a él durante el banquete, aunque está vez estaba ataviado en kurotomesode color beige con un fino bordado en rojo y dorado, era una rara elección de vestuario, porque aludía a que él tenía un esposo, o comprometido al menos, se sentía como si trataran de persuadirlo y presionarlo para tomará la decisión que a ellos les convenía; no le era posible ver su rostro a causa de la capucha bajo la que se escondía, sin embargo, no era necesario para saber qué se trataba de Naoya, no solo era el único adulto que faltaba en la cena, sino que también, dudaba que Naobito se esforzara tanto por conseguirle una pareja a alguien que no fuera su hijo.

Después de lo que pareció ser una eternidad, llegaron a la escuela, fue un alivio ver a Ieiri esperándolo, porque de ese modo, los Zen'in no intentarían detenerlo. Bajó del auto tratando de mantener la compostura, pero se sentía un poco mareado y débil a causa de la pérdida de sangre, así que se tambaleó, ella le gritó a Ijichi que lo ayudara a llevarlo arriba y cualquier otra cosa que Naobito tuviera para decir, quedó en el aire, aunque sabía que solo era cuestión de días para que intentaran acercarse de nuevo.

Una vez en el consultorio de la escuela, Ieiri lo hizo tumbarse boca abajo sobre la camilla, usó su energía maldita para detener la hemorragia, luego saco sus materiales de sutura, Kento se mordió el interior de las mejillas para evitar mostrar su descontento, ella tenía la mano muy dura y su trabajo siempre dejaba cicatrices de aspecto desagradable.

—Bueno, ¿cómo fue que te hiciste esto? —preguntó Ieiri, con la obvia intención de distraerlo para que no se quejara.

—La maldición era como un espejo, devolvía todos los ataques desde cierto nivel de fuerza —Kento suspiró, pensando en lo mucho que tardó en exorcizar ese espíritu maldito debido a que tuvo que usar golpes de baja potencia.

—Bueno, supongo que no tuviste otra opción que hacerte daño. —Había cierto tono acusador en su voz que Kento no apreciaba, pero temía que si la hacía enojar, lo enviara a casa sin analgésicos.

—Sobre lo que te pedí investigar —dijo, en cambio, con la intención de no entretenerse con una charla innecesaria una vez que ella terminara—. Fueron los Gojo que iniciaron, pero los Zen'in van a terminarlo.

—¿Qué quieres decir?

—Me reuní hace poco con el padre de Gojo, le dije que no estaba en mis planes volver con él pronto, parecen estar de acuerdo con esperar. Naobito Zen'in, por otro lado, parece querer que me case con su hijo cuanto antes. —Kento no pudo evitar poner los ojos en blanco, no conocía muy bien a Naoya, pero después del espectáculo que dio su familia en Kurobe, no quería hacerlo—. Aunque él dijo que Naoya es un omega, no un beta recesivo.

—Supongo que el futuro de las grandes familias y del Jujutsu está en las incapaces manos de los omegas, habrá muchos alfas revolcándose en sus tumbas. —Kento se rio, aunque tuvo que callarse de inmediato o arruinaría el trabajo de Ieiri.

Por el siguiente par de minutos, ella siguió trabajando en silencio, terminó de suturar la herida y también volvió a utilizar la técnica inversa para sanar otros golpes menores, para cuando acabó, Kento se sentía lo bastante bien como para decidir que iría al gimnasio a entrenar.

—¿Todavía se lo ocultamos a Satoru? —le preguntó mientras Kento terminaba de abotonarse la camisa.

La respuesta fácil era, no, ya no le estaba ocultando nada de lo que pasaba a Gojo, querer solucionarlo por su cuenta fue lo que lo puso a luchar en dos frentes al mismo tiempo; la respuesta complicada, en cambio, tenía que ver con que no le podía contar, porque el omega no le hablaba. Después de dejarlo a él y a los niños en el taxi, le envío un texto diciéndole que le avisara cuando estuvieran de vuelta en la escuela, no le respondió; hora y media más tarde intentó preguntarle si llegaron bien, incluso lo llamó, pero solo obtuvo silencio, a partir de ese momento, sus mensajes dejaron de ser entregados, lo que significaba que Gojo lo había bloqueado.

—Se lo contaré yo mismo —dijo tomando su saco, y su arma listo para irse.

Apenas puso la mano en la manija de la puerta, una fragancia como a fruta madura y flores inundó su olfato, haciéndole saber que Gojo estaba cerca; Kento tragó saliva, dándose cuenta que era la primera vez, desde que llegó, que podía detectar su olor, era muy tenue, casi diluido, lo que lo hizo preguntarse porque no pudo olerlo hasta ese momento siendo que antes, ni siquiera los parches resultaban útiles.

Sin embargo, se dio cuenta de que el consultorio de Ieiri no era el lugar adecuado para pensar en eso, además, si se dejaba seducir por las feromonas de Gojo en ese momento, después de tanto tiempo de haberse privado de ellas, quién sabe qué podría hacer su alfa. Se obligó a contar hasta tres, para lograr calmar a su instinto que se entusiasmó con el aroma y ahora quería saltar sobre el omega, luego abrió la puerta: debido a los seis ojos, Kento creía que no había manera de sorprender a Gojo, a veces era como si él pudiera verlos acercarse mucho antes de que intentarán hacerlo, por eso, el gesto de sorpresa que él intentó ocultar, no pasó desapercibido.

—Hola, Nanami.

En realidad, no esperaba que él le hablara, así que no pudo evitar que la forma casi tímida en que dijo su nombre, mezclada con su encantadora fragancia a la que nunca logró resistirse, hiciera cosas en su cabeza y provocara cierto tipo de reacciones en su cuerpo.

Respondió entre dientes a su saludo, con la intención de alejarse de él cuanto antes, pero Gojo le bloqueó el camino al moverse hacia el mismo lado por el que planeaba pasar, no lo hizo a propósito, lo sabe, sin embargo, todavía le resultó molesto, no porque encontrara su presencia molesta, sino porque temía que, de alguna manera, él pudiera darse cuenta de lo rápido que late su corazón cuando están tan cerca, tras otros tres intentos, el omega al final dió un paso atrás, y el alfa consiguió escabullirse.

Mientras se aleja, Kento sintió sus orejas estaban rojas, sus colmillos le picaban en las encías, ansiando hundirse en la esponjosa glándula del cuello del omega; la única cosa en la que puede pensar, es en lo mucho que desea poner sus manos sobre el cuerpo de Gojo, su olor lo ha delatado y ahora sabe que su estro se acerca. Quiere pasarlo con él, aunque está casi seguro de que el omega tendrá otros planes. Su instinto se altera ante ese pensamiento, jamás le ha sentado bien sentir el placer de Gojo a través del enlace, pero ya que han estado cerca, esa parte de sí mismo parece creer que tiene derecho de reclamar al omega.

«No es así como somos» , se dice a sí mismo, pese a ello, todavía siente que no tiene ningún control sobre su instinto lo que significa que debe permanecer lejos de Gojo hasta estar seguro de que haya pasado su celo. Su alfa protesta ante la resolución, Kento decide trotar al gimnasio, planeando golpear los sacos de boxeo hasta que ya no le quedaran fuerzas para intentar perseguir al omega; además, espera que el cansancio también evite que las pesadillas que lo acosan desde la misión de las arpías le den una tregua.

•••

Como era de esperar, Satoru Gojo tenía otros planes para los dos.

Gracias al enlace Kento se dio cuenta de que él quería verlo, lo que consiguió hacer que el alfa que había logrado domar con el calentamiento apenas un minuto atrás, se excitara de nuevo. Estaba pensando en tomar sus cosas y escapar por la puerta trasera, cuando la fragancia de sus feromonas inundó su olfato, su omega aún no llegaba, lo comprobó dando un vistazo sobre su hombro, pero el hecho que pudiera olfatear su aroma, sumado al tirón de su pecho, significaba que se acercaba.

«Quince segundos más», dijo mirando el reloj en la pared al fondo del gimnasio, luego se agachó para tomar una venda para proteger sus nudillos, queriendo parecer concentrado en su entrenamiento. No escuchó la puerta abrirse, pero sintió su presencia (la de su omega, su pareja, no la del hechicero) inundando toda la habitación, no es hasta que escucha la puerta cerrándose que decide voltear a verlo.

—Debería atarte un cascabel al cuello, te mueves como un gato —se arrepintió de bromear con él, en el mismo instante en que el melodioso sonido de su risa llegó a sus oídos.

«No coquetees con el hombre a quién quieres evitar» , se dijo a sí mismo.

—Creo que te hace falta concentrarte mejor a tu alrededor, debería ser fácil para ti sentir que alguien se acerca.

Es irónico que lo diga, cuando estimó el tiempo en que tardaría en entrar por la puerta con mucha precisión, aunque la verdad es que no está seguro de que le funcione igual de bien con otra persona.

—Bueno, gracias por recordarme el alcance de mi actual inutilidad —le resulta difícil encontrar una forma desagradable de decir eso, pero por la manera en la que la lengua de Gojo se enreda, sabe que logró su cometido.

¿Se siente mal por hacerlo creer que se enfadado? Sí, pero sabe que de no ser porque está medio borracho de amor por el omega en ese momento, en verdad le habría afectado su comentario, después de todo, el fantasma de Kana todavía lo persigue.

—¿Puedo entrenar contigo? —Gojo ni siquiera había terminado de hablar, cuando la mente de Kento, ya estaba perdida entre las posibilidades de que ese entrenamiento se convirtiera en algo más.

—No, gracias —respondió en un intento de mantener la compostura.

—En serio lamento lo que dije hace un momento.

Gojo tiene ese puchero en los labios, que le provoca a Kento ganas de besarlo hasta que se convierta en una sonrisa. Es inútil fingir que está enojado con él, ya que, por mucho que lo intente, lo cierto es que su humor esa noche es como para adorarlo, besar el suelo que pisa, y cumplir cada uno de sus caprichos como si fueran un mandamiento, no para lastimarlo. Por desgracia, todavía no se siente listo para asumir los riesgos y admitir que lo desea con locura.

—Te disculpo, pero todavía no quiero entrenar contigo. —Gojo parece tan desanimado mientras retrocede unos pasos para darle espacio, temiendo que se vaya y no pueda seguir disfrutando de su presencia, le ofrece una opción—: Si lo que quieres es hablar de algo, te escucharé.

Así es como Gojo comienza una perorata sobre los tipos de energía maldita, al principio cree que solo está ensayando una lección para sus alumnos, responde con preguntas que puedan hacerle creer que lo escucha, mientras se dedica a golpear la pera de box, siguiendo el ritmo de una canción, de uno de los grupos que le gustan al omega, que ha tenido pegada en la cabeza durante semanas. Entonces, Gojo dijo algo que lo obligó a detenerse a repasar toda la información que él le acaba de dar.

—Solo estoy tratando de saber si puedo hacer algo para ayudarte.

Lo dice de una manera tan dulce y genuina, que provoca que Kento se desmorone. Nunca quiso que él se diera cuenta de que estaba lidiando con un episodio depresivo, no quería verse débil ante sus ojos, porque eso significaba que estaría preocupado por él, se convertiría en una carga y odiaba eso.

En un intento de mantenerse tranquilo, se giró para golpear la pera box, dejando que el golpe se llevará todo su coraje; Gojo no tenía la culpa de que su cerebro fuera incapaz de funcionar como debía y sólo estaba tratando de ayudarlo. Muchos golpes iguales al anterior más, pasaron varios minutos antes de que se sintiera con la entereza suficiente como para tener una conversación que no implicara alejar a Gojo, le dolían las manos a causa de la fuerza que había usado para sus puñetazos, pero eso siempre lo ayudó a mantener los pies en la tierra.

—Ha sido difícil estos días —admitió eso pensando en la presa, las arpías y Kana, cada noche se iba a la cama diciendose a sí mismo que era un hechicero, no un héroe, hizo todo lo que pudo por esa mujer y su hijo—. Pero estaré bien, no tienes que preocuparte por mí, Satoru.

Se giró para golpear la pera de box para comenzar a golpearla con la misma y fuerza e intensidad que durante la ronda anterior, sin embargo, antes del sexto puñetazo, sintió los brazos de Gojo envolviéndose alrededor de sus cintura. Se quejó, debido a la sorpresa de la acción y también trato de safarse del agarre, porque le resultaba desagradable que él intentara abrazarlo cuando estaba cubierto de sudor.

—Solo recuerda que estoy aquí para ti, ¿vale?

Sus palabras lo tomaron por sorpresa, no tuvo más remedio que dejar de luchar, tenía ganas de girar, rodear su cintura con sus brazos, y enterrar su nariz en su cuello, para llenarse con la dulzura de sus feromona, no obstante, se conformó con poner sus manos sobre las de su omega, con la intención de quedarse en ese abrazo por mucho, mucho tiempo.


Nota:

加南 (Kana): 加 significa "añadir, incluir, aumentar"; 南significa "sur, sur".

希璃 (Nozori): 希significa "raro, esperanza, suplicar"; 璃significa "vidrio, cristal, piedra preciosa".

La flor de Nadeshiko, o Clavelito común significa "una maravillosa premonición", es la flor para los que nacieron el 26 de Julio.