El Reportaje
Candy y Terry, se encontraban preparando sus maletas. La pareja de recién casados viajaría a Seúl Corea.
Robert jefe de Terry, le había encomendado a su empleado número uno, elaborar un reportaje especial, en esa ciudad.
Terry no pudo negarse y aunque estaba próximo a contraer nupcias con el amor de su vida, decidió viajar a ese lugar, los dos días posteriores de su boda y posponer por unas semanas, su luna de miel.
Los Ardley y Grandchester, decidieron organizar una espectacular boda, digna de sus respectivos hijos.
Los novios no pusieron oposición, ya que eran hijos únicos y querían dar el placer a sus padres, accediendo a todos los caprichos de sus familias, por lo que, se dejaron consentir, con una gran celebración, rodeados de amigos, familiares, y demás personas, que querían estar presente, en tan importante enlace familiar.
- ¿Pecas ya estás lista?, el avión sale a las 5:00 pm.
- Ya casi amor, solo termino de acomodar mi traje de baño y listo.
- Amor, no lo necesitarás, no nos dará tiempo de ir a la playa.
- Terry, ¿pero no podremos visitar una de esas playas hermosas de Seúl?
Terry acarició la mejilla de su linda esposa y le respondió:
- No lo creo amor, es un viaje de trabajo, solo serán 15 días, pero cuando regresemos, te prometo, que nos iremos un mes a Hawái, a disfrutar de una verdadera luna de miel. -
- ¡Esta bien! - Respondió Candy, haciendo un mohín.
- ¡Ey!, no hagas esos pucheros, que me dan ganas de besarte y volver a hacerte el amor, hasta lograr reflejar en esa cara, una sonrisa encantadora.
- ¡Suena tentador amor! Pero el avión no espera, anda vamos señor trabajador.
- Si vamos señora Pecas de Grandchester.
- Oh sí y agrega a eso, ¡De Grandchester engreído!
Terry dio una palmada en el trasero de su recién esposa, y salieron de su departamento, ignorando el quejido de Candy, después de esa acción.
La pareja decidió ir solos, al aeropuerto, ya que no deseaban que sus respectivos padres se pusieran melancólicos, solo estarían fuera por dos semanas.
Una vez estando arriba del avión, Candy preguntó a Terry, si ya antes había estado en ese lugar, ya que ella no lo conocía y sentía algo de desconfianza, al visitar un país desconocido.
- ¡Tranquila mi amor!, verás que Seúl Corea, te gustara, yo nunca he viajado hasta allá, pero si he visitado otros países asiáticos, como Japón. Estoy seguro que te agradara y si no es así, recuerda que solo será por poco tiempo.
- Aún no logro entender, por qué no te pudiste negar a la petición de Robert, pudo haberle pedido el favor a Charlie.
- Candy, Robert tiene más confianza en mí, y sabe que no le fallaré, mi reportaje, será el que complazca a todos.
- Pero no entiendo, porque no me quieres decir, que tipo de reportaje es.
- Pecosa es una sorpresa, te lo mostraré una vez concluido mi trabajo, ¿de acuerdo? – Dijo esto, besando cariñosamente la nariz de su esposa.
- ¡Mmmm!, sabes que detesto las sorpresas.
- Lo se amor, pero prometo recompensarte – Terry tomó la barbilla de su esposa para depositar un suave beso en sus labios.
- Ni creas que, con un simple beso, mi curiosidad esta saciada, ¿eh?
- ¿Ah no? Entonces espera a que estemos solos, para tratar de convencerte.
- ¡Shhh! Terry baja la voz, te van escuchar.
Terry solo rio, ante el sonrojo, de su hermosa esposa. Adoraba hacerla sonrojar.
- No puedo decirte de lo que se trata pecosa, ya que cuanto te enteres, pedirás que regresemos de inmediato- Pensó Terry, acariciando la cabeza de su amada, que descansaba sobre su hombro.
Unas horas más tarde, Candy y Terry, llegaron a la ciudad de Seúl. Tomaron un taxi que los llevó al departamento, que la compañía se había encargado de alquilar, para la estadía de su empleado estrella.
- ¿Te gusta pecosa? – Dijo Terry al entrar junto con Candy al lugar, colocándose a espaldas de ella, para abrazarla por detrás, y rodearle la cintura con sus brazos.
- Si y no, el lugar es lindo, pero siento un ambiente frio y hostil.
- Solo será por pocos días mi amor, prometo terminar mi reportaje, lo más pronto posible.
- Mmmm, eso espero cielo, pero por lo pronto mejor descansemos, ya es tarde y muero de sueño. - Se quejó Candy con voz cansada.
- Si, pero antes, que tal, si para relajarnos, tomamos un baño juntos- Dijo mordiendo el lóbulo izquierdo de la oreja de su esposa.
Candy se estremeció con la caricia y se giró, para quedar de frente a su bello engreído y así comenzar a desabotonar su camisa a toda prisa.
- ¡Mmmm! creo que eso es un sí- Dijo dejándose conducir por su esposa, al cuarto de baño.
A la mañana siguiente, Terry despertó primero, se levantó silenciosamente, para no despertar a su pecosa, ya que habían dormido poco, pues después de tomar el baño y hacer el amor en la ducha, continuaron amándose por el resto de la noche, no se cansaba de amar a su pecosa en cuerpo y alma, la adoraba y deseaba en todos los sentidos.
Se vistió rápidamente, tenía que llegar temprano al lugar donde lo esperarían los agentes, que habían sido contratados para ayudarle, en la investigación que llevaría a cabo, para así poder conseguir un buen reportaje, que cumpliera las expectativas de su amigo jefe Roberts.
Antes de salir del departamento, escribió una nota a su pecosa, diciéndole que regresaría para la hora de la comida, y que esperaba, que, para esa hora, ya estuviera despierta, para salir a comer juntos.
Unos minutos después, Terry llegó al lugar y saludó amablemente a los dos agentes que le dieron acceso a el viejo edificio, el cual se encontraba clausurado, por los acontecimientos sucedidos, hace no menos de un mes.
- Hola Señor Graham- Saludó uno de los agentes, nombrando a Terry con el nombre que usaba solo para trabajar, ya que, si lo identificaban como un Grandchester, haría sentir incomodos a todas las personas que lo rodeaban, debido a el poder que implicaba su apellido.
- Un placer agente Johnson- Respondió Terry estrechando la mano de su receptor.
- Él es el detective Robinson- Presentó el agente Johnson a Terry.
- Mucho gusto- Respondió Terry.
Una vez terminadas con las presentaciones, condujeron a Terry a el lugar de los hechos.
- Y por esta ventana, la joven Susana Marlow, se arrojó hacia la calle. - Explicaba el agente Johnson a Terry.
El detective Robinson, mostró a Terry, varias fotografías tomadas a la fallecida, donde mostraba el rostro intacto de Susana, ya que su cuerpo había caído de espaldas, y sorprendentemente su cara no había sufrido daño alguno. La sonrisa que Susana, mostraba en las fotografías, lo hizo sentir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. No lograba entender, que hacía Susana viviendo en esa ciudad, y por qué había tomado la decisión de suicidarse.
Recordó cómo fue su trato con ella, cuando fueron compañeros de universidad.
Flash back:
- ¡Oye Grandchester!, Susana no te quita la mirada de encima.
- ¡Lo se Archie!, su constante acecho, ya me está incomodando.
- ¿Aún sigue insistiendo, en salir contigo?
- Así es y por más que le digo que yo ya estoy en una relación con alguien, no lo acepta, empiezo a creer que padece problemas mentales.
- Más bien, creo que no le importa, cuanto la rechaces, hay ciertos tipos de mujeres que se conforman con tener el papel de amantes.
- ¡Ya deja de decir estupideces!, sabes que jamás me atrevería a engañar a Candy, ella es la única mujer que amo, y no me interesa otra mujer más que ella.
- ¡Ya! no te alteres!, solo era un simple comentario – Archie palmeó el hombro de Terry, y se dispuso a tomar asiento en su escritorio, ya que la clase estaba por comenzar.
Unos cuantos pasos atrás, Susana, había escuchado toda la conversación, pero no le tomó importancia, ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por conseguir que Terrence se fijara en ella, y si tenía que recurrir a ciertos rituales de magia para atraparlo, lo haría sin importar las consecuencias.
Ese día por la noche Susana, guiada por una tarjeta de publicidad, que había hurtado del bolso de su madre, sin que esta se diera cuenta, visitó a Madame Hazam, una señora dedicada especialmente a todo tipo de hechicerías.
La fachada del lugar, daba el aspecto de un negocio de confección de ropa, y al ingresar, un tipo de cortinas, ocultaban un pasillo, que conducía a un cuarto oscuro, sitio donde Madame Hazam, realizaba esos tipos de trabajo, para mujeres inocentes y desesperadas, en busca de un amor no correspondido.
Al entrar, la recibió una mujer enfundada en una túnica negra, uñas extremadamente largas, cabello negro lacio, que caía hasta sus caderas y de aspecto tenebroso.
- Tranquila cariño, ¡has llegado a el lugar indicado! - Dijo la mujer sonriendo y mostrando una dentadura con dientes de metal, que hicieron estremecer a Susana.
- ¡Eh, no sé si hice bien en venir aquí!, creo que mejor me voy- Mencionó Susana atemorizada, intentó salir del lugar, pero un hombre robusto se lo impidió.
- Eso sí que no cariño, una vez que pones un pie aquí, ¡ya no hay vuelta atrás! - Sentenció la mujer, ordenando a su hombre de confianza que la detuviera.
El grito de Susana fue callado, cuando el sujeto cubrió su boca con un pañuelo húmedo, que la hizo desvanecer y perder el conocimiento.
Días después, Susana desapareció y Terry ya no volvió a saber más de ella, desconociendo, el motivo de su ausencia.
Fin del flash back.
- ¿Que sucede señor Graham?, ¿tiene usted algún tipo de información que pueda darnos una pista? – Preguntó ansioso el detective.
- ¡Eh!, no-, Reaccionó Terry, regresando de sus recuerdos. -Pero esta mujer fue mi ex compañera de la universidad y hace tiempo que no sabía nada de ella –
- Muy bien, entonces el hecho de que usted haya conocido a la difunta, nos ayudará a atar cabos y descubrir que orilló a la joven Susana Marlow, a tomar esta fatal decisión. – Continuó el detective Robinson.
- ¡Claro!, le contaré todo lo que se de ella, ya que esto también servirá, para llevar acabo el reportaje, por el cual fui contratado-.
Terry comenzó a detallar, todo lo sucedido con Susana, desde su acoso, y de cuándo fue la última vez que supo de ella.
El detective tomaba notas, y Terry por su parte, capturaba imágenes con su cámara, las cuales le servirían, para armar un buen reportaje y a su vez anotaba en su iPad, todo lo relatado por el agente Johnson.
Unas horas más tarde Terry llegó a el departamento en busca de Candy, pero al ingresar, no la encontró. Confundido buscó alguna nota que pudiera haber dejado, explicando el motivo de su ausencia, pero no encontró ninguna señal, de donde habría podido ir.
En ese momento, la alerta de mensajes de su celular sonó.
Lo revisó rápidamente, para ver de quien se trataba, deseando que pudiera ser Candy, pero lo que vio, lo descolocó e hizo que su corazón palpitara rápidamente.
- Pero ¡qué significa esto! - Pronunció nervioso con voz alta.
Abrió la puerta y salió a toda prisa del departamento.
La imagen que recibió, era de su pecosa, sujetada por alguien, haciéndola ingresar a la fuerza, al viejo edificio, donde Susana se había quitado la vida.
Terry apresuraba a el conductor del taxi, para que llegara lo más pronto posible a el lugar, aún no comprendía, como es que Candy se encontraba justo ahí.
Cuando estaba por llegar a el viejo edificio, recibió una llamada, la pantalla mostraba el número de Candy y contestó angustiado.
- Pecosa, ¿Dónde estás? ¿Dime que estas bien?
- ¡Hola Terrence!, es un placer escuchar de nuevo tu voz.
La voz que escuchó del otro lado del teléfono, lo hizo temblar.
- ¿Quién habla? ¿Por qué tienes el teléfono de mi esposa?
- Querrás decir, de tu difunta esposa, ¡querido!
- ¡No le hagas daño a Candy!, ¡dime que es lo que quieres!, ¡haré lo que me pidas!
El conductor del taxi, llegó al lugar indicado, y observó a Terry con preocupación. Terry por su parte bajó a toda prisa, olvidándose de pagar.
El sujeto no se molestó, sino al contrario, decidió llamar a la policía, al ver a el viejo edificio, en el que su pasajero ingresaba desesperado.
- ¿Estás seguro, que harás lo que te pida Terrence? – Preguntó una voz que lo aterraba.
- ¡Si, dime dónde estás! - Terry subió las escaleras a toda prisa, y se dejó guiar por los gritos de auxilio que su esposa exclamaba.
Terry llegó al lugar, donde se encontraba Candy, y su cuerpo se tensó al ver a su esposa, quien era amenazada con un objeto punzante, que presionaba su cuello, pero palideció al reconocer a su agresora.
- ¿Susana, tú?, ¡eso no puede ser!, ¡tú estás muerta!, yo te vi esta mañana en las fotos que me mostraban los agentes.
- ¡Así es cariño, estoy muerta!, pero yo no me puedo ir de este mundo, ¡hasta llevarte conmigo!, y para eso tenemos que deshacernos de este estorbo –
Susana empujó un poco más a Candy, para que saliera media parte de su cuerpo por la ventana del viejo edificio.
Candy ahogo un grito, al ver la altura en la que se encontraban, no tenía idea de cómo soltarse del agarre de Susana, ya que esta, ejercía más presión, con el filo del objeto en su cuello, ocasionando que de su piel brotara un hilo de sangre, que la hizo gemir de dolor.
Terry al ver el rostro de su amada sufriendo, no soporto más, y se lanzó contra Susana. De un tirón apartó a Candy de esa mujer, haciendo que su cuerpo, cayera bruscamente al suelo.
Terry escuchó el quejido de su pecosa al caer, pero era preferible ese dolor, a ser agredida por la desquiciada de Susana.
Aún no lograba entender, por qué Susana estaba frente a él, si las fotos mostraban claramente que había fallecido.
Susana, aprovechando el desconcierto de Terry, se colgó de su cuello y buscó sus labios para besarlos.
Terry intentó soltarse, pero Susana aprisionó fuertemente sus labios, para succionarlos, intentando de esa manera, absorber su alma, el rostro de Terry, comenzó ponerse pálido, mientras que Susana comenzaba a transformarse.
Los pies de Susana ya no tocaban el suelo, un aura negra la fue envolviendo, haciendo que se elevara, su cabello cambió a un color negro oscuro, que le llegaba hasta los talones, mientras que en sus manos crecían unas uñas largas y puntiagudas, las cuales intentaban clavarse en el pecho de Terry.
Candy estaba a punto de desmayarse de la impresión, pero no podía dejar que esa bruja se llevará a su Terry. Una fuerza en su interior la hizo levantarse del suelo, donde había caído, tomó el objeto, con el que antes había sido atacada, el cual estaba tirado cerca de la ventana, respiró hondo, para darse valor y lo arrojó hacía el espectro, rogando poder atinar y que este se clavara en su espalda.
Afortunadamente el objeto logró clavarse levemente, en el cuerpo de Susana, provocando con esto que se distrajera, y soltará a su víctima.
Terry al ser soltado del agarre de Susana, cayó estruendosamente al suelo, pues esta, lo tenía aprisionado en el aire, y al caer, perdió el conocimiento.
- ¡Terry! – Gritó Candy angustiada, al ver como su amado cerraba los ojos.
Candy intento llegar hasta Terry, pero Susana se lo impidió, al ser tomada por los cabellos, intentando de nuevo arrojarla por la ventana.
- ¡Pagarás por haberte atrevido a interrumpir mi misión!, Terry ¡será mío! ¡entiendes! - Pronunciaba Susana con voz ronca, mientras la empujaba hacia la ventana
- ¡Susi no lo hagas!, ¡detente! –
Susana reconoció esa voz y Candy aprovechó esa distracción, para correr hasta donde se encontraba Terry.
Frente a Susana, se encontraba su madre, Margaret, quien lloraba de dolor, al ver a su hija transformada en ese espectro. Se sintió tan culpable al ver en ese estado a su hija, pues ella había sido la causante, de que se convirtiera en lo que es ahora. Ya que, por su estúpido error, cayó en el chantaje de madame Hazam y Susana había pagado las consecuencias.
Un mes antes de que Susana encontrara la tarjeta de madame Hazam, Margaret había acudido a ella. La madre de Susana, estaba obsesionada en casar a su hija, con un hombre de alto poder económico, para poder modificar su estatus de vida, y así no tener que vivir en esa pocilga, ni andar mendigando por comida o vestimenta y si lograba su propósito, podrían tener la vida que se merecían.
El trato que Margaret había hecho con madame Hazam, era que Susana viajara a otro país, y hacerle creer, que ahí sería donde se llevaría a cabo el ritual para conseguir enamorar, al hombre por el cual estaba obsesionada, Terrence Grandchester.
Pero cuando Susana puso un pie en esa ciudad desconocida, unos hombres la aprisionaron y la llevaron junto con su madre a una mansión.
Las encerraron en una lujosa habitación, sin explicarles que sucedía.
Margaret no tuvo más remedio que contarle la verdad a su hija.
La madre de Susana, había vendido a su hija con un empresario multimillonario, que le doblaba la edad.
Susana no estuvo de acuerdo, pero su madre le explicó, que, si no aceptaba, ya no podrían salir vivas de ese lugar. La ambición de Margaret, fue más grande, que no le importó engañar a su hija.
Una semana estuvieron encerradas en esa habitación y Susana no conoció a su futuro esposo, hasta el día de su boda.
Después de que Susana contrajera matrimonio, a Margaret se le prohibió acercarse a su hija y sus planes se vinieron abajo, cuando se vio obligada a abandonar a su hija en ese país desconocido.
Susana vivió un infierno al lado de un hombre, que la maltrataba y golpeaba, el tipo era un ser despreciable que solo quería una mujer, para satisfacer sus necesidades sexuales.
Harta de la vida que estaba llevando, y odiando a ese hombre, que se había convertido en su esposo, decidió refugiarse en los misterios de la magia negra, pues no se resignaba a perder a quien creía que era su único amor.
Fue tanta la obsesión que sentía por Terrence Grandchester, que dejándose envolver en sus rituales maquiavélicos, atentó contra su propia vida.
A través de un conjuro, Susana creyó, que, solo escapando de este mundo, podría tener a su lado, a quien creía le pertenecía.
Es por eso que, con sus hechizos, movió los hilos del destino e hizo traer a Terry a ese edificio, lugar que había elegido, para quitarse la vida. Él debía llegar hasta ella, para así juntos, poder atravesar el lumbral de este mundo e ir a vivir juntos y felices por siempre, en el más allá, sin que nadie los separara.
Margaret, era la única que conocía la forma de ayudar a su hija, para que su cuerpo descansara en paz, y abandonara este mundo. Así que con todo el dolor de su corazón no tuvo más remedio que recitar con la voz cargada de dolor, el conjuro que madame Hazam, le había enseñado, para poder liberar a su hija de esa maldición.
Margaret comenzó a pronunciar palabras en un lenguaje extraño, sin que los presentes entendieran, haciendo con eso, que el cuerpo de Susana comenzara a desvanecerse.
- ¡Madre no lo hagas!, ¡te lo ordeno! - Gritaba Susana con voz transfigurada.
Mientras el cuerpo de Susana se desvanecía, Terry quien se encontraba en brazos de Candy, comenzaba a despertar.
- ¡Amor!, ¿te encuentras bien? - Preguntó Candy, acariciando la mejilla de Terry.
- ¿Qué me pasó?, ¿y tu amor? ¿te encuentras bien? - Preguntó angustiado Terry, intentando ponerse en pie.
- ¡No amor, no te levantes!, ¡vas estar bien!, ¡ya pasó todo! - Contestó Candy a su amado, dejándole un suave beso en los labios.
- Te amo pecosa, temí tanto por ti- Pronunció Terry con voz débil, cerrando sus ojos nuevamente.
Unos minutos más tarde, la policía y ambulancia llegó, interrogando a todos los presentes y atendiendo a la pareja, que aún estaba se encontraba en shock, por todo lo sucedido.
Margaret fue detenida, para así poder ser interrogada, y explicar todos esos sucesos extraños, que minutos antes acontecieron.
Después de unos días, Terry se encontraba terminando su reportaje y empacando junto con Candy sus pertenencias, pues querían salir de ese lugar lo más pronto posible, y no recordar jamás lo antes vivido, en ese viejo edificio, que tiempo después se convirtió en un lugar muy visitado, por turistas quienes gustaban de historias con misterios sin resolver.
Al llegar a Nueva York, Candy y Terry decidieron no contar a nadie lo sucedido en Seúl y partir por fin a su verdadera luna de miel en Hawái.
- Terry, ¿pero qué tipo de reportaje es este? –Preguntó Robert incrédulo.
- Uno que sembrará en los lectores, el misterio de lo desconocido, ¡querido Robert!- Contestó Terry, con una sonrisa sarcástica.
- ¡No puedo creer!, que todo esto lo hayas vivido en carne propia, si fuera tú, ¡ahí mismo muero de un infarto! – Contestó Robert, con voz temerosa.
- ¡El amor nos hace valientes, querido Robert!, de haber sido necesario, atravesaría el más allá, para salvar a la persona que le da sentido a mi vida.
- Pues siendo así señor valiente, no queda más que publicarlo y esperar los comentarios de los lectores.
El reportaje decía: "El espectro de una mujer obsesionada"
Terry relató en su reportaje, todo lo acontecido en ese extraño edificio, sin ocultar nada. Tal vez lo tacharían de loco, pero eso no le importaba, estuvo a unos cuantos pasos de morir. en manos de esa loca mujer obsesionada y daba gracias a Dios de que él y su amada pecosa, estuvieran sanos y salvos.
Unas semanas después, Candy y Terry se encontraban disfrutando de unas ricas vacaciones, por la playa de Hawái.
- ¡Pecosa espera!, ¡no corras! - Gritaba Terry, intentando alcanzar a su pecosa, quien corría por la orilla de la playa.
- ¡Ah que no me alcanzas amor! - Respondía Candy alegremente, sin dejar de correr.
De pronto, tropezó con algo y cayó de rodillas sobre la arena.
- ¡Candy!, ¿qué ocurre? ¿estás bien? – Le gritó preocupado Terry.
- ¡Si amor!, solo tropecé con algo.
Terry corrió al lado de Candy, y al quitar la piedra con la que había tropezado, encontró un volante publicitario, el cual decía:
"Cansada de no ser correspondida por ese amor". ¡No esperes más y ven conmigo! Yo te ayudaré a que esa persona, ¡caiga rendido a tus pies!
Atte.: Madame Hazam.
- ¿Qué es amor? – Preguntó Candy curiosa al ver la cara de sorpresa de Terry.
- No es nada pecosa, ¡Anda vamos, será mejor ir a buscar algo de comer!
- Si amor, ¡muero de hambre! – Dijo Candy al escuchar a su estómago protestar.
- ¡Pecosa glotona!, últimamente estás comiendo más de lo debido. -
- Es normal mi amor, ¡ahora tengo que comer por dos! - Candy río y esperó la reacción de Terry, al darle la maravillosa noticia.
Terry entendió a lo que se refería Candy y emocionado al enterarse en que pronto se convertiría en padres, la tomó en sus brazos y sonreía de alegría, para después besarla apasionadamente.
Cuando Terry bajó a Candy de sus brazos, rompió el volante y lo enterró en la arena, deseando que nadie más lo encontrara, para no dejarse engañar por esa loca mujer.
- ¡Bruja! ¡Eso es lo que eres! - Dijo Terry al enterrar furiosamente con su pie, los pedazos de papel en la arena.
- ¿Qué dices mi amor? -
- Que también muero de hambre, ¡y no específicamente de comida!
Le guiñó un ojo a su pecosa, y caminaron juntos, tomados de las manos, jugando con las olas que se acercaban a la orilla de la arena.
FIN
