Aome iba caminando por la calle tranquilamente tras haber salido demasiado tarde de la escuela porque se había quedado estudiando con sus amigas, entre la calma de las calles de Tokio ella se sentía extraña, el tiempo que estuvo en Yokimura fue uno realmente agradable. Aquí y ahora se encontraba abrumada por la cantidad de vehículos, parecía un cachorro desorientado en una enorme metrópoli.
Estaba estresada y cualquiera que siquiera se atreva a tratar de molestarla se llevaría un golpe bien dado, de pronto se chocó contra un chico moreno y ella inmediatamente se le salió el gen británico y terminó diciéndole de todo hasta de lo que se iría a morir en inglés.
—No te entendí un carajo — el muchacho terminó confundido —¡Eh ya cálmate!
—¡Cállate lobo sarnoso! — Aome siguió su camino.
El chico que había sido insultado por ella se quedó en silencio sin saber cómo fue capaz de saber su naturaleza, él no era ni más ni menos que Koga.
—Vaya... Pero si es esa antigua versión de Inuyasha pero en versión mujer — se mofó.
—¿De qué demonios hablas? — preguntó la hanyō tirándole una piedra.
Koga la esquivó por los pelos y la roca golpeó un auto rompiéndole el parabrisas, a continuación la alarma se disparó y entonces él y Aome escaparon de allí como almas que lleva el diablo. La chica dobló en una esquina dejando atrás a ese muchacho. Aome miró la tarjeta que Yuka le había entregado, ¿sería buena idea acudir a una persona extraña que le explique sus sueños extraños?
—¿Pero qué tonterías están diciendo? — arrugó el papel y lo echó a la basura.
Camino a su casa se dirigió a la escuela de Inuyasha, allí esperó a la salida para hablar con Kikyo, al verla allí apostada sobre la pared la joven Tanaka se acercó a ella intrigada por la inesperada llegada de Aome a ese lugar que tan amargos recuerdos le traía a la hanyō.
—¿Higurashi? — Kikyo se detuvo de golpe.
—Sí, soy la misma — masculló la joven moviendo sus orejas.
—¿Puedo saber qué estás haciendo aquí? — inquieta estaba Kikyo por la respuesta.
—Eso te pregunto ¿para qué me necesitarías a mí?
Kikyo tragó saliva, verla tan fijamente y especialmente cuando ella tenía esos ojos azules tan afilados como cuchillas mirándola fijamente le hacían temblar de miedo.
—Bueno es que pensaba que podríamos hacer un dueto de Erhu y violín — mencionó ella.
—No hay problema — Aome le sonrió tranquila —te veo en unos días en mi casa, te envío la ubicación por WhatsApp.
—Pero, ¿Cómo? no tienes mi número — Kikyo estaba preocupada —además no se supone que no tienes celular.
—Me dieron uno por mi cumpleaños — mencionó la hanyō con algo de desagrado —dame tu número y por ahí hablamos.
Ambas chicas intercambiaron números de teléfono para estar en comunicación, a Kikyo siempre le ha parecido muy intrigante, y hasta en cierto punto se ¿sentía atraída por ella?
"Aome es muy bella y no merecía tanto daño... ¿qué tonterías estoy diciendo?" Kikyo se fue de allí a su casa.
De camino a casa notó un olor raro, incluso por encima del molesto hedor de la contaminación por gases de efecto invernadero, la hanyō giró sobre sus talones para observar sobre un edificio una silueta de un hombre que al pasar un furgón desapareció sin dejar rastro. Volvió a casa y se sentó a dibujar, no estaba su madre y su padre tardaría en llegar.
Dejó su espada con el dragón sobre sus rodillas mientras pasaba el lápiz sobre el lienzo, cada que dibujaba sólo había una frase que escuchaba en su cabeza: "perla de Shikon". Oyó el timbre del apartamento sonar e inmediatamente tomó su arma para estar más segura, se acercó a la puerta dejando de lado a Buyo, que estaba de flojo en el sofá, para proceder a abrirla.
—Hola Aome — saludó Inuyasha —. Lamento molestarte pero vine a saludar.
—¿No estabas con Sango? — la chica bajó la espada.
—Mi padre me pidió que te acompañara — el chico sonrió —. No sé por qué pero ya te extrañaba.
—Ket, cómo sea — Aome se sentó en el gran sofá —. ¿Quieres té? — indagó la chica.
Aunque de por sí Inuyasha comía realmente poco no estaba de más aceptar una invitación a tomar un poco de té, se acercó entonces a investigar un poco el apartamento. Este tenía una hermosa vista de la ciudad incluida la torre Tokio. El hanyō caminó de un lado al otro observando el dibujo que Aome había realizado, dándose cuenta que eran ellos dos peleando contra un demonio deforme.
Por alguna razón no se sintió identificado con el hombre sino que aquella chica idéntica a Kagome fue lo primero que sus orbes dorados se fijaron.
—Sólo tengo té negro — habló Aome asomándose desde la cocina.
—No pasa nada o bien puedes darme agua — Inuyasha respondió tranquilamente
La hanyō ni corta ni perezosa le sirvió el agua a su invitado, dentro de la mente de Aome estaban esos pensamientos de cualquier joven enamorada. Tanto que se le regó el agua en sus manos provocando que soltara un grito de dolor, y como si fuera un relámpago, Inuyasha apareció en la cocina.
—¡Quema, quema, quema! — exclamó la chica sacudiendo sus manos enérgicamente.
—Pon las manos en agua corriente — Inuyasha trató de mantener la calma
—¿Por qué estás tan tranquilo? Ket... Me sorprende que seas siempre así — masculló la joven hanyō —. Así de relajado.
—¡Deja de moverte! Deja las manos en agua corriente para que pase la sensación de quemadura — exigió él.
Aome se sonrojó ligeramente al sentir el suave tacto del chico sobre sus manos, pronto él se alejó y fue a dónde tenía su mochila amarilla que siempre llevaba cuando iba a acampar con Sesshomaru. Regresó pronto con una crema especial para quemaduras, unas gasas y unas vendas. Aunque la chica se negó desde un principio a recibir atención por parte del joven hanyō, finalmente tuvo que aceptar aun si eso significaba doblegarse y él, pese a ser invitado terminó atendiendo a Aome.
—Ya te dije que dejes esas tazas en la mesa que mañana yo las lavo — Aome no dejaba de estar enojada con Inuyasha.
—¡Oye deja de ser tan agresiva! Menos mal no pasó a mayores porque tendría que llamar a mi primo Shiro — el chico frunció el ceño —. Lo bueno es que estás bien, y tenías alguien que te ayude.
—No te pedí tu ayuda pero... — ella bajó sus orejas —. Es involuntario esta sensación, lo controlo pero de vez en cuando se me sale.
—¿Sabes una cosa? Esa versión de la Aome arrogante y altanera me gusta.
De inmediato él se dio cuenta de lo que dijo y su rostro se tornó tan rojo que hasta los tomates le tendrían envidia, Aome dejó caer el lápiz al suelo en un silencio atronador; la chica, entonces aclaró su garganta e Inuyasha continuó lavando las tazas donde estaban tomando el té.
No pasó mucho tiempo y los dos se quedaron viendo una película hasta que Inuyasha se quedó dormido en brazos de Aome, ella lo observaba con curiosidad e intriga.
—¡Abajo! — dijo él hablando dormido —abajo, abajo.
Aome de inmediato quiso despertarlo y al momento de este volver a la realidad ambos se quedaron viendo por breves instantes, deseosos de besarse, ansiosos por ir más allá de sus límites. Fueron lentamente acercando sus rostros el uno del otro, mas el caso fue que el ruido de la puerta abrirse a sus espaldas. Miraron los dos la hora en sus propios celulares y pasaban de las nueve de la noche,
—¡Mamá! — Aome exclamó viendo a su madre llegar de repente.
—Lo siento, hija, no quería interrumpir — mencionó Naomi —¿Qué te pasó en tus manos?
—Me cayó agua hirviendo e Inuyasha me ayudó — musitó la menor.
—Eres muy amable, Inuyasha. Deberías quedarte, va a empezar a llover y parece que no va a escampar sino hasta mañana
Naomi dejó las cosas en la mesa de la cocina notando que allí se habían quedado las vendas y gasas que dejó Inuyasha tras atender a Aome. La mujer observó a su hija y a aquel chico de cabellera plateada mirando los dibujos de su hija, entre tanto observaba a la joven que cada vez más de veía rebelde y bastante arrogante.
—Oh... está bien aunque el problema es mi madre — murmuró el hanyō.
—Hablaré con ella — Naomi le respondió —Izayoi es igual de testaruda que Aome.
—Oye... — la aludida exclamó.
Inuyasha y Naomi se rieron levemente
—Además, no es difícil hablar con alguien de fuerte temperamento cuando tienes a una hija que tiene uno igual
Sota de regreso saludó a los dos chicos que estaban ahí y se dirigió de inmediato a su habitación a jugar videojuegos por un largo rato esa noche. Aunque el pequeño chico se haya caracterizado por ser alguien sociable
