Capítulo 2. La regla de oro.

En el umbral de mi puerta, podía sentir la presencia de alguien que me observaba.

- Veo que eres una nueva huésped – Me dijo la chica que estaba apoyada en el marco. Era preciosa, con un largo y lacio cabello cayendo detrás de su espalda y su figura ensalzada por un bello qipao negro bordado con peonias rosadas en el borde inferior y en el costado de la falda.

- Si, mucho gusto. Mi nombre es Anna – Le respondí con cierto recelo.

- Encantada – Dijo y entró estirando la mano para saludarme, le correspondí por pura cortesía – Tao Jun, soy tu vecina de al lado, en la habitación 4. ¿Te molesta si me siento?

Negue con la cabeza y detuve mi labor, cerrando mi maleta para que no viera su contenido. En general, me molesta bastante cuando alguien (sin importar quién) se mete en mis asuntos, incluyendo si solo es desempacar. Pero ella parecía que tenía algo que decir aun y cuando está era la primera vez que nos encontrábamos.

- Por favor, permíteme presentarme. Vengo de Hong Kong y tengo 21 años. Llevó en esta pensión desde que ingrese al a universidad, este es mi último año en la carrera de derecho… Creo que, como tengo más tiempo aquí… es algo cortes el decirte como son las cosas aquí…

Asentí con la cabeza, mas no le dedique ninguna sonrisa. Tao Jun, era una belleza sin duda. Sentada en mi cama, con un aire casual, vestida con su ajustado Qipao y zapatillas, parecía dominar la habitación. No me deje intimidar por su presencia ni su porte, era solo única chica que me llevaba 3 años de edad, y que simplemente conocía la zona mejor que yo. Era solo una estudiante.

- Quizás incluso prevenirte – mencionó en un murmullo casi imperceptible, como si hubiera estado pensando en voz alta y el comentario se le hubiera escapado de los labios.

- Disculpa…

Ella sonrió abiertamente, sus ojos almendrados se entrecerraron debido a lo amplia de su sonrisa. Había algo en ella que al mismo tiempo que parecía imponente, parecía ser gentil pero no podía leerla apropiadamente. Regularmente soy muy buena identificando las intenciones de las personas y su carácter; pero al observar a Jun, sentía que estaba ocultándome algo aun y cuando había declarado que venía en son de paz. Decidí que lo mejor era escucharla para definir qué tipo de persona era y como proceder.

Ella desvió la mirada, y observando por la ventana, continuó:

- La Pensión EN es muy linda, la remodelaron el año pasado y si te soy sincera, es mucho mejor ahora – Dijo al final – Ahora tenemos agua caliente todo el día, y las habitaciones son mucho más cómodas, aunque un poco más pequeñas. Keiko-san remodelo para que ahora pudiera alojar a 6 huéspedes al mismo tiempo.

- En este momento, ¿cuántas personas están alojándose?

- incluyéndote, solo 4. Ya las conocerás, durante la cena. Son todas muy agradables, nos tratamos como familia, aunque cada quien tiene sus peculiaridades solo es cuestión de conocerlas cuidadosamente – soltó una pequeña risa entre dientes, algo en todo lo que me decía no terminaba de cuadrar.

- Ya que tienes tanto tiempo aquí – dije con sutileza – entonces debes ser la mayor de todas – su sonrisa se achico ligeramente – y por tanto puedes decirme como es vivir aquí.

- ¡Claro! A Keiko-san le gusta crear un ambiente familiar en el que todas estemos cómodas, y donde todos quienes vivimos aquí nos tratemos como hermanos – Volvió a sonreír ampliamente – en la medida de lo posible, claro está.

- Suena agradable – respondí, tratando de descifrar si había alguna clase de mensaje oculto.

- Este lugar es muy tranquilo, puedes estar en calma la mayor parte del tiempo. Solo es cuestión de adaptarse a las reglas y lo conseguirás. Puedo saber, que eres una buena chica con solo verte, así que no tendrás ningún problema – Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta, miró por encima de su hombro para dirigirme unas últimas palabras - Lo único malo es que nos tocará compartir el mismo baño, espero que no te importe. Después de la cena podemos ponernos de acuerdo sobre la distribución de los objetos y si hay algún horario que prefieras, ¿Te parece bien?

Asentí con la cabeza, sin mucho ánimo de responder. No la podía descifrar, era como si estuviera divirtiéndose a mis expensas, aprovechando que soy la recién llegada a la pensión. Ella se fue, dejando una estela de perfume que olía como a Cherry Blossom.

Continué con mi faena de desempacar. Afuera escuchaba algunos pajarillos que cantaban, y la campanilla de viento de la entrada. Me asomé por la ventana, tratando de identificar si ya sería hora de que llegará la dueña de la pensión. Por el jardín alcancé a observar a los gemelos que charlaban despreocupadamente debajo de un árbol. De pronto se volvió a escuchar la campanilla de la puerta y ambos muchachos corrieron al encuentro de quién quiera que se encontrara en la entrada, luego ambos muchachos volvían a desfilar, en esta ocasión cargados de bolsas de compras para llevarlas al interior.

Unos pasos que correteaban por las escaleras se escucharon. Asomé la cabeza por el umbral de mi puerta, solo para encontrarme a una muchacha bajita que entraba en la habitación más lejana a la mía, la que estaba marcada con el número 1. Del bolso que colgaba de su hombro, sacó un llavero con la forma de un oso de madera tallada, y abrió la puerta, cerrándola de un portazo. Detrás de ella, con pisadas calmadas, se acercó una chica con el cabello corto y rosado, que entró en la habitación contigua a la mía, la numero 2. Aquellas deberían de ser las otras habitantes de la pensión, mis compañeras. Ya tendría tiempo para conocerlas después, doce meses para ser precisos. Así que, sin preguntarme más cerré la puerta tras de mí.

No pasaron ni 5 minutos cuando alguien tocó la puerta. Solté un bufido, me estaba comenzando a irritar el alboroto que se armó en un momento. En cuestión de un par de horas, habían desfilado por mi puerta unos gemelos, una futura abogada, y dos muchachas de las que desconocía el nombre.

"¿Qué más me hace falta?" Pensé para mí.

Abrí la puerta disgustada solo para encontrarme con una mujer adulta de más o menos la edad de mi madre se encontraba en la puerta, utilizando un traje sastre color turquesa.

- Hola ¡Bienvenida! Tu debes ser Kyoyama Anna – Dijo con una voz encantadoramente cordial. Su apariencia era juvenil y fresca. El lacio cabello negro caía obre su espalda, y acentuaba sus facciones. Los ojos oscuros llevaban un expresión maternal y cariñosa. Ella debía ser Keiko Asakura, la mejor amiga de mi madre, la que en algún momento fue su compañera de cuarto y a la cual le ayudo a organizar su boda de ensueño. Me resulto un poco complicado ponerle un rostro a la chica de la que mi madre hablaba con nostalgia y amor. Me miraba fascinada, como si tuviera ante sí un tesoro que había anhelado desde tiempo atrás.

- Si señora

- Ha pasado tanto tiempo – Se acercó y acarició mi cabello – Seguramente no me recuerdas, te conocí cuando apenas eras así de pequeña – con la mano hizo un gesto que señalaba una estatura imaginaria que llegaba hasta su cadera – Eras una niña encantadora.

- Gracias – le dije, ligeramente incomoda. De verdad no recordaba haberla conocido antes. Solamente podía reconocer su rostro debido a que mi madre me mando una fotografía antes de que tomará el tren, y siendo honestos, no era una fotografía reciente.

- En ese tiempo eras un tanto temperamental – rio colocando una mano en el pecho – pero eras tan tierna. – De la nada me abrazo fuertemente, como si nos viéramos diariamente. Mi incomodidad creció un poco más, pero no sabía que hacer – Has crecido tanto, eres una jovencita preciosa. Tan parecida a Asanoha.

- Me lo han dicho – le dije, empujándola delicadamente para que me soltara.

Ella me soltó, sonrojándose un poco.

- Bueno, suficientes saludos. Perdona que fuera tan efusiva – se tocó el rostro con la mano izquierda, demostrándome que se sentía realmente apenada por lo que había hecho – Creo que debería presentarme formalmente. – Se inclinó ligeramente - soy Keiko Asakura, soy la dueña de la pensión y me gustaría mostrártela para que te puedas sentir como en casa… Te importaría acompañarme, te mostraré nuestro hogar.

Hizo un ademan con la mano, indicándome que la siguiera escaleras abajo. Y eso hice. En esta ocasión, pude observar que la pensión era bastante grande. Keiko-san, se tomó el tiempo necesario para que conociera todo el lugar, el cual contaba con dos baños completos y renovados, una sala común con televisión, una cocina bien equipada aunque estrecha, un armario de blancos y otro con utensilios de limpieza siempre a la mano, un teléfono, dos jardines extensos, un baño de aguas termales y 6 habitaciones para huéspedes más otras tres (ubicadas en el ala este) que pertenecían a la familia y por tanto aquella ala era lo único que estaba fuera de los límites.

Finalmente, nos sentamos en el amplio comedor de estilo tradicional, cuya mesa baja era apta para que 12 comensales pudieran tener un banquete. Me pidió que me sentará y así lo hice, tratando de quedarme lo más derecha posible mientras que ella pasaba a la cocina a calentar un poco de té. Una vez que lo hubo servido, se aclaró la garganta.

- Espero te gusté el lugar – Asentí con la cabeza, dibujando una sonrisa en mis labios, señal que la señora tomó y continuó con su discurso – Esta pensión tiene muchas ventajas. Todo en la casa está a tu disposición e incluido en el precio de hospedaje, solamente las llamadas de larga distancia se cobran aparte. Puedes ir y venir cuando quieras, sin ninguna explicación, lo único que te solicito es que si decides pasar la noche fuera de casa, me lo notifiques ya que tiendo a preocuparme por mis huéspedes cuando no regresan – sonrió tímidamente - Las habitaciones son individuales y pueden ser adaptadas a las necesidades que tengas, por ejemplo, puedes escoger un futón o una cama. Tendrás una llave personal para el balcón y para la puerta del cuarto, de modo que puedes tener total confianza de que todas tus pertenencias estarán seguras. – Saco dos pequeñas llaves del bolsillo de su saco y las colocó en la mesa – Por supuesto, yo tengo una llave maestra que utilizo solo en caso de emergencias o cuando deba entrar a realizar el aseo de tu habitación. Sin embargo, yo soy la única persona que tiene la copia y siempre… – Estiró la mano y tiro de una fina cadena de oro que llevaba en el cuello – las tengo conmigo.

- Entiendo, me parece perfecto.

- Ahora, en cuanto a las reglas, solamente tenemos 3. Son muy sencillas, así que por favor respétalas en todo momento.

- Por supuesto – le dije.

- La primera es el respeto por los espacios, esta quiere decir que todos aquellos utensilios que utilices deben ser devueltos a su lugar luego de ser usados, del mismo modo, todo aquello que se descomponga o se rompa debe ser notificado de inmediato. Básicamente, es cuidar y acomodar todo lo que hay en la pensión… Esto incluye respetar las habitaciones de los demás, las de tus compañeras y las de mi familia.

- Es comprensible – Pensé que esa regla era un poco obvia, simple y sencillamente por tratarse de espacios comunes.

- La segunda – alzó la mano con dos dedos extendidos, pude notar, que en su dedo no había una sortija de matrimonio – es respetar los horarios. El desayuno se sirve d am, la comida es d pm y la cena es d pm. Después de esas horas, eres libre de utilizar las instalaciones a tu gusto, siempre cuidando la regla número 1. El Onsen puede ser utilizado en cualquier hora. El teléfono de la pensión no debe de sonar después de las 10 pm, por respeto a mi propio tiempo personal. Los viernes se recoge la ropa sucia y los sábados es lavada, el domingo es mi día de asueto, por lo que todos los servicios que yo te pueda proporcionar se suspenden ese día.

Volví a mover mi cabeza de forma afirmativa, eran demasiados horarios para asimilar en un momento, pero, no parecía nada difícil de lograr.

- Y por último, la tercer regla – Dijo con una sonrisa, aunque su tono de voz de volvió glacial. Alce la mirada para observarla, de su expresión maternal no quedaba ningún atisbo. Bebió un sorbo de su té, sosteniendo la taza con ambas manos, luego me dirigió una mirada impenetrable – Mis hijos están fuera de los límites.

La mire perpleja, preguntándome si había entendido correctamente lo que decía. Pero todo su lenguaje corporal me dejaba ver que habla muy seriamente. Una voz en el fondo de mi cabeza me dijo que esa mujer, tan tierna y educada, no era una persona con la que se pudiera tomar a la ligera.

- ¿Dis… culpé…? – le dije, sosteniéndole la mirada.

- No me malinterpretes. No desconfió de ti en lo absoluto, pero es mejor poner las cosas en claro… ya que… siempre que se mezclan los negocios y los sentimientos, todo de complica innecesariamente. Es por ello que debo advertirte sobre este aspecto… si entiendes a lo que me refiero.

Keiko Asakura, con guardo silencio, mirándome a los ojos, sin dulcificar ni un ápice su expresión. En mi cabeza, de forma intrusiva apareció el recuerdo de algunas horas antes, de ese Yoh Asakura de deslumbrante sonrisa, parado frente a mi sin camisa.

Entendí enseguida que era lo que quería decir: "No te enredes con mis hijos".