Capítulo 6. Insomnio.
Desperté en la madrugada cómo usualmente me sucede, en realidad detesto cada vez que ocurre, aún y cuando ya estoy acostumbrado. Revisó el reloj que tengo en la recámara, marca las 2:37 am. Aún falta mucho para el amanecer y la casa está en completo silencio. Trató de escuchar si alguien de la familia está despierto, pero no; incluso puedo oír los ligeros ronquidos de mi hermano a través de la pared contigua.
Me levanté y me puse una pantalonera holgada para poder salir a caminar por los jardines. A veces, cuando la noche es clara deambuló por los jardines a pesar de la hora, persiguiendo el sueño que me elude. Abrí la puerta lentamente y me deslicé sin hacer ruido, esquivando la tabla suelta que siempre chirrea cuando alguien la pisa. Cerré mi habitación y emprendí la marcha lentamente, cuidando no hacer ruido para no despertar a mi familia. Comencé mi recorrido usual, rodeando por el pasillo del onsen. Decidí que tomaría un vaso de agua antes de continuar con mi recorrido y cerca de la cocina alcance a escuchar unos pasos delgados, tenues. Caminaban sin rumbo.
No podían ser Keiko ni Yoh, pues estaban dormidos. Tenía que ser una de nuestras huéspedes. Jugué mentalmente a adivinar de quién se trataba por sus huellas, pero no coincidían con algún paso que conociera. Eso solo me pudo indicar que se trataba de una persona nueva. La sonrisa se colgó en mis labios al pensar en quien podría ser y en lo suertudo que era. Esperé un momento, oculto en la penumbra del pasillo para saber si había adivinado.
"Lo sabía" me felicité a mi mismo al ver la figura delgada cruzar el pasillo frente a mí.
Anna pasó de largo por el pasillo. Utilizaba una pijama con una camisa oversize y unos shorts cortísimos. La mire mientras caminaba ligeramente, procurando no hacer ruido. Tenía unas piernas suculentas, larguísimas que parecían que podían llegar hasta la frontera norte. Se veía bastante linda ante la luz de la luna en cuarto menguante. Salió de la casa, cruzó por el jardín y se dirigió hacia el estanque donde estaba la pequeña fuente y los peses Koi que Keiko adoraba. Pensé en hablar para advertirle de que no se acercará demasiado, pues las piedras y la tierra alrededor del estanque siempre estaban resbaladizos. Preferí no hacerlo para no asustarla, pero me arrepentí un poco cuando vi cómo, efectivamente, había terminado por caer de sentón en el fango junto al estanque. La observe un momento más, tratando de determinar si debía ayudarle o no. Alcance a escuchar como gemía ligeramente, adolorida y con torpeza poco natural en ella se trataba de incorporar, pero, le era imposible, pues sus manos no podían afianzarse en el fango.
Con paso veloz, me dirigí hacia ella cruzando el jardín. Cuando llegué a su lado la miré, con los brazos cruzados. Se había llenado de barro en varias partes del cuerpo, sus piernas y los brazos hasta el codo, unas pocas manchas de barro en el rostro. Me miraba desde el piso, con unos ojos ambarinos llenos de expresividad, estaba avergonzada… y no se podía ver más tierna.
- ¿Estás bien? - le pregunté, aún con los brazos cruzados.
- Si - contestó con voz baja y pausada, dio una ojeada a su alrededor, cómo preguntándose si había gritado o algo cuando cayó.
- No te preocupes, ya estaba despierto, pero... Justo alcance a ver estabas aquí - mentí - pensé en venir a saludar.
Torció el gesto. Trato de ponerse de pie pero se detuvo en seco. Tomó su tobillo izquierdo que parecía estarse inflamado.
- ¿Segura que estás bien?
- Por supuesto ¿porque no habría de estarlo?
- Pues porque parece que no te puedes levantar.
Su cara reflejaba rabia. Era fácil fastidiarla, y me gustaba mucho el gesto de enfado que hacía, cómo si sus ojos cobrarán fuerza y una llama de decisión brillará en el fondo de ellos.
- Si eso crees... – respondió orgullosa.
- Te puedo ayudar, si necesitas – me encogí de hombros – solo tienes que pedirlo.
Guardo silencio, movió una de las manos, llenas de barro trato de determinar si podría salir de ahí o no. Espere paciente, pero ella apretaba los labios más y más, esforzándose por no decir nada. Me dí la media vuelta e hice el amago de irme.
- Bien, tu ganas. Si necesito ayuda.
- Eso era evidente
Me sentí confiado de contestarle así, de sacarla de sus casillas, sabiendo que ella estaba ahí en el piso y yo fuera del rango de su mano izquierda, que la vez anterior me había dejado marcada en la mejilla. Por dentro recordé el golpe y un pequeño escalofrío me recorrió.
- ¿Y qué esperas, entonces?
- Pídemelo… - me acuclillé junto a ella, para que nuestros rostros quedarán a la misma altura - te prometí que nunca te volvería a tocar... A menos que me lo pidieras
Se cruzó de brazos, haciendo un puchero. Al ver su expresión pude deducir que odiaba ensuciarse, y a eso sumarle el dolor del tobillo que estaba inflamado, de seguro estaba mortificada y yo me estaba divirtiendo tanto. Una noche de insomnio divertida, para variar.
- Borra esa maldita sonrisa - me reprendió. En lugar de quitarla, la ensanche . Ella bufó levemente y mirando hacia el estanque dijo – entonces… podrías ayudarme a levantarme…
Pensé en presionar y decirle que lo repitiera porque no la había escuchado o molestarla diciéndole que no había escuchado un "por favor" de sus labios, pero desistí. Consideré que era suficiente tortura para una chica que apenas llevaba tres semanas en la pensión y que además destacaba por ser obstinada y orgullosa. En su lugar pase mi brazo derecho debajo de sus rodillas y el izquierdo por su estrecha cintura.
- Claro, princesa - la alcé de un solo movimiento - Por ti, lo que sea.
El repentino movimiento la tomó por sorpresa. Sintiéndose insegura se apeñuscó con ambas manos a mi cuello, quedando muy cerca de mi rostro. Sentí el agradable aroma de su piel y tomé el rumbo que creí era el más indicado para sus necesidades en ese preciso momento, solo que, no le dije nuestro destino. Ella miró por encima de su hombro viendo a dónde nos dirigíamos. Alcance a sentir como se tensaba su cuerpo y con una mano tiró de mi oreja dolorosamente fuerte.
- ¿Qué te pasa? ¡Suéltame! - le dije en un murmulló.
- ¿A dónde me llevas? - me dijo amortiguando su voz con la misma mano con la que me había jalado la oreja - llévame a mi habitación. O mejor, suéltame, solo te pedí que me ayudaras un poco. No necesitas hacer esto – comenzó a forcejear, moviendo las piernas y dándome un golpe en el pecho con la mano con que no se sostenía de mi cuello - ¡Yo puedo sola! ¡No te necesito!
"No me necesitas pero tampoco te sueltas, miedosa" pensé para mí mismo.
- Eres bastante necia - le dije al fin y abrí la puerta del baño, al sentir el cambio de posición se volvió a abrazar de mi cuello, enterrando el rostro en mi clavícula - no puedes ir así. Ensuciarás la casa.
Me miró confundida, y al ver que estábamos en el ofuro su rostro se tornó carmesí. Volvió a golpearme el pecho con la mano libre, tenía la mano pesada. Parecía un gato enfurruñado.
- ¡No voy a tomar un baño contigo! - gruñó. Su boca estaba a escasos centímetros de la mía, solo era necesario estirar mi cuello y podría probar esa boca de labios rosas para obligarla a guardar silencio. - ¡Eres un imbécil! ¡suéltame!
Puse los ojos en blanco, callarla con un beso parecía una opción tentadora, pero estaba tan cabreada que ni siquiera lo intenté. La deposité en el suelo del baño, cerca del ofuro, en uno de los banquillos del lugar. Sin escuchar ninguno de sus reclamos tomé un pequeño paño y un recipiente, llenándolo de agua tibia y se los entregué. Y por fin guardo silencio.
- No sé de dónde sacas que nos bañaremos – le recriminé – … eso lo podemos hacer otro día, si tú quieres – le dije pícaramente – Te podría tallar la espalda y otros sitios – Sonreí encantadoramente, de ese modo que sé que es muy efectivo para hacer que caigan rendidas. Pero ella permaneció con un gesto colérico en el rostro.
Suspiré. Anna Kyoyama es irascible.
- Además son las 3 de la mañana y despertaríamos a Keiko, y ni tú ni yo queremos eso - le di la espalda y comencé a buscar el botiquín - por mientras con eso puedes limpiarte el lodo para que puedas ir a dormir.
Ella siguió callada, mirándome pasmada, mientras que yo tomaba el estuche de medicinas. Me hinqué a su lado y procedí a revisar el tobillo inflamado. Parecía estar bien, nada de gravedad, solo con un poco de analgésico y un antiinflamatorio debería bastar. Comencé a aplicar la crema en su tobillo y solo entonces se relajó, mojó el paño en el agua y comenzó a retirar el fango de sus antebrazos y sus piernas.
Aproveche para verla bien: en verdad era hermosa, muy diferente a cualquier otra chica con la que haya salido y con un carácter beligerante que me atraía bastante. Cada vez me gustaba más. Me gustaba en muchos aspectos, pero en ese preciso momento, en esa ocasión en específico, me gustaba su figura. Me imaginé como sería quitarle el pijama y tomarla ahí mismo, sin tener que recurrir al tejaban o escondernos en algún lado. Me encontré a mí mismo, untando una crema analgésica en su tobillo y pensando en qué tipo de palabras serían la clave para seducirla. Incluso pensé que no perdía nada preguntándoselo directamente en ese momento. Tragué saliva, solo tomaría unos segundos proponérselo…
- Gracias - su voz fue apenas un murmullo pero fue suficiente para sacarme de mis pensamientos - ya estoy mejor.
No levanté la vista. Mi consciencia, esa vocecita que pocas veces hace acto de presencia, me dijo en el oído que estaba pensando cosas pervertidas en un momento y lugar no apropiados. Retiró su pierna de entre mis manos y tomó aire, preparándose para levantarse. Le puse una mano en un hombro, mirándola directo a los ojos con seriedad.
-Me alegro - le dije carraspeando - pero, todavía estás a mi cuidado. Te acompañaré a tu recamara.
- Es mejor que vaya sola - repuso, poniéndose de pie. El tobillo le debía de causar incomodidad pues no apoyo el pie por completo - Gracias por tu hospitalidad, Hao.
Hasta en eso era terca: estaba agradeciéndome sin dedicarme una sola mirada y dándome la espalda. Me reí por dentro, la verdad, es que me gustaba cada vez más. Debó admitir que al principio solamente me atrajo por su físico, pero esos su carácter fuerte, palabras directas y actitud sobria iban ganando terreno en mi mente. Se acomodó el cabello detrás de las orejas y luego comenzó a caminar rengueando levemente, pero cargada de un obstinado orgullo.
Me adelanté y tomándola por la cintura la volví a cargar como una princesa. Ante la sorpresa se cubrió la boca para no gritar pero me miraba hecha una furia, cómo si pudiera sacar unas garras afiladas de sus manos y defenderse a rasguños.
- Ni hablar, princesa… - le dije en un murmullo, mientras salíamos del baño.
- ¡No me llames princesa! – renegó.
- … estás a mi cargo. Yo te llevaré - me incliné para murmurar en su oído - Puedes estar tranquila, si guardas silencio, no despertaremos a nadie...
Subí las escaleras, cargándola, mientras ella se mantenía abrazada de mi cuello, cómo si le horrorizara la idea de que alguien la sostuviera en brazos o quizás de que la fuera a tirar rodando por los peldaños. Por mi parte, me sentía confiado de poder llegar hasta su habitación, ella era bastante ligera y su cuerpo delgado cabía entre mis brazos a la perfección.
La puerta de su cuarto estaba abierta.
"aún no se hace al hábito" me dije a mi mismo, apuntándolo como un dato del que podría sacar provecho después.
La dejé en medio de su alcoba y le indiqué que debía cambiarse para no ensuciar las sábanas, por todo el barro que aún tenía pegado en la ropa. Me dirigí hacia el pasillo y desde ahí, en un susurró le dije que esperaría en ese lugar para que se cambiará, pero que no cerrara la puerta para poder ayudarla si necesitaba.
En la oscuridad del corredor, esperé a que ella hiciera lo contrario de lo que le había indicado y cerrará la puerta además de poner el pestillo, pero no. Al contrario, pude escuchar como trato de silenciosamente abrir y cerrar un cajón, discerní el tenue rumor de la ropa cuando esta cayó al piso. La casa estaba en completo silencio, las puertas cerradas y no había nadie a la vista. La tentación es algo a lo que suelo ceder, así que, asomé la cabeza por el marco de la puerta y brevemente pude ver su espalda desnuda antes de que la camiseta que estaba poniéndose la cubriera. La visión era un revelación en sí. El hallazgo hizo que sintiera un poco de emoción, ya que ahora tenía la certeza de un secreto que ella guardaba: Dormía sin sostén.
- Todo en orden, ya te puedes ir - dijo
Me acomodé en el alfeizar de su puerta y vi como caminaba con cuidado hasta la cama. Se sentó y una sombra de tristeza se posó sobre sus hombros, haciendo de las suyas en sus lindas facciones. Sentí que podía acercarme sin peligro alguno, así que lo hice. Me acerqué en silencio y me senté en la cama junto a ella. No dijo nada, para variar.
- ¿Que estabas haciendo ahí afuera a estas horas? - susurré. Algo en mí no quería irse y dejarla sola. Ella era bastante esquiva y casi nunca salía del cuarto en que ahora estábamos, tampoco invitaba a nadie a pasar.
- Tenía sed - mintió. Lo supe por como evitó mi mirada al pronunciar estas palabras - ¿Y tú?
- Desperté y no podía volver a dormir – me encogí de hombros. Era la verdad, después de todo. - Salí a caminar para conciliar el sueño.
- Te pasa seguido, ¿no? - afirmó dulcemente - te he visto antes, paseas por el jardín y te sientas en el pasillo para ver la luna.
- Así que también padeces de insomnio – me burlé lo mejor que pude. Fue sorpresivo que ella hubiera podido darse cuenta de ese hábito que tengo. Solamente Jun me había descubierto, y no porque ella tampoco pudiera dormir, sino, más bien porque llegaba en la madrugada después de haber pasado la mayor parte de la noche en el departamento de su novio.
- Solo desde que llegué a Tokio - respondió de forma honesta. Me sostuvo la mirada. Estaba esperando que le dijera algo, pero, extrañamente no supe que responder.
Generalmente soy bueno leyendo a las personas, puedo adivinar lo que piensan o si están mintiendo por los pequeños rasgos en sus rostros, los tics nerviosos que los traicionan, a partir de la inflexión de su voz. Es una habilidad. La abuela Kino la posee, y mi hermano también, aunque el en menor medida. Pero en esta ocasión, estaba a la deriva. La mirada impenetrable de Anna era imposible de leer y sus nada delataba sus pensamientos o ideas. Traté de decir las palabras más neutrales que encontré:
- Es difícil mudarse, incluso cuando lo deseas de verdad – y de la nada llego a mí el recuerdo de ese año en dejamos a Keiko – Una vez lo intentamos… – las palabras brotaron de mi boca como un manantial -… el mudarnos, quiero decir. Mikihisa Maki, el ex – esposo de Keiko (nuestro padre) trato de convencernos de mudarnos con él a Izumo, pero ni Yoh ni yo nos pudimos adaptar a la vida en otra ciudad y con una madrastra.
Ella me miraba, estoica, manteniendo el ámbar de sus ojos fijo en los míos, no perdía ni una palabra de lo que le decía. Esto hizo que las palabras siguieran su curso.
- Supongo que en ese año fue cuando adquirí el hábito de merodear por todos lados cuando no puedo dormir – baje la mirada, me veía las uñas de los dedos sin mucho ánimo – Nos mudamos porque Keiko estuvo de acuerdo. Yoh en verdad no quería irse, a mí me daba igual… Pero, supongo que solo decía eso para parecer indiferente… la verdad es que todas las noches que despertaba y no reconocía la habitación… - mire hacia la ventana después a su librero, suspirando, me sentía ridículo pero al mismo tiempo era agradable decir esas palabras ante una persona que estaba dispuesta a oírlas – no podía volver a dormir, así que salía al techo del edificio y me quedaba ahí hasta que me daba sueño.
- Debiste sentirte solo.
- No tanto, ahí estaba Yoh – La volví a ver. En verdad tiene un rostro hermoso. – Aunque la verdad a veces no lo soportó.
Me dejé caer en la cama y cerré los ojos. Ella hizo lo mismo, sentí su cuerpo junto al mío.
- No negaré que ha sido más difícil de lo que esperaba – su voz se escuchaba como una melodía, era dulce, sus emociones eran traslucidas en ese momento, y podía deducirlas con solo oírla - … Pero… realmente quiero quedarme en Tokio…
- ¿Por qué es tan importante Tokio para ti? – le cuestione.
Me incorporé, apoyándome en el brazo derecho y acomodándome para poder verla directamente, de modo que no pudiera esquivarme. Desde que había llegado, solamente había declarado eso: "quiero vivir en Tokio", pero no había dado mayores motivos y francamente, me encontraba intrigado. Ella permaneció quieta, con una mano junto a su cabeza y la otra en el pecho. Me distraje un poco con el etéreo brillo en los ojos que la luz de la luna le proporcionaba.
- Deseo poder alcanzar mis metas y ser independiente... – Eso no era todo pero… era algo.
- Debe ser algo muy importante para ti si has puesto tanto empeño… en lograrlo…
Una voz en el fondo de mi cabeza reaccionó ante mis propias palabras "empeño", "lograrlo". Recordé que estaba ahí para llevarla a la cama, no para contarle de mis miedos infantiles en casas desconocidas.
"¿Qué diablos estás haciendo, idiota?" pensé.
- Lo has hecho muy bien hasta ahora – suavicé el tono de voz, volviéndola de terciopelo y acerqué lentamente mi rostro, para no espantarla – hasta ahora has mantenido tu objetivo fijo. Me imagino que has de haber evitado todo tipo de distracciones – lentamente acomodé mi izquierda sobre su vientre terso, con suficiente delicadeza para no incomodarla. Era hora de un cumplido - eres bastante inteligente y hábil, seguro lo lograrás.
No podía separar mi vista de sus labios, los cuales, mientras me acercaba, dejaron de parecer una línea rígida y se entreabrieron ligeramente, pude sentir su aliento cerca del mío y me embargo el aroma de su piel, tal y como había ocurrido cuando le ayude a levantarse. Ella permanecía quieta, sin moverse un ápice. Tomé un riesgo y con dejé que mi mano izquierda subiera, rozando con la punta de los dedos su pecho, hasta que alcancé su rostro y lo acuné en mi palma, con esa luz se veía tan frágil como encantadora, era irresistible. Cerré los ojos.
Sentí una presión en mi boca, pero, no era tan suave como esperaba. Abrí los ojos para encontrarme con que ella había puesto sus dedos índice y medio en mis labios y había girado su rostro.
- Yo no soy la chica fácil que crees - dijo fríamente. Su voz, un lento murmullo, no daba a pie a ningún pero - muchas gracias por tu ayuda. Por favor, cierra la puerta al salir.
Acepte la derrota, pensando que era una victoria a medias si había salido ileso. Me senté en la cama, mirándola. De algún modo me sentía un poco estúpido, igual que cuando Keiko me insinuó que había encontrado un sostén escondido en el fondo de mi armario y me sugirió que fuera más cuidadoso con mis trofeos. Hacia bastante tiempo que ninguna chica me rechazaba o se me resistía, y por alguna razón eso me resultaba atrayente. Decidí aprovecharme una última vez y me incliné para besar su frente rápidamente. Acto seguido, me fui de esa habitación, huyendo como un gato pero cuidando cerrar la puerta, tal y como ella me lo había pedido.
¡Hola nuevamente!
Este capitulo fue divertido de escribir. Quedó un poco más largo de lo usual pero creo que en general quedo bien. Es un pequeño acercamiento entre Hao y Anna que dará pie a otros cuantos. En esta ocasión adelante un dia el capitulo, porque si. Basicamente. En fin, espero les haya resultado entretenido y que les haya gustado la interacción entre estos dos. No olviden dejar un review!
Gracias! y nos Vemos!
