Capítulo 8. Sábado, teléfono y golosinas.

La noche anterior dormí igual de mal que siempre, tuve un sueño intranquilo del que no recuerdo muchas cosas y al despertar, mi futón desordenado fue la evidencia. Desde el momento en que me levanté noté como tenía el cuerpo agarrotado, no podía recordar que había soñado pero nada me indicaba que hubiera sido algo placentero. Me dirigí hacia el baño para espabilarme, me tomé mi tiempo mientras me lavaba la cara y cepillaba mi cabello. En el reflejo del espejo observé mi mejilla, por instinto la toqué; ya no me dolía ni estaba roja, pero había una marca fantasma de la cachetada que me propinaron ayer y que estaba grabada en memoria, más que en mi rostro. De solo de acordarme me dio un pequeño escalofrió. Nadie me había puesto en mi lugar así desde la última vez que Keiko me sacó jalándome de la oreja de la habitación de la abuela Kino el día que se nos ocurrió escondernos en su armario. La puerta del baño comenzó a sonar insistentemente, mi hermano golpeando la puerta.

- ¡Hao! ¡Sal de ahí, maldito vanidoso! ¡Otros también necesitan usar el baño!

- En la casa hay muchos, ve y consigue uno.

Más golpes en la puerta.

- ¡No te hagas el gracioso! ¡No estoy de humor! ¡Sal de una vez!

Abrí la puerta de mala gana y ahí estaba mi hermano menor, cuyo rostro se descompuso en cuanto me vio. Me empujó con el hombro al pasar y cerró la puerta tras de sí. Supuse que estaba todavía molesto porque Anna lo rechazó. Me reí por dentro, era obvio aun no digería el gran malentendido entre él y Anna; el día anterior me reprochó que había puesto una trampa para ganar la apuesta; pero en realidad, yo no había tenido que hacer nada en especial para que ocurriera ninguno de los eventos de los que me acusaba. Yoh, por sí mismo, era capaz de meter la pata sin ayuda. Yo tan solo me había limitado a comentarle mis progresos.

Yoh no pudo resistir el saber que le tomaba la delantera, sobre todo cuando se enteró durante la semana anterior sobre como casi había logrado robarle un beso a la rubia endemoniada. Se lo conté yo mismo, una noche en que no pude conciliar el sueño y entre a su habitación; él muy imbécil no me creyó argumentando que ella era demasiado testaruda y que de ningún modo podía ser posible que hubiera entrado a su habitación en medio de la noche. Detesté que pusiera en duda mis palabras así que le di todos los detalles de esa noche en que la levanté del barro en el jardín, mencionando casualmente algunos de los libros que había visto que tenía en su mesita de noche, y le dije que probablemente esa serie de libros le encantaba pues el libro se veía gastado… él simplemente mordió el anzuelo. No es mi culpa que haya intentado tomar ventaja de la situación.

Espanté el recuerdo de mi cabeza luego de haberme cambiado y recogido las cosas de mi habitación. Era sábado, lo que significaba que era el día en que debemos de realizar labores para el mantenimiento de la pensión. Esa semana debíamos deshierbar el jardín, barrer la entrada, además de ordenar la sala común. No eran tareas difíciles, pero nos llevaría toda la mañana por seguro. Pero primero el desayuno.

Entré en el comedor para poner la mesa, Keiko ya estaba preparando un desayuno para todas las huéspedes. Yoh entró para me ayudarme a acomodar las bebidas y los vasos en la mesa. No me dirigió la palabra y a veces me regalaba una mirada furiosa a espaldas de nuestra madre. Le puse los ojos en blanco y una mueca, se portaba como un niño y me molestaba su actitud; aunque, siendo honestos, siempre me hace enfadar cuando me deja de hablar. Cuando Keiko entró para servir la mesa, Yoh y yo dejamos la rencilla en otro plano: Si ella se entera de porque hemos peleado en esa ocasión ¡Estamos muertos!.

Las chicas llegaron a su lugar habitual, excepto Anna que tuvo la precaución de sentarse entre Pirika y Tamao, de modo que ninguno de los dos nos atrevamos a estar cerca de ella. ¡Ella se lo pierde! Pero Yoh… el idiota de mi hermano la mira embelesado de reojo. Justo cuando pensaba en iniciar una conversación con la rubia, solo para hacerlos rabiar a los dos, sonó el teléfono. Me levanté para contestarlo. Es solo el abuelo Yohmei llamando a Keiko, dejé el teléfono en la mesilla solo para acercarme a ella y murmurarle al oído que debe de atender la llamada. Yoh parece indiferente de lo que sucede, pero yo sé que hay algo raro en todo esto, ya que el abuelo nunca llama solo para saludar, así que mantuve mi atención en lo que sucedía junto al teléfono, solo para observar como el rostro liso y terso de Keiko se va contrayendo en diferentes expresiones; por su lenguaje corporal que se trata de algo grave que la ha preocupado y que se encuentra profundamente consternada por ello.

Cuelga.

Entró en el comedor, llamándonos a Yoh y a mí para que nos acerquemos a la pequeña oficina que utiliza para realizar las cuentas y situaciones administrativas. Sospecho que nos dirá algo desagradable y que no quiere hacer. Aunque solo es una corazonada.

- Mi madre esta hospitalizada – sentenció sin irse por ningún rodeo, como ella suele hacer. Keiko Asakura es por sobre todas las cosas una mujer práctica y pragmática – Esta en una condición delicada y el abuelo es demasiado mayor para poder cuidar de ella en el hospital.

Suprimí una sonrisa, no era el momento para ella; pero, estar en lo cierto sobre mis sospechas me da un cierto placer que no puedo negar.

- ¿Qué le ocurrió? – preguntó Yoh.

- Un resfriado mal cuidado, se convirtió en neumonía. Debo ir a Izumo a la brevedad… Pero no sé cuánto tiempo tendré que quedarme ahí.

- ¿Y el negocio? – le digo, pero sospecho la respuesta por el ceño fruncido de Keiko.

- Tendré que dejarlo en manos de Ryu por un tiempo – resopló, Ryu no era muy bueno administrando, pero podría poner en marcha el negocio cada día. Lo que carecía de destreza en finanzas lo compensaba con ánimo, puntualidad y fuerza. – Tal vez llame a Eliza, aunque ahora que la clínica de su esposo abrió ha estado ocupada. Pero puede venir a ayudarnos a que Ryu no pierda el tiempo con tonterías. Y lleve los libros de cuentas por unos días.

Yoh y yo nos volteamos a ver, sin mediar palabra, pero ambos de acuerdo en que la situación era apremiante.

- No te preocupes, mamá – le dije – pondremos de nuestra parte.

- Cuidaremos la pensión y a las chicas – puntualizó Yoh.

Keiko soltó una lagrima que había estado amenazando con salir desde hacía unos minutos, cuando había colgado el teléfono. Nos abrazó a ambos al mismo tiempo, como cuando éramos niños. La abuela Kino le había enseñado a ser fuerte y afrontar las situaciones de frente, con dureza y sin flaquear; pero eso no quitaba que la abuela es quien le había dado todo el apoyo que necesito cuando Mikihisa se fue y formó una nueva familia. Que su pilar y apoyo más grande estuviera grave no era algo que pudiera afrontar estoicamente.

- No será demasiado. Solo 5 días.

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Nos dedicamos a realizar las tareas de la casa mientras Keiko empacaba y ponía al tanto a las inquilinas. Ninguna parecía preocupada, después de todo, la siguiente semana había días festivos y ellas mismas podrían realizar cosas para aliviar el trabajo de la pensión. Le ayudamos a subir al taxi que pidió. Partió al mediodía. Las chicas todas se dedicaron a sus actividades sin preocuparse por más nada, con nubes en la cabeza y ganas de disfrutar de su fin de semana.

- Hey, hermano – le dije – deberíamos aprovechar que estaremos solos en la pensión con el demonio rubio.

Yoh se dignó a mirarme a los ojos, su expresión gritaba que no podíamos hacer eso y traicionar a nuestra madre, pero en el fondo capte una pequeña chispa, una que dejaba en claro que también lo había pensado. Aun así, se giró y me dio la espalda. De nuevo, sin emitir un solo sonido.

- Vamos – insistí – será divertido – continuó ignorándome - ¿Qué? ¿Sigues molesto por lo de ayer? ya te dije que es tu culpa por no saber ser sutil. ¡Necesitas seducirlas, no asustarlas! ¿Cuántas veces te lo he dicho?... – Se colocó los audífonos y subió el volumen – ¡Bien! ¡Rayos! No sabes ver las oportunidades cuando se presentan.

Continue con mi labor, levantando la hierba recién cortada, sintiendo como el estúpido de mi hermano trataba de hacerme explotar con la mirada iracunda que me dedicaba de tanto en tanto. ¡Idiota! Trabajamos en silencio, sin voltearnos a ver siquiera por otra media hora, cuando la rubia causante de nuestros problemas actuales bajó y se sentó en la banca junto al estanque, iba acompañada de Pirika que parloteaba animadamente. Las observé por el rabillo del ojo, tratando de ver si podía determinar el tema de conversación. Luego lo vi: Yoh rastrillaba la hierba sin cuidado, distraído por la chica. Cuando Anna se levantó para ir a la cocina, Yoh se quedó petrificado en su lugar mirando a un punto indefinido en espacio pero atento a los movimientos de la chica; cuando ella regresó con dos vasos de agua, Yoh torció un poco la cabeza para poder ver con atención las piernas de la chica que utilizaba unos shorts muy cortos; Anna lo fulminó con la mirada por su indiscreción, el muy estúpido le saludo con la mano. Me fue inevitable darme un golpe en la frente ante su ineptitud.

A veces no sé porque me molestó en jugar con él a estas cosas. Hace cerca de 2 años que no gana ninguna de las apuestas que hemos jugado, a veces presiento que solamente sigue aceptando para tener algo de que conversar… Aunque, nunca ha dicho nada al respecto, ni con su rostro ni con sus palabras… Quizás le avergüenza admitir que es un romántico sin remedio. Suspiré fuertemente y con la escoba que tenía en las manos le di en el tobillo para hacerlo caer. Lo que sea con tal de salvarlo del ridículo de que Anna lo vea con esa cara de borrego. Me gruñó, pero no me importó. Me fui riéndome de él lo más fuerte que pude.

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Esa misma tarde regresaba a casa con bolsas en las manos. Me había tomado el tiempo de visitar una pequeña tienda de autoservicio, en ella compre varias golosinas que regularmente disfrutábamos Yoh y yo, era una ofrenda de paz. Ya pasaban de las 6 de la tarde y mi hermano seguía reusándose a hablarme, me estaba volviendo loco. Solamente era una pista que podía ayudarle, no es mi culpa que él no tuvo el tacto suficiente. ¿Por qué me culpaba de que su regalo había sido rechazado? Pero Yoh, evidentemente estaba molesto conmigo y pasar una semana a cargo de la pensión con mi hermano ignorándome no era algo que se me antojara hacer. Y ofrecerle una disculpa "real" como la llama él, no era algo que se me antojara hacer. Por lo pronto, comprar dulces era lo único que está dispuesto a hacer.

El día era cálido pero unos cuantos nubarrones proporcionaban un resguardo para las altas temperaturas, la brisa fresca me colmaba. Y justo ahí, frente a mí, venía caminando una rubia de piernas largas y preferencia por los vestidos cortos, que distraídamente miraba su celular. Era una señal de que el día solamente mejoraba. Sobre todo porque desde la vez del estanque, la chica había sido lo suficientemente inteligente como sospechar de mis intenciones y se había dado al a tarea de evitarme a toda costa. Paso junto a mí, sin dedicarme una mirada y yo aproveche para caminar a su lado.

- Hola, hermosa – le dije con tranquilidad, cargando las bolsas de golosinas en ambas manos - ¿Qué haces caminando tan pensativa?

Como sacada de un sueño levanto la vista y me miro con rencor. También seguía molesta por lo de libro. Ya había pasado todo un día, ¿porque tanto alboroto por eso?

- Ideando un plan para mandarte al infierno – me respondió molesta.

- ¡Genial! ¡Así estaremos juntos eternamente!

Me dedicó una mirada glacial y continuó su camino, que según sospechaba, era el mismo Konbini del que yo había salido. Tomé una de las golosinas de la bolsa, una paleta de hielo sabor fresa y la abrí. De cuando en cuando me miraba de reojo, hasta que se hartó y deteniéndose en seco apunto un dedo índice acusadoramente hacia mí.

- Hao Asakura, más vale que dejes de seguirme de inmediato.

- ¿Quién dijo que te sigo? Tan camino en la misma acera en la que tu estas.

- Debes estar bromeando – Se llevó una mano hacia la sien, masajeándola. – Estoy segura de que tiene que existir un lugar donde puedas dejar de ser tan irritante– me dijo sarcásticamente.

- Eso es un poco más complicado de lo que crees. Verás, no creo que exista ese lugar. Yoh ha estado buscadolo – le dije encogiéndome de hombros. Parecía dispuesta a matarme en ese mismo momento, pero yo me mantuve en mi lugar tratando de sostener la misma expresión en mi rostro. – Parece ser que estas enfadada.

- Y todavía tienes el descaro de decirlo así como así. ¿No te parece suficiente razón lo que sucedió ayer?

- Ah tú dices lo del libro – Fingí sorpresa – Solo fue un gran mal entendido.

- Ni hablar, no creo una palabra.

Giró sobre sus talones y emprendió la marcha. Por un momento observó cómo se marchaba tratando de pensar en que debía hacer, que clase de cosas o palabras serían las adecuadas. Miré la bolsa de compras en mi mano y me di cuenta de que esa ofrenda de paz no sería suficiente para que Yoh dejara pasar el inconveniente en que lo había metido. Levanté la vista para ver como la rubia se alejaba meciendo las caderas de un lado a otro. En mi mente, detrás de la bruma del orgullo brillo una luz. Me di cuenta de que si había algo que podía hacer.

Me adelante rápidamente hasta que la alcance y la sujete de la muñeca, obligándola a voltearse.

- Escucha, sobre eso… No culpes a Yoh - Le dije honestamente – Él no tuvo ninguna mala intención; es más, ni siquiera se ha acercado a tu cuarto. Así que no lo tomes contra él – era la verdad, y eso era lo único que podía decir para arreglar mi error, aunque, no planeaba decírselo a Yoh – Así que, Anna… Cúlpame a mi si quieres, no a Yoh. Yo asumo toda la responsabilidad de este malentendido.

- ¿Y porque debería creerte?- me contestó, y jalando su brazo para liberarse pero sin éxito - ¿Cómo sé que no estaban jugando conmigo?

La elección de palabras que hizo provocó que me temblará un poco mi voz.

- ¿Por qué jugaríamos contigo? – le dije tratando de mantener mi temple. Ella se encogió de hombros sin dar una respuesta concreta – Escucha, no hay ningún juego aquí.

"Solamente una apuesta" pensé para mis adentros.

Anna continuó silenciosa, estoica ante mis palabras y tirando levemente del brazo. Hasta ahora no había intentado golpearme, así que era buena señal. Estaba escuchándome. Bufé irritado, por lo menos esperaba que dijera algo o que preguntara a que me refería, odio dar discursos sin que alguien los pida. Pero… era necesario.

- Verás, Anna; yo solamente le jugué una broma a Yoh Quería saber si sería tan estúpido como para hacer algo así, y ¡sorpresa, sorpresa! ¡Si lo es! – puse los ojos en blanco – Solo cometió el error de creer en su hermano mayor. Es de lo único que es culpable.

- ¿O sea que admites que me estabas espiando?

- Argh… No espié nada, solamente puse atención a los detalles – di un paso adelante, acortando la distancia entre los dos, ella permaneció quieta. A veces, era su forma de comportarse tan distinta a las otras chicas que había conocido, lo que me intrigaba. Había veces en que me encontraba cuestionándome qué clase de ideas transitaban por su cabeza.

- Supongamos que te creo. Aun así, sigue sin tener sentido nada de lo que dices ¿Por qué le tendiste esa trampa a Yoh?

Solté su brazo por fin, y me llevé la mano a la frente, luego la pase por mi cabello.

"¡demonios! ¿Qué rayos quieres que te diga, Kyoyama?" pensé. "¿Por qué siempre haces las preguntas correctas?" Después solté otro suspiro. No tenía remedio, para salir de esto tenía que ser honesto.

- Quería saber qué es lo que piensa Yoh sobre ti.

La joven frente a mi guardo silencio y se mordió el labio inferior. Algo en mis entrañas gruño ante ese gesto.

- Solo en caso de que tengas la duda – agregué – Quería saber qué es lo que Yoh realmente siente cuando se trata de ti. Ya lo sospechaba, pero quería confirmarlo. Y con lo que sucedió ayer, creo intuir que se la respuesta.

- ¿A sí?

- Es muy sencillo. Creo que la respuesta es la misma que yo daría si me preguntaran lo mismo a mí.

- ¿A qué te refieres?

Me incline hasta quedar frente a ella, a milímetros de su rostro.

- A que me has cautivado, Anna

- ¿Es eso una confesión? – Arqueó una ceja con una expresión entre incrédula y aburrida. ¡Que irritante! Esperaba que por lo menos se sonrojara.

- Tómalo como quieras. La verdad es que me interesas – eche un vistazo a sus labios. Los mantenía rígidos en una línea recta. Con la mano derecha me tome la libertad de acariciar su cabello – … y mucho … - coloqué mi mano en su mejilla tibia y tersa, noté un ligero rubor haciendo acto de presencia en su piel de porcelana – … Mas de lo que te pudieras imaginar … – acaricie con mi dedo pulgar su mejilla esperando a que me rechazará - … Cuando tú quieras puedo demostrarte lo que pienso cuando te veo. Lo disfrutarás, me aseguraré de ello.

Me sentí fascinado, como víctima de un hechizo. Un encantamiento que surgía entre el contraste de la delicada belleza que irradiaba y la rudeza en su actitud. Sin pensármelo dos veces me acerqué y la besé. Para mi sorpresa, no recibir un golpe por mi atrevimiento, sino que me correspondió con un beso tímido, casto, puro. Por alguna razón sentí que mi corazón palpito con fuerza dentro de mi pecho. Luego sentí que me empujaba un poco terminando, separándose de mí. El beso había durado apenas un par de segundos, pero había sido lo suficiente para robarme el aliento. Lo disimule.

Con un golpecito rápido, alejo mi mano de su rostro. Todavía tenía la expresión aburrida en su cara, cosa que por alguna razón me molestó.

- No soy una chica fácil, Hao – afirmó sin retroceder, como si nada hubiera pasado. Simplemente se cruzó de brazos – No me podrás tener así de fácil – me recortó con la mirada – y dudo mucho que me puedas complacer

- Opinó diferente. Pero, se la manera en que podemos salir de dudas.

Sonrió tranquilamente ante mi insinuación. Una sonrisa que apenas era una curva en sus labios pero que bastó para iluminar sus rostro.

- Lo siento. Los acosadores no son mi tipo.

Se dio la media vuelta y se alejó.

Tomé mi bolsa de compras y continué mi camino, de regreso a la pensión. Mientras avanzaba, solté un suspiro que había contenido después de ese pequeño beso, tan breve que apenas y se podría nombrar como tal; me pregunté qué clase de magia despedía Anna, que logró que mi corazón se desbocará con un rose tan mínimo. Hacía tiempo que no tenía una sensación tan intensa con una chica.

No pude evitar sentir excitación ante la anticipación del modo en que ganaría la apuesta y me pregunté cómo sería llevarla a la cama, sentir su cuerpo y permitirme saborear por completo esos labios que con un simple rose habían despertado sensaciones extrañas en mí.

Estaba ansioso por complacerla y seguro de que no tardaría mucho en lograrlo

¡Hola!

Muchas gracias por sus comentarios y por seguir mi historia. Me da mucho gusto y me pone muy contenta saber que les interesa esta historia.
En esta ocasión no tuve mucho tiempo de hacer correcciones del capitulo porque mi vida de adulto atacó.

Debo avisar que apartir de este capitulo la historia tenderá a ser más bien quincenal. ¡Sean pacientes! ¡Verán que valdrá la pena!

No olviden mandar comentarios para poder saber su opinion.

Además queria agradecer los comentarios de PANDYTA, Hbunny1307, ngaro204, lili, Missing Kyoyama, y los invitados.

¡Nos vemos!