Capítulo 12
Puerta cerrada
El ruido de mi estómago, delatando el hambre que sentía, solamente sirvió para avergonzarme un poco más de lo que esperaba.
-Nos quedamos atrapados - le dije tratando de sonar relajado, aunque la voz me salió ligeramente temblorosa.
La rubia que estaba detrás de mí permanecía de pie, torció el gesto exhibiendo una mueca que por alguna razón me hizo temer por mi vida. Una voz en el fondo de mi cabeza resonó diciendo "gallina". Sosteniéndole la mirada de ámbar, me pregunté si realmente Anna, tan calmada y fría, era lo suficientemente peligrosa como para que me hiciera temer cada vez que la veía enfadada.
- ¿A qué te refieres? - dijo arqueando una ceja. La sequedad de su voz no ayudaba mucho a la situación. Trate de mantener el ánimo tranquilo, quizás un poco de buen humor era lo que hacía falta.
- pues - gire la perilla - la puerta está atascada y no podemos salir.
- ¿Quieres decir que estamos atrapados?
- si
- ¿En este cuarto?
-si
- ¿Hasta que alguien se digne a venir a abrí esa puerta?
- si es que se abre - añadí
- Anna parpadeo varias veces, como decidiendo si me creía.
- ¿Estás bromeando ? - dijo seriamente. La vi abrir y cerrar el puño muchas veces.
Las tres neuronas encargadas de mi supervivencia comenzaron a gritar diciéndome que tenía que salir de ahí. Ignorándolas, negué con la cabeza.
- esto es increíble - respondió exasperada y dio un golpe con el pie a la lata de pintura - Todo esto es tu culpa - me dijo molesta, mirándome de arriba abajo y levantó el puño frente a su rostro - eres un…
- ¿mi culpa? - le dice alzando la voz un poco - Que yo sepa tú eres la que movió la lata de pintura y dejo que se cierre la puerta.
- ¡Yo no tenía que saber eso! Es más, ¡No tendría que estar aquí! ¡Este es tu trabajo, no el mío! - gritaba enfadada - ¡eres un holgazán! Esto no habría pasado si solo te hubieras puesto a cocinar. Pero no, tenías que pedirme ayuda. Esto ni siquiera debería de estarlo haciendo yo. ¿Que no se supone que estoy pagando por qué la comida esté hecha a tiempo?
- ¿No habían dicho que iban a pasar todo el día fuera y que comerían algo delicioso? ¡ yo iba a ir a comprarme una hamburguesa con papas! ¡Es sábado! Podías haber ido a comer algo con las chicas y Hao, te llevas muy bien con él.
Un aura maligna rodeo a Anna, y mis tres neuronas se dieron por muertas.
- a ese ni me lo nombres ¡No lo soporto! - exclamó fastidiada y se llevó una mano al rostro.
- ¡Yo tampoco! - le respondí agitado - pero debo marcarle, decirle que venga a abrir el cobertizo cuando regresen - busque en mis bolsillos mi teléfono celular, palmee los bolsillos delanteros, los traseros, revise en el piso, gire la cabeza para mirar a mi alrededor pero no estaba. De golpe recordé que mi teléfono se había quedado sobre la barra de la cocina. Frustrado, tuve que tragarme mi indignación contra la inquilina que estaba junto a mi rumiando si propio coraje-... oye… de casualidad tienes tu teléfono a la mano.
- ¿Qué pasa con el tuyo? - me ladró
- creo que lo olvide en la cocina
Anna puso los ojos en blanco.
- eres un caso perdido, Yoh Asakura - dijo molesta, tomó su celular revisando la pantalla, tecleó algunas cosas y se llevó el teléfono al oído. Note que no me preguntó por el número de teléfono de mi hermano, pero después de tres meses viviendo con nosotros, me pareció natural. Sobre todo teniendo en cuenta nuestra apuesta, seguramente él se lo había proporcionado desde la primera semana en la casa. -... Maldición…
- ¿qué sucede?
Me mostró la pantalla de su teléfono y pude ver cómo mostraba un mensaje que indicaba que estaba fuera del área de cobertura. "Sin señal" se leía con letras blancas y pequeñas. Mi estómago protestó, de hambre y de nervios, aunque poco a poco un ligero pánico se fue instalando en mi ser, trate de mantener la calma. Suspiré y la mire a los ojos.
-No te preocupes - le sonreí - ya verás como todo se solucionará.
La expresión en el rostro de la rubia fue difícil de leer. Le aseguré que Hao notaría nuestra ausencia y seguramente podría venir a buscarnos, pero ella parecía albergar un sano escepticismo. Se cruzó de brazos y recorrió el lugar con la mirada.
-¿Hay algo aquí que podamos comer ? - dijo por fin, dignándose a posar sus ojos ámbar en mí.
-Bueno, es una despensa - le dije encogiéndome de hombros - algo podremos encontrar. Busca en aquel estante, yo por este otro.
Y cada uno se puso a revisar lo que había en el cobertizo. Había latas de diferentes conservas como verduras, atún, jengibre, ciruelas, etc. En realidad, nada de eso sonaba apetitoso en absoluto, y no podía evitar pensar en cómo me gustaría comer la hamburguesa que había planeado comer en un principio. Anna por otro lado, estaba buscando entre los frascos, y revisaba calmadamente con una cara inescrutable. Me acerqué a ella, tratando de leer las etiquetas que estaban pegadas al vidrio de cada uno de los recipientes.
-Esto tiene potencial - dijo a media voz, sin mirarme.
Tomó un frasco de duraznos en almíbar que habíamos envasado el año anterior luego de la cosecha de una huerta. - por lo menos esto se ve mejor que lo demás - mencionó luego de echar un vistazo rápido a un pequeño frasco de pepinillos.
-es verdad - coincidí. Agarre el frasco y lo abrí, ofreciéndole el contenido.
-¿ hay algún lugar donde nos podamos sentar ?
Observe al rededor. En el destartalado lugar no había nada más que los estantes donde se almacenaba todo, mismos que había construido Ryu cuando trató de aprender carpintería y que al terminar de construirlos decidió que no era lo suyo. No había nada y comprendí porque no quería sentarse en el piso: estaba sucio con una capa gruesa de polvo, olía extraño, y la madera del piso daba la impresión de que estaba a pocos días de comenzar a soltar astillas. En mi mente solamente hubo dos pensamientos, el primero versaba sobre cómo tendríamos que invertir en reparar el lugar, y el segundo fue la terrible certeza de que mi hermano no tenía escrúpulos. ¿Porque seguiría llevando a las chicas a un lugar así? Entiendo que a los 15 era lo más factible y aquella que accedía lo hacía a sabiendas de que era lo único a la mano. A los 15 no importa mucho el lugar sino la acción, pero ¡Por Kami! ¡Ya no estábamos en esa edad! ¿Cuándo había Sido la última vez que lo había visto entrar a hurtadillas ahí? ¿Con cuál chica fue? Empecé a hacer cuentas mentales… ¿Había Sido hace 5 meses? …
-¿Qué hay de eso? - La voz de Anna me sacó del ensimismamiento.
Estaba señalando un trozo de tela detrás de un estante con algunas latas. Tardé un poco en reconocerlo hasta que caí en cuenta de que era la colchoneta que Hao había dejado ahí para que sus acompañantes estuviesen un poco más "cómodas". Trate de pensar en una excusa para no sacarlo de su escondite, evitando pensar en los miles de usos que había tenido. Deje el frasco en la mesa, y me volví para poder explicarle alguna mentira sobre porque no debíamos usarlo, pero tarde demasiado, Anna ya estaba tirando de un extremo de la colchoneta.
-Oye, no creo que sea buena idea
- parece que nos podríamos sentar ahí para esperar
- sí, pero… - dudé, a veces las mentiras no se me daban muy bien, Okasa siempre me pescaba cuando trataba de salirme con la mía.
- Cierra la boca y ven a ayudarme - tiró con más fuerza de la colchoneta, frunciendo los labios como gesto de concentración.
Al jalar, el estante de balanceo y algunas de las latas que estaban mal acomodadas se tambalearon. Sin pensarlo, en dos zancadas llegué al lado de Anna, justo a tiempo para apartarla cuando una de las grandes lata cayó y me golpeó en el hombro mientras el mueble se balanceaba. Aparte a Anna, tomándola de la cintura con un brazo, mientras que con el otro le cubría la cabeza, estrechándola contra mi cuerpo lo más que pude, el mueble quedó mal posicionado y varias de las cosas que sus estantes albergaba estaban por el suelo. Un saco de harina estaba desparramado, lo mismo que varios recipientes de cartón y aluminio.
Me quedé quieto, con ella entre mis brazos, sosteniéndola tan cerca por la espalda. La rubia inquilina no decía nada, permanecía inmóvil, aferrándose a mí. Mi corazón latía rápidamente, y supe que no era debido al susto o la adrenalina, era más bien causado por el suave olor del perfume que despedía su cabello y delicada curva que trazaban mis dedos en su cintura. Sin pensarlo dos veces la acomode en un largo abrazo al que ella no se resistió y que poco a poco correspondió. Me deje llevar y descansé mi mentón en su hombro derecho, con ambas manos la abrace por la cintura, y cerré los ojos, atento a su presencia e invadido por su aroma, inmerso en su calor. Su cuerpo delgado se amoldaba al mío, y sentí como se iba relajando, perdiendo toda tensión. No supe cuánto tiempo pasamos así, hasta que ella me pidió que la soltará. Quizás, solo fueron algunos segundos, un minuto o dos; no lo sé.
La dejé ir, con una sensación de escozor en los dedos al hacerlo, algo en mi quería continuar el abrazo.
-Disculpa - le dije atolondrado.
No me contestó, me dio la espalda con una expresión en el rostro que no pude descifrar. Terminó de sacar la colchoneta y la extendió en el piso, luego se sentó mirando su celular, ocultando su rostro tras la cortina de cabello rubio y corto. Guarde las manos en los bolsillos, no había nada más por hacer o por decir. Fue entonces cuando escuché su estómago gruñir, me reí de forma inevitable.
-¿entonces? ¿Tienes hambre?
- cállate - me espetó.
Le sonreí y volví a tomar el frasco para ofrecerle, una vez más, el contenido. En esta ocasión aceptó y con cuidado sacó un durazno. La imité y me comí uno también, sentándome a su lado. Nos quedamos en silencio largo rato. Solo nos quedaba esperar a que alguien regresará a la pensión. Comencé a imaginar lo que diría Hao esa noche cuando, muy seguramente, me despertará para charlar: me presumiría sobre su habilidad para hablar con las chicas, se burlaría de mi ineptitud para mantener la puerta abierta, alardearía sobre las actividades del día (especialmente la comida) y finalmente me cuestionaría sobre cómo es que Anna y yo somos tan distantes aún. Seguro tendría un gran rato a mis expensas. Contuve un suspiro, y me sumí en mis pensamientos, ideando qué diablos podría contestarle al presumido de mi hermano mayor.
-Están deliciosos - la voz susurrante y tranquila de Anna me sacó de mi ensimismamiento.
- Perdón, ¿qué dijiste?
- Los duraznos… - señaló el frasco vacío mientras sostenía el último en la mano - están deliciosos.
- Me alegra que te gusten - le sonreí - son la receta de la abuela. Los envasamos nosotros mismos.
-¿Así? No sabía que tenían esa habilidad - dijo con sutileza.
- Hacemos muchas cosas nosotros mismos - me apoye en las manos y estire las piernas mientras el recuerdo de mi infancia como como ayudante en la cocina de la abuela allá en Izumo volvía a mi mente - de dónde venimos a veces ayudábamos en la cosecha de las parcelas de los vecinos, otras veces ayudábamos a almacenar alimentos. Mi abuela compra los duraznos a un vecino cuando estos están en abundancia y nos obliga a todos a ayudar en el envasado. Lo mismo con las ciruelas, e incluso a veces también guardamos pescado. - recordé a la abuela persiguiéndonos con un palo en mano cuando nos pescaba asaltando sus preciosas conservas - nos obligaban a ayudar, a Hao y a mí, pero al final no era tan malo
Volví la mirada hacia mi interlocutora, quien permanecía con los ojos ambarinos clavados en mí. Me sentí avergonzado de mi historia, como si de pronto hubiera dicho cosas aburridas y sin sentido.
-en mi caso, nunca hicimos nada así - respondió al fin, encogiéndose de hombros para estarle importancia a lo que narraba - la verdad es que Padre se dedica de lleno al negocio y casi nunca está en casa. Largas horas de trabajo, ya sabes - torció los ojos con desdén - y mi madre siempre ha disfrutado de su rol de ama de casa de alto estatus. Cuando era pequeña salíamos de compras constantemente y visitábamos lugares de decoración o muebles, Y restaurantes. Me gustaba salir con ella pero, francamente, una vida tan frívola no es lo mío - se giró hacia mí y me miró a los ojos.
- ¿por eso viniste a Tokio?
- Algo así - terminó de mordisquear el durazno que tenía en la mano - mi madre me aconsejaba buscar un marido que pudiera darme una vida acomodada y de lujos como la de ella
- Oh
- Quiero vivir una vida tranquila y sin preocupaciones, con lujos - se acomodó el cabello detrás de la oreja - pero quiero hacerlo en mis términos. Me rehusó a depender de alguien.
Parecía determinada e incluso motivada por esta noción. Anna era una chica fuerte, atractiva e inteligente. Con un carácter voluntarioso, testarudo y minucioso, era de esperar que solamente aceptará aquello que era exactamente lo que ella deseaba. Me miró desafiante, como retándome a burlarme de ella y lo que acaba de declarar.
Le sonreí ampliamente, después de todo, era todo un gran placer el escucharla hablar con tal sinceridad.
-No esperaría menos de la gran Anna Kyoyama
Su expresión se transformó en un segundo, pasando de la seriedad imperturbable a una atónita sorpresa que no tardó más de dos segundos en recomponer, tratando de suprimir toda emoción de su rostro. Sin embargo, un sutil rubor se dispersó por sus mejillas y me pareció encantador. En verdad, Anna era bella en muchos aspectos.
Carraspeó un poco
-¿Y tú? ¿porque si son de Izumo están aquí?
-Ah, nuestros padres se divorciaron - le dije restando importancia al asunto.
-¿Poner distancia?
- Economía, en realidad. Los abuelos ya tenían esta propiedad aquí Funbari. Cuando Okasa regresó a vivir con ellos, le ofrecieron el darle esta propiedad como una forma de ayudarle. Ella se había dejado de trabajar cuando nos tuvo, dijo que era para darnos una buena educación, lo cierto es que no era nada fácil ser madre de gemelos.
- Estás seguro de que no quisiste decir "no era nada fácil ser madre de unos diablillos" - replicó maliciosamente
-No, en realidad quería decir que no era fácil se la madre de Hao y soportar todos esos dolores de cabeza.
- ¡JA! como si tú no provocarás los mismo - Me empujó con un brazo, sonriendo con ligereza
- Disculpa, pero yo jamás le di problemas a Okasa - le devolví el empujón fingiendo estar ofendido.
- Eso es difícil de creer - puso los ojos en blanco.
- Aunque lo dudes. - y me aclare la garganta - en fin.. el venir aquí y reabrir la pensión era una forma en que Okasa podría ganar dinero y poder cuidar de nosotros, así que a los once venimos a vivir aquí.
Mire por la ventana dándome cuenta de que, poco a poco, la tarde había ido cayendo, la luz había disminuido y no faltaba mucho para la noche. Quedaríamos a oscuras en pocos minutos.
-Comienzo a creer que no vendrá nadie por nosotros-me dijo dirigiendo la mirada a la ventana. La brisa fresca comenzaba a colarse, trayendo consigo el alivio al calor que había estado dentro del tejaban.
-Hao vendrá pronto - le respondí tratando de mantener el ánimo.
Me gusta pensar que todo se solucionará, tarde o temprano. Pero Anna no parecía creerlo.
-No lo creo - puntualizó - o bueno, no lo sé. Mi teléfono murió hace rato y no sé si recibió el mensaje. Ella suspiró y se frotó los brazos, y su estómago volvió a gruñir
- Te propongo algo, si Hao vuelve antes de la hora de cenar te invito a comer unas hamburguesas.
-¿ y si no?
- Te invito a comer otro día - le dije encogiéndome de hombros
Inclinó la cabeza hacia un lado, el cabello rubio le contorneo las facciones. Me dio un pequeño vuelco el corazón. Sus ojos recorrían los míos, como tratando de leer algún libro de la biblioteca.
- ¿Qué traen ustedes dos? - murmuró
- ¿Dijiste algo?
Guardó silencio un momento, mirándome directo a los ojos, como sopesando algo en su interior. Negó con la cabeza ligeramente y sin dar mucha importancia a sus acciones, se reclinó sobre mi hombro. Ese acto, saco por la borda todo pensamiento lógico que pudiera estructurar mi cabeza con respecto a la pregunta que había formulado, prácticamente como si la hubiera olvidado en ese momento. Había algo en el contacto con ella que hacía que me sintiera como un chiquillo imprudente, un "no sé qué" que sin duda me gustaba sentir. Ella permanecía callada, así que tomé la decisión más audaz: Rodeé mi brazo por sus hombros, a lo que ella correspondió encogiéndose y acomodando su delgado cuerpo junto al mío. Me di cuenta de que tenía los brazos fríos, de algún modo había encontrado como empezar a congelarse ahora que el sol se había ocultado por completo y el tejaban se comenzaba a refrescar.
-¿Sabes? - en un tono dulce - Si tan solo fueras un poco más responsable y menos holgazán, seguro serías el mejor de la clase.
-Dices eso como si fuera algo malo - me reí- yo creo que solo es que no se dan cuenta que tengo mi atención puesta en otra cosa
- ¿Así? - Alzó la vista para mirarme sin despegar su cuerpo del mío. Estaba muy cerca y la tibieza que emanaba era acogedora y relajante, no la quería soltar. -¿Y en qué podrías concentrarte que fuera más importante que tus notas? - Había un dejo de sorna en su voz
-Se me ocurre un par de cosas -me encogí de hombros deslice la mano hasta su cintura
- ¿Cómo cuáles?
- Como tú, por ejemplo.
Incline mi rostro hasta el de ella y con la mano libre sostuve su mentón, siguiendo mis instintos y ese deseo irracional de besarla. Ella no se apartó y cerró los ojos. Podía escuchar sentir mi propio corazón acelerándose. Me quede a unos cuantos milímetros de sus labios, por el simple placer de alargar ese instante y…
