Limbo IV
Ha sido una trágica casualidad, Loghain exigió al hijo de Fergus Cousland. Oren, un niño que habría crecido bajo la protección de Anora; un salvoconducto con Pináculo y una alternativa, por si aquel rumor sobre la incapacidad de la reina de concebir resultaba verdad. Un crío educado por ella para convertirse en un buen rey, un protector de la independencia de Ferelden y enemigo de cualquier intervención orlesiana.
—Según el reporte de Howe, un imbécil de entre sus hombres mató al niño y poco después encontraron a Leonard Cousland malherido en el bosque, tratando de huir.
Kallian asimila la información. La noticia la aturde. Abre la boca, pero la voz queda atrapada en su garganta. Distingue un malsano alivio. Leonard está vivo, sólo que lo está porque todos los demás no. Quizá es que Kallian escuchó tanto de Cousland a través de Nelaros y Anora, que su vida se antoja próxima y su pérdida irremediable. También experimenta miedo e incertidumbre, hay culpa, hay horror, un súbito discernimiento de las dimensiones atroces del crimen: toda una familia está a nada de desaparecer.
—Howe ha adquirido demasiado poder.
—Me gusta mucho menos que a ti, niña —replica el teyrn, malhumorado—, pero necesito a ese "perro rabioso", como lo has llamado, suelto durante un tiempo.
—¿Podréis devolverlo a la jaula?
—Howe no volverá a la jaula —dice de forma significativa. Kallian lo entiende.
Con una honda tristeza, la elfa se da cuenta de que Loghain no contempla la supervivencia, que ni siquiera la desea.
—¿Puedo haceros una sugerencia?
El teyrn arquea una ceja, mirándola fijamente y gesticulando impaciente con la mano.
—Tu falsa docilidad es peor que tu insolencia.
—Le habéis dejado claro al arl que su prisionero es valioso, ¿sí? Condicionad cualquier favor a la vida y el bienestar de Leonard. Para él, ese chico es un obstáculo, mejor que esté muerto. Ahora que perdisteis al crío, este joven es la única esperanza de su linaje.
El humano se reclina sobre la silla, apoyando los brazos en los costados. No la está mirando a ella, sino a un punto distante en la nada. Kallian aguarda, cavilando en lo que está haciendo, preguntándose qué tan desesperada debe estar como para hablar de esto cuando Cailan Theirin se halla no muy lejos planeando batallas que ya ha perdido.
—Tu trabajo, elfa —comienza él, llamando su atención de repente. El general ha optado por cambiar de tema.
—¿Cuál será? —Le tiembla la voz al hablar. Se amontonan las posibilidades en su cabeza y ninguna es menos amarga que la otra. Sin embargo, también le parecen distantes, irrealizables.
—Los Guardas Grises.
—¿Qué?
La voz de Kallian es débil como sus rodillas. Debe sentarse antes de que le fallen. Mira al teyrn, rogando que sus oídos la hayan engañado. Pronto se desengaña. El castigo por su traición llega raudo e implacable.
—Te unirás a ellos. Necesito toda la información sobre su orden y su enemigo y… —La pausa llama su atención. Loghain pasa una de sus grandes manos sobre su rostro con ademán fatigado—. Lo que estoy a punto de decirte es extremadamente delicado.
—¿Más delicado? —inquiere ella, molesta.
—Mucho más delicado —gruñe el general. Suspira, cierra los ojos un momento—. El chico… El guarda más joven, ¿no te parece familiar?
—¿Alistair?
—Es medio hermano de nuestro actual rey. Alistair, el guarda gris, es el hijo bastardo de Maric Theirin.
La sonrisa de Cailan es un milagro.
—¿Por qué la cara larga, querida?
—Veo cómo mi marido cabalga hacia la guerra, ¿cuál debería ser mi cara?
Cailan da vuelta al caballo. Su armadura recién pulida es un alarde, una visión. Todas las damas giran la cabeza hacia él. Cailan es una estrella, la más brillante de todas. Un sol.
—Estás viendo a tu marido cabalgar hacia una victoria memorable, hacia la gloria y hacia la historia.
Y sonríe, como si cualquier cosa.
—Pediré a Andraste por tu regreso.
—Entonces es seguro que estaré de vuelta pronto —responde. El cabello ondea detrás de él, lo mismo que su capa. Está tan guapo—. No te preocupes demasiado, reina mía.
—Deja de jugar —le pide. Está en las escaleras, aguardando la partida de su rey junto a otros miembros de la corte—. Sé valiente y sabio, nunca imprudente.
La sonrisa de Cailan es un milagro, Anora piensa que puede hacerle creer en cualquier cosa. Cualquiera.
El rey baja del caballo y ágilmente recorre el camino hasta ella. La abraza muy fuerte. Anora debe encontrar la forma de rodearlo con sus brazos, sin saber de dónde sostenerse entre todo ese metal. Detrás de ellos, susurros y suspiros. Menuda escena la que están dando.
—Te amo, Anora —le dice al oído. Le da un beso, breve y dulce, más dulce que ningún otro. Sonríe sobre sus labios—. Te amo.
La sonrisa de Cailan es un milagro, puede hacerla creer en cualquier cosa. Esos "te amo" saben a verdad, dulces y breves como su beso.
—Y yo a ti, mi tonto rey —dice con un susurro, acunando el rostro.
La sonrisa de Cailan es un milagro y obra otros tantos: Anora ama a Cailan.
—Cuídate. Prométeme que no vas a darte nunca por vencida. Ferelden te necesita.
—Cailan, el que está yendo a la guerra eres tú.
Él sacude la cabeza lentamente, sonriendo de una manera enigmática. El corazón se le encoge, pero ella no sabe por qué. Cailan no le da mucho tiempo de meditarlo, la envuelve en otro abrazo e imprime más tiernos besos en sus labios. Finalmente, la suelta y corre al caballo, despreocupado y quizá emocionado.
—¡Hasta pronto, reina mía!
—Vuelve sano y salvo, querido.
La sonrisa enigmática de Cailan resplandece bajo el sol. Anora le pide un último milagro.
Se masajea las sienes. Suspira. Apoya las manos sobre sus rodillas, juntando fuerza para enderezarse. Está ansiosa por ver llegar el final de esta noche.
—Abandonareis la batalla. Cailan, los Guardas Grises y la mitad del ejército mueren. —Kallian siente ganas de vomitar cuando termina de decirlo. Daveth, Amell, Duncan…—. ¿Cómo se supone que rescataré al príncipe bastardo siendo otra de los guardas grises que irán al frente de la batalla?
—No irás, serás asignada a otra tarea, junto al hijo de Maric.
—¿Vais a encargaros de eso? —pregunta con cierta brusquedad.
—Intervendré, si no hay otra opción. Es probable que sea innecesario. Cailan sabe que su medio hermano es un guarda gris, ya lo ha visto, y no planea dejarlo entrar al valle con el resto de los guardas, lo ha insinuado. El cabo suelto eres tú, pero no creo que lo deje marchar solo. Eres una manipuladora nata, niña. Seguro puedes encargarte de meterle la idea al rey o al comandante de los guardas de que tienes que ir con Alistair.
—¿Y si ninguno de nosotros dos logra convencer a Cailan?
—Pensabas desertar de cualquier forma. Escapa y cuídalo de lejos por un tiempo. Aléjalo de la batalla, mantenlo ocupado hasta que yo contacte contigo para darte instrucciones.
—Si lo que queréis es mantenerlo a salvo, lo más sencillo es raptarlo ahora.
—Para su rescate sí, pero para el resto de mi plan no. —Loghain hace una mueca—. Llamaría la atención de los guardas, de Cailan, puede ser que hasta de Eamon, no dudo que ya tenga espías en el campamento. Cualquier variación en el plan generaría consecuencias que no he previsto. Tengo que decírtelo, salvar a Alistair no es mi prioridad. Te lo he encargado porque confío en tus habilidades y porque entregar a los dos hijos de Maric en la misma batalla…
El humano calla, apartando un momento la mirada. Kallian casi siente pena por él.
—¿Es un capricho, entonces? —Kallian pregunta en voz muy baja—. Es vuestra conciencia culpable…
—El muchacho tiene alguna utilidad, aunque también es posible que resulte un obstáculo. De cualquier manera, mientras esté en tus manos no será problema. —Quiere que lo asesine, que cuide de él, pero que lo asesine si la amenaza de su sangre Theirin pesa más que el cargo de conciencia que le provoca—. Sin embargo, tu utilidad trasciende la de Alistair. Te necesito viva. Si tu comandante tiene razón, la ruina exigirá a un guarda gris, pero no voy a fiarme de ninguno de ellos. Más tarde, cuidarás de la corona de Anora.
Kallian se queda callada. Tiene una sensación desagradable en el pecho, un peso que le dificulta respirar.
«Solo di que no, que prefieres morir en el valle, junto a los Guardas Grises, Kallian. No tienes que hacerlo. No te hundas más, no accedas, no te pierdas para siempre, ¿quién va a encontrarte si eliges este sendero?».
—Cuando esto haya acabado, tu familia tendrá un hogar en las Tierras Interiores, te doy mi palabra. Incluso… si tenemos suerte y nada obstaculiza nuestro camino, podría concederles el arlingo de Amaranthine.
—¿Es una broma? —La propuesta es tan alocada que la irrita—. Es ridículo, ningún elfo ha gobernado un arlingo jamás.
—Cuando hayamos acabado —repite el teyrn, muy serio—, será una Ferelden diferente. Mejor. Tú habrás ayudado a construirla, mereces una recompensa. ¿No quieres el arlingo porque es problemático? Bien, se arreglará una forma de mantener a tu familia a salvo y cómoda. No volverán a padecer. La recompensa para ti es el bienestar de tu familia, no permanecer al lado de mi hija. Ella te odiará cuando esto termine.
La elfa baja la mirada, queriendo esconderse de Loghain Mac Tir porque odia la idea de que él la vea llorar. Está recordando a Shianni, temblorosa y aterrada entre sus brazos. Tenía una mirada ausente la última vez, el brillo de su alegría desterrado de sus ojos, otrora llenos de vida. No quiere ni imaginar lo triste que ha debido estar la elfería desde entonces.
Soris, se lamenta, sintiendo ganas de golpear algo, de gritar. Soris, su pequeño y travieso primo, su amigo, su compañero de aventuras, su protector. Ni siquiera volteó a verla una última vez antes de que partiera. Kallian no supo cómo rescatarlo, Kallian llora todas las noches pensando que debe seguir allí, hundido, atrapado en la mansión del arl. Solo y asustado, incapaz de pedir ayuda.
Y Cyrion. Dulce Andraste, Cyrion Tabris. El calor de su último abrazo se ha disipado del todo. El solo recuerdo de las lágrimas contenidas de su padre cuando ella dijo adiós basta para robarle toda la fuerza. Kallian solloza. El rostro cansado de su padre aquella mañana… Daría cualquier cosa por abrazarlo una última vez. Daría cualquier cosa por poder regresar en el tiempo y convertirse en una persona distinta, impedir que su padre tenga que usar ese gesto de preocupación. Cyrion Tabris merecía una hija mejor.
«Tu padre me suplicó ayuda».
Luchó tanto por ella. Ha sacrificado tanto…
—¿Cómo se supone que escape con el guarda? ¿Cuál es la tarea que Cailan le tiene preparada? Dudo que Alistair acepte ir a tomar la siesta mientras Duncan y el resto de los guardas pelean en el valle.
—Yo mismo me encargué de sugerirle al rey la tarea que pondrá a salvo a su medio hermano —responde. Kallian fija la mirada, secándose los ojos con los dedos—. Vais a subir a la torre y encenderéis la luz. Cailan cree que será la señal para que el resto del ejército entre.
—¿Qué es en realidad?
—La señal de retirada.
Kallian sufre otro golpe de lágrimas. Cierra los párpados, sacudiendo la cabeza muy ligeramente.
—Entiendo que queríais a Cailan muerto, pero dejaréis morir con él a muchos hombres… y a los guardas. Duncan dice que hay un archidemonio…
—Ese hombre dice muchas cosas —le interrumpe—. En cualquier caso, por eso estás aquí.
Kallian permanece callada varios segundos, pensativa.
—Es parte de vuestro plan —dice, como dándose cuenta de algo—. Diezmar el poder del ejército, del bannorn, para poder maniobrar a vuestro antojo.
Loghain Mac Tir permanece callado y entonces ella no necesita de esa respuesta.
—En todo caso, de ser cierta la teoría de una Ruina, sería imposible terminarla aquí. No tenemos la información necesaria para diseñar una buena estrategia, ni hablar de números. Si esta es realmente una Ruina —insiste—, lo único que podemos hacer aquí en Ostagar en ralentizar su avance.
Pareciera que el teyrn quiere agregar algo, pero titubea y gruñe. Hay un pensamiento que lo molesta.
—¿Qué es? —inquiere con cautela.
—A veces… tengo la sensación de que Cailan lo sabe, que detrás de ese estúpido optimismo suyo, él sabe.
Kallian asiente con el ceño fruncido.
—Si confía en las palabras de Duncan, tiene sentido que el rey pretenda atacar ahora, con toda la fuerza posible, esperando diezmar las fuerzas del enemigo. Y, si su optimismo sirve de algo, será para mantener la moral alta. Lo que no tiene ningún sentido es su decisión de ir al frente sabiendo que perderá, que su reino podría necesitarlo para continuar enfrentando la Ruina.
Loghain Mac Tir le da la razón con un leve movimiento de su cabeza y su mano, pero parece negarse a ahondar más en el tema.
—No os gusta ese pensamiento. —El teyrn golpetea los brazos de su silla con los dedos, reclinándose un poco más—. Porque entonces Cailan no es un completo idiota ni un completo traidor.
—Estás disfrutando esto, ¿no es así, elfa?
—Para nada, mi señor. Solo que creo que las víctimas de este plan merecen que contemplemos toda la verdad y la verdad es que no estamos seguros. La verdad es que todo es una especulación, a menos que confrontemos al rey, y que al único que podemos acusar de traición con pruebas —Kallian coge la carta de Eamon Guerrin que ha dejado sobre la mesa y la agita— es el único que actualmente no está aquí.
Hay un lapso de silencio. Kallian retrocede, apretujando el documento que antes ha enarbolado contra el teyrn.
—Odio a Cailan Theirin y sé que si sobrevive el arl Eamon conseguirá lo que realmente quiere: tener control absoluto sobre el rey. Me repugna que Cailan haya podido salirse con la suya durante su matrimonio, cuando Anora renunció a todo… Sé que Cailan no va a salvar a Ferelden, ni en Ostagar ni en ninguna otra batalla. Sé que no es capaz. Y como a vos, me aterra pensar que él puede saberlo también. Me aterra que él también sienta repugnancia de sí mismo por haberse salido con la suya, que sepa que no puede salvar el reino, que ha fallado, porque entonces no es la persona horrible que yo creo y mi justificación para lo que estoy haciendo aquí no le sirve a mi consciencia… Lo que quiero decir es que, esto es traición, pero sabemos que debe hacerse. Si Cailan no es el terrible estúpido que nosotros creemos, entonces él también ha aceptado que su sacrificio es inevitable.
La elfa se pone de pie y contempla al humano de frente.
—Quizá Cailan sepa que no debe regresar a Denerim, por el bien de Anora y el del reino que Maric Theirin una vez rescató.
—¿Cuál es tu estación favorita, Kallian?
Flynn la observa. Pocos entre los elfos pueden decir que alguna vez hayan mirado a Kallian hacia abajo. Se pregunta si alguna vez él será tan alto, ojalá que sí.
—Invierno —le responde ella tras alzar la cara al cielo. Está sonriendo. Algunos copos de nieve le han caído sobre el cabello.
Una ráfaga de viento helado los despeina a ambos. Flynn se arrebuja en su abrigo y ella le tiende la mano.
—¿Por qué? —inquiere cuando ella echa a correr, cogiéndole de la mano con fuerza.
Sus pies se hunden en el lodo y le cuesta avanzar al mismo ritmo. Kallian desacelera y lo guía paso a paso sobre las partes más firmes y las rocas. Al final, opta por ofrecer su espalda como medio de transporte y de esa manera terminan el trayecto hasta la casa de los Tabris. De pie frente a la puerta, Flynn siente la emoción como una cosa graciosa en el estómago.
Satinalia hasta el día de hoy no había sido un día especial en ningún sentido, si mamá estaba en casa y papá no, era lo que Flynn consideraría un buen día. Pero Shianni lo ha invitado a celebrar este año con ellos, prometiendo regalos, además.
—No estoy segura —responde mientras aguardan a que se abra la puerta. Kallian se balancea, distraída, sobre la punta de los pies—. Tal vez porque me trae buenos recuerdos. ¿Cuál es la tuya?
—Verano —dice con toda seguridad.
—¿Sí? —Kallian hace una mueca—. ¿Por qué?
Se escuchan pasos del otro lado de la madera, que cruje cuando la puerta empieza a abrirse.
—Un verano las conocí —explica un tanto descuidado, ingresando con una sonrisa nerviosa. El primero en recibirlo es el padre de Kallian, Cyrion—. A ti y a Shianni, ¿no te acuerdas?
—Sí —responde con voz débil.
Hay fuego en la chimenea y un aroma que complace a la nariz. Le entrega a Shianni la hogaza de pan que él mismo ha comprado con sus ahorros y ella se lo agradece con una sonrisa dulce. Soris le revuelve el cabello y bromea sobre el aspecto gracioso que le da su nariz enrojecida. El otro muchacho, un rubio, Flynn sospecha, debe ser Nelaros, el elfo con quien Kallian va a casarse.
Se mantiene lejos de él, pero termina por notar las miradas poco amigables que Flynn le dedica. Nelaros se acerca a él a partir de ese momento y para el horror del niño, resulta ser una persona agradable.
—Kallian nunca se irá contigo a Pináculo —suelta en algún momento, cuando siente que está cediendo demasiado y que ese elfo casi le simpatiza.
—Ni soñaría con eso —le responde el otro, sonriendo.
Los ojos de Flynn se abren mucho cuando entiende: Nelaros no va a romper su nueva familia.
—Gracias —suspira, esforzándose por no llorar.
Es el mejor regalo de Satinalia que hubiera podido desear.
Con la carta en mano, Kallian sale de la tienda. Mira a su alrededor mientras se cubre la cabeza con la capucha de la capa. Ya es de madrugada. Echa un vistazo al cielo, donde las espesas nubes siguen transitando. Guarda la carta del arl Eamon entre su ropa, ella misma se ha ofrecido a entregarla. Quien la abrió no fue lo suficientemente cuidadoso y hay que dejarla en óptimas condiciones antes de ponerla en manos de Cailan. No es la primera vez que hace algo como esto.
En el camino se topa con Ser Cauthrien. Saluda con naturalidad, aunque la mujer no puede verle el rostro. Su confusión le da tiempo para huir hacia las sombras. No está segura de cuál sea exactamente el papel o la confianza que el teyrn ha depositado en la humana, es mejor no desvelar su presencia tan cerca de la tienda del general Mac Tir.
La carpa que comparte con los otros reclutas aparece ante ella después de lo que le ha parecido una eternidad de deambular por Ostagar. La culpa es un puñal que tiene clavado en las entrañas y que continúa hundiéndose en su carne. Los ojos le arden de repente.
Avanza muy despacio e intenta fingir que su vista no se ha nublado a causa de las lágrimas. En la oscuridad es más o menos sencillo fingirlo. Está exhausta, la espalda la está matando y en las sienes le pulsa un intenso malestar. Quiere descansar, poner la cabeza en el catre y dormir hasta que todo esto haya acabado, pero ralentiza otro poco el ritmo de sus pasos. Amell y Daveth estarán allá, conversando o apostando dinero que no tienen en juegos de cartas. ¿Cómo Kallian podría aspirar a dormir cuando comparte la tienda con aquellos a quienes está entregando?
Se dice que es mejor irse haciendo a la idea de no dormir, esta noche o ninguna otra.
—Buenas noches, Kallian.
—Buenas noches, Alistair.
El joven ha salido de la tienda de Duncan y camina en dirección al riachuelo.
—Es un buen momento para tomar un baño —dice, alzando los enseres que lleva en ambas manos.
—Supongo que sí, si te gusta congelarte —replica, mirando un momento hacia el cielo encapotado—. Pero mañana lloverá, hubieras podido aprovechar.
Alistair ríe y ella sonríe sin muchas ganas, demasiado amargada por todo lo ocurrido esta noche como para continuar bromeando con él.
El hijo de Maric Theirin, recuerda. El muchacho al que hay que salvar. La redención del teyrn ante Maric y (quién sabe) ante todo Ferelden. Entregará a uno de sus hijos con la esperanza de convertir al otro en rey. También es una forma de asegurar el éxito en el peor de los casos; si Alistair fuera menos dócil de lo que aparenta o, en definitiva, un obstáculo, Loghain Mac Tir podría mantenerlo al margen, impedir que alguien más lo encuentre y lo use para debilitar el poder de Anora.
«O asesinarlo, más vale que te vayas haciendo a la idea».
—¿Cómo te sientes? —pregunta él, sacándola de sus pensamientos.
—¿Eh?
—¿Te sientes bien? ¿Estás mejor?
—Yo… sí, sí. Gracias.
—Me alegra —dice él, aunque es obvio que no lo ha convencido.
La sonrisa del chico pierde fuerza. Kallian se despide y él continúa avanzando hacia el río. Dentro de la tienda, Daveth ya se ha dormido y Theodore lee sobre su catre, a la luz de una vela moribunda.
—¿Dónde estuviste toda la tarde? Te perdiste de la paliza que le dieron a Daveth. —Amell no ha quitado la vista de sus pergaminos—. Duncan los encontró, a un guarda y a él, arrastrándose en el polvo y los ha mandado por leña y luego directo a la cama sin cenar —se mofa, finalmente levantando la vista—. Por las bragas de Andraste, querida, te ves espantosa.
—Siempre me veo así —responde con aire ausente.
—Bueno, ahora que lo mencionas… —dice el mago, punzándola. Se ríe hasta que se da cuenta de que su compañera recluta está más taciturna de lo habitual.
Kallian no sabe qué fuerza está usando para no decirle, suplicarle, que deje el campamento, que corra hacia el norte, que vaya por la chica elfa del Círculo y que escape, que no vuelva, que no mire atrás.
—Theodore, ¿estás seguro de convertirte en guarda?
No ha sido fácil convencerla, pero finalmente está sentada junto a un árbol mientras él se encarga de preparar la compresa caliente. Además del agua que va a necesitar para empapar el paño, ha puesto al fuego una infusión para aliviar el dolor. El aroma le recuerda aquellos días en la torre, el vapor que ascendía hasta el techo, la habitación cálida mientras la luz del atardecer se colaba al interior por las ventanas
—¿Por qué sabes tanto de esto?
—Soy mago, sé muchas cosas —responde, sonriendo de medio lado. La elfa rueda los ojos y los cierra. Theo quita el agua del fuego. Vierte una cantidad dentro del cuenco con el paño—. Vivimos encerrados. Juntos. No son cosas extrañas para mí. Neria se negaba a encerrarse durante estos días, así que se las apañaba y aprendimos de ella.
—¿Aprendieron?
—Jowan y yo —dice, componiendo un mohín.
—¿Por qué siempre pones esa cara cuando hablas de ese Jowan?
Theo no responde de inmediato. Se ocupa de la compresa y, al tenerla lista, le indica a Kallian cómo usarla.
—Sobre tu vientre, así —le explica.
Para sorpresa suya, le permite acercarse lo suficiente para colocarla en su lugar, aunque aparta la vista todo el tiempo, ligeramente sonrojada. Theo se incorpora y vuelve a la hoguera donde todavía hierve la infusión para el dolor.
—Hagamos un intercambio. Yo te digo qué pasó con Jowan y tú me dices por qué la reina permitió que los guardas grises se llevaran a la elfa acusada de asesinar a un arl. Es decir, hizo un par de preguntas, pero apenas opuso alguna resistencia.
Kallian, que había cerrado los ojos, vuelve a abrirlos y lo contempla extrañada.
—¿Qué? ¿Hablasteis con la reina?
—Sí. —Theo se encoge de hombros—. Primero fuimos a donde la guardia de la ciudad, pero ninguno quiso involucrarse. No es de extrañar —dice pensativo, llenando un cuenco hasta los topes para luego pasárselo a Kallian—. Nadie quería ser el responsable de liberar a quien mató al hijo del arl. Ahora que lo pienso, es incluso raro que la reina nos haya atendido tan pronto. ¿Pero sabes qué es lo más curioso? La manera en que se te nublan los ojos cuando la menciono.
Kallian se lleva los dedos a la comisura de los ojos, queriendo limpiar lágrimas que todavía no ha derramado.
—Ella ya no importa —susurra la elfa—. Fui su sirvienta, la conozco desde que era una niña.
—No es tan difícil compartir, ¿eh? —Theo ríe un momento antes de sentir de nuevo un vacío en el estómago que lo hace guardar silencio.
—¿Quién es Jowan?
—¿Sabes cómo es la torre? —Pregunta de manera retórica—. Es casi lo mismo que un orfanato, la gente allá adentro se convierte en tu familia. Algunos te agradan, otros no. ¿Tienes hermanos?
—No, pero vivía con mis primos.
—¿Quién era tu favorito?
—No tengo favoritos, los amo por igual.
—Seguro, pero siempre hay uno al que se está más apegado. No quiere decir que a los otros los quieras menos, solo que uno en especial te entiende mejor que nadie.
—Soris, su nombre es Soris. —Le parece que Kallian se atraganta con las palabras.
—Bueno, Jowan era Soris para mí. Crecí con él. Él me protegió y yo a él. Jowan era mi hermano, a quien podía confiarle cualquier cosa y quien confiaría incondicionalmente en mí también. Solo que no lo hizo.
—¿Estás seguro de que él sabía que podía confiar incondicionalmente en ti?
Theodore alza ambas cejas y mira a la elfa directamente a los ojos.
—Supongo que no. —Theo siente que se le parte el corazón. Empuja las gafas sobre su nariz, queriendo hacer algo con las manos y distraer la mirada al mismo tiempo—. Creo que le fallé antes de que él me fallara a mí … y eso no me deja dormir por las noches.
Hay un largo silencio entre los dos. Desde el campamento se escucha el agua del río escurriendo por las rocas. Ha empezado a anochecer. El mago se pone de pie y se acerca a Kallian para recoger el cuenco en el que le ha servido el té, a falta de vasos.
—No eres una mala persona.
—¿No?
—He visto a las malas personas, Amell. Sonríen cuando han acabado sus malas obras.
—Si yo hubiera sabido… si yo me hubiera dado cuenta… Jowan tenía que saber que yo hubiera muerto por protegerlo.
Kallian lo observa desde abajo y sonríe con tristeza.
—Quizá lo sabía, tan seguro estaba de lo que harías por él que trató de mantenerte al margen, a salvo.
Theo abre mucho los ojos, traga en seco y respira con dificultad. El nudo en la garganta lo deja mudo unos instantes.
—A veces los estúpidos hacemos cosas muy estúpidas para mantener a salvo a quienes queremos —le habla cuando ha dado media vuelta.
—Yo haré la guardia esta noche. Cierra los ojos ya, niño —se mofa, aunque le cuesta horrores formar la sonrisa ácida con que se despide de Kallian para adentrar en el bosque—. Bueno, la situación actual demuestra que no eres un niño después de todo —ríe—. Yo me encargo de avisar a Duncan.
