Marinette había pedido unos días de descanso aludiendo a qué se sentía mal y sus compañeros de trabajo la secundaron como ayuda para que la jefa le diera el permiso, ella estaba hecha bolita en su cama cuando la puerta se abrió.
—A ver, niña,—Alya había entrado, tenía un juego de llaves para ocasiones como estas—no puedes estar todo el día hecha bolita en tu cama.
Marinette no respondió, estaba tapada hasta la cabeza y sólo se podía oír leves sollozos y de vez en cuando sorbía su nariz.
—Mari...—la morena se sentó a su lado y tocó lo que creyó que era su hombro y susurró despacio su nombre—Mari... Marinette... Vamos, levántate.
—No quiero,—dijo la azabache con voz dolida—no quiero nada, sólo quiero llorar.
—No puedes llorar eternamente.—contestó su amiga.
—¡Sí puedo!—dijo obstinada—¡Y lo haré!
—Niña, te estás ahogando en un vaso con agua.—Ella no sabía qué había pasado entre Marinette y Félix como para saber cómo ayudar.
—¡Es que no entiendes!—Marinette por fin salió de su burbuja protectora y la miró con ojos rojos e hinchados, aún habían lágrimas que caían en sus mejillas.
—Sí, no entiendo,—Alya le paso una cajita de pañuelos—nunca me dijiste que estabas con él, hasta...—recordar ese día le daba mal sabor de boca—Hasta que un día simplemente cambiaste de departamento sin despedirte y tuve que buscarte como loca por todos lados.
—Perdón por eso...—Marinette sonó su nariz con el pañuelo—No quería asustarte.
—Está bien, ya quedó en el pasado,—le dio palmaditas—pero no lo vuelvas a hacer jamás, nunca, ninja jamás en la vida.—ella la miraba muy seria.
—Jamás, promesa.
—Bien, entonces, ¿qué pasó?
—Él fue a la cafetería anteayer...
—¿Hizo una escena?
—No... No ese tipo de persona... Sólo... Quería hablar porque yo no respondía sus llamadas.
—¿Entonces?
—Entonces, yo... Yo... No pude...
—¿Qué no pudiste?
—Decirle todo lo que quería decirle.—las lágrimas fluyeron nuevamente por sus mejillas—No pude pedir perdón y él... No sé, no sé...
—Está bien, habla con él nuevamente,—Alya acarició sus cabellos—llámalo y pídele hablar, solos, sin nadie más, en la comidas de la privacidad.
—No puedo...
—¿Por qué?
—Porque él no quiere,—ella arqueó la ceja como pregunta—lo sé, lo vi en sus ojos, vi el momento en el que él se dio por vencido.
—No lo sabes, niña, quizás sólo... Sólo es una manera de protegerse, no tener esperanzas para... No sufrir de nuevo...
—Él quiere que hable con su mamá y le diga que terminamos.
—Y tú no quieres.
—No quiero, pero debo, pero no quiero.
Alya suspiró.—Llámalo, hazlo y habla con él, deben hablar, sincerarse y solucionar las cosas.
Marinette abrazo sus pantorrillas y hundió su cabeza en sus rodillas.
—No creí jamás que diría esto,—dijo incrédula Alya—pero te ama, si?—Marinette la miró—Tú lo amas, él te ama, ugh, no entiendo la pelea, pero hagan algo ya, la telenovela no es tan buena luego de 200 capítulos, sabes?
Marinette rio.—No sé si pueda hablar con él ahora...
—Entonces prepárate y luego ataca.—Alya levantó un puño como manera de animarla.
—Trataré...—suspiró Marinette.
[...]
Adrien caminaba por los pasillos de la empresa dirigiéndose a la oficina habitual a la hora del almuerzo, ayer Félix había llegado cansado, más psicológicamente que físicamente, por lo que supuso que habló con cierta azabache que lo enloquecía y no había salido bien, tenía que animarlo de alguna manera, golpeó la puerta tres veces y esperó a que lo dejarán entrar.
—Adelante.—sonó amortiguado, Adrien abrió la puerta y caminó hasta quedar frente a Félix—¿Qué haces aquí, Adrien?
Adrien mostró una bolsa con el almuerzo.—Es hora de almorzar.
—No tengo hambre.—contestó Félix y continuó escribiendo en su laptop.
—Sí, claro, ¿desayunaste?—Félix no respondió y Adrien suspiró—¿Quieres que te de anemia?
—Vete, Adrien.—siseó el británico—Tengo mucho que hacer antes de irme, déjame en paz.
—Aún no entiendo por qué te vas...—Adrien arrastró un silla, para molestar a Félix, y se sentó frente a él—¿Es esta una manera de huir de todo, de huir de ella?
Félix exhalo con cansancio y cerró su laptop.—¿No tienes cosas más importantes qué hacer, Adrien?
—Ver cómo está mi primo favorito es muy importante.
—Soy tu único primo.
—Por eso mismo.—Adrien sonrió y luego se puso serio—Es en serio, Félix.—él sacó los dos táperes y le entregó uno a su primo con una cuchara.—Estaban tan bien... ¿Qué pasó?
Félix pasó una mano por su cara y no contestó, abrió el táper y comenzó a comer.
—¿No hablaste con ella hace...dos días?
—Lo hice.
—¿Y?
—Y nada pasó.
—¿Cómo así?—Adrien probó un poco de su comida.
—No lo sé, ella... Parecía querer decir algo, pero no dijo nada y yo, francamente ya no puedo... Ya no.
Adrien veía como el rostro de Félix era de completo dolor y le dolía verlo así.
—Quizás era porque habían más personas... No debiste ir a la cafetería.
—Si iba su departamento iba a terminar cerrándome la puerta en la nariz y no hubiéramos hablado, fue... una decisión necesaria.
—Bien, entonces, ¿por qué no hablan otra vez? Está vez en privado, sin nadie más alrededor.
—No creo que quiera hablarme...
—No lo sabrás hasta que le escribas,—Adrien tomó el teléfono de Félix que no estaba muy lejos y entró a los mensajes, vio que ni siquiera había leído el mensaje que le había mandado hace dos días—Deberías leer los mensajes que otros te mandan.
—¡Dame eso!—Félix extendió su brazo para tomar de regreso su teléfono pero no lo logró—No tienes que ver nada, ¡dámelo!
—¿Qué escondes, Félix?—se burló el modelo.
—¡Nada, sólo dámelo!
Ambos se levantaron y Félix persiguió a Adrien para recuperar su teléfono mientras el otro escribía quién sabe qué.
—Vamos a vernos...—dijo Adrien escribiendo—Te extraño... Mucho...
—¡No te atrevas a enviar eso, Adrien!—Félix encerró a su primo en la pared y le quitó el teléfono—Si le enviaste eso, te juro que te quitaré esa estúpida sonrisa y-
El teléfono sonó y asustó tanto a Félix que lo lanzó lejos de él como si le quemará.
—De nada,—dijo Adrien—yo que tú voy a ver que contestó...
Felizmente su teléfono había caído en su mueble y no se había roto, Félix lo tomó y lo leyó, felizmente (x2) Adrien sólo había escrito "Necesitamos hablar" y "En privado", la respuesta de Marinette había sido "¿Cuándo?" y Félix no sabía qué responder.
—Dice: ¿cuándo?
—Bien pues... Dile cuándo. No espera,—Adrien lo detuvo de hacer una estupidez—mejor sentémonos.—Ambos se sentaron en el mueble y Adrien pasó una mano por su cabello y lo despeinó—¿Qué te parece mañana?
—No puedo, tengo una reunión...
—¿Y pasado?
—Eh... No-
—No me digas que no puedes, Félix. Será pasado mañana y punto. De nada.—Le devolvió su teléfono y sonrió victorioso.
Félix suspiró y sintió como si la boca del estómago le ardiera.
—Se llama ansiedad, te pasará,—dijo el modelo como si leyera su mente—ven, terminemos de comer.
Ambos regresaron a sus comidas olvidadas y Félix agradecía tener un día para idear diferentes tipos de respuestas.
