Capítulo 59.- "Persecución" | Narración IX "Neji"

—¡No!

Mis brazos estaban atrapados entre las manos de dos hombres con máscara de dragón; también mis tobillos fueron aprisionados por otros miembros de la secta. Mi cuerpo no podía moverse.

El anciano, a quien imaginé era el líder del grupo, se paró frente a mí y sujetó mi rostro con mucha fuerza. Una gran sonrisa maligna se le dibujó en los labios dejándome observar a detalle su cara llena de arrugas y manchas marrones.

—Este par de ojos son los adecuados, los que tanto hemos buscado —dijo en un tono calmado y casi en un susurro. Cerró los ojos y respiró hondo, luego miró detrás de sí al dragón de Koshi—. Mi señor, he aquí el regalo que tanto ha esperado para el día de la venganza.

—¿Por qué? —pregunté— ¿por qué quieres ayudar a un monstruo? No lo entiendo, no voy a entenderlo.

—El gran Dragón de Koshi es el dios de esta tierra, el amo y señor de las naciones. Con el derramamiento de la sangre de los pecadores, la tierra será purificada. Siéntete honrada de ser de utilidad a mi señor.

—Él no es mi dios —dije, el anciano cambió su mirada tensando sus cejas—, es solo una lagartija gigante con complejo de inferioridad por haber perdido ante Indra.

El dragón rugió ferozmente, luego el anciano me abofeteó tan fuerte ocasionando que se me formaran lágrimas y me ardiera la mejilla.

—Cierra la boca, pecadora. No blasfemes el nombre del gran dragón.

De la manga de su túnica sacó un objeto peculiar con forma puntiaguda y me volvió a agarrar la cara, esta vez sujetó mi mentón. Sentí que otras manos tomaban mi cabeza con fuerza para evitar que se moviera. Supe lo que se vendría y el corazón comenzó a martillar abrumadoramente por el miedo.

Quise patalear, liberar mis brazos y no lograba hacer nada. El anciano abrió mi ojo derecho y aproximó el instrumento punzo cortante. Mi sharingan estaba activado, pero no lograba hacer uso de él, era como si estuviera siendo controlado. Entonces traté de descargar una corriente eléctrica de chakra de mi cuerpo, pero antes de que lo consiguiera, uno de los hombres que mantenía sus manos sobre mi cabeza, cayó al piso; luego otro, y otro. El anciano dio un salto hacia atrás cuando el próximo ataque se dirigía hacia él.

No supe cuándo sucedió, solo sé que de repente alguien me había tomado entre sus brazos y me alejó unos metros del dragón, sacándome del círculo de hombres enmascarados. Todos estaban preparados para atacar y el dragón no sería la excepción.

Movió una de sus colas y la estampó contra nosotros, pero de nueva cuenta me arrastraron hasta otro punto y allí pude ver al hombre que me había salvado. Se levantó firme y miró con determinación hacia el frente, yo continuaba de rodillas detrás de él.

Jamás lo había visto, o tal vez no lo recordaba, pero por su uniforme supe que se trataba de un miembro del ejército.

Una gran sombra se extendió en el suelo atrapando a los enmascarados y después una ráfaga de kunáis cayeron desde el cielo clavándose en algunos miembros de la secta aprovechando que estaban inmóviles debido al jutsu.

—¡Bien hecho, Shikamaru! —gritó el hombre que me rescató.

—¡Aléjate con el niño! —Le respondió.

—Es el papá de Shikadai.

Dije al ver al hombre parado a lo lejos sobre la rama de un árbol, luego dirigí la vista hacia el que estaba frente a mí, el me vio por escasos momentos y sonrió, allí noté sus cejas súper densas.

—Vámonos. —Me dijo.

Me cargó en su espalda y corrió a una velocidad impresionante. Aferré mis brazos a su cuello porqué pensé que me caería.

—¡No permitan que escape! —ordenó el anciano.

—¡A la derecha! —mencionó el señor de cejas gruesas al tiempo que corría en esa dirección— ¡A la izquierda! —se movió hacia el otro lado— ¡Arriba! —Dio un gran salto hasta subir a una rama.

—¿No es mejor si evita decir hacia dónde va a moverse? ¡Nos van a atrapar! —comenté temerosa de que nos alcanzaran, solo pude oír cómo reía fuertemente, era un hombre extraño.

—Sí, lo siento, es la costumbre... o tal vez son los nervios. Jamás me había perseguido un gran dragón.

Vi que un numeroso grupo de la secta casi nos pisaba los talones; de pronto un látigo negro se extendió y atrapó la pierna derecha del militar.

—¡Te tengo!

—¡Señor! —exclamé al sentir cómo el látigo nos jaló hacia atrás, aunque de pronto una criatura oscura cortó la conexión de una mordida. Miré hacia arriba al gran ave de tinta que sobrevolaba, y encima de esta noté al papá de Inojin sosteniendo un pincel— ¡El sargento Sai!

El ave descendió a nuestra altura, y el señor cejas me subió a un lado del sargento.

—Irás con él.

—Saki —volteé con el padre de mi amigo—, agárrate fuerte, porque el dragón sin duda volará para alcanzarnos.

Asentí con mi cabeza.

—Lee —miró al militar—, suerte.

El señor cejas alzó su pulgar. Luego subimos hasta quedar por encima de las copas de los árboles.

El viento pegaba en mi cara. Me agarré de las plumas falsas del ave de tinta, temerosa de que fueran a estallar. Pero el sargento Sai tenía un perfecto control de su chakra, con solo ver la rapidez con que hacía sus dibujos para ahuyentar enemigos y al mismo tiempo maniobrar el vuelo, admiré su capacidad de lucha.

—Wow... Todos son fantásticos. —susurré emocionada; eran expertos militares en combate y de alguna forma, aunque nuestra vida estuviera en riesgo, era un privilegio poder verlo.

El aire cambió su curso cuando tal como lo mencionó el señor Sai, el dragón volaba detrás de nosotros. Era tan inmenso que dudé que pudiéramos escapar de él. Lanzó una fuerte llamarada que apenas logramos esquivar.

—¡Sujétate! ¡Vamos en picada!

El ave de tinta bajó a gran velocidad y yo me estaba resbalando. Aunque puse toda la fuerza en sostenerme, las piernas se me deslizaron llevándome hacia el abismo, pero la mano del sargento me agarró de la muñeca antes de la inminente caída. Mi cuerpo quedó colgando hacia el precipicio.

El sargento trató de salvarme de una caída mortal y por sus gestos noté lo mucho que se esforzaba por subirme de regreso al ave. No obstante, el tener que maniobrar el ave, así como equilibrar su propio peso y cuidar que el dragón no nos alcanzara, era una misión casi imposible y pensé que el descenso sería inevitable para mí.

Su mano no resistiría mucho y el enorme monstruo enemigo estaba llegando hacia él, si las cosas continuaban de esa manera, ambos moriríamos.

Por mi cabeza cruzaron demasiadas cosas: Mamá, el general Kakashi, mis abuelos, el tío Itachi; mis amigos, Mitsuki... Papá. Si yo moría, mis ojos serían inútiles para el dragón. ¿Valía entonces la pena arriesgar la valiosa vida del sargento Sai? Él tenía también una familia que lo esperaba; yo no quería que Inojin y la doctora Ino lo perdieran y menos por intentar salvarme.

Sentí cómo mis dedos se deslizaron entre los del sargento Sai cuando aflojé el agarre de la mano. Mi cuerpo se separó de su alcance, cerré los ojos deseando no sentir nada y apenas logré escuchar su grito desgarrador.

—¡SAKI!


Narración IX

La suela dura de un par de botas negras pisaba con fuerza sobre las ramas de los innumerables árboles que aparecían en el trayecto. Sintió las presencias a cierta distancia, y cuando su kekkei genkai los detectó dentro del rango, supo el camino que debía seguir.

Sus ojos color perla veían concentrados hacia el frente, e involuntariamente ya estaba calculando la cantidad de individuos en el campo de batalla pese a que aún faltaban kilómetros para llegar.

Sabía de la presencia de dos antiguos compañeros del ejército, pero no se preguntó en qué momento llegaron al punto estratégico. Especialmente tratándose de Rock Lee, quien solía ser intrépido y aventurero. Algunas veces lo sacó de quicio por no seguir los planes establecidos, mas en ese momento, agradecía que su lado impulsivo le llevara hasta allá.

De pronto sus pasos frenaron, los ojos miraron en todas direcciones hasta hallar los flujos de chakras de bestias corriendo hacia la misma dirección a la que él se dirigía.

—Parece que soltaron a las manadas.

Entonces respiró profundo y se colocó con la postura de una legendaria técnica de su clan. Sus piernas ligeramente separadas la una de la otra; su brazo izquierdo se flexionó cerca de su costado, y su palma derecha apuntó hacia el frente. Más venas se marcaron en sus sienes y aguzó la mirada esperando el momento para atacar.

Calculó el número de bestias y apresuró a encontrar el punto mortal de cada una. Si su plan tenía éxito, acabaría con cada una de ellas de un solo golpe sin perder tantos minutos. El problema sería si más de dos lo atacaban al mismo tiempo, tenía que ser muy precavido y veloz o estaría en problemas.

Tragó saliva sin quitar la determinación de su mirada. Su mano se mantenía firme apuntando al objetivo que se acercaba a gran velocidad.

—Veintisiete —susurró al contarlos—. Aquí voy.

Al llegar a su encuentro, una de las bestias enormes se lanzó contra él tratando de morderlo con su gran hocico. La palma derecha del militar golpeó en su pecho y de inmediato el cuerpo del monstruo se paralizó. Detrás, otra criatura atacó a los pocos segundos, pero su destino fue el mismo cuando su canal de chakra fue cerrado en un golpe directo.

Gracias a su byakugan, Neji se movía de un lado a otro tan rápido como le era posible, escudriñando todo el el panorama para no terminar rodeado de enemigos. Las criaturas colosales con hocicos amenazadores y ojos feroces, avanzaban hacia él con furia desenfrenada; Neji esquivó los embates de las bestias, anticipando cada movimiento, derrotando uno por uno, incapacitándolos con la precisión de un maestro.

Pronto el campo de batalla se llenó de cuerpos inertes de bestias derrotadas. Sin embargo, una última criatura amenazante logró infligir una herida a su brazo izquierdo al rozar sus garras y rompiendo la tela de su chamarra.

Aunque la herida no fue profunda, el dolor comenzaba a aparecer gradualmente indicándole al militar que las garras contenían veneno.

—Voy a quedar paralizado en poco tiempo —pensó y se alejó unos metros del monstruo—, tengo que hacer algo, pronto.

De repente, en el ambiente se percibió una potente energía arrolladora. Con una velocidad increíble, un hombre se lanzó hacia la bestia que había herido a Neji, concentrando una esfera giratoria de chakra en la palma de su mano.

—¡Rasengan!

La energía colisionó contra el monstruo con una sorprendente fuerza explosiva, haciéndolo perecer. Pedazos de carne húmedos cayeron sobre el suelo y la sangre salpicó algunos troncos, mientras que las grandes concentraciones del espeso líquido encharcaban los restos del cadáver. Neji hizo una mueca, Naruto no supo si fue de asco o de dolor, solo vio cómo rasgaba la manga de su ropa con un kunai.

—Déjame ayudarte. —ofreció.

—Estoy bien, el veneno aún no hace gran daño.

Cuando su blanca piel quedó expuesta, la herida se manifestó ante los ojos de ambos. Naruto se acercó al notar lo terrible que lucía.

—Neji...

—Sacaré el veneno, no te preocupes por mí. Ve con los demás, ya debes saber que el dragón está allá junto con los miembros de la secta. Analicé todo alrededor, sé que hay más enemigos, pero tardarán un rato en llegar.

Neji clavó el kunai en la carne y su entrecejo se arrugó por el dolor, no pudo reprimir un ligero quejido que se escapó de sus labios.

—Está bien —dijo Naruto—. Confío en ti.

Él aceptó moviendo su cabeza al tiempo que aguantaba el martirio de tener que extraer el veneno al apretar con sus dedos.

Naruto estaba severamente preocupado, aunque sabía que su compañero era un prodigio y siempre encontraba la forma de solucionar las cosas, no dejaba de ser un humano. El dolor tenía que ser impresionante.

Los amargos gestos en el rostro del militar más la palidez en su piel que aumentaba con cada apretón liberando sangre contaminada, hacían que Naruto no pudiera moverse.

—¡Ya vete!

Reaccionó y se alejó corriendo, dejándolo atrás y esperando que pudiera estar a salvo tanto de las toxinas, como de los enemigos que se aproximaban.

—¡Ah! ¡Carajo! —exclamó Neji— Cómo duele.

Con su byakugan verificó el estado de su sangre. No encontró más veneno, al menos no en una cantidad peligrosa, por lo que procedió a vendar su brazo para ocultar la laceración antes de tener que luchar otra vez.

Se puso de pie y examinó de nueva cuenta a sus alrededores, hizo un mohín cuando contó a los individuos que entraron a la zona.

—Venga, pues ya qué.

Corrió en dirección contraria a su objetivo inicial para evitar que se reunieran con el resto de la secta; sería mejor acabar con ellos antes.

—Te estás tardando, comandante —dijo mientras corría hacia el enemigo—, y si me muero, no vas a encontrar esa espada.

De pronto su mente se vio asaltada por un pensamiento muy inesperado. Estando cara a cara con el peligro, poniendo en riesgo su propia vida, no entendía por qué el cerebro le jugaba una mala pasada haciéndolo divagar hacia una persona en específico. Y es que el simple hecho de pensar en no volver a verla nunca más, le incomodaba incluso más que la dolorosa magulladura del brazo.

Apretó la mandíbula, y con determinación apartó esos estorbosos pensamientos. El momento que definiría todo estaba ante sus ojos, y si quería al menos tener una vida decente, y con suerte, un retiro digno, tenía que derrotar tantos enemigos como fueran necesarios.

—¡Más te vale que llegues a tiempo, comandante!

Una parvada de aves oscuras salió volando por todo el cielo cuando Neji y los enmascarados se enfrentaron.

Naruto miró hacia atrás por un momento, apretó los puños y tensó su entrecejo. Se dio la media vuelta y continuó corriendo hasta perderse entre la arboleda.