Capítulo 32:

El Templo y La Profecía

En la novela "Flores de Estaciones", se relataba un suceso importante que se debía llevar a cabo como parte de la tradición de aquel Mundo de fantasía, el cual demandaba a la pareja contrayente a matrimonio, acercarse al templo más cercano a su hogar o en su defecto, cerca de su ciudad, para recibir la bendición de lo que se llamaba "El toque de la Diosa".

Toque, que sencillamente constaba de varios pasos a seguir por parte de la pareja contrayente a matrimonio y que necesitaban para completar una ceremonia que podía durar al menos un par de horas o quizá hasta un poco más dependiendo la situación y las personas a tratar.

Siendo usualmente el máximo pontífice quién lideraba toda aquella celebración sagrada junto a sus Alas, —los cuales eran candidatos a ser los siguientes pontífices según su desempeño y buenas obras; procurando mantenerse en alto mientras recitaban la palabra de la Diosa Ena o algún otro juramento que ayudaba a su líder, el máximo pontífice. —

Los mantos sagrados les hacían casi perfectos si es que debían retirarse a purificar lugares o cosas que causaban el mal dentro del Imperio; velando por los más necesitados tanto como por aquellos niños sin hogar, ayudándose de la congregación a la que tanto hacían gala y que se sostenía gracias a los donativos que eran obligados a darse por parte de la pareja candidata a matrimonio.

Así era como funcionaba y nadie discutía al ver la labor bien hecha del pontífice y de sus respectivas Alas.

Sin embargo, su presencia apenas era notada en la novela como para ponerle en realidad una verdadera atención; los lectores sabían ellos estaban ahí con su pureza para desviar las miradas de la Santa del Imperio Dion y protegerla. El carisma que llegaban a desprender era un punto y aparte para que las masas confiaran en ellos y la novela pudiera seguir su curso. —Curso que apenas se desviaba para nombrar a la Santa, sin un nombre o rostro real que recordar y solo para ayudar a los protagonistas a completar el sagrado ritual que necesitaban atravesar para encontrar su "fina feliz". —

En ello consistía el "Toque de la Diosa" y como tal, sencillamente tenía sin un cuidado a Yuma y Astral, los cuales, después de al menos una semana más ya habiendo calmado los nervios y las heridas ganadas ante el último enfrentamiento a los protagonistas, fue que por fin pudieron prepararse para dicho ritual.

Era requisito para acercarse a un verdadero matrimonio, así que no tenían opción.

Los nervios y las ansias llegaron casi por reglamento, y sintiéndose listos para dar un paso más para poder unirse en sagrado matrimonio, ambos fueron separados para que pudieran seguir la tradición según su papel.

Los ayunos figuraron en la dieta que estrictamente les obligaron a seguir, seguido de rezos que iniciaban en la mañana y se componían en tiempos que llegaban casi al anochecer, las Alas que Yuma y Astral apenas conocían, hacían acto de presencia para que los ritos religiosos se dieran tal cual mandaba la palabra de la Diosa Ena.

Las ropas negras que eran usuales en Astral y Yuma como Villanos fueron cambiadas a unas blancas y sencillas mientras tanto, como un tributo de su humildad y buenos deseos a la Diosa a la que rezaban obligadamente.

El lino como una vez lo remarcó la religión cristiana y católica en el Mundo real del que provenían ambos amantes, fue usado para alabar a la Diosa en turno, dejando las uñas negras del mayor como el único detalle que contrastaba aquella noble aparecía, lo que gano un susurro tenue por parte del Ala que le acompañaba antes de seguir en lo suyo.

Siendo obligados a bañarse en agua bendita al menos tres veces por día hasta que fue preciso hacer uso de agua de rosas bendecida por las Alas que se mantenían a su cuidado.

Pasando a ser Astral mismo quien se encargaría de la tarea de limpiarse como muestra de su entrega aquella tradición, por más que su mirada escéptica reflejara su verdadero sentir, pensando que algo tan simple parecía ser todo un logro en aquel mundo y algo muy normal en el Mundo Real.

Podría haber discutido este punto en algún momento, sin embargo, ya habían pasado los días reglamentarios para cumplir con los primeros requisitos, por lo que en el ultimo baño por la mañana, decidió tardarse más de lo debido, causando que su Ala vigilante le otorgara las siguientes instrucciones a seguir a través de la puerta, sin querer perturbar el termino sagrado que significaba ese baño.

—Señor Astral, las túnicas que debe portar se encuentran ya en sus aposentos, por favor, le pido no se tarde más de lo debido; no debe portar alguna joya o material alusivo a su estatus, baje una vez haya terminado de vestirse, se le estará esperando junto a su Esposo en el vestíbulo. Partiremos de inmediato una vez su Esposo y usted estén listos. —

Astral por lo pronto bufo en silencio, y sin dar una respuesta el Ala se retiró.

Había sido una tortura larga, pero para su fortuna, el tedioso ritual había sido concluido con relativo éxito. Astral no dudo en felicitarse internamente, y después de sonreír como un niño al recibir un juguete nuevo, salió de la bañera para cubrirse con la bata que el Ala antes le había extendido, encaminándose hasta su habitación solo para dejarse caer en la mullida cama, sin importar si es que no se había secado correctamente.

Deseaba descansar por lo menos unos minutos más, por lo que imaginándose que tanto es lo que estaría haciendo su amado. Recordó que, si él debía ayunar, bañarse en agua bendita, y rezar casi todo el día para la Diosa Ena; para los Donceles era el doble de difícil de sobrellevar aquella situación, ya que, sumando a ayunar, bañarse en agua bendita y rezar para la Diosa Ena, se debía comprobar la castidad o castigar la nula con pruebas vergonzosas y con ayuda de la Gran Duquesa en turno. —Lo ultimo siendo requisito indispensable para que un matrimonio pudiera seguir adelante, y como prueba de pureza una vez el Ala que le acompañaba le ayudara a llamar a un espíritu de luz que luego se nombraban como familiares y protectores de la fertilidad que se les había sido concedida por la gracia de la Diosa Ena. —

Todo ello, según para garantizar una buena descendencia y atención al cuidado del hogar.

Astral apostaba Yuma debía estar más que harto de aquel trato, avergonzado por ser obligado a probar su castidad; así que, sonriendo ante la imagen de un enojado y adorable Yuma, tomo las túnicas sobre su cama para vestirse, dispuesto a terminar con aquel tormento.

La túnica apenas llegó a sus tobillos, botas blancas se encargaban de cubrir sus pies y parte de sus piernas; el cinturón dorado de la misma tela le daba la apariencia de haber sido bañado en oro justo como los bordes de aquella túnica, a pesar de solo ser un simple hilo dorado. El símbolo de la familia Encinereb parecía ser lo único bordado diligentemente en las mangas del mismo; la sencillez aludía a la pureza que representaría la unión simbólica que se llevaría a cabo dentro de algunas horas.

El cabello blanco apenas fue peinado y dejando satisfecho Astral con su propio trabajo sobre su apariencia, se encamino a la salida mientras percibía el olor a rosas que emanaba de sí mismo ante cada movimiento.

"Demasiados baños santos." Pensó a modo de queja.

Y arrugando ligeramente su nariz siguió adelante, ignorando a los sirvientes que se encontraba en los pasillos.

Los rostros sorprendidos eran todo un poema, ¿Quién hubiera imaginado contemplar a su tenebroso Joven Señor vistiendo un color tan contrario a sus ropas habituales? La respuesta era sencilla, nadie. Y el hecho de que lo estuviese haciendo ahora solo significaba una cosa, su cambio dentro de su personalidad, era verdadero. No había duda.

Rumores crecieron dentro de la mansión, y sin que Astral lo supiese, estos eran mas que positivos. Todos tenían esperanza.

Aunque Astral por otro lado, ajeno a la extraña conclusión de los sirvientes y los brillos que parecían desprender, se dirigió hasta el lugar en donde estaba siendo esperado, llegando justo a tiempo.

Su arribo causo de inmediato un hermoso furor entre Aren y Elifas, los cuales después de contemplarle con discreto orgullo, le saludaron como era debido; recibiéndole con palabras dulces y cálidas, alzando sus voces mientras una de las Alas se encargaba de lo siguiente, dándoles la suficiente privacidad que necesitaban para ponerse al día. Sintiendo de pronto una extraña emoción en el ambiente como en la mansión.

Y no era para menos, lo que sucedía era motivo de celebración.

—¡Astral! Te ves precioso mi niño... —Comenzó Aren, mirando detenidamente a su hijo para luego asentir bastante satisfecho ante lo que percibía. Alegrándose casi de inmediato, tanto como Elifas, quien tomo casi apresuradamente la palabra, apoyando la opinión de su Esposo.

—¡Me siento orgulloso de verte concretar este paso Astral! Sin duda serás un gran Esposo y un maravilloso Gran Duque... Lo verás... —

—Madre. Padre, gracias por sus halagos... Aunque sinceramente no se si merecerlos. —Astral mencionó, apenándose suavemente mientras posaba una de sus manos detrás de su nuca. Gesto que fue apreciado por Aren y Elifas, el último siendo el que reconocería ese mismo gesto en él, animándose de sobremanera.

Suponía los genes eran fuertes.

—¿Qué dices Astral? ¡Mereces eso y más! Estoy seguro que tu madre piensa lo mismo que yo. Además, hoy es un día a celebrar. Este es un paso más cerca por concretar tu matrimonio. ¿No estas feliz por eso? —

—Bueno... —Susurro Astral, aumentando tenuemente su sonrojo para luego suspirar, tratando de calmar su creciente emoción, bajando su mano a su costado. —...No veo la hora de unirme a Yuma en sagrado matrimonio... —Confesó, logrando que su madre explotara en jubilo y emoción, totalmente extasiado ante aquella maravillosa idea.

—¡Ah! ¡Elifas! —Exclamo de pronto Aren, tomando el brazo de su amado antes de casi hacerlo tropezar por el repentino movimiento. Pareciendo llamar pequeños brillos extras en su rostro solo para mostrar su alegría. —¿No es eso hermoso? Nuestro niño pronto caminara hacia el altar como alguna vez lo hicimos tú y yo... —

—E-Es verdad. —Elifas asintió, dejando que toda la emoción de su querido Esposo se volcara en él.

—¡Siempre me imaginé este momento! Y ahora que lo tengo en frente... Es, ¡Elifas estoy orgullosamente feliz! —

Kufufu~ puedo notarlo... —

Ah~ soy toda una madre realizada~.

Festejo Aren antes de recordar un pequeño, quizá gran detalle, lo que ocasiono que se alejara de su querido marido para después posicionarse a un lado de hijo, a quien le susurro con una sonrisa gatuna al oído. Tan bajo, que incluso Astral se le dificultó escucharlo a la primera, sonrojándose visiblemente una vez le entendió.

—¿Sabes? Uno de los requisitos de Gran Duquesa es comprobar la castidad de la siguiente Duquesa en la línea de sucesión. ¿Adivinas que descubrí? Que mi hijo ha hecho un gran trabajo alejándose de su nuevo Esposo... —

—¡M-Madre! —

Astral exclamo, y alejándose tan rápido de su madre como si el toque del mismo le hubiese quemado, trato de alejar los pecaminosos pensamientos que su madre le aludía con sola esa insinuación. Mientras Elifas, que se mantenía ajeno a lo que había pasado, observo a su Esposo en espera de una respuesta, recibiendo a cambio solo una sonrisa traviesa y el extraño nerviosismo de su hijo.

—¿Q-Q-Qué estás d-diciendo? —

—Una felicitación... —Alego Aren.

Regresando a un lado de su Elifas, como si con lo dicho no hubiese insinuado nada. Percatándose momentos después de la llegada que tanto se esperaba.

Observándole detenidamente para luego saludarlo, tal vez muy animadamente. Alzando una de sus manos mientras se divertía con la adorable expresión llena de amor de Astral, el cual ya había girado su cabeza para poder ver lo que su madre tanto veía, alegrándose infinitamente por lo que encontró.

—¡Yuma-kun! Bienvenido. Te estábamos esperando... —Aren saludo, más sabiendo que sus palabras iban a ser ignoradas, mantuvo su silencio, en espera a que la joven pareja saliera de ese dulce trance.

Astral por lo pronto, se sintió en las puertas del cielo.

"Es precioso…" Pensó.

Y como todo un amante embelesado, todo su ser se enfoco en la suave y tierna figura que bajaba con lentitud las escaleras, que parecieran habían sido hechas solo para que Yuma bajara con gracia y belleza por ellas.

Era un suceso simple, pero para el mayor, ese momento estaba lleno de magia. Podía sentir incluso la divinidad proviniendo de aquel Doncel que, con apenas un ligero movimiento, conseguía robar su aliento.

Era precioso, hermoso.

Yuma era magnifico, y Astral podía constatarlo con el brillo del sol que se atrevía a tocar a su querido Esposo, mientras el vestido blanco hecho de lino revoloteaba ante cada uno de sus pasos. —Las joyas costosas y tradicionales que una Duquesa debía portar por obligación, por esta vez habían sido dejadas atrás, al igual que el maquillaje y los demás arreglos para el cabello. — La tersa y joven piel resaltaba casi con naturalidad, y el color bellamente almendrado, pareció lanzar un hechizo definitivo para que pudiera acercarse.

Astral estaba nervioso, se podía notar por el temblor en sus manos y en la tímida manzana de Adán que baja con regularidad buscando humedecer su garganta sedienta. Sin embargo, a pesar de ello, encontrando el valor a último instante, se acercó rápidamente para tomar la mano que se le fue ofrecida apenas llegar al final de las escaleras.

Un extraño calor se apodero de sus usuales pálidas mejillas, y apenas conteniendo la vorágine de emociones dentro de su propio corazón, sonrió. No como lo haría el Villano de esa novela, sino como solo lo haría un hombre infinitamente enamorado, logrando sin saber, que aquel ángel que ya se posicionaba a su lado, se sonrojara de la misma manera.

Aquella era una escena digna de admirarse, y como sí ello fuese una obra digna de la benevolente Diosa Ena, los jefes de familia tuvieron que alabarla, bajando casi sin cuidado del paraíso a esos dos amantes que, viéndose en esa hermosa pero vergonzosa situación no les quedo mas que atender a lo que sus oídos registraban.

—¿No hacen la pareja perfecta cariño? ¡Sin duda como debió ser desde un principio! —Aren exclamo, aun con la emoción a flor de piel.

Elifas que estaba a su lado, contento con ver a su familia feliz, asintió discretamente radiante.

—¿Lo crees? Puede que haya sido el destino. —

—Destino o no. Mi hijo merece lo mejor. Solo... Un verdadero amor... —

Aren menciono, tomando con cariño la mano de su amado. Sin mirarle, pero manteniéndose a su lado, haciendo alusión a lo dicho, conmoviendo al mayor antes de que una voz ajena les interrumpiera.

Anunciando lo que ya se esperaba.

Las Alas ya se encontraban en la puerta principal.

—…Sus excelencias... Es hora de partir... —

Yuma y Astral no necesitaron mas palabras para entender lo que seguía, por lo que, preparándose ansiosamente, suspiraron antes de dar un paso adelante, liderando el camino que pronto Aren y Elifas no dudaron en seguir, susurrando entre sí, acompañándose de sonrisas o risas que ni siquiera intentaban ocultar.

Los carruajes ya habían sido predispuestos, y puestos para su uso posterior.

El primero, que era el que la nueva pareja iba a usar, se señalaba al ser llevado por caballos de un hermoso pelaje blanco —Justo como la tradición indicaba—, mientras el segundo que era para los Señores de aquellas tierras y las Alas, se mantenía con sus usuales caballos sangre pura color negro.

No fue necesario una instrucción más, pues el acomodo hacia fácil saber como es que el traslado al templo debía hacerse; así que, las Alas que se mantuvieron al tanto de la nueva pareja, con un par de señas, pidieron amablemente la cooperación de la misma para que pudieran tomar su carruaje, sentándoles uno frente al otro.

Cerrando la puerta una vez el carruaje comenzó a avanzar, otorgando sin saber, la privacidad que la pareja tanto necesitaba, y que no dudaron en aprovechar.

Yuma, que dejó que el carruaje avanzara lo suficiente, tendiendo cuidado de que la Ala que manejaba el mismo no pudiese oírlo, se levantó de su asiento para rápidamente colocarse a un lado de su amado, el cual al verle tambalearse no dudo en tomarle con firmeza para que pudiese llegar a salvo a su lado, colocando una de sus manos en la pequeña cintura antes de animarle con una suave caricia.

Imaginando todo lo que Yuma contenía y que estaba a punto de revelarle a manera de susurros, como quien acaba de pasar por un proceso traumático, aguantando las ganas de gritar y maldecir al aire.

—... ¿Realmente era necesario pasar por todo eso? ¡Fue espantoso! —

Yuma inicio, arrugando su lindo rostro de una y mil maneras que Astral apenas pudo contemplar, escuchando en obediente silencio toda queja que Yuma anhelaba expresar. Aguantando sus propias ganas de quejarse en voz de su Esposo, acurrucando al mismo a su lado, otorgando el confort que apostaba el menor necesitaba.

—…No ha habido peor humillación que esto... Fue denigrante. No importo cuanto es que le dije a Aren que aún era virgen... ¡Solo sonrió antes de alzar dos jodidas pinzas! ¿Sabes cómo es siquiera que usen el metal en un área tan sensible? —

Astral no quiso imaginarlo, por lo que sintió una profunda pena por su amado.

—¿Horrible? —

—…Jodidamente horrible... Astral. Solo quiero que esto termine... —Yuma menciono de manera derrotada y avergonzada. Apoyando su cabeza en el pecho que ahora le era sumamente reconfortante y seguro, dejando que el mayor sobara parte de su cadera, en un gesto que no trataba más que animarle.

—Lo hará. Solo un poco más... —

Yuma sabia cuanto es que Astral deseaba poder borrar esa mala experiencia de su cabeza, así que le dejo hacer, escuchándole en silencio.

—Has sido valiente por no correr al momento... Y no puedo estar más agradecido que ahora con tu compromiso. Lo has hecho bien Yuma... —

—...Astral... —Se quejo de manera baja el menor, mientras su voz se ahogaba en el pecho contrario. —Solo quiero dormir y comer como jamás pensé que quería hacer... Siento que el trauma no se ira hasta que algo mejor pase... —

—¿Algo mejor? —Murmuro Astral apenas por un momento antes de entender a su amado. Sonrojándose suavemente antes de sonreír amenamente, asintiendo a lo escuchado.

Recordando de paso un suceso que debía contar a Yuma sí o sí.

—…Podemos esperar un poco más antes de seguir ese paso... —

—Pero... —Quiso alegar Yuma, profundizando su sonrojo para luego ver fijamente al mayor, negando a la brevedad. —Astral... ¿No es acaso nuestro deber? —

—Eso... —

Astral entonces imitó a su amado, sonrojándose un poco más antes de mirar, al contrario; pasando saliva sonoramente para luego desviar su mirada. No queriendo ceder con tanta facilidad a lo que deseaba, recordándose en dónde es que estaba.

—Es verdad que es nuestro deber... Pero tampoco quiero exponerte así... —

—¿Exponerme? ¿A qué te refieres? —Cuestiono Yuma, zanjado por poco el tema, manteniendo su mirada en su amado en busca de respuesta.

Astral no tardo mucho en otorgarla.

—…Bueno. ¿Recuerdas que en un cierto punto te dije que Michael y Vector habían consumado su amor en el camino original? —

—Ajá... —

—Digamos que eso les costó después, ya que como ha pasado, han revisado sobre... Tu estado. Así que, cuando eso sucedió con Michael, se desencadenaron dos cosas más... —Astral levanto dos de sus dedos, aludiendo a lo dicho. —Una de ellas fue que al faltar la Gran Duquesa Arclight, fue Byron quien se encargó de esa tarea. Así que se enojó bastante al descubrir que la flor de su querido y bondadoso niño había sido robada, lo que derivó a una subtrama llena de drama en donde no dirigió palabra a su hijo y a su nuevo yerno por tal "atrevimiento"... Lo segundo fue el castigo que se da por la osadía de la pareja... —

—¿Castigo? —

—Sí. Castigo. Usualmente es el Doncel quién es azotado duramente antes de retrasar la ida al templo, mientras el otro es colgado de cabeza todo un día antes de recibir torturas que dañan sus órganos internos... Lo cual, sencillamente no es agradable para uno y a otro. Por tanto... Yuma, no me hubiese dejarte expuesto a tal peligro... ¿Comprendes? —

—…Eso... ¡Es peor! ¿Qué diablos estaba pensando la autora para poner eso? —

Yuma se alarmo, mientras en su mente ponía en un altar a su amado por negarse una y otra vez a sus invitaciones a ir más allá en pasadas ocasiones, a la vez que colocaba una de sus manos sobre su frente, tratando de procesar aquella nueva información, desde esa perspectiva, ahora creía que lo que le sucedió no era tan malo.

"¿No?"

Astral por lo pronto contesto.

—No lo sé... ¿Quizá la era medieval? —

—...Astral... —Advirtió Yuma, antes de que el peliblanco se detuviera ante sus bromas, abrazando a su amado para calmarlo, acariciándole después. —...No… —

—Lo siento... —

—Ah~, no importa ahora. Da igual, ahora parece una maravilla lo que pasamos tú y yo. No comiendo y rezando a quien sencillamente ni conocemos... —

—¿Te sientes mejor? —

—De alguna manera... Pero eso no quita que ahora Aren-san me vea con ojos burlones... Diciéndome que quiere nietos después de la boda... —

—¿No eso es bueno? Bien puede confiar abiertamente en ambos ahora. ¿No es así? —

—...Supongo... —Yuma asintió, mirando una vez más a su amado antes de reclamar, aunque sea un casto beso.

Su inocente hacer fue bien recibido por Astral antes de que el carruaje se detuviera y se verían en la obligación de alejarse, casi a regañadientes. El toque suave y cálido, como un fantasma, se quedó con el otro antes de posarse seriamente ante lo que aún faltaba de aquella tradición.

Las Alas que no dudaron en tomar el liderazgo de la situación, ayudando a la nueva pareja a bajar, les dirigieron sin demora hasta la entrada del templo, en donde una hermosa fuente que parecía armonizar el ambiente les recibió con la gracia y belleza que solo un lugar sagrado puede ofrecer.

La majestuosidad pareció adornar el sitio, mientras la definición de divinidad se colaba en la mente de Astral y Yuma, realmente ese mundo gozaba de una estructura maravillosa. El dinero, el oro y la plata parecía no escatimarse, mucho menos la flora que les recibía con un dulce aroma que calmaba sus mentes y abrazaba sus agitados corazones.

Ambos deseaban ver más de lo que les rodeaba, sin embargo, las Alas hicieron acto de presencia, por lo que debieron acatar las ordenes siguientes.

—...Sus excelencias, ahora procederán a caminar solos hasta el altar de la Diosa Ena, el máximo pontífice se hará cargo de la ceremonia, recuerden seguir las instrucciones antes estudiadas. —

Dos velos fueron colocados en sus cabezas, ocultando momentáneamente sus apariencias, y entrelazando tímidamente sus manos en un acto de fe en el matrimonio como lo indicaba la tradición, Astral asintió por ambos.

—Por supuesto... —

—Las palabras que se dediquen a la Diosa y a sus acompañantes, será una vez reciban la bendición de la Diosa. —

—Será como se ha dicho... —Fue el turno de Yuma para hablar, y alcanzando a notar como es que las Alas estaban por retirarse, atino a entrar plenamente en su propio papel, actuando de manera recatada.

—Fue todo un honor servir a dos personas valiosas para los ojos de nuestra Diosa... —El Ala que ayudo a Astral se despidió, sonriendo amenamente, antes de darle el lugar a su compañero, el cual no dudo en imitarle.

—Sigan adelante, que ella les proveerá de paz y armonía en su matrimonio... —

Astral, que era el indicado para despedirles, hablo.

—Gracias a ustedes por su entrega. —

Y con aquellas palabras, las Alas entendieron que su labor ya había concluido, así que no queriendo retrasar más a la pareja, dieron un paso atrás, dejando que la misma llevara sus pasos a la entrada del templo, en donde ya todo había sido preparado para su llegada.

Yuma sentía su corazón agitarse con fuerza, Astral no estaba lejos de su sentir, y comprendiendo que debían hacer su entrada, dándose un poco de ánimos, dieron su primer paso, seguido de otro y otro después de ese.

Los nervios estaban a flor de piel, pero ninguno retrocedió.

Su caminata entonces pareció tomar su propio ritmo antes de que, justamente como paso la primera vez, Astral pudiera entrar con libertad al templo, calmando con ello su inconsciente ansiedad a la vez que Yuma le dirigía suavemente hasta adentrarse correctamente al recinto.

La situación en sí misma ya era una buena ganancia. Así que la felicidad que ambos desprendían les ayudo a ignorar las presencias —tan innecesarias como lo era el mismo rito que estaban forzados a realizar. —que se plantaban para atestiguar aquel evento.

Los Encinereb que se mantenían con tenacidad al frente, solo se aseguraban que la familia de la que provenía Yuma, y ciertos invitados no deseados, se relegaran al final con un deje de nulo reconocimiento ante una importante y sagrada ceremonia. Entendiendo que, al menos la familia de la novia lamentablemente tenia un cierto grado de derecho para estar presente e invitar a quienes consideraran importantes.

Aren, que de ninguna manera iba a permitir que nadie imprudente interrumpiera la ceremonia, sencillamente se adueño del momento, y apenas delegando una fría mirada a sus, obligados nuevos parientes, susurro a su propio esposo.

—Se dice que las serpientes pueden ser capaces de devorar a sus propios hijos, pero jamás pensé que podría ver tan atroz acción cerca de mí. Sí pido ayuda desesperadamente, ¿puedo contar con tu apoyo? —

Elifas, que miro por encima de su hombro a quienes le seguían, entendiendo las palabras de su amado, asintió; sin necesidad de pronunciar más palabras.

Y a pesar de que, los protocolos que siguieron fueron respetados, nadie se imaginó lo que ocurriría momentos después.

La voz del máximo pontífice se escuchó, y como pidió con solemne palabra, los familiares y testigos de la unión, se posaron en las bancas a los lados del camino principal; desprendiendo algunos cuantos susurros, se esperó hasta que la pareja a unirse en sagrado matrimonio entro con aire tranquilo al templo.

Todos observaban a la nueva y radiante pareja, y algunos de forma ingenua esperaban al menos el doncel pudiera dedicarles una breve mirada o una sonrisa, sin embargo, fuera de aquellas amargas divagaciones, Yuma y Astral se encontraban discretamente perdidos ante la magnificencia del sitio, especialmente en la estatua de la Diosa Ena que se alzaba a lo alto y a espaldas del máximo pontífice.

La túnica larga que cubría sus manos y parte de sus pies era tremendamente exquisita; la balanza que se presumía como símbolo de justicia junto a la espada que colgaba de su cintura, eran reliquias que nadie salvo la misma Diosa tendría valor de portar, y qué decir del rostro ecuánime y perfectamente esculpido del que era propietaria. ¡Esa mujer era una total belleza! La brillantez que irradiaba, hizo por un momento sentir a ambos Villanos que no eran dignos de estar justo en su iglesia, más, ante la voz nuevamente paternal del viejo hombre que esperaba con ojos bondadosos y una sonrisa amable, aterrizaron nuevamente en ese importante momento.

Y acercándose al altar, ambos amantes procedieron con las instrucciones antes aprendidas, arrodillándose junto antes de que el máximo pontífice se molestara en señalarles lo que seguía. Comenzando de esa manera, el sagradísimo ritual a consagrar.

—Alabemos a la Diosa Ena por su sabiduría y gracia, y por permitirnos continuar con la presente ceremonia en donde dos corazones se unen como un paso más para el sagrado matrimonio… —

—En nombre de la Diosa Ena…— Correspondieron los ajenos al par que se mantenía arrodillado frente al altar, uniendo sus manos en un suave rezo mientras susurraban la oración correspondiente al saludo del máximo pontífice; bajando en total respeto sus cabezas ante la autoridad divina que se presentaba ante ellos.

La fe ferviente dentro de cada personaje, de relleno o incluso para los protagonistas, podía palparse, y Astral solo pudo compararlo con una ceremonia ampliamente católica que se celebraban con regularidad en su verdadero mundo, fuera de la novela.

Los cantos tipo gregorianos —que fueron cantados por las Alas presentes en el templo—, que siguieron casi inmediatamente como una melodía sagrada, solo consiguió ampliar su razón; por lo que esperando a que todo transcurriera en aburrida calma, Yuma y él asintieron, tratando después de una hora y media que el dolor en sus rodillas disminuyera al ignorar el reclamo de su pobre piel y huesos. Manteniéndose vagamente erguidos y luchando con el terrible sueño que parecía querer comerlos con vida.

Un par de bostezos debieron ser retenidos entre los labios de un visiblemente cansado Yuma, y Astral que notaba este pequeño detalle al estar tan cerca de su amado, susurro con suavidad.

—Mantente alerta, estamos en un territorio enemigo. La ceremonia esta por concluir, así que no desesperes cariño… ya casi todo habrá terminado… —

Yuma que sintió consuelo con las palabras cálidas de su marido, asintió. Y registrando como es que la ultima parte de la ceremonia iniciaba, trato de despabilarse con un suave gesto de su cabeza.

El máximo pontífice mientras tanto, lleno un recipiente de porcelana con agua bendita antes de proceder a acercarse hasta donde se encontraban ambos amantes arrodillados, y exclamando con voz segura y fuerte, declaro:

—...Mirad hermanos míos. El pecado que yace en estos cuerpos, y que se debe contener con el cielo en su cabeza, ahora serán limpiados y purificados como símbolo de respeto y devoción a nuestra Diosa. Reciban con ustedes, las lágrimas de Ena como su bendición. ¡Ahora y siempre, por los siglos de los siglos! Que así sea... —

Y vertiendo con sumo cuidado el agua bendita del recipiente a Yuma y Astral respectivamente, mojándolos casi en su totalidad, el máximo pontífice para sus adentros solo espero que aquello que se le pidió colocar casi a voz de amenaza en el agua, no surtiera efecto. Por lo que, esperando dramáticamente en silencio por un par de minutos, se alegró gratamente al saber que ambos hombres que se encontraban ante él, eran puros en sus intenciones y por ende deseaban continuar con su bellísima unión.

Los ajenos fuera de la familia Encinereb que observaron ansiosos a la espera de que ocurriera algo, se entristecieron cuando notaron que nada fuera de lo normal sucedía, así que asumiendo que los sentimientos que se mostraban en la pareja a unir en matrimonio eran reales, poco les quedo hacer para cambiarlo, e intentando de ignorar que sus planes de colocar una poción purificadora de lavado de cerebro no funcionaron, dejaron que el rito continuara sin demora.

Astral y Yuma que eran realmente ignorantes de ese hecho, con calma, retiraron los pañuelos que cubrían sus cabezas; aceptando casi de inmediato que el aceite de rosas incluido dentro del rito, fuese colocado con suavidad por el máximo pontífice sobre sus frentes, en una señal de una extraña cruz de cuatro picos.

Entonces, concluida esta acción, el máximo pontífice ordeno:

—...Estos cuerpos que fueron hechos por la gracia de la Diosa Ena, ya han sido redimidos y reconocidos... Y el toque de la Diosa también ha sido llevado a cabo por medio del aceite de rosas, por tanto... Pido abiertamente a esta bella pareja que pase al frente a decir algunas palabras como agradecimiento a su devoción, ayudando a cerrar esta ceremonia que hoy celebra su unión... Así que, aquellos testigos que aún nos acompañan, guarden silencio en honor a esta pareja que se muestra como tributo a nuestra Diosa... Duque Astral... Duquesa... Siéntanse libres de comenzar... —

Yuma y Astral que, ni cortos ni perezosos, tratando de que sus piernas no temblaran para levantarse y caminar en donde alguna vez estuvo el máximo pontífice, el cual se hizo a un lado para que ambos se acercaran, rápidamente se pusieron de acuerdo para seguir la última instrucción de aquella ceremonia.

Yuma, que decidió ser el primero en dar el primer paso con ayuda de su amado, aclaro su garganta, y sintiendo como nunca el latir de su pecho y el orgullo por concluir con bien ese tonto rito, alzo su voz como un ángel cantando en el cielo, tan suave y melodiosa que pocos se atrevieron a murmurar al observarle con detenimiento. Causando un escalofrío a quienes aun se consideraban parte de su familia, y al mismo tiempo ajenos al amor que sus ojos con ahínco reflejaban.

...Por la santidad y gracia de la Diosa Ena, señaló qué... La vida puede estar llena de cosas imprevistas. La vida, como muchos la conocemos, no es estática ni obediente, sino todo lo contrario. Es cambiante, firme, injusta y no hace contemplación de nadie; puede tomar vidas como puede darlas. Es impredecible. Pero eso, sencillamente no la hace menos hermosa, porque esta nos permite disfrutar de lo que nos rodea, de vivir a un límite como si fuese hoy nuestro último día. De amar como si alguna vez hubiésemos conocido a esa persona en una vida pasada... Estimen la vida, adórenla, que, en algún punto, ustedes son los que sobraran con una piel arrugada y llenos de experiencias, las cuales, solo ustedes, al final serán capaces de saber si es que valió la pena...

La admiración era visible en los presentes, y Aren y Elifas realmente sintieron sus corazones conmoverse, mas como si esto apenas fuese el comienzo, luego de un merecido aplauso, fue el turno de hablar del Villano de la historia, el cual apenas desviando su mirada a los ajenos a su familia, para al final regresarla llena de cariño y amor a su amado esposo, menciono, dejándose llevar por el hermoso sentimiento que le rodeaba gracias a la presencia de Yuma, inspirándose como nunca jamás pensó hacerlo en presencia de tan odiosos enemigos.

Por la gracia y benevolencia de la Diosa Ena, señaló que... No importa cuánto amen a alguien. Si intenta oprimirlos o forzarlos no lo toleren. Luchen... Enfádense. Y si eso no funciona, entonces entierren su espada en el pecho de esa persona... Recuerden amarse a sí mismos más que a nadie, solo así. Podrán entender el mundo que los rodea y compartir su amor... Sean valientes. Y tomen lo que se les fue prometido...

Las palabras parecieron impactar en diferentes niveles a los protagonistas que se habían colado a la ceremonia junto a todos sus aliados, en acompañamiento de la familia Tsukumo, y entrados en propias divagaciones, apenas prestaron la debida atención al máximo pontífice que oficializaba la conclusión de aquel sagrado rito, con voz llena de jubilo y chispeantes ojos amables.

—...En hora buena. Esta unión se ha bendecido y se ha completado. Vayan en paz con ustedes mismos y con sus seres amados. La ceremonia ha terminado... —

Y como si esas palabras fueran mágicas, Yuma y Astral desearon salir rápidamente de aquella iglesia para festejar por sí mismos el final de tan fastidioso momento, sin embargo, como si esto en vez de traer buenas noticias trajera calamidades, una voz más se hizo escuchar con el respeto que pocos se esperaban de una figura tan solemne e importante para el mismo Imperio.

Gritando como si de una fiesta se tratase.

—¡Bravo! ¡Felicidades a los novios! ¡Wooo!

Yuma y Astral sintieron un escalofrió recorrer sus espaldas, por lo que, alzando rápidamente su vista a la nueva figura entre las bancas, reconocieron de inmediato de quien se trataba. Aquella figura hermosamente encapuchada, en una bella túnica ceñida al cuerpo en color blanco y cabello azul largo asomándose por debajo del exquisito velo, no era otra mas que la Santa del Imperio. Una pieza importante solo para dar relevancia a la unión del matrimonio de los protagonistas y alguien que debía aparecer hasta los últimos eventos de la novela.

"¿Por qué diablos esta aquí?" Desearon preguntar Yuma y Astral al unisonó, más sintiendo como su piel se erizaba con clara desconfianza al ver levantarse aquella Santa enrojeciendo de vergüenza a los miembros de la congregación, escucharon lo que la hermosa dama tenia que decir, con una fuerte y feliz declaración:

—Veo que ustedes don han llegado, no esperaba menos de aquellos que fueron señalados, incluso antes de nacer… —

—¿Qué? — Susurro Astral tratando de comprender lo que la dama intentaba decirles, pero el máximo pontífice interrumpió antes de que pudiera decir más, enfrentándose a la Santa.

—¡¿Cómo?! ¡¿Qué significa esto?! ¡Santa! Es de mala educación interrumpir de esta manera… —

Regaño el máximo pontífice, apenas siendo escuchado por la recién llegada, la cual, minimizando ese regaño con un gesto de desdén de su mano, continúo hablando, acercándose a la nueva y flamante pareja. Sorprendiendo a los testigos.

—¡Buenas tardes! León. ¿Cuánto tiempo? Ah, lamento si interrumpo tus deberes, pero debo hacerlo... —

—¿Cómo dices? —

La santa sonriendo debajo de su velo, alzo un poco sus brazos en un gesto grácil y hablando en voz dramática, se presentó.

—¡Un gusto conocerlos! Soy la Santa en turno encargada de hacer llegar los mandatos de la Diosa Ena a la tierra. Mi nombre es Rio y es un placer al fin conocerlos... —

Yuma y Astral que se vieron estupefactos por la falta de cortesía y presencia de la Santa del Imperio, pudieron sentir un mal presentimiento colarse en sus pechos, y Astral que no dudo en colocarse discretamente delante de Yuma para protegerlo, miro con desconfianza a la mujer que sin miedo le miraba a través del velo, escuchando la bola de sandeces que la otra estaba por escupir.

—Se que es importante adorar a nuestra madre creadora, pero, en mi defensa. He recibido un oráculo del cual es preciso hablar a la brevedad... —

—¿Ha recibido un oráculo? —Cuestiono el máximo pontífice de manera asombrada, y sintiendo como su propio enojo bajaba para dar cabida a la curiosidad, dejo que la Santa se explicara a la vez que señalaba a la nueva pareja.

—...La Diosa Ena ha posado su vista en estos dos hombres, por tanto, no puedo esperar a decirles que es lo que ha dicho al respecto... Así que, por la autoridad máxima que se me ha conferido por la misma Diosa, hago de sus saberes que, una profecía efectivamente ha llegado hasta mis manos, y si me lo permiten la leeré inmediatamente... —

La fémina saco un pergamino de sus largas mangas, y apenas importándole dejar en pleno shock a los presentes y al par que se tachaba a sí mismos de Villanos malvados, procedió a leer con voz solemne.

"¡Escuchad atentos, que este es el futuro y el camino que deberá asegurarse en prevención a la calamidad! ¡El día quinto del mes blanco, ante el año de la sequía! Se levantarán dos poderes máximos para hacer cumplir su mandato, llevando consigo vidas y tragedia."

"El Oeste será la cúspide de su encuentro, y el testigo de la sangre que habrá de derramarse. ¡Ponerse atentos a este llamado que es de vital importancia en la continuidad de este Mundo! Pues aquel caballero de coraza oscura y que une su vida con la eternidad ante el fragmentado destino, será quien lidere la victoria antes de que el dragón parezca y sea bendecido con el futuro."

"¡Escuchad necios que intentan hacerle ceder, pues serán castigados si su camino osan detener! El elegido por la Diosa y el Dragón brillara antes de hacer nacer su progenie que brindara paz al Mundo y a su deber."

"Temblad que su espada levantará y a su destino protegerá. Defender también aquél que hará llegar a su herencia, que ambos pelearan en contra del reloj y la continuidad. ¡El lazo ha sido unido, y el amor ha ganado! Brindar la victoria que habrá de darse..."

"Los hombres que rompieron su destino, son aquellos que podrán arreglarlo. Confiar en ellos, antes de que la calamidad se alcé... Sus nombres en piedra han de tallarse..."

Y como si aquella profecía fuese las palabras que la Santa necesitaba, el milagro sucedió justo frente a sus narices, observando con incredulidad como es que un rayo alcanzaba el altar de piedra del lugar, remarcando con letra antigua y extraña ambos nombres que, según la historia original, no deberían estar justamente ahí. Provocando que una terrible confusión y un inmenso dolor de cabeza atacara las mentes de Yuma y Astral, los cuales, a su vez, notaban como la Santa reía feliz de cumplir su propio deber, como una niña que no se da cuenta de lo mal que hace a su alrededor, hundiéndolos en la desesperación.

—...Mirad los nombres de los salvos. ¡Astral Encinereb y Yuma Tsukumo de Encinereb! Guiad a mis elegidos, que ellos los guiaran a ustedes... —

—¿Qué...? —

Fue lo único que Astral alcanzo a decir antes de sentir un terrible cosquilleo en su cuerpo seguido por una confusa debilidad que poco a poco provoco llegase al suelo con ayuda de Yuma, quien se mantenía a su lado sosteniéndole con cara angustiada, y voz desesperada.

—¡Mi Señor! ¡Mi Señor! ¡Astral! ¡Astral por favor! ¡As...! —

Yuma grito, más sintiendo como sus propias fuerzas menguaban de un momento a otro, cedió a la inconciencia cayendo sobre el pecho de su amado.

La confusión aun estaba en los rostros de los presentes, más sabiendo que tenían que ayudar a la pareja, rápidamente salieron de su estupor, acercándose para socorrer a ambos Villanos que parecían inmersos en un profundo sueño.

La santa mientras tanto, solo atino a esperar a que la situación se viese calmada pues aún faltaba descifrar esas sagradas palabras, por lo que encaminándose a donde llevaban a la pareja dormida en brazos, sonrió con un deje de travesura, sintiéndose culpable por divertirse ante una situación tan adversa.

Yuma y Astral, no podían maldecir más su suerte, realmente, ellos estaban más que jodidos.