Los personajes no me pertenecen, la historia es de mi autoria.
Veía la lluvia caer tras el ventanal que miraba de frente hasta playa, a unos metros de la casa, con la línea de playa bordeada por algunos árboles altos, con figuras puntiagudas que se distinguían desde la pequeña cima donde se encontraba ubicada la casa de mis tíos.
Suspire mientras volteaba y me dirigía hacia el primer piso, a la cocina, sintiendo la casa igual de gris que las nubes del cielo, igual que mi humor.
La casa claramente no era el problema, era hermosa, hecha justo como Esme hacia todo, cálido, hogareño, con delicados detalles que hacían que cada rincón se sintiera cuidado. Amplios espacios en blanco, con muebles de madera claros y encimeras de colores a juego.
Pero ahora sin ellos el espacio se sentía como si toda la vida que había tenido antes se hubiera ido cuando la de ellos se fue.
La cocina estaba vacía, por supuesto, no sabía ni siquiera que había pensado que encontraría, si en los meses de mi autoimpuesto exilio en este lugar no había ido al supermercado más que en una ocasión cuando llegue.
Me rendi y subí al primer piso a cambiarme porque el hambre estaba matándome, sabiendo donde me dirigiría, por más ridículo que me sintiera haciéndolo.
Me puse unos pantalones limpios, una camiseta blanca y una camisa de franela a cuadros encima de ella, tomé una chamarra impermeable y caliente que tenía en el perchero de la entrada de la casa y las llaves del tazón decorado en tonos azul grisáceo que mi tía había puesto en la sencilla pero elegante mesa de madera a un lado de la entrada y Sali de la casa.
Apenas cerré la puerta de la casa, escuché las pisadas apuradas subir al porche, para casi inmediatamente sentir como un hocico empujaba el lado de mi pierna.
Emmet, el gigante perro de mis tíos, que debía de ser una mescla entre pitbull y un caballo mutante. Parado en 2 patas era fácilmente 20 cm más alto que yo y fácilmente pesaba 90 kilos de puro musculo. Pero tenía la actitud de un perro faldero, feliz de seguirte por todos lados si eso incluía un eventual cariño y quizá que le arrojaras su pelota por ciclos indefinidos. Palmee su enorme cabeza, el perro se había quedado tan huérfano como yo después de todo. Era ahora, el hermano que nunca quise. Igual que lo habían sido mis tíos para mí, los padres que el rebelde adolescente que yo era, pensaba que no quería, pero que necesitaba más que nada en el mundo.
El movió su cola perezosamente y lamio mi mano babeándome. Era un imbécil, él sabía que yo odiaba eso, me limpié en su pelo mientras él se tiraba de panza al piso y me despedí de el con una palmada.
-Recordare traerte comida a ti también chico.
El me miro desde el piso, panza arriba, con su sonriente cara de perro tonto viéndome dirigirme hacia el auto.
Me subí a la camioneta, alcanzando a mojarme un poco por la lluvia. La casa de mis tíos estaba ubicada en un frente al mar, en un risco no muy elevado, pero que abría la vista a toda la costa, el mar oscuro a pesar de ser las 10 am y el cielo gris y encapotado, seguidos de millas y millas de terrenos boscosos de pinos, frio, con la casi permanente capa de neblina que sentía que no solo cubría el ambiente sino mi vida últimamente.
Encendí la camioneta y me dirigí a Forks. Apenas estaba a unos quince minutos después tomar la carretera principal, por un camino de carretera de 2 carriles, de doble sentido, resguardado de ambos lados por filas espesas de altos pinos, se me antojaban murallas, prácticamente impenetrables, hacia el espeso bosque, en algunas partes, las copas de los árboles tan altas, que depende del momento del día, tapaban incluso la luz del sol.
Llegue a el pueblo, anunciado por el letrero de bienvenida y la aparición de destarlados establecimientos a la orilla de la carretera.
Tomé la ya conocida desviación hacia uno de los pocos restaurantes del lugar y realmente el único que yo visitaba desde que la vi ahí.
No tarde ni 5 minutos en atravesar las calles hasta dar con el dinner, un lugar como cualquier otro supuse, con un desvaído color verde, y un opaco letrero en él se leía el nombre del local.
Me estacione cerca de la entrada y camine hacia el local, siendo recibido por el calor residual de la calefacción al cruzar la puerta. Varias mesas esparcidas uniformemente, penas otro par de clientes en el lugar que a pesar de los ventanales enormes que daban a la calle, permanecía con el mismo filtro de bajo contraste que el resto de la ciudad y quizá de sus alrededores.
Tome mi lugar habitual, buscando por todos lados con la mirada, buscándola.
Tras unos minutos sentado, apareció para tomar mi orden la señora Cope, la dueña del lugar, con toda su amabilidad y su apariencia de la abuela consentidora de comedia familiar, no hizo más que hundir más mi estado de ánimo, que por una vez intente disimular porque aquella mujer no había sido más que sonrisas y buenos deseos conmigo. Le pedí lo primero que vi en el menú, deseando que estuviera decente y una taza de café. Ella me sonrió y se dirigió a la cocina detrás. Mire hacia la ventana a mi costado, haciendo una lista mental de que tendría que comprar para las siguientes semanas.
Un pequeño toque en el hombro me distrajo de mi interesante tarea mental, sintiendo como se extendía una vibrante onda de calidez desde el punto de contacto hasta el resto de mi cuerpo.
Voltee a ver a la intromisión, para encontrarla a ella, viéndome con sus intensos ojos marrones, con una sonrisa amplia con llenos labios rosados y su cara enmarcada con su cabello, como una cascada caoba cayendo por sus hombros.
Respondí su expresión, no por empatía, pero por una extraña sensación de calor y presión que crecía desde el centro de mi pecho, que tenía cada vez que la veía.
-Edward, no esperaba verte por aquí hoy. - jugaba con sus manos apretando su mandil con el logo del local.
No supe que responderle, sintiéndome como que me había tragado la lengua por un momento. Pero trate de componerme porque sus amables y felices ojos no merecían mi desaire.
-No te vi cuando llegue, casi me voy por que no estabas aquí- nunca fui ningún galán y claramente coquetear no era lo mío.
Ella, contrariamente mi nervioso interior, se rio de mis tonterías.
-Me alegra que te quedaras.
Ella no volvió a tocarme, pero su sola presencia bastada para disipar la contante neblina que sentía en el ambiente a mi alrededor y devolverle calidez a los colores que la rodeaban, como si llevara su propio halo de luz. Se quedo ahí charlando conmigo de cosas insustanciales que solo viniendo de ella me interesarían de la manera que lo hacían, preguntándome por Emmet y sobre cuánto tiempo más me quedaría, antes de que tuviera tiempo de responderle que no tenía idea, porque mi vida igual que este maldito pueblo parecía tener una capa de neblina, solo interrumpida por lo pedazos de brillante luz cálida que eran sus pequeñas intromisiones en mi monótona vida. No que eso ultimo lo fuera a decir en voz alta, una campana sonando desde la cocina interrumpió mi respuesta, su mirada se ilumino y levanto una mano hacia mí en un gesto de espera, dirigiéndose inmediatamente hacia la cocina. Volvió apenas segundos después, con un plato lleno con huevos, tocino y papas ralladas con queso que se veía espectacular, además de una humeante taza de café que me despertó con solo olerla.
Me tomo un segundo salir de mi ensoñación para darme cuenta que eso no era lo que yo había pedido, ella se dio cuenta de mi silencio y hablo rápidamente con la cara totalmente roja.
-La señora Cope me dijo que habías pedido avena, pero recordé que me dijiste que no te gustaba , así que le comente que quizá podríamos hacerte algo fuera del menú que te gustara más- me quede perplejo un segundo, recordaba la conversación la avena, fue la primera vez que había venido a este lugar, le pedí que me diera todas las recomendaciones del menú porque quería seguir viendo la luz que emanaba de ella mientras hablaba y se me salió decirle que no me gustaba la avena por su textura pastosa- pero si quieres puedo cambiarlo- dijo atropelladamente acercando su mano hacia mi plato para recogerlo.
-No, es perfecto. – sintiendo esa cosa en mi pecho crecer un poco. – no me fije lo que pedí cuando ordene, esto es mucho mejor.
Su cara mortificada cambio inmediatamente una sonrisa feliz que hacía crecer el halo de luz a su alrededor.
-Bien- dijo con un asentimiento con todo su cuerpo- te dejare para que comas. - se fue apretando su mano sobre mi hombro, dejando sobre el un sitio de fugaz luz que se desapareció extendiendo su calidez por mi cuerpo. La observe mientras se dirigía hacia la cocina, en la parte de atrás, cuando las puertas de cerraron tras de ella, regresando el lugar a su había coloración desaturada.
Suspire y aleje de mi cabeza todos los deseos e ideas que ella provocaba. Y concentre en comer el desayuno. Cuando termine me levante a el mostrador donde se encontraba la señora Cope y le pague, como siempre ganándome una sonrisa que arrugaba su rostro, volviendo su expresión incluso más similar a la de una abuela consentidora. Le sonreí de vuelta. Viendo rápidamente a su alrededor, causando que su empática sonrisa de despedida se convirtiera en una divertida. Suspire, deseando no dejarme en evidencia a mí mismo tan fácilmente.
Me dirigía a la puerta de salida. Volteándome cuando escuche mi nombre llamado desde detrás de mí, para encontrar con Bella, con medio cuerpo saliendo de las puertas dobles de la cocina, ondeando su mano hacia mí.
Sonreí hacia ella. -Adiós Bella- le dije antes de salir por la puerta.
El camino a mi carro se sintió con una ligereza extraña, con la mente ligeramente en blanco. Cuando me subí a la camioneta traté de aclarar mi mente. volviendo a sentir la eterna neblina cerrarse a mi alrededor.
Arranque el motor y tome el camino a PortAngels, donde había un supermercado más grande y trate de mantener mi mente ocupada en los pendientes que me esperaban al llegar a casa en lugar de mantenerlos en una mujer que claramente no estaba a mi alcance.
El día se me fue de las manos rápidamente, entre todos los lugares a los que fui por las compras y los suplementos para la casa, cuando llegué a el camino a Forks de nuevo ya estaba oscureciendo y recordé que no había comprado la comida de Emmet. Tuve un deseo de palmearme en el rostro y tomé la desviación al pequeño supermercado de Forks. Estacione y me dirigí rápidamente a la zona donde estaba la comida de mascotas, claramente no tenían los sacos de comida del tamaño que necesitaba para el perro mutante que vivía conmigo y comía como condenado a muerte, pero tome 2 sacos de los más grandes que vi, le valdrían por unos días, para cuando se los acabara pensé que habría recuperado el ánimo de ir a hacer la compra de nuevo.
Cuando salí del local, escuché una voz de mujer discutiendo desde el callejón lateral de la tienda, sonada bastante agitada. Me acerque al sitio para ver si ocupaba mi ayuda encontrándome una imagen que hizo hervir mi sangre. Bella forcejeando con un hombre sucio, con ropas viejas y gastadas, el hombre trataba de someterla contra la pared, me acerque corriendo hasta donde estaban y tome la muñeca del hombre, para que la soltara a ella, el volteo a verme, su cara avejentada, con ojos desubicados y rojos, trato de empujarme hacia atrás perdiendo el equilibrio cuando fallo en moverme y tambaleándose en reversa, aproveche y conecte un golpe en su estómago provocando que se callera al piso, momentáneamente sofocado.
Voltee a verla a ella, estaba hecha bola, con los ojos fijos en lo que sucedía frente a ella, su expresión aterrorizada levanto mi guardia, yo no era un hombre violento, sabia pelear, fui joven a impulsivo, mi familia trato de orientar eso a clases de deporte y artes marciales, pero madure y a pesar de todos mis problemas de comportamiento, jamás, nunca levante una mano en contra de nadie. Particularmente no quería que ella pensara que yo era violento.
El llame por su nombre y me acerque a ella lentamente, hincándome en una rodilla para quedar maso menos a su altura, ella fijo su mirada en mi rostro, con sus ojos bien abiertos que por unos segundos parecieron no reconocerme, hasta que pareció salir de un trance.
-Edward- dijo enfocándome, su respiración era profunda, rápida, relajo su postura, y dejo caer sus rodillas hacia los lados. Extendió su mano hacia mi tomando la mano que le había extendido. Le sonreí, sin saber que más hacer de momento, ella imito mi gesto temblorosamente.
Me incorpore, trayéndola conmigo de la mano que había tomado con la suya.
-tenemos que sacarte de aquí para hablarle a la policía- le dije jalándola hacia afuera del callejón, antes de que el hombre volviera en sí.
Ella no opuso la más mínima resistencia, siguiéndome hacia mi camioneta, donde la deje en el asiento del copiloto y prendi la calefacción, rodeé el carro y me sentí en el asiento del conductor, marcando al 911 y explicándoles la situación, pidiendo apoyo de una patrulla.
No tardaron más de unos minutos en llegar y cuando se ubicaron en el lugar, todos parecían conocerla a ella personalmente. Tardaron apenas unos minutos en tomar su declaración y en sacar al hombre esposado del callejón hacia el carro patrullero. Igualmente tomaron mi declaración y el policía más viejo me agradeció, viéndose muy personal sobre el asunto.
-Quieres un aventón a tu casa Bells? – le dijo el policía mayor, que había descubierto que se llamaba Jack a Bella, ella vacilo un momento volteándome a ver, yo le sonreí, haciendo un asentimiento con la cabeza hacia mi auto.
-No, gracias Jack, regresare con Edward. – su voz se escuchaba pequeña, casi apenada.
El hombre volteo a verme, con algo de duda en sus ojos.
-Bueno chica, llámame cuando llegues a tu casa. – él le dio una palmada en el hombro y se subió al carro de policía, llevándose al atacante de Bella con ellos.
Ella me sonrió cuando nos quedamos solos, apenas iluminados por las luces de la patrulla alejándose.
-Puedo irme caminando Edward, ya te he quitado demasiado de tu tiempo. -
Resople.
-No creo que pudiera vivir si no me aseguro que llegues a la puerta de tu casa sana y salva Bella. - ella me di un empujón en el hombro con su mano, sentí la presión sobre mi moviéndome ligeramente, pero aprecié bastante tener sus manos sobre mí en un escenario diferente a mis sueños.
Caminamos juntos hacia la camioneta y abrí la puerta para ella, ayudándola a subir, pues le quedaba algo alta. Cuando me subí a la cabina del piloto, me demoré más de lo habitual en prenderla, comprendiendo que estaba tratando de encontrar una excusa para no dejarla aún. Revise la guantera y el reposa brazos, en busca de algo obviamente no estaba ahí y me cambie unas cosas de lugar, sintiéndome completamente estúpido. Cuando estaba por rendirme y encender la camioneta ella volteo a verme.
-Te agradezco mucho que rescataras Edward. – me dijo poniendo una mano sobre mi antebrazo en el medio de entre nosotros, sonriendo, volviendo todo lo que la rodeaba a ella más cálido con ese gesto. Yo imite su expresión, seguramente viéndome como un bobo. – En especial porque probablemente te estoy quitando el tiempo de un día como hoy.
Su declaración me dejo perplejo, y parecería que ella lo pudo leer en mi expresión. Se rio un poco en voz baja, escuchándose algo nerviosa.
-Es navidad, Edward- su sonrisa esa vacilante. No pase por alto que ella no había quitado la mano de mi antebrazo.
-Oh- dije con amplia elocuencia. Ciertamente no había reparado en las festividades, y ahora que ella lo decía, voltee a ver la tienda donde había decoraciones que yo no había siquiera notado. -No me quitas mi tiempo Bella. Al contrario.
-Debe de haber alguien que este esperándote en casa para cenar, a quien yo le estoy quitando tu compañía- su bendita mano seguía en mi brazo y ella hablo acercándose un poco más a mí.
Negué con la cabeza.
-Desde que Carlisle y Esme fallecieron no hay nadie más que yo en casa. - No es ningún secreto en este pueblo que mi única razón para volver a enclaustrarme fue el luto de la muerte de las personas que me criaron, que me salvaron. Ella me dio un apretón sobre el abrigo con su mano.
Ella se encogió de hombros, con una mirada algo avergonzada por haber sacado ese tema.
-Perdón, no quería recordártelos. - los recordaba todo el tiempo, pero no le quería decir eso tampoco. – bueno, seguramente tu pareja te espera.
Ahora fue mi tiempo de reír, aunque me contuve, porque deveras no quería ser grosero con esta chica, con quien sabía que no tenía ninguna oportunidad, pero, aun así, no quería arruinar este momento.
-No hay tal cosa – y quite mi mirada de ella, para no ver su pena por el pobre idiota solo en navidad, sin familia ni ninguna relación significativa.
- ¿Vas a pasar navidad solo? - su voz era una mezcla de sorpresa y algo de tristeza.
Me encogí de hombros
-Tengo al perro- quien seguramente ya habría roído algo del patio por el hambre en ese momento, pero bien podría haber roído la puerta principal y a mí no podría haberme importado menos.
Ella se ríe, agitando su cabeza hacia los lados levemente.
-Pasa la cena conmigo – dice
A mí me tomo un segundo captar lo que ella me acababa de decir. Bella y yo, una cena, solos. Carajo, si, mil veces sí. Pero antes de contestar, entendí que las cosas en estas fechas no solían ser así. Ella era una chica preciosa, que seguramente no se dedicaba a espantar como la peste a todos los que la querían, como yo había hecho.
-Bella, por mucho que me gustaría aceptar, yo te estaría quitando tu tiempo y alejándote de tus seres queridos si hiciera eso. – le dije la verdad de mis deseos, sintiéndome expuesto, pero mayormente sin nada que ofrecerle a esta mujer que me había cautivado desde que la vi.
Ella negó con la cabeza, con su rico cabello caoba, ondulando por sus hombros y los costados de su rostro hipnotizándome.
-No hay al cosa- dijo imitando mis palabras- mi única familia era mi padre y ya no está aquí con nosotros, tu perro y tu serian una gran compañía para mi- su sonrisa amable no llega a sus ojos durante esa oración, viendo por un momento, cruzar por la profundidad de su mirada chocolate una emoción que últimamente yo conocía a la perfección. Después de eso, su expresión cambio a una casi alerta por unos segundos- Discúlpame Edward, no quiero imponerme, no tienes que aceptar mi invitación, solo quería agradecerte. - ella agita sus manos un poco frente a sí misma mientras dice eso y yo sonrió. Decide dejar de torturarme a mí mismo y aceptar el regalo de navidad que la vida me está dando en lugar de desperdiciarlo.
Tomo su mano, sintiendo una corriente de calidez, casi como un chispazo fluir entre nosotros.
-Me gustaría mucho que pasaras esta noche con Emmet y conmigo Bella- le sonrió, por primera vez en mucho tiempo sintiéndome verdaderamente emocionado por algo- pero me temo que realmente no tengo nada que valga la pena ser comido en navidad en mi casa.
Ella parece animarse tan pronto como las palabras salen de mi boca y deja su mano agarrada a la mía en el reposa brazos de en medio de entre los dos.
-Tengo un pavo pequeño que deje marinando hoy temprano en la nevera, pensaba meterlo al horno al llegar a casa, puedo hacer pasta o algo más para acompañar y alcanzara perfecto, hasta para Emmet- termina riendo, estoy muy seguro que mi perro iba a estar encantado de conocerla.
Decidimos pasar a su casa por sus cosas y el pavo, que ella tiene en un molde de horno cubierto de aluminio. Su casa, que descubro es la antigua casa de su padre, es una casa antigua de la ciudad, algo avejentada, pero obviamente en renovación, aparentemente por ella misma. Le ayudo a subir todo a la camioneta y nos conduzco a través de la ciudad a mi casa, sin creer mi suerte.
Había estado perdido por ella desde el momento que se dirigió a mí la primera vez, con la calidez y luz que emanaba de ella, con su sonrisa amable. jamás tuve el valor de tratar siquiera de intentar algo y ahora cenaría con ella en navidad, en mi casa. Si arruinaba todo, como era altamente probable que pasara, al menos tendría este recuerdo. Si no, Dios bendito, tendría un regalo de navidad asombroso.
El camino hasta la casa fue mil veces más rápido con su mano aun junto a la mía y su jovial platica.
Sentía que incluso las luces de adentro del carro iluminaban con más fuerza ahora, más vibrantes los colores.
Llegamos, por el camino lateral, que abría hacia el acantilado. El sonido del carro llegando hacia la casa y las luces hicieron que Emmet saliera a recibirnos, con su sonrisa de perro tonto y su enorme cola moviéndose energéticamente, apenas iluminado por las luces externas que yo había mandado a instalar en el terreno.
-Wow- ella exclamo cuando estacione el carro. – había escuchado cosas en el pueblo de la casa de tus tíos, pero todos se quedaban cortos.
Sonreí un poco, viendo lo mismo que ella a través de la ventana, si, la casa de mis tíos, mi casa ahora, en muchos sentidos, espectacular, el gusto impecable de Esme y la construcción perfectamente pulida, en el aquel risco, deban vista impresionante. A decir verdad, yo mismo no lo había notado desde que regrese tras su muerte.
-Si, era el orgullo de Esme. - hable mientras me bajaba de la camioneta, porque tuve miedo de que se me quebrara la voz al mencionarla. Emmet corrió de mi lado a tratar de saltarme encima, como siempre, lo detuve antes que sus patas me llenaran de lodo palmeé su cabezota, que mantenía su sonrisa perruna. Me moví el lado de la camioneta para abrir la puerta de Bella, con el perro caminando justo detrás de mi moviendo la cola, pero por supuesto que ella no me espero, la encontré casi saltando para bajarse.
Ella se sorprendió cuando subió la cabeza y me vio frente a ella, sonrojándose hasta la raíz del cabello.
Le sonreí a su terrible sonrojo y a su evidente sorpresa, ella imito mi expresión acercándose levemente a mí, mientras yo me inclinaba lentamente a quedar a su altura.
De repente sentí como algo por encima de la altura de mi rodilla se travesaba entre nosotros.
Emmet por supuesto, haciendo su acto de presencia, reclamando el reconocimiento de Bella. Abrió espacio entre nosotros oliéndola a ella con curiosidad, sin dejar de mover perezosamente su cola. Ella no parecía muy impresionada por el gran perro que la merodeaba, más bien divertida.
-Vaya compañía que tienes, eh. – dijo mientras acechaba tentativamente la mano a acariciar la cabeza del entrometido animal.
-Y lo digas- murmure, por lo bajo de mi aliento.
El, siendo el sinvergüenza que era, no tardo ni 30 segundos en decidir le gustaba Bella y se tiro panza arriba frente a ella, la risa de ella ante el perro mutante y descarado, fue musical como campanas y sentí que me envolvió.
-Es un coqueto- dije con más celos de los que pretendía evidenciar. El maldito perro se la había ganado con algunas payasadas en menos de un minuto.
ella se rio de nuevo, levantándose de cómo estaba en cuclillas.
-Creo que tendrás que distraerlo en lo que, bajo el pavo, porque no creo que lo vaya a ignorar-
Asentí en silencio, yendo rápidamente a la puerta de entrada de la casa para dejarla abierta para Bella y rápidamente bajando el porche hasta ella, tomando a Emmet del collar para jalarlo un poco en lo que ella tomaba el molde con el pavo y caminaba rápidamente hacia adentro de la casa.
Paso por enseguida nosotros, ganadose un perezoso levantamiento de orejas del perro y una pequeña recorrida de apreciación de mi mirada. Ella entro a la casa y me sentí extrañamente agradecido de verla entrar por la puerta principal.
Voltee a ver a Emmett y palmee su cabeza.
-Deséame suerte chico- le hable como un lunático a mi perro mientras me levantaba, el levanto una pata hacia mi haciéndome reír.
Entre a la casa, cerrando la puerta tras de mí, caminé por el recibidor, por el pasillo que recorría hasta la cocina, donde encontré que ella ya había puesto el pavo sobre la enorme encimera de la isla principal de la cocina y se encontraba inclinada frente el horno.
Entendí por un segundo que yo no tenía ni idea de cómo funcionaba el horno, ni siquiera sabía si funcionaba. Pero ella parecía haberlo descifrado por sí misma.
Volteo a verme a la entrada de la cocina y me sonrió, disculpándose por haber husmeado alrededor, yo solo me tragué la lengua y negué con la cabeza, porque me encantaba como se veía ahí, había devuelto al lugar la luz que tenía antes. Cuando Esme cocinaba y yo era un niño sentado en las bancas de la isla de la cocina esperando robar pedazos de queso que se escapaban de la tabla de picar.
Le pregunto si ocupa ayuda para algo, ella me despacha diciendo que hará macarrones con queso y que no me preocupe.
Ciertamente estoy ansioso, con ella en mi cocina, necesito algo en que entretener las manos. Así que voy hasta la sala y enciendo el estéreo, llenando la estancia principal de música y me muevo hacia el área de la cocina donde guardo la comida de Emmet y le sirvo un plato, llevándoselo por la cochera. El viene inmediatamente hacia mí con su andar flojo y despreocupado. Moviendo la cola perezosamente. Acaricio su cabeza y vuelvo a entrar a la casa. Tomo una respiración profunda antes de entrar de nuevo a la cocina.
Ella está preparando todo en un recipiente de cristal para horno, que no estoy seguro si trajo ella o era de Esme, antes de agacharse para meterlo al horno en la reja que está más cerca de la parte superior, justo sobre el pavo.
Cuando se levanta voltea hacia mí con su rostro sonrojado por el calor del horno y sus ojos infinitos viendo me con gusto, alimentando mis fantasías que la chica que me había robado el aliento con apenas algunas palabras, podría tener alguna intensión hacia mí.
Deje descansar la idea. Y me acerqué hacia ella, cuando me di cuenta del pésimo anfitrión que estaba siendo.
-Te gustaría algo de beber? - dije atropelladamente, seguramente viéndome extremadamente torpe- agua, alguna soda, vino. – de eso ultimo tenía mucho aun, cuando recibí la noticia de la muerte de mis tíos decidí llenar su cava de vino hasta el tope y ahogarme a mí mismo hasta que no pudiera sentir su perdida.
-Si no es mucha molestia, una copa de vino estaría bien. -
Asentí y me levanté hacia la cava detrás de la cocina, escogí el que conocía era el mejor vino tinto que tenía y serví 2 copas, dirigiéndome hacia la habitación de la sala, donde ella se había sentado en el sofá de 2 plazas, volteando hacia la ventana, observado hacia el mar.
Me senté junto a ella, viendo su perfil, dejé la copa en la mesa de te frente a ella.
-La vista aquí debe de ser grandiosa- dijo sin quitar la vista de la ventana, alcanzando a ver hacia la línea de la costa apenas, por la oscuridad de la noche.
-Lo es- lo era en este momento, no lo había notado desde que regrese. Pero con ella ahí, volvía a ver la belleza del lugar.
Volteo a verme con una extraña tranquilidad en sus ojos, acomodándose un poco más en el sillón, se estiro apenas para recoger su copa.
Imite su movimiento, acomodándome sobre el sillón, sintiéndome extrañamente cohibido.
Ella me miro, casi sentía que leía mi mente, con su profunda mirada que parecía ver atreves de mí. Sentía una extraña presión viniendo de mi pecho mientras nos mirábamos, casi como si algo más estuviera a punto de pasar. Y paso, como rompiendo el hechizo, ella tembló y se abrazó a sí misma.
Me sentí un idiota, mientras continuaba siendo el peor anfitrión.
Me levante a prender la chimenea, ella protesto diciendo que estaba bien, pero le asegure que me tomaría un segundo. Cuando el fuego estuvo asegurado, y la sala comenzaba a caldearse me acerque a ella, aun en el sillón.
-Gracias Edward- sus ojos brillaban incluso más cálidos con la luz del fuego alumbrándolos.
-Disculpa, hace mucho que no recibía a nadie en casa. - dije mientras restregaba mis manos sobre mi pantalón. Ella se acercó a mí un poco y puso su mano sobre la mía en mi rodilla. La voltee a ver conectando mi mirada con la suya, sus ojos, tan profundos, viéndome con una felicidad discreta, casi con esperanza, me hicieron olvidar mis nervios.
Cerré mi mano sobre la de ella ligeramente, sintiendo la textura delicada, de sus delgados dedos.
Ella no retiro su mano de la mía, al contrario, se acercó un poco más a mí.
- ¿Qué hace alguien como tu aquí Edward? - su pregunta era suave, nada acusatoria, pero hasta incrédula.
Me debatí entre hacerme el tonto y ser sincero con ella, pero parecía que su curiosidad no estaba para el juego del gato y el ratón.
-Un escritor tan famoso como tú, en un pueblo tan estéril como este, podrías estar donde quisieras. - su mano sujeto la mía dándome un apretón gentil.
En este momento, yo estaba justo en el lugar que quería, pero eso no era la respuesta que ella necesitaba.
-Mis tíos me heredaron todo y cuando vine a reclamar la herencia, no pude volver. – corté la conexión con su mirada y vi hacia la oscuridad de la ventana.
-Debes tener una gran vida esperándote en Nueva York. - voltee a verla, su mirada amable, con una nostálgica sonrisa en sus labios.
Mi vida de vuelta en Nueva York: llena de mil y un momentos que habían servido para olvidarme de mi enojo y frustración, de la vergüenza que tenia de volver a ver a mis tíos a la cara después de todas las penurias que les hice pasar.
-No lo extraño- dije simplemente, no lo hacía, necesitaba paz, pero me encontraba perdido en un círculo de autodesprecio que no. Iba a ayudarme a salir a la superficie.
-Tu tía me platicaba mucho de ti- me dijo después de un momento, captando mi atención, su expresión no había cambiado de la nostálgica sonrisa en su rostro, por alguna razón que no comprendí, se sonrojo profundamente, volteando su mirada hacia el crepitante fuego.
Era hermosa, ahora que tenía la oportunidad de verla de cerca sin interrupciones a nuestro alrededor, note lo verdaderamente preciosa que era, ni una pisca de maquillaje sobre su piel de porcelana, labios llenos y rosados, con ojos grandes, con pestañas gruesas, largas y risadas, con una nariz respingona y pequeña.
Quería estar más cerca, pero tenía miedo de estar malinterpretando las señales.
-Probablemente te mintió- le dije medio en broma.
Ella volteo hace mi un poco confundida, pero viéndose divertida
- ¿Por qué lo dices? -
-Era su hijo prodigo, ella hablaba solo de bueno- mire hacia nuestras manos aun unidas.
Ella se movió, acercándose a mí, su mano libre acuno mi rostro, acariciando mi pómulo con el pulgar, el gesto era íntimo, y lo agradecí enormemente.
Un sonido abrupto nos hizo saltar hacia atrás, no me había dado cuenta que delo cerca que estábamos, prácticamente a centímetros del rostro del otro. Su celular, sonó insistentemente.
-La alarma de la cena- dijo simplemente, mientras se levantaba y se dirigía ala cocina. La mire, aun ensoñado, viéndola salir del cuarto hacia la entrada de la otra habitación, preguntándome con pesar que hubiera pasado si la alarma no hubiera sonado. Sacudí mi cabeza, queriendo limpiar mis pensamientos.
La seguí a la cocina, donde ella ya había sacado el pavo y los macarrones con queso, que se veían espectaculares, colocándolos sobre la encimera de la isla de la cocina, no fui para nada discreto sobre mi gesto de asombro sobre la buena pinta que tenían.
Ella se encogió de hombros, fanfarroneando un poco.
-Donde aprendiste a cocinar así? - mi asombro era evidente, tampoco quería disfrazarlo, mi cena de navidad probablemente sería una sopa instantánea en compañía nadie y gracias a la más extraña de las suertes, ahora tenia a la mujer de mis sueños preparándome algo espectacular. Si podía ponerse mejor que esto, pero estaba aterrado de intentar ir más lejos con ella.
-Estudie para ser chef- dijo simplemente, haciéndome voltear a verla con sorpresa, ella se veía extraordinariamente joven para eso.
Debió ver la sorpresa en mi rostro, porque se rio y se encogió de hombros, mientras acomodaba 2 platos, sirviendo el pavo.
Me di cuenta lo poco que sabía de esta mujer, apenas algunas cosas aquí y allá, algunos rumores que se decían de ella en el pueblo.
Su padre había sido el jefe de policía, había tenido a Bella muy joven, con una mujer de la que aparentemente se enamoró perdidamente, quien resulto no estar tan conforme con la vida que el pequeño pueblo tenía para ofrecerle, llevándose a Bella casi recién nacida un día durante la noche. El Jefe Swan, tuvo que ir en busca de ellas no mucho tiempo después pues fue llamado por servicios infantiles, Rene, su exesposa, parecía más interesada en una vida más despreocupada que en su hija, aparentemente muriendo en un accidente de auto saliendo de un antro, mientras Bella estaba en su casa con apenas 5 años, el la trajo de vuelta a Forks y el resto había sido historia. Sabía que él había caído en cama, después de que un disturbio por un esposo violento que él había sido llamado a apaciguar, se salió de control y el Jefe Swan termino recibiendo 3 balas en distintas partes del cuerpo, a lo que Bella regreso de la universidad a cuidar de él, él no lo logro, ella había estado en el pueblo de vuelta desde entonces.
-Fue antes de regresar a Forks- dijo como quitándole hierro al asunto- aún podría retomarlo algún día para tener el título.
La vi fijamente, viendo como su expresión reflejaba nuevamente una que yo conocía bien.
Éramos 2 almas con vidas desechas por situaciones fuera de nuestro control.
Me senté al lado de ella cuando los platos estuvieron servidos.
-Cuéntame más de ti- le pedí.
Cenamos mientras ella me contaba de su vida en forks, de su padre llevándola a pescar, ella había ido a la misma secundaria que yo, pero siendo menor que yo, no habíamos coincidido en ningún momento. Me conto sobre sus mil y una afrentas a la muerte en sus años de secundaria y principio de la universidad, para mi escandalo y terror.
Ella fue a la escuela de cocina en Nueva York según me conto, trate de ocultar mi sorpresa, pero no de su talento sino de que otra vez, estuvimos tan cerca, sin siquiera cruzarnos. Yo sabía que la habría notado, si ahora en mi entumido estado, mis manos picaban por tocarla, mi cuerpo ansiaba al de ella. Su voz quebrada cuando menciono a su padre y por qué ella volvió a Forks, tome sus manos en las mías, viendo como una sonrisa cambio su expresión mientras la sujetaba.
El reloj de la cocina marco la media noche mientras seguía sujetando sus manos, ella volteo a verme, sus ojos aun rojos, pero sonriéndome.
-Feliz navidad Edward- la mire, entendiendo en la profundidad del café de sus ojos, que de verdad era una navidad feliz para mí.
-Feliz navidad Bella- me sentí acercarme a ella casi en automático. Atraído como hacia un imán, ella sonrió más grande y negó un poco con la cabeza. Iba a retirarme a preguntar qué había pasado, hasta que sentí sus manos a los lados de mi rostro, bajándome hasta encontrar nuestros labios.
Mi boca toco la suya, sintiendo la calidez llenarme, sus labios suaves, su amoldaron a los míos. Antes de que me diera cuenta que hacía en verdad, me encontré a mí mismo sujetándola contra mí, acomodado entre sus piernas, con una mano en su muslo y otra en su cintura, la había subido sobre la isla de cocina.
Ella gimió en mis labios, haciendo mi cuerpo vibrar con el profundo sonido. Sentí cada centímetro de ella pegado contra mí, dejándome por unos segundos la libertad de sentirla con mis manos, de recorrer sus piernas enganchadas a mi cadera, la curva de su trasero y su estrecha cintura, deseé seguir con mi exploración hacia arriba, pero me detuve antes de llegar a sus pechos. Quería esto. Pero estaba seguro que cualquier oportunidad con ella se echaría a perder si seguía adelante.
Ella, como leyendo mi mente, se apretó más a mi abrazándome con las piernas, gemí al sentir como, con ella subida sobre el mostrador de la cocina, había apretado su intimidad directamente sobre mi pulsante erección bajo mis pantalones. volví mis labios sobre su cuello, sintiendo como sus uñas bajaban con mi espalda. Bese la delicada piel bajo mis labios, sintiendo su pulso frenético. Ella quería esto tanto como yo, al menos en este momento.
-Llévame a tu habitación- me dijo bajo su aliento. Subí mi cara para verla a los ojos, que se notaban salvajes, deseosos. Respire profundo el aire que compartíamos por la cercanía y decidí que tomaría lo que la vida me estaba regalando, feliz navidad para mí. Mañana, cuando el calor y la cercanía se hubieran calmado, la convencería de no dejarme.
La tome en mis brazos como a una novia y nos lleve a las escaleras, ella se rio, quejándose que podía caminar, pero no la baje.
Gracias a dios había dejado la puerta de cuarto abierta, entrado sin problema, la deje en medio de la cama King size, se veía pequeña en el centro de ella, como una visión, con su cabello oscuro bajando por los costados de su pálido rostro.
Mi respiración era pesada por el deseo. Me incline sobre ella en la cama, cubriendo su cuerpo con el mío, seguí mi exploración de ella, abriendo sus piernas con una rodilla, acomodándome entre ellas, explore su cuerpo con la mano que no me sostenía y continue con mi exploración de su cuello y escote con mis labios.
Ella se retorcía debajo de mí, tan sensible, arqueándose para entregarme sus pechos, que acariciaba por encima de la ropa.
- ¿Puedo? – le pregunte con su mano sobre el botón de sus pantalones. ella no me respondió directamente, pero se incorporó sacando su blusa por su cabeza y entendiéndose para sacar mi camisa.
Seguimos hasta desnudarnos el uno al otro completamente. Me senté sobre la cama, apoyado contra la cabecera, trayéndola conmigo sentadora a horcajadas frente a mí, con mis manos en sus pechos y mis labios recorriendo su cuello, las manos de ella dentro de mi cabello, podía sentir sus uñas mientras bajaba por mi nuca hasta el costado de mi cuello haciéndome gemir profundamente.
Un destello de sentido común brillo en mi mente cuando sentí su pene rosar con su húmeda y cálida intimidad.
-Necesitamos…- dejé mi oración donde la empecé cuando sentí su mano acariciarme en toda mi longitud.
-Estoy limpia y tengo un DIU, quiero sentirte, si estas de acuerdo. - su voz ronca, mientras ella miraba, sus ojos consumidos por anticipación.
No tenía palabras para responder, solo podía ahogarme en su piel. La tome de las caderas, alineándonos y bajándola sobre mí, sintiendo su calidez consumirme. Ella jadeo al sentirnos unidos, yo necesite un segundo ante de volver a funcionar. El calor, el justo calor y enorme placer habían borrado todo pensamiento coherente.
Escuché su musical risa y abrí los ojos viendo su sexy expresión, divertida de verme perdiendo el sentido. Apoyo sus manos en mis hombros y comenzó a moverse sobre mí, haciéndome cerrar los ojos otra vez por las sensaciones.
Ella se movió sobre mi hasta que se satisfizo a su misma, encontrando su liberación con un ritmo errático y altos gemidos, por un segundo casi lo pierdo en ese instante, pero me detuve necesitando más de ella y nuestra unión. Nos voltee para quedar sobre ella, entrando más profundo, sintiendo como me perdía. me envolvió con sus piernas y brazos alentándome a moverme, a guiándome sobre que la hacía sentir bien, recibiéndome cuando no pude más y me dejé ir.
Fue la mejor noche que podía contar en mi vida, con su cuerpo suave, cálido, que parecía hecho para mí. Mantuve mis manos y labios en ella cada segundo, porque si era nuestro debut y despedida, lo haría valer al máximo.
Sali de ella, sintiendo la perdida al instante, sus ojos estaban cerrados, sus labios en una sonrisa. Me permití acostarme y jalarla sobre mí, cubriéndonos con las mantas la sentí acurrucarse a mi lado, rodeándome con el brazo mientras entrelazaba nuestras piernas.
Su cabeza quedaba a la altura de mi pecho, la abrace más contra mí y suspire dentro de su cabello, dejando que todas las emociones del día me llevaran al sueño más profundo que había tenido en toda mi vida.
Me desperté en silencio, en un cuarto iluminado por la luz de la mañana, apreciando cada matiz de la monocromática habitación blanca. Apreciando el pequeño cuerpo de la hermosa mujer que permanecía abrazada a mí. No me moví. Disfrutando de ella contra mí. Hasta que su acompasada respiración cambio y sus ojos se abrieron, no movió su cabeza de su lugar, pero tardo un segundo en enfocar su mirada, entendiendo donde estaba.
No sabía qué hacer en ese momento, sentía que si me movía se rompería el hechizo, pero ella volvió a cerrar los ojos, y se acurruco más contra mí, rodeándome la cintura con el brazo, aprontándose a mí.
Decidí que, si quería a esta mujer, debía agarrarme los pantalones por primera vez, porque ahora veía claro que ella me había escogido a mí.
Acaricie su espalda dejándole saber que estaba despierto.
-Buenos días. – le dije provocando que volteara a verme.
Su rostro estaba sonrojado y su mirada cautelosa.
-Buenos días Edward. - sonrió, separándose de mi protegiendo su pecho con la sabana mientras se incorporaba en la cama.
Me incline hacia ella, como pidiendo permiso, dejándose tiempo de rechazarme su eso quería. No lo hizo, me dejo terminar mi camino con una sonrisa en sus labios y correspondió mi beso suavemente. Me disculpe con ella y me levante de la cama, poniéndome rápidamente mi bóxer, le dije que la esperaba abajo para desayunar.
Disfrute de la manera que sus ojos recorrieron mi cuerpo al salir, había seguido el consejo de Jasper, mi entrenador de gimnasio por varios años. Ahora lo agradecía.
Sali al cuarto donde todas mis maletas seguían abiertas, sin terminar de acomodar nada y me puse un pantalón cálido y un suéter, sin querer quitar el olor de su cuerpo del mío todavía. Bajé las escaleras, dirigiéndome a la entrada de la casa, donde mi puse rápidamente las botas de nieve que tenía ahí y Sali a alimentar a Emmett, el como siempre, salió de la nada y se acercó a mí. Luciendo más animado que de costumbre. Quizá siempre lucia así y el que estaba más animado era yo. Se abalanzo sobre mí y jugué con él por un segundo para después servirle su comida.
Regrese a la casa, escuchando como ella se movía en el segundo piso.
La luz llenaba el espacio desde las ventanas, brillante, resaltando los colores blancos y acentos azules de la decoración. La chimenea se había consumido casi por completo, del fuego que olvide por completo la noche anterior y los restos del pavo y del macncheese seguían sobre la encimera. Guarde todo y lave los contenedores para horno, después saque huevos, salchicha y queso, que era todo lo que sabia cocinar sin matarme y me dispuse a preparar. Antes de poder poner la mescla en el sartén, la escuche bajar por las escaleras, llego hasta donde estaba yo, evitando mi mirada.
Como supuse que pasaría.
Me acerqué a ella, lentamente, dejándole tiempo de evitarme, hasta estar frente a ella y subí su rostro con mi mano hasta que encontré sus ojos con los mios.
-Te llevare a tu casa si es lo que quieres Bella- le dije notando su mortificada mirada- y jamás tendrás que preocuparte que yo comparta con nadie lo que paso esta noche entre los dos. - porque me lo guardaría como un tesoro para mi- pero quisiera que te quedaras conmigo hoy, si quieres y no tienes nadie con quien quisieras estar.
Ella me sonrió resplandeciendo todo a su alrededor.
-No me gustaría nada más que estar contigo- me incline a besarla cuando termino sus palabras.
Me ayudo a hacer el desayuno y después me insistió que Emmet se merecía un poco del pavo de ayer, le hice un puchero y le dije que si no me dejaría algo a mi para después. Ella se rio de mí y me dijo que me prepararía otro después, mientras tomaba algo de la carne oscura del pavo y la servía revuelta con comida de perro, pude verla salir de la puerta de entrada y al perro saltando al lado de ella, sabiendo perfectamente que lo que tenía en las manos era para él.
Ella dijo que me prepararía otro después, así que habría un después de esto. Guarde esa esperanza en mi pecho, por primera vez, dejándola enraizarse ahí.
Encendí la calefacción y ella entro, sonriéndome a la casa, la tome de la mano y la lleve a la sala para ver una película, sintiéndome como el ganador de la lotería cuando se acurruco contra mí en el sofá.
No me importaba mucho la película de navidad que estaban pasando en la televisión, tanto como si me importaba la preciosa mujer a mi lado, su mano sobre la mía y su creciente cercanía, eventualmente me llevo a robarle un beso y eso a recostarnos sobre el sillón para enrollarnos como adolescentes, trate de separarme de ella, no queriendo hacerla sentir incomoda, solo para cambiar de lugar a la alfombra del piso, donde pudo envolver sus piernas a mi alrededor y al poco tiempo me tenía pidiéndole que me dejara hacerle el amor nuevamente.
Nos quedamos ahí sobre la alfombra, arropados con una de las mantas afganas que yo ni siquiera había notado que estaba sobre uno de los sillones de la casa, con fuego bajo que había vuelto a encender crepitando suavemente y la televisión encendida, con caricaturas de navidad, ella estaba de lado, con su espalda pegada a mi pecho, riéndose por las cosquillas que le provocaban mis labios recorriendo el lado de su cuello.
De repente ella se volteo en mi abrazo, pegando sus pechos al mío, sonreí por la nueva posición, sin oponerme para nada en ella cuando se acurruco con su frente en mi cuello.
-Esme siempre me decía que quería que te conociera. – su aliento roso la piel de mi clavícula.
-Era una mujer muy sabia- era una casamentera y una romántica empedernida, pero le agradecería siempre la publicidad que me hizo. La aprete más contra mí, deseando que esa sensación de estar completo no se fuera nunca. Sabía que debía confesarme con ella, si quería que esto no fuera nada más que una cosa de una sola vez- Me dejaste flechado desde la primera vez que te vi en el restaurante, eras un rayo de luz en medio de este pueblo.
Ella se hizo hacia atrás en mis brazos. Su mirada llena de esperanza encontrando la mía seguramente temerosa.
-Creía que no te agradaba – me dijo con una expresión graciosa. - platicabas conmigo, pero parecía como que estuvieras a punto de saltar.
-Me ponías muy nervioso, jamás pensé en tener ninguna oportunidad contigo. – ella se rio.
-Esa ya se te paso, ¿verdad? – dijo empujando su cadera contra la mía, sintiendo mi clarísima erección.
-No, la verdad no- baje mi mirada hacia ella, sin dejar de abrazarla- quiero más que una noche contigo, te quiero a ti y aun me tiene aterrado pensar que tu no quieras lo mismo. - pegue mi frente con la suya.
-Me tienes, no podía creer la suerte que tuve de que me salvaras ayer, no quería alejarme de ti, no puedo creer que estemos aquí ahora. Eres mi regalo de navidad Edward Cullen.
Bese su frente y rodé para que ella estuviera encima de mí.
Pensaría en el resto de los detalles después, por ahora, en este preciso momento, la sensación de su piel sobre la mía y risa llenando el ambiente era todo lo que necesitaba.
Feliz navidad para mí.
Y feliz navidad y año nuevo para todos. Gracias por leer.
