Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es MeilleurCafe, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to MeilleurCafe. I'm only translating with her permission.


Capítulo 1

Desde su oficina en la calle 68 Este, Bella tenía una vista perfecta del edificio de ladrillos directamente en frente. Si le hubieran dado un cubículo del lado opuesto del piso, ella al menos tendría una vista parcial del Central Park. A ella le encantaba el verde, y lo extrañaba mientras vivía entre los bloques altos grises y marrones de la ciudad de Nueva York.

Aunque ella se encontraba en el piso veinticinco, no se encontraba lo suficientemente alto en la organización para ganarse una oficina que diera a una parte más interesante de Manhattan. Bella intentó convencerse que todo Manhattan era interesante, pero en realidad, mirar a una pared de ladrillos tenía sus limitaciones.

Al menos, no distraía demasiado. Ella seguía tratando de dar una buena impresión, ya que había sido empleada en la Fundación Valetudo hacía solo un año. Meses antes de eso, Bella había llenado aplicaciones, había escrito ensayos, y había soportado muchas entrevistas para trabajar en el único lugar que había deseado por encima de todos los otros. La fundación otorgaba subvenciones y llevaba a cabo investigaciones en el campo de la asistencia médica—específicamente, para hacer que la asistencia médica fuera más accesible en las zonas de los Estados Unidos que lo necesitaban. Después de finalmente asegurar un trabajo que significaba todo para ella, Bella no necesitaba la tentación de mirar hacia el parque todo el día.

—¡Oye, Bella!

Hablando de distracciones…

Mike Newton se encontraba en la entrada de su cubículo, apoyándose en el marco de la puerta e inclinando su cuerpo hacia ella de manera sugestiva.

y no una de las mejores. Ella dudó entre el deseo de permanecer educada y el instinto de girar su silla hacia el rincón más alejado de su oficina. El radio de espacio personal de Bella era probablemente un metro más que de la mayoría de las personas, aunque cuando se trataba de Mike, eran más unos tres.

—Varios de nosotros iremos a 230 Fifth después del trabajo. ¿Vienes?

—Oh… —comenzó Bella—. Tengo otros planes. Lo siento. —La idea de pasar tiempo con Mike y sus amigos de contabilidad la hacían estremecer. Ella lo había intentado una vez, solo para ser sociable, y ahora que sabía cómo eran después de unos tragos, no tenía interés en repetir la experiencia.

Mike frunció el ceño por unos segundos antes de recuperarse y su típica expresión exageradamente agradable regresó.

—Qué mal. ¿Qué tienes que hacer?

Bella intentó pensar una mentira creíble que lo quitara de su cubículo—idealmente, no solo hoy, sino que permanentemente. Intuitivamente, sabía que una cita con Mike sería una de las cosas más tediosas de su vida. No tenían casi nada en común; el hecho que él creyera que ella disfrutaría ir a un bar en una azotea era prueba de eso.

Antes que pudiera contestar, Rosalie Hale apareció en la puerta para chocar a Mike con su cadera y entrar a la oficina de Bella.

—Ella saldrá conmigo esta noche, amigo. —Rose se dejó sentar en una silla y observó a Mike, desafiándolo a que discutiera—. Hemos planeado esto por un tiempo.

Mike echó un vistazo de Rose a Bella, frunciendo el ceño abiertamente.

—Claro, si prefieres pasar el rato con Rose. Quizás la próxima vez —dijo, encogiéndose de hombros.

—Gracias —le susurró Bella con honestidad a Rose una vez que Mike se fue.

—De nada —dijo Rose—, pero hay un precio por sacarte de encima a Mike. De verdad vendrás conmigo esta noche.

—¿Adónde vamos?

—Emmett y varios de sus amigos van a jugar al baloncesto en los embarcaderos —dijo, refiriéndose al complejo deportivo en los embarcaderos de Chelsea—. Podemos ir solo a mirar. Emmett conoce al tipo encargado.

Por supuesto que Emmett conocía al tipo. Al parecer, Emmett conocía a todos los tipos, y mujeres en Manhattan. Era difícil resistirse a alguien tan genuinamente amigable como Emmett McCarty. Él era el complemento perfecto para la conducta fría y profesional de Rose. Bella los adoraba a los dos y estaba agradecida por su amistad.

—¿Quién más va a estar allí?

Rose puso los ojos en blanco.

—Siempre con las preguntas. Habrá alrededor de seis tipos, y Alice irá porque Jasper también va a jugar. —Ella entrecerró los ojos en dirección a Bella—. No, no conoces a todos, pero son buenas personas. Lo prometo.

La primera entrevista de Bella en Valetudo había sido con Rosalie, a quién le había agradado ella de inmediato. Y Bella pronto descubrió que Rose no se encariñaba fácilmente con las personas. Eso era lo que habían tenido en común, aunque Bella simplemente era tímida y Rose era desconfiada. Las personas tenían que probarse con ella, pero Rosalie juzgaba bien a las personas. Era una de sus habilidades como especialista en recursos humanos.

—Vamos. Puedes ir a casa después del trabajo y te veré allí alrededor de las siete. Veremos a los chicos jugar y luego iremos a comer algo. Será divertido. —Rose se apoyó sobre el escritorio de Bella, sus collares largos meciéndose con elegancia—. Necesitas salir. Solo que no con Newton.

Bella rio.

—En eso, podemos estar de acuerdo.

Aunque Bella amaba su hogar adoptado en Manhattan, no siempre sentía que Manhattan le devolvía el sentimiento. Encontrar su camino físicamente era una cosa; había aprendido a navegar la vasta red de vecindarios, calles y tránsito. Se encontraba más emocionalmente a la deriva, siéndole difícil conectar con las personas, especialmente cuando venían a la ciudad de a millones durante las horas de trabajo, y la mayoría estaba poco interesada en ser amiga de alguien de un pequeño pueblo en el noroeste del Pacífico. Después de un año, ella estaba un poco desanimada y simplemente le parecía más fácil hacer las cosas por sí misma, o —más y más— quedarse en el apartamento que compartía con su amiga Angela.

Bella creía que no era el tipo de mujer que resaltaba en una multitud, y le hacía dudar de que encontrara a alguien que fuera realmente diferente de una manera que le atraía. Podría ser que Nueva York atrajera a lo mejor y lo más brillante, pero parecía que en el proceso, sacrificaban partes de sí mismos en el camino. Cualquier resto de bondad, caridad, o amabilidad era descartado y abandonado como escombros en la carretera. ¿Y por qué nadie los quería? ¿Por qué fueron abandonados en primer lugar?

La búsqueda de alguien con cualidades e intereses que ella valoraba se estaba volviendo difícil. Bella se encontraba a una lectura de poesía de convertirse en una ermitaña.

Rose conocía la tendencia de su amiga a cerrarse. La última vez que ella había obligado a Bella a salir con ella y con Emmett, habían terminado en un bar en el Distrito Financiero. Se habían encontrado con un número de colegas del despacho de Emmett, y Bella pasó la mayoría de la noche sentada en el medio de la mesa, en silencio, mientras todos a su alrededor conversaban. Muchos de ellos hablaron con ella, pero los intercambios fueron breves y usualmente poco productivos. Bella sintió que había quedado captando pequeñas pizcas de conversación mientras los demás sostenían unas que duraban casi toda la noche.

Pero como ella amaba a Rose a pesar de sus diferencias, y como realmente sentía que le debía a su amiga un poco por extraerla de las garras de Mike, Bella se encontraba en el tren L justo antes de las 7 p.m., dirigiéndose hacia el río Hudson y los embarcaderos de Chelsea.

El complejo deportivo era enorme, pero Rose fue fácil de encontrar, esperando al frente del gimnasio de básquet. Ella fácilmente era la mujer más atractiva en esa parte de Manhattan en ese momento, y varios hombres la observaban. Bella vio como uno de ellos cometió el error de hablarle, probablemente proposicionándole, y lo que sea que Rose le respondió tuvo el efecto como si se hubiera vertido ácido sobre una oblea.

—Los hombres son imbéciles —dijo Rose cuando Bella se encontraba a unos pasos de distancia.

—¿Me sacaste de mi apartamento para decirme eso? Lo sabía cuando estaba en Forks.

—Déjame reformular eso. Los tipos de aquí son imbéciles. Los tipos adentro son increíbles. Vamos, tenemos unos bancos que calentar.

Una vez que entraron al embarcadero cavernoso, Bella vio a Alice sentada cerca del suelo. Emmett y otros cinco tipos más estaban jugando en la mitad de la cancha, luciendo tan intensos como los profesionales. Bella conocía poco sobre el baloncesto, pero le gustaba porque avanzaba rápido y era divertido ver correr a los hombres.

Vio a Emmett y a Jasper, cada uno vistiendo camisetas rojas y vigilando a dos tipos que ella no conocía. Bella no reconoció al quinto y sexto miembro tampoco, pero asumió que eran del equipo de Emmett, ya que tenían puesta la misma camiseta. A juzgar por la cantidad de palabrotas, el partido había comenzado hace un tiempo.

Alice agitó su mano desde su lugar en el banco. Bella y Rose subieron entre pilas de toallas, bolsos deportivos y botellas de agua descartadas descuidadamente alrededor de las gradas. Ella se puso de pie para darle un abrazo entusiasmado a Bella.

—¡Qué increíble verte de nuevo!

Bella había conocido a Alice cuando Rose los invitó a una noche de películas en su apartamento en Brooklyn. Alice tenía mucho entusiasmo y alegría, y aunque a veces Bella la encontraba un poco agotadora, ella nunca se sentía incómoda con ella. Alice poseía cierta seguridad, lo cual hacía que fuera casi imposible que no te agradara.

Su novio Jasper trabajaba en el departamento de informática en la firma de Emmett. Bella sabía que Rosalie y Alice eran cercanas ahora porque Jasper y Emmett se habían vuelto buenos amigos. Rose mencionó que pasaban mucho rato juntos.

—¡Estoy tan contenta de que vinieras esta noche! ¿Cómo has estado? —comentó con entusiasmo Alice.

La expresión casi compasiva en su rostro hizo que Bella se preocupara exactamente sobre qué tipo de caso de beneficencia se había vuelto. De repente sentía como si Rosalie hubiera seguido siendo amiga de ella por lástima, a pesar que sabía que tal paciencia no se encontraba en la naturaleza de Rose. Por un instante, sintió resentimiento y molestia con Alice. Quizás Bella sí tenía una vida social vacía. Pero realmente no disfrutaba de reuniones superficiales en bares y clubes. No la convertía en una paria o una esnob (como sabía que la habían etiquetado varios de los tipos en el trabajo). La convertía en una persona tímida y cohibida que prefería una conversación significativa, aunque no sabía aún cómo encontrar eso en Nueva York.

—Oye… ¿Bella? —Alice la estaba mirando expectante.

Genial. Ahora cree que soy una idiota también.

—Lo siento, Alice. Me distraje por un momento. ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Vienes con nosotras después del partido?

Bella de inmediato miró a Rose.

—Supongo que ese es el plan.

—Vamos al bar Chelsea cuando terminen. Será divertido. Vendrá Edward —añadió Rose.

—¿Ese es el tercer tipo en el equipo de Emmett?

—Sí. —Finalmente, Rose la miró con una sonrisa satisfecha—. No te preocupes. Él no muerde.

Ahora que Rose lo había señalado, Bella llevó su atención a la cancha para encontrar a Edward. Él fácilmente vigilaba a un hombre alrededor de quince centímetros más bajo, su concentración en el balón mientras driblaba entre los pies del oponente. Su cabello corto lucía casi broncíneo bajo las luces fluorescentes. Brazos largos y ágiles; torso largo, incluso dedos largos, los cuales ella notó mientras él extendía sus brazos para el juego—Bella vio mucha altura y longitud, pero todo era proporcional. A pesar de tener puesta una camiseta, podía ver que él era musculoso y fuerte.

Él se tomaba en serio el partido, eso era muy evidente. Su apuesto rostro estaba sonrojado; su marcada mandíbula estaba apretada en concentración.

A Bella le gustaba su estilo.

El oponente de Edward de repente se movió a su izquierda y casi logró evadirlo, pero Edward hábilmente se adelantó y arrebató el balón. Cinco pasos rápidos después él saltó e hizo su lanzamiento, el cual exitosamente pasó por el aro. El otro tipo se encontraba desconcertado, y Bella no pudo evitar sonreír.

Sus compañeros de equipo rugieron.

—¡Todo el día, nena! ¡Todo el día! —gritó Emmett, agitando sus puños.

Bella podía ver a Edward reír mientras se secaba la frente con el borde de su camiseta. Él caminó hacia el fondo de la cancha y levantó la mirada, encontrándose con la suya. Sus ojos se agrandaron por un momento, como si ella lo hubiera tomado por sorpresa; y las manos de ella, las cuales estaban abriendo y cerrando su botella de agua, se detuvieron a medio girar. Ella no pudo moverse por unos segundos.

Edward se tambaleó ligeramente, sus zapatillas rechinando en protesta contra el suelo. La distracción fue breve pero gratificante. Todo lo que él vio en ese momento efímero fue suavidad: cabello suave, ojos oscuros y suaves, expresión cálida.

Él se enderezó y volteó para enfrentar al tipo que estaba vigilando. Mientras se colocaba en posición, su mirada regresó a Bella una vez más, tan rápida y furtivamente que ella no estaba segura si lo había imaginado.

—¿Te gusta lo que ves? —comentó Rosalie, inclinándose y sobresaltando a Bella.

—Córtalo, Rose.

—Oye, no hay nada de qué estar avergonzada. Edward es un buen tipo. Adorable también, pero creo que ya te diste cuenta de eso.

Bella no se molestó en contestar. Ahora que lo había visto, era imposible que ella mirara a otro lado. Rose observó a su amiga observar a Edward.

—Sabes que no diría eso de alguien si no fuera verdad.

Bella asintió, porque Rose no solo era directa sino que certera en su evaluación de las personas. Y entonces Bella dijo lo primero que se le cruzó por la mente.

—¿Tiene sentido del humor?

—¿Sentido del humor? El tipo creció en Brooklyn. Sí, diría que es muy gracioso.

Bella sacudió la cabeza, frunciendo el ceño.

—No, me refiero si mira las cosas con un sentido del humor. No solo... que haga reír a las personas, sino que... No lo sé, acepte esa parte de la vida, incluso cuando algo terrible sucede.

Rose asintió suavemente, sonriendo. A ella le gustaban las prioridades de Bella; decía mucho sobre su carácter, y esto fue algo que notó durante la primera entrevista de Bella.

—Estoy segura de que lo hace. Es policía; no podría sobrevivir en el trabajo de otra forma.

Ante eso, Bella arqueó una ceja. Su padre, Charlie, era el actual jefe de policía en su pueblo natal de Forks, Washington. Sabiendo lo que sabía sobre esa vida, ella nunca se imaginó involucrándose con un policía. La chispa que sintió cuando miró a Edward ahora la preocupaba. Era menos sobre preocuparse de que tuviera un complejo de Electra y más sobre lo que sabía de la vida en el cuerpo policial: guardias largas, seres queridos preocupados, y con los años, un creciente cinismo sobre la humanidad en general.

Ella amaba a su padre, pero estaba decepcionada con los cambios que ella había visto en él mientras avanzaba en su carrera. Charlie comenzó queriendo ayudar a las personas y luego, en algún momento, comenzó a asumir lo peor de todos. Bella no podía imaginar lo fuerte que esa característica podría ser en un policía en una de las ciudades más grandes del mundo.

De repente, se sintió profundamente incómoda con sus suposiciones. Bella se dio cuenta que estaba a punto de pisar los frenos en algo que podría existir solo en su mente. En cinco segundos, se habían conocido, habían salido, y ella lo había rechazado debido a unos defectos imaginarios. Ella sacudió la cabeza ante su propia ridiculez.

Bella regresó su atención a la cancha sin decirle algo más a Rose, quien afortunadamente permaneció en silencio esta vez. Jasper tenía el balón y estaba buscando a sus compañeros de equipo. Él giró sobre sus pies y lanzó el balón a Emmett, que se encontraba más cerca.

Emmett giró hacia la red, dándole a su oponente un codazo en el rostro. El otro tipo retrocedió y sujetó su nariz mientras Emmett lanzaba el balón y volteaba hacia él.

—¡Oh, amigo, lo siento! ¿Estás bien?

El jugador herido apartó la mano de Emmett.

—¡¿Qué mierda, imbécil?! ¡¿Qué estás haciendo?!

—Oye —dijo Emmett—. Solo intento ayudar, amigo.

—¡Sí, bueno, deberías haber ayudado al mantener tus brazos juntos! —Le dio un leve empujón a Emmett.

—Oye, apártate. Fue un accidente —exclamó Jasper mientras trotaba hacia ellos.

Había sangre brotando de la nariz del hombre herido, y manchaba la mano que usó para empujar a Jasper en el pecho. Jasper le devolvió el empujón.

Las tres mujeres estaban sentadas en el banco, petrificadas mientras la escena frente a ellas escalaba. Edward casualmente se secó el rostro con una toalla, y entonces tranquilamente caminó hacia donde se encontraban los tres hombres soltando insultos al otro.

Ahora, Emmett estaba detrás de Jasper, que estaba clavando un dedo en el pecho del herido. Edward colocó una mano en el hombro de Emmett y le indicó que retrocediera.

Bella se preguntaba si Emmett discutiría con Edward o si incluso lo haría a un lado, pero Emmett asintió ante lo que fuera que Edward le dijo y dio un paso a un lado. Edward se introdujo entre Jasper y el herido, llevando una mano lentamente hacia el pecho de cada hombre.

Ella no podía escuchar nada, pero podía ver que Edward estaba hablando tranquilamente mientras miraba de un lado a otro. Le llevó un minuto, pero Jasper se dio la vuelta sin decir algo más. Edward se quedó con el herido por otros instantes para revisar la herida antes que el tipo se dirigiera a los vestuarios.

—Terminó el partido —masculló Rose mientras Emmett y Jasper caminaban hacia las mujeres. Claramente seguían molestos pero mucho más contenidos.

Edward mantenía esa expresión serena en su rostro, su mirada fija en el suelo. Tomó su bolso deportivo y derribó su botella de agua, y esta rodó hacia donde Bella estaba sentada. Instintivamente, ella se agachó para tomarla y se puso de pie para encontrar a Edward a un paso de distancia, una sonrisa grande en su rostro.

Oh, sus ojos lucen tan juguetones…

—Puedes beber si quieres —dijo él.

Bella se dio cuenta que ella lo estaba observando como tonta, sosteniendo la botella de plástico.

—Eh… no, tengo la mía —dijo débilmente.

Divertido, él extendió su mano. A él le gustó el ligero sonrojo que se asomó en su rostro, pero incluso más, le gustó el breve toque de las puntas de sus dedos cuando ella le acercó la botella.

Rose rompió el pequeño hechizo.

—¿Vienes con nosotros, Edward?

—Sí… eh, espera. ¿Adónde van, de nuevo? —Él miró a Emmett.

—A las duchas, donde espero que estés yendo ahora también.

Edward puso los ojos en blanco.

—No, ¿adónde irán a comer?

—Al bar Chelsea —dijo Emmett.

Edward agitó su mano con desdén.

—No me gusta. Demasiado manufacturado.

—Sí, pero tienen buena cerveza.

—La única comida decente que tienen son las hamburguesas.

—Sí, pero tienen buena cerveza.

Cuando los chicos se habían duchado y vestido, el humor del grupo era alegre de nuevo. Los seis llenaban la acera, riendo y bromeando de camino al bar. Bella sintió su estómago dar un vuelco cuando Edward dejó atrás a las parejas para caminar con ella. Mechones de color cobrizo oscuro resaltaban en la luz del sol que se iba, brillante y cautivante. Él bajó el ritmo para ir a la par con ella pero no dijo nada, así que ella fue a por ello.

—Hola. Eres… eh, ¿Edward, cierto?

Sus ojos verdes oscuros se arrugaron en las esquinas. Dios, sonríe mucho. Ella no quería apartar la mirada.

—¿Quién quiere saber?

Bella se encogió; no le gustaba que se burlaran de ella y a menudo creía que alguien lo hacía. Edward la contuvo un poco, no queriendo asustarla.

—Tú debes ser Bella. —Él le sonrió de nuevo, tratando de animarla.

La expresión de ella se iluminó un poco.

—Sí. ¿Cómo sabes mi nombre?

—Por Rose. Ella es como la Wikipedia para cualquiera en la ciudad de Nueva York. Cualquiera que valga la pena conocer, de todos modos.

—Wikipedia no siempre tiene razón —dijo ella, burlándose en respuesta.

—Oh, jamás apostaría en contra de Rose.

Bella asintió.

—Buena decisión.

—¿Acabas de mudarte a Nueva York?

—Sí. Crecí en el estado de Washington y me mudé aquí hace alrededor de un año.

—Escuché que fuiste a Penn.

—Síp. Wikipedia está en lo correcto de nuevo —dijo ella sonriendo. Establecieron un ritmo tranquilo, caminando juntos. Había una creciente ansiedad que Bella siempre sentía en su estómago cuando conocía a alguien nuevo. Sentirse relajada a su alrededor era una victoria bien recibida.

El grupo se juntó para cruzar la calle West. Cuando la luz cambió, Bella sintió un ligero movimiento a sus espaldas y echó un vistazo para ver a Edward mirando a ambos lados por los dos. Él había colocado su mano contra ella de manera protectora para guiarla, y ella se inclinó hacia esta solo un poco. Fue recompensada con otra suave sonrisa.

El bar Chelsea tenía una decoración victoriana falsa, pero era prolijo y bien iluminado, especialmente comparado con algunos bares sombríos a los que Bella había ido antes. Habían numerosas mesas cerradas cómodas alrededor del perímetro del bar, y como no estaba muy lleno, tomaron una mesa grande con sillas a su alrededor. Bella se sentó en un extremo y Edward dejó caer su bolso en el suelo, sentándose en la silla a su lado.

Ella de repente no estaba segura de qué hablar, así que estudió el menú como si fuera un examen final. Incluso rodeada de amigos, ella se preocupaba por entablar una conversación decente. No tenía idea de qué podría impresionar a Edward, y se encontró deseando poder hacerlo, más que nada.

Se volvió un poco más fácil una vez que la camarera se acercó.

—Quiero una IPA Brooklyn Blast, y una hamburguesa con queso, término medio y sin cebolla —mencionó ella.

Edward dejó caer su menú sobre la mesa y observó a Bella con asombro.

—Yo quiero lo mismo —dijo él, sin mirar a la camarera.

—¡Brooklyn Blast! Diablos, chica, estoy impresionado. No muchas personas tienen un gusto tan fino. —Los brazos de Edward estaban cruzados sobre la mesa, y él se estiró así su cabeza casi estaba apoyada sobre estos. Él jamás apartó la mirada de Bella. Puede que esté un poco enamorada ahora mismo.

Ella no iba a decirle que había probado la IPA la única noche que ella había salido con Mike y los chicos. Bella agradeció silenciosamente que el Molesto Mike hubiera probado ser valioso para algo.

—La probé en otro bar una vez. Es realmente buena —dijo, encogiéndose de hombros. No era una mentira, solo una historia incompleta.

—Eso es quedarse jodidamente corto —dijo él, y entonces añadió rápidamente—. Lo siento.

—No lo sientas. No es nada que no haya escuchado o dicho yo misma un millón de veces —dijo ella con un guiño.

Bella odiaba cuando alguien se disculpaba por maldecir a su alrededor. La hacía sentir como una niña, o mucho más delicada de lo que realmente era. Aunque a Edward le quedaba muy bien la vergüenza; lo hacía incluso más adorable.

Lo que Edward odiaba era sentirse maleducado. Quizás Bella pensaba que era un ordinario y desconsiderado estereotipo de policía. Las cosas iban bien, y quería que esa trayectoria continuara.

—Mi papá es policía —dijo ella, tratando de tranquilizarlo—. Conozco la jerga.

—¿Sí? ¿Tu papá es un policía? —dijo con seriedad.

—De hecho, es el jefe de policía en el pueblo más pequeño que hayas oído en el noroeste del Pacífico.

—¿El jefe? ¿Estoy sentado con la hija de un jefe de policía? —Golpeó sus manos sobre la mesa—. Oh, amigo, estoy tan arruinado.

Bella rio.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ahora le vas a decir que fui grosero, y él va a usar esa hermandad secreta de policía para asegurarse que mi sargento lo sepa, y antes de darme cuenta, estaré de guardía en Staten Island.

—¿Dónde nadie sabe tu nombre? —Ella agitó su mano alrededor del bar.

—Sí, exactamente. —A él le gustaba lo bien que ella lo seguía.

Bella rasgó el posavasos frente a ella.

—Odio ir a bares —confesó ella, por impulso.

Él le puso mala cara juguetonamente.

—Entonces, ¿por qué te mudaste a Nueva York?

Ella se sonrojó y no respondió, y Edward podía ver que él la había hecho sentir incómoda de nuevo.

—Estoy bromeando. Solo… Ya sabes, la mayoría de las personas de nuestro alrededor vienen aquí por la vida nocturna.

Bella encontró su mirada de nuevo.

—Yo no. Vine aquí por un trabajo en una organización con la mejor reputación en lo que hago.

Él asintió.

—¿Trabajas con Rose, pero no en el mismo departamento?

—Cierto. Trabajo en solicitudes para subvenciones. He estado revisando uno que es realmente importante, para comenzar una iniciativa de asistencia médica en Dakota del Norte y del Sur.

La camarera dejó su ronda de tragos, y Edward bebió un sorbo de cerveza.

—¿Por qué las Dakotas?

—Tienen varias de las zonas más pobres en el país. Esta subvención podría llevarles asistencia médica. Podría significar que muchas personas, especialmente niños, vean un doctor regularmente. —Edward observó a Bella regresar a la vida mientras describía en detalle las clínicas que la subvención financiaría, la investigación detrás de la necesidad para ellos, y el personal de la organización sin fines de lucro con la que ella había trabajado para comenzar todo el proyecto.

Una luz apareció en sus ojos mientras hablaba, y él se llenó de calor con su fuego. Edward tuvo que retroceder para concentrarse en lo que ella estaba diciendo, porque él estaba tan enamorado de cómo ella lo contaba.

—Realmente amas tu trabajo —dijo lentamente, después que ella se quedara en silencio. Él odiaba lo inadecuado que sonaba, pero por una vez, Edward no tenía palabras. Bella estaba resultando ser la persona que había imaginado, la mujer que él había esperado que ella fuera cuando la había visto por primera vez, tímida pero cálida, en el partido de básquet. Él no creía que realmente expresara lo mucho que eso significaba.

—Sí lo amo. Estoy muy consumida por él —dijo ella, con una pequeña risita.

—Sé a lo que te refieres —contestó, y lo hacía. Edward levantó un dedo largo y lo deslizó arriba y abajo por el costado de su vaso de cerveza, juntando la humedad. Bella observó, asombrada.

—Y bien, ¿qué haces en tu tiempo libre entonces? —continuó él.

Bella vaciló. ¿Cómo respondo a eso? ¿Trabajo mucho hasta tarde? ¿Leo? ¿Intento conocer lo que esta ciudad tiene para conocer, pero usualmente lo hago sola?

—No mucho, de hecho.

—¿Te gustan los museos?

Ella se vio sorprendida, y entonces intentó cubrirlo.

—Así es, sí. ¿A ti?

—Los amo. Deberíamos ir en algún momento. —Él bebió un sorbo muy largo de su cerveza y le echó un vistazo.

—¿Cuál tenías en mente?

—¿Qué hay del Museo de Arte Moderno? ¿Has estado allí?

—No. Quiero decir, sí, me gustaría ir porque no, no he estado allí antes.

Sus ojos se entrecerraron de una manera que Bella ahora sabía que era una advertencia para uno de sus comentarios sarcásticos.

—¿Cómo has podido vivir en Manhattan por…? ¿Qué? ¿Un año ya? ¿Y no ir al MoMA?

Ella se encogió de hombros cohibidamente.

—Simplemente no he tenido el momento, supongo.

—Déjame ayudarte con eso —dijo decisivamente.

Ella lo consideró con curiosidad.

—¿De verdad pasarías tu día libre en un museo?

—Claro. Solo para impresionarte, por supuesto. Preferiría estar en las peleas ilegales de gallinas en el Bronx. —Ella honestamente no podía decir si iba en serio, él era muy bueno con su humor socarrón.

Afortunadamente, él lo aclaró.

—Bromeo. De nuevo. Pero podríamos hacer algo más, si quieres.

—No, eso suena increíble. El MoMA es… genial.

—Mira. —Él colocó sus manos en su brazo para hacer énfasis, y su toque provocó un aleteo que la recorrió como un circuito—. No sé qué piensas que sabes sobre lo que hacen los policías cuando no están de guardia, pero probablemente la realidad sea diferente. Mi realidad, de todos modos. Me encanta el arte, me encantan los museos, me encanta leer. Me encanta hacer muchas cosas como esas.

Ella se suavizó ante la mirada suplicante en su rostro, pero ella no podía resistir un poco de su propio sarcasmo.

—¿Casi tanto como golpear cabezas? —Bella finalmente dijo.

—Oh, bueno… —Él estaba intensificando su acento neoyorquino—. Nada es tan bueno como golpear cabezas. Pero se acerca.

—Pero te gusta ser un policía —dijo ella, una afirmación más que una pregunta.

—Así es, mucho. ¿Por qué hacerlo si no?

—¿Qué te hizo unirte al cuerpo policial? —Bella conocía las razones de su padre, y cómo su idealismo se había estropeado con los años. Si Edward decía que quería ayudar a las personas, ella se preocuparía.

—Curiosidad —contestó él sin vacilar—. Al principio, solo estaba interesado en la justicia criminal, así que asistí a la universidad John Jay. Tienen un programa increíble. Mientras más me involucraba, más me preguntaba sobre las personas y sus decisiones. Quiero decir, si le dieran a escoger, ¿por qué alguien optaría por infringir la ley? Y entonces, comencé a pensar en ello, ya sabes, si hay un tipo criminal, o si cualquiera podía cambiar en un instante.

Él bebió un sorbo de su cerveza de nuevo y se encogió de hombros.

—Tomé muchas clases de psicología.

Bella estaba contenta de que él dijera que disfrutaba honestamente golpear cabezas o cargar un arma. Parecía que Edward pensaba muy bien sobre su profesión, y la recibía en esas meditaciones internas.

—Parece que realmente ves a las personas durante tus guardias todos los días, en vez de simplemente hacer tu trabajo. Espero que siempre te sientas así.

Edward sonrió ante su apreciación, y Bella sintió un calor ante la satisfacción de saber que ella estaba diciendo y haciendo lo apropiado, al menos a veces.

—Comencé patrullando las noches en Morris Heights en el Bronx. Aprendí bastante rápido que la mayoría de las personas allí son buenas, decentes. Mantienen sus hogares limpios. Quieren una buena vida para su familia. Fue la mejor manera de comenzar este trabajo.

Bella sabía que aquellos en las viviendas públicas tenían una terrible reputación de crimen, suciedad, y ruina. Ella estaba aliviada de que Edward pudiera ver más allá de eso. Su compromiso con su propio trabajo no le permitiría estar con alguien que fuera algo menos que de mente abierta.

Emmett caminó por el lado ellos de camino al baño.

—Oye, Ricitos de Oro —dijo, golpeando el hombro de Edward.

—Sal de aquí —dijo Edward, apartando la mano de Emmett.

—¿Cómo te llamó? —preguntó Bella, confundida.

—Ah, no es nada. Un mal chiste —contestó él, reticente a elaborar.

Él no iba a explicar la clave de Emmett para sus preferencias de citas. La mayoría de las mujeres que Edward conocía se consideraban demasiado superiores como para salir con un policía, especialmente si trabajaban o vivían en Manhattan, donde él estaba asignado. Y las chicas con las que él había crecido no parecían interesadas en el placer de Edward por la literatura, los museos, u otras actividades relacionadas. Después de escuchar a Edward quejarse sobre cómo algunas mujeres eran demasiado materialistas y algunas demasiado aburridas, Emmett comenzó a llamarlo Ricitos de Oro ("Malditas Ricitos de Oro", para ser exactos), y dijo que nunca encontraría a alguien que fuera perfecta.

En verdad, la búsqueda de esa persona que era simplemente correcta era algo que Bella y Edward tenían en común.

Cuando fue momento de irse, Edward sugirió que tomaran el metro juntos, ya que él también se dirigía hacia el tren L. Bella aceptó sin pensarlo dos veces. Pasaron la mayoría de la caminata y el viaje en tren hablando sobre Greenpoint, donde él vivía. Él se emocionó con la comida polaca disponible en su vecindario, y ellos desviaron la conversación a una muy larga sobre cómo los mejores restaurantes asequibles ahora estaban ubicados en los distritos exteriores después de ser excluidos de Manhattan por los precios. Él le contó sobre algunos de sus lugares favoritos, aquellos que eran buenos pero poco conocidos, y aquellos que se llenaban pero que aún así valían la pena.

Cuando le pidió su número de teléfono mientras llegaban a la estación en la calle 14, Bella se lo dio libremente. Aún así, ella sintió una punzada de preocupación mientras subía las escaleras para regresar a la calle. Ellos habían dejado el dulce y fácil capullo de su conversación en el bar y en el metro, y habían progresado a un "Te llamaré". Bella se preguntaba si la tensión regresaría mientras esperaba a ver si él usaría el número que le dio.

Se detuvo en la cima de las escaleras, mirando pensativamente a Union Square. Esa punzada desapareció tan rápido como apareció. De alguna manera, ella estaba segura que tendría noticias de Edward, o incluso lo vería, pronto.

Bella también estaba segura que Rosalie querría escuchar todo sobre lo que pasó después que ella se fue con Edward. Llegaron las 9:15 de la mañana siguiente, pero ciertamente Rose apareció en su puerta con café para las dos.

—¿Dosis doble de cafeína hoy? —preguntó Bella. Ella no pudo contener la sonrisa incluso cuando sabía que eso era carnada para la intromisión de Rose.

—Por supuesto, uno es para ti. Sé cómo te gusta tu café. —Rosalie le tendió uno y acercó una silla cerca del escritorio de Bella—. Hice que mi reunión de las diez fuera pospuesta así podía venir aquí y asegurarme de que llegaste bien a casa. —Arqueó una ceja hacia Bella por encima del borde de su taza.

—¿Pospusiste tu reunión así podías preguntarme sobre Edward?

—Bueno, sí. —Rosalie le miró como si este fuera el rumbo normal de los eventos. Para Rose, probablemente lo fuera.

—Tomamos el metro juntos.

—Eso lo sé. Cielos, deja de desperdiciar mi tiempo. Dime cómo fue.

—Oh, Rose, fue mejor que mis mejores fantasías. —Se detuvo para un efecto dramático mientras los ojos de Rosalie se agrandaban—. El tren llegó a tiempo, por una vez.

Rose se acercó para golpearla mientras Bella se carcajeaba. Las ruedas en la silla cedieron mientras ella se volvía a sentar, apoyando codos sobre los reposabrazos. Bella bebió su café pensativamente.

—¿Planeabas emparejarme con él? —finalmente preguntó.

—Pensé que harían buena pareja juntos —reconoció Rosalie.

Bella contempló el pequeño jarrón de lilas en su escritorio.

—Puede que tengas razón.

Rose vio la misma expresión pensativa que Bella usualmente tenía, pero hoy, había algo más allí también. O mejor, no había. Su amiga lucía menos irritable de lo usual; a sus cejas le faltaba su fruncido normal, y sus ojos estaban agrandados, casi expectantes.

—Estoy tan contenta de escuchar eso, Bella —dijo suavemente. Ella decidió no presionar en busca de más detalles ahora mismo.

Las dos mujeres bebieron su café en un silencio satisfecho por unos momentos. Entonces, Bella miró a Rose con una sonrisa curiosa.

—No me has contado cómo tú y Emmett conocieron a Edward. ¿Cómo se conocieron?

—¡Oh, eso! Es una historia increíble. Era mi primera vez conduciendo en Manhattan. Por supuesto, nos acabábamos de mudar de Chicago, sino hubiera sabido que no debía conducir en Nueva York.

»—Ni siquiera recuerdo de dónde íbamos. Giré a la Quinta Avenida en una de las calles que cruzan, y estaba tan estresada por todo el tráfico que ni siquiera noté que era de un sentido y yo iba en la dirección equivocada. —Ella sacudió la cabeza.

—Así que, allí estábamos, avanzando por esta calle, y entonces escuchamos las sirenas. Me detengo, prácticamente bloqueando toda la calle, y el policía se estaciona detrás de mí. Estoy llorando, Emmett intenta calmarme, y el policía está sentado en su coche haciéndome esperar.

»—Finalmente, él se acerca. Realmente estoy volviéndome loca llegados a este punto. Por supuesto que Emmett sabe que estoy alterada, y está agarrándose la cabeza porque sabe lo que está a punto de suceder. —Se rio—. Estaba convencido de que seríamos arrestados. Él probablemente estaba preocupado de terminar siendo la perra de alguien en Rikers Island.

»—Como sea, el policía se inclina y apoya sus brazos en la ventana. Era Edward. La mirada en su rostro, estaba toda contraída en un gran signo de pregunta humana. Y él simplemente me mira y dice, con su acento neoyorquino tranquilo, "Y bien. ¿Quieren hablar de ello?". Emmett comenzó a carcajearse tan fuerte que lloró. Lo cual me hizo enfurecer, pero no con Edward. Incluso entonces, había algo tan increíble sobre él. Y no solo porque me dejó pasar.

—¿Han sido amigos desde entonces?

—Sí, él y Emmett comenzaron a hablar y Emmett le preguntó sobre los mejores lugares para jugar. Incluso intercambiaron números de teléfono. Fue el comienzo de un largo y hermoso bromance.

—A Edward realmente parece gustarle el baloncesto.

—Definitivamente. Le encanta jugar, desde que era un niño. Le encantan los Knicks. —Ella tomó otro sorbo de su café—. Quizás te invite a un partido.

—Quizás diga que sí —contestó Bella, sonriendo para sí misma.

Ella no supo de Edward esa noche, o la siguiente. Pero Bella se negaba a ponerse nerviosa. Su conexión no era poco convincente. Ella estaba segura de eso de alguna manera.

Como una paloma que tercamente regresaba cada vez que era echado, Mike pasó por el cubículo de Bella de nuevo esa tarde. Se dejó caer en la silla vacía en su oficina, sin invitar y no deseado.

—Oye, chica —dijo con la familiaridad que él siempre asumía—. Ya casi llega el fin de semana. ¿Qué hay?

Excepto por insultar, lo que ella no quería hacer porque trabajaban juntos, Bella se preguntaba cómo podía hacer llegar el mensaje que ella simplemente no estaba interesada. Peor, deseaba que fuera Edward quien estuviera preguntándole sobre el fin de semana. Mike solía desagradarle por quién era. Ahora, lo resentía por quién no era.

—Tengo planes —dijo ella firmemente, no queriendo elaborar para Mike.

Un llamado al marco sin puerta la salvó. Rosalie se encontraba allí con Edward.

Él estaba aquí, en su oficina.

Inesperadamente.

En uniforme.

Bella tragó, fuerte.

Ella inmediatamente pasó una mano por su chaqueta y agradeció silenciosamente por haber escogido una de sus favoritas hoy, un traje turquesa que siempre daba entrada a halagos. Su cabello… bueno, caía en ondas desordenadas por debajo de sus hombros, pero no había nada que ella pudiera hacer sobre eso en ese momento.

—Hola, Bella. Mira quién vino a saludar —dijo Rose, que era la única persona que Bella conocía que podía ejecutar este acto casual—. Pensamos en pasar por aquí. Oh. Hola, Mike —dijo, finalmente saludándolo—. Este es Edward Cullen, un muy buen amigo de Bella. Y mío. Mike Newton trabaja en nuestro departamento de contabilidad —dijo ella, volteando hacia Edward y poniendo los ojos en blanco cuando Mike no podía ver.

Edward contempló a Mike con una expresión neutra mientras sus instintos policiales se activaron: permaneció tranquilo, evaluó la situación, y reaccionó acorde. Supo de inmediato que Mike tenía interés en Bella —era su oficina, y no parecía que él estuviera allí para hablar de trabajo— pero faltaba un pedazo de evidencia; específicamente, los sentimientos de Bella por el tipo. Era mejor ser bueno, al menos por el momento.

Él ofreció su mano.

—Un placer conocerte.

—Sí, lo mismo digo —dijo Mike cordialmente—. Luces un poco familiar.

—Este es mi precinto.

—Entonces, ¿eres policía, eh?

—¿Qué me delató? —Edward sonrió como un buen policía.

Bella estaba observando a los dos, sus ojos yendo de uno al otro. Era difícil no notar el contraste entre los dos. Mike… Bueno, lucía como Mike. Camisa celeste, pantalones caquis, corbata neutral. Este era su uniforme, y era vastamente inferior al de Edward. Ella tenía que admitir que Edward lucía bien en su uniforme… muy bien.

Edward sabía que su color azul usualmente hacía que las mujeres miraran dos veces. Él no había aprovechado la ventaja en un tiempo, pero hoy quería usar lo que fuera que acercara más a Bella a él y la alejara de este payaso que estaba sentado en su oficina como si tuviera un derecho a estar allí.

—Entonces, ¿has estado trabajando en estas calles por un tiempo? —preguntó Mike.

—Por el tiempo suficiente —contestó Edward ágilmente—. Quizás me viste la última vez que almorzaste en el puesto de perritos calientes afuera, porque estoy seguro que no te he arrestado aún.

Mike soltó una risita educada.

—¿De dónde eres?

—De Brooklyn, ¿y tú?

—Oh, vivo en West Village. —Bella notó que Mike no contestó exactamente a la pregunta.

—Oh, sí, juego al basquet allí todo el tiempo —dijo Edward animadamente—. En la cancha de la calle Cuatro Oeste.

Mike asintió.

—Es legendaria.

—Absolutamente. ¿Vas allí?

Parecían estar conversando en idioma de hombres. Bella no se daba cuenta, pero se desarrollaba otro juego.

—Oh, claro. El baloncesto es genial.

—Así es —dijo Edward rápidamente—. Oye, mis amigos y yo siempre estamos buscando con quién jugar. Deberíamos juntarnos. —Señaló con su dedo índice, moviéndolo de un lado a otro entre él mismo y Mike.

—Me parece bien. Definitivamente deberíamos jugar. —La sonrisa de Mike jamás había sido más falsa.

—Genial. ¿Qué tal el sábado? Podríamos reservar la cancha en la mañana. Bella probablemente venga también. Te gusta mirar, ¿cierto, Bella? —Edward volteó hacia Bella, sus cejas alzadas inocentemente.

Ambos hombres la miraban expectantes —Mike, en confirmación, y Edward, con una súplica de que le siga el juego— y Bella miró fijamente a los ojos verdes y penetrantes de Edward.

—Cierto. Sí. ¡Por supuesto que deberían jugar el sábado! —Para endulzar el trato y asegurar su lugar en el equipo de Edward, añadió—. Estaré allí.

Mike se encontraba arrinconado y lo sabía.

—Sí, claro, amigo. Calle Cuatro Oeste. Puedo juntar a varios chicos. Nos vemos allí. —Le dio a Edward un saludo militar, esa sonrisa falsa aún en sus labios—. Entonces… supongo que volveré abajo. Nos vemos luego, Bella —dijo, arrastrando las últimas palabras.

—Nos vemos el sábado, amigo. —Edward levantó una mano en modo de despedida, pensando, Vas a caer.

—No sé si Emmett tiene algún plan para el sábado, pero estoy segura que lo cancelará por esto —dijo Rosalie—. Si no, lo obligaré a que lo haga. —Miró a Bella y a Edward—. Bueno, tengo que regresar a mi oficina también. Conoces la salida, ¿cierto, Edward?

—Creo que puedo encontrar un ascensor, Rose.

—Sabelotodo. —Agitó sus manos hacia Bella y guiñó un ojo—. Nos vemos más tarde, cielo.

Bella encogió sus hombros y enlazó sus dedos entre sí. Ahora que ella y Edward estaban solos de nuevo, de repente se sentía nerviosa, especialmente cuando él caminó alrededor de su escritorio para pararse un poco cerca. Ella movió hacia atrás su silla para mirarlo.

—Así que, ¿supongo que tengo asientos junto a la cancha para un partido este sábado?

—Sí. Espero que no te moleste. Probablemente debería haberte preguntado primero —contestó Edward apologéticamente—. ¿Puedes ir?

—¿Bromeas? No me lo perdería. —Bajó la voz—. ¿La oportunidad de ver a Mike Newton ser puesto en su lugar? Podría vender entradas para eso.

El corazón de Edward se aceleró. Esa era la confirmación que necesitaba de que Mike no se interpondría en el medio.

—Qué bueno escuchar eso.

La mirada de él se movió entre su cabello largo y oscuro a su traje y bajó por sus piernas, con un ligero retraso alrededor del cuello V de su chaqueta.

—Te ves realmente bien —añadió.

—Gracias. Tú también te ves bien —dijo ella. Bastante bien, de hecho.

—Oye, quería darte algo. —Él buscó en su bolsillo—. Ten.

Edward le dio un trozo de madera redondo, de circunferencia cercana a un vaso para cerveza. Estaba pintado de gris, con las letras "T U I T" en color azul brillante a un costado.

—¿Qué es esto? —preguntó ella, riendo.

—Es un 'tuit' redondo*. Ahora no puedes decir que no estás haciendo algo que realmente quieres hacer porque no has encontrado el tiempo. MoMA está abierto por las tardes este verano. Vayamos. —El corazón de ella se derritió ante su honestidad.

—Me encantaría —dijo Bella rápidamente.

—Esperaba que así fuera. —Edward sonrió lentamente, y entonces se mantuvo en silencio por un momento, simplemente mirando a Bella y disfrutando la manera en que se sentía.

—Bueno, será mejor que me vaya. Es hora de regresar a la guardia.

—Gracias por pasar. Y gracias por esto —dijo ella, sosteniendo el tuit entre su dedo índice y sus dedos del medio—. Lo usaré.

—Deberías. Es por eso que te lo di.

Bella lo sostuvo en su mano, cerrando sus dedos firmemente alrededor de este, mucho después que Edward se fuera. Ella no sabía si esto era la cosa más sosa que había visto jamás o la más ingeniosa, pero aun así, a ella le encantó.

El sábado por la mañana, Bella estudió a la multitud frente a la cerca y vio a Alice agitando la mano como una niña de cuatro años detrás de unos hombres muy altos. Ella buscó a Edward, tratando de hacerlo de manera desapercibida, pero no lo pudo encontrar. Ahora entendía por qué Edward le dijo a Mike que se encontraran allí temprano el sábado por la mañana. El pequeño lugar estaba lleno, con cada lugar disponible en la cancha en uso.

El ruido era casi abrumador: zapatillas rechinando abruptamente en el asfalto, balones de goma impactando las redes o los tableros; fanáticos y rivales gritando del otro lado de la cerca. Técnicamente, no había asientos, pero Alice estaba cargando un par de sillas plegables en bolsas. Bella tomó una y la colgó de su hombro. Ella estaba a punto de preguntar dónde deberían sentarse cuando notó una cabeza familiar de cabello broncíneo.

Alice siguió su mirada y sonrió, señalando en su dirección.

—Vamos. Ubiquémonos cerca de dónde están jugando.

—Había escuchado que estas canchas eran populares, pero no tenía idea. Hay cientos de personas aquí —dijo Bella. La mayoría de los jugadores tenían puesto zapatillas, y camisetas con balones bajo sus brazos o en el suelo, sostenidos por sus pies cubiertos.

—Sí, es por eso que necesitas estar aquí a las nueve. También por qué ayuda ser un policía de Nueva York que creció alrededor de aquí —contestó ella, asintiendo hacia Edward—. Él conoce a muchos de estos tipos. Los regulares le permitirán meter un partido.

Bella vio a Edward y a Emmett, y entonces a Mike, que se encontraba con sus compañeros de equipo. Ella no reconocía a nadie del grupo de Mike; él no había invitado a nadie de la oficina. Eso probablemente fue una buena idea. Bella tenía el presentimiento que Mike y sus amigos estaban a punto de ser derrotados.

Jasper apareció a los laterales, y ella observó a los seis mientras hablaban, probablemente sobre las reglas que usarían para su partido. Edward era alto, delgado y fornido; no exageradamente, pero muy bien definido. Sus pectorales estaban visiblemente marcados debajo de su camiseta de los Knicks naranja y azul; su abdomen no lo estaba. Mike, por el otro lado, tenía suficiente en su zona media para abultar su camiseta. Las mangas habían sido recortadas, lo cual solo enfatizaba sus dudosos bíceps.

Bebe otra cerveza, Mike. Ella sabía que era mezquino, pero no podía evitarlo. Bella contuvo una risita. Era bastante obvio que Mike raramente practicaba deportes. Si él creía que sería coronado el rey del baloncesto después de quince minutos de partido, estaba completamente equivocado. También era bastante improbable que volviera a aparecer por su cubículo de nuevo. Edward parecía haber encontrado la solución perfecta para eso.

Chocando los puños una última vez, los chicos se dirigieron a su parte de la cancha. Los ojos de Edward se encontraron con los de Bella, y su rostro se iluminó de inmediato. Él le sonrió, grande y brillante, sus ojos se arrugaron de una manera que ahora era placenteramente familiar. ¿Para mí? Sí, esa sonrisa es para mí. Ella se rio un poco, devolviéndole la sonrisa. Él rápidamente se dirigió hacia su lugar en el asfalto.

—Hola, Bella —dijo, su mirada permaneciendo en ella por un momento antes de finalmente notar a Alice—. Oh, hola, Alice. ¿Eh, Bella? ¿Puedes cuidar mis cosas?

—Claro. —Ella tomó su bolso deportivo de sus manos y lo colocó en el suelo entre sus pies—. Oye —dijo mientras él regresaba a la cancha—. Buena suerte.

Él sonrió y agitó su mano con despreocupación.

—Es pan comido. —Con un último guiño para Bella, él trotó para unirse a sus compañeros.

Alice resopló.

—Eso fue completamente innecesario.

—¿Qué, desearle buena suerte?

—Nooo, pedirte que le cuides sus cosas. —Alice señaló al bolso—. Nadie aquí tocaría sus cosas. —Se acercó a ella y susurró de manera conspiratoria—. Él quiere asegurarse de que te vea cuando termine el partido.

Bella se sonrojó. La creciente familiaridad que tenía con Edward debía ser muy obvia, pero mientras más lo consideraba, mejor se sentía al respecto—le daba la bienvenida incluso.

Mike finalmente la vio mientras todos se colocaban en sus lugares.

—¡Hola, Bella! —dijo. Ella no podía atreverse a ser cruel con él, así que lo saludó con la mano cortésmente.

—¡Hola, Mike! —dijo.

Edward resopló bajo su aliento y se ubicó en su lugar así Mike podía defenderlo.

El lanzamiento de una moneda le dio el balón a los tres amigos, así que Jasper la repicó perezosamente por unos instantes. Edward corrió pasando a Emmett, y Emmett se ubicó en el camino de Mike para bloquear su vigilancia de Edward. En otro segundo, Edward se encontraba libre.

Jasper se lo pasó, y Edward se estiró para lanzar con un salto. Con su cuerpo alineado, su antebrazo derecho, soltó el balón de sus dedos con un efecto cortado practicado, y el balón atravesó la red.

—Lanzamiento con suerte —gruñó Mike mientras recibía el balón de Emmett para comenzar el ataque de su equipo. Edward le sonrió a Mike, claramente impávido.

Bella tomó un sorbo de su café para esconder su sonrisa.

Ahora que el equipo de Mike tenía el balón, él les estaba gritando y diciéndoles qué hacer, como si fuera un entrenador y no un jugador. Jasper estaba cubriendo a un hombre con cabello castaño claro y ondulado que era tan alto como él. Emmett, siempre la fuerza motriz, tenía sus brazos estirados para defender a alguien casi tan grande pero con juicio mucho más inferior. El tipo tenía puesta una camiseta de los Celtics, e incluso Bella sabía que era suficiente para ser lanzado sobre la cerca de aquí.

Los seis habían asegurado la mitad de la cancha, aunque con el objetivo de entrenar, había solo tres tipos jugando. Bella y Alice observaron mientras una y otra vez, Jasper y Edward destruían la defensa con resistencia simbólica de Mike y sus amigos. El equipo de Mike corría más lento y era menos hábil en todo momento.

Mike intentaba inquietar a Edward con más fanfarroneo.

—Debes ser el autobús, porque te voy a llevar a la escuela —se burló.

—Estás bromeando, ¿cierto? —dijo Edward y rio—. A mi abuela se le puede ocurrir algo mejor que eso. —Entonces, se agachó y acorraló a Mike con sus brazos largos y pies rápidos, sin darle espacio a Mike para que operara.

El tipo con Jasper hizo varios lanzamientos, y Bella casi creyó que los chicos estaban siendo buenos con el equipo de Mike y les dejaban tener esas canastas. Emmett no era un lanzador fuerte, pero era un defensor excelente, casi intimidante. Jasper era rápido y ágil con sus pasos, y la mayoría de sus lanzamientos embocaba la red. Cuando un jugador oponente avanzaba, Edward rápidamente se colocaba entre Mike y el cesto, plantando sus pies separados, con los brazos extendidos y cerrando el rebote de su oponente.

Cuando tenía el balón, Edward resaltaba entre todos. Elegante y rápido, lograba atravesar a cada oponente con sus movimientos hacia la canasta. Bella lo observaba navegar contra el tablero innumerables veces, cruzando a todos y cada uno de los defensores con un paso firme, y el balón atravesaba la red en casi todos los lanzamientos.

Después de media hora, ella notó que Mike parecía bastante exhausto. Casualmente, esto sucedió después que Edward encestó un lanzamiento de seis metros desde la esquina con facilidad, antes de que Mike pudiera incluso llegar a estar a un metro de él.

—Presumido —masculló Alice, pero ella estaba sonriendo tan grande como Bella.

Por un momento, Bella se preguntaba si Mike detendría el partido, pero fue Emmett que lo terminó al señalar su reloj y decir que tenía que ir a casa para encontrarse con Rose. Mike bromeó agradablemente sobre que Rose lo tenía con correa, pero Bella vio el alivio en el rostro de Mike. Ella estaba justo estirándose para tomar su botella de agua cuando notó que Edward y Emmett chocaron sus hombros. Los dedos de la mano derecha de Edward y la izquierda de Emmett chocaron suavemente entre sí.

Bella supo entonces que el final del partido estuvo orquestado desde el comienzo. Y aunque Edward quería alardear frente a Mike, no lo exageró. Marcó su punto y lo dejó allí.

Edward se acercó lentamente, su mirada baja, driblando su gastado balón. Bella se puso de pie para recibirlo, sosteniendo su toalla en una mano y su botella de agua en la otra.

—¿Qué quieres primero?

—Café, de hecho.

Ella se sintió decepcionada de sí misma por un momento —¿por qué no pensé en eso?— pero entonces Edward le sonrió y tomó la toalla.

—Voy a tener que acostumbrarme a esto —dijo ella lentamente.

Edward le echó un vistazo rápidamente, y por un momento ella vio esperanza en su rostro, lo cual lo hacía tan cariñosamente vulnerable que casi no podía soportar burlarse de él.

—¿Acostumbrarte a qué? —preguntó.

—A este sentido del humor neoyorquino. Podría haber tenido todo un stand de limonada aquí, más ropa limpia y una ducha privada, solo para ti —Clavó su dedo en su pecho empapado—, y aún así hubieras pedido algo que no tenía.

Él la miró atentamente por un momento antes de contestar.

—Nah. Creo que siempre tendrás todo para mí.

Oh. Con una lenta inhalación, intentó pensar rápidamente, y terminó preguntándole sobre lo que había tenido curiosidad desde que los tres estuvieron en su oficina.

—¿Por qué quisiste jugar al baloncesto con Mike?

Edward se paró con el balón bajo su brazo, su mano sobresaliendo derecha. Él entrecerró los ojos en dirección a la estación de metro en la calle Cuatro Oeste.

—Tenía que mostrar quién es mejor.

Bella soltó una carcajada.

—Sabía que podías ganarle en cualquier momento. que tú sabías eso también.

Él volteó hacia ella, atípicamente serio ahora. Con cariño, apartó los mechones de cabello que se habían caído frente a los ojos de ella.

—No. Tenía que mostrarle quién es mejor para ti.

Bella lo observó, sin aliento, mientras las puntas de sus dedos trazaban la forma de su rostro una y otra vez.

—Te veo —dijo él, y entonces repitió intensamente—. Te veo. ¿Y ese tipo? Él jamás podría.

Su mirada expresiva suplicaba con ella, y entonces se suavizó. Las lágrimas se asomaron en los ojos de ella. Nadie jamás le había dicho algo así. Lloraba porque ella siempre había temido que nadie lo hiciera.

Si alguien le hubiera preguntado a Edward temprano en la mañana, hubiera expresado algún tipo de preferencia para su primer beso con Bella. Él hubiera querido estar más aseado, mejor vestido, y más hidratado. Pero Edward vio el momento por lo que era, así que suavemente tocó su barbilla y se inclinó.

La ciudad desapareció alrededor de ellos mientras sus labios se encontraban, tentativos al principio, y entonces firmes, moviéndose profundamente. El balón cayó y se alejó rodando mientras Edward rodeaba la cintura de Bella con sus brazos y la jalaba hacia él. Al diablo el sudor y el hedor. Estuvo emocionado cuando ella respondió con entusiasmo, parándose de puntitas de pie y rodeando sus brazos alrededor del cuello de él.

Ella sintió su sonrisa —siempre esa sonrisa— mientras él plantaba suaves besos en sus mejillas, sus ojos, y la punta de su nariz.

—Mike es un bancador —dijo ella.

—Creo que te refieres a calientabancas —dijo él cariñosamente.

—Como sea. No tiene el don. ¿Eso funciona?

—Perfectamente. Ahora, ¿podemos dejar de hablar de Mike, por favor? —Edward se inclinó para besarla de nuevo, fuerte y determinado.

Bella una vez pensó que no era lo suficientemente importante para Nueva York; que pasaría desapercibida como sus partes pequeñas: el bordillo de una acera, el zócalo de una ventana, las pequeñas letras en un cartel que tuviste que cruzar la calle para leer. Todas esas sensaciones de insignificancia se evaporaron ya. Finalmente se sentía visible, en los brazos de Edward. Ella sabía que no desaparecería, ni tampoco lo haría él.


Bromance: El término bromance es una forma de referirse a un vínculo afectivo intenso, no sexual, entre dos varones. Estas relaciones suponen un mayor vínculo afectivo y emocional que el de la amistad tradicional.

Tuit redondo: round tuit, es un objeto que podría ser usado como chiste o motivacional para cualquiera que procrastina.


¡Feliz año nuevo!

Espero que les guste esta nueva historia que les traigo. No me van a creer, pero no tiene nada de drama, son 19 capítulos más epílogo de puro romance precioso y capítulos larguísimos jaja

La idea es poder actualizar tres veces por semana, y habrá adelantos en el grupo :)

Espero que quieran acompañarme de nuevo y qué tengan un buen día.

Besos,

Pali