Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES 18.
Historia editada por Karla Ragnard
Capítulo 2:
El teniente
No supo cuánto tiempo estuvo con la cara metida en el barro, luchando entre la idea de seguir perdiendo su dignidad o meterse hasta lograr esconderse por la vergüenza.
—¡Señorita! —exclamó un hombre, quien llevaba un paraguas sobre su cabeza.
Bella apenas pudo sacar la cara de la suciedad, notando que quien la miraba era un guapo caballero muy formal tras un impecable traje negro. Era moreno y de cabello corto, alto y de hombros anchos. Parecía muy preocupado tras su mirada marrón.
—Por Dios, déjeme ayudarle —dijo, soltando el paraguas para darle una mano.
Isabella apenas se sostuvo sintió que sus tacones se habían roto en pedacitos, perdiendo varios centímetros de imponencia.
—¿Qué le ha sucedido? Mire, por Dios, cómo ha quedado —señalaba él, intentando limpiarla con su pulcro pañuelo.
A pesar de su gran orgullo, lo que le impedía que cualquiera la viera débil, no pudo contenerse a tan guapo hombre, sobre todo en su estado de vulnerabilidad. Sentir que le limpiaba el rostro fue suficiente para respirar y no ponerse a llorar.
—¡Un maldito! —gimió, recordando a aquel hombre que se había ido sin siquiera mirar lo que le había hecho con su bestial camioneta.
—Qué desgracia. ¿Me permite ayudarla? —señaló, dándole su mano.
—Gracias… ¿Usted es…?
—Jacob Black —respondió—. He llegado hace muy poco a la ciudad.
—Qué gusto, Jacob. Soy Isabella Swan.
—El gran gusto es mío.
Él siguió limpiándola, no deteniéndose en sus preciosos atributos, sino en sus ojos marrones que de inmediato le hicieron caer rendido a sus pies. ¿Cómo negarse a tanta belleza?
Jacob la condujo hacia adelante hasta que llegaron al coche de ella, uno rojo al que gustaba presumir, sobre todo a los hombres. Él volvió a limpiarla con ternura y jamás dejó de protegerla con el paraguas, no hasta que se subió a su coche. Una vez apoyada en el filo de la ventana, mirándose mutuamente, él sintió que ninguna estatua humana de barro era tan hermosa como ella.
—Muchas gracias, Jacob —señaló Isabella, dándole una sonrisa de sincero agradecimiento.
—Bien, ¿y tú? —dijo de pronto, causándole extrañeza.
Estaba tan perplejo por los hermosos ojos de Isabella que acabó diciendo lo primero que encontró en su cabeza.
—Lo siento —añadió, sacudiéndose las mejillas—. Soy abogado—. Le tendió una de sus tarjetas—. Por si quiere demandar al dueño de la camioneta.
Ella frunció el ceño.
—¿Demandarlo? ¿Es ilegal ensuciar a una mujer en medio del barro? —Claro que sabía que la respuesta era negativa… lamentablemente, y que lo que parecía querer hacer era darle su número.
—Yo… Podemos hacer la forma de que pague.
Bella rio y guardó la tarjeta.
—Que tenga buen día y gracias por ayudarme.
—De nada, señorita.
Ella preparó el coche mientras veía que el hombre se marchaba, medio trastabillando, atontado por los atributos de Isabella, la psicóloga recién despedida de un trabajo que simplemente era todo lo que necesitaba para cumplir sus caprichos y hacer vivir a su hijo de la mejor manera posible. Ahora, ¿qué quedaba? Con las manos en el manubrio y la mirada puesta en el frente, se negó a llorar por las injusticias y solo se mantuvo quieta, odiando con fervor el poder de los hombres y su miedo imperante de perder su estatus de macho satisfactor en el placer femenino.
Toda su vida había luchado por esas mujeres esclavas, pero ahora le había costado el trabajo. A pesar de eso, sentía mucho placer por haberles gritado al par de cerdos.
Sin embargo, el sentido de la humillación había llegado a su culmen y, de pronto, comenzó a llorar de verdad, las lágrimas que botaba solo cuando le habían roto el orgullo. Justo en ese mismo instante recibió la llamada de su hijo, su tesoro y gran orgullo, el único que le había hecho pasar por las peores penurias laborales y sociales, solo con tal de hacerlo nacer feliz y sano.
—Tony —gimió, no pudiendo ocultar el odio que sentía por esos hombres.
Se escuchaba la música clásica de fondo y esta de pronto paró.
—Oh no, ¿qué ocurre, mami?
Escuchar su voz siempre era calma. Tenía diecisiete años, pero seguía siendo su pequeño, él lo sabía también.
Siempre fueron mejores amigos, mostrando los límites adecuados de madre e hijo, pero era la relación que ella solo podía considerar su mayor orgullo, incluso más allá de su carrera, de su estadía en la universidad y las maestrías. Él, el inmenso Tony, tan inteligente, educado y calmo, era su mayor orgullo.
—Le he gritado al par de cerdos —susurró.
Hubo silencio.
—Te despidieron.
—Sí.
—Oh, mami, ven a casa, ¿un chocolate?
—Por favor —gimió.
—¿Con Sex & The City?
—Sí —su voz era un hilillo.
—Te estaré esperando.
Cuando cortó, vio que el tipo de la camioneta, cubierto por una sudadera con gorro mientras escapaba de la lluvia, se arremangaba la tela, mostrando unos hermosos y fieros tatuajes en sus grandes músculos. Por poco salió del coche para lamérselos, en un impulso guardado sin siquiera darle espacio para razonar. Pero entonces recordó que aquel imbécil había sido el que le había hecho parecer una estatua de barro en medio de la calle, por lo que aceleró, aprovechó la cercanía con el fango y el agua, y pasó a su lado, salpicando todo lo que pudo. Lo único que alcanzó a ver por el espejo retrovisor mientras se alejaba de él, fue cómo se quitaba el gorro de la sudadera, completamente sucio y mojado, mostrando nuevamente su despampanante cabello cobrizo.
Bella sonrió, satisfecha.
Por su parte, el dueño de aquel fatídico desenlace vio cómo el coche rojo se marchaba con rapidez carretera adentro, sin darle tiempo de analizar la mirada que una mujer le había dado por ese espejo retrovisor. Parecía vengativa y muy dura. Pero ella ya se había ido, dejándole una sensación de desconcierto y furia a la vez.
—¡Edward! ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó una mujer, yendo hacia él.
Se giró de manera colérica y se intentó quitar el barro de los ojos, refunfuñando.
—¡Por tu culpa! —le recriminó el hombre, mientras veía a la mujer con las mejillas rojas de tanto llorar.
—¿P… Por mi culpa? —tartamudeó ella, volviendo a llorar.
Edward Cullen, demasiado cansado de sus arrebatos infantiles, simplemente la abrazó mientras se asqueaba por el barro en su cuerpo. Quién diría que el teniente del ejército de los Estados Unidos, que había estado en las peores trincheras posibles en el Medio Oriente, podía sentir tanto asco del barro de su propio país.
—¿Quién iba a decir que tendría una hermana tan sensible? —dijo él, mirando al cielo.
—Es que… —No se contuvo y siguió llorando.
—Rose, te he dicho mil veces que papá y mamá no van a matarte por esto.
—¿Eso crees? ¡Edward! ¡Debía casarme! —chilló.
—Lo sé, lo sé, papá y mamá querían que te casaras y terminaras la universidad antes de embarazarte, pero estamos hablando de papá Carlisle, no de papá… Bueno, no de él.
—¿Y si se entera?
—Seré yo quien lo pudra a golpes.
Rosalie, su hermana de dieciocho años, solo pudo arquear las cejas ante el temor de aquello. Odiaba la idea.
—Además, quien pudo darte un buen golpe en el culo era yo, que he llegado luego de mucho tiempo y mira cómo me has recibido, ¡con semejante noticia! —exclamó, recordándole que su llegada al país luego de tanto tiempo era un suceso histórico para todos.
Había pasado demasiado tiempo en el Oriente Medio, haciendo pasar a su joven hijo de diecisiete algunas cosas que hasta el día de hoy se arrepentía. Sin embargo, de lo que más se había asegurado era de que fuera feliz. El haber decidido volver a su país natal había sido un proceso complejo, en especial para él, que debía retomar su vida alejado del ejército luego de haber cesado sus funciones.
—¿Estás feliz? —inquirió Rosalie.
—Estoy muy feliz. Eres mi hermana menor, te crie junto con mi cachorro, ¿no lo recuerdas? —Tiró de su nariz, haciéndola reír—. No puedo creer que tendrás un bebé.
—Eres el primero que sabe.
—Te ayudaremos, lo prometo. ¿Puedo saber quién es el padre?
—¡No!
—¿Qué?
—¿Vamos a casa?
Edward bufó y miró hacia el cielo otra vez.
—¿Prometes no volver a llorar?
—¿Estás diciéndome que soy una llorona? —gimió Rosalie, mostrando unos brillantes ojos tristes.
—Sí, deberíamos ir a casa.
Se metieron al coche, esa camioneta inmensa que había hecho estragos en cierta mujer, y cuando se preparaba para manejar, Rosalie lo miró con los ojos enternecidos.
—Dime que te quedarás para siempre.
Él suspiró.
—Tal vez sea para siempre.
—¡¿En serio?! —chilló ella.
—Sí, he comprado una casa en un buen barrio, así Ness puede tener una vida más acorde a su edad. Está en la etapa, ya sabes.
—¡Estoy tan feliz!
Edward suspiró, esperando que ese barrio lo recibiera de buena manera. Hacía mucho tiempo no vivía una vida normal y ahora tocaba enfrentarse con una nueva familia vecina. Solo esperaba que fueran agradables, aunque él estaba lejos de serlo… claramente.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, ya vamos conociendo a cada personaje y lo que sigue es más interesante aún, como su entusiasmo fue tal, he traído el capítulo antes, y si eso se repite, puede haber capítulo en menos. ¡Cuénteme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de DanitLuna, Cinthyavillalobo, Eli mMsen, rosycanul10, saraipineda44, CelyJoe, SeguidoradeChile, Iva Angulo, Mss Brightside, merodeadores1996, Mari, Veronica, Desiblack, cavendano13, Liliana Macias, BreezeCullenSwan, luisita, NoeLiia, Ady denice, Pam Malfoy Black, Elizabethpm, Ana Karina, Gracia, Caniqui, NarMaVeg, Diana, Ana Cullen Lutz, Aidee, Naara Selene, sollpz1305, valentinadelafuente, Teresita Mooz, Rero96, ELIZABETH, E-Chan Cullen, Freedom2604, kathlenayala, Stella Mino, zulmaruizdiaz1993, MakarenaL, ale173, dayana ramirez, Wenday 14, Rose Hernandez, Noriitha, calia19, Belli swan dwyer, Vero Morales, Maribel 1925, brenda naser, EloRicardes, nikyta, Valevalverde57, Liz Vidal, Angel twilighter, alejandra1987, Toy Princes, jackierys, krisr0405, valem00, Paliia Love, esme575, Brenda Cullenn, Karina Ramirez,Lu40, Mime Herondale, cindycb03, diana0426a, Fer Yanez, Alyssa Andrea Garay Navea, NERA, AnabellaCS, Luisa A, Valentina Paez, Ana, maribel hernandez cullen, Mapi13, ConiLizzy, Elena, Perla Olivera, Mayraargo25, Pancardo, Sandy, Zulema Coss, Tata XOXO, JMMA, LaPekee Cullen, patymdn, MariaL8, Mooz, Arlette Cullen Swan, kaja0507, Vania, liliana M, EM, 1208, LadyRedScarlet, ELLIana11, Santa, CCar, Bitah, somas, llucena928, miop, Nati098, Adriu, Franciscab25, Yulis Milis, Erikay2003, Aidee Bells, Celina fic, roberouge, Ana, Carmen, Fallen Dark Angel 07, Kk, Gloria, claribelcabrera585, jenni317, alyssag19, natuchis2011b, Sus, Jocelyn, beakis, Jade HSos, twilightter, SOF V, ari kimi, keyra100, Laliscg, Lizzye Masen, patymdn, Gan, Elizabeth Marie Cullen, Damaris14, Karensiux y Guest, cada gracias es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tienen sus comentarios, su entusiasmo y su cariño, de verdad gracias
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