Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo en edición (¡Te quiero, Karla!)
Capítulo 17:
Sangría y lasaña
Bella ya tenía sus ojos en blanco mientras dejaba los papeles de la atención de urgencias sobre la mesa. Era su madre, aprensiva y alocada como nadie.
—Ya te dije que no pasó nada —recalcó, caminando por la sala.
—¿Estás segura? ¡Por poco me comen los nervios cuando Tony me dijo que no apareciste en toda la noche! —chilló Renée, la profesora de primaria que le había heredado el carácter más cabrón a su ya cabrona hija.
—Fue solo un momento de debilidad.
Y sí, internamente también se refería a ese affair con el teniente.
—Qué semanas de mierda has tenido —insistió, suspirando.
—Sí, algo así, pero todo va a mejorar, ya lo verás.
—Tony me ha contado que has decidido hacer un par de intervenciones en la preparatoria.
—Sí, solo necesito asegurarme de que todo con mi hijo vaya bien.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
Bella tenía la esperanza de que su hijo le hubiera contado algo a su abuela, pero ya entendía que no.
—Nada importante, solo quiero que todo esté bien con él. La preparatoria es difícil y más aún para ese pequeño tan…
—Especial.
—Así es. Pero cuéntame, ¿van mejor las cosas con papá?
Bufó.
—Ya estoy aburrida de él.
—Mamá…
—Siempre del lado de tu padre…
—¡No es así! —interrumpió—. Solo quiero que dejen de discutir.
—No voy a de discutir con él. ¿Puedes creer que tiene una gran amistad con la vecina esa?
—¿La vecina que les lleva pasteles?
—Esa misma… —gruñó—. Siempre supe que le gustaban las pelirrojas, pero no, yo asegurándome que conmigo todo estaría bien.
Bella puso los ojos en blanco nuevamente y se acostó en el sofá.
—¿Por qué crees que eso es malo? ¿Crees que te está engañando con ella? —Cuando notó que iba a replicar, volvió a interrumpirla—. Quizá estás reflejando tus deseos internos…
—No estés actuando como una psicóloga conmigo.
—Ya, pero es que… Si no has visto nada malo.
—Solo siento que no le importo y he estado pensando en pedirle que se vaya de casa.
—Mamá —suplicó Bella.
—Creo que es lo correcto.
¿Qué podía hacer contra eso? Su madre era muy cabrona cuando quería. Y bueno, su padre, Charlie Swan, un vendedor de artículos católicos (aunque era ateo), que era muy querido en gran parte de San Francisco, era demasiado adorado por las mujeres como para… no empatizar con su madre; aún así, él era tan fiel, estaba tan enamorado de Renée, su mamá, que no lo imaginaba haciendo tamaño horror.
—Pero… ¿y a dónde quieres que se vaya?
—Con la vecina.
—¿Te gustaría verlo?
No respondió. Era demasiado orgullosa para eso.
—Bueno, ustedes ya son bastante adultos como para arreglar sus problemas. Aunque si necesitan terapia…
—Olvídalo. ¡Por Dios!
—Yo creo que el problema radica en el sexo…
—Tú y el sexo. —Bufó.
Bella rio.
—Ya sabes, si quieres saber de la terapia, puedes venir.
—No.
Volvió a reír.
—¿Y el cerdo de tu ex jefe te pagó lo que tenía que pagarte por despedirte como el mierdero que es?
Su madre era tan malhablada que hasta ella se quedaba corta.
—Sí, tengo buenos dólares, pero quiero que todas las mujeres que están en ese lugar tengan una jefatura adecuada, sé perfectamente el tipo de asqueroso que es. Creo que… contrataré a un abogado y veré la posibilidad de demostrar lo que hace, de todas formas es una corporación con accionistas a los que no les gustaría el escándalo.
Podía sentir el fuego en los ojos de su madre, amando la justicia femenina que su hija siempre impartía.
—Eso me parece perfecto. Ahora, debo dejarte. Al fin sé que estás bien. Tengo una clase con varios niños mirándome.
—Está bien. —Suspiró—. Hablamos pronto. Te quiero.
—Te quiero. ¡No olvides llamarme más seguido, malagradecida!
Ella volvió a poner los ojos en blanco y cortó, mientras veía a Tony más alegre, lo que le hizo sonreír.
—¿Por qué tan contento? —preguntó Bella.
Tony se ocultó un poco para que ella no viera su evidente sonrojo.
—Es que estoy aliviado de verte bien, mamá.
Ella suspiró y le abrió los brazos para que la abrazara, lo que Tony hizo sin meditar. Sentir su olor lo tranquilizaba.
—Nunca habías pasado una noche fuera de casa, al menos no sin decirme —musitó él, apoyado en su hombro.
—Lo siento mucho —fue lo único que Bella pudo decir.
—No vuelvas a decir que lo sientes. Me porté como un malcriado, perdóname, mamá, de verdad.
Bella se separó para mirar los ojos de su maduro hijo, aliviada de que él fuese capaz de decir algo así.
—No voy a mentirte, me dolió mucho —confesó ella—. Pero una mamá es capaz de perdonar a su hijo, sé que los adolescentes son así, aunque si por mí fuera, tú habrías dejado de crecer. —Rio.
—Pensé que no volvería a verte, mamá —sollozó Tony, rompiendo en llanto.
Bella cerró sus ojos y siguió abrazándolo.
—Nunca pienses eso, antes muerta que dejarte a solas.
—Eso no tiene sentido —dijo su hijo, riendo mientras lloraba.
—Tienes razón. —Bella le siguió con las risas y finalmente lo separó para acariciar su rostro—. Aquí estoy, mamá no se irá, recuerda que siempre puedas confiar en mí, ante cualquier cosa, soy tu madre y siempre escucharé sin juzgarte.
Tony tragó y asintió, buscando la manera de decirle todo lo que estaba rondándole la cabeza. ¿Cuándo sería el momento correcto? Aunque parecía irracional para todo lo que su madre insistía en que jamás iba a juzgarle, seguía teniéndole miedo a una realidad que había luchado por enfrentar por el temor que probablemente su familia paterna le había generado… y quería luchar contra eso a como diera lugar.
—Lo sé, mamá —respondió finalmente—. Además, quiero contarte algo.
La sonrisa que de pronto brotó de los labios de su hijo, provocó que esta comenzara a asomar también en su rostro.
—Vamos, cuéntame.
Bella tiró de su mano y le hizo sentarse en el sofá de la sala principal. Tony juntó sus manos y respiró hondo antes de decidirse a abrir la boca.
—Mamá, tengo un amigo —susurró.
Ella levantó las cejas.
—Y este es un amigo de verdad, es muy importante para mí.
Cuando Tony la vio sonreír, sintió mucho alivio. Un paso a la vez siempre era suficiente, al menos por el momento.
—¡Dime cómo se llama! ¡Anda! —exclamaba ella, que siempre había deseado que su hijo llegara con una noticia que, quizá para algunas madres, era algo normal, pero para Bella era algo que nunca había sucedido, sobre todo cuando comenzó a ir a la secundaria y luego a la preparatoria.
—Quiero… que lo conozcas —siguió susurrando.
No sabía cómo decirle que quería pedirle que hiciera una cena especial, como tanto le gustaba a él, para su amigo.
—¡Claro! —chilló Bella. Seguía muy emocionada—. ¿Te parece si le hago mi especialidad? O… quizá se sentirá muy incómodo que yo me entrometa…
—¡No! A él le encantará, ¿puede?
Bella se rio y asintió.
—Por supuesto que sí. ¡Dile que venga mañana! Ya será domingo. ¿Te parece bien?
—¿A cenar? —preguntó Tony, casi dando un salto en el sofá.
—Sí, ¿a las siete de la tarde está bien?
—Sí, ¡le diré enseguida! ¡Te encantará! ¡Gracias, mamá! —dijo Tony, dando un brinco para tomar su teléfono y avisarle a ese amigo.
Bella no pensó mucho en que quizá era muy obvio que ese amigo se trataba de Ness, solo se levantó feliz, porque su hijo estaba emocionado por tener alguien con quien sentirse auténtico.
Solo esperaba que esa persona no le hiciera daño… Solo eso…
.
Tony corrió a su habitación para hablar más cómodamente. Lo primero que hizo fue llamarlo.
—Heeeeeeey, Tony —dijo Ness, con su característica voz
andrógina.
—Mamá quiere conocerte -explicó él con rapidez.
Ness, que estaba acomodado en su cama junto a Puntito mientras
escuchaba los gruñidos de su papá mientras se intentaba curar la herida de la cabeza, dio un brinco, despertando al perro.
—¿De verdad? —inquirió mientras se acomodaba erguido en la
cama, mirando a la ventana que daba a la habitación de Tony.
—De verdad —dijo el interlocutor, mirando también a la ventana.
Cuando los dos se vieron, sonrieron.
—Y… Y.. ¿Cómo le haremos para ir? preguntó el otro.
—Mamá quiere que vengas a cenar hoy.
—¿Hoy? ¡Eso es estupendo!
Ness estaba emocionado. Lo que más quería era conocerla, ella le generaba… tantas cosas a la vez.
—¿Crees que puedas venir con tu papá?
Los dos continuaban mirándose, sonriéndose y haciéndose gestos.
—Por supuesto que sí, sacaré a papá de su cueva y estaré ahí.
—A las siete.
Los dos sentían un estremecimiento en sus entrañas.
—Perfecto. A las siete. ¿Qué le gusta a tu mamá?
Tony apretó los labios y Ness sentía que cada día lo quería más.
—La sangría.
La sonrisa de Ness creció tanto que acabó mostrando sus dientes con frenos. Tony lo contemplaba y era tanto su cariño que quiso saltar la ventana para abrazarlo.
—Papá es experto haciendo sangría.
—Parece un sueño hecho realidad.
—A las siete.
—A las siete.
Iban a cortar, pero Ness, con su característica valentía, dijo algo que quizá era muy pronto, pero necesitaba hacerlo.
—Te quiero —exclamó finalmente.
Tony se quedó en blanco por unos segundos, pero luego sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Te quiero —respondió.
Cuando cortaron, ambos se miraron otro rato por la ventana, viviendo lo que quizá sería el amor más grande de sus vidas.
.
—¿De verdad te cae tan bien ese amigo? —preguntó Edward mientras se acomodaba el reloj en una muñeca y luego el brazalete en el que tenía el nombre de su hijo grabado en el interior en la otra muñeca. Por supuesto, no pudo no llevar su anillo, uno que Ness le regaló cuando hizo un trabajo esporádico en la tienda de sus abuelos, ganando su primer y muy escueto salario.
Era muy especial para él.
—Claro que sí —respondió Ness, dándose la vuelta para mirarlo—. Oh, papá, qué guapetón te ves.
Él aludido puso los ojos en blanco y le sacudió el cabello.
Edward había optado por algo casual. ¿Para qué más? Una camiseta negra era suficiente y un suéter delgado de color verde musgo que realmente resaltaba su amplio torso, unos jeans de estilo motociclista, ajustado a sus caderas, y finalmente unas botas grises gruesas con las que fácilmente podía partir el culo de alguien.
—No tanto como tú —destacó, mirando a su hijo.
Ness era un caradura y no tenía vergüenza alguna. ¿Qué mejor que ponerse una ¿camiseta? Ni él sabía que era esa malla ajustada a su cuerpo con pequeños brillos, la cual llevaba hasta sus dedos, entrelazando los gruesos hilos entre ellos; sobre esa malla llevaba una camiseta blanca sin mangas, además de unos jeans anchos con un cinturón grueso y unas zapatillas Vans negras.
—¿Llevas la sangría? —preguntó él, dando brincos de felicidad.
—Aquí está —dijo Edward, moviendo la bonita botella, algo receloso por ello—. Tienes prohibido beber…
—Pero un poquito contigo.
—Si, sí, ya vamos —regañó el teniente.
Edward iba a sacar el coche para salir, pero Ness tomó su mano y le indicó que era cerca.
—¿Qué? —El teniente estaba aturdido y no entendía nada.
—Es con los vecinos.
—¡¿Qué?! —exclamó.
—Lo que dije.
—Ness, me has engañado…
—En absoluto. —Ness sonreía y lo arrastraba con todas sus fuerzas, algo difícil, la verdad—. ¡No seas así!
—Pero… ¡Ness! —gruñía el teniente.
—¡Si no vienes no te hablaré por un mes!
—¡Eso es chantaje, Ness!
—¡Ven!
Finalmente, Edward cedió y acabó siendo arrastrado como un niño a la casa de su histérica (y guapísima, para qué negarlo) vecina. Ness respiró hondo y tocó a la puerta, mientras su padre estaba visiblemente nervioso.
.
Bella terminaba de preparar su deliciosa lasaña a la boloñesa, receta que había aprendido de su abuela paterna, quien había tenido padres inmigrantes italianos. Para preparar el estómago para su deliciosa lasaña, había hecho una ensalada capresse digna de un chef. ¿El postre? El favorito de su hijo, panna cotta de chocolate.
Mientras revisaba que todo estuviera bien y el olor emanaba por la casa de forma placentera, colgó el delantal y caminó hacia la sala para mirarse al espejo de cuerpo completo y revisar su atuendo.
Como era una cena para su hijo, procuró usar algo cómodo, pero que no ocultara lo mucho que le gustaba verse bien. Un suéter rojo oscuro y unos jeans negros y apretados, combinado con botines de tacón negro, era suficiente para sentir que había hecho un buen trabajo. Se acomodó el oscuro cabello ondulado y se miró las largas pestañas maquilladas con mascara negra, la delgada y perfecta línea negra y los labios rojos, con lo cual sonrió mientras sacudía sus aretes.
—Mamá, te ves preciosa —comentó Tony, que había estado poniendo la mesa para la cena.
Ella sonrió y miró a su pequeño ya no tan pequeño, que se había puesto una sudadera verde ancha y sus pantalones de algodón favoritos, junto a sus zapatillas Nike. Se había peinado y lo notó un poco nervioso.
—Gracias, cariño, y tú estás perfecto. No estés nervioso, prometo ser simpática con tu amigo. Después tienen la libertad de ver una película o…
Tony corrió a abrazarla, sintiendo su olor a perfume, el de siempre, Poison de Dior, pero también ese inconfundible olor a mamá.
—Gracias —susurró él.
—Oh, ¿por qué?
—Por acompañarme en esto.
Bella sonrió y le acarició el cabello con cuidado para no despeinarlo.
—Siempre lo haré, además, me hace muy feliz verte tan contento de que tengas un amigo, sé que si quieres traerlo a casa es porque realmente es especial.
—Lo es, mamá.
Ella lo besó y le dejó un beso marcado en su mejilla, lo que hizo reír a ambos.
—¡Mamá! —exclamó Tony.
—¡Lo siento! —respondió Bella.
En ese momento sintieron el timbre, por lo que Tony corrió a la puerta, dispuesto a abrir, mientras Bella miraba con una sonrisa, orgullosa de saber que su hijo tan tímido había hecho un amigo que lo tuviera tan entusiasta.
—¡Ness! —exclamó, abrazando a alguien.
—Tony —dijo el otro, recibiéndolo de la misma manera efusiva.
Ella entrecerró los ojos… Conocía vagamente esa voz.
—Oh, hola, señor —comentó su hijo.
—Ya te dije que me dijeras Edward, pequeño.
Bella abrió los ojos ante la sorpresa y se quedó estática mientras los veía pasar.
—Mamá… Él es mi amigo Ness, lo conocías —susurró Tony—. Le pedí que trajera a su papá… Son nuevos en el vecindario y podrían llevarse bien.
—Claro que sí, ¿cierto, papá? —Ness miró al teniente que por más que se negara, no dejaba de mirar el atractivo de su histérica vecina—. ¿Papá?
Edward carraspeó y asintió.
—Claro —dijo de manera escueta—. Es un gusto verla nuevamente, vecina.
Bella enarcó una ceja, mirando la masculinidad que brotaba del teniente. ¿Por qué el hijo de perra tenía que ser tan guapo y con ese aspecto rudo que le volvía loca?
—El gusto es mío —respondió ella con una falsa sonrisa.
Sin embargo, cuando vio a Ness, su sonrisa se enanchó con total veracidad. Por Dios, era un chico tan… sinigual.
—Señora Swan…
—No te atrevas. Bella, ¿de acuerdo?
Ness rio y asintió.
—Qué delicioso huele —comentó él, mientras Tony estaba a su lado, queriendo tomar su mano.
Edward también pudo apreciar el olor, lo que le abrió el apetito.
—¿Lo ha hecho usted? —preguntó Ness.
—Claro que sí, mi especialidad es la comida italiana —dijo ella, algo nerviosa al sentir el perfume de Edward otra vez.
Maldita sea, ¿cómo no querer cerrar las piernas, temerosa de excitarse ante los recuerdos? ¡Mierda, mierda, mierda!
—¡Genial! Papá trajo sangría, ¿le gusta?
Bella respiró hondo y asintió, mirando cómo el teniente sostenía la linda botella con sus grandes manos y largos dedos.
Edward estaba demasiado concentrado en la manera en que su
trasero se dibujaba dentro de esos apretados pantalones.
—Eh... Sí, soy experto en sangría —respondió él luego de aclararse la garganta.
—Me encanta la sangría —confesó ella con un leve suspiro—. Vendrá bien con la comida.
Tony y Ness se miraron por un largo rato.
—¡Llévame a conocer tu cuarto! —exclamó este último, entusiasta.
—¡Claro! ¡Mamá, regresamos enseguida! —dijo Tony.
—Por supuesto —respondió su madre.
Cuando los adultos se quedaron a solas, ninguno se atrevía a decir palabra alguna.
—Me han engañado, no soy culpable de esto —susurró Edward.
—Y a mí. Tampoco soy culpable de esto —declaró Isabella, respirando hondo para ir a la cocina—. Pero por mi hijo actuaré con total normalidad.
—Puedo decir lo mismo —afirmó el teniente, siguiéndola a la cocina.
Bella se agachó para mirar el horno que ya había terminado su cocción. La lasaña se veía perfecta. En cambio, Edward estaba intentando no mirar ese trasero divino, recordando que lo había tocado.
Iba a volverse loco.
Finalmente, ella abrió la puerta del horno para sacar la asadera con la lasaña, tomando un paño de cocina para ayudarse, sin embargo, estaba tan caliente que acabó dando un pequeño grito. Iba a buscar los guantes, pero, de pronto, unas manos masculinas le ayudaron a sostener la asadera con el paño, rodeándole la cintura y rozándole el culo. Bella por poco grita de sorpresa y de deseo; pudo escapar y tratarlo de un baboso, pero no era una mojigata, carajo, cuánto le gustaban estas cosas siniestras, ¡aunque fuera ese maldito teniente!
—Déjame sostenerlo y ayudarte —respondió Edward, quien realmente no había tenido intención de rozarla sin su permiso.
—Gracias. —Bella se hizo a un lado, queriendo morderse una uña.
Edward puso la asadera en la rejilla del horno y se maravilló con lo deliciosa que se veía y olía la lasaña.
—Veo que has hecho mi plato favorito —susurró.
—¿De verdad? —inquirió Bella, ya mordiéndose la mejilla interna ante la ansiedad.
—Has dado en el clavo. Y he traído sangría. Deberías probarla.
Bella solo asintió.
—Las copas están en la alacena superior.
Como ella estaba en medio de esta, Edward, que era mucho más alto, subió los brazos y sacó dos copas, para finalmente darse cuenta de que, poco a poco, estaban más cerca. Acabaron mirándose y él dejó las copas sobre la encimera que estaba detrás de ella, luchando con la atracción, mientras Bella le miraba los labios, esos carnosos labios masculinos y esa barba del día anterior.
Parecían posesos el uno del otro y la cuenta regresiva de su autocontrol a punto de destruirse ya estaba llegando a su fin.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, por Dios, estos ya no toleran estar lejos, y es que la probadita fue demasiado para ellos. ¿Qué creen que ocurra en la cena? ¡Cuéntenme qué les ha parecido esta historia! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de Mime Herondale, Ana karina, Valevalverde57, Naara Selene, BreezeCullenSwan, Fallen Dark Angel 07, ELLIana 11 , Tata XOXO, EloRicardes, Pancardo, Rose Hernandez, Erikay2003 , Eli mMsen, Liliana Macias, somas, Angel twilighter, Anabelle Canchola, twilightter, Wenday 14, AnabellaCS, saraipineda44, Belli swan dwyer, calia19, morenita88, patymdn, NarMaVeg, DanitLuna, Pam Malfoy Black, LuAnKa, E Chan Cullen, cavendano13, LadyRedScarlet, kathlen . ayala, beakis, Adriu, Gibel, Veronica, Liz Vidal, Franciscab25, Mapi13, Lore562, SeguidoradeChile, Teresita Mooz, valem0089, Jocelyn, Noriitha, Jimena, Santa, quequeta2007, alyssag19, agradecida, sool21, Lizzye Masen, Aidee Bells, jupy, krisr0405, MariaL8, KRISS95, Gan, Twilightsecretlove, sandju1008, joabruno, paramoreandmore, PRISGPE, Rero96, Makarena L, Freedom2604, Elizabethpm, C Car, alejandra1987, JMMA, SakuraHyung19, Angelus285, ari kimi, llucena928, yesenia tovar 17, roberouge, Mentafrescaa, stella1427, Saydiss, merodeadores 1996, claribel . cabrera 585, Iva Angulo, Valentina Paez, almacullenmasen, jackie rys, Celina fic, miop, Mar91 y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias
Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá
Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar
También pueden buscar mi página web www (punto) baisersardents (punto) com
Si tienes alguna duda, puedes escribirme a mi correo contacto (arroba) baisersardents (punto) com
Cariños para todas
Baisers!
