Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Historia editada por Karla Ragnard, Licenciada en Literatura y Filosofía
Capítulo 20:
Los talleres
Bella se movió un poco y sintió los restos de placer en su cuerpo, mientras Edward no dejaba de tener sus brazos a su alrededor. Cuando ambos se dieron cuenta del tiempo que seguían así, se soltaron y ella cayó a su lado de la cama, repleta de sudor.
—Mierda —dijeron al unísono.
Aún les costaba respirar.
Miraban hacia el techo, sin saber qué decir, qué más hacer… Y es que en realidad ninguna neurona estaba funcional, salvo aquellas que te hacen parecer una estatua a un lado de la persona que te acabas de coger y te ha provocado el mejor orgasmo de tu vida. Todavía sentían los pequeños estímulos restantes de la inmensa explosión que habían vivido entre los dos… Y eso significaba que, bueno, también estaban despiertas las únicas que provocaban esos recuerdos intensos de lo que habían hecho.
Bella sintió que aún le ardían las nalgas y que seguía teniendo deseos de más.
«Púdrete, Bella», se dijo a sí misma.
Sí, se había acostado con el militar.
Vaya.
Edward tenía la ceja enarcada mientras mantenía los ojos bien abiertos. Sí, era real lo que había sucedido. Aún seguía deseando tocar esas nalgas… Las mejores nalgas que había podido disfrutar en toda su vida.
«Contrólate o este comenzará a crecer pronto en un momento», pensó.
Seguían en silencio, el único panorama era mirar al techo. Cuando sus respiraciones lograron el control, los dos hicieron alarde de contemplarse de reojo, hasta que finalmente cedieron a ello. Ninguno sabía qué hacer después, pero instintivamente acabaron reconociendo mutuamente quién estaba a un lado y que compartían el mismo sentimiento.
Entonces, Bella suspiró y se volvió a poner la gorra, haciendo que Edward enarcara una ceja.
—Veo que te ha gustado la gorra —musitó, mirándola de manera atractiva… demasiado, de hecho.
Bella sonrió de forma pedante y él repitió aquel gesto.
—Y los tatuajes —le dijo ella, contemplando sus pectorales y brazos tatuados.
Edward le tomó las mejillas para mirarla y ella lo besó de forma apasionada, una acción que sencillamente significó que la realidad fuera aún más apabullante. Seguían sintiendo deseo, no estaban satisfechos. Sin embargo, Bella se alejó con un bufido, cayendo en cuenta que era el mismo teniente insoportable, su vecino… y el padre del nuevo amigo de su hijo, a quien siempre le costó tener uno.
—Necesito ir al baño —exclamó, levantándose de la cama.
El teniente estaba meditando en lo que seguía sintiendo y la identidad de la mujer con la que se había acostado. No podía ser peor su castigo: ¿de verdad quería seguir cogiendo con su vecina histérica? Pero cómo controlarse…
Al verla levantarse y mirarle el hermoso trasero que se había comido, sabía que se había introducido a la peor droga y esa era Isabella Swan.
Se mordió el puño y se quitó el preservativo, sabiendo que moría por ocupar el último que le quedaba. Y a pesar de todo lo que regañó a su conquistador hermano Jasper, le agradecía haberle dejado al menos dos… porque con una no era suficiente.
Bella estaba sentada orinando mientras intentaba no sisear producto del dolor de las nalgadas. Aun así, no dejaba de sonreír sin darse cuenta. Cuando terminó, se miró en el espejo del baño del teniente y se mordió los labios ante lo rojas que se veían sus nalgas.
Vaya que había disfrutado… Y vaya que había sentido lo que tanto quería.
—Te vas a arrepentir de esto —se dijo a sí misma, mirándose al espejo—. Lo sabes, ¿cierto?
Sí, claro que lo sabía.
—Creo que debes irte a casa, Bella —insistió.
Carraspeó y salió del baño, dispuesta a decirle al teniente que iba a marcharse, sobre todo porque su hijo era el único amigo que había llevado Tony a casa en mucho tiempo y…
Cuando vio que él estaba dándole su fuerte espalda tatuada mientras se sacudía el cabello, meneando un culo precioso, solo le bastó suspirar y dar brincos hasta él.
—Me debes todas esas prendas —susurró, sorprendiéndolo.
Edward se dio la vuelta y Bella suspiró al verlo tan grande en comparación a ella.
—Vas a arrepentirte mañana y yo también —murmuró él en respuesta—. Pero me vale mierdas. Y no voy a pagarte nada hasta que me des tu culo de nuevo, estoy babeando por comérmelo otra vez.
Bella no respondió con palabras, sino con gestos, abrazándolo desde el cuello hasta colgarse de él. Edward la tomó desde las nalgas, apretándoselas y nalgueándola una vez más.
—Espero que te quede otro de esos—. Isabella le apuntó a la mesa de noche.
Edward sonrió y sacó el último de la mesa de noche, para luego volver a besarse y dejarse llevar por sus instintos animales, apagando la cordura.
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Bella abrió los ojos y se encontró con la luz de la mañana.
De inmediato respiró hondo y levantó el tronco, recordando todo lo que había sucedido. Miró hacia el lado y se encontró con la tatuada espalda de Edward, descubriendo que en una parte tenía el nombre de su hijo tatuado en la espalda junto a distintos dibujos de tigres.
El teniente también levantó el tronco y ambos se miraron en medio de un sepulcral silencio, dándose cuenta de que realmente todo "eso" había sucedido y que, además, habían pasado toda la noche juntos.
—Mierda —dijeron los dos, Edward con la mano en la frente y Bella con la mano en el pecho.
—¿Qué hora es? —chilló ella, abriendo los edredones para buscar su ropa.
—Carajo. Son las ocho.
Los dos no podían dejar de pensar en sus hijos.
—¿Crees que Ness haya llegado y se haya dado cuenta de que…? Tony debe estar preguntándose… ¡Demonios!
Edward salió de la habitación, así, como Dios lo había traído al mundo, y se acercó a la habitación de Ness, la cual seguía sin nadie. Luego de comprobar que nadie había llegado a casa desde anoche, bufó y se lo comentó a Bella, quien apenas podía sostener el culo en su propio cuerpo. Le ardía.
—Tengo que irme y me has dejado la ropa hecha añicos —gruñó la psicóloga, intentando buscar algo que pudiera usar más allá de su ropa interior.
Edward le tendió una de sus camisetas, la que perfectamente tapaba toda su humanidad. Bella la tomó de mala gana y se la puso, intentando no mover el culo ante el ardor.
—Esto no lo puede saber nadie —insistió ella, apuntándolo con el dedo.
—No he pensado contarle a nadie, de hecho, es bueno olvidarlo —respondió él.
—Estoy de acuerdo —refunfuñó—. Y gracias por la camiseta.
Edward no respondió, solo la vio caminar directo hacia la salida, por lo que la acompañó hasta la puerta.
—¿Dónde está la salida trasera? —inquirió ella.
—¿Qué?
—Quiero salir por la puerta trasera para entrar por la mía, no quiero que nadie sepa lo que ocurrió.
Edward le dio una sonrisa burlona.
—Descuida, el secreto está guardado y, de hecho, ya olvidé lo que ocurrió.
Bella puso los ojos en blanco y caminó por sí misma. Sin embargo, Edward sostuvo la puerta para ella mientras notaba cómo se movía con suficiencia, como si nunca hubiera gritado esos orgasmos la noche anterior.
—Dile a mi hijo que ya es buena hora para que vuelva a casa —musitó Edward.
La psicóloga contempló al hombre que la acompañaba, aquel teniente que le había comido el culo como los dioses. Casi se le acaba la respiración de solo rememorarlo y, sobre todo, verlo con el pecho desnudo le hizo perder la noción del tiempo y de lo que estaba diciendo.
—Nuestros hijos son amigos —le respondió—. Esto solo ocurrió esta vez, no quiero que perjudique a Tony, pues nunca ha tenido un amigo.
Edward estaba pensando en la misma situación. Esto podía perjudicar la relación que estaban teniendo sus hijos y eso, además, no se lo podría perdonar. Ness veía a Tony… de una manera especial.
—Yo tampoco quiero que eso ocurra. Que tenga buen día, vecina.
—Buen día —respondió ella, marchándose a zancadas mientras miraba a su alrededor.
Él suspiró, viéndola por última vez antes de cerrar, y una vez que lo hizo, Bella miró por sobre su hombro, tragando ante los recuerdos.
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Bella suspiró de alivio cuando vio que los dos adolescentes todavía dormían, así que se dio una ducha rápida y se puso algo cómodo para el día… sobre todo algo que no le apretara el culo. Hizo algo rápido de desayuno y mientras se bebía el café, soportando el dolor de estar sentada en el taburete con las nalgas ardiéndolo por lo de anoche, escuchó las escaleras. De inmediato se puso tensa, como si su hijo y su nuevo amigo fueran a descubrirla; se sentía como una adolescente.
—Rayos, me quedé dormido. Señora Swan, lo siento… —decía Ness.
Ella sonrió, recordando, otra vez, lo que había sucedido.
—No me digas que lo sientes, de seguro estabas cansado o el tiempo pasó sin que se dieran cuenta. Y no me digas señora, solo soy Bella, ¿bien? —le recordó con una sonrisa.
—¿Por qué no nos despertaste, mamá? ¿El papá de Ness sabe que está aquí? —inquirió Tony, quien tenía el cabello desparramado de un lado.
Bella se ocultó tras la taza de café y carraspeó.
—Sí, él… me dijo que no había problema —mintió—. No queríamos… interrumpirlos, estaban divirtiéndose.
—Sí, vimos una de mis series favoritas —contó Tony, en extremo feliz, lo que sin duda no pasó desapercibido para su madre.
—Eso es fabuloso. ¿Te ha gustado venir aquí, Ness? —preguntó ella, tocándole el cabello con cuidado.
Ness no era el típico adolescente acomplejado de la vida y con problemas existenciales, pero nunca pensó en lo adorable que era recibir una caricia de alguien tan maternal como ella.
—Me ha encantado. Me gustaría venir seguido y que… Tony también pueda hacerlo —respondió, mirando al interpelado con una sonrisa.
Ambos parecían tener su propio idioma, lo que no pasó desapercibido para Bella.
—Claro que sí —respondió ella de inmediato—. Y… si quieren ir a tu casa, no tengo problema —añadió, dirigiéndose a Ness—. ¿Quieres quedarte a desayunar?
—Oh, no, muchas gracias… señora Bella —dijo, incapaz de tratarla sin ese respeto.
Ella suspiró y se rio.
—Está bien, de seguro quieres ir… con tu padre—. Volvió a carraspear.
—Sí, ya lo he abandonado toda la noche—. Ness rio—. Gracias por la invitación.
Se despidió de él con la mano y vio cómo Tony lo conducía hasta la salida.
Suspiró y se quedó un buen rato mirando su café, recordando aquel polvo… O bueno, el inolvidable polvo, ese inmenso…
Cerró los ojos y terminó por botar el aire forzosamente por la boca, obligándose a cambiar el rumbo de sus pecaminosos pensamientos.
Tony, por su parte, estaba junto a Ness, ya despidiéndose. No dejaban de mirarse con ternura, recordando la noche que habían pasado juntos haciendo algo tan dulce como ver una serie de televisión y luego quedarse dormidos juntos.
—Quiero volver a verte —dijo Ness con suavidad.
Tony rio.
—Mañana nos veremos en la preparatoria —le recordó.
—Ya sé, pero… Me ha gustado lo que sucedió hoy.
Tony se sonrojó.
—Desde que te conocí, la vida en la preparatoria ha cambiado mucho para mí —confesó.
Soltaron sus dedos para ya separarse.
—Créeme que la mía también. Solo… sería bueno que le cuentes lo que ocurre a tu mamá, ya sabes, esos malditos.
Tony se mordió el labio inferior y asintió.
—Lo intentaré, Ness.
—Tienes una mamá genial.
—Y tú un papá fantástico.
—Te extrañaré hasta el lunes —volvió a confesar Tony.
Ness le dio un beso en la mejilla y se dio la vuelta para ir a casa, mientras el otro volvía a la cocina, sintiendo las primeras mariposas en el vientre de la mañana.
Cuando regresó con su mamá, que parecía extrañamente silenciosa y pensativa… y hasta sonrojada, se acercó a ella para beber leche con cereales.
—Mamá, ¿estás bien? —preguntó el adolescente.
Bella salió de su estado catatónico y volvió en sí.
—Claro que sí—. Por un momento se miraron y ella, que lo conocía como la palma de su mano, vio unos ojos tan… brillantes, que no pudo contenerse—. Te ves tan contento, cariño. Ese chico realmente te hace bien.
El adolescente tragó y asintió, muy ruborizado. A Bella aquello no le pasó desapercibido y aunque había estado dejando a un lado todo lo que sabía desde que era pequeño, esto volvía a hacerse visible para ella.
—¿No quieres contarme más de él? —inquirió, esperando que fuera sincero.
—En realidad… creo que seremos muy buenos amigos —respondió.
—¿Sí? Creo que es… alguien que te hace muy feliz —susurró—. Me gustaría que me contaras más, saber porqué… son tan adorables…
Bella no sabía cómo indagar, por lo que finalmente acabó divagando.
—Es una persona divertida, mamá, espero que sigamos siendo muy amigos.
La psicóloga suspiró, preguntándose porqué su hijo, a quien tanto amaba y había criado para que confiara enteramente en ella, parecía tan reacio a ahondar en su nuevo amigo.
—Dame un abrazo —pidió Bella.
Tony lo hizo, apretándole el cuello con suavidad mientras olía su característico aroma, ese de mamá.
—Siempre podrás confiar en mí, ¿de acuerdo?
Tony asintió y Bella cambió de tema de conversación, no queriendo incomodarlo.
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—¡Auch! —exclamó Bella, acostada boca abajo mientras su mejor amiga, Alice, le ponía una pomada refrescante en sus nalgas, intentando no reírse.
—¿Y cómo fue que te caíste? —preguntó ella, mordiéndose el labio mientras intentaba mirar su expresión.
—En… la ducha —musitó.
—Qué mala suerte. Nunca había visto una ducha con forma de manos grandes—. Carcajeó y siguió poniéndole la pomada.
Bella la miró por sobre su hombro de mala manera y la golpeó con una almohada.
—Hey—. Alice seguía riéndose—. Vamos, ¿vas a mentirme? ¿En serio?
La interpelada puso los ojos en blanco y se dejó caer nuevamente a la cama, ya rendida.
—Solo…
—Estas nalgadas están muy bien dadas. Ya dime quién es.
—No lo haré.
—Eres muy mala. Estoy curándote las nalgas, sucia, y ni siquiera eres capaz de decirme quién es el galán que te hizo esto.
Bella suspiró y escondió la cara en sus edredones.
—Tómalo como otra aventura de una noche.
—Bella Swan, te miro y sé que ha sido lo mejor que has tenido, a que sí.
No respondió.
—¿Lo ves?
—Nadie me había cogido de esa manera —dijo entre dientes.
—Vaya, una maravilla. Quizá sirva de experiencia e inspiración para una nueva charla…
—Alice, tuve muchos orgasmos. Me comió el puto culo.
Su amiga botó el aire y le obligó a darse la vuelta.
—¡¿Me estás jodiendo?!
—¡Auch! ¡Recuerda que tengo el culo enrojecido!
—¿Estás hablando en serio?
Suspiró.
—Claro que sí.
—Por Dios, Bella —gruñó—. ¿Y me vas a decir que será solo una aventura? ¿Es que acaso no le pediste el número?
Ella se encogió de hombros y miró hacia otro lado.
—Te exijo que vuelvas a cogértelo y ya. ¡Vamos! Estás en la plenitud, ya criaste a Tony y eres una mujer guapísima, libre y… ¡Por Dios! ¡Yo también quiero que me coman el culo! ¿Qué tal estuvo?
—Alice… Estuvo maravilloso—. Se mordió el labio inferior—. Nunca me habían hecho semejante cosa.
—Ja. ¿Y tú crees que a mí sí? Te odio, en serio, qué envidia. ¿De verdad vas a perderte de otra noche así?
La simple pregunta de su mejor amiga le dio vueltas durante todo el día y luego hasta el siguiente, cuando tocaba el primer día oficial como nueva orientadora para la preparatoria.
Tony estaba más contento y ya no parecía molesto de ver a su madre en la preparatoria, incluso ante el miedo de que sus asquerosos compañeros se rieran y utilizaran chistes inmaduros respecto a su belleza.
Bella había decidido usar un vestido ejecutivo blanco abrazado a sus curvas y unos tacones negros, junto a unos aretes pegados al lóbulo de su oreja y el cabello amarrado en una cola de caballo. Se había asegurado de verse profesional y, por supuesto, que el vestido no fuera tan corto para no producir conflictos con una preparatoria bastante… apegada a las reglas morales.
—Imagino que no quieres que te lleve a la preparatoria —dijo Bella, dándole un último beso en la mejilla, para luego limpiarle el labial rojo con su pulgar.
—Iré con Ness en bicicleta, ¿me perdonas? —respondió Tony.
Ella sonrió.
—Tengo que asumir que necesitas tu espacio. Es difícil, siempre serás mi bebé—. Tragó, sintiendo mucha nostalgia, tanta que quiso llorar—. Pero estoy orgullosa de verte tan adulto y capaz. Ve, te estaré viendo por ahí. Y ya sabes, no molestaré y actuaré como si no fueras mi hijo, ¿de acuerdo?
Tony le dio un gran abrazo y la despidió mientras ella se marchaba del coche. Unos metros más allá se limpió las lágrimas bajo sus ojos; nunca pensó que extrañaría sentir a su bebé en sus brazos como antaño.
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Edward iba vestido con un traje deportivo bastante imponente, lo que llamaba la atención de los docentes de las diferentes asignaturas, sobre todo de las mujeres.
—Buenos días, debe ser nuevo, ¿no? —preguntó una de las mujeres, deteniéndose en la anchura de sus hombros y brazos.
—Buenos días —respondió—. Soy parte del equipo de padres.
—Oh, vaya, me imagino que usted es quien dictará talleres de deportes anaeróbicos y…
—Defensa personal —la interrumpió cuando, de pronto, vio a la histérica de su vecina con un legajo bajo su brazo, meneando ese hermoso culo en todo su esplendor.
Qué bien le quedaba el blanco.
Bella, en tanto, caminaba directo a la sala de orientación que se le había asignado por el semestre, entusiasta por añadirle las decoraciones y materiales que había recopilado para llevar al lugar, lo que facilitaría su trabajo como psicóloga con los estudiantes. Pero cuando escuchó la voz de su vecino, ese teniente de mierda, su corazón se aceleró e intentó actuar con naturalidad para seguir su camino. Sin embargo, fue inevitable darse la vuelta para mirar y, cuando notó ese traje deportivo que le marcaba el maldito… Sacudió la cabeza y se mordió la mejilla interna para no hacer ninguna expresión delatora.
Luego de mirarse, los dos tomaron caminos separados, aunque ninguno pudo sacarse de la mente al otro.
Edward tenía asignado el gran campo de área libre para realizar sus clases electivas y mientras revisaba el material de inicio, en donde enseñaría lo básico del jiu jitsu. Al revisar la lista de inscritos, se sorprendió de ver que las chicas eran levemente mayores en número que los chicos. De pronto, vio que ingresaban algunos de ellos vestidos con ropa deportiva y, en cuanto se encontraron con su nuevo profesor, las adolescentes se hablaban entre sí mientras sonreían.
Bella había terminado de decorar su oficina y se había sentado en su silla, más satisfecha de lo que pensaba. La vista era bastante agradable, pues tenía grandes ventanas que mostraban el campo verde en el cual…
Tragó.
Se acercó a la ventana para comprobar una vez más que era Edward quien estaba enseñando posiciones de calentamiento, unas que…
Se pasó la mano por el cuello, extrañando demasiadas sensaciones a la vez. Es que, por Dios, de tan solo mirar esos brazos…
Tocaron a la puerta, sacándola de su momento de ensoñación, por lo que fue rápidamente a abrir, ansiosa por comenzar su trabajo y ayudar a los adolescentes. Una vez que abrió, no había nadie; sin embargo, al mirar hacia los dos extremos, vio que una chica rubia caminaba rápido con uno de sus cuadernos apretados al pecho. Ella se giró a mirar y Bella la reconoció enseguida: era la hermana menor del teniente.
No parecía estar pasando un buen momento.
—¡Hey! —exclamó, caminando hacia ella.
La chica paró y se limpió la nariz con el antebrazo. Estaba usando su traje de porrista, el cual parecía quedarle bastante pequeño.
—Cariño, ¿qué ocurre? ¿Tú tocaste la puerta? —preguntó Bella, usando un tono de voz muy suave.
Ella la miró y asintió despacio y con mucha timidez.
—¿Querías verme?
Volvió a asentir.
—Puedes confiar en mí. ¿Quieres acompañarme a la oficina? Prometo que no te haré daño y que si tienes secretos yo… sería incapaz de romper tu confianza.
Bella la instó a caminar con una mano en la espalda hasta que llegaron a la oficina. Una vez que estuvieron a solas, la psicóloga cerró con llave y cerró las cortinas para que las personas desde el campo no pudieran ver quién estaba dentro.
—Toma asiento —pidió, enseñándole el diván, mientras ella se acomodaba en la silla que había frente a este—. ¿Qué quieres conversar conmigo? Te llamas Rosalie, ¿no?
La hermosa chica, rubia, encantadora y de grandes ojos verdes, se limitó a temblar y luego, como si le hubieran oprimido un botón interior, comenzó a llorar de manera histérica y asustada.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, luego de haberme desaparecido un poco por un cambio de medicación que me tuvo con algunos efectos secundarios, pero bueno, ya vemos cómo estos dos juegan al tira y afloja, lo que pronto traerá consecuencias que no esperaban a cierta edad, al menos, Tony y Ness están mucho más unidos a una idea de explorar sus sentimientos de manera suave e inocente, pero ¿qué me dicen de la llegada de Edward y Bella para realizar sus talleres? La cosa será muy graciosa, pero también con grandes enseñanzas, en este caso, Rosalie está desesperada por algo que le come el corazón, ¿qué creen que sea? Bueno, se viene con muchas cosas. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
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