Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo en edición (¡te quiero, Karla!)
Capítulo 21:
Helados
Bella se sorprendió y de inmediato actuó con determinación, tomando unos cuantos pañuelos para pasárselos. Sin embargo, en el momento en el que ella se sentó a su lado para contenerla, la chica la abrazó con fuerza, acomodando su cabeza en su pecho.
—Tranquila, llora todo lo que quieras —dijo la psicóloga, mientras se preguntaba qué demonios le había ocurrido para llorar de esa manera.
Estaba muy preocupada.
Rosalie se encontraba incapaz. Había pensado en tantas cosas que el tiempo ya había pasado lo suficiente como para que su embarazo se estuviera notando. La desesperación la embargaba, quería ser tan exitosa como sus hermanos, pero ahora iba a decepcionar a sus padres y eso era lo que más la perturbaba. No estaba preparada para tener un hijo a los dieciocho, aun sin terminar la preparatoria. ¡Se suponía que iba a entrar a una prestigiosa universidad para continuar su sueño! ¡Quería ser la mejor física!
Cuando Bella notó que el llanto estaba calmando, se separó un poco para mirarla y correrle los rubios cabellos. Su rostro estaba hinchado y sus ojos ni hablar.
—Puedes confiar en mí, estoy aquí para la comunidad escolar. Pero si no quieres, solo puedo escuchar tu llanto, eso también te hará bien.
Rosalie miraba a Bella y sentía una conexión especial, no sabía si era porque ella era madre o porque era dulce… y quizá no iba a juzgarla.
—Señorita Swan —llamó—. ¿De verdad puedo confiar en usted?
Ella asintió.
—Es que… —Su barbilla tembló—. Hice algo malo.
La psicóloga arqueó las cejas.
—¿Algo malo? ¿Qué es algo malo? ¿Asesinaste a alguien?
Rose rio y negó.
—¿Molestaste a alguien de la preparatoria? Dime, ¿eso es lo malo que hiciste? —preguntó con cautela y suavidad.
—Me acosté con mi exnovio —susurró.
Bella suspiró.
—¿Y crees que eso es malo? Eres una chica, es normal que sientas atracción por alguien, sea de tu género o de otros…
—Pero él es mayor que yo.
—Oh. ¿Y qué tanto?
—Tiene treinta y ocho.
Suspiró en respuesta.
—Cariño, ¿qué edad tenías cuando comenzaste a salir con él?
—Dieciséis, pero… juro que estaba por cumplir diecisiete…
—Pero eras menor de edad, eso es abuso —susurró Bella, sacando un pañuelo para calmar el alboroto interior que sentía como madre de un adolescente. Le ardía el corazón ante tal situación. ¿Cómo ese maldito hijo de…?
Tragó con rabia, y para continuar con la calma profesional, comenzó a limpiarle el rostro con cuidado.
—¿De verdad? O sea… Es que yo acepté.
Acarició nuevamente su cabello y suspiró otra vez.
—Eras pequeña, no es algo de aceptar a la ligera, los hombres mayores tienen poder de convencimiento, los adolescentes no están capacitados para tener ese tipo de… Ni siquiera puede considerarse una relación. Ese tipo te manipuló y no debía hacer tamaña calamidad contigo. ¿Te sentiste presionada o…?
—Sí —respondió, interrumpiéndome—. En realidad, no lo sé, es que insistía en que yo le enviara fotografías y sentía que debía hacerlo porque…
—Te hacía sentir que era lo que las parejas siempre deben hacer, ¿no?
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Y que tuvieron sexo, porque si no lo hacías no lo amabas —añadió la psicóloga—. Actuaba de manera infantil, con ataques de celos, controlándote, amenazándote con que tus padres debían conocerle para que supieran lo que estabas haciendo y que, si seguías con él, iba a seguir amándote y cuidándote, para luego llevarte a algún lado sin que tú sintieras comodidad. Siempre sentiste que debías hacerlo, ¿no?
Su llanto se hizo tan fuerte que Bella solo pudo seguir conteniéndola como madre, porque a veces le era imposible sostener la imagen profesional sin que aquello calara hondo en su visión materna.
—Ya está, solo lo hiciste porque él te manipulaba, porque es mayor y tiene poder sobre ti. Tú tenías dieciséis años, cariño.
—Pero fue mi culpa, porque hacía todo para que él se sintiera bien. Ahora debo cargar con esto, porque fui muy tonta.
—¡Eres una adolescente! —insistió ella—. Era veinte años mayor que tú, no eres una tonta, las mujeres somos muy inteligentes y capaces, pero tú… solo eras más pequeña.
Rosalie la miró con sus intensos ojos azules y sorbió por la nariz, para luego limpiarse con uno de los pañuelos desechables.
—¿De verdad? —preguntó con inocencia.
Tomó su mano, viendo las cuidadas uñas de acrílico, rosadas y brillantes.
Sonrió con dulzura.
—¿Usabas algún método de anticoncepción?
Asintió.
—Usaba preservativo, pero se lo sacaba constantemente diciendo que le molestaba.
«Ni que la tuviera tan grande, méndigo hijo de puta», pensó con furia.
—Nena… Quiero que sepas que eso es un tipo de abuso. Ya es tarde, pero no puede volver a suceder.
Rosalie Cullen era una chica muy curvilínea, con un cuerpo despampanante que posiblemente llamaba la atención de todos los chicos y hombres que le rodeaban. Además, tenía un rostro precioso y unos ojos de ensueño. Pero Bella sabía que detrás de todo eso, solo existía inocencia.
—Pero yo no hice nada para evitarlo.
—Cada situación que tú no quieras es un abuso.
Sus ojos amenazaron nuevamente con las lágrimas.
—No, no quería, pero me daba miedo decepcionarlo, porque siempre me hacía creer que era una inmadura.
—No es tu culpa. Tú lo has dicho, tenías miedo.
Suspiró y siguió llorando. Sus manos continuaban temblando y el maquillaje se le había corrido por toda la cara.
—Ahora es importante que me digas si llevar adelante el embarazo o interrumpirlo. Ninguna opción es mala o buena, esa es tú decisión, porque es tu vida y tú sabes tu realidad y lo difícil que puede resultarte. No por qué juzgarte y eso debes tenerlo claro, ¿está bien?
Era algo que su hermano mayor, Edward, le había dicho en la primera oportunidad en que ella le confesó que estaba embarazada.
—He decidido tenerlo —susurró—. Eso quiero que sea, que finalmente se trate de una decisión.
Bella sonrió.
—Eso está muy bien…
—Además, ya tengo veintiuna semanas —señaló la joven, levantándose levemente el top rosado.
La psicóloga pudo notar que estaba usando unos jeans que apretaban su cintura y vientre.
—No quiero que lo vean y se rían de mí… ¡No quiero que mis padres sientan que los defraudé!
—Eso no tiene por qué ocurrir. ¿Tus padres alguna vez te han dicho algo al respecto?
Se quedó en silencio y luego se encogió de hombros.
—No —respondió finalmente—. Pero sé que querían lo mejor para mí.
—¿Y ayudarte con esto no es querer lo mejor para ti? —preguntó.
Rosalie asintió con el rostro rojo de llanto.
—¿Alguien lo sabe? ¿Alguna amiga…?
—Mi hermano mayor. Edward.
Bella sintió que le pellizcaban la columna de solo recordar a ese hombre.
«Basta ya», se regañó rápidamente.
—¿Y qué dice él? Imagino que son muy cercanos para que hayas decidido contárselo. —Le sonrió, a lo que Rosalie respondió con el mismo gesto.
Cuando recordaba a su hermano, se sentía en paz y contenida. Él jamás permitiría que la dañaran. Pero… lo había decepcionada, estaba segura de eso. Y si sabía lo que había ocurrido con su exnovio, si tan solo supiera su edad y todo lo que le hizo… No, ¡lo buscaría por todos lados hasta darle unos buenos puñetazos!
—Desde el instante en el que se lo confesé, me ofreció su apoyo. Sin Edward me sentiría mucho peor.
—Imagino que no sabe todo lo ocurrido.
La adolescente negó.
—Bien, cariño. Por supuesto que puedes seguir confiando en mí y recibir mi apoyo, no se lo contaré a nadie, tenlo por seguro, estoy aquí para ayudarlos a todos y en especial a ti. —Le acarició el cabello con suavidad, generándole calor a la triste y desesperada Rosalie.
En tanto, Edward estaba haciendo lagartijas para darle calor a toda la comunidad que había venido a su taller, ya terminando la sesión.
Las chicas hablaban en susurros mientras sudaban e intentaban hacer lo que el teniente les pedía, no porque les importara realmente su estado físico, sino porque ver sus músculos y hombría mezclada con la madurez les parecía excitante, aquella propia de adolescentes.
A su vez, los chicos intentaban ponerse fuertes, envidiosos de que las chicas estuvieran perdidas en el nuevo maestro. Querían ponerse en forma tan como él, porque eso les gustaba a las chicas, ¿no?
Una vez que Edward les pidió que acabaran con estiramientos, sudado y terriblemente guapo para sus alumnos, miró hacia la ventana que tenía a un lado, la cual estaba cubierta con unas persianas medianamente abiertas, dándose cuenta de que ahí estaba la histérica de su vecina, medio agachada, mostrando ese delicioso culo…
Mierda. Su hermana lloraba.
Tragó mientras fruncía el ceño.
—Bien, hemos terminado —dijo distraído, desesperado por ir a por su hermana pequeña.
Su pequeñita de oro, aquella que conoció por primera vez cuando tenía veinticinco años. Era un bebé milagro, ¿cómo no?, si sus padres la habían tenido cuando pasaban de los cuarenta y nueve. El temor siempre estuvo presente para todos, en especial cuando su madre tuvo que vivir las últimas veinte semanas en cama. Ver a su padre, a Jasper y a él mismo vivir el proceso aterrador de que algo les hubiera sucedido a ambas había sido devastador, no había sido fácil. Cuando finalmente el parto se convirtió en una eclampsia y ambas estuvieron cerca de morir, el dolor era inconmensurable. Y cuando todo llegó a la calma después de ese difícil sufrimiento, no dudó ningún segundo en amar a su madre con mayor intensidad y ser el mejor hermano para su pequeña Rosalie.
Cuando pudo deshacerse de todos, corrió hasta la oficina de consejería y tocó rápidamente la puerta. En el instante en el que Bella abrió la puerta, se encontró con el guapo teniente frente a su cara. Antes de mirar más allá de forma pecaminosa, le abrió el acceso, sabiendo que todo lo que necesitaba Rosalie en ese momento era un abrazo de su hermano mayor.
Ambos se vieron y se unieron. La adolescente se veía diminuta en los brazos de Edward, pero eso la calmaba.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó él, muy preocupado.
Ella suspiró, mirando a Bella.
—Necesitaba hablar con ella —susurró.
El teniente pestañeó y miró a la mujer, sorprendido.
—Estaba desesperada, siento que todo esto va a acabar conmigo.
—Eso no es así —dijo Bella, abrazándola con cariño.
Rosalie cerró los ojos, tranquilizándose con sus brazos, mientras Edward miraba cómo su vecina cuidaba con tanta dulzura a su hermana pequeña.
—Tienes mi apoyo, Rose, siempre estaré contigo —le insistió el teniente.
La adolescente asintió y se unió a su hermano, abrazándolo ahora a él.
—Te haría bien que vayas a descansar o te despejes —instó Bella—, eso te hará olvidar todo por un momento. Y, por favor, no ocupes ese pantalón, podría ocasionarte problemas.
Rose asintió.
—¿Puede venir conmigo? Me siento muy tranquila con usted —confesó la rubia chica.
Isabella pestañeó, bastante sorprendida, y luego miró a Edward.
—Si eso es lo que necesitas, puedes hacerlo —respondió él.
—Pero tú también puedes venir, ¡quizá Ness y Tony quieran venir!
—¿Tony es tu amigo? —inquirió Bella con una sonrisa.
—¡Sí! ¡Me está cayendo muy bien! Nunca lo había visto en la preparatoria —dijo ella con total sinceridad—. Lo he conocido por Ness.
Los dos adultos se contemplaron y suspiraron.
—Bien, si eso necesitas para calmarte, vamos a por un helado, ¿de acuerdo?
«Me lleva el diablo», pensaron los dos.
Bella telefoneó a su hijo, esperando a que este le contestara, sin saber que estaba muy entusiasta mientras escapaba con Ness de la mano, riéndose a carcajadas producto de una broma que este lanzó. Aun así, cuando Tony vio que su madre estaba al teléfono, por lo que le contestó enseguida.
—Hola, mamá —le contestó mientras intentaba calmar la risa y haciéndole gestos a Ness para que se callara.
—Te oigo muy contento. —Bella también sonreía al escucharlo—. Llamaba para que Ness y tú… vinieran a por un helado…
—Oh, mamá… —Tony se sintió culpable—. Es que nosotros vamos a cantar karaoke. ¡Quizá podamos ir en otra oportunidad! ¡Llegando a casa te prometo que hablaremos de nuestro día, sobre todo del tuyo!
Ella suspiró y siguió sonriendo.
—Bien, ve y regresa temprano, ¿bueno? Te estaré esperando en casa.
—¡Ness dice que ya le ha enviado un mensaje a su papá! ¡Todo estará bien!
—Perfecto. Te quiero —dijo.
—Te quiero, mamá.
Cuando cortó, si bien se sentía algo extraña por perder momentos junto a su único hijo, el cambio en él le hacía sentir maravillada y feliz. Claro que prefería eso, más que a cualquier cosa.
—Ness y Tony van al karaoke —le contó a los demás.
—¿Qué? ¿Y Ness a quién le ha pedido aprobación para escaparse? —exclamó Edward, fingiendo molestarse—. Estos adolescentes. —Suspiró y miró a Rosalie—. ¿Quieres ir a tu local de helados favoritos? Ese al que te llevaba desde que tenías tres años.
La sonrisa de su hermana asomó y a Bella le pareció que la forma paternal con la que la trataba era… muy atractiva y a la vez dulce.
—¿Y? ¿Viene con nosotros, señorita Isabella?
.
Ella estaba dentro del coche de Edward, algo que no esperaba hacer hoy ni nunca, ¡menos desde que había pasado eso…!
¡Uy, demonios!
Rosalie aún estaba llorando en silencio, como si ninguno de los adultos se hubieran dado cuenta de que efectivamente estaba triste y angustiada en los asientos traseros. A ratos se tocaba el vientre y esbozaba una pequeña sonrisa nostálgica, lo que le hizo sentir ganas de abrazarla una vez más.
Le recordaba a ella, cuando… había perdido su embarazo a los diecisiete años. También había sufrido, porque le tenía terror a contarle a sus padres, a decirles que el tipo con el que había ocurrido todo era mayor… y si ellos sabían… Dios, era obvio que iban a buscarlo hasta darle una patada. Sin embargo, a pesar de sus miedos, tanto papá como mamá la habían contenido y tratado con cariño, permitiéndole tener la decisión que ella considerara correcta, por lo había decidido tenerlo, sin saber que ella venía con muchas complicaciones, porque sí, había alcanzado a saber que era una niña y hasta había sentido los movimientos. Pero no pudo ser. Un día había tenido una hemorragia, casi cumpliendo las diecinueve semanas. Nunca iba a olvidar el legrado, la soledad, el ansiar a sus padres, a quienes no permitieron la entrada hasta unas horas más tarde.
¿Cómo no iba a comprender a Rosalie?
Cuando llegaron a la heladería un lugar tranquilo, familiar y colorido, se sentaron junto a Rose, que aún parecía ansiosa y pensativa.
—¿Quieres tu helado favorito? —le preguntó Edward.
Ella asintió.
—¿Y usted, señorita Swan?
Bella levantó la mirada, pestañeando.
—¿Yo qué?
—¿Algún helado? Yo invito.
La psicóloga suspiró y levantó su ceja, aprovechando que la adolescente miraba hacia otro lado. Edward le regaló una sonrisa ladeada.
«Lo que tienes entre las piernas», pensó ella.
—Un barquillo de chocolate es suficiente —respondió, entrecerrando sus ojos.
Mientras Edward compraba, llevó su mano hacia la rubia chica, tomando la suya con suavidad.
—Todo estará bien, ¿de acuerdo?
Rosalie sonrió.
—Ha sido muy amable conmigo, siempre voy a agradecerle los consejos que me ha dado. ¿Puedo seguir yendo con usted…?
—¡Claro que sí! Siempre puedes contar conmigo.
—Gracias, señorita Swan.
Bella le acarició el cabello y se lo puso detrás de la oreja de forma maternal, buscando tranquilizarla. En ese momento Edward llegaba con los helados, mirando cómo su vecina trataba a su pequeña hermana. Le pareció tierno y aquel gesto mucho más atractivo.
Carraspeó.
—Aquí están los helados —dijo Edward, pasándoselas a cada una.
—¿No comerá, señor Cullen? —preguntó Bella, extrañada.
—No me gustan los helados —respondió, sentándose a un lado de su Rosalie y frente a ella.
—Ya veo.
Se llevó el helado a la boca, saboreando la bola dulce con la lengua, sin notar cómo Edward la miraba atentamente, atontado y amenazando con babear. Entonces sacudió la cabeza y abrazó a Rose, quien se sentía mucho más tranquila junto a su hermano y con la señorita Swan, a quien iba a agradecerle toda la vida sus consejos y la dulzura que había mostrado cuando más necesitaba de un abrazo.
.
Rose bajó del coche luego de despedirse de su hermano y la psicóloga, mucho más en paz, sintiéndose contenida y capaz de pensar con claridad desde ahora en adelante.
—Gracias por todo —susurró—. Su llegada a la preparatoria nos ayudará mucho a la comunidad escolar.
Bella sonrió.
—Hazle caso a tu hermano y ve directo a casa. Tus padres te estarán esperando con cariño, nunca lo olvides —le recordó.
Edward le besó la frente, y una vez que entró a casa, hizo partir el coche. Bella se quedó un buen rato mirando el lugar antes de que desapareciera definitivamente. Le había parecido una casa preciosa, muy hogareña y similar a una cabaña grande con ventanas grandes y un jardín muy colorido.
—¿Qué ves? —preguntó el teniente con seriedad.
—Nada —respondió ella, también seria.
Aun así, no podía desviar la mirada de su pantalón deportivo, imaginando cómo debía saltar esa hermosa carne que tenía entre las piernas mientras hacía sus ejercicios…
Sus mejillas comenzaron a enrojecerse al instante, pero intentó dejarlo pasar.
—¿Ha sido una buena jornada? —preguntó Edward, usando la pregunta como una excusa para mirarle los muslos.
Si hubiera podido, se habría mordido el puño.
—Sí. Ese es mi objetivo, ayudar a los adolescentes. ¿Y tú?
Bella también ocupó aquello como excusa para mirarle el pecho y luego el perfil. Justo se había lamido los labios de forma innata, lo que le hizo rememorar la manera en que esa boca se había amoldado a su culo de manera perfecta.
El teniente soltó el aire, recordando cómo había lamido ese helado… Si tan solo lo hiciera…
«No, no, no, soldado, ¡nuestro amigo de abajo comenzará a levantarse!», dijo la voz en su cabeza, en un intento por calmarse.
Aprovechando que se acercaban a un parque oscuro y que el sitio era poco transitado, aprovechó de separar la mirada de la carretera para mirarla, deteniéndose en la belleza de sus facciones suaves, femeninas e insoportablemente sensuales.
Bella se dio cuenta de cómo la miraba y botó el aire con rapidez. Y entonces su cerebro hizo cortocircuito, olvidando que era una mujer con raciocinio; se había convertido en una hembra con necesidades desesperadas.
Lo tomó de la nuca y lo besó, desesperada por sentir sus labios. Edward no tardó ni dos segundos en corresponderle, sujetándola desde la mandíbula y el cuello.
—Isabella…
—¡Sht! —lo calló ella.
—Es que… Acá pueden encontrarnos.
Bella quedó con la respiración agitada y asintió.
Edward hizo un movimiento rápido con el coche y se metió entre unos árboles que protegían la vista de cualquier persona que pudiera encontrarlos.
—Ahora silencio y bésame —ordenó ella.
—¿Estás dándome órdenes?
—Sí, vete acostumbrando.
Edward sonrió y se lamió los labios.
—Veo que quieres más —dijo de forma coqueta.
—Sí, y tú también.
Se soltó el cinturón y se subió a sus muslos, aprovechando de tocar su pecho. Esa camiseta le marcaba el cuerpo de una manera… Era una perdición de hombre.
—De eso no tengo duda. No he dejado de pensar en esto —murmuró él, apretándole las nalgas.
Ella sonrió, enviando al carajo todo intento de que su cerebro, otra vez, comenzara a decirle que no era buena idea.
Edward había intentado contenerse, pero ¿cómo? Cada vez que la veía pasearse por ahí quería morderse el puño. Lo había intentado todo, pero era imposible. ¡Quería devorarla de todas las maneras posibles!
—¿Así que no te gustan los helados? —inquirió Bella con la respiración agitada.
El teniente movió la palanca del asiento y la acomodó hacia atrás para que estuvieran más cómodos.
—No, para nada —respondió, subiéndole la falda para tocar mucho más.
—Pues a mí me gusta —manifestó ella, bajando el pantalón de deporte para tocar.
Dios, cuánto lo quería.
—¿El de chocolate? —Edward subió sus manos por la cintura y llegó hasta sus senos cubiertos por la blusa.
—Pues sí, es uno de los muchos que me gustan, pero hay uno que me gusta mucho más.
—¿Cuál?
—Este barquillo —susurró, metiendo la mano por su ropa interior para tomarlo mientras se lamía los labios.
Moría por llevárselo a la boca.
—Estoy segura que estará dentro de mis sabores favoritos.
Edward gruñó cuando ella acercó su boca a su erección, dispuesta a jugar con ella con su linda y caliente lengua.
Lo acarició con suavidad, manteniendo la tensión mientras miraba sus ojos verdes pendientes de sus acciones. Se sentía poderosa y capaz de todo.
Cuando iba a hundirlo en su boca, notó que la expresión de Edward había cambiado. Estaba pálido y esos mismos ojos de deseo habían cambiado por completo al horror. Bella miró hacia un lado, directo a la ventana, pero ya era demasiado tarde, las luces del carro policial ya estaba ahí y en el instante en que vio al oficial tocando el vidrio mientras sostenía una linterna, la sangre abandonó su cara.
Oh, no.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, como muchas saben y les he contado en mis redes, he tenido problemas de salud y algunas reacciones desfavorables respecto a un medicamento que estaba tomando, pero ya estoy mucho mejor, lamento profundamente haberme demorado, pero ya tengo varios capítulos en mano y ya vamos con todo y actividades en mi grupo y en la plataforma para disfrutar de esta historia que recién comienza. Y vaya, Rose se ha abierto bastante con Bella, ¿cómo no? Es una excelente psicóloga y, como saben, tiene una debilidad con las nenas. Edward lo ha notado y eso es importante. Pero ¿qué pasó al final? Por Dios, se mueren con lo que viene, morirán de la risa. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Lore562, Pancardo, cavendano13, patymdn, Cinthyavillalobo, SeguidoradeChile, kathlenayala, Twilightsecretlove, Belli swan dwyer, Franciscab25, LuAnKa, Jocelyn, Angelus285, ELIZABETH, saraipineda44, morenita88, NarMaVeg, Teresita Mooz, MariaL8, Liliana Macias, AnabellaCS, Santa, calvialexa, krisr0405, joabruno, Arlette Cullen Swan, Mapi13, DanitLuna, beakis, Rero96, ELLIana11, Mikagiss, diana0426a, seiriscarvajal, Wenday 14, Naara Selene, almacullenmasen, Valevalverde57, calia19, Elizabeth Marie Cullen, Liz Vidal, Lizzye Masen, ari kimi, Tata XOXO , Noriitha, Fleur50, Pam Malfoy Black, Jade HSos, E-Chan Cullen, MakarenaL, SanBurz, KRISS95, Ana Karina, somas, Eli mMsen, natuchis2011b, CCar, Gan, roberouge, jupy, Elizabethpm, rosycanul10, stella1427, EloRicardes, luisita, Ady denice, Iva Angulo, Freedom2604, Angel twilighter, nydiac10, Fallen Dark Angel 07, dery 05, merodeadores1996, Karensiux, JMMA, PRISGPE, johannamaribel14, Anabelle Canchola, sool21, Veronica, alejandra1987, Claribel Cabrera , Adriu, terewee, Valentina Paez, Mentafrescaa, alyssag19 y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias
Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
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