Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo 27:

Consecuencias

—¿Qué demonios estás haciendo? —espetó James, dejando la caja que traía a un lado.

Tony se sintió intimidado por esa voz, tan parecida a la de su abuelo que sus recuerdos llegaron a abusar con rapidez de su atención.

—Papá… —susurró, viendo su rostro furioso—. ¿Cómo entraste?

—Aún sé dónde esconden las llaves de emergencia. La tomé. ¿Qué importa? Solo quería hacerte una sorpresa y… —Se quedó en silencio por algunos segundos, hasta explotar—. ¿Por qué me haces esto? —gruñó, descontrolado.

El joven no supo qué decir y miró a Ness, quien fruncía el ceño ante la indignación de ver tal reacción de aquel padre.

—Señor, tranquilícese, por favor —pidió Ness.

—Calla, marica —espetó, dirigiendo su mirada hacia él—. ¡Tú no vas a decirme qué hacer!

Ambos tragaron, pero Ness sostuvo el aliento, sin saber qué decir ante ese insulto. Si bien, no era la primera vez en la que lo escuchaba, en esta ocasión venía del padre del chico al que comenzaba a…

Respiró hondo, conteniéndose.

—No estoy haciéndote nada, papá, ¡solo soy…!

—¡No te crie para esto! —le interrumpió su padre.

—¡No me criaste jamás! —bramó Tony, furioso y explosivo—. ¡Fue mamá! ¡Tú no hiciste nada!

—¿Vas a culparme por esto?

El aludido se quedó paralizado mientras miraba a su hijo. La furia de ver una escena grotesca como esa le hacía perder la razón.

Nunca pensó que tendría un hijo anormal.

—No tengo por qué culparte, solo espero que respetes quién soy. ¿No sabes lo doloroso que ha sido todo esto? ¡Ni siquiera te intereso!

—No mezcles las cosas, Anthony…

—¡No quería que tú vieras esto! ¡Maldita sea! —gruñó el adolescente.

Ness quiso abrazarlo para que se calmara, pero James los separó con brusquedad.

—No quiero ser testigo de esta mierda. Eres mi hijo y esperaba que…

—¿Qué? ¿Que fuera como tú quieres? Nunca he sido como tú quieres porque ni siquiera has sido un buen padre para mí —gimió él en respuesta—. Lo que sea que tú eres, me ha hecho más daño de lo que piensas, no tienes moral para decirme cómo ser un hijo perfecto, porque nadie lo es ¡y estoy luchando por amarme y mostrar quién soy realmente! Quiero dejar de aparentar por temor a lo que dirán de mí.

Se quedaron en silencio y Ness intentó contener a Tony bajo la atenta mirada de James.

—¿Tu madre sabe esto? —inquirió el adulto, irrumpiendo en el mutismo.

El interpelado tragó.

—No —respondió, sintiendo una inmensa angustia por estar guardándole tamaño secreto a ella, a la mujer que más amaba.

—Es mejor que no lo sepa, además de sentir lo anormal que estás siendo, no creo que esté feliz de saber que se lo has ocultado… Creí que tenían mejor relación. Ahora solo falta que te disfraces como un maricón.

En una pronta acción desatada, James asintió y se dio la vuelta, marchándose luego de azotar la puerta.

A Ness le temblaba la barbilla al ver cómo los ojos de Tony perdían su brillo. No era esta la manera en que esperaba verlo hoy, solo quería que las cosas siguieran su curso para que él pudiese sentirse bien y libre.

—No dejes que esto te afecte —suplicó Ness.

Tony se quitó de su lado sin pensar realmente en lo que estaba haciendo. Se sentía destrozado; volvía a ser ese niño basureado por ser… quién realmente era.

—Necesito estar solo —fue lo único que pudo decir.

Ness arqueó las cejas y se acercó nuevamente.

—Sabes que solo debe importarte lo que diga tu mamá, ella jamás te haría esto, ella…

—¡Mamá no merece un hijo como yo! —gimió en respuesta.

El otro tragó.

—¡Le he ocultado esta mierda y no soy capaz de…!

El llanto le impidió soltar más palabras. No dejaba de pensar en lo que le había dicho su padre, en la culpa por no ser franco con su madre y la sensación de terror que sentía hacia sí mismo, algo que intentaba quitarse de encima constantemente, pues sabía que no había nada malo en él, pero ahora se encontraba latente, a la espera de atacarlo; Tony estaba desolado.

—Ness, por favor, déjame solo. —Esta vez lo ordenaba, usando un tono de voz más ensombrecido.

El aludido asintió y sacó su abrigo de cuadros negros y blancos.

—Bien. Que tengas una buena noche, Tony… —Suspiró—. Hablaremos después, ¿bien? Si es lo que tú quieres, claro.

Los dos tragaron en el instante en que la puerta se cerró.

Ness caminó unos pasos hasta su casa y cuando abrió la puerta se encontró con su perro, que se abalanzó para lamerle la cara, sin embargo, no era capaz de corresponder de forma adecuada.

Solo quería que Tony aceptara quién era, pero a veces temía que eso nunca fuera a ocurrir… y no quería que su corazón se rompiera en el camino.

Anthony miró las palomitas de maíz y el juego en pausa. Todavía podía sentir el olor de Ness.

Suspiró y en cuanto recordó su cobardía y su terror hacia su identidad, simplemente explotó en un fuerte llanto. Le dolía el pecho de rabia y odio hacia sí mismo.

—Basta ya… ¡Basta ya! —gimió, poniéndose las manos a la altura de sus oídos para poder respirar hondo e intentar olvidar las palabras de su padre y lo que su abuelo había dicho y hecho cuando era un niño.

Sí, se había convertido en ese pequeño que lloraba y buscaba a su madre, pero que no la tuvo en el momento por la vergüenza… y ahora sentía que era demasiado tarde y que ella, la mujer que había dado todo por él, no merecía más problemas de su parte, sobre todo al ocultarle tantas cosas que, sin duda, iban a defraudarla.

Subió a su habitación y se abrazó a la almohada, buscando la calma en su cama, pero sin lograrlo en el intento.

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Bella miraba cómo la protuberancia viril en la garganta de Edward subía y bajaba mientras bebía su segunda botella de cerveza, mientras escuchaba cómo su hermano hablaba de su trabajo.

Botó el aire con cuidado y luego desvió su atención a Jasper, que a ratos se perdía en el perfume de Alice, que era cítrico y frutal a la vez.

—Es interesante lo de los negocios, ¿eh? —dijo ella, mirando al hombre que varios años menos.

Jasper sonrió y la miró a los ojos, entusiasta por el color azulado.

—Estabas sediento —susurró Bella, aprovechando que los otros estaban enfrascados en miradas algo perversas, las cuales eludían como dos niñatos ridículos.

Edward dejó de beber la botella de cerveza negra y contempló a Bella, milímetro a milímetro. Aunque ya sabía a qué sabía su piel y el olor que emanaba de su cuello, el calor de su boca, el roce de su nariz en su barbilla… Ah…

Tuvo que abrir las piernas un poco más o se acabaría aplastando la erección.

El teniente no dejaba de pensar en besar sus labios y sentirla, aunque fuera en un baile, en una locura más entre roces y caricias. Sin embargo, ahora comenzaba a prestar atención en su risa, en su voz y en lo que hablaba. Tenía una inteligencia formidable y era tan segura de sí misma que solo pensaba en tomarla y llevársela lejos para que nadie más lo hiciera…

Suspiró y se acomodó la mandíbula para dejar de pensar en eso.

—Por supuesto, ¿o es que tienes alguna duda? —inquirió él, saboreándose el labio inferior.

Isabella suspiró y miró sus tatuajes, repasando cada arista de su rostro varonil, sus hombros, su pecho… Y luego subió a sus ojos, sintiendo unas fuertes cosquillas en el estómago, lo que continuó surtiendo mayor efecto cuando fue consciente de que lo que más le estremecía era la forma en la que ronroneaba de placer en medio de las conversaciones o en la manera en que sentía admiración por su naturalidad…

Sacudió la cabeza. ¿Qué clase de locura apasionada estaba viviendo?

Solo quería disfrutar, sí, solo disfrutar.

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Alice estaba ruborizada de tanto alcohol. Los mareos eran constantes. Mientras, Jasper sentía que comenzaba a sudar de combustión espontánea.

Para él, no solo era una mujer demasiado hermosa para su salud mental, también era inteligente e interesante. Pero vaya, ni siquiera se acercaba un poco. ¿Qué sucedía? No acostumbraba a ser rechazado de esta manera. Moría por besarla.

—¿Qué te parece si vamos a bailar? —inquirió Jasper, sujetándose la barbilla mientras miraba esos preciosos ojos azules oscuros.

Alice miró de reojo, pensando si hacerlo o no. ¿Francamente? Moría de ganas por tocar sus manos y estar más cerca, sentir su calor y… Ay, Dios, hacía tanto que no coqueteaba ni se sentía tan interesada en la forma en que un hombre se acercaba a ella como lo hacía él. Pero después llegó la imagen de su hijo y le revolvió el estómago y la cabeza.

—Hey, es una buena canción, ¿eh? —insistió.

Ella escuchó la melodía y sintió cosquillas. Era perfecta para que pudieran jugar un poco.

«Solo es un momento, después simplemente te vas a casa».

—Está bien, acepto la invitación a bailar —recalcó con suavidad—. Bella…

Ella sonrió y le guiñó un ojo.

—Ve a disfrutar.

Cuando los dos se marcharon a bailar, Edward aprovechó la instancia para llevar su manos con suavidad al muslo de Isabella, disfrutando de su piel suave.

Isabella sintió que le estremecía hasta la intimidad.

—¿Quieres bailar? Esta música me recuerda a mi juventud, ¿eh?

Edward solo quería más tiempo a solas.

—¿Blondie? —preguntó ella—. Tienes suerte. Me encanta.

Se tomaron de las manos y fueron a la pista de baile, para luego tenerse frente a frente.

—¿Crees que iba a olvidar fácilmente lo que hicimos en ese cuarto? —inquirió Edward, tomándola por la cintura para empujarla a su pecho.

Ella sonrió.

—Claro que no —musitó, tocándole la entrepierna con suavidad, mientras le daba una mirada directa.

Él acabó jadeando.

—Baila conmigo. Eres mía esta noche.

—Eso lo decidí yo. Tú eres mío esta noche —susurró Bella, subiendo los dedos por su pecho.

El teniente acabó tomándola de las nalgas mientras bailaban y reían, quizá por el alcohol o la misma pasión que habían logrado abrir sin temores, pero luego de eso solo se dedicaron a besarse con una intensa pasión, desatada, húmeda y significativa.

Querían más.

Alice aprovechó de verlos con una sonrisa pícara y Bella enarcó una ceja. Finalmente, su mejor amiga le hizo un simple gesto que decía "ve a disfrutar".

—¿Tu hermano cuidará de mi mejor amiga? O lo molería a patadas.

Edward se excitaba con el carácter de Isabella.

—Créeme que sí, nunca le haría daño a alguien. ¿Por qué?

—Pues… porque quiero que me cojas muy duro —le dijo al oído.

Él tragó.

—¿Sí? ¿Quieres que te coja?

—Tanto que quiero acabar bañada en tu leche.

Edward estaba duro como una roca.

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Luego del taxi que los dejó cerca de un bonito y discreto hotel, reservaron una habitación grande y adecuada para poder hacer lo que tanto esperaban.

En cuanto abrieron la puerta, Bella lo tomó desde las solapas de su camisa y lo estampó en la pared, besándolo con desesperación. Edward le subió el pequeño vestido y la nalgueó luego de apretarle el culo. Ella lo lanzó a la cama y le bajó los vaqueros, permitiendo que aquella preciosa erección saltara del claustro.

—Vas a volverme loco, Isabella.

—Hagámoslo juntos, teniente.

Antes de que él pudiera pensar en algo más, ella se llevó el miembro a la boca, disfrutando del sabor, la textura y lo caliente que estaba, mientras Edward caía de placer, gruñendo ante la succión y habilidad de aquellos labios llenos.

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Bella bostezó y levantó la cabeza al verse en un lugar que no era su habitación. Cuando miró hacia el lado, vio a Edward despertando también.

Sonrió, recordando la locura de anoche.

—¿Cansado? —le preguntó, acariciando su pecho desnudo.

—Solo impactado de ese culo maravilloso —susurró él.

Ambos sonrieron.

—Pues ya es hora de marcharnos. Es claro que no necesitamos tomar desayuno juntos. Llámame cuando quieras sexo —aclaró Bella, sentándose al borde de la cama.

Un mareo le llegó con tanta rapidez que apenas pudo sujetarse antes de caer.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Edward.

Bella respiró hondo, porque sentía la bilis en la garganta.

—El alcohol me ha causado estragos —respondió, suspirando para calmar las intensas náuseas.

—No debiste beber tanto vino blanco.

—Solo me tomé dos copas. El limón del daiquiri me ha asqueado desde anoche. Creo que a esta edad las arrancadas con alcohol no son lo mismo —intentó bromear mientras tragaba las náuseas.

—¿De verdad? Yo creo que cada vez son más divertidas —susurró Edward, acariciando su espalda.

Bella se mordió el labio inferior, disfrutando de sus memorables dedos. La forma en que la hizo correrse tantas veces con ellos…

Tragó otra vez, asqueada y afectada por los mareos, que tan pronto como pudo levantarse, fueron disminuyendo.

—Creo que dejaré de tomar vino blanco por un buen tiempo.

—No lo hagas mientras me marcho con Ness por dos semanas, aprovechando el receso de estudio. Nos vamos a Malibú, mamá ha planeado el viaje con antelación.

—¿Y pretendes dejarme sin acción por tantos días?

—Vaya, al menos me confirmas que solo me quieres a mí. Espero no me extrañes demasiado.

—Y tú a mí.

Se rieron y se besaron unos segundos, comiéndose los deseos mutuos.

—Tengo que irme. Tú pagas la habitación, claramente.

El teniente acabó riendo mientras veía cómo su vecina se vestía, dándole ligeros atisbos de ese cuerpo precioso que moría por continuar besando. Las estrías en su trasero lo volvían completamente loco.

—Adiós, maldito teniente.

—Adiós, histérica.

Los dos entrecerraron los ojos y sonrieron con ligeras ganas de luchar… pero no con las palabras, sino con la lengua.

Bella cerró la puerta y sacudió la cabeza.

Al menos ya estaba pasando el efecto del alcohol.

—Espero no vomitar en el taxi —susurró.

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Mientras volvía a casa, le envió un mensaje a su mejor amiga, esperando que se encontrara en casa. Enseguida recibió una escueta respuesta diciéndole que estaba "bien".

«Debe estar borrachísima», pensó.

Antes de que pudiera dar dos pasos luego de salir del taxi, vio que James tomaba la llave de emergencia, esa que escondía hacía años ahí, y se preparaba para abrir como si viviera ahí.

—¡James! —gritó furiosa.

El aludido parecía muy molesto, pero cuando se dio la vuelta, frunció el ceño.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, cruzándose de brazos mientras lo miraba de manera incrédula.

¿De verdad estaba entrando a un lugar privado en el que ni siquiera era bienvenido?

—Creí que estabas aquí. Toqué, pero no respondiste.

—¡Eso no te da el derecho a que tomes mis malditas llaves y entres como si esta casa fuera tuya! —gruñó.

James se detuvo a mirarla, sintiendo un pequeño deseo sucio y perverso, como siempre que veía a las mujeres hermosas. Acostumbraba a disfrutar de lo que veía constantemente.

—¿Dónde estabas? —inquirió él.

—¿Qué demonios te importa? Dame la llave.

—Quiero hablar con mi hijo.

—Pues será cuando yo lo decida, ¿está bien? Pásame las llaves o llamaré a las autoridades para que te lleven de aquí por intento de violación de morada.

—¡Perfecto! ¡Pues es mi derecho hablar con Anthony!

—Vete a la mierda.

—Tienes mucho que saber de él. No confía ni un segundo en ti. Ni siquiera sabes el tipo de hijo que tienes.

Bella abrió la boca para decir algo, sin embargo, no fue capaz de hacerlo, estaba anonadada.

—Conozco muy bien a mi hijo. ¡Vete de aquí! —Hizo una pausa—. Entraste antes, ¿no? Aprovechaste que yo no estaba anoche.

—Merecía estar un momento con mi hijo…

—¿Qué le hiciste? —Su voz era un hilillo que estaba conteniendo el fuego de la ira.

—¿Qué? ¡Él fue el que me ha defraudado! Puta mierda, ¡esto es culpa tuya!

—¿Sabes qué? Vete a la mierda. No volverás a verlo en el tiempo en que estés de pasada aquí, hijo de perra.

Pasó por su lado, empujando su hombro, luego de quitarle la llave.

—¡Si vuelves a hacer algo como esto, te juro por Dios que voy a hacer que te arrepientas!

No dejó que le respondiera y entró a la casa en un segundo, notando que estaban los juegos de la consola en pausa, las palomitas de maíz derramadas por el suelo y un silencio sepulcral.

—¡Tony! —llamó, sintiendo un duro presentimiento.

Cuando olió el aroma de los Cheetos desparramados, increíblemente fuertes por el queso, se tuvo que alejar con rapidez o iba a vomitar.

Era un asco voraz que la desestabilizó.

—¡Tony! —insistió.

La desesperación comenzó a enloquecerla y en cuanto subió las escaleras, vio que la habitación de Tony estaba abierta. La abrió con el corazón en la boca, esperando que estuviera dormido, pero no, él estaba inconsciente, pues su alrededor estaba repleto de cajas de medicamentos vacíos.

Se había intoxicado.

—¡Tony! —chilló, viendo el vómito que tenía en la comisura de sus labios.

Sus manos temblaban, pero con fuerza logró tomar su cabeza e intentar sacudirla para que despertara.

—¡Tony! —gimió, sollozando de manera desesperada.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Mientras el dolor de Tony llega de golpe, también lo hará una nueva noticia. Las emociones estarán a tope. No imaginan lo que se vendrá. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco sus comentarios, durante el día estarán los nombres de todas las chicas que me han dejado un comentario, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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Cariños para todas

Baisers!