Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 29:
Crocante antojo
Edward había logrado llegar antes de que azotara su cabeza en el suelo, de lo contrario las cosas habrían sido fatales.
—Bella —volvió a decir, acomodándola en sus brazos.
Estaba soporosa y apenas abría los ojos.
Los demás se acercaron para ver qué sucedía e intentar ayudar, mientras él acomodaba su cabeza en su pecho. Acercaron una camilla, ya que la enfermería estaba cerca, pero en el trayecto, Isabella abrió los ojos con lentitud, inquieta y desorientada.
—Hey, descuida, respira hondo y cierra los ojos —susurró el teniente.
—Bien, chicos, todos de vuelta a hacer las clases, el señor Edward volverá pronto —dijo una de las encargadas de aula.
Bella se sentía tan débil que parecía una pluma en los brazos del teniente, a quien solo reconoció por su voz y su olor. Y por extraño que le pareciera, eso le hizo sentir reconfortada.
Fue acomodada en la otra camilla y la enfermera pidió que los demás se alejaran para examinarla, incluido Edward, que no parecía querer irse.
—Señor, por favor, si no es familiar o su esposo, necesito que se vaya —le dijo ella.
Bella estaba muy agotada, como si un camión le hubiera pasado por encima, por lo que no prestó atención a las palabras de la enfermera, solo podía escuchar el latido fuerte de su corazón.
Edward asintió, comprendiendo muy bien lo que decía la enfermera, pero algo apareció rápidamente en sus pensamientos.
—En realidad, soy médico —afirmó con tranquilidad—. Trabajé para el ejército y actualmente soy teniente.
La mujer levantó las cejas y suspiró.
—¿Por qué debo confiar en usted? —dijo la mujer, comenzando a realizar la primera cadena de supervivencia en su labor.
—Tengo la identificación. Puedo mostrársela.
La enfermera suspiró.
—Pues ¿qué piensa? Suero glucosado al 5% ¿o fisiológico?
Edward rio.
Era una mujer muy astuta.
—Veamos la glicemia capilar y tomaremos la decisión más rápida. A propósito, ¿cuál es su nombre?
Finalmente, ella sonrió.
—Me llamo Lindsay.
—Un gusto.
Luego de revisarla, se le instaló un suero glucosado ya que su azúcar en sangre era menor a 60 y no quería que, dándole algo en boca, fuera a asfixiarse.
Edward, sin siquiera pensar un poco al respecto, tenía su mano apoyada en el brazo de Isabella, realizando un recorrido hasta el dorso de la suya. Mientras acontecía, ella abrió los ojos luego del letargo y lo contempló con cierto asombro. No pensó que él estaría aquí.
—Hey, ¿cómo te sientes? —preguntó el teniente.
Bella suspiró y miró a su alrededor, muy extrañada.
—No sé qué me sucedió —respondió, muy confundida.
—Creo que has tenido una fuerte baja de azúcar, ¿acaso no comprendes que debes comer? —La voz de Edward seguía siendo suave, sin ánimo alguno de juguetear.
—No me sentí muy bien en la mañana, no quise desayunar. Lo siento.
—No lo sientas —susurró el teniente, mirando la fragilidad de esta mujer histérica que siempre se veía capaz de todo.
Quería protegerla.
—¿Al menos estoy bien? Quizá no y estoy soñando todo esto.
—¿Qué pensabas que soñabas?
—Que estás conmigo —musitó ella, aún algo somnolienta.
La enfermera se acercó e interrumpió el momento, asegurándose de que ella estuviera bien.
—¿Cómo se encuentra, señorita? —preguntó Lindsay.
—Mejor.
Le dio una sonrisa y tomó su presión arterial.
—Va mejorando mucho más.
—Gracias. Nunca me había sucedido.
Lindsay miró a Edward con otra de sus sonrisas, pero dándole a entender que debía salir de la sala. Él, lejos de ser un idiota, entendió de inmediato y siguió las órdenes de la profesional, aun cuando sentía una desesperante necesidad por saber qué sucedía.
—No llamaremos a la ambulancia porque es obvio que ha tenido una lipotimia, solo espero que visite a un médico cuando le sea posible —recalcó la enfermera mientras quitaba la vía venosa de su brazo.
—¿Puede haber algo malo? —inquirió Bella.
—Lo más grave que podría haberle sucedido es que se hubiera golpeado la cabeza, pero este no es el caso. Tuvo la suerte de que la sostuvieran.
Bella suspiró luego de que la mujer le pusiera un parche en el brazo.
—Sería bueno que se fuera a casa.
Asintió en respuesta y se levantó de la camilla con ayuda de la profesional.
De pronto, unos fuertes golpes en la puerta llamaron la atención de ambas. Antes de que la enfermera permitiera la entrada, Tony abrió y corrió a los brazos de su madre.
—Mamá, supe lo que sucedió, ¿cómo estás?, ¿te sientes bien?
Desde que Tony fue avisado de la situación, dejó todo a un lado y fue en la búsqueda de ella. Jamás le había sucedido algo similar, era una mujer muy sana y la vulnerabilidad no era parte de la imagen que acostumbraba a ver de su parte. Su corazón latía con mucha fuerza, incluso al verla despierta, aunque se viera débil.
—Sí, claro que me siento bien —respondió, dándole una sonrisa—. El no tomar desayuno me jugó una muy mala pasada.
El adolescente suspiró y siguió abrazándola, aliviado de que estuviera sana, al menos.
Se despidieron de la enfermera y salieron del lugar. Ahí, en la espera, estaban Edward y Ness, que se veían muy preocupados. Tanto Bella como Tony se tensaron de una forma diferente, ella con la inconcusa sensación que le provocó la seguridad de verlo, y este último sabiendo que sí, estaba aquí a pesar de haber sido un imbécil con él.
—Tendré que irme a casa —dijo ella, bastante agotada—. Gracias por… preocuparse por mí.
—Te llevaré —exclamó Edward—, no puedes manejar así.
—Gracias.
Mientras los adultos caminaban, los adolescentes se mantuvieron callados. Sin embargo, la incertidumbre de ambos provocó que lanzaran palabras ininteligibles. Tanto Bella como Edward notaron la tensión del momento, por lo que permitieron que ellos siguieron caminando para aumentar la distancia.
—Sí… Mmm… —divagaba Tony, sin saber cómo continuar con las palabras correctas—. Ha sido un día duro.
Ness sonrió con suavidad.
—Imagino lo que debes estar sintiendo, yo también estaría tenso si sé que algo le pasó a mi padre, algo que se hizo bastante frecuente desde que supe, ya más capaz de analizar, que él se enfrentaba constantemente al peligro.
Tony paró y Ness también lo hizo.
—Lo siento —dijo—, lo siento, de verdad.
Los ojos de ambos se tornaron llorosos.
—Lo de mi padre… Si es que se puede llamar así en realidad. —Se rio de manera ácida—. Bueno, no debí actuar así, simplemente exploté y no tengo justificación. Has sido una de las personas que más…
—Basta —lo interrumpió Ness, poniendo la mano en uno de sus brazos—. Te entiendo. No debe ser fácil lidiar con esta mierda, sobre todo con lo que tuviste que pasar. Es difícil de ponerme en tu lugar en su totalidad, pues nunca tuve que enfrentarme a algo igual. Fue una reacción…
—No —insistió Tony, tomando sus hombros—. Mamá no crio a un hombre que actúa de forma impulsiva, dañando a las personas que más quiero.
Ness tragó.
—¿Qué dijiste?
—Que te quiero, de verdad lo hago, y lo siento, lo siento mucho.
Se abrazaron con fuerza, jadeando ante las emociones que se habían contenido por tanto.
—Yo también te quiero, Anthony —susurró en respuesta.
—No me digas Anthony, es como si estuvieras enojado conmigo.
El otro rio.
—Tienes razón, pero no estoy enojado contigo, en absoluto. Al principio me costaba asimilar la actitud que tuviste, pero papá… —Suspiró—. Él sí que sabe dar buenos consejos. Comprendí mucho más lo que tanto me gusta de ti.
Las mejillas de Tony estaban enrojecidas, mientras Ness sentía el calor del pudor ante la demostración de sus sentimientos, algo a lo que él no estaba tan acostumbrado.
—Eres sensible, solo debes aprender a llevarlo bien.
Sonrieron.
—Esto ha hecho cambiar un poco mi perspectiva de… todo lo que ha significado vivir con los fantasmas de mi padre, pero debo trabajarlo, quiero que mamá sepa realmente todo, lo merece, es la persona más importante para mí.
—Ella está bien, ¿no?
Tony asintió en respuesta.
—Cuando supe que se había desmayado por poco me vuelvo loco.
—Eres el bebé de mamá, por supuesto.
—Hey.
Comenzaron a carcajear y luego respiraron hondo.
—Te acompañaré en este camino —dijo Ness.
—Y no me separaré de ti —respondió Tony.
En medio de un abrazo apretado y con el amor inocente de los jóvenes adolescentes, la mirada intrigada y malintencionada de Mike, el líder del equipo de fútbol, que odiaba a Tony con creces, se mantenía contemplando el espectáculo, mientras pensaba en cómo perjudicarlos a futuro.
.
Bella seguía sintiéndose mareada y le dolía la zona pelviana. En cuanto llegó al coche de Edward, ese monstruo rojo que la estampó en lodo, tuvo que sujetarse de la puerta para no caer.
—Oye, cuidado —dijo el teniente, tomando su cintura.
Ella tuvo un escalofrío, algo frecuente cuando sentía sus manos grandes rodeándola.
—Hoy la vida me ha pasado la cuenta —explicó—. Y creo que tengo un virus estomacal, porque ni siquiera tengo ganas de comer.
—Ya veo por qué estás tan débil.
Le abrió la puerta del copiloto, pero ella no se sintió segura de levantar siquiera el pie para entrar a esa monstruosa todoterreno.
Edward sentía una pequeña, sí, pequeña debilidad por esa vulnerabilidad que mostraba Isabella, digamos que un instinto extraño se apoderaba de él y lo que más añoraba era hacerle sentir mejor y…
Bah, ¿qué tonteras estaba pensando?
La tomó entre sus brazos y la acomodó con rapidez en el asiento, poniéndole el cinturón.
—¡Edward! —gritó ella en respuesta; todo había pasado muy rápido.
—Debes comer.
—Ya, lo sé, ¡no actúes como mi padre!
—Qué humor, estás más insoportable que de costumbre.
—Ídem.
El teniente suspiró, se dio la vuelta y subió al asiento del conductor.
Se quedaron en silencio. Él golpeaba el volante con las yemas de sus dedos y Bella hacía pequeños movimientos con sus labios.
—Me has dado un susto de aquellos —confesó Edward.
Ella lo miró.
—De verdad.
—Gracias por preocuparte por mí.
—Sí, claro, si bien ya perdí las habilidades de antaño, sigo siendo médico, aunque me haya dedicado a la milicia. Era un deber.
—Sí, gracias.
—Y quería acompañarte, asegurarme de que nada malo te ocurriera.
Bella tragó. Se estaba sintiendo nerviosa.
—Bueno, verte me ha tranquilizado.
Odiaba estas cosas, se le hacían difíciles porque no acostumbraba a actuar de esta manera con un hombre. Vaya, ¿para qué? Su vida estaba dirigida hacia otro punto y sus prioridades no tomaban en consideración la llegada de un hombre a su vida…
Mierda, ¿por qué estaba divagando? Edward ni siquiera la…
¡Carajo!
—Solo creo que estoy cansada, eso es todo —añadió.
—Me alivia que no fuera algo más, lo digo por…
Él apretó aún más el volante y apretó los labios, pensando en qué más decir sin sonar un cursi de mierda. Oh, vamos, ¿por qué tendría que serlo? Ellos eran vecinos adultos, con prioridades distintas y que pasaban un buen rato juntos, un día iba a acabar y las cosas seguirían su rumbo, ¿no? Además, ya se sentía bastante viejo como para involucrar sentimientos y esas cosas.
De pronto, Bella vio un mensaje de Tony.
—Mi hijo llegó hasta mi coche, lo llevará a casa con Ness, aprovecharán de dejar a Rosalie a su casa.
—Entonces es buen momento para llevarte a casa —finalizó el teniente.
.
Rose había recibido la llamada de Ness, por lo que se apresuró a tomar sus libros y caminar por el pasillo de salida para marcharse.
—¡Oye! —gritó Ángela, mientras la seguía Lauren y Eric.
—Oh, chicos —respondió, girándose con una sonrisa falsa.
Eran sus amigos, sí, pero…
—Hey, chica, nos olvidas frecuentemente en este último tiempo —dijo Eric, un gay que gustaba de reírse de los demás gais que no encajaban con su perfecta visión de ellos. Por supuesto, lo solía hacer de manera pasivo-agresiva, lo que muchas veces Rosalie no percibía o lo pasaba por alto por temor a… estar sola.
Él olía a perfume caro y llevaba unas cejas perfectamente hechas, combinado con las pestañas cuidadas y los labios humectados con brillo. Era muy guapo y lo sabía, aprovechando los atributos de su cabellera castaña y sus ojos negros. Su familia era coreana y la perfección en su vestimenta era digna de aquellos famosos cantantes que solían enloquecer a las chicas.
—Estoy un poco distraída por los exámenes —se excusó.
—Claro, tienes que entrar a la mejor universidad —respondió Lauren, una chica de cabello largo y ondeado de color miel, de ojos verdes y una figura envidiable que solía llevar siempre unos imponentes tacones. Aun así, y a su pesar, Rosalie era quien se robaba los suspiros de cada miembro de la preparatoria.
—Sí, y estoy algo atareada con los últimos exámenes de trigonometría.
—Ush —refunfuñó Ángela, su amiga de piel azabache, cabello negro y ojos oliváceos. Podía ser perfectamente una cantante como Rihanna, pero sus esfuerzos por imitar a Rosalie habían borrado cualquier indicio de identidad y capacidad alguna por encontrar algún camino que le llevara a conocer sus propios talentos—. Odio trigonometría, no debí entrar a esa mierda.
—En la próxima clase podemos vernos más, ya saben, comer como antes y reírnos —dijo la rubia Cullen.
—Ya, está bien —respondió Eric—. Y hablaremos de una buena dieta —canturreó, acariciándole el cabello—, no permitamos que el estrés nos haga subir unos kilos demás. —Le tocó la carne de las caderas, dándole a entender que sí, había subido de peso.
Rose no tenía la templanza suficiente como para callarse ante esas cosas, sobre todo porque todos le tenían respeto, pero por el bien de su embarazo (y porque se sentía fatal con los síntomas), prefirió dejarlo pasar.
—Sí, claro, puedes darme unos consejos al respecto. —Les sonrió, recibiendo una devuelta—. Ah, ten cuidado, creo que te está creciendo un grano entre las cejas —mintió, provocando el horror de su amigo.
Lo último que vio fue el rostro horrorizado de Eric y las demás, que estaban sacando un espejo con desesperación.
Cuando salió, miró hacia todas las direcciones, buscando a Ness, quien dijo que estaría esperándola con Tony en el coche de su madre para aprovechar de llevarla a casa. En cuanto divisó el Mercedes plateado, dio un paso adelante sin mirar a otra dirección. Lo último que sintió fue el impacto de alguien, lo que provocó que sus libros de matemática avanzada cayeran al suelo.
—Oh, no, ¡cuánto lo lamento! —gimió un hombre—. No se agache, yo le ayudaré.
Rosalie se separó, brutalmente enojada por el accidente, dispuesta a gritarle, pero cuando dio cuenta de quién era la persona que tenía en frente, su corazón viajó hasta sus pies y subió a su garganta.
—¿Emmett? —dijo, muy sorprendida.
No podía creer lo que tenía frente a sus ojos. Era él, ¡era él!
Vestía como siempre, camisa a cuadros roja, jeans, botas y llevaba sus gafas cuadradas. Sostenía libros de física, como cada vez que lo veía salir de frente de su casa. Era mayor por cuatro años y había entrado a la universidad a los diecisiete años. Era un genio y ella siempre lo amó en secreto.
—Rose —susurró él, sonriendo mientras volvía a revivir el rostro de la chica que había sido su primer amor platónico.
.
Edward manejaba camino a casa y Bella se había dormido como un pequeño picaflor en el asiento. Por segundos sintió un estremecimiento en el corazón y sintió ternura, pero bloqueó aquello, volviendo a mirar hacia la carretera. Una vez que llegaron a casa de ella, sintió tristeza de despertarla, por lo que la cargó hasta que ella se vio en sus brazos grandes y viriles.
—No quería despertarte —le dijo él.
Respiró hondo, sintiendo su aroma. Sus entrañas se apretaban de ansiedad y emoción. Era innato.
—Tengo una llave bajo la alfombra —respondió mientras bostezaba.
Una vez que abrió, la depositó en el sofá con cuidado, procurando mantenerla cómoda. Aún se veía muy débil.
—No pensé que serías tan delicado, teniente Cullen, te imaginaba siempre rudo, ya sabes —musitó ella.
Edward sonrió con una ceja enarcada.
—Pues tengo mi lado… blando —respondió, eludiendo la palabra "tierno" o "dulce" —. Ness y Tony estarán tomando un helado antes de venir, es bueno que aprovechen de disfrutar juntos, esos momentos de amistad son necesarios.
—Qué bien, al menos están compartiendo un rato. —Se movió un poco y sintió un fuerte mareo y luego una pequeña puntada en su pelvis—. Creo que se acerca mi periodo.
—Duro, ¿eh? ¿Ha empeorado con la edad?
—Imbécil —le respondió Bella con una sonrisa contenida. Edward, en cambio, la dejó escapar de inmediato.
—Hablando en serio, ¿estás bien? De verdad me he preocupado —insistió él.
Ella se mordió la mejilla interior al ver sus preciosos ojos verdes demostrando aquellas emociones. Sí, de hecho seguía preocupado.
—Cuando tenía treinta tuve periodos más duros, la menstruación era un suplicio. Creo que ha vuelto la incomodidad.
—¿Estás segura que es eso?
—Sí, ya me toca, de hecho, soy como un reloj.
—Bien, entonces no hay de qué preocuparse.
—Tengo hambre —dijo sin pensar.
—Pues… ¿puedo ayudarte con eso?
Se negaba a sonrojarse a los cuarenta y tres, pero era una reacción inevitable.
—¿Algo que quieras?
El vientre se le retorcía de solo imaginar pollo crocante y kétchup.
—Pollo frito, crocante… y kétchup.
—Pues tienes suerte, hago un pollo crocante espectacular.
—¿De verdad lo harás?
Suspiró.
—Sí, un buen vecino lo haría.
Ambos se contemplaron un buen rato, pero retiraron la mirada al mismo tiempo, enfocándola en el suelo.
—Iré al baño —se excusó.
Se metió rápidamente y se miró al espejo, notando el brillo en sus ojos y las mejillas rojas… y algo diferente que no supo interpretar.
—Lo que me faltaba, cuarenta y tres años cumplidos y han vuelto los periodos desastrosos —susurró, sentándose para revisar sus bragas.
No había rastro de menstruación.
Miró su calendario, como si de pronto algo la instara a hacerlo. El periodo no se había presentado hacía tres semanas y media.
—Pero…
Volvió a contar los días, incrédula. ¿Cómo se le había pasado la fecha de…?
Oh.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, mis más sinceras disculpas por la demora, me costó mucho avanzar debido a muchas cosas personales que me tuvieron muy ocupada. ¿Qué me dicen de todo lo que ha sucedido? ¿Qué piensan de la llegada de Emmett? Ese pollo crocante tiene mucho significado. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
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Agradezco sus comentarios, durante la tarde estarán sus nombres por dejar su review, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias
Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
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