Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 31:
El renacuajo
Sintió que se electrocutaba.
¿Qué?
De pronto, su reacción fue reír.
—Es una broma, ¡estoy segura!
El rostro serio del médico le dio un mensaje muy concreto.
—Bella, no estoy bromeando, estás embarazada.
Las palabras no volvieron a aparecer, simplemente se quedaron en un profundo silencio. Ella estaba congelada, mirando a la pantalla del ecógrafo, el cual mostraba un pequeño renacuajo.
—Está bastante bien, se ve… muy fuerte.
Encendió el volumen del ecógrafo y en un segundo se escucharon unos pequeños sonidos: pum, pum, pum.
—Son sus latidos. Tienes casi ocho semanas.
Ella respiró hondo, aún pasmada. Todo parecía ser un sueño, porque era imposible que estuviera…
El sonido de los latidos se clavó en su cabeza, no desaparecieron, porque iban a quedarse por siempre en su interior.
—Bella —la llamaron al verla inexpresiva. Parecía una estatua.
Entonces se llevó una mano a la boca, sintiendo el llanto en la garganta.
Sí, estaba embarazada otra vez después de diecisiete años, lo que significa que esos años también habían pasado por ella. Dios mío, ya tenía cuarenta y tres, ¿cómo iba a hacerlo?
—¿Quieres seguir viéndolo? Puedo dejarlo hasta aquí.
—No —respondió Bella—, quiero verlo un poco más.
Su voz se oía débil, como si buscara una respuesta ante lo que estaba ocurriendo. ¿Era real? ¿De verdad estaba sucediendo algo tan inmenso como un embarazo a los cuarenta años?
El médico continuó mostrando al pequeño renacuajo, vivo, ahí, dentro de ella.
—Está perfecto, todo se ve normal hasta ahora, pero sabes que debemos esperar hasta las doce semanas y más —continuó el profesional.
Una vez que acabó, Bella se vistió como pudo, pues tenía las manos temblorosas, y finalmente se sentó frente al escritorio.
—Bien —dijo el hombre y luego dejó escapar un suspiro.
Ella seguía en blanco, sin saber siquiera cómo gesticular.
—Como dije, todo indicaría que tienes aproximadamente ocho semanas, o al menos estás entrando en ese periodo; sé que puede ser difícil para ti, pero quiero que recuerdes que aún puedes tomar otra decisión, lo que siempre será válido para ti.
Isabella tragó y volvió en sí.
—Ocho semanas —susurró, recordando al pequeño renacuajo en su vientre.
—Es tu decisión.
—Tengo cuarenta y tres —musitó.
—Lo sé, por la misma razón quiero que decidas si quieres tenerlo o finalmente no.
—Estoy…
—Sí, imagino lo que significa. Puedes venir a verme cuando quieras, te conozco desde antes de que Anthony naciera.
Bella asintió y respiró hondo.
—Gracias por todo, hay mucho que debo internalizar, yo…
Se volvió a quedar sin palabras.
Él le ayudó a abrir la puerta y se despidieron, para luego distanciarse.
Cuando ella salió de la consulta, sintió cómo el aire le corría los cabellos de la cara y chocaba con su piel, como si este buscara despertarla de su largo letargo.
No podía creer lo que le estaba sucediendo. ¿Cómo actuar con naturalidad? ¿Cómo tomarse esto de forma seria? Es que debía ser un error, ¡debía tratarse de otra cosa!
Se aferró a su bolso y caminó con rapidez, esquivando a las personas y metiéndose al primer centro comercial que encontró; ni siquiera supo por qué lo hizo, solo trotó hasta donde pudo, como si huyera de la misma realidad que su médico le había traído a colación.
Sintió un sudor desesperante bajando por su columna vertebral, impulsando su insistente deseo por huir.
Volvió a trotar de la misma manera hasta que llegó a una tienda de bebés e infantes; frenó en cuanto la vio, deteniéndose en la decoración y colores, lo que la llevó a recordar las sensaciones que tuvo la posibilidad de asumir que sería madre de Tony, aquel pequeño que mimó desde que supo de su existencia.
Un bebé.
Caminó, hipnotizada, a esa dirección que la llevaba a la zona de bebés. Verse frente a la ropa, tan pequeña y dulce, la emocionó. Hacía mucho que no tenía algo relacionado con un bebé.
Sonrió al ver un traje de rana para recién nacidos.
—Un renacuajo —susurró.
Sí, ese pequeño renacuajo estaba en su vientre.
Sostuvo el trajecito con delicadeza e imaginó cómo se vería.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Dio un par de pasos y ahí estaba, una camiseta turquesa y un tutú del mismo color.
—¿Señorita?
Era la voz de una mujer.
—Hola —dijo Bella, sorprendida como si la hubieran encontrado en medio de un homicidio.
—¿Puedo ayudarle? Este tutú es hermoso, es para recién nacidos, pero puede usarlo para los dos meses del bebé. ¡Oh!, y ese trajecito de rana está con descuento si compra el tutú y la camiseta —le informó con una sonrisa.
Bella le regaló otra, pero nerviosa.
—Yo…
Respiró hondo, sin comprender por qué no quería soltar la ropa de bebé que llevaba en las manos.
—La llevaré —masculló.
Ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo, pero lo quería, quería llevarle eso al renacuajo.
—Perfecto, ¿es para regalo?
Asintió en respuesta, inatenta.
Sacó la tarjeta y digitó rápidamente la clave. Cuando recibió el empaque, contempló la decoración de animalitos con colores pasteles y la retuvo entre sus manos, saliendo con rapidez de la tienda.
Sus pasos fueron bien marcados hacia la salida, encontrándose con Edward de frente, quien estaba esperándola, preocupado por el tiempo que había pasado desde que se despidió.
—Hola —exclamó Bella, contrariada, mareada y pálida.
—Hola... ¿Estás bien? —le preguntó el teniente.
—Sí —respondió de inmediato—, todo va de maravilla.
Edward no estaba tan convencido, pero prefirió no atosigarla con su excesiva preocupación, que en realidad no debía de tener.
—Vamos al coche, estoy un poco… Creo que me vendría bien descansar hoy.
Él frunció el ceño al escucharla. ¿No había dicho que todo estaba bien?
Se fueron en silencio, ambos incómodos ante ello y en cuanto subieron al coche, Bella le aumentó el volumen a la radio, esperando que la música pudiera llenarle la cabeza de algo, pues la sentía vacía por completo.
.
Ness seguía los pasos de Tony, quien lo llevaba hacia una tienda de segunda mano. Parecía muy emocionado, con un ímpetu que pocas veces se veía en él.
—Me gusta verte contento —dijo Ness.
El otro se giró a mirarlo y sonrió.
—Gracias por seguir acompañándome, no me cansaré de decirlo, espero darle una sorpresa a mamá y que ella me acompañe también; es mi persona favorita.
—Muero por ver esa sorpresa.
En cuanto traspasaron la tienda de segunda mano, especializada en la cultura del rock y el pop, vieron la cantidad de prendas brillantes, coloridas y distintivas.
—Voy a participar en el concierto de talentos de la preparatoria —confesó Tony.
Ness no podía creerlo.
El concierto de talentos era una llamativa manera de invitar a los alumnos a divertirse, con invitados que debían llevar un donativo para familias de bajos recursos y riesgos psicosociales. A Tony nunca le había agradado aquel lugar, pues siempre aprovechaban de reírse del resto, sobre todo de aquellos que no eran populares. El jurado, compuesto por tres profesores, elegían a tres que luego eran puestos en deliberación para que el público eligiera finalmente al ganador. Los premios eran una mierda, pero el reconocimiento significaba mucho más. Por supuesto, ¿quién ganaba todos los años?, el grupete de Newton y las más populares del grupo, incluida Rose.
—¿De verdad? Es que… —Sonrió a pesar de su perplejidad.
—Es el mejor momento para poder demostrarme de todo lo que soy capaz. No me importan los demás, ¡quiero hacerlo! —dijo Tony.
Ness estaba emocionado y entusiasta.
—¿Y qué planeas?
Le hizo caminar hacia donde estaba el dueño de la tienda, un tipo con una camiseta de Led Zeppelin que estaba leyendo comics de Batman.
—Oh, ¿qué tal, Tony? —dijo—. ¿Viniste a por el traje? Créeme que hice bien en guardarlo para ti, muchas personas preguntaron por él.
—Gracias, Kent, me has salvado.
El dueño buscó en una bodega y se lo llevó, provocando que Ness abriera la boca sin saber qué decir. ¡Era un traje magistral y tan diferente como el de David Bowie! Los colores y brillantes resplandecían en la penosa luz del lugar, ¿cómo sería en un escenario?, probablemente indescriptible. Era de color fucsia y turquesa, con vuelos en las mangas de la misma combinación.
—No sé qué decirte, Tony, ¡es impresionante! —chilló Ness, dando brincos de alegría.
—Voy a usarlo ese día, mostraré mi talento y disfrutaré de liberarme ante todos, quiero que mamá lo vea, se lo dedicaré.
Tony había tomado la decisión cuando vio los ojos de Bella, esa mañana que todo había cambiado, con su padre asqueado de él.
—Estaré presente, no quiero perdérmelo. Y tu mamá estará saltando de alegría, créemelo.
Siguieron sonriéndose, dándole la bienvenida a la inmensa aventura que les esperaba.
.
Bella llegó a su casa con unas inmensas ganas de vomitar. Tomó aire mientras Edward le seguía los pasos, pues continuaba preocupado. En cuanto ella pudo relajarse, una explosiva llamarada de asco le hizo correr al baño, abrir la tapa del retrete y vomitar lo poco que había desayunado.
—¿Bella? —exclamó el teniente, metiéndose al baño para ayudarla.
—No necesitas…
Una arcada salió de su boca y otro vómito explosivo le siguió. ¡Era una imagen muy atractiva! Edward solo pudo tomarle el cabello, sin saber qué más hacer, acompañándola en el momento. Cuando finalmente pudo acabar y respirar en paz, miró a Edward con la boca sucia y los ojos llorosos.
—Estoy embarazada —exclamó.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, tenía pendiente actualizar hace días, pero no me he sentido bien de salud, pero aquí va y espero me disculpen por la demora. ¿Qué les ha parecido? Sé que es un capítulo corto, pero ameritaba permitirle a Edward saber qué responder jaja, ¿cuál creen que será su reacción? ¡Cuénteme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
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Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
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