Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo 32:

Sorpresa en pañales

Edward estaba con las cejas levantadas y los labios estirados. Sus ojos se salían de sus cuencas. Se había convertido en un muñeco sin vida.

¿Había escuchado bien? ¿Qué estaba pasando por su cabeza? ¿Esto era una broma?

De pronto, su cabeza quedó vacía.

—¿Cómo…?

Frunció el ceño.

—¿Tú…?

—Estoy embarazada —volvió a decirle ella.

El teniente caminó un par de pasos y luego se mantuvo estático. Bella, al no ver respuesta de su parte, simplemente caminó con rapidez hacia la sala de su casa, desesperada y exasperada a la vez. Edward la siguió, volviendo levemente en sí.

—Bella —fue lo único que salió de su boca.

—No pensé que esto iba a ocurrir, que siquiera podría hacerlo, yo… ¡Tenemos cuarenta y tres años! —exclamó Isabella, dándose cuenta de lo que eso conllevaba como si se tratara de una recurrencia de explosiones en su cerebro.

Se dejó caer en el sofá, mientras Edward se acercaba como un zombie.

—¡Esto es tu culpa! —siguió diciendo Bella, explotando en una fuerte ira hormonal—. ¡Tú me embarazaste! ¡Tú eras el encargado cuidarte el pene y ponerse el condón! No era tan difícil, ¿no?

—Bella, estás embarazada —insistió, volviendo de a poco en sí.

Se sentó junto a ella y la contempló, viéndole los marrones ojos tornándose brillantes. Bella asintió y comenzó a llorar.

—Estoy muy vieja… ¡¿Por qué tenía que pasar esto?! ¡Demonios! —siguió exclamando ella.

Sollozó.

—No estás vieja, y yo claramente no pensaba cambiar pañales a los cuarenta y tres—. Aún no puedo asimilarlo…

—¡Yo tampoco! —chilló—. ¿No es evidente?

Edward miró la bolsa que traía y cayó en cuenta del diseño de esta. La abrió con rapidez y encontró un disfraz de rana para bebés.

—Es como un renacuajo —susurró Bella, limpiándose las lágrimas.

El teniente sonrió y miró a su histérica vecina.

—¿Un renacuajo?

—Tengo las… —Ella bufó y le entregó la ecografía.

Edward la tomó con los dedos temblorosos y la existencia de aquel renacuajo se hizo tan presente que sintió un escalofrío.

—Si me permites, quiero ser su padre —respondió.

Bella arqueó las cejas.

—Pero ya lo eres.

Él apretó los labios y entendió, sí, por supuesto que sería padre nuevamente.

—Y aunque no pensaba que ocurriera, seré mamá de nuevo —masculló Isabella, tocándose el vientre por primera vez.

Los dos tragaron.

—Tengo mucho miedo.

—Y yo —agregó Edward.

—Espero que no sea tan feo como tú.

—Estoy de acuerdo. Quiero que sea como tú, eh… Ya sabes, muy linda.

Bella suspiró.

—Estaba bromeando, no eres feo —rectificó, contemplando sus ojos verdes mientras pensaba en si su renacuajo los tendría junto a su cabello cobrizo.

—Claro que estabas bromeando —le respondió.

—Si quieres puedes irte, de seguro tienes mucho en qué pensar, todo es tan raro, no pensé que tendría un hijo a los cuarenta y… Ush, ¡tus condones son horribles!

Bien, el teniente entendió que entre el miedo, la incertidumbre, la sorpresa y las hormonas de las primeras semanas, ella sería un terror de aquellos. Pero tendría un hijo con ella, ¿de verdad? ¿Por qué el corazón no dejaba de latir cuando pensaba en ese renacuajo y en cómo quería ver todo ese proceso, y sobre todo, agasajar a la mujer que le daría otro culo que limpiar? ¿Por qué quería que fuera idéntico a ella? ¿Por qué se estaba estremeciendo su vientre?

—No me iré, a menos que me eches…

—Entonces hazme algo de comer —gimió ella, volviendo a llorar mientras se abrazaba de las piernas y acomodaba en el sofá—. El renacuajo tiene hambre.

Sonrieron con suavidad, pero luego se quedaron serios.

—Está bien, ¿qué quieres? —preguntó el teniente.

—Nachos con queso, ¡caseros! Y quesadillas, ¡quiero queso! —chilló.

—Está bien, está bien. Iré.

Cuando lo vio marcharse, se acurrucó y miró las ecografías, para luego tocarse la barriga otra vez.

—¿Qué voy a hacer contigo? —le preguntó—. Al menos elegiste venir con un padre guapo. Te está haciendo comida, sé que te gustará el queso.

Finalmente miró al horizonte y se preguntó en cómo sería esto, sobre todo porque, bueno, Edward y ella no eran una pareja y no pensaban en serlo.

«Ya nos preocuparemos de eso», pensó.

.

Rose había terminado de comer una tarta de fresa y una malteada de plátano. Apenas podía respirar ante la cantidad de comida que se había llevado a la boca. Además, no podía dejar de reír con Emmett, simplemente era un disfrute y alivio de todo lo que le había estado sucediendo.

—Se siente tan bien volver a estar contigo —le confió Emmett, corriéndole la silla para que se levantara.

Ya se hacía tarde y no quería ponerla en peligro por las calles.

—¿Crees que seguimos siendo los mismos? —preguntó, mirando sus ojos azules que combinaban con su cabello rubio.

Rosalie quería decirle lo mismo, pero estaba embarazada y eso era algo que le impedía pensar en algo más con él.

No, no quería.

—En esencia, claro que sí —le respondió.

La rubia estaba nerviosa y buscó a Ness y a Tony, pero no los encontró en ningún maldito lugar.

—Enanos traicioneros —murmuró.

—¿Qué?

—Nada, solo quiero… Creo que tomaré un taxi, papá y mamá deben estar esperándome.

—¡Oh! ¡Hace tanto que no los veo!

—Puedes venir cuando quieras, ellos siempre te han recibido como un hijo más.

Se sonrieron y acabaron mirándose más segundos de lo que esperaban.

—No quiero que te vayas sola a casa, iré a dejarte… si me lo permites.

Rose se tocó la barriga y pensó de inmediato en su hijo.

—Gracias, es más seguro —susurró en respuesta.

Sí, con él se sentía segura, y no solo para ella, sino para su nuevo bebé.

Emmett la llevó hasta un lindo sedán Opel de color gris brillante y la invitó a acomodarse en el asiento del copiloto. Y tal como pensó, este olía a él: menta y masculinidad.

—¿Nos vamos? —preguntó.

—Vamos —respondió Rosalie.

.

Bella bostezó y se acomodó en el sofá. Tardó un poco en abrir los ojos, pero cuando lo hizo se sorprendió al verse envuelta en una manta.

El olor a queso estaba delicioso; de solo imaginar el sabor se le hizo agua la boca.

Y de pronto, la realidad se hizo presente otra vez. ¿Cómo iba a decirle a todos que iba a tener un hijo con su vecino por estar follando como una loca? ¿Cómo iba a decírselo a Tony?

Respiró hondo y se sentó, calmando los mareos de a poco.

—Ah, ya te has despertado —dijo Edward, de pronto apareciendo con un delantal de cocina.

Se había arremangado el suéter, por lo que pudo verle los grandes brazos y los tatuajes.

—¿Qué hora es? —le preguntó.

—Las siete. Ness ha avisado que ya vienen —respondió.

—Dios, dormí demasiado.

—¿Una hora es demasiado?

—No suelo hacer siestas.

—Pues ahora es diferente —concluyó el teniente.

Ella suspiró y cerró los ojos por unos segundos.

Edward todavía se sentía incapaz de lidiar con la noticia. Resultaba irreal para él y a veces se preguntaba si estaba en un sueño, pero no despertaba. Mientras cocinaba su único pensamiento era en ese nuevo hijo que tendrían juntos.

—Creí que irte y negarlo era una posibilidad —confesó Bella.

El teniente frunció el ceño y se sentó a su lado.

—De hecho, me hice la vasectomía hace un año —murmuró él.

Bella lo miró y arqueó las cejas.

—Es broma —le hizo saber.

—¡Nunca puedes ponerte serio! —chilló ella, dándole un suave golpe en el brazo.

—Me lo dijiste porque es cierto, tendremos un hijo y todavía no sé cómo reaccionar a ello, pero es la realidad… y respetaré lo que quieras hacer al respecto —finalizó con un suspiro.

Bella se mordió el labio inferior y luego apretó los ojos.

—Quiero tener al renacuajo —musitó, contemplándolo—, y te mereces vivir todo lo que viene hacia adelante.

Edward respiró hondo y asintió.

—Yo también quiero que eso suceda —confirmó.

Se quedaron en silencio, un tanto avergonzados por lo que les estaba sucediendo, algo que no concordaba con todo el camino que les llevó hacer a ese renacuajo.

—Te hice las quesadillas —agregó el teniente.

A ella se le estremecieron las entrañas de hambre. Fue tan voraz que se levantó como si llevara un resorte en el culo.

—Ten cuidado, vas a marearte.

Edward ya la había sostenido antes de que siquiera ella sintiera el vaivén en su propia cabeza.

—¿Cómo sucederá todo esto? —inquirió Bella.

—No lo sé, pero así como aprendimos al comienzo, ahora tocará aprender a hacerlo a esta edad. Será una aventura… creo.

—Creo que las locuras se acabarán —murmuró ella.

—¿Locuras?

—Digamos que ya no será como antes y es mejor que así sea, con esto que sucederá tenemos mucho con qué lidiar y aún no le contamos a los demás.

Edward imaginó cómo se verían sus pechos en un tiempo y se sintió un verdadero degenerado; no cabía en su locura.

—Estoy de acuerdo —respondió luego de carraspear.

Bella sentía su respiración con más intensidad, como si estar embarazada le brindara poderes extrasensoriales con Edward: su olor era más intenso y delicioso, su hálito más exquisito y el calor indudablemente magnético.

—No se puede nuevamente, las cosas son una locura y…

Le tocó el pecho mientras volvía a suspirar.

¿De qué forma se contenía? ¿Y si había una despedida? ¿Y si las cosas irían mejor con esta última vez…?

Edward la besó con suavidad, buscando calmar ese extraño lazo que la unía a ella. Si bien la deseaba con fervor, ahora le parecía tan hermosa que no solo se le levantaba la entrepierna.

Era un cavernícola. ¡Rayos! Es que estaba embarazada, no quería hacerle daño, y a la vez, solo quería abrazarla mientras las sentía sin parar, sabiendo que tenía al renacuajo dentro, preparándolo para que abriera el cascarón.

Isabella Swan sería la madre de su segundo hijo. Oh, carajo, realmente iban a tener un hijo a los cuarenta y tres años.

—Dime que son las hormonas.

—¿Por qué?

—Porque tengo tanta hambre de ti, Edward Cullen —respondió Bella.

Puso los brazos alrededor de su cuello y siguió besándolo, mientras el teniente le abrazaba la cintura con suavidad. Todo se sentía tan diferente; había tanto deseo, pero algo más revoloteaba, como brisa dulce y apetitosa.

¿Por qué era tan difícil?

.

Ness no dejaba de reír. Nunca había visto a alguien que le quedara tan bien un traje como el que usaba Tony.

—Está perfecto —declaró.

—¿De verdad?

—No estoy dispuesto a mentirte si eso es lo que crees.

Se rieron.

—Rose va a matarnos —agregó el joven hijo de Isabella.

—Se le olvidará con ese tipo.

—Parece que vivieran en una burbuja. Nunca había visto a Rose así.

—Se conocen desde antes. Emmett es un chico tres años mayor que ella. Es un maldito genio y ya va por la maestría. Dejaron de verse hace un tiempo; Rose siempre estuvo enamorada de él aunque siempre me lo haya negado. —Ness se encogió de hombros—. Mi papá se pone celoso cada vez que lo recuerda, no tolera que miren a su hermana menor.

—Espero que mamá no se moleste por no haber avisado que demoraría tanto —agregó Tony.

Abrió la puerta y se extrañó de ver que no saliera su madre vuelta una loca por no decirle que demoraría tanto en volver. Y vaya, ¿su madre no estaba cantando como una loca mientras preparaba su nuevo taller de sexualidad?

Algo iba mal.

Ness le seguía los pasos con el mismo recelo aunque no sabía qué estaba pasando.

—¿Mamá? —preguntó con suavidad?

Sintieron un pequeño ruido cerca de la sala, por lo que caminaron hacia allá.

—Oye, mamá, yo…

Tony abrió la boca de par en par, mientras Ness abría los ojos ante el impacto.

Sus padres estaban besándose, carajo.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, como verán, las cosas entre estos dos están ardiendo y pronto se irá desarrollando aquel renacuajo que muy pronto conoceremos. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

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Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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