Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 33:
Ilusión
Los dos adolescentes estaban rígidos, mientras contemplaban el intenso momento de Bella y Edward.
Ninguno de los adultos estaba consciente de los testigos que tenían, por lo que continuaron con su apoteósico abrazo repleto de besos.
Tanto Tony como Ness se miraron, sin poder creer lo que veían, aunque este último sospechara de lo que podía sentir su padre respecto a Isabella. Sin embargo, el hijo de Bella caminó hacia atrás, chocando con uno de los jarros favoritos de ella. El estruendo que le siguió, llamó la atención de todos los presentes.
Cuando los adultos vieron a sus testigos, se quedaron congelados con los labios aún juntos; Ness y Tony enarcaron una ceja.
—Nosotros… —Edward carraspeó, separándose abruptamente, como aquel niño que han descubierto ante una travesura—. Es difícil de explicar. Ella estaba un poco, emmm, intranquila producto de, mmm, ya saben, el desmayo y…
Bella rodó los ojos y lo hizo a un lado.
—¿De verdad estás diciéndoles eso? ¡Debiste inventar algo más inteligente! ¿Qué sucede contigo?
—¡Estoy ayudándote! ¿De qué hablas? —respondió el teniente.
—Gran manera de ayudar —contestó ella, muy mordaz.
Ness bufó.
—Ay, por Dios, ¿de verdad están discutiendo luego de lo que vimos?
—Veo que la cosa es más intensa de lo que pensé —susurró Tony, manteniendo las cejas levantadas.
—Creo que necesitan terminar lo que empezaron —añadió Ness.
—No quiero imaginármelo —dijo el otro adolescente, haciendo una mueca de asco—. Nos iremos a mi habitación, nosotros… —Sacudió la cabeza—. No, no quiero saber qué planeaban hacer.
—Me da escalofríos. —Ness emuló un escalofrío.
—Hey —exclamó Edward al verlos subir las escaleras.
Los adolescentes estaban riéndose, ya nerviosos.
—¡No se rían! —exclamó Bella, sonrojándose sin remedio.
Los dos chicos se encerraron y Tony se puso el dedo índice contra los labios, pidiéndole a Ness que guardara silencio.
—¡¿De verdad estás usando esa excusa?! —chilló ella desde la primera planta.
—¡Solo pensaba en una idea decente! —le respondió Edward de la misma forma.
—¡Vaya, eres muy creativo! —rezongó Bella.
Los dos miraron al techo y encendieron música; era Tears For Fears. El volumen era adecuado para dejar de escucharlos, por lo que volvieron a reír.
—No puedo creer lo que acabo de ver —dijo Tony, paralizándose.
—Yo tampoco —añadió Ness.
En ese momento, la música era su único enemigo contra el silencio.
—Demonios, ¡es raro!
El chico Swan estaba muy pálido y enseguida sacudió la cabeza.
—¿Qué habría ocurrido si hubiéramos llegado después? —preguntó.
—No quiero imaginarlo —respondió Ness.
—Ahora somos hermanos —bromeó Tony.
—Puta mierda —exclamó el otro.
Volvieron a reírse hasta que respiraron hondo.
—Creo que necesito mucho para procesar esto. Tu papá y mi mamá, ¡iug!
—No pongas imágenes en mi cabeza. —Ness se tapó la cara con las manos.
Suspiraron a la vez y cayeron bocarriba en la cama.
—¿Crees que esto podría afectarnos? —añadió, poniéndose de lado para mirar a Tony; éste lo imitó.
—¿La mente? Claro que sí.
—Sabes a qué me refiero. —El chico Cullen le apretó la nariz—. Tú y yo…
—Claro que no —le respondió el interpelado—, eso nunca.
Ness sonrió y le acarició la mejilla.
—Quiero verte feliz. Me agrada saber que participarás.
—Estoy nervioso.
—Lo sé, pero estaré contigo en todo.
Tony se rio con suavidad y lo besó con suavidad.
—Te quiero, de verdad, te quiero mucho —agregó.
Ness sentía que vivían las típicas mariposas en su vientre, pero era real.
—Yo también te quiero mucho —le respondió.
Se acomodaron un rato en la cama, abrazados, disfrutando de la noche, sabiendo que pronto debían separarse y enfrentar el mundo que les rodeaba, rompiendo su burbuja de paz y amor.
.
Bella no había podido dormir, no dejaba de darse vueltas en la cama, lo que incrementaba su ansiedad.
Ya eran las siete de la mañana y seguía sin hablar con Tony, quien se había ido a la habitación y no volvió a salir de ahí. Suponía tantas cosas, al igual que Edward, que seguramente aún esperaba a Ness hasta que, quizá, se quedó dormido.
Estaba pensando demasiadas cosas sin sentido.
Se tocó el vientre, recordando que ya no era solo ella; aún costaba asimilar la idea, porque no era algo que estaba en sus planes, y menos aún, que fuera a los cuarenta y tres años.
—Y aquí estás. Mamá la ha cagado, lo sé, pero quiero conocerte —susurró—. No tienes la culpa y sí, quiero conocerte.
Era la primera vez que le decía que sería su mamá. Sabía que su renacuajo estaba ahí, pero ahora tenía el sentido de la pertenencia, sabía que sería su hijo y ella su madre, lo que comenzaba a hacerle cosquillas en las entrañas.
Y Edward…
Suspiró.
No pensó que esto pasaría, por supuesto, como tampoco que esa sería la reacción de Edward. Supuso que había sido pesimista sin darse cuenta, imaginando lo peor tras contarle lo que había sucedido.
Entonces, recordó que debía decirle a sus más cercanos que volvería a tener un bebé. Diablos, ni siquiera sabía de qué forma hacerlo y menos cuándo. El primero debía ser Tony, quien se había ido temprano a la preparatoria, cuando ella no escuchaba, quizá motivado por lo que había visto el beso con Edward.
—Odio esto —refunfuñó.
Y para peor, debía quedarse en casa un par de días, pues aún se sentía muy débil físicamente.
.
El teniente estaba pensativo, inmerso en sus sentimientos. Y vaya que sentía su corazón latir con fuerza al recordar que iba a tener un bebé; era impensado, pero le era inevitable imaginarse todo lo que vendría con una ilusión creciente, aunque claro, también le acompañaba el miedo.
De pronto escuchó a Ness bajar las escaleras con rapidez, llevando su mochila para ir a la preparatoria.
—Oye, ven aquí —le dijo, levantándose del sofá para retener a su hijo.
Ness apresuró el paso.
—Te estoy hablando…
—Prefiero la charla para después.
—¡Hey!
Su hijo salió de casa entre risotadas traviesas y se subió a la bicicleta, no sin antes acariciar la cabeza de su inmenso perro.
—Ya habrá tiempo. ¡No hagas travesuras!
—¡Ness! —Edward engrosó su voz.
Pero el adolescente ya se había ido, dejándolo con la palabra en la boca.
—Méndigo niño —dijo.
.
Edward no dejaba de darle vueltas al asunto, mirando la ecografía que Bella le había dado. Se veía muy pequeño y claro, parecía un renacuajo.
Sonrió.
—Supongo que has venido por algo. Te amaré y protegeré siempre, ¿de acuerdo? —susurró, acariciando la imagen.
Si bien, todavía resultaba una sorpresa impensada, saber que existía y que pronto lo conocería le hacía sentir dichoso.
—Y no te preocupes, también protegeré a tu mamá, su salud y bienestar son mi prioridad ahora.
Tragó.
Fue hasta el centro de la ciudad de Chicago y buscó una conocida tienda de bebés, que se caracterizaba por tener cosas preciosas y novedosas. Sintió que quizá era muy pronto, pero dejó pasar aquel pensamiento, entrando con curiosidad. Hacía años no se dedicaba a recorrer un lugar como ese, por lo que se sintió un poco extraño.
—Hola, ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó una vendedora.
Él se aclaró la garganta.
—Sí, estoy viendo algo lindo… Eh… Seré papá…
—Oh, ya entiendo. Pues, ¡felicidades! ¿Quiere algo en especial?
—Quisiera algo para comenzar, y puede ser algo para sorprender a la madre.
—Por supuesto, de seguro su esposa estará muy contenta con lo que puedo ofrecerle.
Bueno, ya estaban asumiendo que Bella era su esposa. El hecho de que no estuvieran juntos a veces le producía contradicciones, sobre todo porque realmente no estaba en una posición de tener una pareja, llevaba mucho tiempo sin una y…
Decidió no pensar en ello.
La mujer le enseñó distintos conjuntos para bebés recién nacidos, y entonces, una explosiva sensación de amor le cubrió el corazón. Sólo podía imaginárselo en su pecho, con su calor natural, su aroma a inocencia y su piel suave, viendo a sus ojos, tan grandes, pero a la vez tan pequeños, con esa mirada llena de bondad.
Tendría un hijo, volvería a vivir una ilusión llena de satisfacción y amor, esperando al día en que le dijera papá.
Papá… Mi hijo. Mi renacuajo.
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Bella jugueteaba con el trajecito de rana, teniendo la ecografía a un lado. En ocasiones la miraba y se tocaba el vientre; cada vez parecía más real, una realidad tan hermosa y a la vez tenebrosa, que le recordaba a la primera vez que supo de Tony, solo que ahora tenía más de cuarenta años a cuesta.
Tenía que decirle a su hijo mayor, algo que no sabía cómo afrontar. Esperaba que, de alguna forma, se sintiera feliz.
A ratos miraba hacia la sala e imaginaba a un pequeño corriendo, en intentos por mantener el equilibrio.
Le gustaba la idea.
El sonido del timbre le hizo brincar. Se levantó para abrir la puerta, y cuando se encontró a Edward, sosteniendo un inmenso regalo, su corazón latió con mucha fuerza.
.
Ness había citado a Tony a su parque favorito; ya se acababa el día y sus flores intensificaban su color ante la luz del sol crepuscular. Estaba nervioso en una de las bancas, esperándolo. Él finalmente irrumpió a la hora exacta, confundido ante la situación, ya que se había ido antes de la preparatoria, enviándole el lugar en el que lo esperaba. Ness dejó escapar un bufido y se levantó, acercándose lentamente.
—¿Qué ocurre? —Tony reía—. Te has ido y me traes aquí.
Ness tomó su mano y lo llevó hasta la zona de las flores.
—Este es un lugar de ensueño para mí, los colores, la fragancia… y tú conmigo —le señaló.
El otro le sonrió, enternecido por el brillo de sus ojos.
Se sentaron en el césped y se tomaron de las manos.
—Cada día agradezco el haberte conocido —dijo Ness.
—Has sido todo lo que me ilusiona en este último momento —susurró Tony.
El chico Cullen tragó.
—Quiero pedirte algo muy importante.
—¿Qué?
—Quiero que seas mi novio, Anthony.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Les juro que lo que viene es muy divertido y sentimental, en especial con el hijo que esperan Edward y Bella, ¿cómo crees que se va a llevar a cabo este proceso entre ambos? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas.
Agradezco sus comentarios, en un rato estarán puestos, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias
Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
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