Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo 37:

Hormonas

El silencio era sepulcral hasta que recordaron que Esme se había desmayado.

Ella yacía en el sofá, desparramada y flácida; su rostro estaba pálido y la única expresión que tenía era de una profunda incredulidad.

—¡Mamá! —gritó Rosalie, mientras Edward permanecía inmóvil con los ojos muy abiertos.

Todos se avocaron a ver qué le había ocurrido a la señora Cullen, en especial las dos embarazadas.

—¿Está bien, señora Cullen? —inquirió Bella, agachándose a su lado.

Carlisle parecía atónito al igual que su hijo.

—¡Edward! —chilló la psicóloga—. ¡Ve a tu madre! ¡Eres médico!

Aquel llamado de atención no solo llegó hasta el interpelado, sino también a su padre.

—Mamá, hey —exclamó él, volviendo en sí.

Mierda, sí, la había cagado.

"Bien, soldado, te has convertido en un imbécil. ¿Ves lo que ha ocurrido? Y aún no pasa de las mil novecientas horas", pensó, furioso con su boca desconectada del seso.

—Vamos, papá, ¡reacciona! —insistió Rosalie.

Carlisle corrió a levantarle las piernas a su esposa y Edward le pidió a su hermana que trajera algo de whisky.

—Mamá siempre despierta con él —agregó, notando la confusión en el rostro de la psicóloga.

Cuando el alcohol llegó, el teniente le acercó el vaso a la nariz para que pudiera olerlo.

Los ojos de la matriarca de los Cullen comenzaron a abrirse, hasta que finalmente volvió en sí.

—Oh, Dios —musitó, mirando hacia todos lados.

De pronto, su mirada se tornó impresionada, recordándolo todo.

—Ay, Dios, ¿es verdad? —les preguntó, mirando a las futuras madres.

Ambas tragaron, mientras Edward buscaba un hoyo para meter la cabeza.

—Hay demasiado que decir, señora Cullen, en especial por…

Esme dejó de escuchar y se bebió el whisky en un solo trago.

Rosalie e Isabella miraron al teniente de manera reprobatoria, queriendo arrancarle los ojos.

El señor Cullen se acercó de forma nerviosa.

—Está bien, esto es algo que deben aclarar. ¿Acaso he escuchado mal…?

—Es verdad, Carlisle —lo interrumpió su esposa—, escuchamos muy bien.

Todos estuvieron en silencio por algunos segundos, hasta que Isabella alzó la voz.

—No era la manera que esperaba para contarles, pero sí, es verdad, estoy… embarazada.

Edward se sentía culpable.

¿Cómo era posible que no contuviera esa bocaza? ¿Qué demonios estaba pasando con él?

—Oh, Dios, ¡qué bendición! —chilló Esme.

—Y el padre de mi hijo es Edward —agregó.

La madre del teniente volvió a palidecer, por lo que todos corrieron a auxiliarla.

—¡Estoy bien! —declaró la matriarca—. Estoy…

Se quedó perpleja y luego en un profundo silencio, que en segundos fue destruido por el llanto suave de Rosalie.

—Lo siento, mamá, lo siento mucho. ¡Papá! De verdad, lo siento —exclamó ella, sin saber qué más decirles—. Quería contarles, pero estaba aterrada.

La pareja de adultos mayores, de ya sesenta y cinco años, estaban congelados en su posición.

—Cumpliré dieciocho semanas —agregó, limpiándose las mejillas.

Ellos se llevaron la mano al pecho y se contemplaron, para luego mirarnos a los tres.

—¡Ay, carajo, seremos abuelos! —gritó Carlisle como un niño. Su rostro se había iluminado y su sonrisa podía traspasar a cada uno de ellos.

De pronto, Puntito ladró y sacó la lengua, para luego olfatear el vientre de ambas.

Esme comenzó a llorar, hundiéndose en el pecho del señor Cullen, que era dos veces más alto y fornido que ella. Ambos parecían hundidos en emociones, lo que finalmente hizo que Rose corriera hacia ambos y los abrazara. Fue recibida con el mismo cariño, sumergida en el amor que tanto necesitaba.

—¿Por qué no nos dijiste? —inquirió la señora Cullen mientras se limpiaba las lágrimas—. Oh, mi pequeña niña.

—Estaba aterrada. Quería que mi camino a la universidad fuera calmo, que se sintieran decepcionados de mí…

—Tengo muchas cosas que preguntarte, Rosalie Ann Cullen, pero no puedo enojarme ahora, menos contigo —afirmó Carlisle.

Aquel momento acabó cuando Esme contempló a Bella y a Edward.

—Y ustedes también nos han generado muchas preguntas —agregó la mujer, corriendo a abrazarlos.

La psicóloga se sorprendió de su efusividad, pero la recibió de la misma manera, nutriéndose de su dulzura.

—Estoy tan pasmada y feliz a la vez.

—¿Cuándo iban a decirnos que eran novios? —Carlisle también los abrazó mientras les preguntaba, lo que provocó que ambos rieran de forma nerviosa.

—Nosotros… —Edward carraspeó—. La verdad es que… ¡Todo ocurrió muy rápido!

Sus padres contemplaron la escena con las cejas levantadas.

—Oh —fue lo único que se les escuchó.

—Pero es nuestro —dijo Bella—. Es nuestro y lo amamos, no importa nada más.

Al teniente se le ennudeció la garganta, porque sí, definitivamente amaba a su renacuajo. Él la miró y ambos se comunicaron la misma emoción; realmente nada importaba más que su renacuajo.

Los Cullen dejaron ir nuevamente su emoción, regocijados ante la doble noticia. No se sentían así desde que vieron a Ness por primera vez, ya hacían diecisiete años.

Todos volvieron a su antigua posición, sentados frente al fuego de la chimenea, el perro en medio y el vino y zumo a medio beber en sus manos.

—No sé de qué manera estar. Tengo tanto que preguntar, pero quiero aprovechar este momento. No sabía cuánto quería tener un nieto —comentó Esme.

Y era cierto, cuando supieron que iban a tener dos nietos, la emoción y la ilusión les había demostrado cuánto añoraban tener a dos pequeños que malcriar y enseñar a jugar.

—¡Y viniendo de ti, hijo! —exclamó Carlisle—. Creí que ya no funcionaba.

El padre miró a su hijo de forma sugerente, para luego recibir un codazo suave de su esposa.

—¿Qué?

—Dios. ¡Papá! —lo regañó Edward.

—Creo que debo callarme —dijo el señor Cullen.

—Te recuerdo que tuviste a Rose cuando eras más viejo que yo —aseguró el teniente.

—Claro que aún funciona, cariño —afirmó Esme, tocándole el brazo con suavidad.

—¡Mamá!

—Lo siento.

Todos se rieron de él, lo que acabó haciéndolo refunfuñar.

—Siento haber dicho lo que dije —aclaró Edward, volcando aún más la atención en él—. Me dejé llevar por la emoción.

Bella tragó y lo dejó de mirar, inquieta por lo mucho que se estremecía cada vez que lo escuchaba decir algo similar.

—De verdad lo siento mucho —le dijo a ambas mujeres.

Rosalie lo abrazó con fuerza, acurrucándose en su abrazo protector de hermano mayor, perdonándolo por aquello. Sin embargo, Bella estaba congelada en su lugar, pensando en que realmente iba a tener un hijo y lo amaba mucho.

Nunca imaginó que volvería a amamantar a los cuarenta y cuatro años.

¿Cómo iba a ser todo? ¿Edward iba a ser un buen padre? ¿El teniente iba a ser diferente a James? El miedo de volver a pasar por algo similar a lo sucedido con Tony le aterraba, porque había sido muy difícil, no solo para ella, sino también para su adolescente hijo.

Los dos futuros padres se contemplaron y volvieron a desviar la mirada.

Mientras Esme y Carlisle se encontraban en shock, todavía con dificultad para asimilar aquella noticia por partida doble. Rosalie se veía mucho más relajada y Bella observaba con ternura; agradecía que sus padres no preguntaran más a fondo, porque se notaba en sus ojos todas las preguntas que querían hacerle a su hija, y como no, si no tenía novio, no uno que conocieran. ¿Cómo había sucedido todo? ¿Quién era el padre de su hijo? ¿Cómo es que demoró tanto en decirles?

—¿Qué tal si vamos a la cena? —preguntó Edward, apuntando a la mesa.

A pesar de todo, el teniente estaba aliviado. No era bueno aguantando las emociones, y aunque sabía que tenía que recompensarlas por haber sido un estúpido bocazas, el peso del secreto ya no lo estaba torturando, al menos no con la misma intensidad que antes.

.

Las hormonas estaban jugando con Bella. Sólo quería llorar porque la comida estaba muy rica y lo peor es que no dejaba de pensar en todo lo que podría engordar.

—Tranquila, a mí me sucedió lo mismo —le susurró Esme, tomándola de la mano—. Quizá no sabías que tuve a Rosalie…

—Sí, sé que la tuvo cerca de los cincuenta.

—No faltaba mucho para que los cumpliera.

La futura madre suspiró.

—Lamento que mi hijo haya dado la noticia de esa manera, imagino que no era lo que querías.

Bella negó con los ojos llorosos.

Sí, apenas contenía las emociones. En ciertos momentos estaba bien, pero luego sólo quería largarse a sollozar.

—Son las hormonas. A ratos lo que me despreocupa después me preocupa. Con Tony no sentí lo mismo.

—Los embarazos son todos tan diferentes. ¿Tienes hermanos?

La interpelada negó.

—Pues imagino que no viste a tu madre de esa manera.

—Debo contarle a mis padres y a mi hijo. Es algo difícil, apenas sé qué decirle a usted.

Esme sonrió.

—Para estas cosas, en especial cuando es tan inesperado, no existen las palabras precisas. Verás, tengo demasiadas preguntas y estoy angustiada por mi hija, pues necesito saber todo lo que ocurrió, sé que algo extraño sucedió. Pero no quiero causarle terror, toda su vida ha sido muy autocrítica, sé que pensó que nos decepcionaríamos de ella, y aunque no lo esperábamos, lo que menos puedo hacer ahora es restarle mi apoyo. Las cosas siempre son difíciles de asimilar cuando son así, tan deprisa, pero estoy segura de que toda tu familia estará contenta, en especial tu hijo.

La suavidad en la voz de Esme me causaba confort y tranquilidad.

—Hey —exclamó Edward cuando vio que llegaban Ness y Tony. Sin embargo, cuando notó que el último tenía una herida en el rostro, se levantó enseguida—. ¿Qué ha ocurrido?

Cuando Bella dio cuenta de ello, hizo lo mismo que él y corrió hasta su hijo.

—No es nada —respondió Tony mientras su madre le miraba la cara, tomándole las mejillas.

—¿Cómo que no es nada? Mira lo que te hicieron. ¿Quién fue? —chilló la psicóloga.

Los señores Cullen se levantaron al igual que Rosalie, que miró a los chicos de manera cómplice.

—Discutí —respondió de forma queda.

—¿Qué?

—Un tipo estaba molestándolo —agregó la chica—. ¡Se lo merecía!

—¿Tú lo golpeaste? —inquirió Edward.

El interpelado asintió.

—Vaya, ¿y qué tal?

—¡Edward! —regañó Isabella.

—La verdad, fue genial —respondió Ness—. Le dio en toda la cara, casi le rompe la nariz.

El teniente le miró los nudillos.

—El puñetazo no estuvo bien dado. Te enseñaré a golpear como corresponde.

—¡Genial!

—¡Edward! —insistió Bella.

—Ya le prometí enseñarle.

Ella bufó.

Sabía que no iba a entrar en razón y que definitivamente iban a hacerlo, lo que era asunto perdido. Solo esperaba que no se hiciera daño.

—¿Me prometes que estará todo bien? —inquirió su madre.

—Te lo prometo, mamá.

—Vaya, ¿están celebrando? —dijo Ness, mirando cómo estaba toda la familia y cenaban algo sofisticado.

—Solo… la vida —respondió Edward de manera rápida, mirando al resto de manera cómplice.

Los futuros padres concluyeron que la noticia debían darla pronto y no de esta manera; necesitaban crear un ambiente adecuado para ambos y confesarles que pronto tendrían un hermano pequeño. Solo esperaban que se lo tomaran de buena manera.

.

Las hormonas seguían revoltosas y atormentaban a Bella a cada segundo.

No había podido atender a los que acudían a la consulta escolar, porque acabaría llorando.

Salió un momento a vomitar y antes de volver, ya agotada, vio a Edward nuevamente con Linday, charlando entre risas mientras ella le tocaba la mano con suavidad. Él no parecía incómodo con la situación, lo que a Bella le causó una profunda rabia.

Rechinó los dientes, y si bien su plan era volverse a la oficina con prisa, su tacón se dobló y acabó roto por lo que se aferró a la pared antes de caerse, profiriendo una palabrota y llamando la atención de ellos.

Se metió a la oficina y tomó su bolso, dispuesta a marcharse. Tenía la furia en su garganta y no sabía de qué forma comportarse sin explotar.

—Hey, Bella, ¿estás bien? —preguntó el teniente, alcanzándola.

Ella no respondió.

—Oye —insistió.

—No tengo ganas de hablar —fue lo único que dijo.

Edward quedó extrañado, pero al ver que estaba tan pálida, su preocupación aumentó.

—¿Te sientes mal?

Bella suspiró para no llorar y caminó con rapidez, trastabillando de vez en cuando. Se metió a la calle, furiosa por no haber venido en su coche, el que prefirió dejar a un lado por temor a marearse mientras conducía. Ahora debía caminar hasta la avenida para encontrar un taxi. Y demonios, qué mal se sentía.

Edward no se contuvo y la siguió, hablándole para que pudiera decirle qué pasaba. No le gustaba verla tan desprotegida.

—Bella, ¿qué pasa? No te ves bien, ¿quieres que te lleve? Bella…

—¡Déjame en paz! —chilló, dándose la vuelta para enfrentarlo.

Él se sorprendió, dando un brinco.

—No necesito que me lleves ni que te preocupes por mí, ¿de acuerdo? Ni siquiera me importa tu existencia. ¡Mantente lejos! Quiero estar sola, ¿es que no lo ves?

Vaya, sí que daba miedo.

—Sólo quería…

—No quieras nada, no me interesa nada de ti, puedo hacer esto sola. Solo eres el padre de mi hijo y eso no lo cambiará nada ni nadie. Vete a la mierda. No me siento bien así que, por favor, date una vuelta y vuelve a la preparatoria, ¡no eres quien tiene que pasar por este maldito embarazo!, no eres el que se siente más fea, aburrida y vomita en todos lados, sin poder contener nada.

Bella sabía que parte de sus palabras eran una manera de convencerse de ello.

—Hey, espera, ¿por qué dices eso?

Ella no quiso responderle y volvió a caminar mientras apretaba los labios para no llorar como una niña caprichosa a la que le estaban quitando algo suyo… Sí, suyo.

Si bien Edward estaba dolido, hizo eco de su tenacidad y volvió a seguirla.

—Estás muy débil. Por favor, Bella, no pienses esas mierdas.

Isabella cruzó la calle manteniendo la furia y la sensación de vulnerabilidad, distraída respecto a todo lo demás.

Tras su imprudencia, un coche que pasaba por el lugar no pudo detenerse a tiempo, dispuesto a impactar con ella.


Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Uff, las noticias vuelan y las hormonas enloquecen. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Si su entusiasmo se nota, traeré el nuevo capítulo en poquitos días, ¡me encanta tenerlas presente!

Agradezco los comentarios de Miriarvi23, ELLI11 Ox, almacullenmasen, ElimMsen, Naara Selenece, Berenice, Noriitha, Cinthyavillalobo, Tata XOXO, Belli swan dwyer, calia19, nikyta, Echan Cullen, seiriscarvajal, piligm, Celina fic, MariaL8, Marenny, LadyRedScarlet, Valevalverde57, Lore562, LinaLopez, Santa, Jocelyn, Thalia, Elizabethpm, roberouge, sool21, Ana, Ana Krina, patymdn, assimpleasthat, natuchis2011b, dery 05, Laliscg, saraipineda44, francicullen. Merodeadores1996, Marbelli, Jimena, Wenday 14, Gan, Pancardo, Elizabeth Marie Cullen, NaNYs SANZ, Liliana Macias, ari Kimi, jupy, Ary denice, morenita88, JELI, Twilightsecretlove, rosycanul10, Pam Malfoy Black, Paula, Fallen Dark Angel, Makarena L, Gabby352, DanitLuna, KRISS95, maries24, Alexis Medina, AndreaSL, Valentina Paez, Rero96, ariyasy, Ivii roo, Karenziux, NarMaVeg, joabruno, Teresita Mooz, Iva Angulo, beakis, PRISGPE, Adriu, miop, cristiheca, diana0426a, Toy Princes, Angelus285, MaFery, paramoreandmore, Claryflynn98, ALIX Cullen, nydiac10, somas, SeguidoradeChile, Angel twilighter, JadeHSos, AnabellaCS, Lizzye Masen, SanBurz, valem0089, ELIZABETH, Veronica, Fleur50, LuAnKa, Lizzye Masen y Guest, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias

Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!

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