Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 38:
Cuidar de ti
Isabella cerró los ojos al ver las luces, dispuesta a dejarse llevar. Sin embargo, alguien tomó su brazo y la alejó, haciéndola impactar con su pecho.
Edward le había salvado la vida.
—¡Oye, estúpida! —espetó el dueño del coche, saliendo de manera violenta de este y cerrando la puerta con fuerza—. ¿Acaso quieres que te mate? ¿Eres imbécil?
Bella abrió la boca de indignación y lo hizo a un lado.
—¡Aprende a conducir! ¡Y el idiota eres tú! —le respondió, zafando de los brazos de Edward.
—¿Qué? ¿Que aprenda a conducir? —Él dio un paso adelante y se impuso ante la pequeñez de la psicóloga—. Sal de aquí o te daré un puñetazo. ¡No me importa que seas mujer!
—¡Pues hazlo! —chilló de manera furiosa; todo se había acumulado y ahora estaba estallando sin mediar consecuencias.
El tipo estuvo dispuesto a empujarla, pero Bella fue más rápida y tomó su gas-pimienta, arma que siempre llevaba consigo.
—¡Ten cuidado! —exclamó Edward, metiéndose entre ella y el tipo.
Sin embargo, la psicóloga roció el gas, dándole al teniente en toda la cara.
—¡Ay, no! —gritó la psicóloga al ver lo que había hecho.
—¡Carajo! —se quejó Edward, arrugando los ojos ante el ardor, el dolor y la desesperación de no poder respirar, tosiendo con violencia.
El hombre del coche aprovechó la situación y le dio un puñetazo en la mandíbula, lo que le hizo trastabillar. Edward no pudo defenderse, por lo que el tipo se devolvió a su coche para marcharse y salir libre de la violenta situación.
—¡Edward! —exclamó Bella, agachándose para socorrerlo.
Él seguía tosiendo y apretando los párpados; sentía que se iba a morir.
—Ay, lo siento mucho, ¡lo siento mucho!
Sacó un pañuelo y se lo pasó por los ojos y la nariz, quitándole el resto de gas-pimiento de encima.
—Esta mierda… arde como el infierno —murmuró cuando ya pudo respirar.
Bella no sabía dónde meterse. Todo lo había causado ella en medio de una histeria de mujer malcriada.
—De verdad lo siento. ¡Y mira cómo te han dejado!
Edward dejó de toser tras varios minutos y se reincorporó, sin darse cuenta de que su cara estaba pintada de azul, algo propio del gas.
—No debí cruzar así, ¡y tú tampoco debiste defenderme!
—¿Estás bromeando? ¿Esperabas que ese loco te golpeara? Maldito demente —gruñó.
—¡Tenía mi gas-pimienta!
—¿Y qué carajos sabía yo?
Bella sintió deseos de llorar y para distraerse volvió a limpiarlo.
—Oye, no es tu culpa.
—Sí lo es.
—¿Estás bien?
Ella negó.
—¿Te alcanzó a golpear? ¿Lo hizo en el vientre…?
—El bebé está bien —lo interrumpió—, yo también.
El teniente volvió a tomar las riendas del asunto y la tomó entre sus brazos, causándole un grito.
—¡¿Qué haces?!
—Te has roto el tacón, no puedes caminar así. Te llevaré a casa y no aceptaré peros. Si quieres, puedes insultarme todo lo que quieras de camino, pero no te dejaré aquí y a solas —le comentó mientras sus ojos continuaban llorando.
—¡Demonios, Edward!
Cuando llegaron al monstruoso coche del teniente y Bella pataleaba como una niña, él abrió la puerta del copiloto y le hizo sentarse.
—No debiste seguirme —le dijo ella.
—¿Y esperabas que te arrollara ese maldito coche? El bebé…
—Sé que te preocupa tu hijo…
—También me preocupas tú —la interrumpió.
—Lo siento. —Bella lo miraba de forma culpable, sin saber que sus mejillas tenían hilillos de maquillaje mezclados con lágrimas.
Edward suspiró.
—Estuviste llorando.
—No.
—Te estoy viendo.
—¿Y qué importa?
—Claro que importa. ¿Qué ocurre? Realmente estoy preocupado.
El teniente se ruborizó al demostrar sus francos sentimientos.
Bella negó, cerrada a decirle que moría de furia al verlo con Lindsay.
—A veces me desesperas —comentó él—. Tienes un carácter de mierda, ¿eh?
Ella comenzó a llorar otra vez, odiándose por eso. No podía concebir que la montaña de emociones le quitara la capacidad de razonar. Nunca le había importado realmente que le hicieran comentarios de ese tipo porque tenían razón y estaba orgullosa de ello, pero ahora se sentía desvalida, insultada, como si toda su seguridad se hubiera ido a la basura. No entendía que Edward sólo quería echarle un chiste.
—Ah, mierda, no lo decía de esa manera —exclamó Edward, tomando su mano.
—¡Son las malditas hormonas y lo peor es que tengo hambre! —chilló Bella.
A él lo embargó la ternura.
Así que parte del embarazo era esto, ¿eh? A ella le habían tocado los cambios de humor y la profunda sensibilidad. A pesar de que le resultaba difícil, a Edward le gustó la sensación.
—Pues dime qué quieres comer.
—No es necesario, ni siquiera me lo merezco.
—Mi deber es cuidar de ambos. Vamos, ¿qué quieres?
Bella era muy orgullosa y aún se sentía enojada por lo que había visto, pero no pudo resistirse.
—Quiero paste con mucho queso.
Edward sonrió.
—Pues conozco un lugar donde hacen las mejores pastas. ¿Quieres ir?
Ella asintió.
¿Cómo negarse?
.
El lugar estaba cálido y era hogareño. Los colores que iluminaban eran el verde, rojo y blanco, como la bandera italiana. Las mesas estaban bien adornadas, con los típicos manteles a cuadros.
Edward le corrió la silla para que pudiera sentarse, sin percatarse de que todos lo miraban extrañados, ya que todavía llevaba la cara pintada por el gas pimienta.
—¿Qué demonios? —preguntó en voz baja—. ¿Qué tengo en la cara?
Isabella comenzó a reírse a carcajadas mientras él se intentaba limpiar.
—¿De qué te ríes?
Como notó que se reía con más intensidad, tomó una cuchara y se contempló.
—Carajo —exclamó—. ¡Es el gas!
—Te queda muy bien.
—Ja, ja —respondió el teniente de forma mordaz.
—¿Puedo tomar su pedido? —inquirió el mesero, abriendo aún más los ojos al verlo pintado.
Edward aguantó un gruñido.
—Quiero la especialidad de la casa.
—¿Para dos?
Asintieron.
—Agrégale la limonada con jengibre. Dicen que es muy buena para las defensas en el embarazo —añadió.
La psicóloga se enterneció al escucharlo. Era inevitable.
—Te limpiaré, lo prometo —dijo Bella—. Sale con jabón.
Él bufó.
—Ahora me tomarán por un acosador.
La pasta no demoró mucho en llegar y el olor provocó que la embarazada sintiera el sonido de sus entrañas.
—Adelante —instó el teniente.
Bella se llevó el tenedor a los labios y probó con gusto, haciendo un sonido de placer.
—Está muy bueno.
—Te lo dije.
Acabó ensuciándose en las comisuras y como no se dio cuenta, Edward le limpió con el pulgar, algo que llamó la atención de ambos, por lo que se miraron durante largos segundos.
—Tenías salsa.
—Gracias —respondió con nerviosismo.
Suspiraron y se avocaron a la comida.
—Solía venir con papá antes de convertirme al ejército —le contó él— por lo que me trae muchos recuerdos. Traje a Ness en cuanto tuve la oportunidad, me gustaría poder hacerlo también con el renacuajo.
Ella sonrió.
—Claro que sí. Lo principal es repartir el tiempo para que pase con cada uno, es su derecho, por lo que no tendrás problema en pasar con él todo el tiempo que sea posible.
—Gracias por eso.
De pronto se quedaron en silencio.
—No ocurrirá lo mismo que con la madre de Ness, te lo prometo.
Edward tragó, algo aquejado por la situación.
—También te prometo que no pasará lo del papá de Tony, no podría perdonármelo.
Bella no quería repetir lo mismo. Confiaba en Edward, pero sabía que sería difícil sostener la inquietud de no haber tenido un hijo en una relación estable y en un lugar donde sus padres demostraran su amor, justo ahora que estaba disfrutando de lo que significaba tener una vida plena tras años de trabajo, en una edad en la que no esperaba tener otra responsabilidad tan grande como en el pasado, ni siquiera quería tener una relación amorosa, ya no estaba en ese plan y Edward se había convertido en un escape divertido…
Por su lado, el teniente no dejaba de mirarla, preguntándose qué quería decir el destino al haberles dado un hijo de esa manera. La situación no iba a ser similar a la de Ness, pero estaba temeroso. Iba a ver a Bella toda su vida…
Bella, ah, ¿cómo iban a sostener esto cuando ni siquiera eran una pareja constituida? Claro que se sentía irresponsable a pesar de haber tomado las medidas, pero no le gustaba la idea de tener otro hijo sin la estabilidad de una relación, como la de sus padres. Aun así, sabía que debía enfrentarlo y que, de alguna u otra forma, iban a poder ponerse de acuerdo cuando éste naciera.
Todo había comenzado como una aventura loca y así pensaba que debía terminar, era lo que tenía que asumir, ¿no?, era lo mejor para su hijo.
La futura madre quedó satisfecha y dejó el plato limpio, mientras Edward apenas y podía acabarlo.
De pronto, a ella se le escapó un eructo.
—¡Lo siento!
Esta vez fue el turno de reír del teniente.
—Vaya que te ha gustado.
Estaba ruborizada y apenas podía sostenerse a la vergüenza.
—Vamos, te llevaré para que dejes de ponerte tan roja.
—Eres un pesado.
—Soy un acosar con el rostro azul, ¿esperas a que me quede sin mi venganza?
Bella acabó sonriendo y levantándose con el mismo tacón roto.
—Necesito cambiarme los tacones, ¡pero no te atrevas a llevarme en brazos!
—No pensaba hacerlo.
—Gracias a Dios… ¡Edward! —gritó cuando hizo todo lo contrario, llevándola en su regazo.
Todos los miraban.
—¡Hey! ¡Amigo! —llamó él, acaparando la atención del mesero—. Aquí está, quédate con el cambio. —Puso los billetes en la mesa y se llevó a la madre de su hijo mientras ésta le pedía que la pusiera en el suelo, nuevamente avergonzada de ser el centro de atención del restaurante.
Cuando la sentó en el lado del copiloto, Bella se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada mientras Edward le daba la vuelta al coche y se sentaba a su lado.
—Lo siento. Mi deber es cuidarte y puedes caerte si estás con un tacón menos.
—Sabes que puedo sola.
—No estoy tan seguro.
—¡Soy una mujer independiente!
—Así es, pero quiero cuidarte.
—No lo necesitas.
—Dije que quiero hacerlo, y sé que tú también.
—Eres testarudo, lo que es muy diferente.
—Lo dice la reina de las testarudas.
El viaje no era muy largo, pero Bella se quedó dormida a los pocos minutos. Edward la miraba de vez en cuando, incapaz de contenerse, pues se veía muy linda. Cuando llegaron la sacó con cuidado y aprovechó de entrar a su casa, no queriendo despertarla para pedirle la llave. La acostó en uno de los sofás, le puso su cazadora para taparla y después agregó una manta para que entrara en calor más rápido. Su perro se acercó, oliéndola con cuidado, como si supiera que debía dejarla descansar, para luego poner su cabeza encima de su regazo.
—Sabes quién está ahí, ¿eh? —Edward le acarició la cabeza y se sentó a un lado de ella, quien estaba acurrucada mientras dormía plácidamente—. Necesitas descansar, cuidaré de ti mientras —agregó.
.
Bella despertó cuando ya se presentaba el ocaso, por lo que se levantó asustada, envolviéndose en un fuerte marea.
—Hey, tranquila, te quedaste dormida y preferí no despertarte. No te muevas tan rápido —le dijo él.
Se había duchado y puesto unos pantalones de gimnasia algo holgados, lo que le permitía ver sus atributos masculinos, sin ropa interior.
Suspiró para no caer en el sinfín de emociones que eso le provocaba y se levantó con cuidado.
—Gracias —musitó.
A pesar de que ella tenía el cabello desordenado y parecía que le había pegado un rayo, a Edward le seguía sintiendo que era tremendamente atractiva.
—Oh no, mira cómo te está quedando la mandíbula.
—No es nada…
—No digas que no es nada, se te hinchará pronto y sé que debe doler. Iré por un poco de hielo.
Bella buscó la cubeta y puso algunos hielos en un paño de cocina. Finalmente se acercó a él y se lo puso en la zona del golpe, esperando a que se le pasara.
—Debes procurar tomar un antiinflamatorio y ponerte hielo cada vez que puedas, ¿bueno?
Se quedaron en silencio mientras se miraban.
—Creí que podías con los golpes —lo molestó.
—Ja. ¿Crees que no sé dar golpes? Me embarraste la cara de pimienta.
Bella se rio.
—Como tú digas. Ahora debo irme.
Edward asintió y la acompañó a la puerta; sabía que ella no quería que la acompañara.
—A propósito… Quiero que acordemos un día para la próxima ecografía, debe ser pronto.
—¿Ya toca? —preguntó, muy nervioso.
—Sí, quizá podremos saber su sexo.
Ambos ocultaron su emoción, aún incapaces de ser completamente honestos el uno con el otro.
—Está bien. ¿Esta semana parece bien?
Ella asintió.
—Te veo pronto, Edward, y gracias por cuidar de mí.
—No tienes que agradecerlo. Espero verte pronto.
—Así será.
.
Estaban nerviosos, mucho.
Cuando el médico los llamó se levantaron de golpe y trotaron a la consulta.
—Vaya, qué gusto conocer al padre del retoño —dijo el médico.
—Edward Cullen, un gusto —saludó el teniente, tendiéndole la mano.
Una vez que se la estrecharon, los invitó directamente a la camilla.
—Se les ve ansiosos, así que vamos a ver al retoño.
Bella se acomodó en la camilla y se descubrió el vientre, mientras Edward se sentaba a su lado.
Estaba temblando.
Una vez que el médico puso el aparato junto a la piel de la barriga, comenzaron las imágenes de aquel renacuajo que poco a poco se volvía un pequeño humano.
—Es muy hermoso —susurró Bella entre suspiros.
—No puedo creer que estoy viéndolo tan bien —le comentó Edward.
Los dos estaban sonrientes, pero él tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Todo se ve muy bien —aseguró el médico—. Y creo que ya podemos ver qué es.
Los futuros padres se contemplaron con las cejas arqueadas y luego miraron al profesional.
—¿Quieren saberlo?
Los dos asintieron.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, tal como prometí si seguían demostrando ese gran entusiasmo, tanto en los reviews como en el grupo de facebook. Me costó un poco, ya que estoy súper agripada y con los cólicos menstruales, los que de verdad se me hacen intolerables, pero aquí lo tengo. Vaya capítulo. ¿Qué creen que sucederá con estos dos? Es muy difícil aferrarse a algo más cuando no estaba en los planes, ¿no? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco sus comentarios, en un rato estarán aquí como muestra de cariño a todas ustedes, espero volver a leerlas, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, su cariño, su entusiasmo y sus palabras lo son todo, de verdad gracias
Aquí estoy, cumpliendo mis sueños y dándoles todo lo que puedo, ¡las quiero mucho!
Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá
¡YA ESTÁ DISPONIBLE MI LIBRO "EL RECORRIDO DE LAS FLORES: ANTOLOGÍA DE AMOR"! DISPONIBLE EN AMAZON. AHÍ ENCONTRARÁS MIS HISTORIAS COMO "ANTES DEL ALBA", "EN LA DISTANCIA", "MÍRAME A LOS OJOS" Y "A OJOS CERRADOS". ¡ESPERO PUEDAN LEERLO! ESTÁ EN FORMATO FÍSICO Y KINDLE
Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar
Si tienes alguna duda, puedes escribirme a mi correo contacto (arroba) baisersardents (punto) com
Cariños para todas
Baisers!
