Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Capítulo 6:
Cicatrices de una madre
Era una sensación indescriptible y una lucha dentro de mí.
—No pensaba ver tus ojos castaños y sinceros dos veces en un día.
No era primera vez que se me erizaban los vellos del cuerpo cuando escuchaba su voz en medio del huracán que vivíamos.
—Yo tampoco, y no quería hacerlo —dije con sinceridad—, pero no me quedaba más remedio que llamarte.
Asintió despacio y apretó la mandíbula.
—Gracias por hacerlo.
No respondí.
—¿Dónde está? —inquirió, mirando hacia todos lados.
—Le he pedido que descanse en la habitación que tengo para mi padre…
—¿Tu padre? —preguntó, muy sorprendido.
Mierda.
—No quiero ahondar en mis asuntos personales.
—Tienes razón —susurró mientras me contemplaba con un atisbo de alegría que no había vuelto a ver en él hacía mucho tiempo—, pero me alegro mucho de saber que has podido… —Tragó—. ¿Dónde está esa habitación?
—Acompáñame.
Su calor era muy palpable en mi espalda, casi como si estuviera respirándome en la zona trasera de mi cuello.
—¿Hola? —Alcé la voz mientras abría la puerta, viendo que Emmett continuaba mirándola con sus manos entrelazadas hacia atrás.
—Señorita —saludó.
El rostro de mi guardaespaldas cambió cuando vio quién me acompañaba.
—Buenas noches —dijo Edward, cauto y quieto.
Rosalie dormía apretando la almohada, con sus cardenales a la vista de todos. Su hermano la miró y frunció el ceño mientras sus ojos verdes brillaban.
—Rose —gimió, acercándose a ella con lentitud.
Se sentó en la cama y llevó una mano a su rostro, acariciándola de forma protectora. Ella pestañeó y lo miró, arqueó las cejas al instante, rompiendo a llorar mientras temblaba.
—¿Qué te ha hecho? —se lamentó él.
Su hermana lo abrazó y Edward tardó un rato en devolverle el gesto, pero enseguida la apretó con fuerza, conteniéndola.
—Los dejaremos a solas —susurré con un nudo en la garganta mientras miraba a Emmett para que me siguiera.
Él asintió y me siguió, cerrando la puerta tras su espalda.
.
Edward POV
Antes me sentía inmune al sufrimiento de mis hermanas, estaba acostumbrada a anularme y no sentir que las acciones que pudieran protegerlas ocasionarían más problemas con nuestra madre. Ya no podía actuar de la misma manera. Sentir a Rosalie llorar me recordaba a la pequeña de cinco años a la que yo escondía para que madre no la golpeara por querer jugar con su maquillaje. Cada vez que estaba borracha era un peligro.
—No quería molestarte —musitó mientras jadeaba por las lágrimas—, lo siento, yo…
—No me molestas, nunca lo has hecho —respondí.
Qué hijo de puta había sido para que mi hermana dijera algo así, pero ¿cómo culparla?, actué de forma egoísta, no me importaba que todos a su alrededor vivieran sus vidas, por más tortuosas que fueran, mientras yo estuviera bien ¿qué diablos me importaban los demás?
—Lamento haberte hecho sentir así, he sido un pésimo hermano.
—No, ¡claro que no!
Suspiré.
—¿Qué te ha hecho? ¡Carajo! —gruñí, mirando sus heridas—. Fue ella, nuestra madre, ¿no?
—No le digas algo al respecto, por favor —suplicó de forma desesperada—, ¡va a matarme!
Negué.
—No lo hará…
—Sabes de lo que es capaz, ¡tú lo sabes! —insistió, tomándome del cuello.
Siempre era esa misma niña.
—Permíteme cuidar de ti.
Se separó para observarme.
—Siento no haberlo hecho antes, no te merecías algo así. Diablos. —Le corrí algunos cabellos del rostro y la sensación de asco hacia mí mismo se incrementó—. No quisiste recurrir a mí y lo entiendo, me he comportado como un idiota, un… asqueroso.
—Claro que no, ¡tú estás siempre ocupado!, eres un senador, el más importante ahora de esta familia, no tienes tiempo para mí, debes hacer cosas más importantes por nosotros…
—¡Basta! —grité—. Basta —bajé la voz y luego respiré hondo—. Cada vez que te escucho siento que realmente estoy escuchando a madre.
Tragó.
—Mira lo que nos ha hecho, Rose, somos miserables.
Asintió, volviendo a llorar.
—¿Por qué lo permití?, siempre fuiste tan vulnerable y solo me preocupé de seguir mis ambiciones a costa de lo que fuera. Me tienes miedo, Rose, crees que todo lo que está en mi vida vale más que tú, pero eso nunca ha sido así.
—Solo temo hacerte enojar por lo que vivo.
Apreté los labios, furioso conmigo mismo.
—No tienes la culpa de pensar así, hice mucho para convertirme en un maldito. No quiero volver a cometer el mismo error, eres mi hermana, ¡eres muy importante para mí!
—Nunca me habías dicho algo así —susurró.
Sentí un nudo en mi garganta.
—Lo decía constantemente cuando eras una niña y yo un adolescente, pero no lo recuerdas.
Le limpié las lágrimas y le besé la coronilla.
Recordé vagamente cómo la tenía en mis brazos cuando era un bebé. Cada recuerdo de aquellos momentos parecían tener un velo sobre sí mismos, a ratos se veían tan lejanos y borrosos, con muy poco detalle y contexto.
—No quiero que vuelva a hacerte daño, no lo permitiré. Madre no volverá a tocarte.
Sonrió con suavidad.
—Te pondrá en aprietos, ella… Le temo mucho.
—Lo sé. Y no te preocupes, yo estaré bien, te lo juro.
Volvió a abrazarme y yo respiré con más tranquilidad, sintiendo cómo su calma volvía a ella.
—¿Por qué no me quiere?
Cerré los ojos con fuerza.
—No pienses en nuestra madre, ahora estás bien, y no estás sola, nos tienes a mí y a Alice.
Quería eludir esa pregunta, porque nunca sabía qué responder al respecto. Si ella era capaz de quererme, ¿por qué mis hermanas se convertían en su asunto de desahogo, uno violento y errático? ¿Por qué era así conmigo? Tan…
Sentí una desesperación enervante corriéndome por la piel, como si un recuerdo quisiera salir, pero no lo lograba. Me recorrían los escalofríos, porque sabía que algo malo había ocurrido gracias a ella, a madre…
Todo se había revelado ante mí. ¿Por qué me mantuve callado?, ¿por qué no fui capaz de actuar? Era un idiota cobarde.
—Necesitas descansar —añadí.
—No quiero volver con ella —susurró.
Besé su frente.
—No lo harás. Buscaré algo para ti, ¿de acuerdo?
Asintió.
—Edward.
—¿Sí?
—Lo dejé, por eso me ha golpeado.
Fruncí el ceño.
—No quería seguir con Royce, la idea me repugnaba, no es lo que quería para mi vida. Estoy cansada de hacer lo que ella desea, es mi vida, no la suya.
Suspiré.
Cada una de sus palabras tenía sentido para mí.
—Estoy orgulloso de ti —dije.
Sonrió.
—¿De verdad?
—No he venido aquí a mentirte.
Su llanto volvió. Lo sentí muy vivo, cercano a mi oído, tan palpable como doloroso.
—No dejes que le haga daño —exclamó.
—¿A quién?
—A Isabella.
Dejé ir el aire.
—No lo merece. Por favor, no sigas con esto, tú no eres como madre, estoy segura.
No le respondí, solo la abracé con fuerza, angustiado de tener las garras de ella sosteniéndome. Lo único que me quedaba era continuar actuando como un hijo de puta delante de los ojos de nuestra madre o de lo contrario ella iba a actuar contra todo pronóstico en desmedro de Isabella, lo que no podía tolerar, la sola idea me enloquecía.
—Duerme, por favor.
—¿Me dejarás a solas?
—Nunca.
Suspiró y se acomodó en la cama, cerrando los ojos mientras la tapaba.
Sí, claro que seguía siendo esa niña.
Me levanté de la cama y caminé a paso lento hasta la puerta. Me giré a mirarla y recordé esas palabras, esa súplica para que no le hiciera daño a Isabella.
Salí de la habitación y me quedé parado, analizando la conversación con mi hermana. El coraje en mi garganta no era buena combinación con todo lo que había pasado el día de hoy; era una mezcla explosiva.
"—Gracias por su compromiso, señor Cullen —dijo Mark Henderson, diputado del distrito.
—¿Con eso conseguirás la unanimidad del partido? —inquirí, levantándome de la silla.
—Por supuesto. Está a mi merced.
Sonreí.
—Entonces es un trato.
Deshice mi sonrisa una vez que se fue y me sostuve el puente de la nariz. Me dolía la cabeza.
—Señor Cullen —dijo mi asistente, abriendo una rendija de mi puerta—. Ha venido…
—Déjame pasar —exclamó madre, entrando a la oficina.
—Está bien, Anderson.
Él asintió y cerró la puerta.
El rostro de mi madre se robó toda mi atención. Sus ojos flameaban de odio, uno tan denso como explosivo.
—¿Qué ocurre…?
—Espero que todo sea una broma.
—¿Qué?
Se apoyó en mi escritorio.
—Hablé con Tanya Denali —murmuró.
Bufé.
—¡Por favor! ¿Qué caso tiene lo que esa mujer diga?
—¡Bastante! —gruñó—. ¿Qué vas a decirme de lo que acaba de contarme?
—No sé de qué hablas…
—¡Isabella!
Me quedé perplejo y a la vez entumecido.
—Quiero no creer en sus palabras, pero ¿estoy haciendo bien en confiar en ti?
Tragué.
—Basta de misterios, dime qué ha dicho.
Respiró hondo.
—Isabella.
Me mantuve sereno.
—¿Esto es una broma?
—¡¿Es cierto que ustedes…?!
—¡Por Dios, madre! —gruñí, dándome una vuelta para calmar mi carácter.
Tanya…
Tensé la mandíbula.
—Ha sido clara en decirme que ustedes mantienen una relación muy estrecha —susurró.
La sentí acercarse, por lo que tuve que controlar mi respiración.
—Ella sabe las consecuencias que hay al mentirme —añadió.
—Al parecer eso no es así.
—¿Serías capaz de traicionarme de esa manera? ¿Serías capaz de enredarte con esa mujer?
—¡Por favor! —espeté—. ¿Crees que sería capaz de esa bajeza?
Me giré a mirarla, combatiendo los ojos inquisidores de mi madre. Sí, estaba leyéndome, como siempre.
—Ha sido clara en mencionarlo, parecía tan segura que todo se enredó en mi cabeza.
—Sería lo último que haría en mi vida, madre —respondí, mintiéndole de forma descarada.
Se quedó en silencio mientras elevaba la mandíbula.
—Tengo ciertos principios al enredarme con una mujer y ella no está en mis planes. ¡Es la viuda de mi padre, joder!
Entrecerró sus ojos y suspiró.
—No quiero creer que serías capaz de eso, que pudieras poner tus ojos en la puta que se enredó con el hombre que se suponía que me debía fidelidad.
—Y yo no quiero creer que eres capaz de dudar de mí.
Miró hacia otro lado, calmándose con lentitud.
—Te mencioné que iba a encargarme de vigilar a Isabella día y noche, mantenerme al acecho, esperando a que tenga alguna debilidad que nos permita sacarla de nuestro mundo, pero has preferido sembrar la duda que ha implantado esa mujer. No creí que fuera tan fácil, madre.
Sus ojos se tornaron brillantes y dubitativos.
—No me entrometo con esa calaña de mujer, lo sabes perfectamente. La odio desde que sé de su existencia y todo lo que nos ha quitado. ¿Crees que no sé de lo que es capaz? Pudo destruir nuestra familia y fácilmente lo hará con la compañía que nos pertenece.
—¿Por qué lo ha hecho? —chilló.
Apreté los labios por unos segundos.
—Porque no correspondo a sus sentimientos y ve en Isabella una rival, claro está. Esa mujer está enferma y es capaz de todo con tal de que dudes de mí, y he comprobado que así es.
Negó.
—No, claro que no.
—Así es, madre.
—Cariño —susurró, tomando mi rostro entre sus manos—, estoy desesperada, lo único que hacen es vanagloriar a esa mujer, ¿y yo?, ¿qué queda para mí? He quedado como una estúpida, como la tonta mujer que en su momento fue digna del cariño y admiración de los demás, pero hoy soy el hazmerreír, una vieja ante los ojos del resto, porque tu madre eligió a una mujer que podría ser su nieta, lo que es asqueroso. Soy un chiste para la prensa y sé que la sociedad en la que nos envolvemos hablan de mí a pesar de ofrecerme su apoyo ante la desvergüenza de esa mujer. ¿Puedes creerlo? ¿Una puta es mejor que yo? Es solo una empleada doméstica, su clase es… —Realizó una mueca de asco—. No puedo permitir que me pongan a su mismo nivel, su sola existencia significa mi peor pesadilla.
Me mantuve en silencio a pesar del asco que sentía ante sus palabras. La manera en que seguía hablando de ella me carcomía por dentro.
—Has estado extraño —susurró, contemplándome, otra vez, de manera inquisidora—, ¿a qué mujer has conocido?
—Madre —gruñí.
—Lo veo en tus ojos. ¿Es por eso que Tanya ha dicho eso de Isabella? No quiero creer que sea ella, no podría soportar que tú fueras capaz de poner tus ojos en esa puta. ¿O me estoy equivocando? Porque te conozco y sé que cuando sonríes así, en silencio, pensando que nadie te ve, es porque has puesto tus ojos en una mujer. Qué curioso, ¿no?, justo cuando ella me ha hablado de la maldita zorra que se acostó con tu padre.
Volví a tragar al escuchar esas asquerosas palabras.
Sonreí, pensando en mis planes malditos, que me mortificaban, sí, pero mantenían a Isabella lejos de esto.
—No se trata de ella, madre.
Frunció el ceño.
—Isabella no es más que un peón al que derrotar, no tengo tiempo para enredarme con ella, apenas y me atrae alguien de su calaña —mentí.
Sentí asco por mis palabras.
—Tanya se atrevió a mentirme —susurró—. ¿Tú sabes qué sucedería si lo que dice es verdad?
Respiró hondo mientras seguía acariciándome el rostro.
—Soy capaz de hacerle mucho daño, más del que quiero hacer ahora —musitó—. Eso me lo obligaría, aunque no quisiera. Pero sí, si eso fuera verdad, ella desearía haber muerto antes de haberlo siquiera pensado.
Sabía que Tanya Denali iba a hacerlo, era impulsiva, soberbia, incapaz de pensar que a veces las cosas no eran tan fáciles. ¿Perder la oportunidad de gritarle a mi madre que Isabella y yo habíamos estado juntos? Claro que no. Y aunque no iba a presentar ninguna prueba contundente, el mero hecho de hacer dudar a mi madre iba a lograr que ella moviera sus hilos para comprobarlo por sí misma. No iba a exponer a Isabella a esto, menos aun cuando le había hecho daño con mis dudas, desconfiando de ella. Era una jugada tan riesgosa, pero Charlotte quería ser parte de esto, lo había aceptado, a pesar de saber que conmigo no tenía ninguna posibilidad. Era mi única forma de proteger a Bella, a pesar de que iba a odiarme más. ¿Permitir que ese odio desdeñable me separara de ella?, ¿que quedara al margen y no saber qué estaba sucediendo? No podía dejar que madre tomara el rumbo de las cosas o le haría daño, lo haría sin temor, yo debía seguir teniendo el asunto entre mis manos, por ella, por Isabella.
—Pero estás tan extraño. Has conocido a una mujer, Edward, estás encaprichado. ¡Dime qué carajos sucede! ¡Estás mintiéndome! ¡Es ella! ¡Es ella! —espetó, dejando caer el bolso sobre el escritorio.
—¡Por Dios, madre! —bramé.
—¡Tanya tenía razón!
—¡Basta ya!
Tragué y dejé caer el periódico de hoy, un papelucho insignificante de un medio rosa para lectores acéfalos y expectantes de chismes ajenos.
—No creí que te debía explicaciones, madre.
Su barbilla tembló cuando vio la portada. Esos ojos desorbitados se parecían a aquellos del pasado.
—No puedo creer que me traicionaras así —afirmó.
Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas.
—He vuelto a reencontrarme con ella.
—Esa perra no es para ti.
—No digas esas palabras.
—¿Charlotte? ¿Acaso no recuerdas cómo te empujaba a beber…?
—Madre —gruñí.
—¿Acaso no recuerdas en quién te convertiste cuando estuviste con ella? ¡Soy tu madre!, yo sé quién es mejor para ti.
Me tomó las manos y yo luché por no quitarlas.
—Quiero retomar las cosas con Charlotte.
—Ella no te hará feliz.
—Eso nadie lo sabe.
—¡No te hará feliz! —insistió.
—¿Y quién lo hará, madre?
—Claro que yo, cariño.
Entrecerré mis ojos.
—Hasta el momento, ninguna mujer estará contigo como yo lo he hecho.
—Voy a continuar con Charlotte —afirmé.
—Espero te des cuenta de tu error y que esto no se trate de amor.
Sonreí.
—Creí que sabías lo que pienso de eso.
Sonrió en medio de su extraño terror impuesto en el rostro.
—Ella te quiere quitar de mi lado, siempre lo ha querido.
—Tiene el mando de la prensa, madre, y sí, la usaré, pero también quiero estar con ella, te guste o no.
Su barbilla tembló.
—Pronto te olvidarás de ella, lo sé —musitó con los ojos entrecerrados—. Porque yo seré la única mujer que te amará tal cual eres.
Me besó la frente y se separó.
—Odio a Charlotte. Estaré contando las horas para que te separes de ella, sabes de lo que soy capaz. Al menos… sé que nunca amarás a otra mujer que no sea yo, lo prometiste una vez.
Tomó su bolso y el periódico lo arrugó con rabia, para luego devolverlo al escritorio con furia.
—Y espero que esa maldita no quite tu verdadero foco en esto, que es mantener siempre la dignidad de nuestra familia.
Cerró con fuerza, dejándome en un profundo silencio.
"Sé que nunca amarás a otra mujer que no sea yo, lo prometiste una vez".
Me senté en la silla con los codos en la superficie, tomándome la frente mientras cerraba mis ojos.
«Estás a salvo, Bella, ella no te tocará», pensé, sintiendo un nudo en mi garganta."
Me acomodé el traje como una forma de relajarme y caminé hacia adelante, pensando en mucho, analizando muy poco. Me di cuenta de que caminaba de manera automática cuando vi la silueta de Isabella en el balcón, fumando de forma serena. Me fue inevitable acercarme, magnético a ella, idiota al mismo tiempo. Era un patán al que le costaba alejarse de su ser, a pesar de saber todo lo que había hecho para dañarla, inconscientemente quizá. Y sabía que necesitaba estar sola, sin sentirme cerca, pero mi lado egoísta hoy había ganado y dominaba mi sentir y actuar.
—Hola —dije, interrumpiéndola.
Hizo un respingo y se giró a contemplarme con el cigarrillo en los dedos.
—Hola —respondió, volviéndose al paisaje.
Sí, también me era inevitable mirar su perfil. Esos labios llenos, el puente elegante y pequeño de su nariz, sus pestañas largas, acompañadas de esa mirada pensativa que controlaba su semblante y esos hombros pequeños que se encorvaban cuando estaba meditando en un universo que solo ella conocía y que, por consiguiente, la hacía más atractiva, sí, todavía más.
—Espero no molestarte, pero quería fumar un cigarrillo, me he tentado al verte.
—Claro, el lugar es grande —musitó.
Me apoyé en las barras que protegían de la altura y encendí un cigarrillo mientras sentía su perfume dándole vueltas a mi cuerpo y cabeza. Era inevitable recordar tantas cosas con ese aroma. La mezcla con el humo del tabaco le añadía un extraño atractivo.
—Necesitaba que vinieras… por ella —dijo.
—Gracias por hacerlo, Rosalie no iba a llamarme.
—Lamento escuchar eso, tu hermana necesita contención y consuelo, está vulnerable y sé que debe sentirse muy sola. Dicen que una madre es nuestro refugio y que su ausencia siempre dolerá; la entiendo, sé lo que significa que ella exista, pero no actúe como una.
Bella miraba al vacío, sumida en sus pensamientos.
—No puedo dimensionar su dolor ante esos golpes. Debía cuidarla y le ha hecho tanto daño. —Me miró con los ojos brillantes y sentí una presión extraña en el pecho—. Espero que esta vez cuides de quienes realmente te necesitan, porque esa mujer acabará alejándote de todos aquellos que creyeron en ti.
Fruncí el ceño y miré hacia el suelo. Todavía me costaba lidiar con todo lo que había ocurrido entre nosotros y aquel golpe abrupto de lejanía que yo mismo había ocasionado.
Le di una calada a mi cigarrillo y suspiré.
—Aunque sea una excusa mediocre, creo que todo lo que he hecho ha sido para proteger a quienes más me importan, con acciones torpes, asquerosas y podridas, pero sé que desde pequeño he actuado para que mis hermanas no sufran aún más. Supongo que no ha sido una buena idea hacer todo para controlar y alejar a mi madre lo que más pudiera, recibir las balas para que ninguna llegara a ellas y que lo peor impactara en mí. Aproveché la cercanía de mi madre para manipularla, acatando, planeando sus malas decisiones, liderando lo que ella quería que hiciera… Si no lo hubiera hecho, Alice y Rose habrían vivido un infierno peor, porque sí, hay uno mucho peor. Me convertí en un maniquí al que muchos respetan y temen, fue por decisión propia, porque era la única manera de alejarme de mi madre, de eludir su inestabilidad, sus ansias de gloria y todo lo que ella significa, pero las consecuencias han salpicado a quienes he querido proteger.
Miré a Bella, quien continuaba mirándome. Sus ojos marrones brillaron con más intensidad, amenazando con el llanto, por lo que me evadió y continuó mirando a aquel punto vacío.
—Me adueñé de ese infierno, era eso o morir en el intento, aún soy parte de aquello y estoy dispuesto a dejar ir lo que más anhelo con tal de que ella no se acerque.
Di un par de pasos y me aferré a la valla, tan cerca y tan lejos a la vez de sentir esa piel que me gustó desde que la vi.
—Puedo lidiar con ello, aunque duela. —Volví a darle una calada al cigarrillo antes de continuar—. Lidero ese mundo odioso y nauseabundo para controlar a mi madre, y con ello, impedir que explote con las personas más importantes para mí.
Respiré hondo y apagué la colilla, sintiendo el desespero por decirle que ella era una de esas personas, y quizá, a quien más anhelaba en mi vida.
Tragué.
Hacía años que no liberaba emociones, que de alguna forma, acabarían sumiéndome en la vulnerabilidad.
«Solo quiero que estés a salvo, Bella. Mi madre necesita liberar su odio conmigo para mantenerte lejos, distraerla con esta banalidad junto a Charlotte la mantendrá desesperada porque vuelva a ser mi única prioridad, y eso será suficiente para que yo tome el asunto entre mis manos y se mantenga lejos de ti. Sé que no me odias, lo que aún más doloroso, porque no sientes nada y ese vacío no tiene vuelta atrás. Estoy dispuesto a aceptarlo, es el pago de mi desgraciado actuar. No será fácil vivir con ello, pero será suficiente al verte libre de mi madre.»
Dejó la colilla en el cenicero y se fue del balcón, dejándome a solas. No podía mentir, dolía, pero aunque fuera una emoción intensa y urente, me hacía sentir vivo.
—Necesito aprender a vivir con esto —murmuré.
Miré mis guantes y me las quité con rapidez. Ver las cicatrices en mi piel me devolvía a las raíces de las peores vivencias de mi adolescencia y el comienzo de una transformación que me llevó a ser quién era hoy.
—Ten —dijo ella, tomándome por sorpresa con una copa de vino delante de mí—. Te relajará después de esta situación.
—Gracias —musité, sosteniéndola del fuste.
Toqué sus dedos de manera accidental, esos delgados, pequeños y delicados dedos. No contuve el suspiro.
Ella se separó de manera lenta mientras suspiraba.
—Eso me ayuda algunas veces —susurró.
—Te entiendo.
Sentí mucha desesperación de tenerla cerca y no poder abrazarla.
—Contigo siento que puedo liberar todo lo que hay en mi interior, me haces sentir mejor…
—Puede ser —me interrumpió—, es bueno saberlo, pero no soy una psicóloga ni una madre para ti, menos aún una salvadora de hombres. Un terapeuta te ayudará a liberar todos los demonios que llevas dentro, así dejarás de hacerle daño a los demás.
Miró hacia adelante y se acercó a la entrada de su departamento.
—Ella estará bien conmigo. Puedes venir a por ella cuando Serafín esté aquí.
Cerró y me dejó a solas.
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. Ardían y dolían enormemente, pero tenía razón, ella no era mi salvadora ni merecía serlo.
.
Toqué la puerta de su departamento, a la espera de que abriera. Cuando me encontró frente a ella, frunció el ceño y se cerró la bata.
—Edward —dijo.
—No sabía si venir.
Suspiró y me dejó entrar.
Alice me siguió las pasos y me invitó a sentarme en el sofá.
—No pensé verte hoy.
—Ha ocurrido algo malo.
Su rostro se descompuso.
Al contarle lo de Rosalie, mi hermana menor dejó ir las lágrimas y se paseó como león enjaulado, manteniendo los brazos cruzados mientras miraba al suelo.
—¡Estoy cansada de esta mierda! —gritó enardecida—. Este daño, este mundo, ¡madre!
—Alice…
—¿Tú crees que es fácil para mí saber que mi hermana está pasando por esto?
—Claro que no lo es, ¿tú crees que lo es para mí?
—A veces creo que sí.
Fruncí el ceño.
—Quiero tener a mi hermano, no a una estatua temible y rígida, sin sentimientos.
Tragué y miré mis manos entrelazadas entre sí.
«Yo soy el culpable, yo soy el culpable», pensé.
—Todo este tiempo he pensado que lo haces por nuestra madre, pero ya no puedo seguir con eso, ha ocurrido tanto que, en este punto, comienzo a creer que realmente eres un ser sin sentimientos —gimió, comenzando a llorar.
La vi secarse los ojos rápidamente para entonces continuar con firmeza.
—No puedo permitir que siga destruyendo a mis hermanos —confesó.
—Alice, he hecho lo que he podido para que ella esté en paz.
—Ya no, Edward, por favor. ¿De qué ha servido?, porque no puedes decirme que ha tenido buenos resultados.
Se acercó y se sentó a mi lado.
—Te está destruyendo —susurró.
Me quedé en silencio, sin saber qué responder a sus palabras.
—¿Es que acaso eres igual a ella? —musitó—. Por favor, Edward, no sigas permitiéndole que te dañe, te lo suplico. ¿Es que acaso crees que soy tonta? —Se volvió a limpiar las mejillas con rapidez—. Pude soportar que callaras muchas cosas y que aceptaras las condiciones de mi madre, pero cuando vi cómo te alejabas abruptamente de Isabella…
—¿De qué hablas? —la interrumpí—, ella no tiene nada que ver en esto, fue una aventura que acabó de forma desastrosa, y debo ser sincero, la culpa fue mía, pero…
—¿Aventura? —Se rio mientras cruzaba sus brazos—. Basta.
Levanté la barbilla para mantenerme firme, pero no pude.
—Eres mi hermano y quiero seguir creyendo que te conozco, no al Edward que ha convertido mi madre, sino el verdadero; no puedes mentirme, sé cómo la miras, puedo imaginar lo que te ha provocado, ¡lo que ambos se han provocado! —Bufó—. Quiero insistir en que esos sentimientos están ahí, por más que busques cerrar ese lugar para que madre no siga dañándote. ¿Crees que me creo esa mierda tuya con Charlotte? Madre ha sospechado, ¿no?
Fruncí el ceño y me senté en el sofá otra vez, apoyando mis codos en mis muslos. Mirar al suelo se había convertido en la única posición que no me hacía sentir incómodo, y por sobre todo, avergonzado de ser un maldito cobarde ante la expectación de los demás.
—Alguien se lo dijo, ¿no?
La contemplé mientras contenía un duro y fuerte nudo en mi garganta.
—Fue Tanya —susurré.
No se sorprendió.
—¿Lo sabías?
Negó.
—Solo lo supuse.
—¿Cómo?
—Esa mujer es muy obvia, ¿sabías? La encontré en tu oficina, estaba buscando algo en tu laptop, pero claramente le fue imposible ir más allá. Había ocurrido unas horas antes de que viera la flamante noticia de un supuesto reencuentro con tu antigua novia, Charlotte. Me descompuso enseguida, no lo entendía, yo… Sabes perfectamente todo lo que ocurrió con ella en realidad, lo viví y lo vi cuando era una adolescente. No tenía sentido. Y entonces recordé lo que pasó con Isabella, ¿por qué todo encajaba tan bien? Tanya estaba enardecida; solo restaba adivinar por qué estaba ocurriendo, ¿era Charlotte o Bella? —Suspiró—. Decidí proteger a Bella de todo y me acerqué con una sonrisa, emboscándola. Esa mirada…
Se quedó un momento en silencio y luego prosiguió.
—Le pedí que se fuera y acabé enrostrándole la portada. Su mirada lo decía todo: Tanya nunca sospechó de Charlotte, solo quedaba Isabella. Conozco a esa mujer y sé perfectamente lo encaprichada que está contigo, y no puedo culparla, has sido una mierda cuando se trata de los sentimientos ajenos de las mujeres con las que te has acostado —afirmó.
No tuve el valor ni la cara para contradecirla. Decía la verdad.
—Pero también sé cómo es su familia y lo bien que los representa. Decirle a nuestra madre lo que está ocurriendo con la mujer que más odia en estos momentos era un gran punto a favor. Y entonces concluí que, otra vez, usaste tus perfectos cálculos para contradecir a madre, enrostrarle lo equivocada que está, algo que haces frecuentemente cuando quieres controlarla.
Sonreí con suavidad.
—Siempre has sido muy inteligente —le dije—. Sí, he acudido a Charlotte para cabrear a nuestra madre, quiero enloquecerla con ella para que aleje su atención de Isabella. —Cerré los ojos por varios segundos—. No quiero que la dañe, Alice, nunca imaginé que una idea así me volvería tan loco de desesperación.
Seguía cruzada de brazos, volviendo a caminar de lado a lado en la sala de su departamento.
—Me sorprende cómo osas a hacerle tanto daño a Isabella —susurró, arqueando las cejas mientras sus ojos brillaban de angustia—. Mientras cuidas de ella, ignoras todo lo que puede sentir.
—No lo ignoro, yo solo…
—Y madre sigue privándote de lo que añoras. —Se rio de manera ácida—. Tú le has dado el poder, Edward, y acabarás perdiéndola, quizá ya es demasiado tarde, no lo sé.
—Estaba entre la espada y la pared, Alice.
—Puede ser, pero alejarla no te hará bien, porque tal como has hecho en varias oportunidades, desecharás lo que te hace feliz por la manipulación de nuestra madre —sentenció—. Ella nunca estará satisfecha hasta que te tenga entre tus manos, porque tu obsesión contigo no es normal, no es sana, es nauseabunda…
—¡Basta, Alice! —gruñí.
Sentí una puntada en mi cabeza.
—¡Haz las cosas que sientes, maldita sea! ¡La perderás, carajo! Nunca serás feliz y yo no estoy dispuesta a verlo. Deja de asumir lo que Isabella siente y comienza a ser libre. Pon ese maldito muro delante de nuestra madre, ¡no con ella ni las personas que te queremos! —chilló—. Esme Cullen, nuestra flamante madre, solo te quiere para ti y acabarás dándole ese eterno favor, mientras tus hermanas te vemos amargado, cruel y vil, incluido tu hijo. Y si decides seguir con esta mierda, espero que Isabella nunca te perdone y sea feliz muy lejos de ti. —Levantó la barbilla delante de mí, mirándome con furia y desazón—. Que Dios me perdone por lo que pienso, pero temo lo que madre quiere contigo y me da escalofríos.
Caminó hacia la puerta y la abrió.
—Vete. No quiero volver a verte.
Pestañeé, nublado por sus palabras y lo que acabó orillando en mí. Mis ojos ardían, amenazando con lo que hacía años no hacía: quería llorar.
Di un paso adelante, dispuesto a hacer lo que me pedía, pero me lo impidió al tomarme del brazo.
—Necesitas ayuda. Deshazte de nuestra madre, miéntele como corresponde y ve a terapia, lo necesitas, ella te ha hecho demasiado daño.
No le respondí y me marché, dando zancadas hasta el ascensor. Una vez que estuve en mi soledad, rompí en un fuerte llanto; volvía a sentirme un niño, el mismo que sintió las manos curiosas de su madre.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, debo decir, primero, que a veces al escribir se nos apaga el fuego por un periodo debido al cansancio, el estrés, la rutina, etc., lo que no quiere decir que no queramos seguir, como ven, ahora siento una gran liberación para poder continuar, siento una explosión de ideas e inspiración que quiero seguir aprovechando a como dé lugar. También desearle a todas las lectoras chilenas que están pasando por un terrible momento en la región de Ñuble en este horrible incendio forestal, espero que todo mejore pronto. Ahora, ¿qué piensan de todo lo que está sucediendo? Es necesario que Edward se abra y libere lo que ha ocultado por años y aún le es difícil de entender, ¿creen que esta vez entienda lo que está haciendo?, ¿creen que hay una forma de poder volar de las fauces de su madre junto a Bella? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de ElizabhelSwan23, Naara Selene, AnabellaCS, cavendano13, Elizabethpm, almacullenmasen, jupy, Brenda Naser, NarMaVeg, Santa, nikyta, saraipineda44, angelaldel, Liliana Macias, Valevalverde57, ingrid johana, Angelus285, Ady denice, quequeta2007, Jen1072, patymdn, SolitariaCullen, Poppy, Belli swan dwyer, assimpleasthat, Pam Malfoy Black, SeguidoradeChile, Ana Karina, Pancardo, Jimena, Jocelyn, ELLIana 11 , Mar91, Noriitha, Tereyasha Mooz, DobleRose, Valentina paez, seiriscarvajal, nydiac10, JMMA, calia19, SanBurz, Celina fic, piligm, valerie, beakis, Ivii roo, Makarena L , Quiero saber más, Paperetta, morenita88, Tata XOXO, Jade HSos, CelyJoe, valem0089, merodeadores 1996 , Iva Angulo, Gan, PRISGPE, Ceci Machin, ALIXA DE IDROGO, KRISS95, miop, Ester, Claryflynn98, Anita4261, liduvina, MarielCullen, Cruz, Angel twilighter, Veronica, A, Marken01, Karensiux, AndreaSL, arikimi, Fallen Dark Angel 07, Bcullen, Lizy, SaraGVergara, barbya95, somas, luisita, angelaldel, lmb24, Arii Douglas, JELI, Florencia, Fleur50, Elizabeth Marie Cullen, Cony y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, sus comentarios, su entusiasmo y su cariño me instan a seguir, de verdad gracias
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Cariños para todas
Baisers!
