Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Recomiendo: Higher Love - Depeche Mode

.

Capítulo 10:

Tu cobijo

"Puedo saborear más de lo que siento

Este incendio que tengo dentro es tan real

Me he rendido al control

Ante el deseo que me consume por completo..."

Sólo se escuchaba nuestra respiración, lo demás era silencio.

Mi vientre se estremeció, catapultando el resto de sensaciones por toda mi espalda.

El calor de sus besos y sus brazos a mi alrededor eran suficientes para dejarme en estupor, envuelta en dicha y desesperación.

Sí, me había dicho "cariño".

—Siempre me ha costado lo que estoy haciendo contigo, pero ahora sólo nace, sale de mí sin miramientos.

Apoyé mi nuca en su pecho y él me abrazó con más fuerza, envolviéndome hasta el punto de hacerme sentir muy pequeña.

—Me gusta —musité.

La ropa cayó al suelo y yo acabé desnuda delante de él. Sólo mi cabello tapaba parte de mi piel, cubriendo mi espalda hasta la mitad de ésta.

Edward ayudó a vestirme, sobre todo por mi tobillo, que continuaba con un gran hematoma; mañana iba a estar mucho más hinchado, pero esperaba que no doliera tanto.

—Creo que este es uno de los mejores pijamas que he visto en ti —jugueteó él.

Me acomodé sobre la cama, ya muy cansada con todo lo que había sucedido, pero mi vientre comenzó a sonar de manera imprudente. Me acabé ruborizando mientras Edward reía a carcajadas, incontenido.

—Creo que necesitas comer algo. Dime ¿qué quieres? —preguntó.

Suspiré.

—Quiero una hamburguesa —respondí de inmediato.

Sonrió.

—Con Nuggets de pollo. Ah, y Coca-Cola —añadí.

—No imaginaba algo diferente, la verdad.

—El cóctel apenas cubrió la cuarta parte de mi estómago, ¿cómo es posible que esa gente coma tan poco? Es un delito, ¡un delito! Jamás podré acostumbrarme a algo así —chillé, desahogándome con él.

—Es un delito —afirmó—. Conmigo no necesitas acostumbrarte. Pediré que traigan eso, mientras, tómate este medicamento.

Me entregó una píldora de acetaminofeno y otra de ibuprofeno junto a un vaso de agua.

—¿Estás decidido a cumplir todos mis gustos? —inquirí, tratando de ocultar mi risa.

—Quiero hacerlo, pero también quiero cumplir los míos.

—¿Cuáles son?

Suspiró.

—Conquistarte como lo haría un chico normal, aunque sientas que no lo soy.

Era increíble la facilidad con la que podía sacarme una sonrisa. Ahora era mucho más significativa, más viva, más ilusionada, más… enamorada.

Si bien, estaba aterrada, porque amar era vulnerar mi alma y mente, la idea de volver al dolor y obligarme a no doblegar ante ello, parecía un infierno que no quería repetir.

Realmente quería confiar en él e ir abriendo mi corazón al hombre que estaba mostrándome.

—No, no eres un hombre normal —le dije—, si lo fueras, no me habrías…

Eché el aire y me levanté con cuidado, poniéndome frente a él.

—No te habría ¿qué? —insistió ante mi silencio.

Toqué su pecho con cuidado y acomodé mi rostro en este, cerrando mis ojos, acurrucada a su abrigo.

—Simplemente no me habrías conquistado como lo has hecho hasta ahora, aun cuando actuabas como un real bastardo.

Edward rio y me sujetó desde la cintura.

Este cobijo era… Ah, no tenía palabras para expresar la sensación de seguridad, contención y calidez que significaban refugiarme en sus brazos y su pecho.

—Sigo siendo un bastardo, Bella, pero este maldito sólo quiere verte feliz —musitó.

Respiré de forma tan profunda que el aire nuevo me liberó del nerviosismo que me provocaba su cercanía y su cariño; era un nerviosismo de principiante, de no saber cómo lidiar con el sueño que tenía ante mis ojos, Edward y su necesidad de mostrarme su corazón, el que guardaba con tanto recelo, de ese amor recalcitrante, intenso y rebosante de locura. Claro, esto era amar y me aterraba, pero quería continuar, y sólo él podía alejarme para siempre.

—Eso también me hace feliz —agregó—. Y recordarte que puedo y quiero vivir algo sano, al fin, algo ajeno a ser el senador inquebrantable, lejano y frío.

Lo miré y me di cuenta de que estaba con los ojos cerrados.

—Me haces sentir un mundano y eso es tan maravilloso; un mundano que no imaginaba el dolor que significaba saber que no podía sentirte, que me odiabas y que te había dañado.

Le toqué el rostro y él acomodó aún más su mejilla en la palma de mi mano, como si añorara cada sensación que le provocaba.

—Entonces, ¿vas a cortejarme y conquistarme? —le pregunté.

—Siempre quise hacerlo, pero estoy acostumbrado a anular todo lo que nace de mí, sobre todo lo que significaba hacerme vulnerable. Nunca imaginé lo mucho que me odiaba y también detestaba en lo que me había convertido, lo que significaba mi vida, que era siempre radicalmente diferente desde que te vi. Es fácil cegarme porque me aterra sentir esto, pero también lo disfruto.

"—Y sí, voy a cortejarte como los viejos tiempos, porque aunque no lo creas, me fascina la idea de mostrarte lo que soy capaz de hacer por ti, como antaño.

Me estremecí tanto que me temblaron las rodillas.

—¿Citas? —inquirí con un hilo de voz.

—Todo, Isabella, absolutamente todo.

Me colgué de su cuello y lo besé de manera intensa, desatando todo mi desesperado entusiasmo.

—Sólo dime si algo de mí acaba alejándote, es probable que acabe aburriéndote o…

—Si eres ese hombre que dejabas escapar cada vez que estabas conmigo, es imposible que me aleje de ti.

Sus ojos estaban entristecidos y desvaídos.

—¿Qué ocurre? —le pregunté.

—Es primera vez que tengo tanto terror de no gustarle a alguien, se siente como si fuera un chico de veinte años.

—Supongo que eso es abrir el corazón. Yo también podría acabar…

—No, jamás ocurriría eso, todo de ti me gusta, nunca me aburriría de ti.

Me ruboricé como una adolescente y sus ojos brillaron de nuevo, como si la vida y el entusiasmo volvieran a él.

—Prométeme que, si algo de mí te aterra o te resulta insoportable, me lo dirás con total franqueza.

—¿Has mentido cuando me has acariciado o al relacionarte conmigo?

Negó de forma tajante.

—No, nunca.

Arqueé las cejas y seguí tocando su rostro con suavidad.

—Entonces eso no ocurrirá, es imposible.

Me besó los dedos y luego la frente, quedándose un momento ahí, con sus labios apegados a mi piel.

—Entonces, ¿una hamburguesa?

Asentí y él me dio un último beso antes de alejarse para tomar el teléfono y ordenar mi loca necesidad.

Me sentía en la gloria.

.

Se había servido whisky con hielo en un vaso, mientras yo bebía del popote de mi bebida con entusiasmo.

Estaba moviendo el vaso en círculos para bañar el alcohol con el hielo, sujetándose la cadera con una de sus manos. Contemplarlo ahí, de perfil, serio, imponente, varonil y jodidamente guapo y atractivo, me tenía hipnotizada. Cuando notó que estaba mirándolo embelesada, me sonrió y me guiñó un ojo, rompiendo con ese semblante tan impenetrable que nacía casi de forma espontánea.

Caminó hacia mí como una pantera acechándome y yo me quedé esperando a mi depredador, hipnotizada por sus ojos y sus movimientos elegantes y fuertes. Tomó mi barbilla y me besó de manera suave, acariciando mis labios con los suyos.

—Te ves cansada —musitó, depositando otro beso, pero en mi cuello.

—Mmm… Eso significa que debo verme muy acabada.

Se rio con suavidad.

—Para nada, eso nunca.

Me dejé llevar por sus caricias y lo mucho que extraña sentir su cuerpo junto al mío. Lo atraje hacia mí y él se sostuvo del respaldo del sofá para acercarse más.

—Quédate conmigo aquí —gemí, acariciando su pecho con suavidad.

—Ven aquí —dijo, tomándome con cuidado para acomodarse en el sofá y pedirme que me acostara sobre él.

Puse mi cabeza en su pecho y lo abracé, mientras sus brazos recorrían mi espalda y cintura. Me fue inevitable olerlo y disfrutar del aroma a su perfume, su gel de baño y sí, ese que sólo tenía Edward.

—Es increíble cuánto quiero tocarte, Bella, simplemente te extrañé tanto que no logro dimensionarlo, así como tampoco cuánto quiero demostrarte lo que significas para mí; si te soy sincero, nunca he podido hacerlo antes, no como quisiera, pero desde creí que te había perdido algo dentro de mi cuerpo me lo pidió a gritos, decírtelo y hacerlo todo. El miedo de no tenerte y que me odiaras sin saber el hombre que soy y los sentimientos que tengo por ti, fueron más que mi temor por abrirme y ser…

—Vulnerable —susurré, mirándolo a los ojos desde su pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras asentía.

De pronto, sentí que temblaba, como un niño demostrando sus sentimientos por primera vez.

—A mí también me cuesta, no estoy acostumbrada a estar con alguien…

—Es más que eso, Bella, muchísimo más.

Tragué.

—Pero no quiero que eso me separe de ti.

Arqueé mis cejas y acerqué mi mano hasta su rostro para acariciarlo.

—Es primera vez que tendré citas, que cortejaré y… —Se rio, como si esta vez fuera ese niño, pero entusiasta por comenzar un romance idílico—. Quiero estar contigo, no sabes cuánto.

Suspiré y sonreí, todavía mirando sus ojos verdes. Edward comenzó a dar caricias en mi espalda y cabello mientras besaba la mano que había acercado a él.

—Eres tan cariñoso —susurré.

—Sólo contigo y mi hijo.

Comenzó a sonreír, como si estuviera ilusionado.

—Soy afortunada.

Negó.

—Yo soy el afortunado de que hayas podido perdonarme y darme el beneficio de demostrarte cuánto me importas.

Y otra vez sentí el estremecimiento en mis entrañas.

Me acurruqué en su pecho nuevamente y él continuó regalándome caricias.

—Sé que todo será difícil debido a esta vida que tenemos, pero no quiero que eso nos distancie ni que pienses que eso es un impedimento —aclaré con temor—. No puedo estar separada de ti, no quiero, no importa lo que pase.

Tomó mi barbilla y tocó mis labios con su pulgar.

—Es lo que menos me importa, Bella, todo puede suceder a nuestro alrededor, pero no quiero sea algo que me impida estar así contigo.

—¿Algún día podremos acabar con eso? —inquirí.

Me acercó a sus labios y me besó de manera apasionada.

—Sí, te prometo que acabará, lo juro con mi vida —dijo al separarnos.

Mi barbilla tembló y volví a refugiarme en sus brazos, cerrando mis ojos hasta que la sensación de amor, protección e ilusión llenaron mi corazón. Me sentía tan segura y llena que podía saltar en un pie. Estaba feliz, sí, simplemente… feliz.

.

Sentí que me llevaban a una cama y se acomodaban a mi lado, rodeando mi cintura con unos fuertes brazos desnudos. Sonreí entre mis sueños cuando besaron mis cabellos y mi nuca y finalmente acabé cediendo a la profundidad de mi dormir.

Soñaba con caricias, palabras que no lograba oír, pero que estaban repletas de suavidad, cariño y ternura. Sentía que reía y que mi corazón iba a explotar, pero sabía que esa risa no sonaba, que estaba sólo en mi cabeza, al igual que los "te amo" que salían de mi boca y me costaba tanto decir. Me di la vuelta para seguir al hombre que me tenía tan feliz, pero sentí un gran vacío.

Abrí mis ojos de golpe y busqué a Edward, añorándolo con desesperación, pero no estaba.

—¿Edward? —llamé.

¿Había soñado? ¿Todo había sido parte de un mundo onírico?

Miré a mi alrededor ante la desorientación y noté que estaba en la habitación del hotel, tal como recordaba.

Respiré de alivio.

Me levanté, aún confusa, tanteando las paredes hasta que pude enfocar bien la mirada y darme cuenta de que el cielo comenzaba a tornarse azul y rojo. Miré el reloj de la pared, el cual tenía un estilo gótico muy llamativo, y me sorprendí ante la hora: pasaba de las cinco de la madrugada.

—Edward —susurré, encontrándolo en el balcón.

Nos separaba una ventana y una puerta de cristal.

Estaba aferrado a la valla de seguridad, mirando al horizonte, o eso supuse.

Por un momento temí interrumpirlo, pero el impulso de deseo fue más fuerte, por lo que toqué con cuidado. Giró la cabeza en cuanto me escuchó y sonrió al verme.

—Hola, Bella —respondió.

Caminé hacia él y le toqué el pecho, el cual estaba desnudo.

—¿Debo preocuparme porque te escaparas de la cama? —pregunté.

Negó, manteniendo la sonrisa.

—No podía dormir y tenía algunas cosas en mente, no es nada malo, para nada.

—¿Estás seguro?

Suspiró y me tomó desde la cintura.

—Prometí jamás volver a mentirte, ni siquiera por algo insignificante —aseguró—. Tan solo pienso en lo que significa todo esto que estamos viviendo, mi deseo irresoluto por acompañarte en lo que me pidas y lo mucho que quiero que tú lo hagas. He dejado atrás la culpa, Isabella.

Me abrazó de forma seductora mientras juntaba su frente con la mía.

—¿Culpa?

—Te necesito y no me importa lo que puede significar respecto a mi padre.

Sentí un pequeño dolor en mi corazón.

Había algo pendiente en nosotros, pues todavía se mantenía el secreto del origen de mi contrato con Carlisle. Necesitaba contarle todo, pero debía ordenar mis ideas y calmar la ensoñación en la que me mantenía inmersa, como también disfrutar de lo que significaba volver a tocarlo, besarlo y amarlo.

—Olvida todo eso —supliqué.

—Por supuesto que sí —aseguró.

Acarició mi labio inferior con sus dos pulgares y me besó de manera apasionada, provocándome el olvido de todo lo demás.

—Quiero que sigas tocándome —musité, apegándome a su cuerpo.

Me miraba.

Estaba jadeando junto a él.

El color de sus ojos se oscureció y sus pupilas se dilataron, a la vez que repasaba mi rostro y mis labios.

Volvió a besarme de manera intensa mientras rodeaba mi cintura con sus brazos fuertes y grandes. Me reí mientras lo abrazaba desde el cuello, pero mi mente rápidamente dejó atrás toda emoción diferente a la pasión, pues ésta nubló todo de mí, acaparando mi atención sólo en Edward.

—Extrañaba tu piel —me dijo al oído, mientras levantaba la parte superior de mi pijama y rozaba sus dedos con en ella.

De mi boca no salían palabras; la mudez ante sus toques siempre reinaba en mí.

—Yo extraño todo de ti —musité, ruborizándome ante las caricias y mi sinceridad.

—Ya no debes hacerlo, tampoco quiero extrañarte nuevamente.

Volví a jadear y me permití dejarme llevar junto a él, recordar nuestros oscuros deseos, la locura misma de sentirnos y gritar su nombre hasta que no quedasen restos de aliento en mi interior.

Me tomó en sus brazos, acunando mi cuerpo, que siempre se volvía aún más pequeño en ellos. Acaricié sus mejillas y quijada mientras nos besábamos, sintiendo nuestras lenguas juguetonas y sedientas de la otra.

—Te trataré con cuidado, no quiero que te duela la pierna —susurró.

No le respondí y volví a atraer su rostro para besarlo.

Nunca era suficiente de su sabor.

Me depositó en la cama y me respiró en el rostro. Él estaba sobre mí con sus manos en los edredones, una a cada lado, encarcelándome. En esa ínfima distancia que nos separaba, contemplarnos era una necesidad. El color de sus ojos seguía oscureciéndose hasta que no pude ver su iris verde; en ellos brillaba el negro más oscuro y poderoso que había visto en mi vida. Ante esa conexión perdí el control de mí misma.

—Soy todo tuyo, Isabella, todo de mí te pertenece —me dijo al oído.

Me arqueé al sentir su aliento en mi cuello.

—¿Todo?

Sonreí.

Pasé mis manos por su pecho, alucinada ante la textura de su piel, la dureza de sus músculos y la fuerza que demostraba con su virilidad. Luego bajé hasta el abdomen, donde me detuve para jugar con su ombligo y las caderas. Busqué sus nalgas y lo empujé hacia mí, desesperada por más. Mi necesidad fue más fuerte y acabé mirando su entrepierna, la que toqué con cuidado.

—Bella —musitó.

Metí mi mano dentro de su pantalón y toqué su miembro con lentitud. Edward me gimió al oído, procurando que pudiera oír las bondades de mis caricias. Mis dedos rodeaban su piel y el movimiento era minucioso, desde la base a la punta, una y otra vez.

—Basta ya, ¿quieres volverme loco?

—Podrías obligarme a alejarme, ¿no crees? Eres mi maldito bastardo y sé que mueres por devorarme como siempre nos ha gustado.

Sus fosas nasales se dilataron y las venas de su cuello aparecieron con fuerza. Parecía querer contener la esencia de Hades que conservaba en su interior. Pero tan pronto como había aparecido, acabé con sus manos en mis muñecas, impidiéndome que siguiera. Me acorraló como antes, pero esta vez era él quien me obligaba a mantener los brazos arriba, pegada a los edredones e imposibilitada de moverme.

Había sacado a su bestia.

—Dios, cuánto te extrañaba, Isabella… Carajo —gruñó.

Me soltó para desabotonarme el pijama y desnudarme ante sus ojos. Cuando descubrió mis senos los miró y tocó, rozando la yema de sus dedos en mis pezones. Besó mi cuello hasta llegar a mis pechos, llevándose uno a la boca. Su succión era fuerte, pero sabía la presión perfecta y el movimiento adecuado de su lengua. Y mientras lo hacía, me sujetó desde la cintura, pasando por mi espalda, abrazándome a él. Sus dientes apretaron mis pezones y las sensaciones eléctricas se apoderaron de mi cuerpo. Edward tenía la forma perfecta para provocarme las mejores e intensas sensaciones, sin importar el lugar.

—Y no sólo esto —aseguró—, sino todo, realmente todo.

Lo abracé.

Edward bajó mi pantalón, y cuando también se deshizo del suyo, nos quedamos mirando fijamente. Entonces se hundió en mi interior.

Gemí.

La prisión de mis paredes succionaba su miembro y su pelvis chocaba con la mía, una y otra vez, llenando la habitación de la piel con la piel y los gemidos mutuos. Nuestros cuerpos estaban entrelazados y su respiración se encontraba entrecortada.

—¿Me deseas? —pregunté, llevada por el placer.

—Más que a nada en este mundo —respondió.

Sus ojos brillaban de hambre y placer.

Me incliné para estar más cerca y acerqué mis labios a su oído, rozándolo.

—Entonces llévame a ese lugar espectacular, nuestro placer. Llévame, llévame ahora.

Edward no necesitó más estímulo que aquel, y con feroz determinación, aumentó la frecuencia de sus embestidas, ocasionándole un incontrolable placer a ella, a su Perséfone, la mujer de sus fantasías y el deleite que le ocasionaba la artística y brutal historia mitológica, aquella que lo había obsesionado desde que la leyó por primera vez.

Se apartó de mí por unos segundos para mirarme con más atención.

—Di que hoy me perteneces —ordenó, acercándose a mis labios para rozarlos con suavidad.

El sudor nos cubría, mezclándose en medio del abrazo que le di, juntando mis senos con su pecho.

—Dilo —insistió.

Sonreí y lamí sus labios.

—Te pertenezco —susurré.

—Bien —musitó—, porque desde hoy voy a hacerte mía de todas las maneras posibles, al igual que tú, cariño… Te pertenezco.

Nuestros cuerpos comenzaron a moverse nuevamente, pero me dio la vuelta con cuidado, acostándose detrás de mí, ambos de lado. Sentía su respiración en mi cuello y nuca, y su pecho unido a mi espalda. Me abrazó con fuerza, acariciando mi vientre y luego mis senos. Entonces tomé su miembro y lo introduje en mí, soltando un suspiro de placer, mientras Edward jadeaba en mi oído. Tomó una de mis piernas desde el muslo y comenzó a embestirme, uniéndose a mí con fuerza. Era una danza apasionada y de éxtasis, cada uno sabía cómo encontrarnos, movernos y besarnos, envueltos en una sinfonía erótica interpretada por gemidos, sudor y susurros íntimos.

—Voy a acabar —chillé, cerrando los ojos con fuerza.

—Hazlo, quiero escucharte y sentir tu humedad. Córrete para mí.

Tocó mi clítoris con las yemas de sus dedos, aumentando el placer que me generaba. Cuando finalmente llegué al éxtasis, gemí con todas mis fuerzas mientras mis fluidos corrían por mis piernas, estallando en una fuerte corriente a medida que mis paredes se apretaban y el calor me recorría por completo. Edward se unió a mi placer, corriéndose dentro de mí, dando sus últimas estocadas mientras gruñía en mi oído.

Caí rendida junto a él, completamente sudada y rendida de cansancio, mis músculos dolían y mi respiración estaba entrecortada.

—Eres tan hermosa —susurró, también respirando con complejidad.

Me di la vuelta para mirarlo, lo que me hizo recordar que mi tobillo estaba herido.

—Lo siento —dijo, levantando el tronco para mirar mi pierna.

—Descuida. —Tiré de su brazo para que volviera a acostarse—. Estoy bien, demasiado bien, porque es contigo.

Sonrió y se volvió a acomodar a la antigua posición.

—Extrañaba tocarte, sentirte y verte. Eres todo lo que deseo, lo sé desde que te vi por primera, aunque haya sido…

—Un bastardo —interrumpí.

Elevó una de las comisuras de su boca, lo que aceleró aún más mi corazón.

—Eres mi principal vulnerabilidad, como también Demian —agregó—. Simplemente soy vulnerable si algo les sucede, si me los quitan de mi lado, si no puedo verlos.

Me corrió el cabello del rostro mientras me miraba de manera profunda.

—Me llevas a recordar quién era yo hace muchos años. Puedo tocar sin culpa, sin desdén ni deseos de poder. Siento que lato de ilusión, de sentimientos…

Frunció el ceño y tragó.

—Eres lo que más quiero en este mundo, Isabella, lo comprobé cuando actué como un estúpido y te dejé ir. No le deseo aquellas emociones a nadie, porque estaba desesperado odiándome por no poder quitarme la amargura ni la coraza, la mierda que me consume y por la que me acostumbré. Supe que si seguía siendo un cobarde por las llagas, acabaría perdiéndote para siempre, y la sola idea me volvió loco, y entonces pedí ayuda.

Arqueé las cejas y le acaricié las mejillas.

—¿A quién?

Me besó los dedos.

—A una psiquiatra.

Me quedé en silencio por unos minutos.

No sabía qué decirle.

—Lo necesitaba, no podía seguir viviendo gracias a los errores y lo que he vivido. Era una costumbre querer deshacerme de lo que me hace feliz y no podía sostenerlo más. Temí que no creyeras en mí, en que todo lo que te quería decir era real, pero no dejé que eso me detuviera.

"—No quiero perderte de nuevo, aun cuando estoy aterrado de sentir aún más de lo que ya siento por ti, y de lo mucho que me cuesta pensar en que no seré suficiente ante todo lo que quiero y soy capaz de demostrarte que eres lo más importante para mí.

Me mordí los labios ante sus palabras.

—Eres mucho más que suficiente, Edward, muchísimo más. También me aterra, pero si sigues mostrándote como realmente eres, sé que será inevitable y estaré feliz de eso.

Sonrió y me besó los labios, abrazándome en el momento. Cuando nos separamos para respirar, me cobijé en sus brazos mientras él me besaba los cabellos.

—Quiero repetir estos momentos una y otra vez —dijo.

—Yo también.

Sentí que sonreía.

Suspiré cansada, pero satisfecha y feliz.

Claro que quería repetir esto, con él, y sí, toda mi vida.

—¿Me harás dormir? —inquirí al separarnos.

—Siempre.

Mis ojos estaban pesados y el cuerpo me dolía ante todo lo que había sucedido.

—Quiero que me abraces —confesé—, pasé demasiado tiempo sin ti, demasiado…

Mi garganta se apretó al recordarlo y él sonrió con tristeza.

—Estaría loco si no quisiera hacerlo.

Sonreí y me acurruqué más.

Sí, simplemente estaba feliz

.

El reloj del coche marcaba las diez de la mañana.

Me giré a mirar a Edward, que me había abierto la puerta de su coche.

Me sonreía.

—¿Lista?

Asentí y entré. Él dio la vuelta y se sentó a mi lado, para luego tomar mi mano.

—Antes de irnos, quería decirte algo.

Levanté las cejas.

Sentía el corazón en la mano.

—Esta semana debo irme al congreso, estaré fuera por quince días.

—Oh.

Me invadió la tristeza, porque ya comenzaba a extrañarlo.

—Quisiera que me acompañaras unos días.

Tragué.

—¿De verdad?

—Sé que es peligroso, pero quiero que lo intentemos, podemos ser discretos.

—Puedo ir unos días contigo, no quiero extrañarte.

Sonrió y me besó la frente.

—Por eso necesito que estés conmigo.

Esta vez nos besamos los labios hasta que fue momento de separarnos para marchar. Cuando llegamos a mi departamento nos volvimos a besar ante el agobio de separarnos. Emmett abrió mi puerta, esperando a que saliera, por lo que me bajé y vi cómo se regresaba para irse, alejándose de mí.

Subí a mi departamento con otro aire, ilusionada, maravillada y contenta. Cuando abrí la puerta, sentí el fuerte impulso de dar brincos hasta el sofá, lanzarme ahí y quedarme mirando al techo, preguntándome cómo es que esta emoción seguía aquí a pesar de todo lo que nos había sucedido para llegar hasta este momento.

Así que esto era enamorarse y pertenecer, sentirse correspondida, imaginar tanto que mi corazón se agitaba. Me sentía plena, viviendo algo tan normal como amar. A puertas cerradas éramos nosotros, Edward y Bella, alejados de nuestras razones que nos llevaron a conocernos.

—Señorita —dijo Serafín.

Me había asustado.

—Lo siento, al escucharla vine enseguida —añadió—. Por un momento estuve preocupado por usted.

—Sé que todo ocurrió muy rápido y que fue irresponsable irme de esa forma…

—Todo está bajo control —me interrumpió—. Sólo me interesa saber que usted esté bien.

Respiré hondo y pedí que se acercara.

—Él…

—Le ha pedido perdón, ¿no?

Asentí con los ojos mojados.

Serafín sonrió y tomó mis manos.

—¿Ha permitido que su corazón hable?

—Pasé la noche con él, no pude contenerme ante su vulnerabilidad, todo lo que ha demostrado, todo… —Suspiré—. Estoy enamorada y quiero vivir el romance de mi vida.

Su sonrisa se enterneció.

—Supe que iba a suplicarle su perdón, lo necesitaba, usted llegó para cambiar su vida.

—Ese hombre que deja salir, ese calor que me brinda y su búsqueda por demostrarme cuánto le importo, ha sido tan claro, tan importante para mí. Siento felicidad, por primera vez desde que perdí a mis mellizas.

Y era algo que no podía quitarme de la cabeza.

—¿Sabe por qué me mantuve al margen?

Negué.

—Porque sé que los sentimientos del señor Cullen son complejos, y más aún desde la conoció. No debe ser fácil, ¿no? —Sonrió con tristeza—. Agradezco que haya ido a por usted, eso es algo que él sólo haría por su hijo… y por su Isabella.

Me ruboricé.

—Su secreto está conmigo, mi señora, pero debe comprender que no todo será fácil. El señor Cullen tiene más enemigos que usted, y eso es algo que él ha tenido que llevar consigo mismo toda su vida. Pero, a pesar de eso, quiero que viva feliz esto, porque el señor Cullen ha vuelto a ser el chico que conocí hace muchos años. Sea mi joven Isabella, disfrute su amor. Estaré siempre para usted, jamás lo olvide.

Asentí y lo abracé.

—¿Es muy malo que quiera estar con él en un lugar calmo? Sin nadie a nuestro alrededor, sólo nosotros; quizá ver una película, leer un libro juntos y… —Suspiré—. ¿Podemos vivir con normalidad algún día?

—Le prometo que llegaremos hasta ese punto, mi señora.

—Sé que no podremos estar juntos como el resto de las personas, pero estoy dispuesta a soportarlo.

—El señor Cullen tampoco, eso está claro; no podría soportarlo, lo supe desde que corrió a por usted.

Se alejó de mí, esta vez con una mirada pícara y divertida.

—¿Y bien? ¿Va a contarme qué tal ese reencuentro?

Mi rubor se intensificó.

—Serafín, ¡qué inoportuno! —exclamé entre carcajadas.

Él se paralizó y luego levantó las cejas, impresionado.

—¡No me refería a eso! Oh, Dios, señorita, mis disculpas.

Tenía las mejillas enrojecidas y estaba comenzando a sudar.

—¡Está bien, Serafín! —lo calmé—. No tienes que pedirme disculpas; me tranquiliza poder hablar con alguien de lo que me sucede. Mi vida se ha convertido en un huracán y necesito expresarlo con un amigo, eres el único que tengo junto a Jasper. Ni siquiera tengo amigas.

De pronto recordé a Alice.

—Puedo ser un padre, pero que también será su amigo.

—Gracias, Serafín.

Sonreímos.

—Ahora, ¿va a contarme?, porque voy a hacer un desayuno napolitano que le encantará.

Caminé junto a él, rumbo a la cocina, donde podría dejar escapar mi felicidad.

.

Dejé mi lápiz a un lado, mientras miraba hacia todas las direcciones.

Estaba agotada con el asunto de la dirección de la compañía, lo que incrementó mi ansiedad por dejar a las personas idóneas en el cargo mientras me daba de baja por algunas semanas.

Era increíble cuántas facilidades tenía ahora, sólo otorgada por el dinero y el poder. ¿Alejarme del trabajo sin darle explicaciones a nadie?, ¿sin justificar lo que me tendría fuera de las obligaciones? Era el privilegio que mi padre jamás tuvo, y por lo que tuvo que soportar para darme algo de comer.

Carlisle sabía que tendría que ligarme a él legalmente para encontrar a mis hijas, porque de otra manera habría acabado en un laberinto sin salida, con la ilusión y desesperación por encontrarlas, a una bajo la tierra y la otra en algún lugar, creciendo sin mí. Ahora tenía tanto poder que haría hasta lo imposible por encontrar la verdad, incluso si eso significaba derramar sangre.

—Señorita Swan —me dijo la asistente de la planta superior, gerencia—. He acomodado la agenda para que puedan suplir su lugar. ¿Necesita algo más?

Negué y me despedí de ella.

Cuando llegué hasta el vestíbulo de las oficinas, me quedé mirando mi teléfono, pues tenía una llamada perdida.

—Edward —susurré mientras sonreía.

El corazón se me alborotó como si quisiera salirse de mi pecho.

Iba a llamarlo, pero escuché a dos asistentes más, quienes hablaban en voz baja mientras me miraban.

—¿Hay algún problema? —pregunté, recelosa.

Las dos carraspearon y se alejaron, volviéndose serias.

—Ha llegado este regalo para usted —respondió una de ellas.

Y sí, era una pequeña caja alargada, tremendamente elegante y sofisticada. Junto a ella había un sobre.

"Isabella

Quería darte un regalo antes de irme al avión; pronto debo marchar y me hubiera encantado que estuvieras aquí.

Pensé en darte flores, pero luego creí que sería muy anticuado y aburrido de mi parte (aunque no descarto hacerlo a futuro, me encantaría hacerlo todas las veces posible), así que he buscado algo diferente que sé que te encantará.

No quiero marcharme, tan solo necesito quedarme junto a ti. No quiero dejar de olerte ni respirarte, saber que estás conmigo y que puedo ser yo mismo.

Creo que soy demasiado meloso contigo, pero no puedo evitarlo. Supongo que has sacado el romanticismo que no conocía en mí.

Está bien, es primera vez que yo estoy con una mujer, no como tú ni de la forma en la que quiero estar contigo.

Me estoy convirtiendo en un niñato.

Cuánto deseo tenerte a mi lado.

Pensándote.

Atentamente, Edward"

Sentí cosquillas en todo mi cuerpo y sonreí de oreja a oreja.

Oh, Dios, Edward.

Guardé la carta junto al sobre y tomé la elegante caja de manera celosa.

Así que esta era la razón por la que cotilleaban.

—Gracias, pero espero que puedan dedicarse a su trabajo y no de mi intimidad —les dije.

No esperé respuesta y me marché para subirme al coche.

Emmett me esperaba afuera, sosteniendo un paraguas.

—Gracias.

Me acompañó hasta la puerta del auto y la abrió.

—¿Vamos al edificio acordado? —inquirió.

—Sí, estamos contra el tiempo.

Condujo con rapidez hasta que llegamos a un discreto edificio de ladrillo, bastante común a decir verdad.

Serafín me había llamado con prisa, por lo que ordené acortar la reunión.

El edificio pertenecía al exclusivo investigador privado que había logrado identificar algunos nombres, por lo que supuse que se trataba de novedades al respecto.

El corazón me latía con mucha rapidez.

Era la planta número cuatro y la oficina se encontraba al final del pasillo, no había nada fuera de lo común.

Cuando toqué, con Emmett sagradamente detrás de mí, sostuve el aliento hasta que una mujer de sesenta y pico me abrió. Tenía una goma de mascar en la boca y su rostro parecía de pocos amigos.

—Buenas tardes, soy Isabella Swan.

Ella levantó la mirada por detrás de sus anteojos puntiagudos y me permitió la entrada.

—La están esperando —fue lo único que dijo.

Caminé hasta la oficina y vi a Serafín junto al hombre, que era calvo y afroamericano. Parecía muy serio y profesional.

—Buenas tardes, señorita Swan, soy Frank Smith, investigador privado. Es un gusto conocerla.

Estreché su mano y me senté.

Serafín puso su mano en mi hombro.

—Es un gusto también —respondí.

—Bien, estaba platicando con el señor Serafín Wagner y quería que usted estuviera aquí, tengo algunas cosas importantes por decirle.

Mantenía el ceño fruncido y los labios rectos.

—Antes de comenzar, quería comentarles que este lugar es discreto, como han podido ver. Nadie sabe quién es la persona que está en este lugar y estoy en completo anonimato.

Asentí.

—Bien, he llegado a algunas aristas, pero debo decir que es muy complicado, las noticias no pueden estar tan rápido como a ustedes les gustaría, pero hago todo lo posible.

Carraspeó y abrió un legajo delante de nosotros.

—Hay una persona específicamente que está ligada al equipo de ginecología, el mismo que estuvo en su parto.

Me llevé la mano al pecho mientras me temblaba el cuerpo.

—Se llama Nancy Östürk, una auxiliar de obstetricia inmigrante. Trabajó veinte años en el hospital…

—¿Trabajó? ¿Quiere decir que ya no está ahí? —inquirí, levantando la voz.

—Se marchó una semana después de su parto, señorita Swan.

Tragué.

Sentía la boca amarga.

—Volvió a Estambul, lugar donde se mantuvo por dos años, trabajando en un orfanato.

Gemí.

Sentía los ojos llenos de lágrimas.

—Nancy también renunció y volvió al país, a Chicago.

Miré a Serafín, quien parecía contener el aliento.

—Tengo la dirección, sé específicamente dónde está viviendo —aseguró.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia, lamento haberme demorado más de lo que tenía pensado, pero ya saben cómo es la vida. ¿Qué piensan de esta nueva información? ¿Qué sienten ante esta masa intensa de emociones que crece entre estos dos? Dos nuevos personajes llegarán a la historia y provocarán más de un terremoto, una hecatombe, que incluirá la información y acciones necesarias para incrementar aún más lo que éstos están viviendo. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Saraipineda44, CelyJoe, Lore562, Jen1072, assimpleasthat, patymdn, piligm, Rosana, cavendano13, Rommyev, Cinthyavillalobo, diana0426a, valem0089, Elizabethpm, Ana Karina, ELLI11 Ox, Celina fic, melucha76, valentinadelafuente, robertsten22, Angel twilighter, joabruno, Marbelli, Liliana Macias, MariaL8, Laliscg, Fallen Dark Angel 07, natuchis2011b, ALIX Cullen, Jade HSos, Belli swan dwyer, Santa, sakurita07, Anita4261, miriarvi23, almacullenmasen, Iva Angulo, Tata XOXO, Naara Selene, KRISS95, nydiac10, NarMaVeg, Maribel 1925, Eli mMsen, Veronica, franciscullen, beakis, Pam Malfoy Black, Valevalverde57, Jocelyn, Wenday 14, MarielCullen, Jimena, paramoreandmore, Gan, Rero96, MakarenaL, Angelus285, NaNYs SANZ, merodeadores1996, AnabellaCS, Elizabeth Marie Cullen, jupy, ValentinaPaez, Cruz, Adriu, barbya95, ari Kimi, quequeta2007, SeguidoradeChile, miop, Teresita Mooz, Karensiux, Elena, PRISGPE, Cassandra Cantu, alyssa19, MaFery, Ady denice, angelapatinom, AndreaSL, Adriana Ruiz, Mentafrescaa, Paperetta, DobleRose, SaraGVergara, Marken01, Poppy, angelaldel, Claryflynn98, Paperetta, dana masen cullen y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, sus comentarios, su entusiasmo y su cariño me instan a seguir, de verdad gracias

Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá

Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar

Los atuendos de Bella y Edward, como el lugar en donde ha ocurrido el capítulo, estarán en mi grupo para que puedan disfrutarlo

¡Y no olviden que mi libro "El Recorrido de las Flores" ya fue publicado! Pueden buscar el link para comprarlo, ¡son cuatro historias que ustedes ya conocen y sé que quieren leer!

Cariños para todas

Baisers!