Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.
1. Cuando Olvidas Cargar el Dinero.
El frío era terrible pero no mortal para Shura, quien esa primera mañana del año salió de la casa de Deathmask con una sonrisa y un hueco en el estómago, a pesar de que sólo ocho horas antes había comido como si no lo hubiera hecho en años. Eran las doce del medio día y parecía que no sólo era el único de sus amigos levantados, sino también en la calle, tal vez la ciudad, puesto que no vio a nadie durante todo su trayecto.
A pesar de que había organizado y preparado una cena digna de reyes, todo, absolutamente todo, se había terminado. A pesar de haber presentado cuatro diferentes tipos de carne, cinco tipos de pastas, tres enormes pasteles, más todos los pequeños aperitivos y platillos clásicos de la época, todo se terminó. No se dejó ni una migaja y ni un plato a medio terminar.
Shura no podía culparlos, por supuesto, además de sus amigos, esa noche de año nuevo estuvieron acompañados, como el año anterior, y aunque no lo expresó, la verdad era que esas mujeres que ahora se juntaban con ellos comían más que ellos mismos.
Así que Shura se había despertado con hambre, un hambre atroz que lo había obligado a levantarse del suelo en el que se quedó dormido, ponerse los zapatos y salir de la casa en búsqueda de algún establecimiento abierto dónde pudiera calmar su apetito.
Caminó a paso lento pero seguro, agotado, hambriento, soñoliento, hasta que a un par de pasos lo encontró, un establecimiento con el letrero de "abierto" colgado en la puerta.
Una enorme sonrisa cruzó su rostro, y apresuró el paso. Entró al lugar casi de un salto y extendiendo los brazos, gritó:
—¡Feliz año nuevo!
En el lugar sólo estaba la dependienta, una mujer de expresión ceñuda, cabello blanco, algo jorobada y manos arrugadas sobre el mostrador, esperando a que el recién llegado dejara de hacer tonterías y comprara algo.
Shura, desconociendo las ideas de la mujer, se adentró en la tienda, preguntándose si debía ser bueno y comprar para todos, o comer de regreso y volverse a acostar como si nada hubiera ocurrido. Al final decidió iniciar el año de buena gana y buscar cosas que se pudieran compartir, algunas frituras, bebidas grandes, buscó algunos panes de pita e incluso se sintió lo suficientemente generoso como para comprar algunos dulces.
Al final, por completo cargado de cosas, llegó al mostrador y dejó caer todo lo que cargaba sobre este, poniendo una sonrisa inocente.
—Buenos días —saludó, siendo ignorado por la mujer que comenzó a calcular los precios.
—Serían doscientos treinta y un euros —dijo la mujer después de unos segundos, mirando a Shura.
Él abrió los ojos con sorpresa, pero asintió resignado. Al llevarse la mano al bolsillo derecho, donde usualmente guardaba su billetera se percató de que no la llevaba. Lentamente sacó la mano del bolsillo y la llevó al izquierdo, donde tampoco encontró su billetera.
Shura soltó una tenue risa mientras la mujer no le quitaba la mirada, poniendo una expresión cada vez más agria confirme el pelinegro comenzaba a rebuscar entre su ropa su billetera. No la encontró, por supuesto; mientras Shura rebuscaba por tercera vez en el bolsillo oculto al interior de su chaqueta la mujer comenzaba a golpear el estante con la punta de los dedos, lo que puso al hombre ligeramente nervioso.
No tenía su billetera, y si no la tenía eso significaba que no cargaba dinero. Y si no cargaba dinero, entonces, ¿cómo pagaría las cosas?
Shura volvió a sonreír un poco, lo que no hizo reaccionar a la mujer. Él, en cambio, se puso aún más nervioso.
—¿Acepta transferencias? —preguntó con un tono agudo, logrando que la mujer comenzara a entrecerrar los ojos.
Por un momento Shura creyó que la mujer lo echaría a patadas del lugar. Era el primer día del año y ya estaba metiendo la pata.
El silencio se extendió, pesado, grande, hasta que la mujer se enderezó y le regresó una mirada normal, casi amable.
—Claro.
Shura alzó el puño derecho como celebración y se apresuró a sacar su celular. Quince minutos después, una llamada a Shaka (por que Shura no tenía cuenta bancaria y por lo tanto no manejaba esas cosas), y una bolsa de regalo por sus compras, salió del local con un ligero sonrojo en sus mejillas. Eso había sido vergonzoso, pero no tardó en superarlo, recordando que todavía se moría de hambre.
Comentarios:
¡Gracias por leer!
¡Feliz año nuevo!
Como ya es casi tradición, aquí está la tercera edición de Ese Momento, un pequeño recuento de situaciones que nos han pasado o podrían pasarnos alguna vez, cosas de la vida cotidiana. El año pasado fue edición escolar, este es general, pero dedicada exclusivamente a los santos de plata, para darles un poco de amor esta vez sólo a ellos, a excepción de este primer capítulo que es sobre Shura. Como siempre, son capítulos cortos, para todo el mes, y después regresaremos a la programación normal.
