De cuando leo aparcó un dragón de bronce en una reserva Cherokee

Disclaimer: todo pertenece a Rick riordan.

Sppoilers deLas pruebas de apolo, especialmente de El laberinto en llamas y La torre de Nerón. No he leído lo que se ha publicado después, así que no sé si habrá alguna cosa que no cuadre con eso.

Esta historia participa en el Multifandom 4.0 del foro Alas negras, palabras negras con la tabla tropos y el prompt familia elegida.

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Todo era normal hasta que un dragón de bronce celestial aterrizó en el pueblo. Piper estaba en el tejado con Shel. Últimamente pasaban cada vez más tiempo allí. No hacían mucho. Solo hablaban y a veces se besaban. No le habían dado un nombre a su relación. Shel decía que eso no iba con ella y a Piper le parecía bien. Ya se había montado su película de amor perfecta con Jason y todo había salido mal, así que ahora estaba encantada de dejarse llevar y que las cosas simplemente fueran fluyendo.

Shel se quedó con los ojos como platos al ver el dragón. Piper también lo miró estupefacta, pero por motivos diferentes. Habría reconocido a Festus en cualquier parte y sabía que solo una persona podría montarlo. El problema es que esa persona estaba muerta.

Se levantó de un salto y se apresuró a bajar del tejado. En alguna parte de su mente registró el pensamiento de que más tarde debería disculparse con Shel por dejarla plantada de esa manera, pero la mayor parte de su cerebro estaba enfocada en entender lo que estaba pasando. Su cabeza barajó la hipótesis de que se tratara de una alucinación o de una trampa. También pensó en que alguien le podía estar gastando una broma cruel. No obstante, cuando llegó al lugar donde el dragón se había aposentado, todas sus dudas se desvanecieron.

Leo estaba allí. Era él. Estaba vivo y le sonreía. Se quedó congelada en el sitio sin saber qué hacer. Hacía mucho tiempo que había perdido la esperanza de volver a ver a su mejor amigo con vida y, no obstante, ahora lo tenía ahí, delante de ella como si nada hubiera pasado.

–Hey, Reina de la belleza, ¿me has echado de menos?

Ahí estaban su tono burlón y su sonrisa pícara. Piper podría haberle contestado que sí, que lo había extrañado con toda su alma, pero sus labios se negaban a moverse. Se acercó a él y estiró los brazos en su dirección. Apoyó las manos en sus hombros casi con miedo, como si esperara que en cualquier momento Leo se fuera a desvanecer. Le tocó los brazos, el pecho y la cara hasta que se convenció de que era real, de que Leo estaba allí con ella. Solo entonces fue capaz de hablar.

–¿Cómo es posible? –susurró.

–Es una larga historia.

Leo procedió a contarle todo lo sucedido: su descabellada estrategia para derrotar a Gea y su aún más descabellado plan para liberar a Calipso de su prisión.

–Salvar el mundo y rescatar a la chica. Ya sabes, cosas de héroes.

Leo compuso una pose de chulería finjida y Piper se encontró a sí misma conteniendo una sonrisa.

–Eres un idiota.

Eso fue lo que terminó de hacer la escena real. Esa había sido su rutina antes de que todo cambiara: payasadas e insultos cariñosos.

–Yo también te echaba de menos, Pipes.

Esta vez sonrieron los dos.

–Claro que te he echado de menos, Leo, pero es que tenías que habérnoslo contado.

–Nunca me habríais dejado hacerlo.

Eso era cierto. Jason y ella nunca se lo habrían permitido. Pensar en Jason dolía porque él nunca llegaría a saber que su amigo estaba vivo. Solo entonces cayó en la cuenta de que quizás Leo ni siquiera sabía que Jason había muerto. Lo miró con tristeza. Era mejor hablar del tema cuanto antes.

–Ojalá Jason estuviera aquí. ¿Alguien te ha contado lo que le pasó?

Leo se puso serio de inmediato.

–Sí, Apolo me lo contó. Mierda, Pipes, si hay algo que siento es no haber estado ahí. No haber estado con él en ese momento y no haber estado contigo después.

–No es tu culpa, Leo.

–Quizá podría haberlo salvado si hubiera estado allí.

–O quizá habrías muerto tú también.

–Al menos podría haber estado ahí para ti.

–Ahora estás aquí.

–Eso es, y además vengo para quedarme. Al principio dudé si venir o no. Pensé que estarías enfadada conmigo y no sabía bien qué hacer, pero quería verte y sentía que te debía una explicación. Además, quería pedirte un favor. ¿Podría quedarme un tiempo contigo? No será mucho, solo hasta que decida qué hacer con mi vida. Calipso y yo, bueno, no hemos funcionado, y no me apetece volver al Campamento Mestizo si Jason y tú no vais a estar. Hazel y Frank me ofrecieron un sitio en el Campamento Júpiter y de verdad que adoro a esos dos, pero tú eres mi mejor amiga y siento que es contigo con quien quiero estar.

–Pues claro que puedes quedarte. No pienso perderte de vista en un buen tiempo. Mira lo que pasó la última vez que te dejé solo.

No sabía si a lo mejor era demasiado pronto para hacer bromas con la muerte y posterior resurrección de Leo, pero él se había puesto tan serio que había sentido la necesidad de hacer el payaso en su lugar. Leo se echó a reír y Piper pensó que había echado de menos su risa más que cualquier otra cosa.

Sabía que Leo no era el de antes. Ella tampoco lo era, pero ahora que estaban juntos podían ayudarse a reconstruirse. A Piper le había venido muy bien el tiempo que estaba pasando en la reserva y esperaba que a Leo le sentara tan bien como a ella.

Solo había un tema que le preocupaba y ese era Shel. Leo los había dejado a Jason y a ella siendo una pareja feliz y había vuelto para encontrarse con que él estaba muerto y ella estaba con otra persona. No sabía qué podía pensar Leo sobre el asunto. De hecho, a veces ni siquiera ella sabía qué pensar. Jason y ella lo habían dejado antes de la muerte de él, pero aun así Piper sentía que lo estaba sustituyendo y que lo estaba haciendo demasiado rápido.

Si Leo pensaba lo mismo lo disimuló muy bien, y teniendo en cuenta que su amigo nunca había sabido disimular, Piper estaba convencida de que se alegraba por ella. Siempre había sido buena leyendo las expresiones de la gente, pero Leo era especialmente un libro abierto. La única razón por la que no habían descubierto sus planes era porque ni siquiera habían sospechado que pudiera estar tramando algo. Si uno de ellos le hubiera preguntado directamente, él hubiera sido incapaz de ocultarles nada. Piper se maldijo por eso. Si hubiera intuido algo tal vez las cosas hubieran sido diferentes.

Sin embargo, eso ya no importaba. Leo estaba allí con ella en ese momento. Parloteaba acerca de que Piper tenía que presentarle a Shel para que él le diera su visto bueno como mejor amigo suyo que era y bromeaba con la posibilidad de someterla a alguna prueba para demostrar que era digna de ser su novia.

Piper sintió un ramalazo de afecto por ese chico que había pasado por tanto y todavía era capaz de bromear. Lo quería. Lo quería como nunca había querido a ninguna otra persona. Su madre era la diosa del amor romántico, pero Piper dudaba que pudiera haber un sentimiento más poderoso que el cariño incondicional que la unía a Leo.

–No pienso dejarte que pongas a prueba a nadie, Valdez. Ni se te ocurra pensarlo. Además, tú no eres mi mejor amigo.

La expresión de Leo se desinfló un poco, pero el chico hizo lo posible por no perder el aplomo.

–Claro, bueno, lo entiendo.

–No eres mi mejor amigo, Leo Valdez, porque para mí eres mi hermano.

La cara de Leo se iluminó y nada más oír sus palabras se lanzó a los brazos de Piper, que le devolvió el abrazo completamente feliz y en paz.

–También eres mi hermana, Piper McLean.

Se quedaron así unos minutos hasta que se dieron cuenta de que un grupo de personas se acercaba a ellos. Al fin y al cabo, Leo había aparcado un dragón de bronce en propiedad privada. Mucho había tardado la gente en venir a ver qué pasaba.