Capítulo [10] "Nuevos Invitados"
(...)
Sayo y Leyasu habían tenido una jornada particularmente desafortunada. Habían perdido en la rifa de reclutamiento para el ejército imperial y, como resultado, la mayoría de sus planes estaban en peligro debido a este contratiempo. Además, se percataron del exorbitante costo de las rentas en la capital y de que el dinero que habían obtenido al salvar la caravana eventualmente se agotaría.
Sumado al hecho de que su hermano y el nuevo interés amoroso de Sayo estaban atrasados una semana en su viaje a la capital en comparación con ellos, no les daba muchas esperanzas para alcanzar sus metas a largo plazo. Su único consuelo como hermanos era poder disfrutar de un simple café en una cafetería cercana al mercado principal de la capital. Afortunadamente, resultó ser más económico de lo que esperaban.
—¿Qué haremos, hermana? —preguntó Leyasu con frustración.
—Por ahora, tendremos que conseguir un trabajo de medio tiempo en alguna fábrica —respondió Sayo con desánimo. Claramente, sus expectativas eran más bajas de lo que habían imaginado. Además, eran conscientes de que los salarios en trabajos manuales eran extremadamente bajos.
—¡Rayos! Ahora, ser soldado es uno de los trabajos mejor pagados para personas como nosotros. No podemos rendirnos —dijo Leyasu, frotándose las sienes por el estrés.
—No hay otra opción, Leyasu. Como solicitantes, tendremos que esperar dos meses en la lista de espera para poder participar en la rifa nuevamente.
A pesar de las circunstancias, Sayo mantenía el optimismo con el que llegó a la capital. Sabía que tenía que manejar su frustración y seguir adelante. Además, debía asegurarse de mantener su estadía aquí hasta que ambos chicos llegaran, ya que desafortunadamente en menos de una semana otras personas ocuparían las habitaciones donde se hospedaban.
Si se rinden ahora, su pueblo no podrá sobrevivir ante la hambruna y la miseria.
Mientras tanto, Leyasu no podía evitar recordar su mala experiencia en la oficina de reclutamiento y su eventual expulsión forzada por parte del reclutador a patadas.
—¡Ese idiota! ¡No quiso ver nuestro potencial como soldados ejemplares! ¡Ya verá ese viejo! Cuando seamos héroes, ¡estará besando nuestros pies!
Sin previo aviso, una voz femenina interrumpió a los hermanos y, al voltear, ambos se encontraron con una hermosa joven.
—Disculpen... ¿Acaso escuché la palabra héroe?
Era una chica rubia de cabello hasta los hombros, rematado con un accesorio de color azul claro, con ojos azules. Vestía una camisa blanca de manga larga con un lazo azul claro en el cuello y encima de ella llevaba un vestido azul sin mangas con un corpiño negro y volantes blancos. También llevaba un par de botas blancas. A los ojos de Leyasu, era una belleza en la que podría caer enamorado con la menor provocación.
La cafetería estaba muy concurrida y donde estaban sentados daba a la calle. Sayo intuyó que la chica estaba de paso mientras escuchaba su conversación.
Como era de esperar, Leyasu se sonrojó y, avergonzando a su hermana, dijo:
—¡Oh! Sí, mi hermana y yo seremos héroes como los grandes del pasado — dijo Leyasu con una gran sonrisa y confianza en sí mismo.
—¿Tú quién eres? —preguntó Sayo con cautela.
—¡Oh! —dijo ella, dirigiendo su mirada hacia Sayo—. Me llamo Aria Windsor, heredera de la casa noble Windsor. Estaba pasando por este distrito y no pude evitar oír su conversación. Disculpa si me metí en un mal momento.
Al oír eso, emocionó mucho a Leyasu, quien no podía creer que alguien de la nobleza se dignara en hablarles a ellos.
— ¿A qué se debe que quieras hablarnos, señorita Windsor? —preguntó Leyasu, con una evidente emoción por la intromisión de la chica.
—Al pasar luego de mi paseo vespertino, escuché la palabra héroe, y luego intuí que probablemente sean honorables chicos que aspiran a ser héroes del imperio, ¿no es así?
El tono de Aria era dulce y encantador, mostrando también entusiasmo ante la idea de personas que aspiran a convertirse en héroes.
— Sí, ¿y? —dijo Sayo, alzando una ceja con escepticismo ante las palabras de la chica.
— Resulta que soy descendiente de un héroe del pasado, James Windsor, quien gracias a sus acciones nos concedió un estatus noble. Mi familia siempre ha honrado a aquellos que poseen el potencial de convertirse en héroes, y resulta que también tenemos la capacidad de reconocerlo. Creo firmemente que ustedes son los mejores prospectos que he visto.
— ¡Exacto! ¡Tienes un buen ojo! Lástima que el imbécil del reclutador no vio lo mismo que tú —dijo Leyasu, con los ojos brillantes y al mismo tiempo conmoción por el hecho de que una hermosa chica finalmente reconocía su potencial.
Por su parte, Sayo confirmó que Aria era de alta alcurnia, ya que sus guardias personales se mantenían al margen de la conversación, a unos pocos metros de donde estaban sentados. Eran discretos y no llamaban la atención fácilmente, incluso con sus uniformes oficiales.
No obstante, Sayo aún albergaba reservas con respecto a Aria, y le preocupaba el hecho de que su hermano estuviera protagonizando una actuación embarazosa frente a ella, lo que podría provocar confusiones.
— En mi experiencia y en la de mi familia, muchos candidatos excelentes han enfrentado dificultades en su camino hacia el destino. Dado que nuestros ancestros pasaron por dificultades similares, podemos empatizar con ellos. Por ello, pensé en la posibilidad de que se quedaran como mis invitados en mi mansión...
— No —respondió Sayo de manera firme.
La respuesta tomó por sorpresa a Aria, aunque no la desanimó por completo.
Mientras tanto, Leyasu sintió que estaba perdiendo una oportunidad perfecta para salir de su complicada situación, y que su hermana estaba arruinando todo por su terquedad.
— ¿Por qué? No suena mala idea, Sayo —preguntó Leyasu, un poco molesto.
— Somos guerreros honorables, hermano. Nos han inculcado desde nuestra infancia que debemos ganarnos cualquier recompensa que se nos dé. Cualquier cosa gratuita siempre tiene un precio, y no sabemos cuál será el requerimiento a cambio. Además, acordamos que ser sirvientes no era una buena idea —explicó Sayo.
— Hermana, estamos en una situación complicada y no creo que tengamos suficiente dinero. Nos echarán la próxima semana del lugar donde estamos y, aunque racionemos nuestro dinero, no duraremos mucho en un lugar económico. Aún si conseguimos empleo en alguna parte —argumentó Leyasu.
Mientras tanto, Aria se mantuvo al margen de la conversación entre los hermanos.
— No creo que nos mantenga gratuitamente por dos meses antes de que tengamos que participar en la rifa, idiota —se quejó Sayo.
— ¡No seas amargada! Ser un poco oportunista no nos hará daño. Hemos sufrido demasiado la pobreza como para no aceptar la ayuda de una familia noble y posiblemente honorable —contraargumentó Leyasu.
— ¡Sean honorables o no, eso no importa! El caso es que estaremos también en un lugar desconocido y es poco probable que nuestro hermano y Izuku nos puedan encontrar.
— ¡Vamos, mamá! Es una oportunidad única en la vida —dijo Leyasu fingiendo un puchero, con la intención de molestar a Sayo.
— Hasta este punto, soy más tu mamá que tu hermana, Leyasu. Es simplemente vergonzoso.
Lo que Sayo no esperaba era que Aria se metiera de nuevo en la conversación.
— Si me permites, Sayo, ¿Verdad?
— Sí —dijo Sayo seriamente.
— Mi padre, quien de pequeña nos contaba que nuestro antepasado tampoco aceptaba la caridad de extraños, especialmente cuando suena tan atractiva la oferta, pero si lo prefieres, te puedo ofrecer algo que probablemente puedas aceptar. Resulta que la administración imperial ha abierto una convocatoria para reclutar soldados que sirvan a las familias nobles, y los sueldos suelen ser altos, aunque es difícil pasar los filtros y mi padre suele ser estricto en la selección. Lo que quisiera hacer es una excepción con ustedes, y aunque desafortunadamente no es una plaza permanente, es un lugar en el cual pudieran durar más de dos meses antes de que ingresen al ejército, supongo que se referían a la rifa de reclutamiento. Según mi padre, quienes han servido a las familias nobles tienen mejores recomendaciones.
Al escuchar esto, Sayo no pudo evitar pensar de nuevo en la oferta. Después de todo, era una oferta de trabajo más que una caridad. Además, un posible sueldo alto sonaba bien, y no estaría mal ser recomendados por su familia para el reclutamiento. Mientras tanto, Leyasu, al ver que su hermana estaba considerando la oferta sin su terquedad de por medio, supo que era el momento de ser insistente.
La oportunidad de vivir en una mansión y ganar un salario alto no podía perderse.
— Como dices, no solemos aceptar caridad. Sin embargo, lo que podríamos aceptar es una oportunidad como esta.
— No estoy segura... —comentó Sayo, indecisa.
— Primero déjenme presentarles a mis padres. Consideren esto como una entrevista de trabajo. ¿Qué dices Sayo? Me encantaría tener a una amiga protectora de mi edad y poder hablar de cosas de chicas para variar.
De repente, Aria extendió su mano hacia Sayo. Finalmente, la chica cedió ante la generosa oferta de Aria y, sorprendentemente, el hecho de tener una amiga también le pareció tentador.
Sayo estrechó su mano con un firme apretón.
—De acuerdo.
—¡Excelente! Los llevaré a mi mansión.
Leyasu no pudo evitar celebrar la aceptación de su hermana.
—¡Genial! No puedo esperar para ver cómo viven los nobles.
(...)
Finalmente, llegaron a una opulenta mansión en una de las zonas más privilegiadas de la capital. Como chicos provenientes de una zona sumamente humilde, quedaron anonadados ante los lujos de la clase alta.
Como era de esperar, ambos hermanos terminaron cenando con los padres de Aria, quienes a simple vista parecían personas amables y respetuosas, con un gran potencial para convertirse en héroes. La conversación fue amena y entretenida para ambos, y tuvo un buen desenlace, al parecer habían sido seleccionados para ser los guardias provisionales de Aria. Además, el propio padre de familia mencionó que su hija finalmente tendría compañía juvenil y probablemente se divertiría aún más.
Después de la cena, era bastante tarde y cada uno fue llevado a su propia habitación antes de asumir sus labores de protección. Afortunadamente, su experiencia previa protegiendo a Izuku les sería útil en su nuevo rol, y Sayo no podía estar más agradecida por ello.
Antes de dormir, la chica se dio una ducha refrescante y se envolvió en una toalla. Se sintió agradecida con Aria por brindarle esta oportunidad, reflexionando en cómo nunca antes había tenido una ducha con agua caliente.
Inesperadamente, alguien tocó la puerta de la habitación de Sayo. Al abrirla, se encontró con Aria, quien estaba acompañada por unos sirvientes que llevaban un carrito con postres.
—¡Hola, Sayo! Veo que disfrutaste la cena y te diste una ducha —dijo Aria con un tono de voz dulce y jovial.
—Hola, señorita Aria. Solo quiero agradecerle por esta oportunidad de estar aquí.
—¡No hay de qué! Ahora, antes de dormir, me gustaría estar aquí un rato para conversar como amigas que somos. Además, traje varios postres para la ocasión.
Al oír eso, los sirvientes dejaron el carrito de dulces y salieron rápidamente de la habitación.
—¡Oh, gracias! —dijo Sayo.
Entonces, Aria entró en la habitación y se sentó en la cama donde Sayo iba a dormir.
—Oye, si no te importa, ¿podría cepillar ese hermoso cabello tuyo? Veo que después de una ducha caliente, necesita un poco de cuidado.
Sayo sonrió y le respondió:
—Claro.
Luego, Sayo se sentó en una pequeña silla frente a un elegante tocador y Aria empezó a cepillar su cabello. Aria reconocía internamente que Sayo era bellísima de pies a cabeza, aunque no lo quería admitir. Con cada cepillada, el cabello de Sayo se sentía más suave al tacto.
De repente, Aria apretó el cepillo con mucha fuerza al darse cuenta de la hermosura del cabello de Sayo. Luego, le ofreció un postre del carrito. Sayo lo probó y quedó encantada.
—¡Está delicioso! ¡Gracias! —exclamó Sayo.
Sin embargo, unos minutos después, empezó a sentirse mareada y cansada.
—Aria, yo... no me siento bien —dijo Sayo.
Lo último que escuchó Sayo antes de desplomarse en el suelo fue la risa malévola de Aria, quien le murmuraba:
—¡Dulces sueños, Sayo!
(...)
El sonido de cadenas revoloteando sacó a Sayo de su letargo, y al abrir los ojos se encontró en una situación que parecía extraída de sus peores pesadillas: estaba desnuda, con las manos atadas a una cadena colgada del techo. Frente a ella, Leyasu gritaba de dolor, castigado al ser golpeado constantemente por los guardias que los habían escoltado hasta la mansión. Al presenciar aquella escena, Sayo se sintió invadida por el shock.
—¡Hola, mi nueva adquisición! —la voz de Aria se hizo presente de repente, mientras permanecía junto a Leyasu y sus hombres.
—¿Qué está pasando? —preguntó Sayo, aún desconcertada.
La súbita transformación de Aria, de una actitud tierna y dulce a una sonrisa sádica y repugnante, indignó a Sayo, quien forcejeó con las cadenas que la aprisionaban.
—¡Liberen a mi hermano! ¡Maldita! ¿¡Qué quieres de nosotros!? —exclamó.
Sin previo aviso, Aria extrajo un cuchillo afilado, con diminutas gotas de sangre manchando la hoja, y la miró con odio y desprecio.
Al acercarse a ella, espetó:
—Tu sola existencia me provoca rabia. Eres tan perfecta que ni siquiera eres consciente de ello. Ese rostro de porcelana, tu cabello liso, tus pechos firmes e imponentes, y esa piel lisa y perfecta. Detesto envidiarte porque me hace sentir inferior. Detesto tener que sentir envidia de ti.
—¡Perra! ¡Libera a mi hermano! —replicó Sayo con asco.
—Tengo que cuidar mi cabello porque es rebelde y gasto mucho dinero en su cuidado. Mis pechos no han crecido como hubiera querido y no heredé los dones de mi madre. Mi piel está llena de imperfecciones y tengo el tabique desviado, etc. Eres una campesina sucia, no mereces ser mejor que yo. No mereces el amor de ningún hombre. Eres tan bella que me das asco, y no mereces ni siquiera un novio como ese tal Izuku.
De repente, Sayo entró en shock. Temía que Aria supiera otros secretos que no debieron confesarse, como su implicación en la invasión de mercenarios, y se sentía avergonzada de que ella lo supiera.
—¿Cómo lo supiste? —inquirió Sayo.
—El imbécil de tu hermano me lo contó antes de que se comiera el postre que le ofrecí. El muy tonto creyó que lograría algo conmigo y cayó fácilmente.
—¡No le hagas nada! ¡Diles a tus hombres que lo dejen!
La brutal paliza que su hermano estaba recibiendo apenas le permitía respirar, la sangre brotaba constantemente de su boca. Sayo observaba la escena impotente.
—Pagarás por hacerme sentir de esta manera. Primero, borraré todo rastro de tu belleza. Comenzaré con esos hermosos ojos azules, luego embadurnaré tu piel con químicos para llenarla de imperfecciones, después me divertiré contigo hasta que mis brazos se cansen. Y para terminar, dejaré que mi más leal guardia, aquel que te ha mirado con lujuria desde que llegaste, te embarace, y tu hijo será mi premio. Criaré al lindo bebé como un sirviente más.
Sayo escupió en la cara de la chica sin previo aviso, exasperándola aún más. Luego, tomó a Sayo por el cuello con ira y acercó un cuchillo hacia su ojo derecho. Lamentablemente, su valentía se desvaneció rápidamente ante la furia de Aria. En ese instante, Sayo se llenó de temor y entró en pánico.
—No…
Lo último que dijo Aria antes de clavar su cuchillo en el iris de Sayo fue:
—Te recomendaré algo, perra, cuenta 1000 menos 7.
Al final, el grito de Sayo resonó en toda la sala de juegos de la familia Windsor. Los prisioneros recluidos no tuvieron opción más que escuchar los gritos de la joven.
—993...986, 979, 972…
Continuará…..
Espero que les haya gustado, no olviden comentar que tal les pareció, y cualquier crítica para mejorar o sugerencia será bien recibida.
