Disclaimer: Si leen algo y les parece familiar, no es mío.
(Sí, estoy viva...al final del capítulo: mis -a estas alturas- poco creíbles excusas)
9 de enero de 1997, La Resistencia, Hampshire
-Sirius -lo llamó Cassandra apenas lo vio entrar a la cocina, manos en la cintura y lista para salir. Sirius la repasó rápidamente de pies a cabeza, aprobando con un asentimiento mental la elección de ropas. No que él pudiera decir a su mujer qué ponerse y qué no, no al menos sin recibir una maldición por atreverse; pero aventurarse y recorrer bosques de noche en plena temporada de tenemos-suerte-si-llegamos-a-los-cero-grados-celcius no era algo que Cassandra hubiese hecho antes.
Sirius sí. Y sabía que lo peor que se podía hacer era confiarse y subestimar lo que podía hacerle al cuerpo las bajas temperaturas. Antes de que supieran qué estaba pasando, ya estarían lamentando el exceso de confianza y cayendo de cabeza en la hipotermia.
Era ese el motivo de su tardanza y el del tono exasperado de su novia.
-Frene sus therstrals, señora, ya voy -e intentó no sonreír ante el uff enfadado de Cassandra -Estaba buscando algunas mantas para llevar con nosotros, por si la suerte nos acompaña y sí encontramos a alguien hoy -continuó luego de hacer una pequeña pausa para besarla en la mejilla, golpeándose luego el bolsillo delantero de la chaqueta para que supiera dónde había guardado el par de mantas -. El último reporte que escuchó Ulrich en la radio decía que esperaban menos dos grados para esta noche y menos seis en la madrugada.
Habían logrado coordinar, a lo largo de varias reuniones y discusiones, pequeñas incursiones a los distintos bosques y cercanías a variadas formaciones de roca/pequeñas montañas, varios kilómetros a la redonda. Pequeñas incursiones tanto en integrantes como en duración, intentando no exponer de más la ubicación de La Resistencia. El encantamiento Fidelio era fuerte. Lo habían planificado para cubrir casi, sino todas, las bases importantes. Pero tener precauciones extras después del ataque que habían sufrido, no le parecía una mala idea a nadie.
Los ánimos habían mejorado. Seguían en pie, después de todo. Pero el ataque, sorpresa y brutal, y las muertes resultantes...los había sacudido a todos.
-Uh, Sirius...esa es una muy buena idea. ¿Le pedimos a Marge un par de bolsitas de agua? No hace falta que estén calientes, podemos calentar el agua cuando lo necesitemos -el tono de voz de Cassandra bajó un par de tonos y volúmenes, como Sirius sabía que hacía cuando estaba enfocando sus pensamientos por completo en algo. Ceño y labio inferior levemente fruncidos. Mirada fija en la lejanía, un dedo dando golpecitos contra su barbilla. Era tan adorable que Sirius tuvo ganas de decir "aww" y decirlo en serio por primera vez en su vida -. De hecho, tampoco importa si las llevamos con agua, hay mucha nieve ¿Y quizá podemos pedirle a Ulrich que prepare la habitación que está junto a la nuestra? Tiene chimenea, justo al otro lado de nuestra chimenea. Sé que las otras habitaciones están calientitas también, pero ¿ver y sentir el calor de una chimenea? ¿Luego de días en la nieve? Estarían más tranquilos, en la primera noche que pueden descansar sin ser perseguidos, ¿no?
Ese último "¿no?" lo acompañó de aquella expresión deliciosa que adquiría su cara cuando se sentía feliz/satisfecha de haber ayudado a alguien. Y volvía a mirarlo a la cara, sus ojos claros y enfocados en él, por lo que recibió toda la fuerza de su sonrisa amplia, sus ojos brillosos y cejas alzadas como en pregunta, siempre considerando lo que fuera a opinar él al respecto, antes de correr a llevar a cabo sus planes. No que Sirius fuera a decirle que no, cuando ponía esa cara de conejito esperanzado.
A menos que dicho conejito le estuviese informando que pretendía saltar directamente y sin refuerzos a una batalla por su vida, a cambio de salvar la vida de los otros malditos animales de la pradera . Ahí sería un rotundo NO, conejo ridículo.
Pero Sirius suponía que esa era su misión: frenar al conejo cabezotas antes de que se pusiera en peligro, por culpa de su corazón noble de animalejo suave y pequeño.
-Buena idea, amor -y el "aw" mental sonó fuerte en su cabeza cuando la sonrisa de Cassandra se hizo más amplia aún, antes de dar pequeños saltitos emocionados en su lugar. Conejo...sí. Pequeño conejo hermoso, loco y pelirrojo.
Sirius tuvo que recordarse a sí mismo que no era la primera vez que era testigo de cosas terribles. Y que probablemente no sería la última. La guerra anterior lo había dejado con más que un par de recuerdos que lo acompañarían, estaba seguro, hasta el final de sus días... en sus peores pesadillas. Y la actual guerra no prometía ser mejor que la anterior.
Recuerdos de familias enteras mutiladas, pequeñas mascotas incluídas, en la mitad de los restos de lo que habían sido sus hogares. La sangre uniéndose a los escombros y el polvo, en una mezcla que era tan difícil de limpiar de los suelos como de la memoria. Los gritos, tan llenos de angustia y dolor que parecían no ser humanos, de madres abrazando los cuerpos sin vida de sus hijos. Su mejor amigo, su hermano en todo los sentidos menos en sangre, con ojos fríos y muertos mirando un cielo estrellado que no debería poder verse desde el piso alfombrado de su propia sala de estar. Lily, la única amiga que tuvo en sus años de juventud, a los pies de la cuna de su pequeño hijo, triste testigo de su muerte.
Aún así, Sirius tuvo que recordarse, enérgicamente, que respirar profundo era clave cuando sentía que el corazón se le partía y desgarraba. Y, Merlín, esa sí que era una buena palabra para describir la escena que tenía enfrente. Desgarradora. Escena que sintió, como en una fría y terrible premonición, que sólo iba a empeorar con el paso de los minutos.
Sirius se quedó un metro por detrás de Cassandra, intentando verse menos grande y menos...todo, para no asustar al pequeño niño arrodillado en la nieve. Cassandra, también de rodillas, intentaba acercarse sin asustarlo, hablando en tonos suaves e intentando convencerlo de que ninguno de los presentes; ni ella, ni Sirius, ni Basile de pie en silencio a su lado, iban a hacerle daño.
Ni a él, pequeño y de piel tan pálida que bajo el brillo de la luna comenzaba a parecerle azulado, ni a los que si Sirius tenía que ponerse a adivinar, eran su madre y hermano o hermana bebé.
De reojo, mirando la expresión grave y seria en la cara de Basile, entendió que no era sólo él el que entendía que al menos la mujer, acostada sobre uno de sus costados en la nieve entre el niño y un tronco, estaba evidente e irremediablemente muerta. El tono azul pálido de su piel, los ojos nublados y vacíos. La ausencia de todo movimiento.
-...sé que parecen dar miedo -estaba diciéndole Cassandra al niño, que la miraba con ojos atentos, y grises, si no lo engaña la luz de la luna llena sobre sus cabezas -, pero realmente son muy amables. Y chistosos y un poco locos, ¿sabes? Uno de ellos se puede transformar en perro. Y el otro puede cambiar de color ¿cuál es tu color favorito?
Los ojos del niño se movieron de Cassandra hacia él y Basile por un instante, antes de volver a fijarse en Cass, y ajustar sus bracitos en torno al pequeño, pequeño bulto que era claramente un bebé y abrazarlo contra su pecho. No lograba ver si el bebé estaba respirando y sólo dormía o si-
Por dios, que esté sólo dormido.
-Púrpura -respondió el niño a Cassandra, con voz sorpresivamente clara. O sorpresivo para Sirius, al menos, que esperaba un tono más...disminuído, ¿infantil?, del pequeño niño que según sus cálculos debía tener cinco o seis años.
Sin necesitar más instrucciones, la cabellera de Basile se transformó de su rubio oscuro habitual a un escandaloso púrpura.
No hubo risitas, ni expresiones sobresaltadas. No. Este niño, entendía Sirius, era un alma vieja. Las circunstancias, la guerra, el frío y cruel invierno, lo habían llevado hasta ahí. A sus cortos años, con su madre muerta a su lado y un pequeño bebé en los brazos, probablemente muerto también. Era evidente que el niño estaba acostumbrado a cargar con su hermano o hermana pequeña en brazos, pero era evidente también que sus brazos pequeños estaban haciendo esfuerzos para mantener el agarre, cambiando el peso del bebé cada pocos segundos. Y el bebé no había hecho un sólo ruido o movimiento.
-Se llaman Sirius y Basile. Y yo Cassandra ¿Cómo te llamas tú?
El niño extendió el silencio un par de segundos, antes de cuadrar los hombros y alzar el mentón. Y Sirius tuvo que sofocar un quejido que intentó abandonar su pecho, de entre los escombros que iban quedando de su corazón a estas alturas.
-Dorian. Y esta es mi hermana pequeña Colomba. Creo que está muerta.
Respirar, se recordó Sirius, frotándose el pecho.
Merlín Santo.
-Está bien, Dorian -le respondió Cassandra sin hacer pausa, y Sirius no pudo sino estar orgulloso y agradecido de ella, que lograba mantener la calma y continuar hablando cuando él sólo quería ponerse a llorar - ¿Me dejarías verla, para estar seguros? Prometo ser cuidadosa.
Dorian asintió su pequeña cabecita llena de cabello oscuro y con ojos serios y duros extendió los brazos para ofrecerle la bebé a Cassandra.
Cassandra la acunó contra su pecho y Sirius, aún un metro detrás de ella, contuvo la respiración y fijó la mirada en la capucha lanuda de su chaqueta.
-Y, ¿está muerta? -Dios, el niño lo estaba destruyendo, pensó Sirius cerrando los ojos e intentando mantenerse entero. Sintió a Basile agarrar la manga de su chaqueta, cerca del codo, en un puño tan apretado que Sirius lo sintió temblar.
-Sí lo está, Dorian. Lo siento mucho.
Sirius levantó la cara a la luna y respiró profundo.
Qué mundo cruel era el que les estaba tocando vivir. Cruel e imperdonable, como el invierno mismo.
Sirius entró a la habitación todo lo silencioso que pudo, cerrando la puerta rápidamente tras él.
La chimenea, que a esa hora de la madrugada en un día distinto sólo tendría cenizar y carbón suavemente encendido, brillaba y tronaba con fuego joven y enérgico. Pero no era un día, o noche, cualquiera.
No, eran cerca de las dos de la madrugada y a aquella hora, habitualmente, Cassandra y él ya estarían dormidos bajo un par de mantas y frazadas, no necesitando más que el calor de sus cuerpos abrazados para pasar la noche.
Y no era sólo una cosa de compartir felizmente calor con ella, sino que era importante también considerando que, ya siendo más de 150 personas en La Resistencia, intentaban economizar en todo lo que eran esencialidades y eso incluía la leña. El invierno recién comenzaba.
Pero, dos de la madrugada o no...no estaba ni dormido, ni acostado con Cass ni estaban economizando en leña, no. Estaban, de hecho, quemando leña como locos. Y Sirius no tenía corazón para sentir culpa ni arrepentimiento alguno.
Suspirando y alejándose el cabello de los ojos, Sirius se acercó con pasos silenciosos hasta la cama, desarmándola parcialmente para rescatar un par de almohadas y desarmándola luego casi por completo, tironeando la gruesa colcha de encima antes de acercarse a Cassandra, que descansaba sobre uno de sus costados en el piso.
Al menos había movido la alfombra para ubicarla bajo ellos, antes de acostarse frente a la chimenea, pensó cansadamente.
Sirius, sin intención de presumir, creía conocer a su mujer como nadie más en el mundo. Y sabía que incluso si Cass había mostrado un frente fuerte, se estaba derrumbando de a poco, por dentro. Que, pese a mostrarse segura en todo lo que había dicho y hecho desde que encontraron a Dorian rodeado de su familia muerta y congelada, estaba improvisando e intentando no entrar en pánico. Estaba disimulando como una campeona, para ofrecerle algo de seguridad al niño, que ahora dormía en sus brazos frente a la chimenea.
Sirius había al niño, ni siquiera intentando disimular la preocupación, mientras recorrían en silencio los bosques en su camino de vuelta a La Resistencia. Cassandra había logrado, brillante como siempre, sacarle toneladas de información en forma de preguntas simples y amables y de hasta pequeñas bromas, mientras caminaba con él abrazado contra su pecho. Brazos cortos rodeando su cuello y piernas en torno a su cintura, como acarreando un pequeño monito.
Ahora sabían que se llamaba Dorian Aoki. Su padre Eiji Aoki, japonés, se había trasladado hasta Grecia por trabajo, donde había conocido a Katrina Makris, con quien se casó tan sólo 6 meses después. Amor a primera vista, había dicho Dorian que le había escuchado decir a sus padres más de una vez. Dos años luego, Dorian Aoki hacía ingreso al mundo en Sunderland, al noreste de Inglaterra, donde se habían reubicado nuevamente, también por trabajo. Durante seis semanas se habían ocultado en el bosque, luego de que Carroñeros "allanaran" su casa, asesinando a Eiji Aoki mientras intentaba darle tiempo a su familia para escapar. Katrina, se había arriesgado a desaparecer en conjunto llevando con ella una bebé de 2 meses de nacida, un niño de 4 años recién cumplidos y un bolso que llenó más de triste optimismo que de lo suficiente para sobrevivir a la intemperie en invierno. Pero la alternativa era impensable y Sirius lo entendía perfectamente. ¿Dejar a sus dos niños en manos de asesinos? No hubiese sido opción para Sirius. Y no fue opción para Katrina.
Indirectamente, Sirius se había enterado de otra cosa. Dorian era extremadamente inteligente. Era alto para su edad y hablaba con voz clara y un lenguaje completísimo, engañando las primeras impresiones que tuvo Sirius, que pensó que tenía quizá 6 años. Dorian recordaba montañas de información con exactitud. Su lugar de nacimiento, la fecha y hora. No que recordara el día que nació, pero sí que su madre se lo había dicho. Recordaba lo que había escuchado decir a sus padres sobre sus respectivas familias (o la ausencia de ellas, en este caso) y sus profesiones. Que Katrina solía mencionar lo mucho que extrañaba cuidar niños pequeños, que era su trabajo en la sede de Relaciones Internacionales del Ministerio de Magia en esa ciudad, pero que le alegraba poder hacerlo con sus propios hijos.
Recordaba las palabras exactas de su madre, al abrazar por primera vez a su hermana pequeña. Y la voz calmada con la que las había repetido Dorian, aún abrazado a Cassandra mientras esquivaban altos árboles de raíces escondidas entre la nieve, había helado más a Sirius de lo que podrían hacer los menos seis grados celsius de aquella noche.
Hola, hija. No llores, todo va a estar bien. Estaremos juntas siempre.
Sirius suponía que así había sido. Katrina la había protegido hasta el fin de los días de ambas. Y Sirius sintió que le ardían los ojos nuevamente, preguntándose si Lily había dicho algo similar a Harry, el día que los atacaron en Godric's Hollow.
Sirius se agachó junto a Cassandra, sabiendo que en realidad estaba despierta y que su respiración pausada y calma era sólo otro esfuerzo más en su misión por darle a Dorian todas las seguridades que le permitieran sus recursos. Chimeneas ardientes, abrazos de 3 horas de duración. Sopa de pollo y verduras, en pequeñas cucharadas con él aún sentado en su regazo. Ropa cómoda y abrigada, cortesía de Ulrich que había asaltado el guardarropa de Tommy y Rossie.
Bueno, Thomas. El chiquillo había comenzado a insistir que lo llamaran Thomas.
Peinó hacia atrás el cabello de Cassandra, antes deslizar una mano bajo su cabeza para acomodar una de las almohadas.
-Sirius...
-Sh... -Sirius interrumpió su susurro rápidamente, acomodándose trás ella y estirando cuidadosamente la colcha de forma que quedaran los tres cubiertos.
-Necesito llorar, Sirius -escuchó que decía Cassandra, aun en susurros y Sirius sintió nacer una nueva grieta en su corazón.
-Shh...-le repitió Sirius, enterrando la cara en su cabello, contra su nuca. Quería abrazarla y apretarla contra él, pero no quería despertar a Dorian -Respira, amor.
El silencio, sólo roto por el suave sonido de la chimenea, se alargó por un minuto antes de que Cassandra volviera a hablar, en un murmullo bajo.
-Necesitamos salir más veces, Sirius. No un par de veces a la semana, sino a diario -la palabras le salían a toda rapidez entre jadeos, traicionando lo que hasta ese momento había sido un monumento a la calma y fortaleza -, un par de veces al día. No podemos-no puedo...
-Respira, amor, shh...cierra los ojos, Cass -le ordenó, bajando el tono y en voz seria, intentando frenarla y alejarla del pánico -. Te amo y como todos los días, te amo un poco más que ayer. Cierra los ojos y confía en mí. Yo me encargo de las otras cosas, ¿sí? Hoy estaremos bien, ahora dormiremos. Luego lloramos. Y luego estaremos bien otra vez. Somos Cassandra Lestrange y Sirius Black, maldición. Claro que estaremos bien.
La sintió tomar aire profundo y empujar su peso contra su pecho y Sirius cerró los ojos, dejándose envolver por el calor de la piel de Cassandra contra su mejilla, el suave olor a canela de su cabello y el sonido bajo del fuego crepitando frente a ellos, sabiendo que sus palabras no sólo eran un intento de convencer a Cassandra, sino a sí mismo.
Porque no podía darse el lujo de pensar en alternativas donde no terminaban la maldita guerra vivos, en la mitad de un abrazo. Incluso si aquella noche estaba resultando particularmente difícil de superar, no podía.
Abrazar la esperanza de que al final de todo estarían bien...era clave. Había sido Lily la que se lo había dicho, con voz tan llena de convicción que Sirius, en esos tiempos de 18 años y llorando la primera muerte de un amigo cercano, había empezado a asentir en total acuerdo antes de que Lily terminara siquiera de hablar.
¿Por qué pelear con la cabeza y el corazón lleno de tristeza y derrota, Sirius, y no con la mente puesta en tiempos mejores? -con los ojos cerrados y concentrado en el recuerdo de sus palabras, Sirius podía casi sentir el fantasma de los dedos de Lily, limpiando sus mejillas de lágrimas - Si fueras a morir esta noche, ¿qué prefieres llevarte en el pecho y en la mente? ¿La luz de las estrellas sobre nuestras cabezas, mientras brindamos victoriosos porque logramos darle un mejor futuro a los que vienen...o la oscuridad que temes que nos consuma, cuando todo esto termine? Si tienes que elegir, ¿por qué elegirías la oscuridad? Pensé que eras inteligente, Sirius, Merlín.
A Sirius le había costado entenderle aquel día. Pero entendía ahora. Entrar de cabeza en una guerra con el corazón lleno de miedo y pesimismo era tan triste como estratégicamente pobre. Hacerlo, en cambio, con la esperanza de que nada sería en vano y con la mente puesta en la victoria...si le tuviera menos fe a Harry, a los planes de Albus Dumbledore y en las habilidades de sus amigos; Sirius diría que pensar así sería idiota e ingenuo. Pero Lily tenía un punto.
Por supuesto que lo tenía.
Estaba vivo. Harry lo estaba también. Tenían planes. Estaban cada vez mejor preparados. Tenía la cara enterrada en el cabello de la mujer a la que amaba más de lo que nunca hubiese pensado que podía ser capaz. Estaba rodeado de un montón de gente en la que confiaba para cuidarle la espalda, algo que también pensó que sería incapaz de ocurrir.
¿Pensé que eras inteligente? -volvió a él la pregunta de Lily.
Sirius podía ser muchas cosas. Impulsivo, obstinado, orgulloso...pero idiota no era.
-Respira, amor -le repitió, depositando un último beso en la nuca de Cassandra -Vamos a estar bien.
Me parece increíble que haya pasado más de un año desde que actualicé esto. No la parte en la que me demoro un siglo, eso es creíble, ustedes lo saben mejor que yo ajajaja Sino que, increíble cómo vuela el tiempo.
Ya sé que no estoy en condiciones de pedirles nada después de estos meses y meses de abandono, pero si hay alguien ahí todavía, me gustaría saber sus opiniones sobre este capítulo. Fue particularmente dificil de escribir, pese a que no es un capítulo tan largo como los previos...se siente pesado.
Créanlo o no, tengo el que viene listo, necesitando sólo una última revisión antes de publicar. Lo tendrán el próximo jueves.
Espero que estén todos bien, que la vida esté siendo buena. Que tengan buen inicio de año! Y nos estamos leyendo. Amor para ustedes!
