#5. Alguna vez, ¿has viajado por el tiempo?
"Los claros ojos azules del director de repente se volvieron tristes de nuevo. Hermione vagamente entendió su sentimiento de pérdida... para decir que ella, Harry, Ron, Ginny, Lavender, y Draco se echarían mucho de menos sería una grave subestimación. Su salida sería sólo seis de los funerales a los que Dumbledore y los profesores restantes tendrían que asistir, por no mencionar el resto de sus familias...
Con su voz cargada con las vidas de cientos, Dumbledore pronunció gravemente: —Es el momento."
Capítulo 5: La única que necesitan
Miércoles, 2 de junio, 1998
12:54 P.M.
Con sus palabras, lo que se sintió como una descarga eléctrica se sacudió a través de los nervios de Hermione, y todos sus pensamientos de tomar el alias de la sobrina antigua egipcia de Dumbledore rápidamente volaron de su mente. Es hora. Nosotros realmente nos estamos yendo cincuenta años de regreso en el tiempo con la ayuda de un hechizo ilegal que es casi imposible de realizar.
Los ojos de Dumbledore aterrizaron en la persona más cercana a su derecha. —¿Por qué no va usted primero, Sr. Malfoy? —sugirió él pesadamente.
Draco parpadeó nerviosamente, barriendo una onda de cabello platino de sus ojos. —Bien —con su mano derecha, metió su varita profundamente en su bolsillo y se enderezó con determinación. —Vamos a terminar con esto, entonces —Hermione vio una férrea, firme línea cortante a través de su cara, lo escuchó aclarar su voz, lo vio asentar su mandíbula tercamente y ponerse firme por lo que estaba por venir.
Draco Malfoy estaba determinado.
—Buena suerte —le murmuró Hermione como él se trasladó al centro de la Sala de Menesteres. El lugar especial estaba específicamente libre de cualquier mueble, debido a las repercusiones que el hechizo se rumoreaba que causaba. Sus paredes y pisos consistían en piedras bastante grandes, recordándole misteriosamente a Hermione algún tipo de celda de prisión. La sensación de un ataque de pánico sospechosamente parecido a la claustrofobia empezó a agarrar sus nervios, ella lo empujó de su mente y, en cambio, rápidamente alcanzó la mano del rubio, apretándola ligeramente antes de que él se trasladara fuera de su alcance.
—No necesito ninguna suerte, sabes. Naci con ella —le informó con aire de suficiencia. Ella rodó sus ojos como le envió ese infame guiño y sonrisa de Draco, haciendo un trabajo fabuloso en tragarse su miedo. —Nos vemos en el otro lado, Granger.
—Sí, supongo que no serás capaz de librarte de mí en ese mundo, tampoco —dijo Hermione alegremente con una sonrisa, dejando caer su mano a su lado. La sonrisa de broma desapareció de su rostro cuando Dumbledore se volvió a Draco, con su varita ligeramente elevada, pero todavía colgando, relajada, de su mano. Su corazón palpitante saltó a su garganta, y luchó para tragarlo. Esto es.
Dumbledore, sin embargo, no estaba preparado todavía. Él no estaba listo para dejarlos ir. Hermione podía ver la aflicción tendida sobre su rostro, y era evidente que lo estaba matando hacer esto. Por otra parte, era muy posible que la matara por hacer esto... literalmente. —No te olvides que yo enseñaba Transformaciones en ese tiempo. El aula de Transformaciones —repitió él, como se dirigía al punto. —Debes llegar al aula de Transformaciones antes de que alguien te vea.
—Director, hemos repasado la gente, los lugares y cosas de Hogwarts de 1944 por lo menos treinta veces desde que nos enteramos de todo este maldito plan desde hace cinco días —dijo Draco arrastrando las palabras, sus dedos con impaciencia tabalean en el costado de su túnica. —Hemos aprendido tanto sobre ello, que es casi enfermizo. No se preocupe.
—Sí, sabemos más sobre ellos de lo que ellos lo hacen —añadió Ron. Ginny resopló y sacudió su cabeza con desaprobación, y él se cruzó de brazos, desafiante. —¡Bueno, lo hacemos! —protestó a la defensiva.
—Mejor hágalo, director —le aconsejó Harry en voz baja a su antiguo mentor desde su lugar al lado de Ginny a lo largo de la lejana pared, con las manos fuertemente entrelazadas con las de ella. Ellos, junto con Hermione, Lavender, y Ron, estaban tan lejos de Draco y Dumbledore como la sala les permitía.
Por un fugaz instante, Hermione deseó que alguien estuviera de pie a su lado, como Harry lo estaba con Ginny, ambos un pilar para el otro, y sosteniéndola de la mano así, pero rápidamente sacudió su cabeza. ¡En las cosas arbitrarias que uno piensa en uno de los momentos más cruciales en su vida!
En primer plano, Dumbledore suspiró pesadamente, con la respiración cansada de un hombre viejo, derrotado. Incluso su puntiagudo sombrero de mago azul decorado con lunas se inclinó un poco en su pesar, pero cuando él enfocó sus ojos en Draco, sus palabras de pronto se acortaron y profesionalizaron. —Muy bien. Sr. Malfoy, ¿está preparado para cualquier efecto que este hechizo pueda causar?
El estómago de Hermione se volcó de nuevo y se preguntó si lo qué había comido para el desayuno podría haberle causado esto. La preocupación de Dumbledore era conmovedora, esto era cierto, ¡pero él no tenía que dejar una frase inquisitiva como '¿estás dispuesto a morir?' en el aire!
La pregunta del director, aparentemente, no había tranquilizado a Draco en lo más mínimo, tampoco. —Si bien su serenidad se aprecia, ahora no es el maldito momento de preguntar —murmuró él, irritado. —Mire, hágalo ya, ¿quiere?
Hermione se estremeció cuando una fuerte ráfaga de viento azotó a través de la habitación, batiendo su larga melena de rizos color castaño oscuro alrededor de su rostro. Se apresuró a barrerlos hacia atrás, fuera de sus ojos, embelesada, como Albus Dumbledore producía su famosa magia, su inicialmente suave voz ganó ímpetu y potencia, con su rostro casi transfigurado en el resplandor que el extenso difícil hechizo producía...
—¡Impartus Infinitivum!
Un rugido ensordecedor llenó toda la sala, y una bola de energía similar a una explosión nuclear en escala miniatura estalló sucesivamente de la varita de Dumbledore, disparada hacia un Draco con los ojos bastante amplios. En un abrir y cerrar de ojos, brillantes chispas lo envolvieron como diamantes de oro y plata. En el siguiente latido, la magia —y Draco— colapsaron en una sola, pequeña, mancha flotante, brillante... y desaparecieron.
El silencio que le siguió a la salida de Draco fue casi tan ensordecedor como la explosión del hechizo había sido. Hermione bajó cautelosamente sus manos de su lugar por encima de sus ojos, protegiéndolos contra la ahora desaparecida luz cegadora. De repente, se sintió mareada, y se dio cuenta que había estado conteniendo la respiración todo el tiempo. Automáticamente, jadeó, la respiración contenida salió de sus labios con un suave whoooosh.
Lavender, por su parte, apuntó con un dedo tembloroso a la pieza vacía de piedra donde Draco había estado momentos antes, expresando el pensamiento de Hermione, que era seguro, que estaba corriendo a través de la mente de todos: —¡Demonios! —se las arregló para exhalar. —¡No hay forma de que usted me tenga incluso... incluso cerca de eso! ¡No quiero! —pisoteó con el pie. —¡No voy a hacerlo!
—Entonces puedo realizar el hechizo con usted de pie donde esta —dijo Dumbledore con resignación, cantando las dos ahora aterradoras palabras del hechizo del viaje en el tiempo antes de que Lavender pudiera incluso huir. Hermione instintivamente se protegió los ojos de nuevo, dejando escapar un grito ahogado como la poderosa ráfaga de viento realmente la estampó contra la pared.
Lavender lanzó un pequeño grito de sorpresa antes de desaparecer en un radiante destello de luz, y Dumbledore con cansancio apuntó su varita en Ron. —Siguiente.
—Sí, supongo que Lav me asesinaría si la dejó allí con sólo Malfoy —murmuró Ron para sí mismo y nadie en general escuchó en sus alrededores. Con un profundo suspiro, dio un paso adelante y abrió los brazos a lo ancho, como si se ofreciera a Dumbledore en sacrificio. —Er... Golpéeme —bromeó débilmente.
Hermione sonrió débilmente al intento optimista de Ron, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente, como el propio Ron desapareció con un trueno y un pulso de energía. Ella comenzó a sentir náuseas como Harry y Ginny se desvanecieron en el olvido de la misma manera totalmente intimidante. Por supuesto, Dumbledore tuvo que guardarla para el final. Había muchas maneras de que este hechizo pudiera salir mal. Ella podría terminar en la Edad de Piedra, con Harry en la Primera Guerra Mundial y Ron pegado andando con Godric Gryffindor...
No era de extrañar que nadie fuera lo demasiado estúpido como para usar este hechizo.
¿Srta. Granger?
En algún lugar, una voz la llamó por su nombre, pero Hermione apenas se dio cuenta. Si Albus Dumbledore no había sido el hombre de por donde el extremo de su varita había venido el Infinitivum Impartus, lo más definitivamente posible es que ella habría rechazado completamente tener algo que ver con este disparatado plan. Regresar más de medio siglo solo para derrocar a alguien que probablemente era tan inteligente, ¿si no es que más inteligente de lo que ella era? ¿Se había vuelto completamente loca?
¿Srta. Granger?
Las largas pestañas oscuras de Hermione parpadearon rápidamente, y ella regresó a la realidad para ver a Dumbledore de pie, expectante ante ella. Tratando de no dejar salir lo completamente aterrorizada que estaba, reunió cada onza de coraje en su interior y dio un paseo, en el lugar en el centro de la ahora carbonizada Sala de Menesteres. —No hay marcha atrás ahora, supongo. ¿Correcto, tío Al?
Hermione juró que los ojos de Dumbledore brillaron entonces, la misma vieja y conocida chispa retornó por el más breve de los momentos. ¿Cómo lo hizo el hombre? no lo sabía, pero de alguna manera, esos traviesos ojos azules siempre le recordaban a Hermione que la estabilidad seguía existiendo en el mundo. Balance. Que, pase lo que pase, para cada mal que alguna vez exista... siempre habrá un bien también. —¿Una charla de despedida, si me permite, Srta. Granger? —preguntó él.
No puedo creer que esté haciendo esto. Respira. Respira. Respira. Exhala. Plan. Plan, ¿si quiera tengo un plan? ¿Qué vamos a llegar y simplemente acabar con el Voldemort de diecisiete años de edad, de inmediato? ¿Qué tipo de descabellado plan es ese? ¿Qué estoy haciendo?
Tal vez ella realmente necesitaba un poquito de la, a menudo, sabiduría cliché de Dumbledore. —Lo siento, director, adelante, por favor —dijo ofreciéndole al hombre un débil intento de una sonrisa. —Es solo que, quizás podría evitar que me fuera corriendo lo suficientemente lejos como para ser enviada de regreso cincuenta años en el tiempo.
Dumbledore sin esfuerzo evocó una silla y despacio se hundió en ella, muy en la forma en que una persona muy vieja habitualmente haría... excepto Albus Dumbledore que nunca había actuado antes como una persona muy vieja. Los efectos de realizar el mismo intenso hechizo en rápida sucesión fueron claramente tomando su peaje en el anciano, parecido a un abuelo.
—Srta. Granger o, debería decir, Srta. Dumbledore Nefertari —comenzó él con una voz inconcebiblemente conversacional. —Creo que usted debe saber: que durante los últimos días, le he dado más información sobre el joven Lord Voldemort que a alguien más.
¡Ah-ha! Finalmente, una sonrisa tercamente se abrió camino para hacerle frente a Hermione por su calma pobremente urdida. —¡Me preguntaba por qué todos habían terminado de leer tan rápido! —exclamó ella, alisando su túnica estilo de los cuarentas y con cuidado bajándose al suelo. Apoyó su barbilla en la parte superior de sus manos, con los codos en sus rodillas y miró al director con interés. —¿Y por qué era yo la única al tanto de eso, se puede saber?
El director la observó de cerca. —Confío en su mente, Srta. Nefertari —comenzó él con cuidado, reflexionando sobre sus palabras: —Pero, sobre todo, confío en su corazón. Lord Voldemort ha, directa o indirectamente, traído mucho dolor a cada una de sus vidas, a la suya y la de Harry en particular. Usted ha visto la destrucción que ha causado, la gente que ha asesinado, las vidas que ha y está arruinando... Ha visto todas las cosas que ha hecho como el hombre que Tom Riddle eligió ser. Usted ha leído la biografía más completa sobre los primeros diecisiete años de Tom Riddle que pude prepararle. Es posible que ya haya sacado conclusiones que se hayan basado en los fríos y sólidos hechos.
La voz de Dumbledore se enganchó y se endureció de pronto, como normalmente hacía cuando estaba a punto de hacer un punto. —Pero usted debe saber, Srta. Nefertari, que en ningún momento en los años de Tom Riddle, antes y durante Hogwarts, ninguno en absoluto, hizo que ese muchacho tuviera una infancia feliz —él bajó su intensa mirada a Hermione. —Nadie nace siendo malo, Hermione. Es la vida la que los hace así.
Sus palabras brevemente pasaron a través de los oídos de Hermione, pero ella no estaba segura de qué, exactamente, quería darle a entender con ellas. ¿Estaba diciendo que Lord Voldemort no era malo? Dudaba eso. Y de todos modos, ¿por qué se molestó en decirle esto?
En cualquier caso, ella tenía problemas más urgentes en los que concernirse. El baúl encogido en su bolsillo derecho de su túnica había empezado a dragar agudamente en su pierna, y especuló, con una cantidad pequeña de angustia, que si sus amigos lo habían conseguido, ya estarían cansados de esperarla en la Sala de Menesteres de hace cincuenta años, y se habrían marchado sin ella.
Hace cincuenta años.
Una idea arbitraria pero bastante ingeniosa, o eso creía ella, le vino a la cabeza. —Director —comenzó con entusiasmo. —Si Harry, Ron, Draco, Ginny, y Lavender técnicamente han estado en el pasado por cincuenta años, ahora, ¿las cosas en este tiempo no deberían ser diferentes ya? ¿No deberían Voldemort y todas las Fuerzas Oscuras haber sido eliminadas? ¿Convertidas en polvo?
Dumbledore empujó su cabeza hacia la pequeña ventana de la esquina. —Nada se ve diferente, ¿verdad, Srta. Nefertari?
Rápidamente, Hermione se incorporó y levantó la barbilla ligeramente para escudriñar el cristal... y su corazón se hundió, su lengua raspeó la parte superior de su boca como papel de lija. Los siniestros nubarrones negros y verdes de manera poco natural, que sólo podían haber sido generados a partir de una intensa batalla mágica de gran alcance, seguían generándose en la distancia.
—¿Quiere decir qué...? —su voz se enganchó, y le envió una desconcertada mirada de regreso al anciano. —¿Quiere decir que no funcionó? —Dulce Merlín. ¿Toda esta locura, esta preparación extrema, y no funcionó?
Eso era todo.
La esperanza había muerto.
—Tal vez —respondió Dumbledore, crípticamente. Sonrió con cansancio y lentamente se puso de pie.
¿Qué le pasa? quería gritar Hermione. Siguiendo su ejemplo, con frialdad se levantó del suelo y se sacudió la túnica oscura. Tal vez solo estoy un poco tensa justo ahora, ¿pero no debería él estar tan preocupado por esto como lo estoy yo? Oh, esta es una situación muy mala, mala, mala, mala, mala -
—Tal vez todo está perdido —continuó él, pensativo. Poco a poco, bajo sus intrigados ojos en su forma pequeña y dio un paso atrás, levantando su varita ligeramente, en preparación para un último hechizo del viaje en el tiempo. —... O tal vez simplemente ellos la necesitan, Srta. Nefertari.
Hermione realmente sintió su sangre enfriarse en lo que sea que aquellas connotaciones sentenciaran. Una corta y seca risa escapó rápidamente de sus labios. —Bueno, eso es encantador, director, ninguna presión en absoluto, entonces —comentó ella cínicamente, con su voz temblorosa contra su voluntad. Sí, ohhhh sí, ahora, sin duda, sintió el desayuno de la mañana en la garganta. Tostadas francesas y plátanos, eso había sido. Y con un toque de jarabe de arce, solo lo suficiente para darle ese sabor ligeramente azucarado-
¡HERMIONE, REGRESA A LA CUESTIÓN!
De repente se le ocurrió lo realmente aterrador que podría ser para uno ver la varita de Albus Dumbledore apuntándote directamente, a él. O a ti. Dumbledore tenía la mirada tremendamente solemne, con su varita mágica, por ahora, totalmente lista. —No tengo idea de lo que han planeado, Hermione-
Esto hace dos de nosotros.
—Ni quiero saberlo. Pero... Recuerde esto, Hermione, recuerde esto a pesar de lo que pueda estar considerando: A veces las batallas más difíciles no se ganan luchando.
Los inteligentes ojos de Hermione se redujeron en confusión, pero antes de que pudiera incluso empezar a contemplar lo que sea que se suponía que le estaba diciendo, un brillante destello de luz blanca la cegó, lloviendo a su alrededor, sus pies se levantaron del suelo, y el mundo como lo conocía se volvía completamente y absolutamente negro.
