#8. Alguna vez, ¿te has convertido en Premio Anual?

Hermione sonrió y miró a la entrada del personal docente en el otro extremo lejano del comedor a través de la cual Dumbledore había entrado, mirándolo deslizarse -No, más bien flotar- en el Comedor. Él le echó una mirada al grupo de seis, esparcido a lo ancho de las mesas de tres casas, y, sorprendentemente, se reunió con su mirada. —Srta. Nefertari, al director Dippet le gustaría hablar con usted.

Hermione aspiró en un respiro profundo la calma de estar sin preocupaciones, en la actualidad la vida sin guerras había penetrado en su ser, mezclada con una apasionante anticipación y más un poco de miedo de lo que sea que estuviera por venir. Ella le sonrió a Draco y, con una voz muy suave que sabía que Dumbledore no sería capaz de escuchar, murmuró: —Bueno, du Lac, que comience el juego.

Capítulo 8: La Antigua y Futura Premio Anual

Lunes, 29 de septiembre 1944

6:45 P.M.

Después de una buena media hora de estar siendo interrogada intensamente sobre su experiencia educativa previa por Armando Dippet, Hermione no podía dejar de recordar las palabras de apertura de Harry tras la reunión del grupo de viajeros en el tiempo con el hombre en cuestión ("¿Ya he dicho que no me agrada Dippet?").

Fornido y un poco regordete, Dippet se sentó en la silla del director con un aire de desinteresada indiferencia, a diferencia de lo que Dumbledore alguna vez había hecho, y habló con voz muy-aguda recordándole a Hermione al zumbido de una sirena. Y ese maldito reloj del abuelo todavía permanecía allí.

TICK TOCK TOCK TOCK TICK TICK TICK TOCK

Justo como Hermione estaba a punto de dejar escapar un chillido de impaciencia pura, Dippet sacó un pedazo de pergamino del mismo sobre que el futuro Dumbledore había enviado de regreso en el tiempo. El nuevo -viejo- director profesionalmente pasó a alisarlo en el escritorio, estudiando las elegantemente escritas graficas, números y letras con cuidado.

Parecía estar pasando a través de un debate mental en su mente. Hermione podía decir por la forma en que sus ojos constantemente se trasladaban hacia atrás y adelante entre el papel que acaba de sacar y otra hoja de pergamino a su costado, comparándolos, considerándolos.

Sin ser demasiado obvia, ella fijo sus ojos marrones claros en la escritura al revés y ladeó su cabeza ligeramente hacia la derecha, sus rizos chocolate oscuros se deslizaron de nuevo a través de su ojo izquierdo. Inesperadamente, una vertiginosa ola de déjà vu se apoderó de ella, tirándola de regreso, de regreso a esa primera reunión con Dumbledore en la noche de su graduación...

La reunión que había comenzado todo.

La castaña dio con su cabeza un pequeño movimiento imperceptible. ¡Vamos, Hermione, de regreso al asunto! pensó alentadoramente para sus adentros. Mirando de soslayo, entornó sus ojos y los centró en el pergamino sobre el escritorio, desde su silla.

Y parpadeó sorprendida.

Que en nombre de Merlín...

Casi de inmediato, Hermione reconoció la escritura. No era la mano de Dumbledore, que habría sido muy fácilmente reconocible para Dippet. No, eran las inconfundibles, agraciadas curvaturas de McGonagall, las que completaban la transcripción. Una transcripción con una elaborada insignia de La Academia del Sol.

—Como le he explicado anteriormente a usted y a los otros cinco cesionarios —comenzó Dippet, con su voz ligeramente distraída como de vez en cuando continuaba volanteando a través de los pergaminos. —La jerarquía de los estudiantes en Hogwarts incluye dos Prefectos por cada año después de cuarto, y, en la cima, un Premio y una Premio Anual. Los beneficiarios de estos últimos títulos son elegidos de séptimo año, de esos estudiantes con las calificaciones más altas. Nuestro Premio Anual de este año era la elección más evidente que habíamos tenido en un buen número de años. Un chico maravilloso —él frunció el entrecejo y negó con su cabeza ligeramente. —Él era la única opción, en realidad…

Bueno, que lindo decir de su parte. En realidad levanta el auto-estima de todos los otros muchachos.

—Nuestra Premio Anual originalmente seleccionada, sin embargo, declinó de su posición cuando fue comunicada de ello durante el verano. Su familia se trasladó a Francia hacia unos años, y creo que era su intención trasladarla a Beauxbatons para su último año. Mi siguiente opción habría sido una Slytherin, Miranda Wilkes —explicó Dippet. Se le veía titubear deliberadamente, y Hermione se inclinó hacia él para coger el hilo, porque estaba segura de lo que seguiría, aunque no podía ver porque estaba tan suspensivo acerca de la conversación...

—Eso era hasta que vi sus... extremadamente excepcionales precedentes.

La aguda mente de Hermione no dejó escapar la invitación implícita en sus vagas palabras. ¡Oh, Dios mío! Me esta pidiendo que... ¡Me está preguntando! ¡Oh, Dios mío!

Por fuera, su aspecto no cambio en lo más mínimo como se sentó, con la parte superior de su cuerpo aun posicionada a medias sobre el escritorio, su mentón situado en la palma de su mano, y con sus ojos atentos, nunca abandonando el rostro expectante de Dippet. Frunciendo el entrecejo, ella teatralmente reflexionó sobre la proposición. —Bueno, ese es un compromiso bastante grande...

Por dentro, estaba a punto de estallar de emoción. Cuales eran las probabilidades de llegar a ser Premio Anual... dos años seguidos... ¿Quién alguna vez consiguió repetir la oportunidad única en la vida de ser Premio Anual?

Dumbledore, eres un dios.

—Pero lo tomaré —terminó, con decisión, tratando de ocultar la sospechosamente similar sonrisa de Draco que estaba peligrosamente amenazando con estallar en su cara.

Oh, los juegos habían definitivamente comenzado.

7: 18 P.M.

—¿Harriman, Alice?

...¡RAVENCLAW! ...

Olas de aplausos dispersos.

—¿Jules, Godfrey?

—¿Godfrey? —se rió Ron con deleite desde un lado tenuemente iluminado de la alcoba detrás de la mesa principal del Gran Comedor. Estaba con impaciencia cernido cerca del delgado bloque de madera que separaba a Hermione, Harry, Ginny, Draco, Lavander, y a él mismo de la entera población de Hogwarts, mirando por un hueco en la puerta. —Podría morir de mortificación antes de dar la vuelta con ese dios –horrible nombre... Lav, ¿qué estás haciendo?

—Estoy trabajando —respondió Lavander malhumorada. Ya había pronunciado un hechizo oscurecedor poco-fiable en el cabello de Hermione. Ahora estudiaba a la nueva Premio Anual críticamente antes de apuntar su varita directamente hacia el rostro de Hermione y murmurar. —Cabria solus —involuntariamente gimoteando, Hermione miró, sintiendo mareo, como la parte superior de sus manos originalmente color crema se tornaron visiblemente varios tonos más oscuras y sólo pudo asumir que el resto de su cuerpo había seguido su ejemplo.

Ron se rió de nuevo como el estruendoso bramido de "¡HUFFLEPUFF!" del Sombrero Seleccionador claramente llegó incluso a la habitación lateral. —Ooooo, y está en Hufflepuff además, pobre hombre...

Lavander dio un paso atrás, juntando sus manos delante de ella como gravemente examinó su obra maestra. Hermione, por el contrario, esperó aprensivamente, conteniendo la respiración. Dulce Merlín, ¿en qué estaba pensando permitiéndole a Lavander hacer magia en mí? gritó su mente en consternación absoluta, esperando a que Harry o Ron o Ginny o Draco tomaran una mirada en ella y corrieran en la dirección opuesta.

Su amiga finalmente sonrió en aprobación, de todos modos, y asintió alegremente, gestos que Hermione no encontraba exactamente tranquilizadores. —¡Muy bien, Hermy, estás lista! —proclamó con un pequeño aplauso de manos, mirando más allá de complacida consigo sí misma.

Tan pronto como las palabras cruzaron los labios de Lavander, Draco intencionadamente captó la mirada de la castaña ahora-bronceada, abrió los ojos teatralmente y se cubrió la cara con una mano. Con su otra mano, la extendió y agarró el brazo de Harry, tirando del muchacho de cabello oscuro lejos de Ginny y hacia su lado. —¡Evans, sálvame de la cosa! —gimoteó.

Hermione le dirigió una mirada fulminante. —Oh, ¿por qué no vas a esconderte en un rincón, hurón? —le espetó furiosamente, con vehemencia levantando un rizo ahora chocolate oscuro de su hombro y sosteniéndolo en frente de su cara para examinarlo.

—Hermione, ignora al imbécil. Te ves muy, muy bien —dijo Ginny sinceramente, aproximándose del lado de Harry y examinando a Hermione por su cuenta. —Hablo en serio, lo sabes. Definitivamente podrías pasar por egipcia, y te ves hermosa —insistió con gusto cuando Hermione dejó caer el rizo de nuevo a su hombro y la miró con una expresión muy dudosa.

—Gin esta en lo correcto, Mione —dijo Harry con un gesto crítico. —Te ves genial. No es que antes no lo hicieras, pero... probablemente lo suficiente bien para atrapar incluso la mirada de Voldemort, si tuviera un corazón —bromeó secamente. Movió su brazo fuera del agarre de Draco y lo miró con severidad. —Du Lac, dile a Hermione que se ve muy bien.

Lentamente, Draco bajó la mano de su rostro y la miró con recelo. —Te ves... mejor —cedió de mala gana.

—¡Demonios, veo a una joven McGonagall! —susurró Ron abruptamente en una voz sonando tanto perturbada y regocijada. Saltó de nuevo en la alcoba y los zarandeó hacia la puerta ligeramente-abierta. —¡Vamos, todos ustedes... Vamos miren esto!

Disparando una última mirada juguetona en dirección a Draco, Hermione con curiosidad subió a la puerta, tomando el lugar del imponente pelirrojo y mirando a través de la estrecha rendija entre el borde de la puerta y la pared. La primera cosa que vio fue luz, mucha de ella, seguida por enormes manchas negras de las masas de estudiantes en las túnicas de la escuela. Casi tan rápidamente, el tentador aroma sumamente-apetitoso del banquete de bienvenida flotó por el aire, y su estómago rugió con fuerza ante la idea de chuparse los dedos con la cena después de la comprensible falta de comida.

A medida que sus ojos se adaptaron, ella pudo distinguir a estudiantes específicos de manera individual. Sus ojos escanearon la mesa de Gryffindor, rápidamente aterrizando en una esbelta, castaña con el cabello atado en una cola de caballo, que parecía estar en su cuarto o quinto año. El rostro de la muchacha era sorprendentemente similar al de la McGonagall que conocía, excepto que esta McGonagall, cuya pluma adherida en la parte posterior de su cola de caballo, con su cabello sosteniendo el instrumento de escritura firmemente en su lugar, estaba cuchicheando algo al oído de la muchacha a su lado y estaba sonriendo.

¡Asombroso!

Aún así, ver un rostro familiar, aunque fuera uno más joven, alivió un poco la aprensiva tensión que había comenzado a construirse dentro de Hermione. Una mano ligeramente desplazó una parte de su cascada de domados cabellos hacia atrás de su cara, sin embargo, esto la hizo detener su análisis de su futura Jefa de Casa. Metió su nariz de nuevo en la oscura alcoba, miró por encima de su hombro y se encontró con el rostro desgastado pero amistoso de Harry.

—¿Te importaría jugar 'Yo espió a Lord Voldemort'? —preguntó él secamente, inclinando su cabeza hacia abajo cerca al costado de la suya para que pudiera ver a través de la rendija también. Esa era la otra cosa que Hermione amaba de Ginny. Ginny era la única novia de Harry que había alguna vez tenido que comprender que el amor entre Hermione y Harry, tan irrompible y poderoso como era, era puramente platónico. Siempre lo había sido, y siempre lo sería. Habían pasado por demasiadas cosas juntos para ser algo más.

Su cálido aliento sopló suavemente contra su cuello y ella cerró brevemente sus ojos ante la reconfortante sensación. Reabriéndolos, miró momentáneamente a sus ojos esmeraldas observar detenidamente la habitación antes de que ella respondiera con un resignado suspiro y una señal de derrota en sus manos. —¿Por qué no?

Volviendo su atención de nuevo al Gran Comedor, Hermione inmediatamente observó la mesa de Slytherin. Sus ojos la recorrieron en marcha sistemática como buscó por la versión en vivo de la fotografía del anuario con la cual se había súper familiarizado durante la semana pasada...

—Mione —dijo Harry de pronto en voz baja. —Quiero que me escuches. Esto va a ser en su mayoría tú, sabes. Tu vas a ser la cercana a él, más que nadie, probablemente —suspiró y distraídamente corrió una mano por su cabello. —Merlín, Mione, no me agrada esto. Quiero decir, sería otra cosa si te estuvieras quedando con uno de nosotros, pero vas a compartir toda una entera sala común con sólo él! ¿Te das cuenta de lo que podría hacerte ahí dentro?

Una pequeña vena de pánico se embaucó en la mente de Hermione y ella rápidamente la envió lejos, lo mejor que pudo. No es que no hubiera pensado en alguna de esas cosas - ¡Oh, no, estas habían cruzado muy definitivamente por su mente – pero de la manera en que las vio, en ese momento en el tiempo, ellos no tenían exactamente muchas más mejores opciones. No, ella haría lo que tuviera que hacer, como había decidido en 1998, y simplemente tendría que lidiar con los resultados.

Abandonando su búsqueda de Lord Voldemort, se enfrentó a Harry en su totalidad. Levantándose, ella cariñosamente descansó una mano en su mejilla, sus ojos brillaron con gusto. —Harry, Harry, Harry —susurró con ligera guasa. —¡No te preocupes por mí, soy una niña grande! —como la atracción de su amistad magnéticamente les llevó más cerca, Hermione le sonrió alentadoramente al noble Niño-Que-Vivió. —Puedo manejar esto. Tú, de todas las personas, deberías saberlo. Puedo manejarlo —repitió en un fiero susurro ante la expresión desgarrada en su rostro.

Harry sonrió a medias, sin embargo suspiró, largos mechones de su cabello negro azabache caían desordenadamente en su consternado rostro y sobresalían de su cabeza en diversos lugares. —Sé que puedes manejar casi todo, sé que puedes —murmuró para que los demás no pudieran escuchar. —Pero conozco a Voldemort también y tú jamás lo has enfrentado cara a cara... cuando eres sólo tú y sólo él, y nada más en medio que sus varitas...

Sus ojos se oscurecieron tras sus gafas. Hermione no dudo en que estaba recordando sus numerosas intersecciones con el Señor Oscuro, más intersecciones que cualquier hombre tuviera que enfrentar en su vida, finalmente él inclinó su cabeza hacia abajo a la petite castaña, decididamente volviéndose a centrar en su rostro.

—Mione, necesitas escucharlo y mejor que lo escuches de mí ahora que de mí en el ala hospital —murmuró. —Voldemort es peligroso, es manipulador, es todo con lo que no quieres estar cerca día tras día y Mione, no importa que tan simpático Dumbledore lo puso en sus primeros años, él voluntariamente ya ha matado a dos personas. Y sabes que me preocupo —añadió en un tono más ligero al tiempo que la sin lugar a dudas estridente voz de Dippet sonó, llegando incluso hasta las sombrías grietas de las húmedas paredes de piedra de la pequeña alcoba de los seis.

—¡Y pasamos a nuestros estudiantes de transferencia de séptimo año!

—Sí, Harry, lo haces—dijo Hermione en voz baja. Lo haces siempre. —Pero... Te lo agradezco. Siempre es agradable saber que a alguien le importa —ella le sonrió débilmente, sin embargo su compostura vaciló como la fuerte voz de la recientemente introducida profesora McDewitt bramó. —¿Dumbledore Nefertari, Hermione?

, Mione —Ginny avecinó como Harry picoteó a Hermione suavemente en la parte superior de su cabeza y la giró hacia la puerta entreabierta. —Esa eres tú —dijo él con un impulso alentador.

—Suerte, Nefertari —expresó Draco arrastrando las palabras, enviándole a Hermione un guiño y una sonrisa, antes de que ella que pudiera abrirse paso hacia el más allá. Su típico exceso de confianza, especialmente después de su pequeño lindo comentario acerca de su apariencia, fue todo lo que le tomó al competitivo optimismo de Hermione para a retornar.

¿Suerte? —hizo eco Hermione, lanzando sus brillantes rizos sobre sus hombros y enderezando su espalda. Le sonrió a Draco burlonamente, dando un paso hacia atrás en el Gran Comedor. —Yo no necesito suerte, hurón ¿recuerdas? —le regresó un exagerado guiño coqueto al sonriente rubio y susurró con complicidad. —Nací con ella.

La boca de Draco cayó abierta ante la no característica malicia de Hermione. —¡Hey!

Y Hermione se marchó, paseándose hacia el Sombrero Seleccionador - todavía antiguo y roto, y se colocó en un taburete al frente del Gran Comedor - en medio de los cuchicheos de los estudiantes tras su aparición de la alcoba, y una molesta voz masculina bramó desde algún lugar fuera del comedor. —¡Eh! ¡Se robó mi línea!