Como siempre lo he dicho quizás me lleve mucho tiempo pero nunca abandonaré mis traducciones, desafortunadamente la vida de adulto no te da mucho tiempo libre. Gracias por leer y seguir mostrando interés.
Capítulo 12: La delgada línea roja
Sábado, 5 de Octubre, 1944
9:47 A.M.
—Ey, Nef, ¿la mermelada de fresas dulces anda cerca de ti?
—Erm… Creo que está justo por ahí, D, ¿la ves?
—Oh sí, la veo —Draco encontró la mermelada a mitad de la mesa desayunador de Gryffindor, frente a la adolescente Profesora McGonagall. Sin dudarlo, el ligador de primera se inclinó lo más que le fue posible sobre su antigua profesora. Con las yemas de sus dedos apenas rozando el tarro de cristal, lo agarró y se reclinó de vuelta a su asiento, guillándole a McGonagall y diciendo lentamente. —Buenos días, solecito.
Cuando McGonagall en verdad se sonrojó sutilmente y le sonrió en respuesta a Draco, Ron resopló y escondió su rostro detrás de una edición del Diario El Profeta, Ginny pretendió meterse el dedo por la garganta y vomitar, Hermione rodó los ojos y arrugó su nariz concordando, y Draco destapó la mermelada de fresas dulces con orgullo.
Después de varias disputas, mucha confusión y algunas cenas solitarias, los separados seis habían acordado una regla de oro sobre la distribución de lugares para las comidas: Desayuno en Gryffindor, almuerzo en Ravenclaw y cena en Slytherin. Lavender había ofrecido caballerosamente sacrificar el comer en su mesa, argumentando. —Son Hufflepuffs chicos, sólo hablamos de paz, amor y felicidad. Después de un tiempo se vuelve un poco aburrido.
—Espero que al querido viejo abuelo y al abue- Lestrange no les moleste compartirme a todas sus mujeres, pero ¿Qué puedo decir? Viene de sangre —comentó Draco con una sonrisa espontánea, levantando su cáliz lleno de jugo de naranja en un brindis inicuo dirigido a la mesa de Slytherin. —¡Gracias, abuelo!
—Sssssh —se rió Hermione, estirándose por encima de su plato y bajándole las manos. Enderezando la bufanda oscura de chifón que se había colgado de forma holgada alrededor del cuello, ella agitó su plato aún vacío a su cabeza todavía húmeda por la ducha, abanicándolo y silenciosamente instándolo a secar más rápido. A su pesar, sintió su atención dirigirse involuntariamente hacia cierto adolescente mayorcito de apariencia arrogante y cabello platino en la mesa de Slytherin.
Harry inclinó su cabeza cerca a la de ella, con sus brillantes ojos verdes siguiendo su línea de visión y aterrizando en... —Calugala Malfoy. ¿Puedes creerlo? Ese tipo ya me ha propuesto dos veces unirme a ciertas actividades clandestinas del lado oscuro. Sigue queriendo saber por qué nos transfirieron, por qué nos transfirieron —a esta última frase, Harry le añadió un tonito chillón que Hermione podía asociar fácilmente con cualquier Malfoy, bueno o malo.
—La primera vez —continuó Harry, en voz baja. —Le dije que habíamos venido a estudiar los extraños ciclos de una exótica y rara seta exclusivamente nativa del Bosque Prohibido. Al parecer, eso no funcionó con sus superiores, así que el viernes me volvió a preguntar. Le dije que realmente estábamos aquí en una misión de vigilancia del gobierno sumamente clasificada, que nos exigía buscar una peculiar raza de animales sangre-pura que a menudo se creía tenían pelo blanco y se distinguían por sus característicos rasgos reptilianos...
Hermione farfulló y se tapó la boca, riéndose. Sus hombros comenzaron a sacudirse frenéticamente y ocultó la cabeza bajo la mesa para disimular sus carcajadas. A su derecha, Draco, sin la menor idea, empezó a masajearle la espalda con su mano izquierda, masticando ruidosamente su pan de fresas dulces y ojeando el Gran Comedor, al estilo de un depredador.
Hermione podía casi detectar desaprobación en la voz de Harry mientras él cavilaba: —Realmente no he descubierto si él ya cayó en cuenta de lo que dije o aún no...
—Hablando de caer en cuenta —interrumpió Draco, captando el último comentario de Harry y, afortunadamente, no su primero. —¿Cómo va el "Veo, Veo con Ojos de Serpiente", Nef?
Rindiéndose a sus intentos por secar su cabello, Hermione se encogió de hombros, tomando una manzana roja del frutero y dándole una mordida. —Ahora lo veo por las mañanas, en la sala común —dijo ella, masticando e ingiriendo. —Pero nunca durante el desayuno.
—Sabes, realmente es algo extraño —murmuró Draco, para que los otros Gryffindors a su alrededor no lo escucharan. Él observó la parte posterior de la cabeza idénticamente rubia de su abuelo mientras Calugala se sentaba en la banca de Slytherin contraria a la mesa de Ravenclaw. —Que pensarías que el Señor Oscuro, el abuelo y Lestrange serían mejores amigos, dadas sus creencias en la supremacía de los sangre-pura, pero a Lestrange y al abuelo parece no agradarles Riddle, y viceversa. De hecho, puedo sentir el odio irradiando de todos ellos durante las convivencias de Slytherin.
—Sí, también lo noté —dijo Harry, en voz baja.
Algo de la declaración de Draco sobre las creencias de supremacía de los sangre-pura agitó la memoria de Hermione. —Sabes —reflexionó ella profundamente, dejando la manzana a medio comer sobre su plato. —Riddle dijo algo sobre los sangre pura hace unos días —hizo una pausa, repasando el encuentro casi enfrentamiento con Sir Cadogan de Riddle y ella, y arrugó la nariz. —Fue casi... denigrante.
—Bueno, él es mestizo —recalcó Harry con toda naturalidad, sin embargo, una expresión sombría recorrió su rostro. —Aún así, Mione, debiste haberlo visto cuando salió del diario en segundo año. Él odiaba tantísimo a los Muggles y a los nacidos de Muggles que pensarías que había nacido con ello en su ser.
Hermione se encogió de hombros, mirando al enorme reloj detrás de la mesa de los profesores. —9:55 —clamó, arrojando su servilleta. —¡Merlín, quedé que me reuniría con Riddle en la biblioteca a las diez para terminar el organigrama de patrullaje de Prefectos!
—¡Bueno, claro que no puedes dejar que te gane en eso! Nuestra Premio Anual estrella llegando tarde, ¿Qué tal luciría? —exclamó Draco. Colocando sus manos bajo los brazos de Hermione, la levantó por completo de su asiento y la bajó sobre el suelo. Antes de que ella pudiera reaccionar, él ya se había agachado bajo la mesa y sacado su mochila. Arrojándosela a las manos, él la giró sobre sus talones y con suavidad la empujó hacia las puertas. —¡Ve, Nef, ve!
—¡Draco! —exclamó Hermione, finalmente ingeniándoselas para decir algo. Ella dio unos pasos hacia la salida. —¡Relájate!
—Estoy relajado, Nef, sucede naturalmente, y los puestos de Quidditch serán publicados afuera del Gran Comedor a las once. ¡Tienes que estar ahí para ello! —gritó Draco, a las espaldas de Hermione de salida. —¡Quiero que veas la expresión en el rostro de Evans cuando consiga el puesto de Buscador en lugar de él!
—Mione, será mejor que vengas sólo para escucharlo comenzar a llorar cuando descubra que está completamente equivocado —gritó Harry, tras ella como finalmente huía del Gran Comedor. Hermione suspiró exasperadamente y negó con la cabeza, atravesando el soleado pasillo de piedra en dirección a la biblioteca.
Honestamente, ¿Cuál era el asunto de los hombres y el Quidditch?
Recapitulando sobre el transcurso de la semana, Hermione, aún así, tuvo que sonreír. Mientras que ciertos cuantos estudiantes de Hogwarts habían sido poco menos que corteses, como sucedería en cualquier escuela en cualquier época, el cuerpo estudiantil en su totalidad parecía digno de pasar el rato con, o de salvarlo del próximo Señor Oscuro. Hermione ya había hecho amistad con algunos de sus nuevos compañeros de clase, incluyendo a una tal Columbia Salvi.
Esto le había encantado a Draco infinitamente, por supuesto, pero él había estado lo suficientemente ocupado como para actuar en cualquier oportunidad de coquetear que pudiera haber tenido. Las pruebas para Quidditch habían tenido lugar a lo largo de la semana, y Hermione no tenía duda alguna de que él obtendría uno de los cuatro puestos libres en el equipo de Slytherin. Qué puesto en particular obtendría, estaba echado a la suerte, ya que Harry y él habían convertido el ser el Buscador de Slytherin en una guerra personal entre ellos. Aunque Harry había demostrado en repetidas ocasiones ser el más talentoso de los dos, Draco tenía una motivación adicional: Columbia Salvi era la Guardián del equipo.
Hermione, de hecho, era la única viajera del tiempo que había mantenido distancia del frenesí por el Quidditch. Ginny, Ron, y - para sorpresa de todos - Lavender también lo habían intentado en sus respectivos equipos de Quidditch. (Lavender: —¡Ey! Si él queda... (Señala con su dedo a Ron)... En Gryffindor, ¡Entonces me uniré a Hufflepuff sólo para demostrarle que puedo patearle el trasero!)
Con una leve sonrisa todavía en su rostro, Hermione entró en la biblioteca de Hogwarts. Deteniéndose, ella inhaló profundamente y cerró sus ojos, con el arcaico, enmohecido y coriáceo aroma de libros y estantes antiguos llenando sus sentidos.
Como una ola fugaz, la misma desilusión de estar en casa, en su época, en su lugar favorito de todo el colegio, le llegó. Por un buen momento, Hermione disfrutó plenamente en el vestíbulo, con los ojos cerrados en una felicidad pura, aspirando la reconfortante aura de familiaridad envolviéndola... hasta que el verdadero motivo de su visita le volvió a la mente.
Los ojos de Hermione se abrieron de par, mientras escaneaba rápidamente las mesas cercanas en busca de Tom Riddle.
Vacías.
La biblioteca parecía estar completamente desierta.
Hermione frunció el ceño y emprendió camino por el pasillo principal de estantes alineados. Parpadeando ante los brillantes rayos de luz matutina que manaban a través del techo de vitral en lo alto. Hermione miró por cada hilera de libros y por las esquinas, hasta en cada pequeño rincón que pasaba, cada uno con su mesa de trabajo.
Y cada uno igualmente vacío.
Irritada, Hermione aceleró el paso, revisando de nuevo cada rincón del pasillo principal para asegurarse de que no lo hubiera omitido. Cuando su búsqueda no dio resultados, de cualquier modo, la castaña regresó al punto de partida en el vestíbulo frontal.
Ella observó con cautela los sectores tenuemente iluminados de la biblioteca a su derecha e izquierda, las tenebrosas sombras proyectadas por los grandes estantes contrastaban bruscamente con el alegre y multicolor pasillo principal. Como observaba, una débil luz por el ala derecha parpadeó y pereció.
Por supuesto que Riddle no se habría sentado en una mesa fácil de encontrar, accesible, justo dentro del rango de a un grito de distancia.
Hermione estaba segura de que había recorrido unos buenos dos tercios de la biblioteca que alguna vez había llamado su amiga antes de que se diera vuelta, cansada e irritada, hacia un nicho débilmente iluminado. Era el último espacio de trabajo antes de la infame Sección Restringida, muy atrás en la parte trasera de la biblioteca. También estaba entre una de las dos únicas secciones de la biblioteca sobre Artes Oscuras, Defensa Contra o como fuera.
Descifró.
Hermione soltó su mochila sonoramente contra el suelo junto a la pequeña mesa cuadrada y se dejó caer de golpe en una silla de frente a la pared y al lado contrario de Riddle, entrecerrando sus ojos en las lóbregas sombras sólo para asegurarse de que se tratara de él y no de algún otro estremecedor individuo obsesionado con las Artes Oscuras.
No fue ese el caso.
El sonido de libros golpeando la madera provocó que el Slytherin de cabello oscuro hiciera una pausa en su lectura y levantara la mirada tranquilamente. —Espero que llegar groseramente tarde no se vaya a convertir en un recurrente hábito tuyo, Nefertari —comentó él, con un ligero toque despectivo en sus palabras.
Al parecer, él no tenía problema alguno para ver en la oscuridad.
—Bueno, tal vez si hubieras dejado un mapa y direcciones en la puerta, te habría encontrado antes —replicó Hermione, con brusquedad, agarrando su mochila. Sin embargo, un pensamiento le llegó de la nada y su mano se congeló a mitad del camino dentro de esta. —¿Siempre vienes aquí? —preguntó ella, con interés.
Él la estudió, con expresión ilegible, y asintió sin una sola palabra, después de varios segundos.
Hermione frunció el ceño, acomodando distraídamente algunos de sus largos rizos detrás de su oreja con su desocupada mano izquierda. —Entonces, ¿Cuándo comes?
Riddle se encogió de hombros, con naturalidad. —Encuentro el momento —dijo indiferente, cerrando desapaciblemente el desgastado y raído libro sin tapa que había estado leyendo, cerrándolo con un SNAP! y rápidamente arrojándolo al interior de su mochila.
Bien, eso explica por qué nunca estás en el Gran Comedor. Con ese pequeño misterio en particular resuelto pero todavía preguntándose exactamente cuándo - o dónde - comía, Hermione colocó su mochila rosa sobre el asiento junto a ella e irritadamente escarbó en esta. Finalmente, sacó el organigrama de patrullaje de Prefectos a medio completar.
Inquietantemente, una sensación de ser observada descendió sobre ella, y, mientras ponía el organigrama sobre la mesa, le echó un vistazo a Riddle. Casi podía sentir el regocijo detrás de la apática mirada fija de sus ojos grises mientras la observaba acomodar. —¿Qué? —le espetó ella, con su mirada de molestia desafiándolo a responder.
Riddle alzó una ceja negra deliberadamente y se estiró sobre la mesa, tomando el organigrama de patrullaje de Prefectos y echándole una ojeada. —Hoy andas realmente de malas, Nefertari. Nada de "Buenos días, ¿Cómo estás?"
Hermione rodó los ojos, fastidiada de cualquiera fuera el juego que intentaba jugar, y le arrebató de vuelta con su mano derecha el pergamino que él había agarrado segundos antes, entregándole con su izquierda el que había estado debajo del otro. —Ese es el tuyo, muchas gracias, y ni me disciplines en las virtudes de los buenos modales señor Yo-No-Hago-Formalidades.
La ceja derecha de Riddle se alzó levemente como continuó ojeando la extensión de su organigrama. —Bien, estate tranquila Nefertari, porque no tengo ninguna intención de hacerlo —replicó él, burlonamente, sin perder el toque. —A este ritmo, alguien tan mal educado como yo jamás si quiera esperaría alcanzar tus obviamente superiores niveles de etiqueta.
La boca de Hermione se abrió de golpe, se cerró y se abrió de nuevo. —Sabes, para alguien tan inteligente e ingenioso como tú sin duda lo eres, Riddle, no tengo interés en que se burle de mí —replicó ella, con cólera, mirándolo fijamente. Escarbó de nuevo en su mochila y finalmente sacó un pequeño reloj de plata, lo colocó sobre la mesa y suspiró. —Bien, ahora que quedó claro, no perdamos más el tiempo en discusiones inútiles. Me tengo que ir en exactamente cuarenta y cinco minutos.
Ella lucía tensa como Riddle escudriñaba descaradamente su atuendo no escolar: Una falda plisada oscura, que le llegaba a la altura de la rodilla y una blusa grácil púrpura estilo de los años cincuentas, que le había pertenecido a la profesora McGonagall. Les había llevado a los seis viajeros casi todo su tiempo de preparación en el mundo moderno para hacerse de la suficiente ropa vintage de sus maestros más viejos, que fuera suficiente para cuando necesitaran usar ropa no escolar, hasta que tuvieran la oportunidad de comprarse la suya.
—Oh, cierto, se me olvidaba —dijo él, con una suave voz envenenada con oscuros matices de acidez, negando con su cabeza levemente como colocaba uno al lado del otro, un calendario y una lista de nombres de Prefectos. Él estiró su cuello y se inclinó hacia adelante, reflexionándose sobre la lista. —Tienes una entrevista con Vogue Brujas a las once, ¿Cierto? Quiero decir, tú, siendo la rica y famosa heredera que eres, no puedes dejar que tu influencia en los círculos sociales más altos baje sólo porque te mudaste a Inglaterra, ¿Verdad?
Un descontrolado gruñido escapó inadvertidamente de los labios de Hermione y ella estampó la punta de su pluma contra su pergamino, oprimiéndola en un pequeño círculo. Su mirada rápidamente notó el hecho de que, a pesar de ser fin de semana, y un verano cálido, como un verano hindú, Riddle llevaba puesto su impecable uniforme y su túnica escolar.
—Yo sólo visto lo que me es cómodo, mi querido Riddle, lo cual ciertamente no puedo decir de ti —exclamó ella, con una voz enardecidamente controlada. —Y, por si quieres saberlo, dos de mis mejores amigos descubrirán sus posiciones en el equipo de Quidditch - el equipo de Quidditch de tu casa, para ser exacta - a las once, y Draco me pidió que estuviera allí para darles apoyo moral.
Riddle negó con su cabeza de nuevo, esta vez casi condescendientemente, y con suavidad escribió un nombre en su organigrama. Con una voz indiferente, casi entretenida, dijo. —Tan segura de que tu Du Lac entrará al equipo, ¿No es así, Nefertari? —él levantó la mirada y le sonrió a ella. —¿Te rompería el corazón si no lo hiciera?
Con horror, Hermione sintió su mano derecha levantarse violentamente de por debajo de la mesa como si tuviera vida propia, y a su mano izquierda aplacarla de vuelta a su regazo antes de que no se aguantara y le diera a Riddle el mismo golpe que le había concedido a Draco tantos años atrás.
¿Por qué Riddle tenía que estar tan fastidioso hoy, de todos los días?
La misión de Hermione siempre había sido evitar que Tom Riddle se convirtiera en Lord Voldemort a cualquier costo, a cualquier sacrificio, haciendo lo que fuera necesario. En ese momento, aunque sólo fuera la primera semana de su año escolar en 1944, Hermione empezaba seriamente a considerar las palabras de Ron del Primer Día: —Siempre habrá una forma rápida de hacerlo. ¿Verdad, Hermione? —Si matar a Tom Riddle resultara ser el único camino... Bueno, entonces, a pesar de esa pequeña y lógica voz susurrándole al oído que eso estaría seriamente mal, Hermione también tendría que considerar esa opción.
Lord Voldemort, pensó ella sardónicamente, estás pisando la delgada línea roja entre la guerra y la paz, y ni siquiera lo sabes.
—Entonces, al menos puedo decir que lo intentó —Hermione finalmente respondió, con tono árticamente frío. Ella se acercó la lista de Prefectos del centro de la mesa y, en su calendario abierto, con firmeza escribió Pepperdine, Piper, en el espacio de 8:30 a 10:00 P.M. de los jueves junto a Jenson, Wilhelma. —Lo cual es algo increíble, más de lo que por el momento puedo decir de ti.
Riddle no respondió.
Hermione, en verdad, había comenzado a disfrutar del silencio de su pequeña reunión, a excepción de los ocasionales raspones de las plumas y el arrastre de los pergaminos, ya fuera que ella o Riddle jalaran la lista de Prefectos hacia su lado de la mesa. Durante una buena media hora, ella toleró las lúgubres condiciones y la increíblemente débil iluminación lo mejor que pudo.
Finalmente, como los insoportables minutos transcurrían lentamente y las luces sólo parecían oscurecer aún más, únicamente para fastidiarla, Hermione alcanzó su límite. Estaba considerando seriamente en usar su varita como linterna cuando un recuerdo del lunes pasado pasó por su mente.
Ella reposó su pluma, reuniendo valor y dando un respiro rápido, antes de dirigirle una férrea mirada a Riddle. Este último estaba todavía enteramente absorto en su trabajo. De hecho, lucía sorprendentemente normal, tamborileaba distraídamente una mano sobre la mesa mientras escribía los nombres de varios Prefectos en varios lugares. Hermione se preguntó si a él se le había olvidado que ella seguía allí.
Después de un momento, sacudió su cabeza y preguntó con determinación: —¿Qué eventos?
Los ojos de Riddle permanecieron fijos en el organigrama de patrullaje. Su inesperada pregunta no pareció perturbarlo ni tantito, por ende, ni siquiera dejó de escribir, aunque su mano que tamborileaba paró de golpe, y seguida y lentamente descansó sobre la mesa. —¿Qué? —preguntó él eventualmente, sonando distraído.
Hermione bajó la voz y le añadió un tonito muy similar al tono que Harry había utilizado más temprano durante la descripción de Calugala Malfoy. —Oh, y traten de mantenerse alerta de las cosas; No quiero que los acontecimientos de hace año y medio vuelvan a suceder —dijo ella, en una imitación bastante buena del Director, con un tono chillón al citar textualmente las palabras de Dippet. Ella cruzó los brazos de forma expectante.
Riddle metió su pluma de vuelta en su tarro, empujó su silla retirándola de la mesa con sus dos piernas, y se estiró ligeramente, despreocupado a todas luces. Era un actor increíble, reconoció Hermione. Excesivamente talentoso. —Sales con las cosas más aleatorias, Nefertari, te das cuenta de eso —comentó él, a la ligera.
Hermione entrecerró los ojos peligrosamente, enviándole a Riddle una clara señal de que no planeaba dejar pasar el tema en ningún momento próximo. —No tan aleatorias.
No tenía forma de descifrar la expresión de Tom Riddle mientras que él la miraba sin emoción alguna. Sin embargo, ella estuvo igual de sorprendida cuando él se acercó de nuevo en su silla y se estiró a través de la mesa por la lista de Prefectos. —Me parece que, en vez de trabajar para terminar esta tarea, y pasar la menor cantidad posible de tiempo juntos, podría añadir, que eres tú el que se está saliendo significativamente del tema...
Oh, no vas a zafarte de esta, Tom Lord Voldemort Riddle. —Discúlpame si me equivoco, pero a mi gusto, cualquier cosa que tenga que ver con la integridad de este colegio me parece un tema lo suficiente importante —replicó Hermione, acaloradamente agarrándole la muñeca antes de que él pudiera recoger el pergamino...
...y soltándola con la misma rapidez, retirando su mano como si acabara de quemarse, con sus ojos medio-avellanas abriéndose de par en par, sorprendidos y conmocionados.
En esta ocasión, Hermione estaba segura de ver pasar temor momentáneamente por los rasgos de Tom Riddle. Él retiró su mano tan rápidamente como ella lo hizo, con su respiración audiblemente pero no perceptiblemente acelerada, si Hermione no hubiera sabido escucharla. Ella sabía que él tenía que estar recordando frenéticamente la última vez que había entrado en contacto con él, y por una buena razón.
Internamente, Hermione estaba parada de cabeza debido a la oportunidad de oro.
Eso es. ¡Retuércete, pequeño gusano!
Ella decidió darle con todo lo que tenía a Riddle. Después de todo, Riddle, era quien ahora la miraba fija y expectantemente, y Hermione no era de las que decepcionaran.
Haciendo que sus ojos se nublaran ligeramente, Hermione miró a la antorcha extinguida de por encima de la cabeza de Riddle, como si estuviera mirando a una imagen distante. Comenzó suavemente, despacio, con cuidado. —Había una... Una cámara... Una cámara del... Del... ¿Del silencio...? —su mirada se dirigió hacia Riddle, cuestionando.
Una de las cejas de Riddle se alzó ligeramente como si estuviera evaluando, evidentemente, dándose cuenta de que Hermione podía haber descubierto fácilmente la premisa de los acontecimientos de finales de su quinto año y estar montando una farsa. —De los secretos —dijo él, finalmente en voz baja y uniforme.
Hermione frunció el ceño, pensativamente, y asintió con la cabeza.
—Sí, así es... La Cámara de los Secretos. Y había algo... Algo en la Cámara de los Secretos —continuó ella, sin prisa y deliberadamente, como si probara cada palabra por impacto. —Fue... fue incitado por el odio - Matar, matar a los sangre-sucia —dijo, con tono áspero, bruscamente, en una voz mucho más profunda que la suya.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, ella osciló en burlón asombro, parpadeando y sacudiendo su cabeza. En su mente, luchaba por aguantarse la risa que amenazaba muy peligrosamente con salir de sus labios como la mirada de Tom Riddle se reducía desde aquella engreída seguridad a extremadamente elevada desconfianza hasta - ¿Podría ser? - a escepticismo.
—Una chica - Había una chica, con lentes... Ella murió —dijo Hermione, sin rodeos, una vez más mirando a Riddle en busca de afirmación.
Riddle asintió en silencio, esta vez sin ofrecer mayor información, pero Hermione ni de chiste había acabado con él todavía. —Ella estaba... En un... En un baño... Y - y habían unos ojos, gigantes, brillando... Una serpiente gigante. Dulce Merlín, era enorme, y... —ella casi sonrió, sabiendo que su siguiente declaración era información que sólo podría haber, hipotéticamente, obtenido del mismísimo Heredero de Slytherin. —Y habían cañerías, un... Un agujero gigantesco en medio de un montón de lavabos. Hm, que extraño... ¡Espera! Se levantaron-
¡BOOM!
Riddle estampó su mochila contra la mesa, sacando a Hermione de su "trance psíquico". Como ella saltó del sobresalto, él señaló el pequeño reloj de plata de Hermione, boca abajo. —La hora, Nefertari. 10:58 —indicó él inexpresivamente, a pesar de su relampagueante y rápida interrupción. —Si te quedas más tiempo, Du Lac podría ponerse impaciente y dejarte por otra mujer. Lo vi contemplando a Salvi durante Defensa Contra las Artes Oscuras el viernes-
¡Suficiente, Hermione había tenido lo suficiente con Riddle y sus lindos y pequeños apáticos comentarios!
Enojada, apretó su mandíbula y se paró de golpe. Estrellando sus manos contra la mesa, ella inclinó su cabeza hacia abajo furiosamente para que así pudiera estar frente a frente con el joven Lord Voldemort sentado. A Hermione le gustaba creer que rara vez perdía la paciencia, pero Merlín ayude a aquellos a su alrededor cuando lo hacía...
—¡Escucha, pedazo de moco! —gruñó ella, aún más molesta cuando vio el débil fantasma de una sonrisa burlona comenzar a dibujarse en el rostro de él. —Lo que hago con Draco Du Lac es mi problema, pero de ninguna manera soy la Premio Anual de posición comprada por el dinero, rubia tonta wannabe que pareces creer que soy.
—¿No? —preguntó Riddle, sonando bastante interesado, con sus dos cejas levantándose atrevidamente mientras se reclinaba en su silla, como diciendo esa es una novedad para mí.
—No —confirmó Hermione, con vehemencia. Enfurecida cerró su mochila y colgó la polvorienta correa rosa sobre su hombro. Pensándoselo bien, hizo una pausa y volvió a mirarlo fijamente. —Y si no tienes cuidado, puede que quizás descubras que es a ti al que engañen.
Mientras los ojos de Riddle se oscurecían visiblemente ante su último comentario, la Premio Anual se retiró supremamente del borde de la mesa y caminó hacia el inicio de la fila de libros, dirigiéndose hacia el pasillo secundario. En el último instante se dio vuelta hacia Riddle, tratando de mantener otra sonrisa burlona lejos de su rostro.
—Estaba en lo correcto, ¿No? —preguntó ella, a sabiendas. —De la Cámara de los Secretos, de la niña que murió en el baño, ese era «el acontecimiento» al que Dippet se refería, ¿No es así, Riddle?
Aunque el rostro de Tom Riddle no mostraba ninguna emoción visible, Hermione pudo ver que él estaba sentado mucho más rígido y menos relajado de lo que había estado cuando ella había entrado por primera vez en la biblioteca. Él descaradamente escudriñó a Hermione por un minuto, una táctica a la que ella se estaba acostumbrando, y eventualmente dijo en voz baja. —Diez puntos para Ravenclaw por esa... Certera demostración, Srta. Nefertari.
Ante esta extraña manera de reconocer su exactitud, las propias cejas de Hermione se alzaron, pero sabía que Riddle tenía que actuar, aunque fuera sólo para que no le dijera a otras personas lo que había 'visto', como si lo que acababa de decir fuera de conocimiento público.
Que sin duda no lo era.
—Bien, bueno, nos vemos —dijo Hermione despreocupadamente, dándose vuelta y saliendo hacia el pasillo principal y a la luz del sol con un alarmante pavoneo estilo Draco. Por fin, podía ceder a su deseo por sonreír y disfrutar de su brillantez, sin embargo, una mirada a su reloj la condujo a trotar y se preguntó distraídamente si estaba condenada a llegar tarde a cada cita que tuviera ese año.
Aún así, tenía el fuerte deseo de lamer su dedo y dibujar un marcador en el aire. Le llevaba uno de ventaja a Tom Riddle.
Debería ganar un premio por eso.
