Hello~
Queridos lectores, aquí les traigo el siguiente capítulo. Si se preguntan por qué actualizó en menos de 72h es porque este viernes estoy demasiado liada para hacerlo y como el sábado es mi cumpleaños, estaré con amigos y familia casi todo el fin de semana.
Disfrutad de la lectura.
Disclaimer: Los personajes de Naruto/Naruto Shippuden pertenecen a Masashi Kishimoto.
La historia, salvo los personajes, escrita es de mi pertenencia e imaginación. Se va a reportar cualquier señal o advertencia de plagio. Les pido respeto. Gracias.
El que la sigue, no la consigue.
Eran pasadas las cuatro de la madrugada del martes cuando Naruto saltó la reja de la puerta de su instituto, para después darse cuenta de que se había dejado sus dos mochilas al otro lado de la calle, lo que le hizo hacer una mueca de desesperación y suspirar consecutivamente.
Una vez con todo el material preparado con él sin más despistes, se acomodó y apretó la banda de su frente con una sonrisa macabra ante su formidable plan para seguidamente restregar las manos dispuesto a ponerse manos a la obra.
– No me ignorará, ahora… – murmuró caminando hacia un lateral del edificio, donde se encontraban las escaleras de emergencia, subiéndolas corriendo a grandes pasos con ambas mochilas en sus manos.
Abriendo la puerta con una copia de la llave que le había robado a Kotetsu ayer en lo que este se echaba una siesta en la conserjería, no tardó en estar dentro de los pasillos del edificio.
Volviendo a sonreír ladinamente, Naruto dejó sus dos bolsas caer al suelo, para abrir una sacando un puñado de papeles que estaban claramente algo arrugados más un spray de pintura roja, agitándolo con fuerza, sin darse cuenta de que por accidente su mano quedara manchada de pintura al haber pulsado por accidente la boquilla del envase.
– A trabajar… – musitó el Uzumaki tomando los papeles con el spray en su otra mano entrando a su aula.
Suigetsu soltó otro bufido antes de dar otro sorbo de su cantimplora de agua que siempre trajinaba con él a todos lados, caminando al lado de Juugo quien permanecía en silencio.
– ¿A qué apostamos, que tampoco sabe dónde estamos? – comentó en voz baja el albino ladeando la cabeza hacia su amigo, quien no pudo evitar musitar una sonrisa divertida ante su comentario.
– Puedo oírte, pedazo de inútil… – manifestó Karin volteando la cabeza hacia ellos, sin dejar de andar mirando el mapa de su teléfono.
– Y yo que pensaba que los perros tenían el olfato fino y no el oído… – contraatacó el Hozuki con una mueca falsa de asombro.
– ¿Quieres una zurra acaso? – amenazó la pelirroja volteando hacia ellos después de frenar su andar.
– Karin, ¿Falta mucho para llegar? Vamos justos de tiempo. – informó Juugo en lo que colocaba sus manos en los bolsillos de su pantalón de uniforme.
La Uzumaki no pudo evitar refunfuñar ante la impaciencia y poca confianza de sus dos amigos. No era culpa suya que al llegar a casa del idiota de su primo este la hubiera dejado plantada, sin recordar que tenía que acompañarla a ella y a esos dos hasta el mismo instituto. ¿Acaso se le había olvidado que iban a darle una sorpresa a Sasuke? No se molestó en responderle al grandullón.
– A veces me sorprende que sea mi primo, es más tonto que el pan… – insultó molesta Karin regresando su mirada hasta su móvil.
– Karin… – comentó Juugo de nuevo después de varios minutos en silencio.
– ¿Ahora qué? – pidió ella empezando a estar hastiada de esos dos, y apenas empezaba el día.
– ¿Acaso no es aquí? – preguntó Juugo mirando el letrero en la entrada del instituto al lado de Suigetsu.
Karin miró el papel que le había apuntado Jiraiya, quien se había ido aún más temprano que ellos debido a una reunión de profesores antes del inicio de clases. Para ser escritor, el viejo verde tenía una caligrafía peor que la de un médico. No es de extrañar que los tres anduvieron dando vueltas sin sentido, había escrito mal la dirección en su teléfono al no leer bien lo que había escrito.
Sonó la campana del inicio de clases, iban tarde. Por eso la Uzumaki se guardó el teléfono y tomó a sus dos amigos por sus brazos y los arrastró dentro para irse dentro del campus, tenían que verse con el director Hiruzen.
– Te amo, Sakura Haruno. – recitó mentalmente Suigetsu leyendo el mensaje escrito bien grande en el suelo de hormigón del patio frontal.
– Llegan tarde. – musitó la secretaria en lo que les pasaba a los tres los números de sus taquillas para los zapatos, horarios y folleto de reglas. Después de encontrar la sala de profesores y presentarse ante la única mujer presente en la habitación.
– ¿No vamos a ser recibidos por el director? – preguntó Juugo extrañado.
– Se encuentra en una reunión con todo el personal. Esperen aquí. – ordenó la mujer bastante exasperada del alumnado.
Los tres jóvenes no tuvieron más remedio que obedecer y sentarse a esperar en los asientos entra puerta de la sala y el escritorio de la secretaria.
Sakura suspiró parando en frente del grafiti hecho con pintura en spray en medio del suelo del patio de la entrada al campus. No hacía falta saber quien lo había hecho, reconocía perfectamente el autor de esa "obra de arte". Por lo que no se molestó en alzar la mirada hacia la multitud de personas agrupadas, haciendo fotos al mensaje y hablando de ella.
Empezaba a estar un poco harta de que, en menos de un mes, varias personas ignoraban o no se daban cuenta de lo que le había sucedido recientemente.
– Sakura, tienes que venir corriendo al aula, tienes que ver algo. – leyó un mensaje de Temari desde su móvil.
– ¿Ahora qué? – pensó Sakura en lo que silenciaba su teléfono para seguidamente volver a guardarlo en su bolsa estudiantil, soltando un bufido de exasperación, caminando lentamente, sin molestarse, en no pisar el dibujo del suelo.
Se cambió los zapatos y seguidamente se dirigió hasta las escaleras con el fin de subir hasta su clase sin ganas. Había empezado la semana bien, pero parece ser que su racha seguía siendo mala. Por culpa de cierto rubio.
– Sabes que esto podría haberse evitado si te hubieras dignado a hablar con él desde hace tiempo… y aquí estamos. – se quejó su consciencia con sorna.
– Si claro, hacer lo que a ese zoquete se le antoja… no me sale de allí abajo. – pensó con mal humor respondiéndole, negando la cabeza ante las acciones del Uzumaki.
Ignorando a todos los ojos curiosos de los demás estudiantes, la Haruno siguió su camino en silencio. Frenó de golpe, al encontrarse con las ventanas del aula pintadas con el mismo mensaje varias veces. Abrió la puerta del aula tras apartar a varios alumnos, que seguían de intrépidos frente al aula, burlándose del garabato y no quién sabe que más.
El estruendo de la puerta sobresaltó a varios, todas las miradas se posaron en ella, pero el silencio se hizo en la habitación. Visualizó como su grupo de amigas se encontraba en su pupitre, haciendo paso entre el grupo de personas que estaba frente a ella, mirándola como escaparate de museo.
Fue ahí cuando lo vio, otro mensaje en la pizarra hecha con tiza.
Tus palabras hacia mí, Sakura.
La ojiverde observó diversos papeles llenos de párrafos con letra de color negra, con marcos de dibujos infantiles. Alzando una ceja, sin demasiada importancia, siguió caminando hasta su pupitre.
Con una mirada, logró tranquilizar a Ino quien suspiró calmada. Quería hacerle saber a las demás que esto no era nada. En su mesa se encontraba otra carta pegada con cinta adhesiva, por lo que sin molestarse a leerla, la arrancó sin importar que esta se rompiera por accidente por la mitad, arrugando los pedazos de papel y finalmente haciendo de ellos una bola en sus manos. Colocando su bolsa encima de su mesa.
Sasuke volteó hacia su mejor amigo, quien mantenía los puños cerrados dejando sus nudillos blancos. Inspirando continuamente, podía ver como sus fosas nasales se extendían, manteniendo la mirada fija a la recién llegada.
– Ino, ¿Podrías tirar esto a la basura, por favor? – pidió con una sonrisa forzada mirando hacia la Yamanaka quien alzó las cejas, pero aun así extendió la mano.
Cuando la rubia de la coleta tiró el papel en el cubo de la basura como si nada, Naruto se levantó de su asiento ruidosamente.
– ¿Es cierto que te gusta Uzumaki, Haruno? – preguntó Ami yendo lentamente, volteando a mirarla con desdén.
– Parece que hasta sois un par de enamorados, según estas cartas, es penoso. – comentó soltando un bufido burlón seguido de una risa falsa.
– No sé quién será quien escribió eso, pero no fui yo. – explicó secamente sin molestarse en ver a la muchacha de cabello morado, quien forzó otra sonrisa.
Varias personas susurraron entre ellos encontrando el tema interesante.
– ¿Estás ciega o no sabes leer? – dijo señalando a la pizarra.
Sakura se quitó la chaqueta de su uniforme y la colocó detrás de ella, colgando esta en su asiento, sin molestarse en mirar hacia su acosadora.
– ¿No te importará que lea alguna de las cartas delante de todos, entonces? – cuestionó con una sonrisa forzada, alzando también sus hombros para rápidamente llegar frente a la pizarra y tomar un par de hojas que estaban pegadas en la pizarra.
– Querido Naruto, hoy me he acordado de ti paseando por los jardines del instituto. Recordé cuando nos conocimos, lo que vestías, tu rostro y lo que me dijiste que me hizo fijarme en ti casi al instante. De eso ya hace años… Ay, qué adorable. – vociferó Ami, volviendo a soltar su molesta risa.
– Dime Ami, ya que te apetece ser metiche… ¿Está mi nombre en alguna de esas cartas? – preguntó la Haruno apoyando su cabeza encima de su mano.
La mencionada miró hacia el final de la hoja, no había firma. Haciendo que se callara de manera incómoda.
– ¿La hay o no? – preguntó la pelirrosa sin cambiar de expresión tras varios segundos en silencio, haciendo que otras dos chicas curiosas, quienes miraron una por una las hojas.
– ¿Cómo podemos saber que no son tuyas entonces? – preguntó la Watanabe cruzándose de brazos.
– Porque yo lo digo. – finalizó Sakura sin darle importancia al asunto, empezando a abrir el libro de la primera asignatura.
– Ya claro. – se mofó Ami sin creer sus palabras. – ¿Niegas saber de lo que hablan en esas cartas?
– ¡Ya cállate, Ami! – dijo un chico desde atrás un poco cansado de la actitud de la Watanabe. – Siempre te metes con todo el mundo.
Varios alumnos asintieron ante esas palabras, mientras que otros siguieron cuchicheando, haciendo que la mencionada quedara en evidencia delante de su clase, quien no dijo nada más.
– Fue el estúpido de Naruto quien lo hizo asunto de todos… – refunfuñó su consciencia de mal humor.
Ami se sorprendió cuando Naruto le quitó las hojas de las manos de malas formas, quedando algo intimidada, sin saber qué decir.
– ¿Quién te crees? ¡Esto no va contigo, es entre Sakura y yo!. – dijo alzando la voz arrugando su frente ante las burlas, logrando que Ami tragara algo de saliva y apartase la mirada con desdén.
– No te equivoques. – corrigió la Haruno sin apartar la vista del libro para el rubio, pasando algunas páginas sobre el temario reciente. – Esto no va para nada conmigo.
– ¡Sakura, esto es tuyo! – dijo Naruto firmemente, plantando en un sonoro golpe las dos hojas contra su pupitre, consiguiendo que Sasuke tuviera que morderse el labio molesto.
Hinata apartó la mirada triste, pero pareció que solo Neji se dio cuenta. Lo que lo hizo mirarla curiosamente por varios segundos para después regresar la mirada a la pelirrosa.
– ¿Cómo sabes que las escribí yo? – preguntó Sakura mirando las hojas, aunque sin leer el contenido para sonreír con burla. – ¿Qué te hace estar seguro?
Naruto recordó cuando Jiraiya le dijo que había recibido una carta en el correo, pero este no le dijo de quién provenía. Cuando el viejo, pervertido, regresaba cada vez que este regresaba de sus viajes al extranjero por sus novelas, aparecía con el mismo sobre que llevaba escrito –Para Naruto–.
– No sé qué te hace pensar que esto es mío si no sabía dónde te fuiste, el día que te marchaste. No me lo dijiste, Naruto. Me dejaste con la palabra en la boca, y no supe más. – recapituló fríamente tomando las hojas, provocando que Naruto se quedara estático. – Y es más…
– No hago esa letra… – añadió la Haruno sacando su cuaderno de apuntes de debajo su libro y abrirlo como si nada para mostrarle la evidencia.
Sasuke asintió entendiendo lo ocurrido, o al menos lo recién descubierto. No pudo evitar sentirse más tranquilo, a pesar de todo.
– Naruto, Sakura no te miente… ella no supo de ti desde que regresaste con el Uchiha, de lo contrario lo sabríamos. – explicó Tenten apoyando ambas manos en el respaldo de la silla de la pelirrosa.
– Estos son los últimos mensajes que te envié, pero ni siquiera los leíste. – añadió Sakura mostrándole los mensajes de color verde desde su chat privado.
– Naruto, por favor, respóndeme.
– Lamento, lo que te dije…
– Perdón por mentirte, llámame cuando puedas.
– Naruto, ¿Todo bien?
– No se ha enviado su mensaje porque no existe ningún usuario con el número de teléfono xxx-xxxx-xxxx.
Los ojos azules del rubio se fijaron en su teléfono, leyendo las diferentes fechas de estos. Había más mensajes aparte de estos, antes que el último. Era imposible… o… ¿No?
– ¿Qué?...
– Sakura, … Yo te… – intentó con algo de dificultad el rubio, mirándola intensamente, acercó su mano para tomarle la mano gentilmente, pero el agarre fue liberado rápidamente. Aunque lo que para él fue más doloroso, no fue el rechazo de su agarre, sino la mirada triste y significativa de la Haruno.
Naruto podía escuchar su corazón, palpitar intensamente en lo que mantenía, la mirada fija en ella, no se daba cuenta de que sus respiraciones eran constantes.
– Déjala en paz, Naruto… – mandó de malas formas Ino poniendo ambas manos en su cintura, ella también consideraba su comportamiento inadecuado.
El Uchiha apartó la mirada también afligido por lo ocurrido, sintiendo el dolor de su mejor amigo, sin saber que Shikamaru había estado mirándolo detenidamente.
La puerta del salón se abrió de par en par, para que rápidamente entrara el subdirector Danzou, seguido de Kakashi. Era obvio a lo que venían.
– Tú, a mi despacho. Ahora. – pronunció tétricamente Shimura señalando a Naruto con un dedo. Era evidente que el anciano no estaba de humor, aunque casi nunca fuera el caso, las payasadas del rubio habían sido demasiadas en un poco periodo de tiempo.
– Naruto, ahora. – ordenó Kakashi serio aunque paciente, de brazos cruzados, viendo como el susodicho seguía inmóvil al lado de Sakura sin apartar la mirada de ella. Como una estatua.
Sentir como su corazón era desintegrado, como si se tratara de gelatina en tu mano, no era una sensación agradable. Eso es lo que el Uzumaki sintió cuando la Haruno se levantó de su silla para salir del aula sin mirar atrás.
– No… , ella tiene que saber que yo… – pensó el Uzumaki con ansiedad, observando como la chica que amaba volvía a escapársele. Era como tener un puñal clavado en el cuello.
– ¡NARUTO! – el grito de Kakashi lo sacó de su ensoñación logrando que este mirara a su tutor, otros alumnos le miraron también anonadados, pocos habían visto que alzara la voz de esa manera. – Muévete.
Ante el ademán firme con la cabeza del profesor, el ojiazul clavó sus uñas en la palma de su mano y sin mirar a nadie más, siguió a ambos hombres fuera del aula. Parece ser que Neji fue el único que sonrió con burla.
– Te lo buscaste… – pensó el castaño volviendo a meter las piernas debajo de su pupitre.
Ino tomó las hojas que su compañero de clase había dejado encima de la mesa y las leyó con calma. Estaba claro que estas cartas no eran de su mejor amiga, no era su caligrafía.
Hinata se acercó para acercar la hoja hacia ella, pero la rubia se las apartó mirándola con algo de molestia por unos segundos, por lo que desistió. Sakura volvió a aparecer, y cuando vio como Ino le regresaba los dos papeles y la ojiverde los tomaba tristemente. Se desanimó, por lo que se apartó, caminó hasta su pupitre, sentándose en su asiento más desanimada todavía.
– ¡¿No tienes suficiente con amenazar a otros estudiantes, sino que robas material del personal de limpieza y aparte, haces vandalismo?! – manifestó Danzou bien molesto, fulminando con la mirada al rubio que se encontraba de pie frente a él, cabizbajo, escuchando en silencio.
– Shimura, cálmate, por favor. – pidió Hiruzen tomando una taza de té de la bandeja encima del escritorio del subdirector, dando un sorbo.
– ¿Qué me calme? – cuestionó falsamente incrédulo el pelinegro. – Apenas comienza el año, y este joven ha causado más problemas en cuestión de pocas semanas. ¿Crees que no estoy al corriente, que es la primera vez que hace pinturas en las paredes? Neji Hyuga ha contado que él es el responsable de las pintadas en la azotea, y es curioso que en los vestuarios se encontrara curiosamente una taquilla cerrada con tres botes de spray de color rojo, con una mochila con las llaves del conserje y ropa manchada dentro.
– Esta vez no os saldréis con la vuestra, Sarutobi. La asociación de padres, dirigida por Hiashi Hyuga, ha solicitado la expulsión temporal de una semana. A ver si te atreves a discutirlo junto a Hatake, Goketsu y no sé quién más con ellos. – habló firmemente golpeando un puño contra su escritorio.
– ¿Por qué no dejas que el muchacho se defienda, Shimura? – propuso el anciano tranquilo, dejando la taza de té en el mismo sitio de donde la había tomado.
Naruto permaneció en silencio sin decir nada. Simplemente, apartó un poco más la mirada mirando otro punto fijo diferente del suelo de la habitación.
– ¿Algo que decir, Naruto? – preguntó Hiruzen sin lograr que el Uzumaki hablara.
– Impertinente como su madre. – comentó Danzou sin cambiar su expresión de enfado hacia el Uzumaki.
– No hables de mi madre. – ordenó tajante con desprecio, mirando furibundo al subdirector.
– Silencio, joven. Háblame con respeto. – ordenó afilando más la mirada de su ojo visible. – Ahora recoge tus cosas y vete a casa, no quiero volver a ver tu cara hasta dentro de una semana. Da gracias, que solo sean cinco días.
En lo que Hiruzen suspiraba con cansancio, Naruto apretó los puños resignado, molesto, con el corazón en el cuello y salió de la oficina dando un sonoro portazo al salir y dirigirse hasta la salida de la sala de profesores. La mayoría de los presentes de la misma, no se molestaron en mirar como el rubio salía a paso rápido fuera de la sala.
Iruka se levantó de su silla con preocupación, quien miró la puerta del despacho de Danzou con algo de resentimiento. Entendía que el hombre solo hacía su trabajo, pero no estaba de acuerdo con muchas de sus gestiones por más eficaces que resultaran ser a la larga. La puerta del despacho se abrió, donde del mismo salió Kakashi quien también se encaminó hacia la puerta de la sala, yendo tras el Uzumaki.
– Uzumaki esta vez ha cruzado la línea… – afirmó Anko, quien había escuchado como el resto el sermón de Shimura.
– El muchacho se lo merece, los conserjes están un poco hartos de tener que limpiar pintadas en los baños y paredes. Sean o no de él. – comentó Ibiki corrigiendo exámenes de matemáticas.
– Shimura podía ahorrarse ciertos comentarios innecesarios, Ibiki. No solo con alumnos. – dijo Orochimaru provocando que varios voltearan a verla extrañados.
– No defiendo al muchacho, solo hablo de hechos que todos sabemos. – explicó después de mirar a cada uno de ellos y regresaba enseguida su mirada al ordenador frente a ella. Estaba hablando del desdén de ese anciano sobre la transexualidad. De no ser por Hiruzen, no habría conseguido un nuevo trabajo.
Iruka realmente creía que era de las pocas personas que verdaderamente le importaban los alumnos. En especial, Naruto. Quien conocía desde hace años. Suerte tenía de que Kakashi, Hiruzen junto a pocos más pensaran como él.
Alguien llamó a la puerta del aula, distrayendo a Jiraiya de su lección. Todo el mundo se encontraba leyendo el libro de lectura y un alumno se encontraba de pie leyendo en voz alta.
La puerta se abrió ligeramente, suficiente para que el profesor viera a Kakashi pedirle con la cabeza que necesitaba hablar con él un momento fuera del aula, quien obedeció después de mandar que el resto guardara silencio haciendo que los alumnos se miraran entre sí.
Minutos después entró Naruto en silencio, quien contaba con la mirada de todos, observando como este agarraba su gabardina negra colgada en la silla.
Naruto miró el pilón de hojas que descansaban en su pupitre, sin saber que fue Sasuke quien se encargó de recoger las de la pizarra y devolverlas ahí, haciendo que nadie se acercara de nuevo a ellas. Tomándolas con algo de ira después de colgar su bolsa en uno de sus hombros y dirigirse hacia la salida, botando el conjunto de hojas violentamente dentro del cubo de la basura.
Se oyeron un par de susurros en el aula, pero nadie escuchó ni se percató de que cierta pelinegra había empezado a llorar desde hace tiempo en silencio. Secando sus lágrimas rápidamente. Sus mechones lograban esconder sus ojos rojos y húmedos. Ver como el rubio lanzaba como si nada esas cartas que contenían sus palabras que tanto le habían costado escribir y poder manifestar de alguna forma que no fuera en persona, fue peor que escuchar las dolorosas palabras de su padre con ella.
Sintió que el dolor se agravaba cuando pudo observar como el Uzumaki miraba con dolor hacia la Haruno para después salir del aula sin decir otra palabra más. Fue Kakashi quien cerró la puerta, y algunos curiosos miraron fuera por las ventanas todavía pintadas como profesor y alumno se alejaban por el pasillo.
– ¿Por dónde íbamos? – preguntó Jiraiya retomando el libro de su mesa en lo que alguien le respondía
– Tanaka, siéntate. Hinata Hyuga retomará desde el segundo párrafo. – pidió el profesor de literatura en lo que doblaba el libro para poder sujetarlo con una sola mano.
La pelinegra se levantó algo sorprendida de su asiento y tomó el libro, sin saber por dónde iban en la lectura. Se había distraído.
– Hinata Hyuga, ¿Estaba llorando? – preguntó Jiraiya extrañado ante ese comportamiento, la mencionada solo pudo evitar inspirar fuertemente en silencio, poniéndose incluso más colorada. El profesor simplemente suspiró.
– De acuerdo. Ama y Sabaku, vayan acompañen un momento a Hyuga para que se tranquilice a fuera. Que vaya a tomar un poco de aire. El resto, lean hasta el final del capítulo. Quiero otro comentario de texto de él para mañana, tienen el resto de la clase para empezar. En silencio.– dijo Jiraiya cerrando el libro de golpe.
Sakura ignoró la mirada que el profesor le lanzó, sabía que este tal vez querría hablar con ella. Esperaba que Kakashi o tal vez hasta Iruka se acercaran a ella en solitario para preguntarle lo ocurrido, si tenía alguna idea de lo que iba a pasar.
– ¿Qué quieren que les diga? – pensó Sakura, para ella esto también era difícil. No había obligado a Naruto a actuar así con ella.
– ¿Entonces por qué te sientes culpable? – vociferó su consciencia atenuante.
Cerró su libro de lectura de golpe, y sacó su cuaderno de literatura. Encontrando con las dos hojas de cartas que Naruto había dejado en su mesa, las únicas que no habían sido desechadas fácilmente. Las dobló en silencio y las guardó en su libro de literatura. Decidiendo a dedicarse a la tarea encomendada para la siguiente clase.
Es lo que terminaba haciendo siempre.
– ¡SASUKEEE! – gritó una voz que hizo frenar el camino del uchiha, erizándole la piel.
– Joder, por favor no… – pensó el pelinegro sin poder evitar que su ceja tuviera un incontrolable tic.
Cuando sintió un cuerpo abrazarle y tirársele prácticamente encima, descubrió que no habían sido imaginaciones suyas.
– Suéltame, Karin… – ordenó Sasuke apartándola de él severamente incómodo.
La pelirroja hizo un mohín evidentemente forzado, aparte de sonrojarse deliberadamente. Estaba claro que le había echado de menos. Algo que ajena a ella, era un sentimiento no compartido con el Uchiha.
Sasuke sintió un dedo en su sien, lo que lo hizo rodar los ojos al reconocer de quién se trataba.
– ¡Boo! – pronunció Suigetsu con una sonrisa mostrando sus dientes.
– Piérdete sushi con patas… – dijo la Uzumaki fulminando con la mirada al albino, quien ni siquiera le hizo caso.
– ¿Qué hacéis aquí? – preguntó extrañado Sasuke observando que Juugo no estaba junto a ellos.
– ¡Sorpresa! Le ordené a Naruto que no te dijera nada. Vamos a finalizar el instituto aquí, ¿No es fabuloso? – preguntó inclinándose hacia Sasuke sonrojándose de nuevo con una sonrisa tímida, cambiando de expresión a una velocidad anormal.
– Aléjate. – musitó el pelinegro afilando su mirada hacia la pelirroja, quien obedeció a regañadientes mucho para la diversión del albino.
– Tienes suerte de que no estás, dobe. O te desintegraba a golpes aquí mismo. – pensó el pelinegro sintiéndose como se le hinchaba una vena en la frente, ignorando como la prima de este le explicaba con penas y señales cuanto le había extrañado.
– ¡Juugo! Estamos aquí. – dijo Karin llamando la atención del alto joven que atraída e intimidaba a otros estudiantes con su simple aspecto.
– Hola, Sasuke. – saludó el grandullón con una sonrisa tímida.
– Juugo. – respondió simplemente el Uchiha asintiendo con la cabeza.
– Enséñanos el campus, Sasuke. Que la pelo-escoba seguramente se volverá a perder. ¿Hay cafetería verdad?– bromeó el Hozuki colocando un brazo por el hombro del pelinegro, empezando a arrastrarlo consigo por el pasillo, ignorando los insultos de la Uzumaki.
Juugo iba a empezar a seguirles, pero alguien chocó con él haciendo que se le cayeran las cosas a esa persona. Este se agachó para tímidamente tomar el monedero y móvil del suelo.
– Lo lamento. – se disculpó educadamente casi al instante, sin saber con quién había chocado, tomando lo del suelo para devolverlo.
– La culpa es mía, no te preocupes. – dijo Sakura aceptando sus pertenencias del suelo con gratitud.
Cuando la Haruno posó su mirada verde en Juugo, este sonrió de vuelta. La chica era agradable.
– ¿Vienes, Juughú? – comentó Suigetsu sin poder evitar que el pequeño sorbo que tomó de su botella de agua se escurriera de su boca ridículamente. Karin le miró asqueada.
– Hola, Mi nombre es Suigetsu Hozuki, encantado ¿Y tú eres? – cuestionó el albino secándose rápidamente el agua de su boca intentando tomar su mano con intenciones de besarla como un galán.
Sasuke le tomó del cuello de la chaqueta para apartarlo de ella, fuertemente con el ceño arrugado. En lo que Ino, quien rodó los ojos. Tomó de la mano a su amiga y la arrastró lejos en dirección contraria a ellos.
– Sasuke, sostenme… creo que me enamoré a primera vista. – recitó Suigetsu con ensoñamiento apoyándose contra el pelinegro, quien casi le deja caer a propósito, empezando a caminar lejos de ellos. Karin brincó tras él, abrazando su brazo, quien lo apartó al instante. Los otros dos siguiéndoles.
– ¿No quieres ir a ver como está Hinata? – preguntó Ino antes de morder su bola de arroz.
Sakura negó con la cabeza metiéndose el umeboshi que había separado de la suya, le encantaba comer el fruto por separado.
– ¿Te importa si voy yo entonces, estoy algo preocupada? – preguntó Ino, quien a pesar de no querer dejar a la pelirrosa sola, quería asegurarse que el resto estuviera bien.
– No pasa nada, tranquila. Ya me seguirás contando tu cita con Sai luego. – respondió Sakura quien sonrió observando como su mejor amiga daba un sorbo de su té habiendo terminado su almuerzo.
– De todas formas necesito un respiro… – reflexionó en lo que inspiraba profundamente, cerrando los ojos, mirando hacia el cielo azul casi despejado.
– ¡Vale! – dijo la Yamanaka metiendo los envases de plástico en una bolsa y llevárselos junto a su teléfono y se alejaba casi corriendo hacia la puerta de la azotea. En la cual no se encontraba nadie, salvo ellas dos hasta entonces.
La Haruno tomó su teléfono, mirando por las redes sociales distraídamente. Hana había publicado un álbum de fotos con ella en la fiesta del fin de semana. Quien la había etiquetado en todas junto a varios videos de ella bailando.
Un maullido llegó a sus oídos, lo que la hizo alzar la vista para encontrarse con un gato negro con ojos verdes mirándola fijamente, o mejor dicho, su comida. Tomó un pedazo de su bola de arroz y la tendió con su mano.
El minino se acercó cautelosamente y tras oler el alimento en su mano, empezó a comer despacio. Sin tener hambre de más, al haber desayunado como correspondía en su casa, dejó que el animal se subiera al pequeño semi-muro del lado de la puerta para que se comiera el resto de su almuerzo, dejándose acariciar un poco, llegando hasta ronronear.
– Se parece a … ¿Kage? No… – pensó la Haruno sin poder evitar que cierto pelinegro se apareciera por su mente.
La puerta de la azotea se abrió de repente, dejando paso a Shino. Quien al verla se acercó con medio bocadillo en su mano.
– Las cartas las escribió Hinata. – dijo el Aburame desempaquetando el bocadillo de su papel albal, logrando que se sorprendiera y le siguiera con la mirada.
– Reconocí la letra leyendo una de las cartas dentro de la basura. Lo sé por los girasoles, le encantan esas flores. – añadió el moreno sentándose a su lado, aunque algo alejado.
– ¿Qué?... – pensó la pelirrosa sintiendo como si alguien le hubiera dado otra bofetada.
– Creí que merecías saberlo. – finalizó Shino antes de dar su primer mordisco a su manjar, subiendo los cascos a sus orejas, sacando su móvil con la mano, subiendo el volumen de su música.
Se levantó de repente, tomando sus cosas y sin molestarse en despedirse de Shino, corrió hacia la puerta de la azotea.
Cuando llegó al aula, abrió su bolsa para rebuscar el libro de lectura de la clase de literatura, sacando de esta las dos hojas que había dejado ahí en silencio, logrando ver así… Como en las hojas, estaban dibujados manualmente unos girasoles en cada extremo de las dos hojas.
Titubeando un poco, se acercó al cubo de basura con los papeles en mano, llegando a visualizar los mismos girasoles y decoraciones en los que en los que tenía en la mano. Arrugó los papeles dentro de su mano.
– Ella… – dijo mentalmente sin poder creerlo. Tenía que ser una broma…
Y aun así, todo tenía sentido. Todo encajaba. A fin de cuentas era la única que…
Las hojas cayeron lentamente al suelo…
– Profesor Gai, no me encuentro bien. ¿Le importa si me voy a los vestuarios a cambiarme, por favor? – pidió la Haruno poniendo su mejor cara de dolor falsa.
– Claro, puedes irte a casa. A fin de cuentas es última hora, que te mejores señorita Haruno. ¡Espero verte en forma para mañana! – manifestó con entusiasmo su profesor de educación física. Dejándole las llaves para que abriera ambos vestuarios, confiando en que se las iba a devolver una vez se cambiara a uniforme de nuevo, antes de irse.
La pelirrosa hizo una reverencia para agradecer a su profesor y con una forzada sonrisa, se dirigió hacia los vestuarios. Ya había avisado al resto de sus amigas, quienes se encontraban saltando el podio mientras los chicos hacían ejercicios de básquet en parejas.
Entrando al vacío vestuario femenino situado fuera del gimnasio al lado del masculino, desafortunadamente. Cerró la puerta y pasó la llave, para que nadie entrara.
Encontró la bolsa de la Hyuga fácilmente, igual que la de ella, solo que de color azul claro, decorada con un llavero que ella le había regalado, hecho a mano.
Apartando un poco la bolsa de Tenten, se sentó al lado de la bolsa de la pelinegra y la abrió fácilmente para buscar dentro de la misma. Champú, gel de baño, esponja, peine, cepillo, toalla y chanclas. El resto, libros y cuadernos sin nada dentro. Nada más. La cerró de mala gana, poniéndose a buscar por el bolso más pequeño que trajinaba con ella. Tampoco.
Sakura se cambió de ropa, sin más remedio, dándose por vencida con rabia contenida. Decidió ducharse en casa sin ganas de esperar a las chicas. En lo que se acomodaba sus deportivas ya abrochadas, Sakura guardó su chándal y chaqueta de uniforme dentro de su bolsa.
– Un momento… – pensó la Haruno en lo que recordaba que la Hyuga llevaba siempre puesta la chaqueta, hiciera el tiempo que hiciera, solo se la quitaba, pero la dejaba cerca ella. Fuera del alcance de los demás.
Miró la chaqueta de su supuesta amiga, sin encontrar nada en los bolsillos externos. Volteándola, vio un bolsillo secreto con varios sobres blancos. Los sacó, pero estos estaban vacíos. Dándoles la vuelta a ellos pudo leer, –Para Sakura, de Naruto–.
– Hija de… – pensó con más ira. Estuvo a punto de romper los sobres en su mano, pero sería obvio que había sido ella. Además, no había cartas, lo que significaba que la prima de Neji las llevaba probablemente consigo siempre.
– Las calladitas siempre son las peores… – recitó con mofa su conciencia, algo en lo que no pudo evitar estar de acuerdo. Dejó los sobres donde los había encontrado y volvió a dejar todo donde estaba antes. Como si nada hubiera pasado. Tomando sus dos bolsas, abrió de nuevo los vestuarios y salió de estos encontrándose con su clase dirigiéndose hacia los vestidores. No había oído la campana de fin de clase sonar.
– Temari, Ino… os dejo a cargo del entrenamiento. No me siento bien. – dijo Sakura con mala cara pasando al lado de las cuatro chicas junto al resto.
– ¡Hablamos luego! – dijo Ino a su espalda, quien no recibió el saludo de regreso, quien lo encontró extraño.
– ¿Profesor Gai? Las llaves. – llamó la pelirrosa entregando las llaves con otra forzada sonrisa, extendiendo su mano al profesor que se encontraba hablando con Neji sobre la clase.
– Gracias, señorita Haruno. ¡Que reviva esa llama de la juventud que hay en ti! – manifestó feliz el profesor, alejándose vivaz hacia el gimnasio para recoger el material adecuadamente.
– Sakura, ¿Puedo hablar contigo un momento? – pidió el castaño aprovechando que estaban a solas.
– Sasuke, ¿Qué fue de Naruto? – preguntó Shikamaru en las duchas al lado del pelinegro.
– Está expulsado durante una semana. – explicó Neji con enjabonándose el torso con una barra de jabón.
– ¿Y tú cómo lo sabes? – preguntó Kiba extrañado enfrente del Hyuga, con una toalla en su cintura recién salido de la ducha.
– Porque mi tío dirige la asociación de padres y él presionó la decisión junto a Danzou. – añadió el ojigris encendiendo el grifo para que volviera a soltar agua.
– ¿Hablaste con él, Uchiha? – preguntó Sai bastante preocupado.
– No. – respondió el pelinegro sin voltear a mirarle. No le apetecía hablar del tema, mucho menos con él.
– ¿Acaso lo intentaste? – presionó Sai algo molesto con el supuesto mejor amigo de Naruto.
– Cállate un rato, Sai. ¿Debo repetirte que en parte ha sido tu culpa lo que ha pasado? Aprende a no meterte donde no te llaman. – habló el Nara logrando callar al pálido, quien no dijo nada más.
– Naruto es mi amigo… – añadió Sai a regañadientes después de que Shikamaru dijera esas palabras.
– Sai… – dijo Kiba interrumpiendo con cansancio, el profesor Gai les había agotado.
– ¿Qué? – preguntó extrañado Sai mirándole.
– Que te calles. – finalizó Kiba empezando a vestirse los calcetines, ya con los calzoncillos puestos mientras el pelinegro de cabello corto bajaba los hombros ante las órdenes.
Caminando fuera del vestuario, Hinata fue la última en salir. Al ser bastante tímida, prefería ser la última en ducharse. Sorprendentemente, varias chicas la miraban mal al tener los pechos grandes, algo que la incomodaba.
Suspiró aliviada al sentir los sobres dentro de su chaqueta. No los sacaba de ahí, hasta que no llegaba a casa.
Aprovechando que no quedaría seguramente nadie en el aula, se encaminó hacia allí para poder conseguir las cartas que ella le había escrito a la persona que amaba. A quien llevaba enamorada desde hace muchos años.
– Lo olvidó… – pensó Hinata tristemente, había quedado como una llorona en frente de su clase.
Agradecía tener las amigas que tenía, quienes realmente se preocupaban por ella y la animaron a pesar de que ella no les explicara por qué ella llegó a sentirse mal. No podría hacerlo nunca. Ahora mucho menos, recordando los hechos acontecidos.
Apretó los puños recordando a la pelirrosa. Para que negar que estaba molesta con ella. Se le había confesado. Le había mentido, ella no merecía su amor. ¿No era ella su amiga? ¿Por qué lo hizo? Por eso no le dijo que había logrado contactar con él, gracias a su padre, quien hacía negocios con Jiraiya debido a sus novelas.
Ella siempre había sido buena leyendo los labios de las personas, aunque no pudiera oírlas. Con simplemente ver, no necesitaba muchas veces ni escuchar. Es por eso que al seguir al Uzumaki hasta la estación y ver lo que ocurrió, ante la oportunidad que se le brindó… No la desaprovechó.
Y aun así… ¿Para qué? ¿De qué le sirvió? Si al minuto de descubrir que la persona quien le había escrito, no se trataba de Sakura, desechó como una botella de agua vacía lo que le unía a él.
– Fui una estúpida… – reflexionó la pelinegra abriendo la puerta de su aula prácticamente vacía después de limpiarse otra lágrima.
Dejando sus bolsas encima de su pupitre, se dirigió hasta el cubo de basura. Encontrándose con este vacío. Sin bolsa. Nada.
– No… – susurró a pesar de encontrarse sola en la habitación.
– Gracias por dejarme usar tu trituradora, Midori. Tenía que limpiar mi carpeta de apuntes del año pasado. – agradeció la Haruno en lo que metía hoja tras hoja, entre la sierra afilada de la máquina, haciendo que las hojas fueran cortadas en minúsculas tiras de papel.
– Es lo mínimo que puedo hacer después de que me ayudaras otras veces en la organización de la biblioteca, tras la remodelación. – explicó la empleada de la biblioteca del campus.
– No fue nada, no fui la única. – respondió la Haruno soltando una sonrisa, disfrutando como las hojas se iban triturando, una a una.
– Ay, Sakura. Si más estudiantes fueran más como tú… He visto lo que ha hecho ese Uzumaki. – comentó Midori cruzando los brazos algo molestos. Estaría escandalizada si este hubiera hecho algo en sus ventanas o paredes.
– Naruto, se equivocó… pero no es mala persona. – respondió la pelirrosa empezando a meter el último montón de papeles en la máquina.
– Su carencia de no pensar en sus actos antes de cometer atrocidades no le hace mejorar mi opinión respecto a él. El otro día vino a buscar un libro y fue realmente maleducado. Ese crío no tiene modales. – habló Midori ajustándose las gafas y negando con la cabeza.
– Sí, eso pasa mucho por aquí… – comentó Sakura en lo que Sakura destapaba la tapa con la bolsa de los restos triturados.
– Me llevo esto, lo usaré para papel maché. – excusó la ojiverde tomando la bolsa, haciendo sonreír a la bibliotecaria para despedirse educadamente con una inclinación.
– Adiós. – se despidió la mayor apagando la máquina y seguidamente empezar a cerrar el edificio.
Sakura estaba por salir por la puerta de la biblioteca cuando descubrió a una Hinata pasar corriendo hacia los vestuarios de nuevo. Sin poder evitar seguirla con la mirada en lo que las puertas se abrían automáticamente, caminó lentamente tras ella, pero no sin antes esconder la bolsa de plástico dentro de su mochila.
Miró, como la pelinegra, quien no se había percatado de su presencia para nada del mundo, separaba las bolsas del vertedero que cada día se llenaba tras la limpieza del aula. Una pena.
Disfrutó en silencio observando como la prima de Neji buscaba y buscaba dentro de las diferentes bolsas, lo que no encontraba. Ver su desesperación, era algo gratificante. Por más malo que eso pudiera parecer.
– ¿Qué estás haciendo, Hinata? – preguntó Sakura alzando una ceja haciendo que la susodicha se viera sorprendida en el acto.
– T-tiré sin querer, algunas páginas de apuntes. – se excusó Hinata abochornada levantándose de su postura entre bolsas de basura.
– ¿Por qué no nos lo pedías a una de nosotras, te los podríamos haber dejado? Te lo puedo hasta dejar yo… – propuso ella con una sonrisa. La Hyuga no dijo nada, simplemente pasó sus manos sucias por su falda ya medio sucia.
– Y-yo este, es que no eran solo apuntes… – explicó su amiga incómoda, sin saber qué decir, rehusando a mirar a la pelirrosa.
– Mintiéndome de nuevo… – por más hipócrita que sonara, al minuto de ella mentir, ya se había dado cuenta del error que cometió. Las consecuencias de dicha acción, estaban enlazadas a su error.
Lo aceptaba, no iba a negarlo. Eso sería volver a mentir.
– Pero entonces, ¿Qué la motivó? – El recuerdo de cuando la descubrió escondida el día que cayó por las escaleras, se le apareció por la cabeza. Soltando aire por la nariz, Sakura terminó por entender.
– ¿Y si te ayudo? ¿Qué es lo que buscas? – se animó la Haruno haciendo el amán de querer dejar sus pertenencias en el suelo.
– ¡No! No hace f-alta. De verdad. – manifestó de golpe extrañando a la ojiverde alzando las manos como si planeara detenerla.
– Pero… – intentó la Haruno para seguidamente forzar un suspiro, el silencio se hizo entre ellas. Hinata no podía sentirse más incómoda.
– Hinata, yo lamento lo que te dije el otro día. Estaba fuera de lugar. Solo estaba molesta con la actitud de Naruto hacia mí. Yo solo, no quería que él se fuera. – explicó Sakura mirando hacia el suelo, fingiendo no ver a Hinata apretar los puños de nuevo.
– Fue estúpido, y me arrepiento… Demasiado. – finalizó la pelirrosa sin poder evitar sincerarse un poco.
– No te preocupes, no pasa nada. Lo entiendo… – respondió la pelinegra aceptando sus inesperadas disculpas. Al fin y al cabo ambas eran amigas.
– ¿A sí? – habló su consciencia con burla.
Sakura sonrió tranquila, acomodando su bolsa en su hombro. Antes de voltearse para alejarse, la miró una última vez. Observando como la prima de Neji volvía a mirar entre la basura.
– Hasta mañana, Hinata. – dijo como despedida para empezar a girarse, metiendo la mano, apretando lo que se encontraba en su bolsillo.
– ¡Adiós, hasta mañana! – obtuvo como respuesta a lo lejos, pero le importó bien poco.
Se cambió los zapatos deprisa, sin poder evitar sonreír burlonamente. No terminaba de creerse los acontecimientos. A pesar de que era algo a lo que estaba habituada. Ser engañada.
Caminando por el patio frontal, Sakura sacó el llavero que ella le había regalado a la Hyuga y lo alzó a la altura de sus ojos, sacudiéndolo un poco. Cuántos días pensó en lo que poder regalarle a la pelinegra sin que tuviera que gastar demasiado dinero, recordó que ella había querido hacer algo original. Algo diferente que no fuera fácil ni rápido de obtener. Terminó por hacerle ese llavero hecho con piedras hecho a mano. Con el que se entretuvo…
– Al menos una semana… – recordó con amargura el tiempo invertido para un presente de cumpleaños.
– ¿Cuánto tardó ella en decidir mentirme por tanto tiempo? – dijo en voz alta volviendo a bajar el brazo para finalmente tirar en la basura más cercana a la puerta de la salida el llavero. Observando cómo ambos conserjes se encontraban limpiando el patio.
– Kotetsu, vi a alguien rebuscar en la basura del vertedero. Se encuentra haciendo un desperdicio. – comentó la Haruno mirando a uno de los conserjes que suspiró, dejando su escoba apoyada en la pared y dirigirse hacia donde se encontraba su supuesta amiga.
Mirando el graffiti en el suelo una última vez por hoy, Sakura decidió finalmente empezar a caminar hacia su casa.
Estaba harta…
Hinata se tumbó en su cama tras un baño relajante. Se retiró con cansancio el moño que sujetaba toda su melena encima de la cabeza.
No hubo suerte, las cartas que había escrito debían darse por perdidas. Le hubiera gustado guardarlas, a pesar de todo.
Volvió a sentir ganas de llorar, pero esta vez milagrosamente logró frenar el llanto. Se incorporó para dirigirse en su escritorio. Donde se encontraban los sobres con las cartas de Naruto.
Sentándose en su silla de escritorio, tomó el sobre de la primera carta, volviendo a sorprenderse al no encontrar nada dentro. Abrió todas las demás, igual. ¿Qué?
– No, no, no, no…. – pensó Hinata sin poder evitar que los sollozos empezaran. – ¿Cómo pudo ser?
– ¿Hinata, todo bien? – preguntó Hanabi llamando a su puerta, quien al no obtener respuesta ingresó preocupada al cuarto.
– ¿Qué pasa? – insistió la menor tocando el hombro de la pelinegra, quien se dejó abrazar por ella.
Neji se encontraba sentado frente a la caldera de leña situada detrás de su baño tradicional de su casa. Leyó la hoja por encima, para rápidamente votarla dentro de las llamas, avivando la llama de dentro la máquina.
Haciendo uso de un encendedor, prendió fuego a varias de las hojas, las cuales rápidamente fueron añadidas dentro de la caldera. Y así consecutivamente, hasta que no quedó ninguna.
– ¿Tendrías una cita conmigo? – recordó el Hyuga decirle a Sakura directamente con valentía.
Sonrió al imaginarse el recuerdo de la pelirrosa obteniendo un tono rosado en sus mejillas ante la pregunta.
No quiso presionarla, por lo que le dejó tiempo para que se lo pensara. Quien pareció agradecerle.
Cerró la puerta de la caldera en silencio después de atizar el fuego, habiendo añadido más leña, levantándose del pequeño banquillo de madera con tranquilidad, avisando a una asistenta que avisara a tu tío que ya podía ir a bañarse.
Quitando polvo y pedazos de madera de sus manos, el castaño se descalzó rápidamente para abrir la puerta corredera del salón con afán de caminar hasta su habitación. Ignorando a propósito el llanto de su prima, cerró la habitación tras él.
Abriendo su correo, dio clic a redactar un nuevo email para su profesor de historia, tomando su ordenador para tumbarse en la amplia cama de su habitación.
– Mi turno, Naruto…
Ni yo sé que decir, ¿saben? No les engañaré.
Puede, quién sabe, no voy a ponerme pretenciosa ni nada por el estilo. Pero no me sorprendería nada que casi todos ustedes hubieran dado por sentado lo que terminaría por pasar. No lo puedo asegurar, no soy adivina. Por más intuitiva que sea, a quien no veo no siento. *Sonrisa estúpida*
¿Alguien siente compasión por Naruto? ¿Comprenden a Sakura y la compadecen? ¿Hinata, Neji? ¿Algo interesante que haya captado su atención? ¿Por qué Dosu y Zaku no aparecen?
Gracias por leer. Espero que les haya gustado.
