Hola a todos~
Encantada de volver actualizar, esta vez más pronto. ¿No me he tardado tanto, veis? He sido buena. *Se acaricia a sí misma la cabeza*
¿Qué esperar de este capítulo? La aparición de un nuevo personaje, aparte de otros que dudo que vuelvan a tener que aparecer, pero del que me refiero, si lo verán más. Qué más, qué más… Hay un interesante encuentro y alguna que otra revelación no demasiado oculta.
Bueno, les dejo con el capítulo y nos vemos más abajo, en lo que yo medito si el título por el que decidí es cutre o no. Nos vemos en las notas de abajo.
Disclaimer: Los personajes de Naruto/Naruto Shippuden pertenecen a Masashi Kishimoto.
La trama, salvo la gran mayoría de los personajes, escrita es de mi pertenencia e imaginación. Se va a reportar cualquier señal o advertencia de plagio. Les pido respeto. Gracias.
Adicción a la envidia
Izumi suspiró por enésima vez, yaciendo acostada en su cama a solas, con la ayuda de su almohada en forma de gusano que la rodeaba para estar lo más cómoda posible. Itachi no estaba, pues estaba trabajando de turno de noche. Notaba su ausencia estos días, quién sabe por qué. Se encontraba muy ocupado y llegaba muy cansado a casa. Estaba preocupada, a pesar de que él reafirmarle que solo se trataban de cosas del trabajo.
– Le conozco demasiado para saber cuando hay algo que evita contarme… – pensó la morena haciendo una nueva mueca de dolor, que la hizo acariciarse su abultado y firme vientre con una mano.
Quedaba ya una semana para que llegara el día de dar a luz. Su doctora, le había dicho que todo estaba bien. Eso, a pesar de aliviarla en un gran tan por ciento, no le quitaba del todo el insomnio, sobre todo por culpa de la ausencia de su futuro marido en altas horas de la noche en las que ella sufría. Obito se encargaba de darle los peores casos a él, los que le relacionaban con gente problemática y aparte de eso, al ser tan aplicado en su faena, solía contestar siempre que podía todas las llamadas de su radio durante su jornada, lo que le hacía más de una vez, volver tarde y el doble de cansado.
Cerró los ojos sin poder evitar resoplar aire, decidiendo que lo correcto sería intentar descansar aunque fuera poco.
Algo andaba mal. Su hijo estaba inquieto, no dejaba de moverse constantemente desde ayer por la tarde. No había parado desde entonces. Alzó la cabeza con cansancio, comprobando que eran apenas las cinco de la madrugada. Pese a que su doctora le hubiera avisado que a estas alturas sería común experimentar braxton hicks, hecho que no era la primera vez que sentía, ahora mismo no se sentía igual, ya que estos normalmente cedían cuando cambiaba de posición o descansaba.
– ¿No podría estar en labor de parto, o sí? – se cuestionó Izumi en lo que suprimía un gemido de dolor ante la presión que se hacía evidente desde sus lumbares hasta su vientre. Siseando de dolor al intentar incorporarse con dificultad para ir al baño, se escuchó un trueno bastante cerca de su hogar, la luz del relámpago no tardó en hacerse evidente. Seguía lloviendo mares.
Intentó abrir la luz de su mesita de noche, pero nada. Por lo que no le quedó más remedio que definitivamente incorporarse para intentar prender la luz de la habitación.
– Maldita sea… – se quejó la joven con los pies en el suelo, manteniéndose de pie con dificultad al levantarse de golpe. Sintió una presión en su vejiga, lo que le hizo intentar avanzar rápido en dirección al baño para evitar tener un accidente urinario.
En medio del pasillo a oscuras, casi tropieza con un juguete de Kage, con sus ojos todavía incapaces de adaptarse a la oscuridad al no ver nada por el oscuro pasillo, sin luz. Un fuerte dolor igual que antes le hizo soltar una queja bien fuerte, la hizo apoyarse a duras penas contra la pared soplando aire, intentando hacer la presión más tolerable. No escuchó como la puerta de la habitación de Sasuke se abría. El Uchiha no tardó en verla ahí parada, a pesar de estar todavía medio dormido.
Sasuke no tardó en darse cuenta de que algo andaba mal, por lo que intentó abrir la luz, pero no hubo suerte. Por lo que no tardó en regresar a su habitación para desenchufar el cargador de su teléfono, encender la linterna y apuntar la luz hacia Izumi.
– ¿Te encuentras bien? – cuestionó Sasuke acercándose un paso, frenando de golpe.
Izumi pareció querer hablar, pero se vio interrumpida al sentir como algo líquido empezaba a resbalar por sus piernas, cayendo hasta el suelo. El pelinegro no hizo más que quedar en shock.
– Izumi, dime que acabas de hacértelo encima… – habló Sasuke incapaz de apartar la vista del charco que acababa de manchar el suelo del pasillo.
Diez minutos más tarde, el único Uchiha presente se encontraba como un león enjaulado, paseándose impaciente, intentando que alguien respondiera a sus llamadas, para que viniera un médico o una ambulancia. La llamada se colgaba constantemente, y la única vez que logró contactar con alguien, pasó lo mismo, sin tener tiempo a decirles en dónde decirles que necesitaban ayuda médica urgente.
– Sasuke, por favor… Dime que ocurre… – suplicó Izumi hiperventilando mirando a su cuñado con mala cara, ya sospechaba lo que iba a decirle.
– Nadie me contesta en emergencias, y las pocas veces que logro tener cobertura, las líneas están ocupadas… – acabó por decir el menor con alteración controlada, se sentía acorralado en una situación en la cual le agarraban desprevenido, en la cual no sabía como actuar.
– Vale, de acuerdo, no entremos en pánico… Intenta llamar a tu hermano, a ver si hay suerte. – habló Izumi sentada en el sofá del salón con los pies descalzos encima de la mesa auxiliar en frente. Kage, nerviosa con la situación, se encontraba sentada encima del sofá junto a ella, lloriqueando de vez en cuando.
Evidentemente, muy para la mala suerte de ambos, Itachi no contestaba ninguna de las veces que intentó llamarle.
– Esto no puede estar pasando… – pensó Sasuke alarmado escuchando a Izumi soltar un grito de dolor de la nada.
– Sasuke, por favor… Haz algo, lo que sea… ¡Me duele! – suplicó Izumi empezando a llorar por el miedo a la situación, estaba desesperada, asustada y no sabía qué hacer y al parecer, no era la única.
Kakashi se levantó del sofá del salón de Sakura, tras escuchar a alguien llamar la puerta ruidosamente, haciendo un escándalo. Escuchó como la dueña del apartamento salió de su habitación junto a Shiro, el animal acercándose deprisa hacia la entrada ladrando.
– ¿No te fuiste, Kakashi? – habló la Haruno limpiándose un ojo con la palma de su mano, cada vez más despierta, sin esperarse a encontrarse al Hatake ahí. Antes de que pudiera obtener respuesta alguna, los golpes a la puerta volvieron a hacerse presentes, haciendo que Shiro se alzara de las patas delanteras y ladrara rascando la puerta. Sakura entendió que se trataba de alguien conocido.
Iba a dirigirse hacia la puerta, pero fue frenada por Kakashi, quien no estaba del todo seguro de quién podría tratarse. El adulto caminó decidido hacia la puerta y tras girar la llave, señaló con un chasquido de dedos a Shiro la orden de que guardara silencio, indicando con un dedo que se moviera de donde estaba hasta nuevo aviso. El can obedeció sin rechistar, sentándose al lado de Sakura quien le acarició la cabeza para tranquilizarlo, al verle escuchar lloriquear nervioso.
– Es Sasuke, Kakashi… – aseguró Sakura, ganándose una mirada seria y silenciosa por parte del profesor. Cuando abrió la puerta, comprobó que evidentemente así era. Dándole a entender que no era la primera vez que esto ocurría. La expresión seria de Kakashi hacia la Haruno lo digo todo sin abrir la boca, obteniendo tan solo un volteo de ojos por parte de la pelirrosa como respuesta.
– ¿Qué son estas horas, Sasuke? – habló Kakashi cruzándose de brazos inseguro, no quería creer que estos dos se escabullían por la noche a menudo, aunque fuera lo más probable. Intentó abrir la luz de la entrada al pasillo, pero no se prendía. Lo intentó con la del rellano, igual. La tormenta había hecho que saltara la luz del edificio.
– Sakura… Es urgente, Izumi… Ella… – dijo Sasuke entrecortado, sin siquiera poder terminar de hablar debido al susto. Los tres entonces escucharon un grito de dolor desde dentro de su habitación, poco después un relámpago chocar cerca con una antena se escuchó, Shiro ladró sin poder evitar asustarse. – Creo que está por dar a luz y no consigo llamar a emergencias, … Mi hermano, Itachi, Shisui, nadie responde… No sé…
Sakura no tardó en acercarse con prisas sin siquiera cambiarse el calzado al pelinegro quien la sujetó del brazo, ambos se dirigieron hasta la casa de este último, dejando a Kakashi ahí parado mirándolos irse.
Cuando ambos llegaron al salón, la pelirrosa se acercó a Izumi a pasos rápidos, quien no entendía qué estaba haciendo ahí. De camino hacia allí, Sasuke le había hecho saber que la castaña, al parecer, había roto aguas. Teniendo en cuenta que, tras habiendo investigado sobre el sistema reproductor de más para un trabajo de ciencias en sus primeros años de secundaria le tocó entregar, no le quedaba más remedio que observar lo que podía estar pasando.
– De acuerdo, vale, piensa… Recapitula lo que descubriste. – pensó Sakura lamiéndose los labios con los ojos cerrados. – Ella ha roto aguas, sus contracciones son prácticamente consecutivas, Entonces lo siguiente que debo hacer debería ser…
– Izumi, debo mirar, ¿Está bien?… – habló la Haruno para la morena que simplemente pudo musitar otro quejido de dolor, asintiendo a duras penas. – Sasuke, ayúdame a levantarla de cintura para abajo levemente, con cuidado…
Con cierta dificultad, en lo que Izumi ayudaba lo poco que podía para la labor mordiéndose el labio del dolor, la ojiverde retiró las bermudas amplias deportivas que vestía como pijama con cuidado, pero sin luz le costaba visualizar nada.
– Toma. – musitó Sasuke dándole su teléfono tras haber vuelto a encender la linterna del mismo.
Fue entonces que la Haruno pudo entender lo que estaba pasando, su expresión hizo que Izumi se preocupara.
– ¿Qué?... ¡¿Qué pasa, dímelo?! – imploró Izumi completamente intranquila, Sakura se lamió los labios mentalizándose.
La futura Uchiha, parecía estar totalmente dilatada, y se veía la superficie de la cabeza del bebé ya saliente, lo que significaba que la morena estaba en labor de parto inminente, si su lógica e instinto no se equivocaba, tenían ayudarle a parir.
– Izumi… ¿Desde cuánto haces que tienes contracciones? – preguntó la pelirrosa atemorizada, intentando asimilar lo que era probable que ella tuviera que hacer, a la vez que no se daba cuenta de que todo su cuerpo temblaba.
– Llevo desde ayer por la tarde con lo que parecían ser braxton hicks, No sabía… ¡Uf… joder! – intentó explicar Izumi siento interrumpida por otra tanta de dolor.
– Veo la cabeza, y creo que no hay tiempo de llegar al hospital, tienes que evitar pujar ahora mismo… ¡Kakashi! – El mencionado apareció deprisa, se había quedado en la entrada con el teléfono pegado en la oreja, intentando al parecer llamar a alguien, pero tenía la misma suerte que el Uchiha.
– ¡¿Sakura, qué haces?! – dijo Kakashi al ver a la pelirrosa colocada frente la entrepierna de la prometida de Itachi.
– ¿Llamaste a una ambulancia? ¿A alguien?... – interrumpió ella impaciente, optando por subir la enorme camisa amarilla por encima de los muslos de Izumi, sin apartar la vista del panorama para no perderse de nada, no quería hacer nada sin ayuda ni supervisión de alguien que pudiera parecer obtener alguna idea de lo que hacer en situaciones así. Izumi volvió a quejarse de dolor.
– Necesito pujar, necesito pujar… por favor, no puedo… – suplicó Izumi llorando y sollozando.
– ¡KAKASHI! – gritó Sakura con enfado acaparando la atención del Hatake que la miró sorprendido igual que Sasuke. – Salte, y no vuelvas sin ayuda… Consigue llamar a tu novia, un médico o alguien, pero que sea ya… ¡RÁPIDO!
Sin saber que añadir a eso, el Hatake suspiró con nervios y se dirigió hacia la salida para regresar al apartamento de la Haruno con prisas.
– Sasuke, tráeme toallas limpias, un cubo de agua tibia y haz que Shiro al igual que Kage salgan de aquí en medio… – ordenó la pelirrosa nerviosa, mentalizándose de lo que estaba a punto de hacer sin tener ni idea cómo. Bufó desprevenida para intentar serenarse, asimilando que era buena idea que Izumi, la futura madre, hiciera lo mismo. – Izumi, mírame, tienes que respirar más acompasadamente, todo irá bien…
La susodicha miró a la Haruno con lágrimas en los ojos, empezando a imitarla, respirando ambas a la vez en lo que esta última observaba a su novio ir con prisas para preparar todo lo que le había dicho. Escuchó como Shiro rascaba la puerta de la habitación de Sasuke, lloriqueando para que le dejaran salir, todavía con miedo debido a la tormenta.
Volvió Kakashi con prisas, con su teléfono pegado en la oreja, parecía que por fin las llamadas no eran cortadas debido al mal clima. Sakura no tardó en escuchar como la persona con la quien supuestamente era su pareja, la cual no recordaba el nombre.
– ¿Sakura, estás ahí? ¿Me escuchas? – habló Rin desde la otra línea, era la única con apariencia más calmada de los únicos presentes.
– Sí… – respondió ella, pronto se dio cuenta de que se trataba de una videollamada, podía ver de reojo a la Nohara en lo que parecía ser la cocina de la casa de Kakashi.
– De acuerdo, tranquila… Escúchame, dale la linterna a Kakashi, ve a lavarte bien las manos, aparte de eso mójalas con alcohol, que se tire ese cubo de agua, no nos será útil. – la ojiverde no tardó en obedecer, aunque sin dejar de temblar en ningún momento, en lo que se lavaba las manos con agua y jabón, trató de tranquilizarse respirando hondo, ignorando los rápidos latidos de su corazón. En lo que ella estaba haciendo esa tarea, Kakashi le indicó a Sasuke que se encargara del cubo de agua.
– Tendrás que hacer uso de ambas manos para ayudar a que el bebé nazca, por lo que veo, ya es hora. Coloca tu mano derecha debajo de la vulva para que metas algo de presión. – comunicó Rin una vez vio por la pantalla a la muchacha regresar a su punto de mira desde el teléfono, comprobando atentamente como sus instrucciones eran obedecidas con soltura a la primera. – Muy bien, ahora, con los dedos de la izquierda ayuda a la cabeza salir. Dile a la madre que puje.
– Izumi, puja… – dijo Sakura con algo de temor, en lo que Izumi, sin que le importara quién fuera la mujer con la que hablaba su actual matrona improvisada, les obedeció sin rechistar, gritando bien fuerte, sujetándose a suras penas por el respaldo del sofá.
Su voz se podía escuchar desde las otras casas, la Sra. Chiyo, alarmada, bajó por las escaleras aún en su camisa de dormir y albornoz, seguida de Sasori ya vestido para ir a trabajar, al no comprender lo que estaba pasando. Se encontraron con varios vecinos preocupados, sin atreverse a entrar a la casa de los Uchiha, cosa que a la anciana y su nieto no les importó hacer, a diferencia de otros.
– Virgen santísima… – musitó Chiyo al ver la escena en el comedor de los Uchiha.
La Haruno se encontraba sacando el recién nacido de la prometida de Itachi Uchiha, quien se puso a llorar enseguida al momento de ser colocado encima del vientre de su madre, la cual lo sujetó con amor a pesar de estar cubierto de líquido amniótico y sangre.
– Es un niño… – habló Sakura sin dar creces a lo que acababa de ocurrir.
Izumi colocó una mano en la cabecita que reposaba inquieta encima de su pecho, sin poder evitar llorar de felicidad. Su hijo, ya estaba al mundo, al fin le conocía.
– Sasori, llama a una ambulancia… – dijo Chiyo tras soltar un suspiro mirando a la joven que acababa de ayudar a una mujer dar a luz casi a oscuras, por lo que veía, a solas. No miró a su nieto obedecerla, tras salir de su trance.
Sakura se incorporó dispuesta lavarse las manos de nuevo, justo en el momento en el que parecía encenderse la luz del pasillo y habitación de la casa, quedando todos más tranquilos momentáneamente, hasta que Sakura notó como Sasuke caía desmayado a su lado, sorprendiendo a los que estaban en la habitación.
Shisui se encontraba agarrado al manillar de arriba la puerta a pesar de llevar el cinturón de seguridad del asiento de copiloto con cara sonriente para intentar calmar a Itachi mientras conduce demasiado deprisa, ignorando el temporal.
Obito, sentado en los asientos de atrás, no pudo evitar sonreír a modo de burla ante ese comportamiento de sus familiares. A diferencia de Shisui, él se encontraba de brazos cruzados en silencio, mirando la carretera por la ventana de su asiento.
Iban de camino al hospital, Sasori le había informado de lo ocurrido cuando faltaba poco para que su turno terminara, anunciárselo al de la coleta había sido todo un festival. Ver su cara perder color, lo había asustado durante un milisegundo, por poco piensa que se le muere ahí mismo, cuando Shisui aprovechó para abofetearlo a que espabilara a reaccionar, minutos después los tres ya estaban de camino hacia el centro médico.
Una nueva generación Uchiha acababa de empezar. No podía evitar enorgullecerse por el evento y sobre todo por Itachi.
– Si giras por la derecha lo tendrás más fácil para quedarte en frente del hospital… – comentó Obito, observando como Itachi parecía olvidarse de parpadear mientras ponía el intermitente. La sirena del coche sonaba, lo que hacía que los demás coches de la carretera se apartaran para dejarles pasar. Ventajas del oficio.
– Tío, queremos llegar sanos y… – pero no pudo terminar la frase cuando el de la coleta subió el freno de mano del coche, se quitó el cinturón haciendo que saltara la alarma de seguridad de los mismos para bajar del coche como si el alma se la llevara el diablo bajo la lluvia hasta la entrada del hospital, sin molestarse en cerrar la puerta.
Con un suspiro seguido de una sonrisa de suficiencia, Obito imitó al menor de los tres, se sacó el cinturón y salió de los asientos de atrás y se instaló en el asiento del conductor para terminar la labor de aparcar el coche con parsimonia.
– Baja tú también, Shisui. Enseguida les alcanzo… – dijo el mayor con paciencia sin borrar la sonrisa dibujada en su cara. Este último le hizo caso enseguida, por lo que no tardó en poder empezar a conducir el vehículo dentro del parking del hospital a la vez que apagaba la sirena de emergencias.
Itachi caminaba rápido por los pasillos de la planta que la recepcionista le había indicado, seguido no muy de lejos por Shisui, quien iba a unos diez pasos detrás de él. Pronto se encontraron a Kakashi parado en la puerta de la habitación.
De primeras, solo entró el Uchiha menor presente de los tres, quedando anonadado ante la imagen frente a él.
Izumi, se veía preciosa a pesar de tener expresión de no haber descansado en absoluto, cargaba un bulto envuelto en mantas blancas. La pequeña cabecita de su hijo no era visible, pero podía apreciarse un pequeño gorro también blanco de tiras azules. La única chica presente en el cuarto alzó la vista para devolverle la mirada, sus ojos plagados de lágrimas debido a la felicidad del momento.
– Ei, cielo… – musitó Izumi meciendo un poco a su hijo que quien tras terminar de comer algo de leche, se encontraba con algo de hipo. Ese sonido no podía parecerle más irreal a Itachi. – Acércate, tienes que conocerlo…
Sintiendo el sonido de los bombeos su corazón bien fuerte en su pecho, los podía escuchar hasta por sus orejas, se acercó cautelosamente a pesar de sentir como si estuviera caminando encima de una nube.
El aire se le fue de los pulmones cuando el rostro del pequeñín volteó su diminuta faz en los brazos de su madre para dejar escapar un pequeño quejido medio dormido, dejando ver aunque fuera poco, unos ojos negros como los de su padre para enseguida, bostezar y segundos después volver a cerrar los ojos. Su hijo, ya estaba aquí. Ya era padre.
– Venga, cógelo… – invitó su novia con felicidad, observando la atenta aunque expresión llena de amor hacia el niño.
Con cuidado, Itachi tomó a su hijo en brazos, notando como este apenas se retorcía y regresaba a dormir contra su pecho, dejando que este apretara con sus diminutos dedos, su dedo índice. Izumi, poco a poco se hizo a un lado y dejó que su futuro marido se sentara a su lado cerca entre ambos.
– Bienvenido al mundo, Satoru… – dijo en voz baja el nuevo papá hacia el bebé dormido, sacándole una sonrisa a la morena a su lado, quien apoyó la cabeza en su brazo sin poder evitar apartar la vista del nuevo integrante de su familia.
Como si el universo les escuchara, la luz mañanera del sol empezó a iluminar la habitación, momento en el que Itachi e Izumi compartieron un beso tierno, aprovechando ese momento de intimidad.
Desde la rendija de la puerta, Shisui sonrió con alegría ante esa hermosa escena, decidió cerrarla para darles más intimidad.
– ¿No vas a entrar? – indagó Kakashi parado a su lado, sujetando por el asa, una bolsa pequeña de cartón como si nada. Shisui negó con la cabeza, la parejita estaba teniendo un momento con su primer hijo, si él estuviera en una posición similar, seguramente querría estar a solas. Además, estaba cansado y con sueño, ya regresaría luego. Si había ido es porque le preocupaba el bienestar de Izumi y del bebé, pero al saber que ya estaban bien… Querría asegurarse de descansar antes. Bostezando al lado de Obito y del Hatake, no dudó en imaginar que sus ojeras parecerían las de un panda, al haber pasado toda la noche haciendo su trabajo, ayudando a Itachi.
– Ei, Kakashi… – dijo Obito en voz baja, junto a ellos al pasillo con ambas manos en sus bolsillos. Esperando llegar a conocer al nuevo integrante Uchiha. – ¿Me enteré de que Haruno ayudó a nacer al pequeño? ¿Cómo está?
El mencionado asintió intentando parecer impasible, aunque por dentro él todavía no acababa de recuperarse de la escena. Aun así, parecía que quien le había asombrado la situación demasiado hasta el punto de caer de bruces al suelo fue Sasuke. Kakashi fue el que se encargó de cargarlo hasta su cama, poco después de que los paramédicos se llevaran a Izumi con su hijo al hospital. Al recordar ese detalle tan peculiar, Shisui les prestó atención.
– Ella está bien, está en casa de Sasuke, con él… – comentó con tranquilidad el Hatake mirando su reloj. Casi las siete de la mañana, sería prudente regresar a casa. – Ya que este se desmayó debido a la impresión del momento.
Tanto Shisui como Obito no pudieron evitar soltar una risita ante la noticia, evidentemente lo usarían como modo de burla. A lo lejos, Kakashi percibió la silueta de Rin caminar por el pasillo seguida por unos cuantos residentes a su cargo. Dejando a esos dos ahí en silencio sin molestarse en despedirse, caminó a paso rápido hasta llegar hasta su novia, quien se sorprendió en verlo ahí. No fue recibido con una sonrisa tal y como esperaba, como estaba acostumbrado, pero no se quejó. Él la había puesto triste y en ese mismo instante, se sentía culpable.
– Ustedes dos, a la UCI. Que el resto vaya a hacer ronda, cuando vuelva quiero que me expliquen los casos de hoy. – mandó la Nohara, cada uno de los estudiantes fueron marchándose hacia donde se le había dicho, una vez estaban ellos con algo de privacidad en el pasillo, suspiró. – ¿Qué quieres, Kakashi?
El susodicho le tendió una bolsa, a lo que Rin asumió que se trataría de su almuerzo. Otras veces, algo así le habría parecido encantador pero ahora mismo, tras su discusión de ayer… No le apetecía aceptarlo solo porque sí.
– No tengo hambre, acabo de desayunar en la cafetería del hospital. – habló la morena apartando la vista de su novio a propósito, seguro le estaría mirando con esa mirada tan persuasiva suya, estaba molesta con él, devolverle la mirada sería caer rendida. – ¿A qué has venido? No tengo todo el día, ya lo sabes…
– Quería disculparme por como reaccioné sobre lo de ayer… – habló Kakashi, Rin mantuvo la mirada apartada, se encontraba recordando los eventos de ayer, al igual que él. – Lo lamento, no debí hablarte esa manera.
El Hatake escuchó a su novia suspirar tristemente. Supuso que no le devolvía la mirada porque lo más probable es que tuviera los ojos llorosos.
– Mira, Kakashi… No creas que no entiendo, lo que es descubrir algo así de la nada, yo estoy en las mismas que tú. Aun así, está realmente pasando. – empezó Rin tras morderse los labios incómoda, haciendo una leve reverencia a varias enfermeras con las que solía trabajar a menudo a modo de saludo. – Sí te lo dije es porque considero que debías saberlo, pero si no quieres formar parte de esto, podré ser madre y espabilarme sin tu ayuda. Solo quiero que te quede claro, tendré al niño.
Sasuke se encontraba completamente dormido en su habitación, boca arriba en su cama, no se había despertado de su bajada de presión todavía. Shiro, acostado prácticamente encima de Kage en la cama de la misma dentro de la habitación, se levantó a la vez que se estiraba para bostezar.
Ya más tranquilo después de que la tormenta bajara de intensidad, había podido tranquilizarse de vuelta. Escuchaba a su ama, revolotear por la cocina del pelinegro, pero no decidió salir. Ya había desayunado hace rato, junto a Kage, y ambos también habían sido sacados de paseo.
Con curiosidad y parsimonia, se acercó al muchacho para olfatear su mano al borde de la cama con su hocico húmedo. Gruñó un poco esperando que Sasuke despertara, de la misma manera que solía hacer con su dueña, cosa que no logró. Quería jugar. Fue entonces que con decisión se subió a la cama y caminó por la misma olfateando todo el cuerpo de Sasuke con tranquilidad. Al llegar hasta la oreja del mismo, se puso manos a la obra para intentar despertarlo, olfateándolo ruidosamente, para enseguida ponerse a lamer la oreja y la pálida mejilla del Uchiha.
Sasuke, en su mundo de sueños, lo único que se le vino a la cabeza fue susurrar el nombre de la pelirrosa, sorprendido de su actuar con él, pero no la frenó, a pesar de que le pareciera algo extraño. Girando la cabeza, sin saber que se trataba de Shiro, dejó que este pasara la lengua por toda su cara hasta los labios. Fue entonces que tras un ladrido, que arrugó la frente y terminó por empezar a despertarse, abriendo los ojos con cierta dificultad.
No tardó en darse cuenta de que era Shiro quien se encontraba con él en la cama, haciendo una mueca al ver que este seguía lamiéndole el rostro a modo de amor y juego, meneando la cola feliz. Apretó sin hacer daño el hocico del akita, empezando una guerra de machos encima de la cama. Shiro usaba sus patas delanteras para empujar al pelinegro y mordía sin hacer daño las manos y muñecas de Sasuke.
Escuchando el alboroto desde la cocina, Sakura fregó sus manos húmedas con un paño seco para caminar hasta el dormitorio de su novio, sonriendo con diversión ante esa adorable escena.
– ¿Qué hacéis? – habló la Haruno sorprendida al encontrarse a Shiro alborotado con la boca abierta y lengua afuera, respirando fuertemente, tumbado encima del pecho del Uchiha, quien se encontraba apartándose una pata de su rostro.
El can al ver a su dueña decidió incorporarse feliz y emocionado para pronto brincar hasta la misma, pisando la entrepierna del pelinegro con una pata delantera en el proceso de acercarse, que le hizo doblarse de dolor y ver las estrellas, mientras se sujetaba sus partes nobles.
Shiro se sentó a los pies de la cama frente a Sakura, disfrutando de las caricias que ella le proporcionaba felizmente, ignorando al herido Uchiha detrás de él. Sin saber que su pata había terminado de despertarle completamente.
– Mis huevos… – maldijo el pelinegro agarrándose sus adoloridos genitales por encima de su pantalón de pijama, volviendo a ponerse boca abajo en la cama con las piernas algo dobladas.
– No tiene ni pizca de gracia, Haruno… – habló Sasuke tras escuchar la risa de su novia detrás de él.
– Para nada… – respondió ella sarcásticamente, sin dejar de acariciar a Shiro en ningún momento, en lo que observaba como su novio tan pronto como lo veía posible, se incorporaba de su postura para levantarse. Tras un abrazo y un beso encima de la cabeza de su mascota, Sakura se apartó del animal para volver a enfocar su vista encima de su pareja y enseguida caminó hasta él una vez este colocó ambos pies en el suelo.
– ¿Cómo te encuentras? – cuestionó la Haruno parándose justo en frente del Uchiha, quien estaba sujetándose la frente con una mano. No dudó en sonreírle cuando este último alzó su vista fácilmente, colocando una mano encima de su cabeza cuando este descansó la misma en su vientre, empezando a acariciar su corta melena azabache.
– Hn. – pronunció Sasuke colocando cada una de sus dos manos en las caderas de la pelirrosa, algo que Sakura conocía lo suficiente para interpretarlo como un asentimiento, lo que la dejó más tranquila.
– No puedo creer que ya sea tío… – pensó el Uchiha con un nuevo sentimiento en el pecho, el cual era lejos de ser desagradable. Enseguida, un pensamiento ligado a lo ocurrido hace horas, el nacimiento de su sobrino, le hizo latir el corazón más deprisa. Uno en el que años más adelante, esto podría ocurrirle a él con la pelirrosa.
– Preparé algo para almorzar, ¿Vamos? – propuso la Haruno con cariño, bajando la mano hasta los hombros del pelinegro hasta empezar a apartarse, agarrándolo de las manos para ayudarlo a levantarse.
Al salir de la habitación, seguidos por ambos perros, a Sasuke le llegó un delicioso aroma proveniente de la cocina. Topándose con la isla de la cocina preparada para que dos personas comieran juntas. Fue entonces que se percató de que la pelirrosa vestía un delantal beige encima de su pijama de dos piezas, con su cabello sujetado en una coleta baja que caía por su espalda.
– La verdad es que me vi obligada a cocinar bastante, mucha de la comida en la nevera estaba a punto de caducar, no quise que la echaras a perder. Espero que no os importe. – comentó la Haruno adelantándose primero hacia el lado de la encimera donde estaba servido todo. Sasuke escuchó sus tripas pedir probar todo lo que se ofrecía de ese manjar preparado por su chica. – Venga, siéntate.
El pelinegro observó con deleite las tres bolas de arroz milimétricamente preparadas a la perfección servidas en cada plato junto a una ración de pollo rebozado ya cortado con lo que parecía ser salsa picante por encima, también había sopa miso aparte de un leve bol de ensalada con los tomates que se compró para él solo. No pudo evitar sentirse consentido otra vez, como cuando era pequeño, y su madre le animaba preparándole su comida favorita y demás para hacerle sentir mejor. A menudo cuando se sentía triste cuando su padre no parecía contento con él.
Imitando a Sakura, el Uchiha tomó asiento en el taburete a su lado, pudiendo apreciar así más de cerca su comida. Estos últimos días había tenido que soportar los intentos de platos de Izumi, quien empeñada en mejorar su habilidad culinaria, se encargaba de añadirle sabor a quemado hasta el tofu, es decir, en fallar a cada intento a pesar de seguir mil y un consejos. Aunque peor era su hermano. Vivir a base de arroz cocido con algo a la plancha, ya estaba aburriéndole. Iba a aprovechar esto, al máximo.
– Ittadakimasu… – musitó Sakura tomando los palillos frente a su plato completamente distraído de la mirada emblemática que el pelinegro a su lado le dedicaba.
– Gracias, Sakura. – añadió Sasuke tranquilamente, dispuesto a empezar a comer, intentando que su leve rubor no fuera visible para ella, aparentando estar impasible.
No iba a agradecerle a dios por la comida dado que no se la había preparado él, pero sí lo haría por proporcionarle la oportunidad de tenerla junto a él.
Por el rabillo del ojo, pudo observar como la ojiverde le dedicaba otra de sus hermosas sonrisas, lo que le hizo sentirse bien, para enseguida no tardar en empezar a agarrar los palillos y disponerse a tomar del plato de ensalada una rodaja de tomate para meterla enseguida a su boca rápidamente y seguidamente tomar uno de los onigiris y darle un mordisco, saboreando su gusto con satisfacción.
– ¿Sabes algo de Izumi? ¿Si está bien? – preguntó Sakura poco después de levantarse cuando ambos ya terminaron de comer en tranquilidad, tras ver al Uchiha mirar su teléfono fijamente.
Como respuesta, Sasuke apenas le mostró la pantalla de su móvil en la que se veía a su sobrino completamente dormido en los brazos de Izumi, la cual salía a medias, en lo que parecía ser la cama de su habitación de hospital. La foto se la había mandado Itachi con un mensaje que le decía – Conoce al primero de muchos sobrinos, hermanito. – Parecía estar incluso presumiendo.
– Ambos parecen estar bien. – habló el pelinegro con una leve sonrisa, que no pasó desapercibida por parte de la Haruno. Le agradaba verle feliz, aunque no fuera del tipo que lo gritara a los cuatro vientos.
Al levantar la vista, el pelinegro se dio cuenta de que su chica parecía dispuesta a fregar los platos y guardar lo poco que quedaba por limpiar tras cocinar. Por lo que rápidamente la detuvo quitándole la vajilla de las manos.
– Deja eso, ya lo limpiaré yo. – dijo Sasuke de improvisto dejando a Sakura con la boca algo abierta ante su reacción.
Había ayudado a que su sobrino llegara al mundo, acudiendo a su llamado de socorro sin que tuviera que pedirlo más de una vez, aparte de eso, se había encargado de limpiar la sangre del salón y del desorden. Algo que la pobre Izumi, estos últimos días no había podido terminar de hacer, algo que él quiso empezar a hacer para quitarle un peso de encima a la morena, quien le costaba quedarse quieta, pero no tuvo oportunidad. A fin de cuentas, era su hogar.
De no ser por haberse desmayado, lo habría hecho el mismo, pero por lo visto alguien más se había encargado por él. La casa estaba como los chorros del oro, impecable.
Antes de que Sakura pudiera responder, la música de una llamada entrante proveniente de su móvil la distrajo, haciendo que caminara rápido hasta la bolsa de tela que había terminado por traer consigo tiempo después cuando Sasuke todavía dormía. Se trataba de Ino.
– ¿Cerda, pasa algo? – dijo la Haruno atendiendo la llamada enseguida, sobresaltada cuando esta le preguntó si había leído los mensajes que le envió, poniendo el manos libres, se dispuso a ello. – ¿Eh?
– ¿No estás en casa, frentona? Dijiste que esta tarde querías ayudarme en la floristería, vine a buscarte para ir juntas. – habló la rubia paseando de lado a lado frente al edificio donde vivía su amiga con tranquilidad.
– Nakamaya, ella está conmigo ahora… – musitó Sasuke pasando por el lado de Sakura terminando de recoger la mesa, esta le empujó a modo de juego ante esa prepotencia, no estaba segura de si se equivocaba con los apellidos a propósito o no, la sonrisita burlona que aparecía en sus labios no concretaba nada.
– Sí, Ino… Sube por ahora, me cambio y nos vamos. – finalizando la llamada, la ojiverde volvió a guardar su teléfono en su bolso, para rápidamente voltear su rostro hacia su novio quien entendiendo lo que significaba esa mirada, simplemente rodó los ojos y caminó hasta el fregadero para empezar a lavar los trastes. Esa rubia de apellido confuso no hacía más que aparecer cuando estaba él con ella, reventándoles su burbuja como si se tratara de una versión femenina de Suigetsu, aunque en realidad ellos dos no tuvieran planes.
– ¿Podrás abrirla y decirle que ya salgo? Voy a por el cargador de móvil que dejé en tu habitación… – pidió Sakura mirando hacia el pelinegro, apartándose un mechón de su flequillo con un meñique.
– Hn. – musitó él con pocas ganas de hacerlo, no es que la amiga de Sakura le cayera mal, junto a las demás, a diferencia de la prima de Hyuga, pero sí que empezaba a cansarle que ocurriera eso, es como si ella y el universo se pusieran de acuerdo. Al notar la mirada jade , expectante de la pelirrosa que le observaba con una ceja alzada, bajó los hombros tragándose un suspiro. – Sí.
Escuchó el timbre de la casa de Sakura sonar, por lo que enseguida caminó hasta la puerta para abrirla, encontrándose con Ino a fuera. Quien se giró tras escuchar el sonido de la puerta. No se esperaba encontrarlo ahí parado.
– ¿Qué haces ahí? Sakura vive aquí… – dijo Ino con la frente arrugada claramente confundida.
– Esa pregunta es un poco estúpida, Mayakana. – informó Sasuke tan campante, logrando molestar a Ino con esa actitud, aparte de su asunto con su apellido. Y creer que de más jovencita ella pudo estar algo encaprichada por él… – Sakura no tardará en salir.
– Espera, ¿Vivís uno frente al otro? ¿Desde cuánd…? – indagó la rubia quedando con una mueca de sorpresa, dejando su boca algo abierta al ver a su mejor amiga hacer acto de presencia vistiendo el corto pijama de verano que ella le regaló por su cumpleaños y nada más que una sudadera con cremallera que le iba tallas grande, que evidentemente era del pelinegro frente a ella.
– Ya estoy, cerdita. – Saludó Sakura llegando a donde ellos totalmente tranquila, ignorando la expresión de la rubia, colocando pulgar e índice en su boca para silbar, llamando a Shiro, que se acercó de inmediato. – Luego nos vemos, Sasuke.
Ino se vio obligada a esconder el labio inferior debajo del superior en una mueca rara y a la vez graciosa, en lo que observaba a la parejita despedirse, bueno… Mejor dicho, a su amiga despedirse, con un casto beso en la mejilla que la tuvo alzándose de puntillas y después unir los labios con los del Uchiha en un corto pico. Algo que sorprendentemente para la Haruno, se dejó hacer delante de otra persona.
Viendo que la parejita recién sacada de un cuento de hadas parecía tener dificultades para separarse, Ino decidió tomar de la mano a Sakura para arrastrarla consigo frente a la puerta de su departamento.
– Yamanaka o como se llame corta-rollos… – pensó Sasuke apretando casi imperceptiblemente sus labios entre sí a la vez que taladraba con la mirada a la amiga de su novia, quien le sonreía con una sonrisa burlona y forzada por toda la cara, como si lo que pudiera pensar no le importara, algo evidente.
Cuando Sakura cerró la puerta de su apartamento, no tardó en darse cuenta de la mirada que su mejor amiga le dedicaba.
– Se te pasó decírmelo… – acusó Ino torciendo la boca colocando ambas manos en su cintura, dejando a Sakura confundida.
– ¿El qué? – preguntó la pelirrosa alzando una ceja en lo que se quitaba el calzado para adentrarse más en el pasillo de la entrada.
– Que los Uchiha viven literalmente frente a ti, frentona… – respondió Ino moviendo la cabeza expectante ante el detalle que creía conveniente haber sabido desde hace tiempo.
– Ah… – respondió Sakura, es cierto, había pasado hace ya algo de tiempo y no se lo había dicho a Ino y compañía. – Oh bueno, ahora ya lo sabes. Aunque no es algo que vaya a durar, el hermano de Sasuke acaba de ser padre, según lo que me ha dicho Sasuke, tienen en mente regresar a la mansión de sus padres pronto.
– ¿Me vas a decir que no os habéis escabullido a casa del otro en medio de la noche? – la expresión burlona de la rubia abochornó a la ojiverde, lo que le hizo ensanchar su sonrisa, estaba en lo cierto, no tardó en descalzarse para seguir a la Haruno por el pasillo. – ¿Quién es la más cerda aquí?
– Tú. – contestó Sakura con diversión sin siquiera voltear a verla, sabía que lo que Ino hacía era bromear, por lo que ese comentario no se lo tomaba en serio.
– Todavía me cuesta creer que estés saliendo con él, pensé que habías pasado página. – asimiló la Yamanaka sentándose en la cama de la pelirrosa ya hecha. – Pero a su vez, no me sorprende.
Era cierto, si algo ella sí había tenido la oportunidad de ver por su propia cuenta, era la conexión que Sasuke y Sakura siempre habían tenido desde temprana edad. Despertar de su ilusión fermentada de momentos cutres que de pequeña había creado en su cabeza en la que estaba con Sasuke, había sido duro por un corto periodo de tiempo. Asimilar que entre esos dos había algo, que se transformó en un lazo que prometía ser inquebrantable, no lo fue. Sin decir palabra, mirar como el pelinegro observaba incontables veces a su mejor amiga, atento a ella en muchas ocasiones sin que se diera cuenta, las veces en los que ellos desaparecían a la vez durante los descansos y regresaban como si nada, muchos otros detalles. Sasuke parecía que siempre había tenido un ojo puesto en la Haruno. No era la única que se había percatado.
– Lo intenté. – reconoció Sakura empezando a desvestirse la parte superior de su pijama, recordando todas las veces en las que se sintió mal por forzarse a pasar página prematuramente. Su corazón añoraba al pelinegro siempre, lo único que aprendió a hacer fue a hundir esos sentimientos al fondo del pozo de su corazón, para centrarse en otras cosas.
Si consiguió mantener la fachada, tenía que admitir que se fue gracias a lo dolida que también estaba con él, con Naruto, además de lo ocurrido en su vida con sus padres, etc. Aunque eso, muy en el fondo se recriminaba por hacer en ciertos puntos.
– Sí, lo intentaste muy duro. A mí no me engañas, os vi en una sesión de achuchones en las colonias cuando os tocó dormir en tu cama. – dejó caer Ino mirándose su manicura francesa impecable igual a la de su amiga, soltando una risita al observar brevemente la mirada acusatoria que le dedicaba su amiga, no fue culpa suya que tuviera que dormir con Hinata y Tenten en una cama tan diminuta con ese calor tan horroroso. Le tocó estar contra la barandilla al borde de la cama, por lo que pudo fácilmente espiar a la parejita bajo ella haciendo sonidos entre y bajo sábanas. – Tuvisteis suerte que los ronquidos de camionero de Kiba y Naruto os cubrieran las espaldas, pero a mí no me engañáis.
– Siempre has sido una cerdita cotilla… – añadió Sakura ya con el sujetador puesto, bajándose el halter top rosa y rápidamente liberar su larga cabellera con una sonrisa burlona, riendo cuando Ino le tiró una almohada. Ese momento con Sasuke en las colonias, estuvo entretenido, llevar las riendas de cada uno de los besos que se dieron quedando sentada a horcajadas encima de él, hasta el punto de que tuviera una erección.
– Dáte prisa, frente kilométrica. – se quejó Ino intentando aguantarse la risa al igual que Sakura, ambas habían echado de menos las veces en las que se provocaban la una a la otra de esta manera, obviamente, tenían que ponerse al tanto, esta tarde lo harían en la floristería.
Sentado en el suelo, apoyando la espalda contra la cama de su habitación, Naruto lanzó su pelota de plástico contra el suelo en dirección a la pared, haciendo que esta se alzara y rebotara en la misma para que enseguida regresara donde él, atrapando el objeto de nuevo al vuelo y rápidamente repetir la acción, sin cansancio, aunque con aburrimiento.
– ¡Naruto, deja de hacer ruido! Estoy intentando dormir. – gritó Jiraiya desde su dormitorio que estaba justo al lado al de él.
El susodicho volvió a tomar la pelota con una mano, con una expresión seria y pensativa, sin tardar en girarla, esta vez entre sus dos manos.
Estas dos últimas semanas se las había pasado de un humor de perros, con apenas nadie con quien hablar o pasar el rato. El único dispuesto a ello, parecía ser Sai, aunque no siempre.
Lo había intentado con Shikamaru, pero según su madre, se encontraba pasando unas semanas en casa de Temari, donde estaban sus hermanos. Chouji se encontraba trabajando para ayudar a sus padres con la reforma de su garaje después de que este se incendiara accidentalmente, Lee entrenando para una maratón solidaria, Kiba había pasado de su disculpa, por lo que no le dirigía palabra y bueno… Desde la última vez que habló directamente, cara a cara con Sasuke, no se habían visto de nuevo ni nada por el estilo.
– Tampoco es que me apetezca… – afirmó mentalmente el Uzumaki apretando la bola con fuerza a costa de su molestia con el pelinegro. – Lo lleva claro si piensa que le creí una sola palabra que dijo.
Estaba completamente equivocado sobre Sasuke. Evidentemente, esta vez había cruzado la línea, mintiendo respecto a Sakura. Le dolía, que su mejor amigo, fuera capaz de hacerle esto a él, después de lo que habían pasado. A fin de cuentas, se marchó a Hokkaido para lograrle hacer entrar en razón, preocupándose de que no estuviera solo. Estuvo ahí cuando el desmadre de Madara salió a la luz, como su hermano. No era mucho esperar la misma clase de retribución. No le pidió demasiado, aunque no lo hiciera de la mejor manera.
Podría entender, que… en cierta forma, poco tiempo tras volver, él hubiera empezado a ver a la Haruno con otros ojos, a fin de cuentas todos habían crecido, y Sakura, era una chica que les gustaba a muchos. Probablemente, hubiera sido oportuno, prestar más atención a las reacciones del Uchiha, pero a su modo de ver, nada había cambiado. Por más que fuera repetitivo con ello. No era tozudez, era la pura verdad.
"– Es Sakura, es ella. – afirmó con seguridad en lo que Sasuke se inclinaba para tomar la lata que yacía al lado de su pierna, contrario donde se encontraba Kage estirada en el suelo. – Va a volver a declararse, estoy seguro.
En silencio, Naruto volteó a ver el rostro del Uchiha, en cierta manera intrigado por su posible reacción. Notó como el agarre que mantenía en su lata de refresco era firme, las puntas de los dedos estaban casi blancas por unos breves instantes, en lo que daba un sorbo, pero no le hizo demasiado caso. – Me costó creerlo, ¿Sabes?
Apartó la vista de él, escuchando su teléfono vibrar en su bolsillo delantero de su pantalón de uniforme, sin llegar a ver la mueca de confusión y molestia de Sasuke, observando como Jiraiya le decía que regresara a casa, que tenían que acabar de arreglar su casa tras la mudanza.
– ¿Sasuke? – escuchó que lo sacaban de sus pensamientos con una mano en su hombro sin mirarle, el uchiha miró a su mejor amigo que se encontraba de pie. – Jiraiya me acaba de llamar para que vaya a casa, dice que tengo que hacer no sé qué… ¡Hasta luego!
Sintió la mirada ónix de Sasuke clavada en su espalda, parecía querer decirle algo, pero nada. Silencio absoluto. Quién sabe por qué motivo, decidió mantener la espalda frente al pelinegro en lo que se colocaba la gabardina y agarraba su mochila.
No le había gustado que de la nada, le hubiera venido con esas ideas de que Sakura no era la de las cartas. Al menos con eso, había logrado callarle. Demostrándole que la pelirrosa había pasado página, que estaría con él. Por primera vez, se sentía un paso adelante de él en cuanto a ella. Más cerca del amor de su vida.
Sin más que añadir, con una sonrisa orgullosa y de suficiencia llena de confianza que borró cuando alzó su mano, aun sin voltearse, aunque girando brevemente la cabeza para verle mirarle seriamente, se despidió en silencio con la misma para seguidamente marcharse. "
¿Qué se había acostado con ella? Ya claro. ¿Qué estaba enamorado?... Eso ni de coña. Sasuke era conocido por cambiar de chip siempre que le convenía, lo hizo con él, lo hizo con Sakura y estaba convencido de que, en un momento dado en el que ellos pudieron estar a solas, algo pudo hacer que él seguidamente, viniera con esas, por lo que lo volvería a hacer. No podía dejar que Sakura estuviera cerca de él, si iba en ese plan. No lo iba a permitir.
"No somos rivales. Nunca lo seremos en cuanto a Sakura."
"Vigila en cómo te diriges a mi novia o me olvidaré que eres mi mejor amigo."
– Parece que ya lo ha olvidado… – meditó Naruto girando la cabeza para voltear a ver el marco de fotos algo antiguo que reposaba apoyado contra la pared, encima de su mesita de noche. Miró primero a Sakura, quien aparecía sonriente haciendo una pose adorable, siempre en medio de ellos dos. A su izquierda se encontraba el Uchiha, con un porte serio aunque se podía apreciar una imperceptible sonrisa. No se sentía capaz de ver esa foto últimamente, cada vez menos. Sobraba alguien.
"Que la envidia y los celos te priven de confiar en lo que se te dice, es tu maldito y jodido problema. No debo demostrarte nada."
– No soy yo el que tiene envidia, ni mucho menos celos…
El lápiz que Ino sujetaba entre su nariz y labio superior cayó rodando encima de la mesa que había apartada de la encimera con la caja registradora. Podía apreciar mucho al profesor Asuma, al cual consideraba el mejor tutor que pudo haber tenido en toda su época como estudiante, pero sus deberes eran… un tostón.
Había aprobado con la nota justa este trimestre, algo que sus padres le echaron en cara, por lo que le mandaron a que pidiera materia extra para subir nota. No supo por qué demonios les hizo caso, si podría perfectamente haberles dicho que lo hizo y después fingir. Ellos no se enterarían.
– Eres una quejica… – se burló Sakura frente a ella, preparando el mismo ramo que había justo al lado, tomándolo como referencia. Se encontraba ayudando a la madre de la rubia, preparar los centros de mesa para un evento.
– No todos tenemos la capacidad de escribir a la velocidad de un rayo, ni las ganas de completar las tareas a tiempo récord. – contestó la rubia harta de la tarea, a pesar de faltarle poco para terminarla. – Además, casi suspendo por lo ocurrido con Sai.
– ¿No volvió a molestarte ni a dirigirte la palabra, o si? – preguntó la Haruno cortando el exceso inferior del pedúnculo de uno de los claveles color salmón y rápidamente dejándolo junto al resto. Ino negó con la cabeza, tras el escarmiento de Sakura, ella ya había borrado su contacto de su teléfono, por fortuna, el Shimura seguía considerando prudente mantener las distancias.
Dejando las tijeras encima de la mesa de trabajo, la pelirrosa empezó a añadir flor a flor dentro del cuenco que sujetaba los demás adornos del conjunto junto al resto de flores ya divididas. No pudo evitar que se le viniera a la cabeza el recuerdo de Ino con expresión de temor al toparse con Zaku hace un par de semanas. Una corazonada le decía que Zaku podría haber intentado algo con su amiga, como en su día consiguió hacer con ella… lo que llevó a ciertos hechos.
– Ino, sé que probablemente la pregunta que te haré ahora puede chocarte y desde luego, no gustarte… – dijo la ojiverde sin mirar a la Yamanaka, quien la miró con curiosidad, prestando atención. – pero … ¿Acaso Zaku y Dosu te andan acosando?
La rubia guardó silencio y agachó la mirada con disconformidad ante la pregunta, algo que Sakura entendía perfectamente como una afirmación, pero quería que se lo aclarara primero.
– Sabes que puedes contármelo, si quieres… – añadió ella dando por sentado el hecho esmentado, a pesar de considerar que no hacía falta que su amiga lo admitiera, sabía lo que ella había tenido que lidiar perfectamente, solo que esperaba que no a su nivel. Regresando la vista a su amiga momentáneamente, verla incómoda la hizo tener flashes del comienzo del acoso por parte de esos dos hacia ella, que sorprendentemente ocurría incluso a espaldas de Naruto y Sasuke, poco antes de que estos dos se distanciaran para poco después este último se marchara. Simpatizó con la Yamanaka en silencio, conociendo esa sensación desagradable que debía estar sintiendo. Seguramente, percibía al Abumi junto al Kinuta cerca a pesar de que en realidad ni estuvieran. – No te preocupes, Ino…
– No volverán a acercarse. – aseguró la pelirrosa tan campante colocando el último clavel dentro del cuenco, admirando su trabajo pensativa. Esa frase le trajo recuerdos a Ino.
Momentos que permanecían en la mente de ambas como la vez en la que por primera vez tacleó a Ami contra el suelo, para seguidamente empujar su cabeza contra el suelo del arenero por burlarse de Sakura en su primer año de educación primaria. Aunque el efecto deseado de que Ami y compañía no se acercaran solo perdurara algunos meses, ambas amigas recordaban perfectamente que fue la Yamanaka quien años atrás, le dijo esas palabras a la pelirrosa que escondía su rostro bajo su flequillo para evitar las burlas de las demás niñas. Las cosas ahora eran muy diferentes.
– Me aseguraré de ello… – afirmó Sakura mentalmente en lo que finalizaba el cuenco y lo colocaba dentro de la cesta de mimbre blanca.
– Dosu no estaba, pero Zaku y otra peña intentó molestarme un poco por la zona donde nos lo encontramos el otro día. – admitió Ino con la voz lo suficientemente alta para que pudiera ser escuchada. – No lograron nada, Shisui me rescató a tiempo.
Entonces estaba en lo cierto, Itachi ya tenía a ese par de idiotas en su punto de mira.
– ¿Le conoces bien? – preguntó Ino sacándola de sus pensamientos, teniendo que arrugar la frente por confusión.
– ¿A quién? – contestó Sakura dejando el penúltimo centro de mesa junto a los demás a un extremo de la misma y enseguida volver a colocar su mirada en su mejor amiga. La observó mirarse las puntas de su larga y lacia cabellera, algo nerviosa. No pudo ver el tenue rubor en sus mejillas debido al flequillo de la Yamanaka.
– A Shisui, dijo que era un Uchiha ¿Verdad? – comentó la rubia comenzando a jugar con el extremo de su lápiz.
– Casi nada, en realidad. Lo veo como alguien a quien le gusta bromear con frecuencia y disfruta mucho provocar a Sasuke de diferentes formas. Es lo único que se me ocurre, ¿Por? – respondió Sakura levantándose del taburete y pasando las manos para quitar los pétalos y restos de lazos, etc. que estaban pegadas a su ropa.
– Bueno, es que… – intentó explicar Ino chasqueando la lengua por dentro a la vez que escondía los labios, golpeando de nuevo el extremo de su lápiz contra el mueble varias veces de manera inquieta. – Me gustaría verle, de nuevo… , para más que nada, ya sabes… ¿Darle las gracias en persona? Me llevó a casa, y me… Nos ayudó con ese idiota.
– No tengo su teléfono ni nada por el estilo, para que puedas agradecerle, pero cuando le vuelva a ver, le agradeceré de tu parte, no te preocupes… – avisó la Haruno con una leve sonrisa mirando hacia Ino, quien se lo devolvió, desilusionada por dentro.
– Espero, poder volver a encontrármelo… – rumió esperanzada quedando embobada mirando a la nada tras apoyar los codos en la mesa, descansando su mentón encima de ambas manos. No prestaba atención a lo que su mejor amiga le estaba contando, tampoco se dio cuenta de que su madre acababa de regresar a la tienda.
– ¿Otra vez mirando las musarañas, cariño? – saludó la Sra. Yamanaka acercándose a ambas jóvenes dejando su bolso y carpeta encima de una mesa adornada de varios jarrones con flores. Plantando un beso en la cabeza de su hija con cariño. – Ah, mira esto… Casi terminaste con los ramos para la boda de los Matatabi, gran trabajo. Gracias.
Ino miró agradecida a Sakura por la ayuda, mientras se dejaba abrazar por su madre aún sentada, gesto que la Haruno devolvió. Sin ella apenas habría avanzado nada de su tarea y demás en la tienda. No era la primera vez que Haruno se ofrecía a ayudarla en la tienda, pero no pasaba a menudo. Aun así, siempre que podía, le devolvía los favores después.
Sintiéndose algo incómoda al ver a madre e hija tener un momento, la sensación de estar de más se hizo presente. Darse cuenta de la falta de cariño por parte materna y paterna en su vida, la hizo recriminarse por sentir envidia. No tuvo más remedio que disimular manteniendo la sonrisa con maestría, escuchando a medias lo que la madre de Ino le decía.
– Otro día Sra. Yamanaka, aceptaría esa taza de té, la verdad es que es un poco tarde y quiero terminar otro recado, pero me interesaría comprar un ramo. Una conocida acaba de dar a luz y me apetece regalarle algo. – habló Sakura educadamente mirando a la mujer frente a ella, quien le sonrió con cariño.
Tras despedirse de Ino y de su madre, salió de la tienda cuando ya atardecía, con un ramo de lirios blancos dentro de una bolsa. Eliminando la imagen de su madre de su cabeza, al igual que la de su padre.
No tardó en llegar al hospital, donde una recepcionista novicia y que parecía estar histérica por vete a saber qué motivo, le indicó en plan borde en qué planta se encontraba el área de maternidad. Subió por el ascensor completamente distraída, hasta que notó que alguien la miraba fijamente. Volteó a mirar a su alrededor, parecía no haber nadie junto a ella dentro del cubículo, hasta que al mirar hacia abajo se sorprendió al ver un niño que parecía tener aproximadamente cuatro años mirándola con expectantes ojos verdes.
Apartó la mirada algo incómoda, sin saber qué hacer. El pequeño no apartó la vista de ella en todo el trayecto hasta su planta, cuando las puertas se abrieron, salió con tranquilidad siguiendo las señales hasta la habitación que se le había dicho, sin darse cuenta de que el mismo niño desconocido le seguía justo detrás, dando cortos pasitos rápidos intentando mantener el ritmo.
Fue entonces que la pelirrosa frenó de golpe, para voltearse a mirar al niño con un suspiro que fue respondido con una sonrisa alegre algo adorable.
– ¿Te has perdido? – habló Sakura colocando una mano en jarra en su cintura alzando las cejas, la criatura negó con la cabeza sin borrar su sonrisa. – Seguir a gente desconocida no está bien, ¿De acuerdo? ¿Dónde están tus padres?
Sakumo, optó por no decirle a su otra hermana mayor que se había escabullido de su habitación en un momento que su hermana había salido de la habitación, llevándose el mando a distancia sin dejarle ver los dibujos, para que él pudiera cambiar de canal. Ni que decidió buscarle problemas a Shion escondiéndose. Le gustaba el escondite, pero en casa caía enfermo a menudo, sentía envidia de no poder jugar con ellos a eso. Cuando jugaba solo en casa, asustando a su niñera, enfermera, asistentas de su casa… Siempre le reñían. Sus padres igual.
Escondido entre una enorme planta y unos sillones en contra un ventanal lateral, en cuclillas jugando con sus muñecos de acción sin hacer apenas ruido, sin poder borrar su puchero de su rostro. Se topó entonces con su otra hermana, la cual no había visto nunca, pero por la descripción de su padre, tenía que ser ella. Acercando su rostro contra el vidrio, su expresión cambió a una alegre, pensando que vino a conocerle.
– ¿Y bien? – dijo la Haruno, encontrando algo graciosa la forma en la que la personita frente a ella arrugaba la nariz y movía los labios, escondiéndolos inflando los mofletes. Era algo típico en niños, ella solía hacerlo a esa edad. Ino se reía de ella cuando lo hacía. No pudo evitar tocarle la nariz para acaparar la atención de él, conectando sus ojos verdes con los suyos.
– One-chan nunca juega conmigo siempre que viene y me roba el mando de la tele, por eso salí del cuarto para ir a jugar a otro lado. – terminó por admitir Sakumo sin disimular su pataleta.
– Eso no responde mi pregunta… – asimiló mentalmente Sakura sin poder evitar soltar una sonrisa cariñosa, decidiendo acuclillarse frente a la criatura, dejando la bolsa con el ramo a su lado en el suelo. – No deberías seguir a personas que no conoces, ¿De acuerdo? Eso no se hace.
– ¡Pero sí que te conozco! – la efusividad del niño la sorprendió por un milisegundo, recordando enseguida que ese comportamiento era común a esa edad, salía a flote de alguna manera u otra. Con esa respuesta la ojiverde, encontrando divertida la situación, no hizo más que soltar una corta risa, en lo que Sakumo repetía la misma mueca de antes.
– ¿Ah si? Qué extraño, yo no te conozco a ti… – aseguró la pelirrosa en tono burlón, tirando la cabeza hacia atrás cuando de la nada el niño sacó una recién comprada muñeca pequeña con el cabello rosa y ojos verdes vestida con un largo vestido blanco.
– ¡Eres la princesa Sakuya! – manifestó Sakumo moviendo la muñeca frente el rostro de la pelirrosa, Sakura no tuvo más remedio que agachar la cara ante esa graciosa ocurrencia.
– Lamento decirte, pequeñín, que ese no es mi nombre… – afirmó Sakura colocando su melena de vuelta en su espalda en lo que volvía a incorporarse.
– ¡Sí que lo es! ¡Papá me lo dijo! Mentir no está bien, eso no se hace… – imitó Sakumo como si nada, haciendo que Sakura no pudiera evitar bajarle el gorro que llevaba hasta encima de los ojos a modo de juego, sorprendiéndole.
– Entonces tu papá también miente… – afirmó la Haruno tranquilamente observando como el niño se subía el gorro, mostrando por accidente su calvicia, no dudó en ayudarle a acomodarlo. Fue entonces que se fijó en la pulsera de paciente que llevaba en una de sus muñecas. – ¿Cómo se llaman tus padres?
– Papá y Mamá… – respondió Sakumo tan campante, la pelirrosa entonces soltó suspiro de exasperación.
– Dijiste que tienes una hermana mayor, ¿Cuál es su nombre? – intentó de nuevo la Haruno observando atentamente a Sakumo.
– Tengo dos hermanas, pero solo conozco a Shion. – se atrevió a informar el niño con los muñecos aferrados a él, estaba convencido de que la chica frente a él era su otra hermana. Tenía el mismo cabello que su padre y él, los mismos ojos. Ella era Sakuya.
Ante ese nombre se le vino a la mente su medio hermana, Sakura arrugó la frente un poco por culpa de la coincidencia, pero enseguida apartó la idea.
– ¿Cómo te llamas?. – se atrevió a preguntar la Haruno.
– Sakumo. – contestó con timidez ante la atenta mirada de la pelirrosa, quien ipso facto recordó que había escuchado ese nombre antes. Fue entonces cuando se le vino a la mente cierto evento reciente.
"No eres la única que desearía estar en otro lado, ¿De acuerdo? Te recuerdo que si estamos es por lo que te dije hace tiempo, es la mejor opción que tenemos.
No veo por qué debería estar yo aquí, papá puede insistir todo lo que quiera, pero ella no ha entablado ninguna conversación conmigo o contigo. Por lo que me has contado sobre Mebuki, se parece demasiado a ella.
Tienes la suerte de no haber conocido a esa mujer, créeme. No sería de extrañar que su hija terminara siendo igual que ella o como sus abuelos. Los errores de su hija les convirtió en un par de obsesionados con el dinero, por eso quisieron deshacerse de esa casa lo más pronto posible, con la esperanza de encontrar lo que su hija les robó al huir de casa, para venderlo como lo demás. Humillante.
¿Por qué tarda tanto papá?... Ojalá Sakumo estuviera aquí con nosotros… No es justo."
Cerrando los ojos cayendo ante el hecho de que se trataba de su otro medio hermano, del cual apenas conocía de su existencia, sin decir nada, terminó por forzar una sonrisa en lo que observaba a Sakumo mirar a sus muñecos de nuevo, bien distraído.
Deteniendo a una enfermera educadamente, le pidió ayuda y le comunicó que Sakumo posiblemente era un paciente al que debían estar buscando, obviamente, donde ella amablemente les ayudó. Indicándole a la Haruno a donde estaba la habitación del pequeño. No quedaba lejos.
Tomados de la mano, algo que pareció gustarle a Sakumo, los dos caminaron poco a poco de vuelta a los ascensores completamente en silencio. Antes de entrar en el ala del área pediátrica, Sakura se fijó desde la pequeña y algo borrosa ventana, que Shion junto a sus padres, se encontraban hablando con preocupación con los guardias de seguridad del centro, apartó la vista cuando les vio caminar hacia otro lado en el pasillo, desapareciendo de su vista. Con lo pequeño que su medio hermano es, dudaba que se diera cuenta de esta clase de repercusiones.
– Es aquí, Sakumo… Tienes que volver a tu habitación, tus padres, tu hermana están preocupados. Te están buscando. – dijo Sakura mirando al susodicho quien alzó su vista hacia ella con atención.
– ¿Vienes conmigo? – propuso felizmente Sakumo mirándola con expectativas con sus hermosos ojos verdes. Idénticos a los de ella. Enseguida se le borró la sonrisa y pasó a un puchero cuando vio como su hermana negaba con la cabeza. – Onee-chan…
– Eso que has hecho, desaparecer sin más, no está bien. – Informó Sakura pacientemente a la vez que volvía a colocarse a su altura para mirarle fijamente, decidiendo ignorar la forma en que la llamó. El sabía quién era. – ¿A que no te gustaría que algo o alguien importante para ti se fuera sin decirte nada, sin explicaciones? ¿Te preocuparías, a que sí?
Sakumo asintió levemente comprendiendo esas palabras, a pesar de su escasa edad.
– No vuelvas a hacerlo. – pidió la Haruno simplemente. – La gente se pone triste. Ahora ve…
Sakura tomó el pomo de la puerta y la abrió fácilmente, invitando al Fuji a que atravesara la puerta que le llevaría a su habitación, quien obedeció con lentitud mirando hacia atrás.
– ¿Por qué no vienes, Onee-chan? – insistió Sakumo abrazando sus juguetes, no se daba cuenta de que su hermana se sentía incómoda.
– No somos familia, Sakumo… – le perforó un poco el corazón ver como el niño parecía entristecerse visiblemente, quién sabe si esto último lo había comprendido de la misma manera como lo demás. – No me quieren como tal.
Mucho menos yo…
Observó como el pequeño caminaba con pasos rápidos hasta su habitación, la cual pareció reconocer, quedando satisfecha con que él volviera a estar seguro en dónde debía estar. Una enfermera se dio cuenta de que había aparecido por lo que gritó a la familia, enseguida reparándose de la presencia de la pelirrosa, varias enfermeras y demás profesionales de la salud, junto a su padre y compañía no tardaron en aparecer con prisas.
– ¡Sakumo! ¡¿Dónde te metiste?! ¡Nos tenías preocupados! – habló Ume abrazando a su hijo con desesperación, quien se disculpó, recordando las palabras de su hermana mayor.
– Hijo, ¿Dónde estabas? – dijo Kizashi tomándolo de los hombros suavemente. Ante esa pregunta el niño volteó la cabeza, esperando encontrarse con Sakura en la puerta, pero solo vio las puertas moverse. Se había ido. Uno de los guardias de seguridad comunicó por su transmisor que el niño había aparecido.
– Con Sakuya… – contestó Sakumo esperando que ambos padres se sorprendieran.
– Sakuya es un personaje de dibujos animados, Sakumo… Ya te lo dije. – dijo Shion suspirando algo molesta por lo ocurrido, totalmente exasperada por el susto, su hermano le dio la espalda después de su pelea. Seguía molesto con ella.
– ¿Quién te acompañó hasta aquí? – insistió Kizashi preocupado, esta mañana le habían quitado las máquinas de diálisis hasta el día siguiente, esperaban que el esfuerzo que pudo haber hecho sin supervisión y demás, no le repercutieran, si es que ya no lo habían hecho.
– Vi a una joven abrirle la puerta, parecía tener la edad de su otra hija. – comentó la enfermera, la única que vio a la Haruno antes de que ella se marchara, antes de que los demás aparecieran.
– Onee-chan… Sakuya-onee-chan. – dijo Sakumo finalmente separando a su muñeca de cabello rosa, fue entonces que ambos padres entendieron.
– ¿Te refieres a Sakura? – habló su padre, observando como su hijo asentía rápidamente. Había pronunciado su nombre mal todo este tiempo.
Ume miró a su marido con una expresión agria. Ambos habían quedado que de momento no era buena idea que el pequeño supiera de la existencia de la hija de su antigua amante. Exasperada, bufó cansada y tomó a su hijo en brazos para llevarlo hasta su habitación seguida de Shion, que observó a su padre en silencio, sin saber qué decir.
Escondida de espaldas detrás la puerta corredera del baño femenino individual en la sala de espera externa, con la luz apagada, Sakura observó como su padre miraba a los alrededores esperando verla por el pasillo, acercándose hasta incluso en los ascensores con un teléfono en la oreja. Su teléfono vibró en su mano. Sabía que iba a llamarla, por lo que colgó la llamada rápidamente.
– ¿Por qué tanta insistencia? – pensó la Haruno mirando fríamente a Kizashi con frialdad.
Por más que Kakashi le hubiera dicho que seguramente se debía por lo de la denuncia con Chiyo, ella no estaba convencida del todo. Su padre, aunque menos impaciente en comparación a su difunta madre, no era conocido por esperar. Era rápido en escabullirse en muchas ocasiones. Aunque Mebuki empezara siempre las discusiones en casa, él le alzaba la voz de vuelta a la primera, perdiendo los estribos.
Esa desesperación la había visto muchas veces en su rostro, cuando harto de soportar a su madre, se iba de casa. A veces no volvía durante días. ¿Para qué llamarla de manera tan insistente? Después de tanto tiempo de la nada, tras dejar claro donde quedaba ella en su vida… No parecía molesto, pero sí agobiado. Dudaba que se tratara solo por Sakumo, si la buscaba constantemente, y qué mencionar sobre lo de su mujer, intentando adentrarse en su casa.
Esperó a que su padre volviera a atravesar las puertas que le llevaban hasta la habitación de Sakumo para poder salir de su escondite tranquilamente. Tras pulsar el botón del ascensor para bajar a la planta de maternidad otra vez, leyó en las señales de los pasillos, como en el ala del otro lado, se encontraba el área de endocrinología.
Faltaban veinte minutos para que fueran las cuatro de la madrugada en Tokio, pero el centro aunque apenas hubiera transeúntes, estaba vivo y lleno de jóvenes, aparte de turistas que se encontraban llenando la zona de los clubes de la ciudad.
Sakura giró hasta la calle con tranquilidad, había venido sola. Vestía una falda de cuero negro con un top de color vino de manga corta que dejaba a la vista sus hombros, aunque llevaba encima una chaqueta de cuero encima. Usaba botines de tacón delgado, alto de punta triangular de color negro. Colgando de un hombro, estaba un bolso no muy grande, con el asa mitad en cadena salvo la parte que reposaba en ella que le rozaba la cintura.
Haciendo una llamada perdida a Shino en lo que bajaba la leve cuesta de la calle hacia su destino, no le sorprendió encontrarse una cola bastante larga para poder entrar, pero eso no le importaba. Caminando hasta la entrada del club nocturno de moda en gente joven, mayoritariamente universitarios o recién graduados, aunque conocido por dejar pasar a menores también.
– Vaya, vaya… pero si no es nada más ni nada menos que la lindura de Haruno. – escuchó una voz conocida. Mizuki Suganuma. – Al fin se te ve el pelo, ¿No vino Hana contigo esta vez?
Sakura negó con la cabeza sin abrir la boca, observando como uno de los altos y fornidos guardias de seguridad que controlaban el apogeo de la cola y de la gente que salía, desabrochaba el cordón de satén que había como barrera, no tardó en adentrarse ahí.
– Bueno, pásalo bien y a disfrutar. – invitó el albino de media melena indicando al guardia de seguridad más cercano a la puerta que se le abriera a la muchacha, quien obedeció, dejándola pasar, muy para el desagrado de la gente haciendo cola desde hace bastante más tiempo.
– ¡A CALLAR! – gritó bien alto en voz grave Mizuki mirando a la gente formando fila, que no hacían más que soltar pullas y quejarse sin cesar. Logró el cometido de inmediato, gracias a la mirada atemorizante de los guardias de seguridad. Cuando la multitud calló, volvió a mirar su carpeta con la lista de gente que había pedido lista para entrar. – Siguiente.
Dentro del local, Sakura anduvo tranquilamente por el pasillo negro con paredes llenas de papel pintado de graffiti con pintura plateada luminiscente que brillaba en la oscuridad. Ya había estado ahí muchas otras veces, con y sin Hana, aunque a menudo solía acompañarla. Saludando escuetamente con la mano a varios trabajadores que ya conocía, aparte de amigos de la Inuzuka, decidió no entretenerse. Su teléfono vibró en su mano, acababa de recibir un mensaje.
– Están dentro desde hace media hora. – leyó que decía la respuesta de Shino, el cual se encontraba trabajando como empleado de la limpieza durante el verano en ese club. El local le pertenecía a un familiar distante de los Aburame, por lo que era normal que estuviera ahí. Tener como amigo a Shino, también tenía sus ventajas al parecer.
Subió directamente hasta el segundo piso, en lo que observaba a la multitud bailar en medio de la pista frente al podio del DJ. Había buen ambiente. Volteando la cabeza, decidió acercarse a la barra. El camarero la miró, las personas al lado de la Haruno la reconocieron al instante.
– Un Dark rosé, por favor… – pidió ella sin mirar a Karui, la cual la miraba con una mueca de rabia, molesta por lo de la última vez que se la encontró.
– Niña, pírate anda, esta es nuestra barra. – manifestó como si nada la pelirroja, haciendo que Sakura sin hacerle demasiado caso, volteara el rostro a verla. Reconociéndola también al momento de verla.
– ¿Ah si? No veo el nombre "Pelo rata" escrito por ningún lado. ¿Qué tal la nariz? ¿Se te curó bien? – contestó Sakura formulando una sonrisa burlona a la vez que inclinaba la cabeza como si esperase una respuesta. Karui la miró soltando aire por la nariz, conteniéndose para no abalanzarse sobre ella, más que nada recordando el bochorno de la otra vez y de la fuerza que parecía poseer la cría esta, se mantuvo callada mordiéndose el interior de sus labios.
– Karui, déjala. – oyó la pelirrosa, que decía la amiga rubia que la acompañaba. – Vámonos.
Observando a ambas universitarias irse, con Karui mirándola mientras se dejaba arrastrar hacia las escaleras, Sakura giró la cabeza de golpe cuando llegaron las personas que estaba buscando. Zaku, su grupito, seguidos por Dosu. Como esperaba, no la vieron y caminaron hasta las escaleras, seguramente hasta la pista de baile. Más en la lejanía, pudo ver a Shino adentrarse con cubo y mopa hacia donde lo que parecía ser, el sitio donde estaba metido el grupo. Le debería un favor después de esto, aunque no fuera la primera vez que esos imbéciles se manifestaran ahí. A fin de cuentas, se trataba de un club nocturno popular y de moda.
Alzando la vista hacia Omoi, que parecía observarla detenidamente, movió la cabeza expectante esperando que este empezara a preparar su bebida. Este no hizo nada, por lo que volteó la cabeza, saludando al otro camarero con la cabeza.
– ¿Vas a ponerte a currar algún día, tío? Tenemos clientes… – habló otro camarero y superior de Omoi, reclamando su postura de estatua en la barra. – ¡Haruno, qué te pongo!
– Ei, Hoichi… Un Dark rosé. – habló el susodicho, un hombre calvo de ojos marrones. Este no se sorprendió, quien soltó una sonrisa burlona, dispuesto a hacer una broma ya usual que siempre hacía a cada cliente.
– ¿Virgen? – comentó el hombre, sacando una sonrisa a la pelirrosa, quien negó con la cabeza divertida. Empezando a preparar el cóctel con alcohol con maestría, en unos minutos estuvo servida. – Toma.
Dejó el dinero en la barra y sin decir nada, tras tomar la copa fría con su trago rosa, dio el primer sorbo en lo que se acercaba hacia la barandilla que mostraba la pista de baile abajo. No tardó en ver a Zaku y su pandilla sentados en la zona VIP, un par de ellos bailaban haciendo el ridículo.
– Parecen un par de monos borrachos… – susurró ella para sí misma, en lo que dejaba su copa encima de una mesa y se sentaba en el taburete, sacando su teléfono de nuevo.
Desde la lejanía, cruzada de piernas, disfrutando de la buena música, observó como Zaku no tardaba en ponerse manos a la obra, para prepararse un pitillo de lo que parecía ser, como no, hierba. Grabó perfectamente, sin mala calidad, todo eso, aparte del momento en el que Dosu parecía tirar encima de su mesa, sentado en el otro extremo, frente a su "colega", algo pequeño y envuelto discretamente.
La pelirrosa enfocó la cámara, volvían a ser pastillas. Algo que la hizo volver a sonreír triunfante. Nada nuevo. Tomando la ramita de tomillo que atravesaba una frambuesa que reposaba en su copa, removió el contenido aún frío de la misma con paciencia, empezando a elaborar una maquinación.
No le había gustado descubrir que Zaku se metió con Ino y lo peor de todo, es que podría haber pasado lo mismo con Tenten, o incluso Temari o compañía, estas últimas no le habían dicho nada, aunque quién sabe. Recordando lo sucedido con Naruto y Sasuke, estos dos merecían una lección. Se habían metido con ellos por ella, ¿Verdad? La diversión pronto se les iba a desaparecer.
Dando otro gran sorbo de su copa que la dejó casi vacía, capturó en vídeo el momento justo en el que el Abumi se metía una de las pastillas encima de la lengua y ya de paso bebía cerveza enlatada servida en la mesa.
– Ya he visto bastante… – asimiló mentalmente en lo que veía al pelinegro empezar a gritar animado, haciendo un escándalo junto a otros dos de sus amigos. – Es penoso.
Dejando la copa encima de la mesa, caminó hasta las escaleras que daban al siguiente piso. Donde había salas privadas y tranquilas, lugar donde seguramente habían estado antes la pandilla. No tardó en adentrarse en una que estaba vacía, llamando el timbre para que el camarero le atendiera.
Con su ración de alitas de pollo al estilo coreano servidas en un plato rectangular, además de una gaseosa de naranja, empezó a comer después de girar el cartel de afuera con el –No molestar–. Comiendo felizmente a la vez que movía su cuerpo al son de la canción que sonaba, volvió a sacar su teléfono para, tras lamerse el pulgar llenado de salsa, apagarlo y quitar su tarjeta SIM, cambiándola por otra, encendiéndolo rápidamente otra vez.
Bailando feliz al ritmo de una canción que le gustaba sin levantarse de su asiento, observando parcialmente a Zaku y compañía bailar estrepitosamente frente a varias chicas que no les hacían caso.
Una vez con el teléfono desbloqueado, abrió la lista de contactos de LINE de Dosu y sin pensarlo dos veces, mandó los vídeos y videos de la pandilla al número de teléfono del padre de Zaku. Había sido sumamente estúpido, por parte del Kinuta, desechar como si nada su teléfono en plena luz del día. Los mensajes no tardaron en aparecer vistos.
– Una cosa menos… – pensó la Haruno tras tragar el alimento de su boca, cruzándose de piernas tan campante. Una serie de mensajes llegó, proveniente del contacto del padre de Zaku, el cual ni se molestó en leer.
– Que empiece la fiesta… – habló Sakura en voz alta, agarrando otra alita para masticarla bien hambrienta. En lo que otra de sus canciones que les gustaba bailar, la animaban a seguir con el plan. Yendo al teclado del teléfono, llamó al 110 y esperó a ser atendida, cosa que no tardó en ocurrir.
– ¿Policía? Me encuentro en el club "Amante" de Shinjuku, he visto que hay menores tomando sustancias ilegales y bebiendo alcohol… Me ha parecido incluso reconocer al hijo del diputado Bekko Abumi y demás. – informó inocentemente la Haruno forzando una voz grave tras toser preparándose, observando a la pandilla entretenida en su mesa.
La llamada finalizó poco después y tras eso, la pelirrosa no tardó en retirar la tarjeta SIM de nuevo y cambiarla por la suya nuevamente. Los minutos pasaron y mientras se entretenía grabándose bailando y haciéndose selfis, aparte de charlar con sus amigas o mirando en redes sociales. El lío no tardó en comenzar, la música que tocaba el DJ paró abruptamente, y la gente se encontró haciendo un escándalo instantes después, cuando entró un equipo de policía y este se acercaba hacia la mesa del Kinuta y el Abumi. No tardó en pagar la cuenta y salir despavorida con una sonrisa divertida de la sala hacia la salida trasera, donde ya se encontraba una multitud grabando todo.
Estuvo entretenido ver a los hombres del Sr. Abumi intentar disuadir al equipo que se encontraba resguardando al hijo del mismo esposado contra el capó del coche. Al parecer no hubo suerte, porque el padre no tuvo más remedio que acercarse al capitán del escuadrón, que resultó en lo mismo.
Disfrutó viendo la cara que se le quedó al pelinegro cuando fue levantado y llevado hacia uno de los asientos traseros de un coche policial tras ser ignorado por su propio padre, quien parecía magníficamente decepcionado de él.
– ¿Acaso no se trata de Bekko Abumi? ¿Qué hace ahí? – dijo un joven para su amigo, que se encontraba grabando el panorama, en lo que observaban el embrollo entre la gente, que estaba en las mismas. Habría noticias sobre lo ocurrido en cuestión de horas, aunque estas no tardaran en ser borradas, quién sabe…
– O tal vez no… – pensó con una sonrisa burlona, volviendo a sacar su arma de esa noche, su móvil, sin tardar en empezar a teclear algo rápidamente, sin dificultad a pesar de su manicura recién hecha el día anterior, en lo que se predisponía a regresar a su casa.
Shisui se encontraba mordiéndose las uñas de una mano totalmente tranquilo, parado en frente de la entrada de la comisaría. Sorprendiéndose al encontrarse a tres coches policía, seguidos por uno negro, del cual bajó el padre de Abumi.
Deidara salió del asiento de conductor de uno de sus coches, yendo enseguida hacia los asientos traseros blindados, donde fue sacado un enfurecido Zaku esposado. Sasori le seguía de cerca, controlando al chaval.
Hidan traía consigo a Dosu, que mantenía un aspecto similar al primero, aunque definitivamente más tranquilo. Seguido de otro de los nuevos integrantes de la comisaría, los demás jóvenes involucrados no tardaron en llegar en otro coche, quienes seguramente habían vivido una nueva experiencia que les serviría para su futuro.
– ¿Qué cojones ha pasado? – habló para sí mismo el Uchiha ante ese inesperado suceso, rápidamente sacando su teléfono para informar a Itachi.
– Ya puedes tener un buen motivo para llamarme a estas horas, idiota… – dijo Itachi desde la otra línea, molesto de haber sido despertado a altas horas de la madrugada de la nada. Había despertado a Izumi y a Satoru en su habitación de hospital.
– Kinuta y Abumi están en comisaría, les acabo de ver entrar detenidos. – informó Shisui, sin molestarle el insulto, hablarse así era cosa de hombres. Él hacía lo mismo. Escuchó a Itachi guardar en silencio, antes de que pudiera llamarle la atención, él habló.
– ¿Qué?... – contestó Itachi confundido, recopilando esa información. Shisui no tuvo más remedio que apartarse de ojos curiosos, regresando adentro de comisaría.
– Como lo oyes, pero no sé el motivo… – aclaró Shisui caminando hacia donde seguramente se habían llevado a los jóvenes. Mirando hacia atrás, vio como Bekko era retenido por Obito en la entrada. – El jefe se encuentra hablando con el padre de Abumi.
– Ahora voy. – respondió Itachi cortando la llamada de golpe, Shisui no tardó en quitar el móvil de su oreja.
No demoró en llegar hasta las celdas previas a la interrogación, El Kinuta se había sentado en el suelo contra la pared de la celda, junto a otro par de colegas suyos, que parecían al borde un ataque de ansiedad. No podían llamar a sus padres todavía, se les había retirado el teléfono y demás pertenencias. Por otro lado, Zaku se encontraba pateando un pedazo suelto de cimiento de la pared que yacía en el suelo, contra la misma, todavía molesto de la situación.
– ¿Qué mierda estás viendo? – se atrevió a provocar Zaku, mirando hacia Shisui quien apenas le hizo caso, alzando una ceja. No tardó en reconocerlo. – ¡Eh, pijo de mierda! ¡TE ESTOY HABLANDO, HIJO DE PERRA!
Shisui no hizo más que reírse en su cara y enseguida se giró para caminar hasta la máquina expendedora de refrescos, para pagarse una lata de bebida energética. Quedando al lado de Kakuzu, que como siempre se encargaba de contar sus billetes, al lado de este se encontraba un cigarrillo encendido apoyado en un cenicero.
– Tch, los críos de esa edad me repugnan, en serio… – habló Kakuzu mirando hacia la peña juntada en ambas celdas contiguas, atemorizando con solo mirar a los dos que se encontraban en la misma que Dosu, quien mantenía la mirada fija al suelo. – Parece que ese te conoce.
– ¿Quién? ¿A mí? Nah… Es la primera vez que le veo. – mintió bien convincente el Uchiha, ofreciendo una lata a su colega cazarrecompensas como si no fuera nada del otro mundo, quien la aceptó en silencio, hasta que perdió la paciencia con los gritos del Abumi.
– ¡CIERRA LA BOCA O ENTRO AQUÍ CONTIGO Y TE LA ROMPO DE UN PISOTÓN, EXCREMENTO DE PULGA! – gritó Kakuzu alzándose de golpe, logrando silenciar al pelinegro momentáneamente, sin aval. Eso solo provocó más al Abumi, quien al ver la sonrisa burlona de Shisui, se entretuvo forcejeando las barras de la celda sin dejar de hacer un escándalo.
Estuvieron un rato charlando, hasta que pasando veinte minutos, Itachi llegó hasta donde ellos, quien al escuchar los gritos de uno de los perpetradores del secuestro de su hermano menor, antes de siquiera saludar a cualquier otro colega de la comisaría, frenó enfrente de la prisión. Quedando cara a cara con Zaku.
– Vete a sentar. – ordenó amenazante el Uchiha mirándolo fríamente aparte de impasibilidad.
– Que te follen, imbécil. – contestó Zaku parando su rostro entre dos barrotes, arrepintiéndose de inmediato.
Fue demasiado tarde cuando su frente chocó violentamente contra uno de los barrotes metálicos, que le hizo ver borroso tras el golpe, deslizándose por los mismos hasta caer de rodillas al suelo frente a Itachi. Shisui y Kakuzu hicieron una mueca ante el golpe, que pareció ser doloroso, aunque este primero resopló de la risa justo después de la escena.
– Ahora. – reafirmó sin cambiar el tono de voz Itachi, mirando al adolescente arrodillando y adolorido frente a él en el suelo, quien alzó el rostro para mirarlo con desprecio, temblado debido al dolor y las sustancias metidas en su cuerpo. En silencio, Zaku terminó por obedecerlo.
– Gracias Uchiha, estaba por hacer eso yo mismo. – musitó Kakuzu. El apellido acaparó la atención de ambos bullies, haciendo que los dos pensaran en Sasuke. Con lo ocurrido en Akihabara, que también estaba relacionado con el Uzumaki.
Tomando asiento en el incómodo banco de metal adosado en la pared, Zaku se acarició la frente, empezando a sentir como esta se hinchaba.
– Uchihas de mierda… – maldijo el pelinegro mirando furibundo hacia el hombre de la coleta que le daba la espalda. Sus ojos negros, le habían logrado intimidar, al igual que los de su hermano menor, el cual iba a cobrar bien duro nada más verlo de nuevo, una vez saliendo de ahí. Se aseguraría de ello.
– Oh, Itachi… ¿Qué haces aquí? – preguntó Deidara mordiendo un bollo relleno de chocolate, a la vez que se acercaba con una taza de café recién hecha.
– ¿Qué hacen esos críos ahí? – preguntó Itachi sin responder a la pregunta del rubio, quien masticando volteó a ver al grupo encerrado. Este le indicó con la cabeza que le acompañara, era mejor no hablar ahí.
A lo lejos, Shin, quien había estado escuchando todo intentando aparentar en lo que leía las opciones en la máquina de chuches y aperitivos, maldijo y tuvo que retirarse de ahí al no poder escuchar nada ni optar a seguirles. La excusa perfecta para pasar desapercibido llegó cuando su teléfono vibró, quien lo llamaba era su hermano menor.
– ¿Qué quieres tan temprano, Sai? Estoy trabajando. – habló el Shimura bajando las escaleras con el fin de volver a su zona de trabajo.
– Abuelo quiere que le llames lo más pronto que puedas. Me ha llamado a mí cuando vio que no contestabas sus llamadas al fijo de tu escritorio, respóndele, no quiero tener que volver a despertarme. – Shin escuchó los sonidos de finalización de llamada, lo que le hizo chasquear la lengua. El narcisista de su hermano carecía de empatía, ya le tocaría sufrir cuando Danzou empezara a monitorear toda su vida, le quedaba poco.
En el office de la segunda planta, Deidara tragó el resto del bollo, volviendo a dejar la taza encima de la mesa en medio de la habitación.
– Recibimos una llamada, al caer las cinco y media de la madrugada, que nos decía que en un club de Shinjuku había menores bebiendo y tomando droga. La llamada fue rastreada hasta el mismo local donde les atrapamos, por lo que ninguno de ellos tiene coartada. – explicó el rubio con seriedad. – La persona que llamó, dijo claramente que el hijo de Abumi estaría ahí… Lo que no sabemos, es por qué su padre llegó al mismo tiempo que las patrullas. Es algo raro.
– ¿Les cachearon? – preguntó Itachi mirando a su colega, el cual asintió.
– Cuatro de los seis llevaban sustancias encima, pero solo dos presentan síntomas de uso de las mismas. Aun así, todos han bebido. Estamos esperando los resultados de las pruebas. – añadió Deidara alzándose de hombros, a lo que Itachi rumió en silencio, pensaba que su detención habría sido por otra cosa. La imagen de la novia de su hermano se le vino a la mente.
– ¿Itachi? Tengo que hablar contigo… – dijo Zetsu llegando a donde ellos, Deidara se marchó con el fin de volver a su trabajo. No tardaron en quedar a solas, aunque Shisui se coló dentro, interesado en la conversación.
– La persona que hizo la llamada, proviene del mismo número que del teléfono que me enviaste. Quien llamó, al parecer, fue Dosu Kinuta. – respondió el hacker con seriedad, algo que asombró a los dos Uchihas presentes en la sala.
Shisui e Itachi compartieron una mirada seria, decidiendo repartirse la faena telepáticamente. El primero salió rápidamente, bajando rápidamente hacia la sala para que se le dieran los documentos con los resultados de las pruebas realizadas a cada uno de los detenidos. Frenando fuera de la habitación escuchando a alguien hablar por teléfono.
– No te preocupes, yo me encargo… – habló Shin distraído, dándole la espalda al pelinegro a la vez que colgaba la llamada.
Shisui observó al nuevo recluta, el cual se le adoctrinaban denuncias y documentación, prácticamente atención al cliente de cara al público. Ni siquiera sabía su nombre.
– Shimura, aquí están los análisis de Abumi y el resto de los detenidos. – dijo la mujer recluta como él, detrás de su escritorio, pasándolo los folios recién imprimidos. Antes de que este pudiera recogerlos, Shisui se le adelantó. Hasta la joven se asombró de esa acción.
– Uchiha, los necesito… – se quejó Shin, evidentemente mosqueado, Shisui apenas le miró más de dos segundos.
– ¿A sí? No escuché ni vi a Sasori o a Deidara pedirte que se los llevaras. Itachi se encargará de ello, así que piérdete… – habló el pelinegro como si nada, el Shimura no hizo más que resoplar bien harto. Estaba harto de ser uno de los blancos de las burlas por parte de sus compañeros, aunque este ni siquiera formara parte del mobbing. A diferencia de él y compañía, como el mismísimo prodigio de Itachi Uchiha, él lo tenía mucho más difícil.
– ¿Y eso quién lo dice? No eres más que un cazarrecompensas, Uchiha… No ganas nada con esos papeles, así que dámelos. Tengo faena, el capitán los quiere. – mintió Shin cada vez más impaciente. Shisui hizo una mueca como si esa burla hubiera sido lo más cutre que había oído en toda la noche y enseguida le propinó con una sonrisa ensanchada que le mostraba sus dientes delanteros, descolocando al recluta.
– Oblígame, novato. – se atrevió a decir Shisui sin borrar su expresión, para seguidamente voltear a mirar a la muchacha frente al ordenador, que se sonrojó cuando le guiñó el ojo, poniéndose nerviosa, cerrando la aplicación y escabulléndose de ahí.
– Uchiha… – repitió Shin exaltado viendo como este no le hacía ni caso y se iba ya del cuarto.
Para mala suerte de Shin, quien siguió a Shisui hasta el pasillo, frenó de golpe al ver a Obito acompañado de Itachi, el primero se situó con sus dos familiares.
– Mierda… – musitó el Shimura observando como Shisui le pasaba los informes a Itachi frente a Obito tranquilamente, no tuvo más remedio que irse de ahí, la había cagado bien grande. Danzou iba a cabrearse con él.
*Chan, chan, chaaaan* San sacabó lo que se daba por esta veeez~
¿Qué les pareció el capítulo? Espero que os haya gustado, ha sido uno con los que mejor me lo he pasado a la hora de escribirlo. Sobre todo más para el final.
¿Cómo creen que termine lo de Dosu y Zaku? A fin de cuentas, es lo más importante, a mi modo de ver, de todo el capítulo.
¿Qué podrá pasar en cuanto a Naruto? No sé por qué, pero me imagino a una multitud bien cansada y para nada sorprendida, de su actitud, no sois los únicos, pero créanme… Es algo común para muchas mujeres. Una realidad.
Estoy al corriente, de que tal vez, les hubiera gustado saber el estado de Karin. Ha habido una persona anónima que me lo ha preguntado. ¿Qué responderte? Evidentemente, bien no está con lo ocurrido anteriormente. No puedo entrar en detalle porque eso da spoilers. Sorry~ Aunque en próximos capítulos, tendrás novedades.
Mil gracias a mi querida y hermosa, preciosa, talentosa, amistosa, paciente, etc. Beta-reader. Tu ayuda es apreciada y valiosa, así que muchas gracias por ello.
Anímense a dejar comentarios si les apetece,
Nos vemos en el siguiente capítulo. Muchas gracias por leer.
