Una bruja mentirosa y un guardián Parte 3

— Ya puedes abrir esos ojazos llorosos, Luz.

Luz, fuertemente abrazada a su libro entre lagrimas, obedeció y soltó un leve grito al mirar hacia abajo. De no ser por Luis quién la sujetaba de la cintura por detras, se hubiese caído como de cinco mil pies de altura hacia lo que era un bosque de pinos.

—¡Bastones voladores, monstruos enloquecidos, una bruja! ¿Qué es este lugar? —exclamó sobresaltada.

—Estas son las islas hirvientes —comenzó a explicar Eda, al tiempo que una circular parvada de criaturas pasaban volando—. Cada leyenda que existe entre los humanos es causada por un poco de nuestro mundo infiltrado en el suyo.

De pronto, una enorme criatura hibrida entre paloma y león se acercó violando por la izquierda y soltó un fuerte rugido.

—Un grifo —dijo Luz sonriendo y, al ver que la criatura vomitó un montón de arañas, señalándola con el índice izquierdo, agregó—: ¡Lo sabía!

—Esperaba que no —dijo Luis con desagrado.

—Sip, grifos, vampiros, jirafas…—citó Eda con los dedos diestros y la cabeza semi-arriba.

— ¿Jirafas? —la interrumpieron los mellizos al unisonó.

—Oh sí. Desterramos a las jirafas —respondió Eda mientras aterrizaba, provocando que Luis y Luz se aferren más entre ellos—. Que fenómenos —agregó con desdén, bajándose de su bastón y poniendo los brazos en jarra.

—Un dato interesante, seguro el gobierno… —comenzó a decir Luis, antes de ser interrumpido por un grito.

—¡WOAH!

Luz se había caído del bastón, ya que una huesuda mano siniestra que movió los dedos detrás suya la había asustó de lo grande.

—Ups —dijo Eda, recogiendo el miembro que era suyo para atornillarlo de vuelta al lugar correspondiente—. Eso me pasa a veces.

Luis se cruzó de brazos, y miró a su hermana quien se levantó del suelo.

—¿Recordaste traer bombachas extra? —le preguntó de manera burlona, pero sin gracia.

Luz lo golpeó en la frente con su libro.

—No te pases, Luciano —le advirtió, mirándolo con ojos entrecerrados.

—Bien, es oficial —dijo Luis indiferente, cruzando frente a Eda mientras estiraba el tríceps del brazo diestro, antes de girar para ver como esta tomaba su bastón mágico cuyo adorno cerró las alas y, nuevamente cruzado de brazos, agregar—: Demasiadas aventuras por un día.

Luz al parecer se arrepintió de su reciente acción contra su hermano, por lo que se acercó corriendo a este para darle un suave beso en la frente, para luego voltear hacia la dama búho y decir:

—Sí, y este claramente no es el mundo fantástico que siempre soñé.

—Oiga, ¿nos ayuda a volver a casa? —le preguntó Luis a la dama búho, secretamente incomodo por la reciente acción de su hermana.

Eda hizo un amague con su bastón que asustó un poco a los mellizos.

—Solo si me ayudan primero —les dijo arrodillada frente a ellos para luego girarse, reír y hacer un sonido nasal/gutural—. Vengan, síganme humanos.

—Wow —se sorprendió Luz en voz baja.

—Será un largo día —agregó Luis resignado.

El bosque estaba silencioso. Después de seguir a la bruja, los mellizos llegaron a una gran casa hecha de ladrillo blanco con un techo azul inclinado. La vidriera naranja sobre la puerta daba la impresión de ser el ojo de algún demonio.

En la parte trasera izquierda se encontraba una arruinada torre de piedra con musgo anaranjado creciendo en ella y en cuya sima estaba un búho con cara humanoide que soltó una macabra risa antes de sobrevolar la casa dejando caer algunas de sus plumas para después aterrizar sobre la galería.

Luz, aferrada al brazo izquierdo de su hermano, y con el libro bajo su propio siniestro, miró hacia atrás un instante.

—¿No te preocupa que esos guardias nos encuentren? —le preguntó a Eda cuando llegaron a la puerta.

—No puedo argumentar nada ante esa lógica —dijo Luis indiferente, liberándose del agarre de su hermana.

—No —les aseguró Eda sonriendo y señalando hacia la morada con su bastón—. Mi casa tiene un sistema de protección avanzado.

—Hoot Hoot, contraseña por favor ¡OU! —dijo la cara de un búho color beige claro con la parte superior naranja oscuro, ojos marrones y pico naranja que parecía estar pegada a la puerta, antes de recibir una picada de ojos de parte de la bruja.

—No tenemos tiempo para esto Hooty, ábrenos —le exigió Eda fastidiada, entre la mirada inexpresiva de los mellizos.

—Bueno, está bien —se quejó Hooty molesto y adolorido—. Oh… nunca quieres divertirte… Ou… Outch.

Y una vez abierto el pico hasta abarcar toda la superficie de la puerta, la casa viviente dejó pasar a Eda, quien dejó caer su saco verde de paso, y a los mellizos para luego volver a cerrarlo a su tamaño normal.

—Pelotas de búho —dijo Luis con indiferencia una vez dentro.

Afuera; Hooty soltó un eructo y agregó:

—Esa era la contraseña.

—Bienvenidos… A la casa búho —dijo Eda sonriendo orgullosa antes de chasquear los dedos, provocando que el fuego en la chimenea y todas las velas de la sala de estar que incluía dos sofás, una pared de artefactos junto con el póster de "Se Busca" de Eda, se encendiera. Aparte de hacer que una escoba barriera por sí misma, y un caldero se agitase con su propia cuchara de madera.

Luz jadeó al ver como la obra de arte de una criatura búho se iluminaba en el techo, mientras que Luis, secretamente impresionado, dijo:

—Interesante.

—Aquí me oculto de la estresante vida moderna —continuó Eda, mientras los mellizos caminaban hacia el centro, justo frente a la mesa donde Luz colocó su libro—. También de la policía, de mis ex novios, y de mi tonto ex marido... ¡Nunca me encontrarás, Stanley! —agregó riendo, y haciendo un sonido nasal/gutural al final.

—Este lugar es hermoso —dijo Luz impresionada.

Luis se volvió hacia la dama búho.

—¿Vive usted sola aquí? —le preguntó curioso.

Simultáneamente, la casa empezó a temblar, provocando que cayera polvo del techo.

—En realidad, tengo un compañero —respondió Eda fastidiada, cruzándose de brazos.

Los hermanos Noceda se abrazaron cuando vieron una tétrica sombra caminar por un pasillo al otro lado de la sala, cuya voz gruesa y tamaño, gradualmente iban reduciéndose a medida que avanzaba hacia el marco sin puerta, solo para revelarse como una pequeña criatura parecida a un perro, gato o más a un zorro de pelaje color negro con un cráneo en la cabeza, colmillos, y un collar rojo con una gran medalla dorada. Sin mencionar, que también iba envuelto en unas toallas celestes con patitos y corazones (una en la cabeza, y otra alrededor de la cintura), y sostenía un patito de goma en su pata izquierda.

—¿Quién se atreve a entrometerse con King, el rey de los demonios? —preguntó antes de hacer chillar su juguete, apretándolo un par de veces.

Luz jadeó ruborizada, y Luis embozó una sonrisa tonta, sin mencionar que les brillaron los ojos. Si los mellizos tenían algo en común, era su debilidad por las cosas lindas y adorables.

—¡Qué lindo! —exclamó Luz abalanzándose sobre la criaturita para abrazarla con efusión, haciendo que este tirase su juguete de goma y las toallas, revelando los cuernos de su cabecita, cuyo lado derecho estaba roto—. Eres muuuy tierno.

—¿Quién es el pequeñín? ¿Quién es el pequeñín? —agregó Luis, quien se acercó poco después para rascarle la barbilla con el índice derecho—. Eres tú, sí lo eres.

—¡No, no sé quién es el pequeñín! —suplicó King agitando sus patitas, tratando de alejar a los empalagosos mellizos—. ¡Eda! ¿¡Quienes son estos monstruos!?

Eda alejó a Luz de la criaturita al tomarla de la cintura, y a Luis aplicándole un pequeño candado; la primera comenzó a bracear adoptando una tierna expresión en el rostro, y el segundo solo hizo un puchero cruzándose de brazos.

—Oh, ellos son Luis y Luz, los humanos —respondió antes de soltar a los mellizos y, con un susurro en la última palabra, agregar—: Están aquí para ayudarnos con nuestro… "problemita"

—¡Oh sí! —exclamó King alegre, levantando sus patitas.

—Esperen, esperen —protestó Luz haciendo un gesto de alto con las manos, seguido de uno de comillas—. No me gusta cómo se oye "nuestro problemita"

Luis metió las manos en su bolsillo canguro y, alzando una ceja, opinó:

—Veo que esto ya saltó del cien al cero, y por lo general es al revés.

—Déjenme… explicarles —empezó a decir Eda, retrocediendo lentamente un par de pasos con las manos levantadas.

Al detenerse, la bruja giró sus índices cuales manecillas de un reloj, creando un círculo mágico que en cuyo interior empezaron a pasar imágenes casi móviles en segunda dimensión como resultado.

—King solía ser un poderoso rey de demonios —continuó Eda al momento que la imagen de un supuesto King gigante usando una corona que fue robada al instante por una misteriosa mano humanoide de tes verde agua oscuro—. Hasta que le robaron su corona de poder y se convirtió… en esto

—¿Te refieres a esta hermosa criatura? —dijo Luz con ternura, abrazando a King.

Luego, los mellizos presenciaron la imagen de un ser humanoide que sostenía la corona en su mano derecha; era parecida al guardia con quien habían lidiado ese mismo día en el mercado, pero con la diferencia de que era más grande y musculoso. Además de llevar una capucha que no es estándar para un guardia común, y una máscara con lentes amarillos en forma de botón, que se asemejaba a un médico de la peste medieval.

—La corona está en poder del malvado guardián Wrath.

El circulo mágico se enfocó en el marco luminoso de piedra sin puerta en cuyo frente estaba parado alguien que parecía ser un humano de pelo largo y con capa roja.

—Y encerrada detrás de un campo de fuerza mágico que solo los humanos… Pueden atravesar.

Un potente resplandor blanco envolvió a los mellizos y a King, mientras estos solo observaban quietos y con los ojos como platos.

—Humanos como ustedes.

Eda hizo desaparecer el circulo.

—Si nos ayudan a recuperar su corona, los enviaremos de vuelta a su reino —concluyó, solo para después, en tono enérgico y extendiendo los brazos, agregar—: ¿Entonces que dicen? —puso los brazos en jarra—. Además… —levantó a King de la cabecita—. ¿Quién puede negarse a esta carita tan dulce?

—¡No por favor! ¡No los alientes! —suplicó el animalito moviendo sus patitas traseras en el aire.

—Bueno, no tienen otra forma de volver a casa —informó Eda dejando caer a King.

—Entonces no tenemos opción ¿verdad? —preguntó Luz al borde del pánico.

—No, y no hay tiempo que perder —respondió Eda, agarrando a los mellizos para luego caminar hacia la puerta.

—Alguien va a cobrar por esto —dijo Luis fríamente desde el hombro izquierdo de la bruja.

—Pronto, señor patito —dijo King en tono de mando, mientras levantaba su juguete del piso, justo antes de ir tras Eda y los mellizos Noceda—. Disfrutaremos del temor de quienes se burlaron de nosotros.

Luz, desde el hombro derecho de la bruja, y mirándola de reojo, le preguntó:

—¿A dónde vamos?

—A un lugar súper divertido.