El gran aquelarre Parte 1
Eda se encontraba en el mercado, tenía un plumero en la mano derecha, y sacudía la mesa de su puesto de coleccionables humanos.
A su izquierda estaba Luz, leyendo su libro de la bruja buena Azura en voz alta.
—No te muevas, hermano. Me juraste controlar tu sed de sangre. Déjame esto a mí. Obedeciendo a su hermana, Zugo guardó su arma y retrocedió unos pasos. Incentivada por el deshonor que había mostrado Hécate, Azura levantó su bastón hasta los cielos de algodón de azúcar y gritó: ¡Te desafío a un duelo de brujas! Y miren dibujé un libro animado —hizo un gesto hacia la esquina inferior derecha, donde estaban unos dibujitos de Azura y Hécate— ¡Pew, Pew, Pew, Pew, Pew!
—Debo decir que tus obras siempre nadan desde el ojo de una estrella y besan la luna con gran belleza, Nutria —le dijo Luis, quién estaba sentado en un cofre.
Luz, halagada por su respuesta, se ruborizó. Fue un comentario muy dulce, y sin ningún sarcasmo.
—Adoro cuando te pones romántico —le bromeó.
—Uuuah, eso fue algo adorable... —los arrulló Eda, pausando su labor de limpieza antes de fruncir el ceño—. Y repulsivo... ¡Ustedes son hermanos, por el amor del titán! —agregó en tono de regaño.
Luz la miró extrañada.
—¿Qué?
Eda se carcajeó, volviendo a sacudir la mesa con el plumero.
—Es lo que imaginé que King les diría si estuviera aquí.
—Y hablando de él... —comenzó a decir Luis.
Luz terminó la frase por él.
—¿Me pregunto como le irá en su cita?
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Para King, la cita de compensación de la "reina de los demonios" por la pesada broma del rompimiento que le había gastado el día anterior, pareció aburrida e improvisada.
Queen lo fastidió para que fuesen al centro de convenciones donde se llevaba a cabo lo que parecía ser algún acontecimiento importante. Mientras caminaban entre los puestos tomados de las patas, la "reina de los demonios" no pudo contener un chillido de emoción.
—¡Ñaaaaa!
Cuando pasaron el puesto del aquelarre de artistas, Queen se detuvo y examinó los cuadros.
—Son unos genios, ¿verdad, mi rey? —comentó Queen con gran entusiasmo.
—Ja, dibujo mejor que eso, ¿sabes? —se jactó King entre gestos—. Solían llamarme el rey de los artistas.
Queen lo miró incrédula, casi burlona.
—Ñaaaaa Mentiroso, mentiroso, mentiroso. Estás inventando esto ahora.
—¡Ya quieres callarte, mujer! —la regañó King, antes de, más calmadamente, agregar—: Eso no importa. Lo que sí importa es que mis fanáticos me dejarían ofrendas por temor a mí.
Queen lo miró pestañeando con picardía.
—¿Y esas incluirían cuchi cuchi, mi rey?
King tragó saliva, nervioso. Pero antes que pudiera contestar algo, lo interrumpió una voz femenina que pertenecía a una Amity Blight, quién cantaba y bailaba de forma improvisada a unos cuatro o cinco puestos más adelante. Llevaba un vestido rosado largo con detalles morados en algunas partes y una corona de oro con una joya turquesa redonda en la parte superior.
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Dime qué es lo que harías.
Si de repente pudieras una princesa ser.
Eso sería excelente, lo que tú quieras harías por siempre sin duda.
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Al llegar a esa parte, bailó al estilo cancán, pateando sus piernas y levantando su larga falda, revelando sus descalzos pies, cuyas uñas tenía pintadas de negro como las de sus manos.
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Buscarías lo mejor.
Buscarías paz y amor.
Reirías sin control.
Comerías como un cerdo.
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Girando sobre sí misma, la peli-púrpura se desplazó en dirección a los "reyes", y se puso a bailar al estilo irlandés, poniendo los brazos en jarra.
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Y lo que quieras lograrás.
Siempre lo harás.
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Finalizó la actuación cayendo con las piernas abiertas, manos levantadas, los ojos cerrados y una gran sonrisa, mostrando los dientes.
—¡Ñaaaa! ¡Bravo! ¡Bravoooo! —la vitoreó Queen con aplausos, mientras King solo negaba con la cabeza.
Amity soltó una risita, se levantó y habló en tono alegre.
—Viaja con nosotras a un mundo mágico diferente a cualquier otro. Bueno, es un poco como este mundo, pero con buena comida, risas y mucho amor —Se acuclilló frente a Queen y la miró con ternura—. ¿Te unirás al aquelarre de princesas mágicas, linda bolita de pelos? —Luego, miró a King y agregó—: Y como este año aceptamos príncipes... Tu amiguito también es bienvenido.
—¿Es usted una princesa? —preguntó Queen curiosa.
Amity se mostró juguetonamente arrogante.
—Yo... —Se puso de pie y adoptó una pose elegante—. Soy la suprema gobernante del reino de Voyapedorrearme —Luego, se inclinó levantándose un poco el vestido—. La Princesa Manoplas Batatita I, a sus órdenes.
King la miró inexpresivo.
—¿Voyapedorrearme?
Amity hizo un gesto de repulsión.
—¡IUGH...! ¡Qué asco! Aquí no, cochinito.
Las dos se rieron.
—¡Atrapado sea el rey! —Queen le dio un juguetón codazo en las costillas a King, quien la fulminó con la mirada.
—Corta vida a la reina.
Amity los miró con ojos brillantes y las manos en las mejillas.
—Aw, ternuritas —Levantó el índice diestro, dibujó un círculo mágico e hizo aparecer unos brazaletes de plata, adornados con principitos (el de King) y princesitas (el de Queen) en las muñecas del par de "reyes"—. Definitivamente, ustedes necesitan uno de estos. Los hice yo misma.
—¡Ñaaaaa! —chilló Queen—. ¡Unos lindos brazaletes de las manos de una auténtica princesa!
—¡Oh, por favor! ¡Abre los ojos, mujer! —explotó King, apuntando el dedo acusador diestro hacia la peli-púrpura—. Ella no es una princesa, es solo una niña loca en un disfraz barato.
Amity hizo un puchero.
—Mi mami dice que sí lo soy.
—O es una buena madre o está igual de chiflada que tú —se burló King.
Queen lo miro con desaprobación.
—Hey, no seas malo.
—Como sea —King le restó importancia a la crítica, se quitó el brazalete y trató de devolvérselo a la peli-púrpura—. Y no voy a pagarte por...
Amity le sonrió con los ojos cerrados.
—Es gratis.
Aquello sorprendió a la parejita de "reyes".
—¿Nos estás dando regalos? —preguntó King incrédulo—. ¿Regalos a nosotros?
—Sipirirín —respondió Amity enérgicamente.
Los ojos de Queen se iluminaron y empezó a saltar de alegría.
—¡Ñaaaaaaaa!
—Aceptamos tus ofrendas, falsa princesa —dijo King, antes de levantar los puños al aire y, enérgicamente, agregar—: ¡Los reyes de los demonios han regresado!
—¡Y más fuertes que nunca! —agregó Queen.
Acto seguido, ambos se tomaron de las manos y pegaron sus frentes, quedando con la mirada clavada en el otro, para después empezar a decirse cosas en voz perfectamente audible.
—Oh, mi reinita~ Comparadas contigo, las otras mujeres no son más que hongos en los pies de Eda.
—Ñaaa, mi reyecito~ Y comparados contigo, los demás hombres no son más que moscas sobre mi propia popó~
—Te quiero~
—Y yo a tí~
—Estoy enternecida y asqueada —bromeó Amity, riendo divertida por la tierna escena.
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—Como sea —Luz volteó la página de su libro—. De vuelta a mi atractiva lectura.
Eda gimió disgustada.
—Por favor, ya no leas eso —Agitó el plumero frente a la chica Noceda—. Su lenguaje poético es un insulto a las brujas, y ahuyenta a nuestros importantes clientes.
Luz puso el libro sobre la mesa, y miró hacia el frente vacío, ya que eran las únicas personas alrededor.
—Ahmm, Eda... ¿Qué clientes?
—Sí, ni siquiera hay otros puestos alrededor —agregó Luis.
—¿Qué está pasando?
—Este es un mal presagio —respondió Eda en tono sombrío—. Algo horrible debe estar pasando hoy.
—¡Chicos! ¡Algo increíble está pasando hoy! —anunció Gus mientras se acercaba corriendo junto con Willow, quién sostenía un cartel en su mano derecha.
—Gus, Willow, Hola —los saludó Luz con un gesto.
Luis se levantó del cofre, y se acercó para unirse a su hermana melliza.
—¿Qué pasa?
Willow al ver al chico Noceda se ruborizó notablemente; pero intentó serenarse en la apariencia.
—Te...
—Alguien está feliz de ver a su novio humano —señaló Gus, embozando una pequeña sonrisa divertida y mirando de reojo a su amiga.
Willow le devolvió la mirada y frunció levemente el ceño.
—Gus, ya hablamos de esto...
—¿No le darás un besito, Luchín? —la interrumpió Luz, sonriéndole con picardía a su hermano mellizo, quién le dedicó una mirada gélida.
Dejando el plumero aún lado, Eda sonrió, se cruzó de brazos y también decidió bromear.
—¿Sales con alguien más, gordita? —le dijo a Willow en un tono de falsa decepción—. ¿Qué hay de mi Querubín? Podría haber jurado que entre ustedes...
—¡SUFICIENTE!
Todos se sobresaltaron cuando un irritado Luis Noceda habló con una voz potente y áspera.
—¿Qué decías, Mimosa? —dijo a continuación, dedicándole una leve sonrisa a la chica regordeta por quién también se ruborizó un poco.
Willow se aclaró la garganta, y levantando el cartel, anunció:
—Tenemos la reunión anual. Los estudiantes vienen para ver los tipos de aquelarre antes de unirse a uno. Incluso... —Sonriendo entusiasmada, señaló la parte inferior con el índice zurdo—. Hay un invitado sorpresa este año.
—¡Una feria laboral para brujas! —exclamó Luz entusiasmada, apoyando su cabeza por el brazo zurdo de la dama búho—. Eda, ¿podemos ir?
—Definitivamente no —le negó Eda, provocando que la chica Noceda se deslice hasta el suelo, gimiendo decepcionada.
Luis alzó una ceja.
—¿Y por qué no?
—No estoy en un aquelarre por una razón —respondió Eda irritada—. Es como un club de diversión para brujas, pero también renuncias a tu independencia mágica para ser parte de un sistema corrupto —agregó, golpeando la mesa con el puño diestro.
Ofendida, Willow soltó un gemido, y Luis, indiferente, dijo:
—Eso tuvo que doler.
—Pero ¿saben? —Eda apartó la mirada, cerró los ojos y se cruzó de brazos—. No lo juzgo. De todas maneras no estuve en uno desde que éramos niñas.
—¿Éramos? —preguntó Luz confundida.
Eda ensanchó los ojos, nerviosa.
—Quiero decir... —intentó corregirse.
—¿Quiénes éramos? —La chica Noceda se levantó del suelo, y apuntó con el índice diestro a la dama búho—. ¿Tú y tus hermanas? ¡Ahora debemos ir!
—No —aclaró Eda.
Luis se frotó una sien.
—Si el sistema es tan corrupto como dices... ¿No deberíamos verlo por nosotros mismos? —señaló a la mujer que tenía la cabeza en alto.
Eda le dedicó una sonrisa irónica.
—Buen intento, corchito, pero tus encantos no funcionarán conmigo esta vez.
Luis suspiró.
—Cuanto más te contengas, más curiosa harás a Luz —le advirtió—. Y no quieres eso, ¿verdad?
La dama búho le sacó la lengua en respuesta.
—Ok, entonces no me dejas opción.
Luz tomó su libro de la mesa, lo hojeó, y se puso a leer:
—No debes, no deberías hacer más daño, Azura gritó. Oh, en la lengua nativa de su enemigo más temible.
—Tan poético, tan horrible —se quejó Eda con un tic nervioso, dando unos pasos con el maletín en su mano diestra.
—Hécate solo pudo gritar...
Eda levantó el maletín y, una vez que este se transformó en un marco sin puerta, la atravesó.
—Ella gritó, porque el grito empeoró...
Sin detener la lectura, Luz corrió hacia el portal y la atravesó de un salto antes de que pudiera cerrarse del todo.
—Tres, dos, uno... —hizo Luis la cuenta regresiva.
Pronto, la dama búho salió con los ojos y puños cerrados, seguida de Luz, quién seguía leyendo:
—Frente a frente se pusieron...
—¡Basta! ¡Detente! —suplicó la dama búho—. Literalmente haría lo que sea para detener esto.
Luz se acercó a su hermano mellizo, y ambos chocaron sus puños con una sonrisa de triunfo.
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Un rato después, el grupo se encontró parado frente al centro de convenciones, y Eda no pudo hacer otra cosa que soltar un gemido, pellizcándose el puente de la nariz con la diestra, mientras Luz daba saltitos en su lugar, y Willow aplaudía con entusiasmo.
—Urgh...
