La casa ambulante de Hooty Parte 4
En algún lugar del bosque, los jóvenes humanos y brujos detuvieron la casa al ver pasar a unas chicas que les parecieron familiares.
—Ey, esas son…
—La novia de Satan, Boscha, y su mejor amiga, Medusa —terminó Gus por Willow—. Ellas se burlaron de nosotros.
—Y entoncesss yo le dije… —siseaba Medusa, mirando a la tríclope—. ¿Te pusssissste duro con sssolo mirarme a losss ojosss?
Boscha, quién llevaba un bolso de ojo que combinaba con su apariencia física en su hombro derecho, rió con ganas.
—Clásica gorgona.
Entonces, ambas demonesas voltearon hacia la casa búho, que seguía sin moverse sobre una colina.
—Ellas nos vieron —Willow se volvió hacia los mellizos Noceda—. ¿Qué hacemos ahora?
—¿Estás pensando lo que yo estoy pensando, Luchito querido? —le preguntó Luz a su hermano con su típica sonrisa de nutria con un lado oscuro.
Luis rió entre dientes.
—¿Las gallinas ponen huevos, Nutrita linda?
—Oigan, no puedo evitar notar que ustedes actúan como una pareja siendo hermanos —señaló Gus, mientras Willow adoptaba una expresión de extrañeza.
Luis lo miró de forma amenazante.
—¿Y?
Gus tragó saliva.
—Y… nada.
—Eeey, Eeeey ustedes.
Gus había lanzado un hechizo de megáfono para que Luz hablara.
—Deberían dejar de ser tan malas con las personas. Son bastante cretiiiinaaaas.
El cuarteto rió al unísono.
Boscha y Medusa les dirigió una mirada de desdén.
—Yuck!, ¿una casa parlante nos está dando un sermón?
—Como sssea, te cubriremos de papel como lo hicimosss con todo el vecindario.
—¿Pero no lo ven? No soy una simple casa.
Luego, la casa se levantó por detrás de la colina, mientras Luz soltaba un rugido.
—¡ROOOAAAARRR!
Asustadas, las demonesas salieron corriendo y gritando. El cuarteto rió a carcajadas.
—Nunca le había hecho una broma a nadie —dijo Gus—. Ahora quiero volver a hacerlo.
—Deberíamos ir a la casa de Satan para mostrarle nuestro conjuro —sugirió Willow alegremente—. Así verá quién no tiene talento.
Los mellizos Noceda miraron hacia la luna. Habían pasado de un viaje de placer a una broma, y el satélite natural ya se estaba poniendo.
—En realidad, pienso que ya deberíamos regresar —dijo Luis serio.
—Sí, ¿quién sabe cuando volverá Eda? —estuvo de acuerdo Luz.
Gus invocó su pergamino flotante, donde mostraba una nueva publicación
—Satan está actualizando su penstagram.
—Atentos mis amigos brujos. Hashtag. Los humanos apestan —leyó Luz, para después jadear.
Miró a Luis, y este asintió con la cabeza.
—Hagámoslo.
Así, el cuarteto de jóvenes se dirigió a la casa de Satan, aun sin saber que unas figuras los estaba siguiendo.
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Tras acercarse al puesto, Eda se asomó cautelosamente.
—Hola… Ahm… Busco al tipo que llaman Grimm Hammer.
Unos grandes y blancos ojos aparecieron desde detrás del mostrador.
—Yo soy al que llaman Grimm Hammer.
De repente, las cortinas se levantaron, y una criatura parecida a un cerdo con una cola rizada de púa roja, orejas enormes, una nariz pequeña y dos sobresalientes colmillos ,que llevaba gafas con un chaleco de orquídeas y un lazo lila añadido a una camisa de vestir blanca, saltó sobre la mesa.
—Bienvenida, bienvenida, bienvenida —saludó jovialmente—. Tengo armamento de las tierras del interior —Agarró una daga con su cola—. Maldiciones de las tierras de invierno —Tocó una especie de colgante con esferas celestes y doradas—. Y… ¡Gomitas!
Arrojó dichas golosinas de colores al aire.
—¡Gomitas!/¡Ñaaa! —exclamaron King y Queen al unísono.
—Son mortalmente deliciosas.
Los reyes estaban por comer unas cuantas que lograron atrapar, pero Eda se las apartó de unas palmadas.
—Eres despreciable —la reprochó Queen, cruzándose de brazos.
Eda miró al cerdo demonio, decepcionada.
—¿Tú eres Grimm Hammer?
—Tibblet-Tibblie Grimm Hammer tercero —se presentó la criatura porcina—. Por favor, llámame, Tibbles.
King y Queen rieron divertidos.
—Ñaaaa, Tibbles.
—Él quiere que lo llamen así.
—Ok, Tibbles —Eda le tendió la botella vacía—. Necesito un poco de este elixir.
Tibbles la examinó, frotándose la barbilla.
—Este es uno que podríamos preparar. Tienes suerte —Agarró una botella de elixir llena con su cola, y la pasó a su diestra—. Acabo de hacerlo.
—¡Hurra! —celebró Eda, alzando los puños—. Te daré diez caracoles —agregó, sacando su monedero.
Tibbles sonrió.
—Agrégale dos ceros, y es un trato.
—¡Mil caracoles! —exclamó Eda, incrédula—. ¿A qué tipo de juego estás jugando?
—Al capitalismo —Tibbles bajó del mostrador—. Donde todos ganan, menos tú.
—¡Ey!
Irritaba, Eda golpeó las manos en el mostrador, pero luego notó un mazo de cartas a su derecha.
—Dime ¿También juegas al hechi-poker?
—¿En serio? —preguntó King exasperado.
—Ñaaaaa, ¿Ahora? —añadió Queen.
Tibbles se detuvo, abriendo los ojos.
—Oooooh, ¿así es como se llama el juego? —Tras agarrar las cartas, subiendo nuevamente al mostrador, se sentó inocentemente de piernas cruzadas frente a la dama búho— Lo estaba usando de posa vasos.
—¿Por qué no lo hacemos más interesante? Si yo gano, me das el elixir, —Eda señaló hacia él—. Si tú ganas, podrás elegir algo mío.
—Uy, qué divertido —dijo Tibbles, emocionado—. Acepto.
Eda amplió su sonrisa, como pensando que tenía la victoria asegurada.
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La casa búho avanzó por huesosburgo, asustando a las personas que huyeron corriendo de esta. Finalmente, el cuarteto notó una enorme mansión en una colina, hecha de piedra morada y gris, con un techo de tejas marrones, una puerta morada completa con chimeneas de piedra y una gran aguja. Las vidrieras redondas se encontraban en el nivel más alto, con formas de diamantes pintadas en ellas. La mansión tomaba la semejanza de un castillo inglés, cubierta de musgo rojo.
—Miren, la casa de Satan —dijo Willow, sonriendo—. Llegó la hora de mostrarle a Satan como es un verdadero conjuro.
Luis se fijó en un detalle: por encima del portón de la entrada, había un letrero.
—Una duda. Si esa es su casa, ¿Por qué ahí dice Mansión Blight?
—Es cierto —concordó Luz—. Pensé que su apellido era Clawthorne.
—Bueno, lo que pasa es qué…
Pero la explicación de Willow se vio interrumpida por una flecha gigante con una cuerda atada a esta, que pasó por encima de la casa.
—¿Qué pasó?
Luz señaló con el índice diestro hacia algo frente ellos.
—Esa es…
—Una ballesta gigante —terminó Luis por ella.
Luego, una segunda flecha con cuerda se disparó de dicha arma, y aterrizó del otro lado. Una vez atrapada la casa búho, el líder de los cazadores de demonios (quién había ordenado tal ataque), dio un gran saltó y aterrizó frente a los cuatro jóvenes.
—Toc Toc
Willow, Gus y Luz jadearon de miedo, pero Luis sin embargo, frunció el ceño y gruñó mientras sus pupilas se tornaron rojas.
