La casa ambulante de Hooty Parte 5
Luz pateaba la puerta dentro de la casa búho (que ahora se movía al ser empujada por los cazadores de demonios sobre un enorme carro al toque de un cuerno), mientras estaban atados.
—¡Hooty! ¡Hooty, debes despertar!
Gus tiraba las cuerdas con los dientes, pero no lograba romperlas.
—Para el conjuro terminar, sus manos deben tomar, solo así lo lograrán —recitó Hooty desde el otro lado de la puerta.
—¡Oye, no me hables así! —lo regañó Luz, frustrada. Luego, miró a su hermano mellizo, quien estaba con la cabeza baja y los ojos cerrados, y agregó—: ¡Rápido Lucho, usa la anti-magia para liberarnos!
Luis la miró, serio.
—No es una buena idea, Nutria. Willow y Gus acabarán hechos cenizas.
Luz resopló, y dirigió la mirada hacia la brujita de las plantas, quien parecía cabizbaja.
—Willow, ¿Me ayudas con Hooty?
—Lo siento, Luz —se disculpó Willow con tristeza, cerrando los ojos mientras todos la miraban—. Ni tú, ni Luis deberían pedirme que les ayude con nada.
—No digas eso, Mimosa —intentó consolarla Luis.
De repente, la casa se detuvo, y todo cayeron bruscamente al suelo.
—¿La casa dejó de moverse? —preguntó Luz.
Gus gimió en voz alta.
—Mi estómago no lo hizo.
—Vomita sobre mí, y estás muerto, enano —le advirtió Luis.
La puerta se abrió, y todos gimieron cuando la luz entró por esta. El líder de los cazadores de demonios rió, caminó hacia el cuarteto, cerniéndose sobre ellos, hasta que los agarró, y los sacó afuera por la fuerza, empujándolos.
—Toma la casa y quítale el demonio —le ordenó a uno de sus hombres—. Podemos venderlo a restaurantes como carne exótica.
—¡No! —protestó Luz—. ¡Hooty tiene un sabor terrible!
—Ey, tengo un sabor refinado, Hoot Hoot —argumentó Hooty.
—¿¡ACASO QUIERES MORIR, AVECHUCHO ESTIRADO!? —le reprochó Luis, fuera de sí.
—¿Qué hacemos con los gusanos? —preguntó otro de los cazadores.
—Arrójalos al abismo —respondió el líder con una sonrisa sádica.
El otro cazador rió malignamente, y arrastró al cuarteto hacia el acantilado.
—Muy bien, chicos. Este es el final de sus cortas vidas.
—Papá —susurró Luis, repentinamente.
Un aura oscura envolvió su cuerpo. Rompió las cuerdas y empujó accidentalmente a Luz, Willow y Gus por el acantilado. Su mirada era de fuego. Embistió al cazador como una bestia salvaje, y este no hizo más que soltar un grito ahogado.
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—Si no morimos ahora, lo haremos cuando Eda se entere de lo de la casa —decía Luz, mientras intentaba agarrarse mejor de los tobillos de Willow, quién se sostenía de una gruesa rama del precipicio.
Todos gritaron, cuando la rama comenzó a romperse, arriesgándolos a caer al mar hirviente.
—Este árbol no podrá aguantar mucho más —señaló Gus, fuertemente agarrado de las piernas de Luz.
—¡Jefe!
Se oyó un estridente ruido gutural por encima del acantilado, seguido de un grito de dolor.
—¡No! ¡No!
Hubo otro grito de dolor, aún más fuerte.
—¡Por favor! ¡No lo hagas! ¡Piedad!
—¡Villana Lucy! —exclamó Luz, imaginándose lo peor— ¡Lucho!
Gus sintió un escalofrío por todo el cuerpo.
—No es el avatar del mal por nada.
—Asta—susurró Willow, mientras un aura verde la envolvía.
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King y Queen miraron todas las cartas quemadas en el mostrador.
—Ñaaaa, ver eso fue doloroso.
Apretando los dientes, Eda miró a Tibbles con enojo.
—Qué tramposo. Me estafaste.
—Parece que te olvidaste de algo. Mi comodín —Tibbles tiró la carta roja al suelo, y esta cobró vida rugiendo, dándose la vuelta, y arrancando la camisa del demonio azul impreso en esta—. De todos modos me gustaría obtener mi premio ahora —Se puso de pie sobre el mostrador con una mirada de suficiencia—. Y elijo… —Señaló a Queen con el índice diestro—. A la pequeña chica hueso —Quitó a la "reina de los demonios" de Eda para su sorpresa y la de King—. Siempre quise una pequeña asistente para modelar mi línea de ropa para niñas.
—Ñaaaaa, auxilio, cariño —se quejó Queen pataleando.
—¡Quita tus sucias patas de mi prometida! —ordenó King, indignado—. ¡Eda haz algo! —agregó, mirando de reojo a la dama búho.
Eda intentó dibujar un círculo de hechizos, solo para ganarse más plumas en el brazo diestro.
—¡Ah! No puedo hacer magia.
Tibbles chasqueó los dedos, y aparecieron unas cadenas amarillas verdosas fosforescentes del suelo que rodearon a la dama búho y al "rey de los demonios", quienes cayeron de costado.
King forcejeó.
—¿Crees que esto puede detenernos?
—¡Todavía puedo morderte los tobillos! —amenazó Eda.
—¿Crees que no sé quiénes son? —preguntó Tibbles con aire de suficiencia—. Eda, la dama búho, y su pequeño cómplice.
Eda jadeó, sabiendo que posiblemente todos estaban perdidos.
—Ñaaaaaa, titán —se quejó Queen.
—Así es. Vi sus carteles de buscados por aquí —Tibbles sostuvo dicho papel en su pata izquierda—. ¿Me pregunto cuanto me pagaría el aquelarre del emperador por entregarlos?
Eda y King gruñeron.
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La escena era monstruosa, más allá de solo palabras. En la mano diestra y lo alto de la cabeza, Luis sostenía un corazón, mientras lo exprimía, derramando la sangre por toda su cara, y dentro de su boca, parado alrededor de los cadáveres quemados, mutilados y degollados de todos los cazadores de demonios.
—Hermano, ¿qué…?
Una gran sombra se cernió sobre él, miró hacia arriba y vio a su hermana melliza, junto con Gus y Willow, sobre la hoja morada de una gran enredadera que esta última había creado con su magia. Los tres lo miraban horrorizados y con asombro.
—Creo que tendré pesadillas el resto de mis días —dijo Gus con ojos como platos.
—Los acabé… Los maté… a todos… —empezó a decir Luis con la voz quebrada—. No dejé uno solo vivo. Ni a los que me rogaron misericordia. Son como alimañas… —Elevó la voz, y sus pupilas volvieron a tornarse rojas—. ¡Y LOS ELIMINÉ COMO ALIMAÑAS! ¡LOS ODIO!
Apretando la daga con su mano izquierda y bajando la cabeza, el chico Noceda se puso a sollozar.
Fue entonces cuando la enredadera bajó al suelo y el trío corrió hacia él para abrazarlo.
—Luis, lo siento mucho —se disculpó Willow con los ojos cerrados y una pequeña lágrima cayendo de su ojo izquierdo—. Luz y tú querían regresar y yo solo quería presumir delante de Satan.
—Ustedes eran más que amigos de la infancia, ¿cierto? —dijo Luis, un poco más calmado, mientras Luz le limpiaba las lágrimas y la sangre de la cara con un pañuelo que sacó de su bolsillo derecho.
Willow desvió la mirada, ruborizada.
—Nos gustábamos.
—¿Queeee? —preguntó Luz sorprendida.
—Salimos por un mes hace como... dos años, pero luego empezó a gustarle Boscha y rompió conmigo.
—Incluso dejó de ser su amigo por considerarla débil —dijo Gus con desaprobación.
—Solo quería demostrarle que yo también soy una bruja poderosa —terminó de confesar Willow.
—¡ESO ES RIDÍCULO!
El grito de Luis asustó a todos: el trío retrocedió estupefacto.
—Ayudaste a darle vida a una casa. Satan no sabe lo que ha hecho.
Y para sorpresa y alivio de Luz, Willow y Gus, Luis sonrío, mirando a la segunda.
—Después de Eda, eres la bruja más poderosa.
Willow le devolvió la sonrisa, ruborizada.
—¡Oh, no! —exclamó repentinamente Gus, apuntando el índice derecho hacia el horizonte donde se ponía cierto satélite—. ¡Miren la Luna!
Luz jadeó.
—¡Debemos llegar a casa antes que Eda!
Todos corrieron hacia la casa búho, subieron la plataforma, los mellizos dejaron entrar primero a sus amigos brujos antes de seguirlos y cerrar la puerta.
—¡Manos, rápido!
Luis les tendió sus manos a las chicas, quienes también tomaron las del brujito de color, para así volver a controlar la casa, y dejar atrás a los cazadores muertos.
