Libros encantados Parte 1
De pie sobre el living de la sala, Luz estaba leyéndoles el tomo cinco del libro "La bruja buena Azura a Luis, King y Queen.
—Azura, comenzó Hécate. Nuestros caminos se cruzaron solo en batallas —Apuntó el índice diestro hacia su hermano mellizo—. Pero hoy estoy aquí para salvarte de este horrible destino, y no vengo sola.
Luego, suspiró feliz, abrazando su libro.
—Nutria, te estás perdiendo otra vez —le advirtió Luis, quién estaba sentado a derecha.
—No puedo evitarlo, Lucho —Luz miró la tapa de su libro, antes de volver a abrazarlo mirando hacia arriba—. Azura puede hacerse amiga de todos. Hasta de sus mayores enemigos.
Sentada en la alfombra a la izquierda de su "rey", Queen señaló:
—Ñaaa, se supone que debes destruir a tus enemigos, no hacerte amigo.
—Ahora continúa —pidió King, abrazando a su "reina", quién correspondió su abrazo—. Me contagiaste tu fanatismo
—Ñaaaa, a mí también.
—Ok,
Luz continuó leyendo:
—De repente, la puerta se abrió.
Y tan pronto como dijo eso, Hooty abrió la puerta.
—Ding, Dong, Ding. Hoot, Hoot.
—¡El libro cobró vida! —exclamó King, asustado.
Queen apuntó el índice diestro hacia los chicos Noceda.
—¡Ñaaaaa! ¡Quémenlo!
Luis fulminó a los "reyes" con la mirada.
—No quemaremos nada, pequeñas alimañas.
Luz fue hacia la puerta y…
—¿Mmm? —Miró hacia abajo, solo para encontrar una canasta tapada. Lo llevó a la cocina, y lo dejó sobre la mesa frente a la dama búho.
—Eda, tienes una encomienda. Parece una canasta de regalo.
—Debe ser una ofrenda —dijo Eda sonriendo, mientras King y Queen (quienes estaban sobre la mesa) se ataban unas servilletas al cuello—. Aah, la bruja más poderosa de las islas hirvientes, tiene beneficios.
Luis puso los ojos en blanco, al tiempo que King bajó la cubierta de la canasta… para revelar lo que parecía un bebé de piel rosa y cabello corto, morado, dormido.
King se frotó las manos.
—Mm, comida fresca.
—Ñaaa, traigan la salsa de champiñones —agregó Queen, babeándose un poco.
—No, no comeré eso —dijo Luz, alejándose con cara de disgusto.
Luis se cruzó de brazos, y desvió la mirada.
—Yo tampoco.
Eda sonrió, relamiéndose.
—Mmm, iba a hacer un estofado. Pero se me antojó más crudo.
De pronto, Queen agarró un papel adjunto a la canasta.
—Ñaaaa, Espera, bruja. Hay una nota.
King se asomó, y la leyó:
—Cuida a mi pequeño hasta la mañana, Yi Yi.
—Nop, los bebés son para comerse —negó Eda, cruzándose de brazos—. No voy a hacerlo.
—Serás muy bien recompensada XOXOXOX, Reina murciélago —continuó King leyendo la nota.
Eda se animó cuando aquello llamó su atención.
—¿Reina murciélago? —Sus ojos brillaron por las modenas de oro que Queen sacó de la canasta—. ¿Recompensa?
—¿Quién es la reina murciélago? —preguntó Luz, acercándose junto con su hermano mellizo.
—Es el demonio más millonario de estas islas —explicó Eda, mientras los "reyes" olfateaban las monedas—. Si eres su amigo, tendrás todo lo que necesites —Agarró una de las monedas de las garras de Queen con su diestra, y jugó con ella—. Así que mantenemos esta cosa con vida unas horas y ella nos paga, fácil.
—Es nuestra mejor aventura —dijo Luz entusiasmada, haciendo gestos con los ojos brillantes—. Sí, aprender sobre el amor y la vida atrevés de los ojos de un niño.
Luis la miró burlón.
—No será diferente a cuidarte a tí.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó Luz, mirándolo con ojos entrecerrados.
Luz le hizo una trompetilla, mientras Eda levantaba el índice izquierdo para dibujar un círculo de hechizos.
—Ustedes no.
Invocó unos libros que Luis y Luz lograron atrapar.
—Irán a devolver los libros que tomé de la biblioteca.
Mientras los hermanos Noceda se alejaban, Eda se inclinó hacia los reyes, y les susurró:
—No quiero compartir mi recompensa.
—Bien pensado —la apoyó King.
—Escuché eso —les dijo Luis, y el trío hizo un gesto.
—Ahora veamos a esta pequeña criatura.
Eda apartó la manta y… el bebé que resultó ser un pequeño murciélago con cabeza humanoide, despertó y soltó un fuerte chillido que sacudió toda la casa búho.
Eda se tapó los oídos, mientras los "reyes" caían sobre la mesa.
—Pensándolo bien, ¡quizás podrían ayudarnos!
—Yo lo haré.
Luis puso su montón de libros sobre los de su hermana melliza, sacó unos tapones de su bolsillo canguro y se los puso.
—Nutria, tú ve a la biblioteca.
—Buena suerte, hermano —le dijo Luz, antes de salir por la puerta de la cocina, cerrándola con el pie izquierdo—. Adiós.
—Podemos hacerlo, ¿no? —gritó Eda, y el bebé murciélago la atacó tirándola para atrás.
—¡Eda! —exclamó Luis, corriendo tras la bruja—. ¡Quédate quieta!
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Caminando por las calles de huesosburgo, Luz pasó junto a Naridela, quién cargaba un libro rojo gigante sobre su cabeza, casi dejando caer los libros que llevaba al distraerse.
Sus ojos brillaron al ver la majestuosa biblioteca, que parecía una catedral.
—Wow.
Al entrar, el bibliotecario (quién era un hombre de corto pelo blanco, gafas redondas, y una túnica gris con el símbolo de libro en el broche amarillo de su capucha), tomó los libros de la chica Noceda haciéndolos levitar hacia un círculo flotante, pasándolos de a uno a través de este.
—Atrasado, atrasado. —Desapareciendo el círculo, tomó uno de los libros, y tocó la tapa, mirando la suciedad en su índice diestro—. Café, pasto y manchas de sangre. Son de Eda, ¿verdad?
Luz rió nerviosa, encogiéndose de hombros.
—Esa noche fue una locura.
—Los pondré en su cuenta.
El bibliotecario invocó un pergamino bastante largo.
—Cerraremos temprano por la lluvia de meteoritos de la estrella llorona —informó, señalando con su lápiz hacia un cartel.
—Oh, ¿qué es eso? —preguntó Luz, curiosa.
El bibliotecario señaló hacia todos los estantes llenos de libros.
—Estás en una biblioteca. Lee un libro.
—Estoy en una biblioteca.
Luz sonrió, y salió corriendo.
—¡Voy a leer un libro!
—¡Shh! —la chitó el bibliotecario.
Al llegar hasta unos cajones cíclopes vivientes de ojos rojos y haciendo caso omiso a la advertencia de no alimentarlos que decía en un cartel sobre su cabeza, Luz sacó un caramelo y se lo dió a uno de ellos, provocando que este vomite un montón de papeles por ella.
—¡Woah!
Tras subir al segundo piso, la chica Noceda se quedó viendo unos libros flotantes, justo antes de agarrar uno y quedar colgada del techo.
—¡Shh! —la chistaron unos Hexidianos que estaban leyendo abajo.
—Lo siento.
En la sección de información, unos demonios usaban unas bolas de cristal como computadoras y uno de ellos golpeó una que parecía atascada en una pantalla de carga.
—Este lugar es asombroso —dijo Luz, asomada de un librero.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Luz se quedó inmóvil al escuchar una voz familiar.
—¡Ah! ¡Me descubrieron! —Adoptó una peculiar posición—. ¡Soy un libro!
Se escuchó la risa de unos niños.
—Alto…
Dio unos pasos hacia otro librero, y se asomó a la sección infantil solo para ver sorprendida como Satan les leía un libro sobre lo que parecía ser un duende llamado Otabin a unos niños, sentado en un banquillo.
—Somos tus amigos, y queremos ayudar, dijo Tim sin dejar de gritar. Otabin sonrió con un poco de ansiedad. Nunca había tenido amigos de verdad.
Luz alzó una ceja.
—¿Satan les lee a unos niños?
—Entonces seremos los primeros, dijo la bruja gallina.
Luz se lanzó hacia otro librero, que era más bajo que los demás.
—Otabin no creía la suerte que tenía. Otabin el encuadernador, con amigos a su alrededor, fabricó un libro de amistad, y ese es el final.
El chico Clawthorne cerró el libro y los niños vitorearon.
—Gracias, Satan.
—Ya decía yo que no podía ser tan malo —dijo Luz, sonriendo—. Quizás sí pueda ser su amiga como Azura con su enemigo después de todo —Adoptó una pequeña expresión nerviosa—. Solo espero que Lucho…
Pero no pudo terminar su último comentario por tener que agacharse detrás del mini-librero cuando Satan y los niños se acercaron.
—Muchas gracias.
—Adios.
Un niño demonio de piel roja, que parecía ser de la misma especie que el guardián Wrath, abrazó las piernas del chico Clawthorne.
—Adios, señor Satan —se despidió con una voz gruesa—. Gracias.
Satan le dio unas palmadas en la parte superior de la cabeza.
—Gracia a ti, Braxas. Nos vemos pronto.
—¡Sííííííí!
Braxas salió corriendo y Satan miró a Luz, quién había intentado pasar desapercibida al colocarse un libro sobre la cabeza.
—Hola, Luz —la saludó con una media sonrisa.
—Satan —Luz se puso de pie, y dejó caer accidentalmente un libro al suelo en un intento de apoyarse por el mini-librero—. ¡Ups! Leyendo para niños… ¡Wow! Parece que esta diabólica criatura tiene su lado angelical.
Satan soltó una risita, y recogió el libro caído.
—Es para tener puntos extra. No te emociones demasiado.
—Mira, puedo ayudarte con los niños —le ofreció Luz, viéndolo alejarse hacia una mesita de la sección infantil—. Podríamos leer por turnos, y hacer voces. Yo hago la mejor… —Imitó una voz mecanizada—. Voz-robo-tica.
Satan depositó los libros sobre la mesita, volteó hacia la chica Noceda (quien lo había seguido), y la miró con frialdad.
—Escucha, humana. Ni tú, ni tu guapo hermano, pueden ser amigos de un enemigo. Su tentativa será en vano.
—Pero…
Luz intentó decir algo, pero Satan no se lo permitió.
—Que tengas un buen día.
Con eso, resignada y frustrada, la chica Noceda se fue, pero se animó un poco al recordar que había sido la segunda vez que Satan había llamado "guapo" a Luis.
—Willow, creo que tienes competencia —susurró, con una risita.
