Mientras su invitada estaba entrando, Inuyasha fue a preparar la mesa, de por sí su casa era relativamente pequeña pero había todo para vivir. Él se metió al baño que quedaba en el primer piso y observó fijamente su cabellera que comenzaba a blanquearse.

—Mamá — llamó Inuyasha saliendo del baño —me están saliendo canas.

Izayoi se rio bastante fuerte por la broma de su hijo aunque en si interior conocía perfectamente la situación real de Inuyasha.

—¡Qué gracioso! — la mujer le sonrió —¿Podrías llamar a Kagome? la cena ya está lista.

—Sí, voy — el chico se fue a dónde estaba Aome.

El chico seguía confundido con lo de las visiones pero el sólo hecho de estar junto a la chica Higurashi lo tranquilizaba estuvo un buen rato buscando a la chica hasta que vio por la ventana de su habitación hacia arriba, Inuyasha halló a su invitada sentada en el techo observando las estrellas y las luces de la ciudad.

—¿Que haces ahí? baja que te puedes lastimar — Inuyasha le advirtió preocupado.

—Tranquilo — ella lo relajó —estoy aquí viendo la ciudad. ¿Qué te parece si mañana después de reunirnos con los chicos vamos a un parque de diversiones todos cuatro?

—Suena fantástico — el chico le sonrió —pero baja que mamá ya terminó la cena.

—En un segundo bajo — Aome se notó nerviosa.

—¿Qué te ocurre? — preguntó el chico.

Aome se columpió en la canaleta y se metió por la ventana al cuarto de su compañero de clase, su mirada se quedó plantada en los ojos del chico.

—Es que — ella movió sus orejas algo asustada —... no sé usar palillos.

La expresión de Inuyasha era de total sorpresa al escuchar la confesión de la hanyō, el chico salió junto a la chica cuya mirada se posó en una espada que estaba tirada en el piso tras tropezar con ella.

—¿Y esta espada? — Aome la levantó como si nada.

—Es... colmillo de acero... me lo dejó mi padre — mencionó el chico.

—Me gusta como se ve, es una curiosa espada — ella la dejó sobre la estantería —te acompaño.

Estando ya en la mesa Aome observaba los cuencos con comida, entre ellos sopa de miso, arroz, pescado, verduras al vapor y aderezadas distribuidos en una bandeja pero lo que más llamó la atención fue la facilidad para usar los palillos de parte de Inuyasha.

—¡Gracias por la comida! — exclamó el chico y empezó a comer el arroz.

—Buen provecho — dijo ella tímidamente.

La chica intentó a sujetar un trozo del pescado frito pero falló rotundamente al usar los palillos, sujetó el cuenco del arroz y volvió a probar y esta vez logró llevar los palillos a su boca.

—¿Ves? — Inuyasha le preguntó —no es tan difícil.

—Lo dirás tú — mencionó la joven algo tímida.

—Levanta el cuenco de la sopa — Izayoi le indicó.

—Me siento más cómoda con cubiertos occidentales — murmuró Aome algo apenada.

—Es cuestión de práctica — la madre de Inuyasha le dedicó una sonrisa.

La mirada de Izayoi, esos cálidos ojos marrones que desprendían comprensión, hizo que Aome estuviera más tranquila, intentó esta vez agarrar una de las pequeñas papas de la sopa pero casi se le cae en la ropa de no ser por sus reflejos sobrehumanos. Demoró lo que tenía que demorar terminando de última, ya con la comida algo más fría que cuando comenzó.

—¿Ves? fácil — Inuyasha le dijo con calma.

—Lo dirás tú, llevo más de diez años fuera del país — la chica se sonrojó de pena.

—Tranquila Higurashi, es difícil al inicio — mencionó el muchacho —por cierto eres buena ubicándote en la ciudad. Llegaste a la primera a mi casa, y a tiempo... talvez demasiado buena.

—Te lo podría decir pero... no aquí — miró a Izayoi —, confío en que no se lo vas a decir a nadie.

Si que era serio el asunto pues a Inuyasha se le hizo extraña la mirada de seriedad en Aome, él la guio a su habitación y encendió la televisión donde estaban pasando algún anime de comedia romántica. Allí la hanyō se sentó en la cama del chico mientras revisaba las fotos de él junto a otros dos muchachos, uno de cabellera blanca lacia y un chico de ojos azules con coleta y ahí encontró el frasco de loción de Inuyasha.

—Bueno — la chica se acomodó un mechón de pelo —yo poseo un poderoso sentido del olfato, también una aguda audición y gran vista.

—¡Asombroso! ¡eres como un superhéroe! — el chico estaba emocionado.

—Fue por tu olor que te encontré — mencionó ella —tu perfume, por algo te lo decía. Es bastante caro, unos doscientos o trescientos dólares. Lo sé porque mi padre lo compra a menudo.

—Está bien me descubriste — el chico se echó en la cama —, fue un regalo de mi hermano Sesshomaru en mi cumpleaños número dieciséis.

—¿Sesshomaru? — inquirió la joven.

—Bueno verás... cuando tenía unos diez años nos conocimos — explicó el chico —, nunca fuimos demasiado unidos pero siempre él está ahí para ayudarme. ¿Nos vemos mañana? es que tengo muchas cosas que pensar, en especial con unas visiones que he tenido y con lo que me dijiste de tus poderes. Es mucha información. Te escribo luego.

—De acuerdo pero... no tengo celular — la chica le dijo con pena.

—Bueno, mañana hablamos — él le sonrió tranquilo.

Cuando Aome se fue Inuyasha se acostó a dormir o a intentarlo, cada que se quedaba dormido llegaban esas imágenes de ese extraño sueño, en especial con una mujer idéntica a Kikyo lanzándole una flecha.

Luego de quedarse dormido pudo descansar mucho más de lo que ese día él esperaba.

"Aome"

"Inuyasha"

Él vio a una chica idéntica a Aome pero sin sus orejas de perro saliendo de un pozo en un lugar en mitad de un bosque. Esas voces decían su nombre y el de su compañera de escuela, pero a diferencia de otras visiones estas eran más tranquilas y menos violentas.


Inuyasha se levantó de su cama para ir al baño a mitad de la noche, como tenía de pasar junto a la habitación de su madre él logró escuchar a su madre hablando por teléfono.

—Parece que Inuyasha tocó el colmillo de acero — fue la voz de Izayoi.

El muchacho pegó su oreja a la puerta de la habitación de su madre para poder escuchar de mejor manera esa conversación que tenía su madre vía telefónica.

—¿Entonces ya casi es tiempo? ¿cuánto cree que pasará? — Izayoi siguió hablando —¿no lo sabe? entiendo.


Al día siguiente Inuyasha despertó, se levantó, fue al baño y se miró allí en el espejo encontrando con que el color blanco de su cabello empezaba a expandirse desde sus puntas hasta el centro. Luego miró la hora que pasaban de las siete de la mañana, entró se dio una ducha, y por la costumbre, se hizo su desayuno pero grata fue su sorpresa al ver a su madre recién despertándose a las ocho de la mañana.

—Hijo, ¿qué haces despierto a esta hora? — Izayoi se preparó un café.

—¿Qué? es sábado querido — Izayoi se rio un poco —, entro a las dos de la tarde. El señor Hiroyuki Higurashi sólo trabaja mediodía los sábados y descansa el domingo.

Vaya choque cultural con este tema de la jornada laboral que ahora tenía Izayoi, Inuyasha podía estar más tranquilo en los fines de semana. Cerca de las diez de la mañana él empacó sus cuadernos para ir a realizar su trabajo de la escuela, junto a sus amigos.

Se subió a su bicicleta y pedaleó hasta llegar al templo Higurashi, al momento de estar subiendo encontró a Aome golpeando con mucha fuerza unos troncos hasta romperlos.

Eso le confirmaba que su compañera de clase no era humana, el verla saltar y rasguñar unas tablas de madera con sus uñas y con una patada envió un tronco al cielo.

"No es humana..." pensó Inuyasha "es como ese chico de mi sueño"

—Higurashi — de pronto la chica lo volteó a ver —tú... tú no eres humana.

Inuyasha se dió la vuelta y comenzó a caminar de regreso a la calle de pronto Aome dio un gran salto poniéndose frente al joven de cabellera negra provocando en él un gran susto.

—Inuyasha — ella lo llamó —puedo explicarlo.

—¿Explicar qué? ¿que no eres humana? — cuestionó el chico —te ves idéntica a ese hombre que aparece en mis sueños.

—¿Tus sueños? ¿también los tienes? esos dónde ves gente de otra época — mencionó la hanyō.

Inuyasha quedó atónito ante las palabras de la chica no-humana, le resultaba curioso el hecho de que ambos estuvieran conectado mediante sueños o bien mediante visiones de un pasado que posiblemente ocurrió.

—¿Qué estás diciendo? ¡es lo mismo que me pasa a mí! — dijo el muchacho con sorpresa.

—De un chico con orejas de perro, una chica con un bumerang y un joven con un agujero en la mano — la chica empezó a repasarlo todo.

—Un pozo, un zorro, una mujer disparándome una flecha y una joya — comentó Inuyasha.

—La perla de Shikon — dijeron al mismo tiempo.

—Mira te prometo que mantendré el secreto de tu naturaleza si mantienes en secreto lo de mi cabello — pidió Inuyasha.

Parecía algo ridículo que ambos hubieran vivido juntos en una época quinientos años antes pero con esas visiones tan reales que los hacía dudar. Ellos dos se pasaron por el árbol sagrado en medio del templo, cuando ambos pusieron sus manos sobre el tronco más visiones aparecieron en sus mentes en especial una donde estaban todos juntos en una aldea, una chica de búmeran, un monje y un zorrito.

Inmediatamente los dos separaron las manos del tronco del árbol y de quedaron viendo durante varios segundos completamente confundidos.

Necesitaban respuestas prontas.

Y en poco tiempo posiblemente las tendrían.