Sólo una pregunta bastó para poner nerviosa a Aome, ella seguía renuente a querer responder mientras Inuyasha trataba de calmarla en un sólo gesto de parte del joven le hizo saber que estaba a salvo y que podría decir la verdad. Sango se impacientaba. Miroku escribía en su cuaderno ajeno a la situación e Inuyasha le brindaba el apoyo emocional del cuál carecía Aome en esos momentos.

—Bueno yo — titubeó Aome.

En ese preciso momento y como si fuera un enviado del cielo apareció Sota en su habitación, con una buena nueva: el almuerzo ya estaba listo. La hanyō miró a su hermano, también hanyō por demás, con una expresión de agradecimiento.

—Mamá dice que tus amigos se pueden quedar a comer — dijo el niño.

—Está bien, Sota — Aome le sonrió a su hermano.

Sango apretó el puño frustrada por no haber obtenido respuesta alguna a su interrogante, estando una vez en la mesa todos los invitados a la mesa se encontraron de frente con una realidad abrumadora pues ahora no había palillos y todos, incluidos el abuelo Higurashi, comían con cubiertos occidentales.

Inuyasha observaba el plato compuesto por puré de papa, carne de pollo y ensalada. Con delicadeza tomó la cuchara y probó el puré, aunque los padres de Aome lo observaban curiosamente no recibió ninguna corrección.

—Aome veo que ya conoces a tu futuro esposo — dijo Naomi y su esposo asintió.

De inmediato los dos involucrados terminaron ahogados con su propia saliva, Inuyasha la pasó con agua pero Aome tuvo que ir al baño a escupirlo. Miroku y Sango se miraron de soslayo completamente ajenos de aquella situación, cuando Aome regresó al lugar se quedó mirando su padre con una extraña expresión de sorpresa.

—¿"Futuro esposo"? — Aome se limpió la comisura de los labios —¿a qué te refieres?

—Bueno, eso fue cuando ustedes dos aún no habían nacido — mencionó el señor Higurashi, el padre de Aome —, tu padre que se llama Toga Taisho — miró a Inuyasha —y yo hicimos la promesa que los hijos que esperábamos en ese entonces se casarían.

—¿Qué? — Inuyasha se quedó sin palabras.

—¿Y mamá estaba de acuerdo? — inquirió Aome confundida.

—Así es — dijo Naomi —Hiroyuki y yo conocemos a Izayoi y Toga, y aunque en un pasado él tuvo una esposa y otro hijo mayor que tú, Inuyasha, es bueno que ambos se lleven bien.

—Fue imprudente — Aome les reclamó —, apenas voy a cumplir dieciséis años y ya tengo que estar comprometida con él. No me parece justo ni para mí ni para Inuyasha.

—Cuando cumplan los veinte años se casarán — Hiroyuki Higurashi simplemente habló calmado y sin exaltarse.

Inuyasha se sentía comprendido por su amiga y estaba seguro que podían llevarse mejor en un futuro aunque estaban segurísimos que se conocían de antes, resignada Aome siguió comiendo mientras que Inuyasha ahora quería buscar a su padre para obtener explicaciones.

Más tarde ese mismo día Aome se encontraba frente al santuario donde había un viejo pozo dentro del mismo templo Higurashi, junto a ella estaba Inuyasha que aún impactado por la noticia de su compromiso con Aome.

—Iré a buscar a mi padre — dijo Inuyasha rompiendo el silencio.

—¿Y sabes dónde está? — cuestionó la chica.

—Trabaja en Hashira Corp, y sé dónde están sus oficinas — mencionó él —iré ahora en la tarde. Él jamás fue a visitar a mi madre después de que nací, es momento de echar cuentas.

—Espera Inuyasha — Aome lo detuvo —huele raro... cómo a sangre. Viene desde el pozo.

—Ya decía yo — dijo el chico riéndose.

Durante su charla en el otro extremo del templo se encontraban Miroku y Sango chismoseando unos cacharros que el abuelo Higurashi tenía en su templo, la chica se acercó a un bumerang enorme colgado en la pared de la tienda del templo mientras que el muchacho de ojos azules observaba un cetro dorado que se encontraba apoyado en la pared.

—¿Ese bumerang tiene alguna historia, señor Higurashi? — preguntó Sango.

—Todo aquí tiene una historia — le dijo el anciano —, ese bumerang es llamado "Hiraikotsu" cuenta la leyenda que fue fabricado por huesos de cientos de monstruos. También hizo parte de un grupo de personas llamadas exterminadores de demonios que durante el periodo Sengoku

—Hiraikotsu — la castaña observó asombrada —parece madera — ella acarició el arma.

—¿Y este cetro? — Miroku le mostró el que había elegido.

—Oh, ese cetro perteneció a un monje muy habilidoso del periodo sengoku que purificó a mil espíritus — explicó el hombre.

—Nos llevamos ambos — Miroku vio a Sango cargando el inmenso bumerang —¿Cuánto es?

Los dos pagaron por los artículos que compraron un buen dinero para luego ir a dónde estaban sus dos amigos, aunque sí estaban algo preocupados y confusos por la supuesta naturaleza hanyō de Aome. Miroku caminaba con calma empuñando el cetro mientras que a Sango le costaba mucho trabajo llevar el bumerang sobre su espalda.

Dentro del santuario del pozo Inuyasha y Aome se acercaban a ese extraño pozo objeto que estaba cerrado por tablas de madera y fortalecido por un extraño pergamino, el olfato de Aome delataba que algún olor salía de ese pozo pronto la hanyō recibió una descarga eléctrica al intentar tocar la madera de la tapa del pozo.

Ella se alejó aterrada poniéndose detrás de Inuyasha, pudiera tener mucha fuerza pero es una chica algo asustadiza acerca de lo sobre natural. De repente el muchacho comenzó a sentir como su corazón latía muy fuerte, rápido y él se comenzaba a poner pálido hasta caer al suelo inconsciente.

—Inuyasha — ella se levantó y evitó que se golpeara la cabeza —¡despierta, por favor!

"Siento un cambio en su olor... ¿qué tiene que ver ese pozo con nosotros?" pensó la hanyō desesperada.

—Arriba — Aome se cargó al chico en su espalda —¡Abuelo, papá ayúdenme!

Inmediatamente los dos hombres fueron a ayudarle a la chica a cargar a Inuyasha para llevarlo a una habitación, luego Naomi preocupada por el estado del amigo de su hija. Tomó su teléfono y marcó el número de Izayoi, al rato su esposo llamó a Toga Taisho para avisarle sobre lo que acababa de ocurrir.

Aome seguía a la espera de resultados de su amigo, Sango y Miroku se le acercaron no a cuestionarla sobre su naturaleza de Hanyou sino para darle apoyo.

—Tranquila, Higurashi todo estará bien — murmuró Sango mirándola a los ojos —conozco a Inuyasha y él es fuerte, es muy fuerte. Verás que saldrá bien, pero no quiero tener nada que ver contigo.

—Y-yo... es mi culpa — Aome lloró abrazándose a Sango —, no debí llevarlo al pozo.

—¿Un pozo? — el chico se llevó la mano a la cabeza, estaba teniendo una visión —bueno... cómo digas — él se levantó miró seriamente.

—¡Sí! Ese — la hanyō lloraba desconsolada.

—Vámonos — dijo Miroku mirando a Sango —puede que ella nos meta en más problemas.

Un par de minutos pasaron cuando Izayoi y Toga llegaron al templo Higurashi, el hombre que acompañaba a Izayoi tenía el cabello blanco, largo y atado con una coleta. Unas extrañas marcas moradas en su rostro y unos inusuales ojos dorados. Él miró al padre de Aome e inmediatamente los dos fueron hacia la habitación donde estaba Inuyasha.

—Estuvo en contacto con energía demoniaca — dijo Toga —, tomó a colmillo de acero y eso fue lo que empezó a romper el sello de Inuyasha.

—Aome me dijo que fue a ver el pozo devorador de huesos y al parecer la barrera que tenía allí lo hizo sentirse mal — mencionó el pelirrojo —su cabello está volviéndose blanco, su sello está por romperse.

—A decir verdad — el albino miró a su amigo —ya no hay nada que podamos hacer. Sabía que tu hija Kagome sería la culpable de revivir su sangre demoníaca así que es necesario que él entrene con tu hija. Lo llevaré a un hospital de un amigo para que puedan tenerlo bajo vigilancia médica.

Era cuestión de tiempo para que sucediera la metamorfosis de Inuyasha, el cabello del joven Taisho estaba casi blanco por completo salvo pequeñas partes en el centro, sus orejas humanas empezaron a desaparecer y unas de un canino del mismo color de su pelo.

En la noche, Izayoi y Toga se llevaron a su hijo al hospital y durante los siguientes días no se supo nada de Inuyasha salvo que estuvo hospitalizado.

En la noche del día siguiente Izayoi llegó al templo para hablar con Aome, realmente la chica no quería malas noticias pues su autoestima y mente no estarían listas ante otro duro golpe; al momento de abrir la puerta Izayoi inmediatamente le dedicó una mirada asesina a la hanyō colegiala.

—Buenas... — Saludó Aome contenta —¿Cómo está Inuyasha?

—A ti no te importa — gruñó Izayoi enojada —fue tu culpa — la señaló con su índice de la mano derecha —tu culpa, es por eso que mi hijo está hospitalizado. Eres una hipócrita, no pensé que estaría invitando a una víbora como tú. ¡No quiero que vuelvas a ver a Inuyasha, nunca más! Eres un peligro para él y para mí. Me decepcionas.

Aome sentía su corazón desmoronándose de a poco mientras veía a Izayoi alejarse, su padre fue el primero que la vio triste y ella simplemente le dedicó una mirada de lamentación y siguió hacia su cuarto. Después de eso no salió el domingo, día de su cumpleaños, sólo un breve saludo y de vuelta a su habitación sin siquiera hablar con nadie.