Por equivocación Miroku y Sango tomaron un autobús que los alejaba de Tokio, de por sí la aplicación del GPS de los chicos al salir en bicicleta tuvo complicaciones por la batería y a que el teléfono del muchacho de descargó por completo y la joven no tenía saldo.
El autobús se detuvo en la parada de aquel pueblo donde estaban Inuyasha y Aome, aunque viendo la cara amable pues como reza el dicho popular "al mal que no tiene cura hay que ponerle la cara dura" y eso fue lo que hizo Sango, podrían poner muchas fotos de su aventura perdidos en la carretera en sus redes.
—Vaya terminamos en un pueblito en medio de la nada y encima contigo — masculló Miroku con notorio desagrado —es un lugar algo extraño... es como estar en otro país.
Sango no le ponía atención porque estaba buscando algo para comer, ella siempre llevaba dinero para cualquier cosa el cual se lo regaló su padre.
—¿Me estás escuchando, Sango? — cuestionó el muchacho irritado.
—Lo siento — la chica sacó un par de dangos —, por cierto es extraño este lugar porque un chico que tenía orejas en la parte superior de su cabeza me atendió.
—¿Cómo Higurashi? — preguntó Miroku.
—Como Kagome — murmuró Sango triste.
—Siento que fui muy duro con ella — él miró al cielo
—Miroku, ¿no ves lo que tus palabras causan? Ella desapareció del mapa — mencionó la castaña —no sabemos nada acerca de su paradero y desde eso Inuyasha no nos ha hablado ni a ti ni a mí. No siquiera me ha escrito.
—¿Qué pretendes hacer? — preguntó el de ojos azules.
En la esquina apareció una sombra corriendo a tan alta velocidad que sólo se pudo ver una figura deforme de color grisáceo y sin querer le tiró los dangos a Sango y antes de que cayeran al suelo Miroku los atrapó, de algo servía ser arquero de fútbol, con curiosidad vio que de la cabeza de esa persona que salió corriendo cayó un gorro de lana gris al suelo. La chica miró con curiosidad ese gorro.el cuál tenía impregnado el perfume que Aome usaba siempre.
—¿Esa es Kagome? — Sango la miró —es extremadamente rápida.
Sango se subió a su bicicleta de ruta para perserguirla o intentarlo, Miroku la siguió pegándose a su rueda para aprovechar el vacío que generaba la chica, finalmente tuvieron que hacer un cambio para tener que pedalear con menor esfuerzo pues tenían que subir una cuesta y finalmente llegaron a una vieja cancha de fútbol abandonada y justamente encontraron a Aome en ese lugar.
—¿Esa es Kagome? — preguntó Sango mirando por unos prismáticos —se ve tan diferente, mira su cabello es un poco rojo en las puntas y además está más largo.
—Sí, y además Inuyasha tiene esa misma apariencia que tenía al salir del hospital — Miroku comentó —¿por qué están tan juntos si se supone que Higurashi tuvo la culpa?
—Quizá arreglaron las cosas y hablaron — la chica le dedicó una ácida mirada —no como cierta persona que juzga sin conocer.
—Ya, ya, deja de echarme en cara eso — el chico pidió con molestia —. El punto es que a Kikyo le salió competencia.
En el centro de la cancha Inuyasha y Aome se encontraban charlando tranquilamente acerca de unas cosas que cada uno quiere saber del otro; eran, en esencia, una suerte de pareja de enamorados que simplemente disfrutaban de la compañía del otro.
—Entonces cuando te dormiste en el hotel tuviste ese sueño dónde eras el hombre mitad demonio que dibujaste — Inuyasha se recostó en el pasto —vaya eso sí es extraño.
—Lo sé... y no entiendo pero le gruñí a mi padre a la señorita Zero... ¡Ket! Es horrible — masculló la chica.
—¿Sabes una cosa? — el chico se mantuvo sereno —pienso que es porque te sientes más en confianza, me gusta mucho cuando usas ese "¡Ket!" me da risa.
—No te burles, no tengo cara de payaso — dijo la chica enfadada.
—Hasta tu nariz se mueve... — Inuyasha se detuvo al hablar —siento dos olores.
—También yo y creo que son esos dos ciclistas, son los aromas de Sango y Miroku — la hanyō se mantuvo seria —, pese a que eres más rápido y fuerte te hace falta mejorar tus sentidos.
Bien fuera por su curiosa sonrisa que mostraba sus dos afilados colmillos que tenía la chica o su cercanía, Inuyasha se sonrojó levemente mientras miraba al cielo con una sonrisa, le agradaba estar con esa chica. La tranquilidad que mostraba la hanyō era agradable para todos los que la rodeaban, de pronto cuando él tocó la mano de la chica al momento que ella entrelazó sus dedos con los de él, sintió que su corazón latía muy fuerte y rápido.
"Esta chica, es muy linda..." pensó el joven.
—Oye Aome. ¿Quieres ir a comer udon? — el chico le invitó.
—¿Qué dijiste? — cuestionó la chica sorprendida.
—Te llamé Aome — mencionó Inuyasha con calma —¿Algún problema?
—N-no es sólo que las personas más cercanas a mí — Aome se levantó junto a él —me llaman así. Quisiera... Quiero oírlo de nuevo.
—Aome... de hecho es pegajoso — el hanyō se levantó con ayuda de la chica —¿Ya sabes por qué estamos aquí? Tenemos dos semanas para entrar a clases.
—Tres en mi caso, porque mi escuela necesita mantenimiento — dijo Aome moviendo sus orejas.
Desde la colina Sango miraba la escena con sus binoculares mientras estaba sonrojada de ternura por la escena por su parte Miroku se distraía con cualquier cosa que aparecía en el cielo, la razón de por qué estaban allí ellos dos la ignoraban pero sin duda eran bastante más unidos que lo esperaban.
De pronto se empezó a oscurecer mientras el olfato de Aome percibía el olor de su padre, en el cielo apareció un gigantesco perro de pelaje negro con las puntas escarlata en su melena alrededor de su cuello. Sólo instantes después aterrizó en aquella forma bestial para luego aparecer, tras el polvo levantado de la cancha de fútbol, como un hombre alto, algo pálido, con una luna menguante en su frente de color morado y marcas rojas en su rostro una cabellera que llegaba hasta los hombros de un hermoso color rojo oscuro.
Su atuendo era de otros tiempos, un kimono negro que sobre él destacaba una estola roja oscura y una armadura además llevaba dos espadas en su cintura; era sin duda alguna, la verdadera forma de su padre.
—¿Papá? — Aome preguntó acercándose a él.
—¡No te acerques, Aome! Puede ser muy peligroso — suplicó Inuyasha.
—¿Por qué habría de serlo? Es el aroma de mi padre y además ya lo he visto así dos veces — la chica le sonrió —, tú no estás acostumbrado.
—No saben para qué los traje, pero sé bien que ustedes dos tienen una gran potencial — Hiroyuki caminó al rededor de ambos —Yokimura es la ciudad donde muchos youkais y hanyōs pulen sus habilidades y estas semanas me encargaré personalmente de ayudarles a mejorar. En especial a ti, Inuyasha.
—¿Y-yo? — cuestionó el chico señalándose.
—Así como lo escuchas — dijo el hombre —acompáñenme.
Hiroyuki guió a los chicos por la espesa vegetación del bosque en la montaña, en medio de aquel lugar encontraron una mansión al estilo tradicional japonesa, la entrar al lugar y estar en el salón de la mansión el youkai pelirrojo les entregó dos chalecos a los jóvenes. Al momento en que Aome e Inuyasha se los pusieron, pudieron sentir el inmenso peso de esos objetos.
—¿Por qué pesa tanto? — preguntó Aome eufórica.
—Es demasiado pesado, se siente como tener que levantar una piedra gigantesca — murmuró el muchacho mientras se ponía el traje y caía al suelo —pesa demasiado
—Su objetivo es lograr que esta mansión se convierta en su hogar temporal por una semana — el youkai se levantó —hasta entonces.
—¡Ket! Esto no es justo — masculló Aome golpeando el suelo.
Inuyasha logró ponerse en pie tambaleando y notó que afuera estaba el colmillo de acero junto a otra espada de hoja negra con detalles rojizos formando una flama clavadas en una piedra. Aome logró levantarse y también se tambaleó pero con ayuda del joven hanyō logró estabilizar su equilibrio. Ella vio que en todo el lugar no había un solo tomacorriente, caminaron hasta llegar a lo que parecía ser una cocina descubriendo que sólo podía servir con leña; y para colmo no había un grifo.
—¡Tiene que ser una broma! ¿Por qué no hay agua, energía, ni gas? — Aome exclamó molesta.
—Escucha — Inuyasha llamó a la chica —puedo escuchar un río lejos de aquí.
—¿Eh? Es cierto qué gran oído tienes — dijo la chica más tranquila —maldición... es como volver al periodo Sengoku.
—Sí, pero sin guerras ni pandemias — el chico se mofó —Deberíamos trabajar en equipo si queremos salir de aquí.
—No sé... — la joven observó el paisaje —, me gusta este lugar ¿y a ti?
—Es tranquilo — el muchacho sonrió.
Durante un rato más Inuyasha y Aome trataron de de acostumbrarse al peso de sus chalecos que rondaban los treinta kilogramos mientras tanto, Sango y Miroku se encontraban asustados por la cantidad de youkais que existen en ese lugar; pero después se encontraron con el padre de Aome.
—¿Dónde están Kagome e Inuyasha? — preguntó Miroku.
—Están teniendo un entrenamiento — el youkai respondió —¿Qué tú no fuiste el chiquillo que hizo sentir mal a mi hija?
Miroku se encogió de hombros avergonzando por la situación que tiempo atrás había pasado, Sango lo ignoró olímpicamente y luego continuó observando al Youkai aguardando alguna respuesta de Hiroyuki. Al silencio se le añadió una fuerte tensión que se podía sentir en el ambiente provocando en Sango una sensación de temor al verlo.
—¿Qué tipo de entretenimiento, señor Higurashi? — indagó Sango tragando saliva.
—Es para que puedan mejorar sus habilidades de supervivencia, aumenten su fuerza física y se adapten a sus sentidos desarrollados — comentó el hombre —¿Qué hacen ustedes aquí?
—Bueno resulta que tuvimos un percance en un paseo en bicicleta y nos perdimos — mencionó el muchacho.
—Entiendo — Hiroyuki asintió tranquilo —, entiendan que ustedes... bueno, no es común ver humanos en este pueblo así que varios pequeños diablillos como zorros y mapaches les pueden hacer bromas.
Miroku se detuvo en su andar mientras pedaleaba junto a Sango.
—¿Por qué Inuyasha está con Kagome? Pensaría yo que le echaría la culpa a su hija de su condición.
—De hecho él quiso buscarla — mencionó el youkai —bueno, si necesitan un tour busquen a Hachi; él está en un puesto de artesanías. Es un mapache.
Silenciosamente Sango tomó la enorme maleta que llevaba consigo, la dejó en el suelo y sacó el cetro que compró Miroku en el templo Higurashi junto con el bumerang Hiraikotsu para luego subirse a sus bicicletas para ir a esa extraña tienda de artesanías.
(...)
En la montaña Inuyasha acarreaba las labores más pesadas, llevaba agua desde el río mientras que Aome cortaba troncos con un hacha para preparar la comida; el peso ya no era demasiado pero aún podían sentirlo y era incómodo, y debían estar allí por lo menos una semana.
—Cielos estoy muy cansada — Aome se tiró al suelo —, me pesa esta cosa y me duele mucho los hombros.
—Te compadezco — Inuyasha dejó los baldes con agua —, ¿viste si había comida?
—Hay unas papas y huelo que trajiste pescado — dijo la chica volviéndose a poner de pie.
—Sí — él sonrió pero perdió el equilibrio.
En su caída dejó rodar el balde con el pescado colina abajo nervioso miró a la chica que tenía una expresión que sabía que podría darle miedo hasta el mismísimo demonio. Le costaba mantener el equilibrio con el peso del chaleco pero peor fue lo que pasó después, Aome lo correteaba como loba enojada mientras él huía de ella como un venado atemorizado.
—¡Lo siento fue un accidente, Aome! — exclamó el chico.
—¡¡Accidente, un carajo!! — respondió la joven enfadada.
Finalmente ella tropezó con una raíz de un árbol y rodó colina abajo hasta la rivera del río con tan mala suerte que en el proceso terminó por fracturarse una pierna. Aunque estuviera asustado, Inuyasha era bastante hábil en los primeros auxilios; los gruñidos caninos de Aome le daban miedo pero no dejaría a su amiga en ese lugar.
La levantó y la llevó cargada en su espalda montaña arriba, los pájaros que volaban por allí sabían de antemano que ellos dos serían potenciales depredadores; el silencio del bosque que solamente era interrumpido por el ruido del río, el canto de las aves y los pasos pesados de Inuyasha que cargaba a Aome.
—Estás muy pesada — murmuró el chico.
—Ket... ¡Si no hubieras salido corriendo hacia abajo no tendría este problema, tonto! — respondió la chica enojada y luego se calmó —recientemente he tenido muchos cambios de humor.
—Tranquila, imagino que son tus días — mencionó Inuyasha con calma.
—¿Quieres por favor no hablar de eso? — ella pidió con molestia.
—Está bien — dijo el muchacho.
—Te agradezco mucho que no me hayas dejado allá abajo por como te traté — Aome apoyó su cabeza sobre el cabello blanco de su amigo —, quizá lo único que me tranquiliza es tu aroma. Me siento como segura, como en paz.
—Me pasa algo similar contigo — murmuró el muchacho.
Cuando llegó a la mansión dejó a Aome en el suelo, rompió unos troncos con algunas herramientas que encontró y sorprendiéndose en el acto de que la madera salió como si nada, pero terminó viéndose como un estúpido al ver a la chica cojear con su pierna lastimada.
—¿Qué diablos te pasa? — cuestionó Inuyasha tratando de detenerla —¡Se te va a empeorar la lesión, Aome!
—Relájate — Aome le sonrió —estaré bien mañana, bueno realmente una fractura en un hanyō tarde más o menos veinticuatro horas en sanar. Cómo siempre estamos en constante peligro o peleando o incluso por nuestra sangre demoníaca, la verdad no hay razón comprobable.
—Entiendo, ¿ves? Te dije que tienes algo que atrae a la gente, no me vayas salir con que es carisma, colmilluda — dijo el muchacho cruzándose de brazos con una sonrisa de suficiencia.
—¡¡jeh!!! Lo dice el canoso — la chica le sacó la lengua —¡iré a preparar la cena! Empieza a anochecer y huelo a...
—No es que huela sino que escucho algo — las orejas del albino se movieron —¿Lo hueles?
—Sí, parece que tienes más afinidad con el oído — mencionó la joven —bueno, iré a preparar la cena... ya tengo hambre.
Un rato después Aome sirvió la cena para los dos, y fue allí donde el olfato de Inuyasha funcionó mejor. El chico, aún con el peso de aquel chaleco logró entrar a la casa y ver la cena servida, parecía ser que la chica aún no se acostumbraba a la tradición japonesa por su dificultad para tomar los palillos.
—Fue lo único que encontré para servir — murmuró la chica —perdón si es poco.
—¿De qué hablas? Está bien así — Inuyasha le sonrió —. Hasta sabe bien.
"No realmente del todo, está algo quemado pero no quiero decírselo sería muy cruel" se dijo él mismo.
Al anochecer los dos se encargaron de buscar un lugar donde poder dormir a gusto y grande fue su sorpresa al descubrir que sólo existía un único futón. Aome soltó un gruñido de molestia mientras que Inuyasha trataba de darle una solución a ese problema que se les había presentado.
—¡Ni de broma voy a dormir contigo! — exclamó Aome sentándose en el suelo.
—Bueno — Inuyasha se acostó en el futón —qué descanses.
El chico se acomodó en el futón mientras Aome estaba aún despierta apoyada sobre la delgada pared de madera de la mansión, en el silencio de la habitación el joven hanyō descansaba plácidamente en el futón mientras movía su pecho acompasado, sin afán y sólo estaba allí dormido.
La chica cabeceaba como señal obvia de cansancio, hasta que finalmente se quedó dormida apoyada en el suelo, cuando Inuyasha se levantó a buscar donde hacer sus necesidades fisiológicas vio a la chica tiritando de frío en el suelo de madera, ¿qué hizo? Él la levantó, sorprendiéndose aún más de su notable fuerza, la acomodó en el futón y la arropó.
(...)
En el pueblo los dos chicos humanos continuaban pedaleando en sus bicicletas siguiendo las indicaciones de Hiroyuki, le daba igual al chico las miradas curiosas de aquellas criaturas las cuales se encontraban viviendo en ese pueblo lleno de magia y misterio. Finalmente en la entrada de una tienda había un enorme letrero en japonés antiguo, los chicos lograron entender algunos kanjis. Entraron allí para buscar a ese tal Hachi del que Hiroyuki le había hablado, de pronto un mapache de media estatura vestido con kimono morado sacando la basura.
—Disculpe estamos buscando al Señor Hachi — llamó Sango —¿de casualidad lo ha visto?
—Ese soy yo — dijo el mapache —disculpe jovencita ¿de casualidad es su novio el que la acompaña?
—¿Novio? — Miroku preguntó incrédulo —, desafortunadamente ella no posee el privilegio.
—Ay deja de ser tan estúpido — masculló la joven apretando el puño —por cierto venimos de parte del señor Higurashi.
—Oh, lo conozco... el sinvergüenza no nos habló por veinte largos años — Hachi los guio al interior de la tienda —notarán que aquí todos son espíritus o también llamados Youkai. Hay muchos que comen humanos y que atacan las carreteras, es por eso que tenemos un grupo que se encarga de exterminarlos.
La tienda era pequeña por fuera pero por dentro era otra cosa, en pocas palabras era inmensa. Varios pisos hacia abajo, con diversas criaturas tanto humanoides como zoomorfas trabajaban arduamente empacando cosas, fabricando algunos objetos interesantes como manillas o aretes y demás cosas que sirven como recuerditos.
—Por cierto — el tanuki descendió escaleras abajo —¿ustedes compraron esos artilugios en el templo Higurashi? Recuerdo que Hiroyuki se los llevó porque le parecieron interesantes.
—¿Se refiere a Hiraikotsu y a este cetro? — cuestionó Miroku y el mapache asintió —, exacto, es verdad, los compramos allí realmente me pareció curioso esta pregunta y me gustaría saber ¿por qué el interés suyo?
—No soy experto en armas pero sé de alguien que les puede contar más sobre ellos, parece ser que usted jovencita no quiere despegarse de ese bumerang y usted jovencito tiene ese cetro.
—No estoy entendiendo nada, me siento como mosco en leche — murmuró el chico mirando a Sango.
—Verá — Hachi abrió una puerta dejándoles entrar a ambos chicos —, les presento al señor Totosai.
—¿Totosai? — los dos quedaron sorprendidos por el nombre.
Cuando aquel sujeto llamado Totosai se dio la vuelta Sango pegó un grito de susto y se ocultó tras Hachi, era un hombre anciano, de ojos saltones, canoso en su escaso cabello en la cabeza y su barba de chivo. Talvez lo único destacable era su kimono verde en excelentes condiciones; el mapache se rio de las conductas de los dos humanos en mitad de un pueblito habitado por monstruos. Totosai se levantó del suelo donde estaba golpeando un objeto metálico al rojo vivo que echó en agua para enfriarlo y endurecerlo.
—¿Puedo ayudarte en algo? — el viejo Totosai los miró con sus ojos saltones.
—Dis-disculpe señor ¿podría explicarnos algo sobre estas... cosas? — Miroku le mostró el bumerang de Sango y su Cetro.
—Ciertamente son reliquias muy antiguas — el herrero habló con calma —¿dónde los consiguieron, jóvenes?
—Los conseguimos en el templo Higurashi — mencionó el muchacho.
—Ya veo — el anciano se mantuvo tranquilo y luego se rasco la cabeza —hace años visité ese templo, habían muchas cosas extrañas como un árbol lleno de leyendas y otras cosas. Pero, no están aquí para hablar sobre eso.
—De hecho nos gustaría saber más sobre estos objetos — Sango descolgó su bumerang dejándolo en el suelo —pesa bastante.
—Bueno siéntense, Hachi ¿podrías traer ese famoso café que sirven en el restaurante de Irasue? Esto será largo — mencionó el herrero.
Durante un rato, mientras el horno de fundición de hierro estaba apagado, Totosai examinaba los artilugios que habían traído los dos jóvenes humanos, estaba tranquilo como de costumbre y nunca perdía la compostura pero esta vez algo le hizo ver más allá de una simple apariencia.
Cuando el viejo iba a tomar el cetro de Miroku inmediatamente sintió una descarga eléctrica en todo su cuerpo, cuando examinó más a profundidad ese objeto notó una especie de energía espiritual muy poderosa mientras que del hiraikotsu de Sango emanaba una fuerte energía demoniaca sin siquiera que ella lo fuera.
—Vaya... son más especiales de lo que imaginé — Totosai declaró con una gran sonrisa —, jóvenes sus armas son extraordinarias. Más de lo que imaginan.
—¿En serio? — Miroku lo miró confundido —¿Y a qué viene eso si se puede saber?
—Verán esas armas no fueron forjadas por mí, fueron hechas por seres humanos en el periodo Sengoku. El caso del bumerang es especial porque fui capaz de sostenerlo y sentir una fuerte energía demoniaca salir de él, sin embargo tu cetro... es otro asunto — el herrero miró al chico de ojos azules —esto normalmente era llevado por monjes budistas. Puede que uno de tus antepasados lo haya sido.
Entendía perfectamente las palabras del viejo señor acerca de su posible antepasado, Miroku mantenía la mirada en su cetro como si fuera la cosa más valiosa del mundo; estaba seguro que podría ser de gran utilidad aquel objeto que encontró en el templo Higurashi y que había captado su atención a tal grado que, él siendo bastante austero con su dinero, lo compró. Sango miró su bumerang, a simple vista era de madera y se sentía como tal, quería intentar lanzarlo con todas sus fuerzas.
—Jovencita ese artilugio que usted llama Hiraikotsu fue creado por un grupo de personas llamadas exterminadores de demonios — Totosai habló con un tono sombrío —con los únicos demonios que no se metían eran con los que tenían apariencia humana y este fue hecho con cientos de huesos de demonios vencidos por ellos.
—¿Qué? Entonces tengo... ¿un arma sobrenatural? — la chica quedó atónita ante las palabras de Totosai.
—Exacto — mencionó el viejo herrero.
Sólo el silencio entre los tres delataba que había mucho en qué pensar, sin embargo estaban seguros que pronto tendrían más respuestas aun si eso significaba quedarse más tiemo en un pueblo donde se sentían ajenos a él.
