Una aventura, muchos engaños Part 6

—¡¿Qué es este castigo?! —exclamó Luz, incrédula—. ¡Es una pena de muerte!

—¡No lo sé! —agregó Gus, apoyándose contra la pared—. ¡Nunca antes estuve en detención!

De pronto, una gran serpiente verdosa ojiroja de cara humanoide emergió del pozo y arrastró al brujito de color hacia dentro de este, tras escupir una sustancia pegajosa que envolvió su tobillo derecho.

—¡AUGUSTUS/GUS! —exclamaron Luz y Cristo al unísono, mientras observaban como el pobre era encapsulado igual que los demás estudiantes.

—El me lo advirtió.

Luz miró a Cristo con una expresión arrepentida.

—Mi propio hermano me advirtió de los peligros de esta condenada escuela, pero no le hice caso ¿Por qué?

—Luz.

El chico Blight recogió el clip que Gus había dejado caer, lo guardó bajo su capucha y comenzó a moverse cuidadosamente de costado y apoyado por la pared en dirección a la chica Noceda.

—Nada de esto hubiera pasado si no fuera por mi estúpido corazón roto.

Cerró los ojos con tristeza.

—Lo siento.

Luz le puso una mano en el hombro.

—Entiendo.

Le sonrió, y Cristo le devolvió la sonrisa.

—Ya no importa.

Un chillido interrumpió el momento, ambos jóvenes miraron hacia el pozo, y observaron como varias serpientes se arrastraban hacia ellos.

—Juro por mis padres Joseph y Maryām que purgaré mi pecado —dijo Cristo, decidido—. Tengo un plan.

Una de las serpientes se mostró a Luz, quien gritó y la derribó de una patada.

—Soy toda oídos. ¿Por dónde empezamos?

Cristo la agarró de la mano zurda.

—Por salvar un alma inocente de este infierno.

Saltó, llevándose a la chica Noceda con él. Tras aterrizar sobre un ojo que amortiguó su caída (y la de Luz), el joven Blight levantó la mirada, vio el capullo en el que Gus estaba atrapado, y corrió hacia este, seguido de Luz, quien lo ayudó a bajar dicho objeto.

—Serás un buen estudiante —dijo una voz.

—Seré un buen estudiante —repitió Gus, casi como un zombi.

Luz se arrodilló y hundió los dientes en la vaina, pero no sirvió de nada.

—¿Sabes? —Miró a Cristo con una sonrisa—. No sabe tan mal como pensé.

Luego, recordó algo.

—¡Oh, eres un brujo! Haz magia.

Cristo le devolvió la sonrisa.

—Haré magia.

Se arrodilló, sacó el Clip, y lo desdobló.

—¡Magia humana!

Perforó el capullo, y lo abrió, liberando así al brujito de color, quien aturdido, preguntó:

—¿Soy... un buen estudiante?

Entonces, Luz observó sorprendida como Cristo levantó su índice diestro y dibujó un círculo mágico frente al brujito de color, mientras decía con una voz que pareció provenir de un túnel:

—Augustus, levántate y camina.

Una vez desaparecidas las manchas y el color azul de sus ojos, Gus se enderezó y miró confundido a sus salvadores.

—Luz... Cristo... ¿qué pasó?

De pronto, las serpientes rodearon al trío (ni bien se levantaron), silbando.

—Esto es parte del plan, ¿cierto? —preguntó Luz, preocupada.

—O...

Confiado, el chico Blight dibujó otro círculo mágico e hizo copias del, Gus y Luz a quienes las serpientes empezaron a destruir.

—La ilusión del plan.

Orgulloso, Gus le levantó el pulgar a Cristo.

—Te enseñé bien, chico de los milagros.

Cristo soltó una risita, y mientras agarraba un gran hueso, dijo:

—Demasiado bien, maestro de las ilusiones.

El trío se echó a correr, y tras escalar por los ojos y dientes del pozo, finalmente llegaron a la cima, donde recibieron a las serpientes con patadas y "Huesazos".

—¡Tendremos que derribar la puerta! —anunció Cristo, tras echarse a correr.

—Iremos detrás de ti.

Luz y Gus se tomaron de las manos y corrieron tras el chico Blight, mientras las serpientes los perseguían. Luego, todos agarraron el hueso y, gritando, se dirigieron hacia la puerta.

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Willow se acercó a la dormida puerta viviente, asegurándose de que nadie la estuviera mirando, antes de levantar el pestillo.

—¿Mimosa?

La brujita de las plantas se sobresaltó y volteó hacia la voz masculina que le habló desde atrás. Era Luis, quien la miraba extrañado.

De pronto, se escucharon unos fuertes golpes y la puerta se rompió en pedazos. Willow miró sorprendida y con las palmas cerca de la boca, como cierto trío jadeaba por el agotamiento, mientras uno de ellos (Cristo) todavía sostenía el enorme hueso.

Luis no parecía contento por lo que veía.

—Lucinda, ¿qué hiciste?

—Oh, no —susurró Gus, nervioso mientras Luz desviaba la mirada con vergüenza.

Y antes de que la chica Noceda pudiera decir algo, las serpientes aparecieron detrás de ella, haciéndola gritar. Con las pupilas rojas, Luis las alejó de unos golpazos y patadas.

—Puerta, repárate —dijo Cristo en voz baja, arreglando la puerta viviente con un hechizo, tras soltar el hueso y dibujar un gran círculo mágico con ambos índices.

—¡Cómo pude pensar que harías otra cosa que no sea desobedecerme!

Luz se asustó por el tono molesto de su hermano mellizo y se quedó sin palabras.

—Vámonos antes que te dé una paliza.

—Espera, Luis...

Gus iba a ponerse frente al chico Noceda, pero Cristo se le adelantó.

—Por favor, no culpes a Luz.

Luis miró a Cristo alzando una ceja.

—¿Y tú eres...?

—Me llamo Cristo. Y yo hice que tu hermana viniera hasta aquí por una tontería. Todo es mi culpa.

Sin pensarlo dos veces, el chico Noceda golpeó al joven Blight en la nariz. Él cayó al suelo.

—¡Luciano! —lo reprocharon Willow y Luz al unísono, escandalizadas.

—Está bien —las tranquilizó Cristo, levantándose del suelo con la ayuda de Gus, quien lo miraba preocupado por su hemorragia nasal—. Me lo merecía.

Luis sonrió satisfecho.

—Pero qué chico tan noble —Miró a su hermana melliza—. Y en cuanto a ti...

—Tenías razón —lo interrumpió Luz.

Luis la miró extrañado.

—¿Disculpa?

—Hexside puede ser el mismo infierno —admitió Luz, frunciendo levemente el ceño—. Sin embargo, todavía deseo estudiar aquí. Te guste o no.

Luis rio entre dientes, sorprendiendo a todos.

—Que bueno que pienses así, Nutria. Porque te espera una sorpresa.

Luz no entendió lo que quiso decir, pero no tuvo tiempo de preguntar, la dama búho y el director de Hexside aparecieron en el pasillo.

—Limpie los grafitis, me disculpé con la señorita Jenkinmeyer por robar sus dientes, atrapé las criaturas salvajes. Creo que es suficiente.

—¿Eda? —preguntó Luz confundida.

—¿Adivina quién los inscribió en Hexside? —le anunció Eda felizmente.

—Tú...

Luz la miró confundida.

—¡Espera! ¿Los?

Miró a su hermano mellizo, y allí lo entendió.

—¿Quieres decír...?

—Así es, niña —le afirmó Eda—. El corchito y tú estarán oficialmente inscritos en la escuela hexside el proximo semestre. Aprenderán mucho de las brujas aquí.

Luis le sonrió dulcemente a su hermana melliza.

—Tampoco quiero seguir en el aquelarre del odioso.

A Luz le brillaron los ojos, y embozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Pellízquenme que estoy soñando... ¡Ay!

Luis le pellizcó el brazo zurdo, y ella lo miró con reproche mientras se lo friccionaba.

—Era figurativo, pedazo de...

Pero no pudo terminar el insulto, porque el director Bump habló, diciendo:

—Será emocionante tener unos humanos reales como estudiantes de intercambio.

—Y no le contará al aquelarre del emperador sobre esto, ¿verdad? —le preguntó Eda con cautela.

—No. Hexside es segura para los tres. Soy el director, no un delator. Tus estudiantes, serán nuestros estudiantes.

Eda volvió a sonreír.

—No eres tan malo después de todo, Bumpino.

—Gracias Eda.

Bump empezó a caminar.

—Ahora vamos que tenemos documentos que completar.

—¡Espera! —exclamó Eda, molesta—. ¿Tengo que hacer más cosas? ¡Arg! —Miró a los mellizos y les revolvió la cabeza—. Será mejor que disfruten de este lugar, niños.

—¿Quieres continuar con el tour? —le preguntó Gus a Luz, cuando los adultos se fueron.

—Puedo mostrarles que plantas no deben tocar en la casa verde, y luego puedo dejar que las toquen —agregó Willow.

—¡Sí! —dijo Luz, entusiasmada—. ¡Vamos!

Gus volteó hacia Cristo, quién observaba la puerta viviente en silencio.

—¿Quieres acompañarnos, Cristo?

—Me encantaría, pero no puedo —lo rechazó amablemente, mirándolo con una sonrisa—. Debo volver a donde pertenezco —agregó en tono serio.

Gus y Luz se sorprendieron.

—¿Qué?

—Pero...

—Él ya tomó su decisión —les dijo Luis con firmeza—. Respétenla.

—Cristo.

Gus caminó hacia el joven Blight, quien lo miró sonriente.

—¿Qué pasa, Augustus?

—Por favor, llámame Gus —le dijo el brujito de color devolviéndole la sonrisa, para después, tímidamente, agregar—: Y... ¿Te veré en la siguiente reunión de la AIH?

Cristo amplió su sonrisa.

—¿El titán es nuestro creador?

Sonriendo entre dientes, Gus le levantó el pulgar diestro.

—Genial.

Una vez golpeada por la diestra del joven Blight, la puerta viviente abrió los ojos y las fauces. Antes de entrar, Cristo miró a Willow, y luego a Luis con una sonrisa amigable.

—No la dejes ir, amigo.

Cruzó la puerta, y Luz, tras intercambiar miradas cómplices con Gus, sugirió:

—Oigan, ¿y si mejor hacemos una carrera?

—Nos dividiremos en dos grupos y veremos cuál termina primero el tour —agregó Gus.

Luz tomó la mano del brujito de color, y miró a su hermano mellizo con picardía.

—Yo iré con Gus, y tú, odioso afortunado, puedes ir con tu mimosita.

Frunciendo el ceño, Luis intentó reclamar:

—Ustedes...

—¡En sus marcas, listos, fuera!

Y ambos jóvenes de color se echaron a correr, riendo divertidos. Luis suspiró, y miró a Willow, quien le ofreció la mano zurda con una dulce sonrisa.

Devolviéndole el gesto, el chico Noceda la tomó, y ambos se ruborizaron, empezando a caminar.

—Por cierto, no eres mi tipo —confesó Willow, cuyos ojos demostraban su risa interior.

Luis fingió molestarse.

—Ya lo sabía.

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De vuelta en la casa búho, el trío estaba repasando el libro del desastroso historial de Eda. Cosas como liberar fantasmas en el vestuario de las chicas, iniciar una pelea de comida con abominables en la cafetería (con la ayuda de Val D' Nora a causa de que a Lilith le habían robado el dinero, su almuerzo), hacer sonar las campanas. Liberar insectos gigantes, dejar salir al grifo de la escuela, etc., mientras Luis cantaba:

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Debes recordarme.

Debes recordarme así.

Woo, no lo creo.

Debes recordarme.

Debes recordarme así.

Woo, nooo.

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Luz suspiró, mirando su hermano mellizo de manera soñadora.

—Siempre tuviste una voz celestial, hermanito.

Luis observó el libro y, para incomodidad de Eda, dijo:

—Bump no estaba exagerando. Eras una estudiante terrible.