En el salón donde las más importantes figuras de Yokimura, finalmente les estaban entregando las espadas a los dos hanyōs. Al parecer Aome estaba indecisa en qué espada recibir hasta que finalmente se decantó por una, aquella que vio en sus sueños: Kurikaramaru.

Los chicos se reunieron con Sango y Miroku para volver a Tokio y empezar un nuevo ciclo escolar, Aome tenía audífonos en sus orejas de perro escuchando alguna canción, ella iba en la parte delantera del auto de su padre mientras que los tres jóvenes que la acompañaban.

—Oye Sango — Inuyasha la miró —te ves realmente linda.

—Gracias... Por cierto conocí a alguien — dijo la chica —espero lo tomes a mal, Inu pero me propuso que saliéramos y la verdad... es que es alguien muy amable. Se llama Kuranosuke Takeda.

Los ánimos de Inuyasha fueron a menos, él siempre ha estado enamorado de Sango y el simple hecho de que ella le dijera que había estado saliendo con otra persona le partía el corazón. Forzó una sonrisa y simplemente la miró con la calma que le caracterizaba.

—No pasa nada, ve y diviértete — le guiñó el ojo —, casanova.

Aome miró por el retrovisor el repentino cambio de humor de Inuyasha, él miraba alternativamente a Sango y por la ventana del carro procesando cada palabra que aquella chica de la que estaba perdidamente enamorado le había dicho. Sin embargo no iba a darse por vencido tan rápido, al salir a carretera y durante las tres horas que duró el trayecto de vuelta a Tokio él se mantuvo pensando en una estrategia para conquistar a Sango.

—Oye Inuyasha, ¿vienes a casa? Mamá va a preparar comida inglesa — Aome lo invitó con una gran sonrisa.

—Lo siento, Aome, voy a estar ocupado en la noche — respondió el hanyō sin pensar demasiado —nos vemos en vacaciones.

Una sensación de frío recorrió el cuerpo de Aome, recordó que durante el viaje de regreso cómo él veía a Sango, tomó aire y dejó pasarlo por alto. No quería perder a su amiga por un hombre, regresó a casa y se acostó en su cama sin dejar de pensar en esa forma en la que Inuyasha la llamó, por su apellido en vez de por su apodo.

Normalmente Aome siempre permanecía en silencio cuando se sienta a comer, ella era una experta en engañar a todos cuando de sus emociones se trataba. Normalmente lo hacía dibujando o arreglando su propia habitación, la chica miró que sobre su escritorio había una cajita cuadrada.

—¿Y esto? — se preguntó la chica —mamá, dejaste algo aquí.

—Ah, ese es el regalo de tu cumpleaños — Naomi recogió la mesa —ábrelo, hija.

Aome desconfiada abrió la caja y encontró un teléfono bastante moderno, de carcasa negra, y de una fina marca. Sacó el cargador de forma USB tipo C y audífonos con cable. Su mirada fue rara, estaba agradecida con su madre pero el caso era que a ella no le faltaba ese aparato.

—¿Para qué necesito uno? — indagó la hanyō —es que... no lo necesito, todavía...

—Pensé que Inuyasha vendría, no sé pero lo ví distante contigo, cachorra — dijo Hiroyuki —¿Está todo bien entre ustedes?

—No hay nada más que una simple amistad, papá. Una bonita amistad — respondió la chica.

Ella regresó a su cuarto y se quedó dibujando un rato su comic basado en la mitología nórdica, cada trazo y cada detalle la hacían sentir mejor sin darse cuenta ya había terminado un storyboard y al parecer ir sin un plan en sus historias le servía más que cuando tenía una estructura bien cuidada. Sonrió ampliamente y continuó con los detalles hasta que finalmente decidió digitalizarlo, unas dos horas después de subirlo a las redes sociales empezaron a llegar comentarios positivos. Recordó el día en el que Kikyo e Inuyasha estaban juntos y sintió molestia, ¿serían celos? Eso no estaba comprobado.

Entre ellos destacó uno de una tal Kikyo Tanaka, la misma chica que le dijo patética pero verla allí felicitándola por su talento es una contradicción inesperada. Se sentó frente a la computadora portátil y le envió una solicitud de amistad Kikyo, luego de unas horas durante su sueño recibió una notificación de que ella había aceptado su solicitud.

(...)

Inuyasha estaba hablando con Sango en el dojo de la chica, estaban tranquilos mientras que la castaña hablaba sobre Kuranosuke pero algo que notó ella era que su amigo de toda la vida estaba algo distraído cuando le hablaba sobre el "tinieblo". El hanyō terminó sus galletas y su té y miró en la pared la foto de la madre de Sango, sonrió levemente recordando su infancia.

—Recuerdo que tu madre solía cocinar un delicioso salmón al horno — mencionó el hanyō con una sonrisa.

—Mamá siempre fue feliz al lado de papá pero desde que se fue a estudiar en Inglaterra... ha estado distante pero sé que a ella le gusta el arte — la chica sonrió levemente —. Ella me habló que le dio clases de dibujo a una niña con orejas de perro, pero más parece que ella aprendió algo más.

—Imagino que habrá sido Kagome — Inuyasha comentó.

—¿Tú qué sientes por ella? — la castaña lo miró con curiosidad.

—De hecho no siento nada — mintió descaradamente —te traje un regalo.

El híbrido sacó de su morral unos chocolates, los bellos ojos marrón de Sango de abrieron de par en par y simplemente abrazó a Inuyasha que en su interior sentía felicidad pero al cerrar los ojos no pudo más que recordar la figura de Aome en el bosque de Yokimura siendo atacada, sus cabellos negros con tintes carmín y sus ojos azules.

Le molestaba ver a esa hanyō con otro hombre, de hecho le dolía verla mal y eso no le agradaba en su interior. Pero ¿Qué debería hacer si él también estaba enamorado de Sango? un grave dilema se instaló en él a vivir.

—Oye Sango — Inuyasha la miró a los ojos —necesito hablar.

—¿Y eso Inu? ¿Todo bien? — la chica ladeó la cabeza.

—¿Te gustaría ir el domingo conmigo a cine? — inquirió el chico.

—Bueno... no hay tareas para el lunes así que sale y vale Inu— ella sonrió tranquila —además Kuranosuke sigue va a clases de música así que tampoco podríamos salir él y yo.

¿Por qué se sentía tan raro? Inuyasha estaba concretando por fin una cita con la chica de quién se había enamorado pero cada que la miraba sólo podía ver los azules ojos de la chica Higurashi. Verla a ella tan preocupada por su salud días atrás, y después desaparecer como una sombra al ser iluminada por culpa de su madre Izayoi. Su corazón era un verdadero tifón sin saber cómo sentirse con Sango o Kagome, y el tercero en discordia sería Kikyo pero a él ni le va ni le viene.