Sensatez y resentimientos Parte 1

Luis se encontraba en el bullicioso mercado de Huesosburgo, pero su mente estaba en otro lugar. Su mirada perdida se posaba en la distancia, y su rostro mostraba una expresión vacía. Aquella mañana, aún tenía en la mente el castigo que cierta bruja le había impuesto por el incidente del taliamigo roto.

—No quiero volver a ver a una mujer desnuda.

Sentada a su izquierda en el puesto de coleccionables humanos, con sus lentes de sol morados ocultando sus ojos, Eda embozó una pequeña sonrisa y se los quitó para mirarlo. Su mirada tenía un matiz travieso, como si estuviera jugando con un niño asustado.

—Deberías sentirte afortunado, corchito —dijo con un toque de picardía en su tono—. No todos los chicos de tu edad tienen el privilegio de ducharse con una belleza madura como yo. Además, solo nos lavamos el pelo y nos cepillamos las espaldas. Nada del otro mundo.

Luis la miró con disgusto.

—Mejor me hubieras arrojado al mar hirviente o puesto a limpiar el sótano, como a los pequeños alborotadores.

—¡Ey!

Al notar que pasaba un estudiante, Eda lo agarró de la capucha y lo olfateó.

—Este chico huele más a nerd que a dinero.

—¡Oigan!

Una entusiasmada Luz Noceda hizo acto de presencia y dio un golpe en la mesa, provocando un sobresalto general.

—¡No creerán lo que está pasando!

Luego, los llevó a un área donde abundaban las mesas y estantes cargados de libros.

—¡Es una feria del libro! Donde los libros cobran vida.

Inesperadamente, un libro rojo se desprendió de una pila y, al tocar el suelo, pronunció:

—Hola.

—¡Ah! —gritó Luz, apartándolo de una patada.

—¿Una feria sin atracciones? —preguntó Luis con esceptisismo.

Y sin previo aviso, un joven brujo de pelo corto castaño y largas pestañas, de baja estatura, vestido de marrón, gris y mostaza, y con una gran mochila verde cargada de libros y pergaminos en su espalda, se le acercó.

—Quien necesita atracciones cuando esto —Desplegó un libro azul que llevaba consigo—. puede llevarte a cualquier parte.

—Sí...

Bruscamente, Luis le arrebató el libro.

—Como al quinto infierno.

—Oye, devuélvemelo —le reclamó el pequeño brujo.

—¿Lo quieres? —Luis agitó el objeto de lectura en su mano derecha—. Ve por él —agregó antes de lanzarlo con fuerza.

—¡Mi edición limitada! —exclamó el diminuto brujo, corriendo tras dicho objeto.

Eda tomó un libro violeta de una pila que estaba sobre una mesa en el puesto de 'romance caliente', cuya encargada era una miembro de la AIH en hexside.

—A, ew, —Lo dejó caer al suelo—. B, estoy aburrida, C, iré a robarles a algunos tontos mientras la recorren.

—No, espera —intentó detener Luz a la dama búho, quien ya se alejaba.

—Ya se fue por la tangente. sisterna —le informó Luis con acento dominicano.

Luz lo miró con un evidente ruego.

—¿Le va a abrí el portón, brody? —Extrajo un billete de su bolsillo derecho—. Te lo tiro con e´te money.

Luis dio un paso adelante y, de manera indiferente, respondió:

—Mételo en el colchón, que no toy pa' afloja´me con un fiao.

.

.

.

—Esta feria del libro lo tiene todo —afirmó Luz mientras caminaba con su hermano mellizo, pasando junto a un escritor demonio unicornio, un fantasma con boina roja flotante y un joven brujito cuya historieta intentaba devorarlo.—. Un taller de magazine, meets and greets, y... ¿que es esto?

Luz se quedó sin aliento al toparse con un letrero que decía "Competencia de escritura. Regístrate hoy" en letras de color verde.

—¡Una competencia de escritura!

Luego, notó la presencia de un demonio bípedo parecido a un lagarto. Este demonio tenía piel verde y tres ojos azules, el centro de los cuales suele permanecer cerrado, a menos que esté leyendo algo. Además, llevaba dientes pequeños que sobresalían de su boca. Lucía unas pequeñas gafas redondas que se apoyaban en la punta de la nariz. Vestía una chaqueta larga roja con ribetes amarillos y un sombrero azul. Completaba su atuendo con unas botas marrones que resonaban con cada paso.

Junto al demonio lagarto, en el estrado, se encontraba un brujo con la cabeza rapada, luciendo un mohawk verde barrido hacia su derecha. Su piel era clara, y exhibía un fino bigote con algo de vello facial adicional en la barbilla. Usaba gafas de sol redondas de color púrpura que ocultaban gran parte de su mirada misteriosa. Vestía una chaqueta azul que contrastaba con un suéter azul claro debajo y una bufanda roja que ondeaba al viento.

El demonio lagarto se encargaba de recibir las historias escritas por aficionados, mientras que el brujo parecía estar firmando los libros que pasaban por sus manos.

—Yo siempre quise ser una escritora —Sacó una fotografía de su bolsillo izquierdo en la que se mostraba a ella misma de niña apoyada en la ventana de su casa, usando un suéter púrpura con dibujos de delfines rosados, estrellas y planetas, y pantalones grises—. Tengo esta foto para la contratapa desde los siete años —Dirigió una mirada agradecida a su hermano idéntico—. Capturaste mi mejor perfíl.

Luis le dirigió una sonrisa socarrona.

—No vas a piquetear ni un chin de yuca.

Luz entrecerró los ojos ligeramente.

—Tú siempre ta' en tu mamey, sin tirate pa' tras —le dijo, guardando la fotografía nuevamente en su bolsillo izquierdo, antes de volver a sonreír y agregar entusiasmada—: ¡Inscríbamonos en la competencia!

Luis arqueó una ceja

—¿Nós? ¿Qué ta' tramando, tomboy, que ta en babia tú?

Luz envolvió su brazo izquierdo alrededor de los hombros de su hermano mellizo, como buscando la cercanía fraternal que siempre habían compartido.

—Vamos, esta podría ser nuestra oportunidad de revivir la nostalgia.

—¿Nostalgia?

—Ya sabes.

La mirada de Luz quedó perdida en el pasado.

—De esos días cuando escribíamos juntos.

Su boca se curvó en un gesto jugoso.

—¿Recuerdas cuando te ayudé a escribir ese poema para Marcy? Nos pasamos horas tratando de encontrar las palabras perfectas para impresionarla.

Pronto, su expresión se tornó decepcionada.

—Lastima que te acobardaste y nunca se lo entregaste.

Luis cerró los ojos con fuerza, como sintiendo una punzada de arrepentimiento.

—Me mandé un chivazo.

Luz soltó una risa suave.

—Tú era un pela'o, brody. Y qué me dices de aquel fanfiction que hicimos para distraernos de... de...

Su voz se quebró, Luis le sonrió tranquilizadoramente y terminó la frase por ella.

—Las hospitalizaciones de papá.

Extrajo un pañuelo de su bolsillo tipo canguro y secó las pequeñas lágrimas que habían brotado en los ojos de su hermana gemela.

—Sí, la recuerdo perfectamente. Era sobre uno de los aliados de Azura y Zugo.

—Saul —susurró Luz volviendo a sonreír—. Mejor conocido como "El Último Mesías", quién tenía la costumbre de visitar a los enfermos y curarlos con sus milagros —Mostró una sonrisa más grande, exponiendo sus dientes—. Mi parte favorita fue cuando revivió a la villana Lucy. A pesar de todas sus malas acciones, él siempre creyó en la posibilidad de que todos merecen una segunda oportunidad ¡Tubo brutal, mi pana!

Sorpresivamente, una miembro adicional de la AIH apareció corriendo entre risas y, sin querer, impactó contra la chica Noceda.

—¿Que están haciendo estos habitantes de sótano bajo la luz del sol? —preguntó Luis con desdén.

—La respuesta es muy sencilla, jovencito.

Odalia Blight, quien en esa ocasión vestía una blusa corta de mangas largas con hombros descubiertos de color lavanda azulado, pantalones de campana de un gris azulado y zapatos de tacón alto grises, se acercó a ellos.

—Hola, señora Blight —la saludó Luz amablemente.

—Uy, por favor, querida, llámame Odalia —respondió la mujer divertida, haciendo un gesto con su mano derecha—. Eso de "señora" me hace sentir vieja.

Luz rió entre dientes.

—Está bien, Odalia.

Odalia se llevó la mano izquierda a la barbilla.

—¿Donde estaba?

Simuló reflexionar brevemente.

—¡Ah, sí!

Luego, la mujer inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, permitiendo que su mirada se deslizara suavemente y cautivadora hacia cierto escritor brujo, quien en ese momento estaba firmando la frente de un bebé demonio.

—Esta es la fila para Jon De Plume, el escritor más famoso de las islas hirvientes. Autor de la serie "El guerrero del reino" —Un leve destello de picardía se reflejó en su mirada, con las pestañas entrecerradas de manera sugerente—. Le pediré que lea mi historia —Se mordisqueó el labio inferior suavemente—. Y que se case conmigo.

—Hmm...

Un hombre castaño, vestido con una bata de laboratorio gris oscuro, pantalones grises, botas negras y gafas doradas con lentes morados en la cabeza, apareció detrás de la mujer. No era otro que Alador Blight, su esposo.

—¿No tendrías que divorciarte de mí primero?

Odalia apartó la mirada del escritor brujo y se volvió hacia Alador. Una sonrisa de oreja a oreja se curvó en sus labios mientras colocaba las manos en los hombros de su esposo.

—¡Cielo, cielo, llegas justo a tiempo! —le dijo entusiasmada, dando saltitos. Luego, miró a los hermanos Noceda—. Niños, este es mi esposo, Alador —Miró nuevamente al hombre maduro—. Alador, los humanos Luis y Luz. Conózcanse.

—Mucho gusto, Señor Blight —dijo Luz amablemente, extendiéndole la mano derecha.

Acompañado de una leve sonrisa, Alador se la estrechó.

—Así que tu eres la novia de Amity.

Por aquel erroneo comentario, Luz rió con ganas, al igual que Odalia.

—Lo que sea que les haya dicho esa niña traviesa es una mentira tan grande como un castillo —aclaró divertida—. Admito que es muy simpática, y linda, pero no es mi tipo.

—¿¡Qué!?

Luz se sobresaltó por la repentina y hostil reacción de Odalia, quien ahora la miraba con reproche y los brazos en jarra.

—¿Te crees "demasiado genial" para nuestra hija?

—¡No, no, yo...!

Sin embargo, para su alivio, Odalia estalló en una elegante carcajada.

—Relájate, cariño —le dijo, palmándole suavemente la cabeza con la mano izquierda—. Era broma.

Un gesto inexpresivo se apoderó del rostro de Luz mientras miraba a su hermano mellizo.

—No hay paja que lo chiripitifláutica lo sacó de su patrona sin chichigua —le dijo con acento dominicano.

—Odalia.

La mujer volteó la cabeza hacia su esposo, quien señalaba al lugar donde se encontraba el escritor brujo y donde la fila ya no estaba presente.

—Te toca.

—¡Yiiiiiiiiii!

Entusiasmada, Odalia no pudo evitar soltar un agudo chillido, que resonó en el aire.

—¡Ohtitánohtitánohtitán!

Sus ojos brillaron mientras hacía gestos ansiosos, tocándose el pelo y suavemente tocando su maquillaje, como si buscara la perfección.

—¿Como me veo? ¿mi cabello está bien? ¿debo retocarme el maquillaje?

El calor del momento no hacía más que intensificar sus emociones. Sin embargo, intentando disimular su nerviosismo, se abanicó delicadamente la cara con la palma derecha mientras su corazón latía con fuerza.

El rubor en sus mejillas delataba la excitación que la invadía, y su voz revelaba un dejo de ansiedad al preguntar:

—Uuuf, ¿por qué hace tanto calor de repente?

—Te ves bien, querida —la tranquilizó su esposo—. Solo ve allá, que yo te espero aquí.

Odalia respiró profundamente, dibujó una enigmática sonrisa en sus labios y, con un elegante movimiento de cadera, se acerca al escritor brujo con un aire... ¿seductor?

—Disculpa, buen mozo, ¿firmarías a mis "niñas"? —le preguntó con una voz suave y juguetona.

Ligeramente ruborizado, Jon De Plume contempló cómo Odalia levantó su blusa, revelando lo que ella se refería como sus "niñas".

—¡Señora, por favor, aquí hay niños! —le reclamó un demonio cerdo cuatríclope, tapándole los ojos a su bebé que llevaba en brazos.

Jon De Plume acercó el bolígrafo verde agua al pecho de Odalia y lo firmó.

—Firmaré cualquier cosa.

Y soltó una carcajada, mientras Odalia lo miraba pestañeando coquetamente, y el demonio cerdo se sentía fuera de lugar.

—Ahora no sé si vomitar o arrancarme los ojos —comentó Luis observando la escena con disgusto.

—Y...

Girando la cabeza hacia Alador, Luz le preguntó:

—¿Como está Amity?

—Indispuesta por comer tanto pastel de hadas casero —respondió Alador con simpleza—. Mi sobrino la está cuidando ahora mismo.

Luz sonrió.

—Alabado sea Cristo. ¿Y Satan?

—En un intenso entrenamiento con su retorcida madre verdadera.

Una pequeña expresión de angustia se reflejó en el rostro de Alador.

—A veces me preocupa la estabilidad de ese chico.

—¿Igual que la de su matrimonio? —señaló Luis indiferente, apuntando con el pulgar zurdo en dirección a Odalia y al escritor brujo Jon De Plume, quienes en ese momento compartían un beso en los labios.

Frente a tan impactante escenario, Luz se llevó las manos a la boca y posteriormente dirigió una mirada preocupada hacia Alador, quien solo se limitó a suspirar.

—Bueno, adiós niños. Fue un honor conocerlos.

Sin apuro, el hombre caminó hacia su esposa y el escritor con poderes mágicos.

—Muy bien, Odalia, ya te divertiste. Es hora de irnos a casa.

Frente al gesto de desagrado de Luis y la mirada compasiva de Luz, Alador se llevó a su esposa cargándola sobre el hombro derecho.

—Despídete de tu nuevo amigo.

—Llamame alguna vez, lindo —le instó Odalia con una sonrisa sugerente.

Presentando rastros de lápiz labial negro en su cara, Jon De Plume se despidió con un movimiento de su mano derecha y contestó:

—Lo haré, primor.

Con un rostro impasible, Luz miró a su hermano gemelo.

—Ser una esposa así, o tener una esposa así...

—Mejor que me quedo soltero —dijo Luis.

La joven Noceda rió a carcajadas y apoyó una mano en el hombro derecho de su gemelo.

—¿Entonce que, mi pana? ¿Le metemo a la competencia?

Luis dio una respuesta indiferente encogiendo los hombros.

—Pa' lante.

—¿De guagua? —preguntó Luz con sus ojos parpadeando de sorpresa.

Luis veló una diminuta sonrisa.

—Como en los viejos tiempos.

—¡Va a tar chulín! —exclamó Luz emocionada, dándole un efusivo abrazo y un fugaz beso en la mejilla derecha.