Sensatez y resentimientos Parte 4
En un entorno que semejaba una fragua, un par de diablillos saltaban alrededor de un soplador conectado a un horno, avivando las llamas. Después, con unas tenazas de considerable tamaño, un demonio herrero barbado extrajo una esfera al rojo vivo del interior del horno. Acto seguido, comenzó a golpearla con un martillo sobre un yunque. Tras enfriarla en un barril de agua, la arrojó sobre una mesa donde se rompió al impacto, revelando un libro colorido cuyo título rezaba "El Despertar de Luzura".
Al llegar a la librería "El rincón del libro", Cristo lanzó con entusiasmo varias pilas de copias sobre una alfombra que decoraba la entrada.
—¡Outch!
La alfombra cobró vida y, con ojos brillantes, miró con reproche al joven.
—Eso dolió.
Cristo dirigió una mirada llena de simpatía hacia la alfombra.
—Perdón, Simón.
Después de que la alfombra viviente ingresara al establecimiento con la mercancía, un anciano brujo ataviado con túnicas blancas y rojas emergió de la tienda, llevando consigo unas calcomanías de tamaño natural. Estas representaban la cabeza de Luz junto con una burbuja de dialogo que exclamaba "Compren y lean lo que escribí"
—Pega esto en la vitrina, chico —le solicitó, extendiéndole los objetos—. Y luego tómate un descanso.
Cristo aceptó los objetos con una sonrisa y respondió:
—Entendido, señor Pilato.
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—Es la convinación perfecta de amor y odio —afirmaba el criticornio a la gente frente a su puesto—. Como si fueran dos autores en uno.
Después de escribir mágicamente "Tour de Horse" en el aire, relinchó mientras la multitud lo aplaudía.
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Muy pronto, como un latigazo cervical, un grupo de hexidianos, junto con Alador Blight, despejaron un estante repleto de copias del libro de la joven Noceda. Incluso Amity, que parecía haber salido de algún escondite, se acercó sigilosamente, tomó la figura de cartón (representando a Luz cuando era pequeña), la besó y se la llevó.
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Luz caminaba por la calle, ataviada con una elegante chaqueta marrón y unas gafas redondas de un vibrante tono rojo. Miró hacia el escaparate de una librería y se encontró con la visión de sí misma, en una fotografía recostada sobre sus codos, boca abajo, guiñando un ojo. Justo arriba de la imagen, letras blancas proclamaban con entusiasmo: "¡Ahora con un 100% más de Luz!"
Inmediatamente después, desvió su atención hacia un letrero parlante que exhibía otra imagen suya, esta vez de pie, saludando con un movimiento grácil del brazo izquierdo. La reproducción de su propia voz resonaba, repitiendo de manera animada:
—¡Compren y lean lo que escribí! ¡Compren y lean lo que escribí!
—¿Luz?
Sintió un toque en su hombro derecho que la hizo detenerse y voltear. Se encontró con cierto joven brujo de cabello verde y largo.
—¡Pero si es Cristo! —exclamó Luz con una sonrisa.
—Toma.
Después de devolverle la sonrisa y trazar un círculo de hechizos en el aire con su dedo índice, Cristo hizo aparecer lo que parecía ser una bufanda verde que rodeó con suavidad el cuello de la joven Noceda.
—Un regalo para el nuevo ícono de las letras.
—Una bufanda —expresó Luz agradecida—. Gracias.
—Mi santa madre la tejió con su propio cabello —informó Cristo—. ¿Te gusta?
—Está de pelos, ¿entiendes?
Se desató la risa entre ambos debido al chiste.
—Admito que eso fue muy gracioso —expresó Cristo, girando a medias antes de agregar con cortesía—: Bueno, hasta luego, Soñadora de Tinta.
Pero antes de que Luz tuviera la oportunidad de expresar algo más, sus sentidos captaron unos jadeos que resonaron en el aire.
—¡Allí está!
—¡Miren, es ella!
En un abrir y cerrar de ojos, una multitud, entre la cual se encontraban los señores Blight, se precipitó hacia ella, cerrando el cerco a su alrededor.
—Me encantó tu escritura, querida —le expresó Odalia con alegría.
—Gracias, seño... Digo, Odalia —respondió Luz con amabilidad.
Odalia le entregó lo que parecía ser un borrador de escrito con un título que rezaba "El regalo de Alaric".
—¿Te importaría autografiar el borrador de mi historia?
—Por supuesto.
Luz tomó un marcador rojo y con elegancia plasmó su firma en letras cursivas justo debajo del título.
—El regalo de Alaric —murmuró con curiosidad mientras leía—. Suena intrigante. ¿De qué trata?
Con las mejillas coloreadas por el rubor, Odalia soltó una risita traviesa, mientras su esposo tomaba el borrador ya autografiado de las manos de la joven Noceda y respondía en su nombre con una expresión imperturbable:
—Aún eres demasiado joven para saberlo.
—¡Amigui!
De repente, para consternación de Luz, una joven bruja de cabello rosa apareció corriendo, llevando consigo la figura de cartón que había sustraído, apartando a algunas personas con leves empujones.
—Oh, no.
—¿Firmarías mi recorte de cartón a escala real de cuando eras pequeña?
—Uh...
La joven Noceda dudó un momento, al percatarse de que Amity tenía el cabello despeinado y los ojos algo enrojecidos, señal de que había estado llorando por lo ocurrido en la taberna.
—Claro, ¿por qué no?
—Amity Blight —se escuchó decir a Odalia en tono serio.
Mientras Luz firmaba la frente de la figura de cartón, Amity dirigió la mirada hacia sus progenitores. Su padre la observaba impasible, mientras que su madre estaba con los brazos cruzados y una ceja levantada.
—Hola, mami. Hola papi —les saludó con una cálida sonrisa.
Odalia frunció el ceño ligeramente.
—¿Que haces aquí? Creí haberte dicho que no salieras de la casa. Estás enferma —Dirigió la mirada hacia la figura de cartón que Luz terminó de firmar—. ¿De donde sacaste eso?
—De un sujeto —respondió Amity con simpleza.
Los señores Blight se cruzaron miradas.
—¿Qué sujeto? —preguntó Alador.
Amity fijó la mirada en su madre, con una expresión que sugería que se esforzaba por contener la risa.
—El que siempre se la pone a mami por completo.
Incapaz de contenerse por más tiempo, Amity estalló en risas, arrastrando consigo a varias personas que se unieron a la diversión de su chiste, incluyendo a Odalia. Sin embargo, cuando los ecos de la risa se desvanecieron y la alegría se disipó, Odalia la observó con una mirada intensa y decidida.
—Castigada.
—¿Qué? —protestó Amity—. ¡Eso no es justo!
—Temo que sí lo es, Manoplas —mencionó su padre con rostro imperturbable—. Desobedecer y faltarle al respeto a tu madre son faltas graves.
Con una expresión de molestia, Amity resopló.
—Anciana de cristal —susurró para sí misma.
Odalia la miró con una sonrisa dulce y discretamente espeluznante.
—¿Qué dijiste, Princesa?
—Nada, mamita —respondió Amity rápidamente, mostrando una amplia sonrisa que dejaba ver sus dientes.
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En algún rincón del bosque susurrante, Eda seguía el mapa. Levantó la vista y divisó lo que parecía ser una estatua cubierta de enredaderas, las cuales decidió despojar con cuidado.
—Ok, desde el minotauro hacia el norte y con suerte llegaré a la flor de la eterna juventud antes que Lilith.
Estalló en una risotada, culminando con un sonido nasal/gutural al final.
—¿Quien es fragil ahora emperador de tontos?
De repente, un resplandor rojo iluminó el espacio tras ella, seguido por el crujir de ramas y un sonido gutural, como si alguien estuviera a punto de vomitar.
—¡Alguien me sigue!
Con maestría, convocó un machete de energía resplandeciente en su diestra, mientras que en su siniestra sostenía una esfera ardiente. Con determinación, giró decididamente y se abalanzó contra la figura que lo perseguía. No obstante, detuvo su embestida justo a tiempo al percatarse de que se trataba de su propio sobrino. Este, en un intento por protegerse, adoptó su forma abominable.
—¿Querubín?
Satan abandonó su transformación y le dedicó una sonrisa amigable.
—Buenas noches, tía Eda.
La dama búho desactivó sus armas mágicas.
—¿Tu madre está contigo?
—Ugh, titán.
Secándose delicadamente los labios con un pañuelo, Lilith regresaba hacia su hijo después de, posiblemente, haberse retirado a unos arbustos para recuperarse de un malestar momentáneo.
—Nunca me acostumbraré a esto.
—Sigues mareándote con la teletransportación de tu retoño, ¿eh, Lilith? —señaló Eda con una sonrisa burlona en el rostro.
—¿Edalyn?
Lilith se cruzó de brazos con desdén.
—Era obvio que estarías aquí solo para ser una molestia. ¿Por qué no vas a casa y descanzas? No quiero que te lastimes la cadera.
—Lo siento, hermana —Eda puso las manos en las caderas—. Soy más fuerte de lo que piensas.
—Disculpa, Tía Eda —le dijo Satan con cortesía.
Eda la miró con ternura.
—¿Sí, querubín? ¿Que pasa?
—¿Por casualidad también buscas la flor de la eterna juventud?
Frente a esa pregunta, Lilith respondió con un gesto contundente y le lanzó una mirada asesina, mientras que Eda simplemente asintió con una sonrisa.
—Sip.
Extrajo el mapa de entre sus densos mechones capilares.
—Vine a salvarla de personas como tu horrible madre.
Un breve silencio se produjo antes de que la bruja empezara a correr.
—¡Y llegaré antes que ella!
Lilith gruñó y sujetó la mandíbula de su hijo con fuerza, obligándolo a abrir la boca. Acto seguido, invocó con destreza unas pinzas amarillas de energía mediante un hechizo mágico.
—Consideraré no silenciar tu habla de raíz si llegamos primero al objetivo —lo amenazó.
Al instante, madre e hijo se esfumaron en un resplandor de luz carmesí.
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En la habitación que compartía con su hermana melliza, Luis se encontraba semi vestido, con los pantalones y los zapatos ya puestos, secándose la cabeza después de tomar una larga ducha fría.
—Hola, hermano.
Volteó hacia la puerta con una expresión fría y se encontró con la mirada de Luz, quien parecía estar entre tímida y avergonzada.
—Yo...
Tan pronto como se aproximó, su hermano mellizo la envolvió en un cálido abrazo.
—No digas nada. Te perdono.
Luz esbozó una sonrisa, devolviendo el abrazo con afecto.
—¿De sopetón?
Luis se distanció ligeramente, devolviéndole la sonrisa.
—Yo no quería seguir mo'ca contigo por una mueca y puya tan pava. Pa' más inri, tú sabe que yo no tengo el tintero pa' ser pluminario.
Luz se inclinó cariñosamente y depositó un suave beso en la mejilla izquierda.
—Brody, en la jodedera y en la recta, tú eres el indi'cutible rey.
Luis la escudriñó con la mirada, observando detenidamente los nuevos atuendos que ella lucía.
—¿Y qué lo que con ese outfit, Si´ter?
Luz esbozó una sonrisa fingidamente arrogante.
—¿Adivina quién pegó el brinco en la batalla de pluma de e´te tiempo y de ñapa se volvió la dama del lapizón afilao?
Luis arqueó una ceja.
—¿El mi'ter Sandoval? —le preguntó en tono bromista.
Luz soltó una risa contagiosa que llenó el aire.
—Tú siempre tan pasao' de ro' ca, brody. Pero ni por asomo.
Se señaló a sí misma con el pulgar derecho.
—Solo yo, yo mi'ma, yo mera, no volaré.
—Duro, duro, Si´ter —la apoyó Luis.
—Gracia' mil —le agradeció antes de dirigirle una mirada de coquetería fingida—. Y... ¿tú tiene' algún planillo pa' hoy en la noche, lindo?
Luis la contempló con una expresión imperturbable.
—¿Me e'tá llamando pa' repetir la dosi, mami?
Luz soltó una risita y extrajo un sobre rojo de su chaqueta.
—Mi editorial está organizando una gran fiesta para el libro "El despertar de Azura".
Parpadeó de manera falsamente coqueta.
—Y si tú ta' ahí, eso sería bacano, mi chulo.
Luis tomó el sobre y extrajo su contenido: una invitación que mostraba la imagen de Luz cuando era niña, con la inscripción "Conoce a la autora esta noche en la biblioteca de Huesosburgo".
Luis dirigió su mirada hacia su hermana y le esbozó una dulce sonrisa que alcanzaba de oreja a oreja.
—Allá no vemo, nena.
Los hermanos Noceda se sostuvieron la mirada durante un breve silencio, hasta que Luz preguntó:
—¿Sin resentimiento?
Luis asintió.
—Sin resentimiento.
—No pensarán besarse en la boca ahora, ¿o sí? —les preguntó la máquina de escribir.
Luis sacudió la cabeza en señal de negación, mientras Luz soltaba una risita.
—Esa mente tá como trompo de' bocao.
