Sensatez y resentimientos Parte 5

En la biblioteca, se extendía una interminable fila de personas ansiosas por conocer a Luz, que se encontraba junto a Piniet, dedicando su tiempo a firmar libros en el mostrador.

—¡Luz! —gritó Cristo desde la fila—. Tus fanáticos quieren saber por qué la Reina Willmeter perdonó tan fácilmente a Belcebú.

Luz esbozó una sonrisa cálida y respondió con amabilidad:

—La respuesta es muy sencilla, chico de los milagros. Ella comprendió el motivo de sus malas acciones, y aunque le causó mucho dolor, encontró en su corazón la fuerza para perdonarlo.

Cristo quedó cautivado y respondió con una sonrisa igualmente radiante.

—Ya veo. Un valioso recordatorio de que la empatía y la comprensión son elementos clave en la resolución de conflictos.

—Bien jugado, querida —la elogió Odalia, levantando su pulgar derecho desde la posición que ocupaba detrás de su sobrino, mientras se encontraba frente a su esposo.

Amity, con el cabello atado en dos coletitas, una camiseta púrpura adornada con la imagen de un gato blanco en el centro y un pañal blanco de tela, se encontraba instalada en un peculiar cochecito de bebé confeccionado con baba de abominables y piezas mecánicas doradas, siendo remolcada por su madre.

Con los brazos cruzados y un chupón púrpura firmemente sujeto en la boca, la jóven bruja succionaba con determinación, mientras su rostro se coloreaba de un tono rojizo y su ceño permanecía fruncido. La evidente molestia que mostraba revelaba claramente su descontento por encontrarse en medio de un castigo.

Alador alzó su mano derecha.

—Uh... Señorita Noceda...

—¿Sí, señor Blight? —respondió Luz, finalizando la firma en el libro de un fanático antes de pasar al siguiente.

—¿Por qué Luzura insistía en que Lugo se diera otra oportunidad en el amor?

—Buena pregunta.

Luz continuó firmando los libros con una sonrisa, aunque su expresión denotaba cierta melancolía.

—Quizás ella solo anhelaba que él se permita explorar una nueva oportunidad para hallar la felicidad que tan injustamente ha eludido hasta ahora.

Amity retiró el chupón de su boca y expresó con entusiasmo:

—¡Yayy, pero que refrescante!

Después, empezó a agitar el chupón con su mano derecha, produciendo un sonido similar al de una campana. Resultó que el chupón también funcionaba como un sonajero, y lo utilizó para captar la atención de una autora en particular.

—¡Uy, Uy, Uy!

—¿Pero qué e' lo que quiere la chichi? —preguntó Luz con un acento dominicano juguetón, mordiéndose el labio inferior en un esfuerzo por contener la risa.

—¿Hay alguna noticia sobre la fecha de publicación de tu próxima obra maestra que puedas compartir con tus lectores?

—Eso es un tema entre mi editorial y yo —contestó Luz con un tono cortés—. ¿no es cierto, Piniet? —añadió, dirigiéndose al demonio lagarto que se encontraba a su derecha.

—Sí.

Piniet posó su mano izquierda con delicadeza sobre el hombro derecho de la joven Noceda, dirigiendo su mirada hacia la audiencia.

—Oh, disculpen. Necesito estar un momento a solas con Luz.

Se distanció, y Luz les dedicó un gesto amistoso con la mano a sus seguidores, quienes respondieron con entusiasmo, especialmente Amity, que soltó un emocionado grito.

—¡TE AMO, AMIGUIIII!

—¡Manoplas! —la regañó su madre.

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—¿Y como va tu segundo libro? —inquirió Piniet a Noceda mientras se encontraban a solas en un pasillo entre dos estanterías de libros.

—¿Cómo va?

Con una sonrisa confiada, Luz deslizó su mano derecha dentro de su chaqueta.

—¡Lo terminé! ¡Bam!

Extrajo una copia del documento, cuya portada decía...

—Regina Cutter y los vestigios del jolgorio. Es sobre la jóven aprendíz de Azura.

—Espléndido.

Piniet lo tomó y lo leyó con destreza, aprovechando su habilidad de los tres ojos para hacerlo rápidamente.

—Oh, sin verguenza.

Dirigió una mirada a Luz, acompañada de una sonrisa llena de diversión.

—No solo eres una gran escritora, sino que eres una bromista.

Luz lo observó con expresión confundida.

—¿Eh?

—Esto es mucho más ridículo y cursi que tu libro anterior. Esperaba algo más serio.

Se lo devolvió y Luz lo tomó, mostrando signos de nerviosismo.

—Pu-Puedo corregirlo. Pero para ello necesito a...

Observó la multitud y vio a Luis ingresar, con las manos en los bolsillos de su sudadera.

—¡Lucho!

Corrió hacia su hermano y se lanzó sobre él, abrazándolo efusivamente y provocando que ambos giraran sobre sí mismos.

—Bebé, cariño, mi amor, por fin a la vi' ta.

Luis le dedicó una pequeña sonrisa.

—Qué lo que, chula. Aquí toy, como te dije.

—¡Tira' te el time perfecto, brody!

Extendió hacia él un bolígrafo que extrajo de su chaqueta, mientras agitaba el borrador de su recién concebida historia.

—Porque necesito tu ayuda con mi proximo libro.

—Ya sabía que no había modo de clavar tus tiguerajes sin mis pichardías que le dan ese toque chabocho, ¿verdad, chinwenguencha? —le dijo Luis con ternura mientras jugueteaba, pellizcándole suavemente la mejilla derecha.

Ruborizándose, Luz cerró los ojos y dejó escapar una risita.

—Na', na', porfa', dale stop, Loochy Poochy.

—Señorita Noceda.

Ambos voltearon la cabeza simultáneamente y se toparon con la presencia de Piniet, quien los había estado observando atentamente. Los miró con los brazos cruzados, manifestando claramente su intriga.

—¿Puedo preguntar que...?

—Piniet, buenas noticias —lo interrumpió Luz con entusiasmo—. Podremos anunciar el segundo libro después de todo.

Rodeó los hombros de Luis con su brazo izquierdo, acercando su mejilla a la suya.

—Porque mi crítico de confianza, compañero de escritura, mejor amigo, hermano y casi novio está en el pueblo.

Piniet expresó su alegría ante la noticia.

—Excelente.

Realizó un gesto con las manos, señalando hacia su izquierda.

—Ahora, les invito amablemente a que me sigan para que puedan llevar a cabo su tarea de manera más cómoda y tranquila en un lugar más acogedor.

Los hermanos Noceda siguieron al demonio lagarto, y Luis levantó una ceja mirando a Luz con expresión interrogante.

—¿Casi novio?

—No le sople a Willow que solté eso, si no toy frita —le bromeó su hermana melliza.

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Eda corría velozmente entre los árboles del oscuro bosque, dejando resonar su risa en la penumbra.

—¡Ajajaja! Esto me recuerda cuando solía perseguir a Val para bañarla.

—¡Tía Eda!

Repentinamente, surgió Satan desde detrás de un imponente árbol, lanzándose hacia ella y estrechándola en un abrazo. Después, la miró directamente a los ojos, dejando escapar pequeñas lágrimas que reflejaban una profunda emoción negativa.

—Perdí a mi madre. No la encuentro por ningún lado.

Eda parpadeó, sorprendida por el repentino encuentro. Lo apartó suavemente, colocando sus manos en los hombros de su sobrino, y lo miró a los ojos.

—¿Dónde la viste por última vez?

En ese preciso momento, resonó un sonido amortiguado en el aire. Tanto la tía como su sobrino dirigieron sus miradas hacia lo alto y descubrieron a Lilith, atada con lo que parecían ser vendajes de telaraña. La mujer estaba suspendida en la tenaza izquierda de una colosal criatura: un demonio araña cangrejo de tonalidades verdes, cuyos ojos anaranjados lanzaban rugidos amenazantes a su alrededor.

—¡Lilith! —exclamó Eda.

—¡Aidiastikó éntomo!

Después de pronunciar esas palabras en un idioma desconocido, Satan se desvaneció en un resplandor rojo, materializándose en el aire junto a su madre. Con una hoz elaborada a partir de baba abominable, liberó a la mujer cortando las telas que la aprisionaban. Luego, la tomó en sus brazos y se teletransportaron de regreso hacia donde se encontraba Eda. Mientras tanto, la dama búho conjuró una esfera de fuego con un hechizo y la lanzó hacia el monstruo, haciendo que este saliera despedido por los aires.

—¿Sabes, Querubín? —le dijo Eda a su sobrino con una sonrisa peculiar, mientras Lilith se deshacía del resto de telarañas que cubrían su vestido y cabello—. No estaba segura de que fueras a salvarla.

Satan soltó una risa tenue.

—¿Que dices, tía Eda? Puede que sea un poquito dura conmigo a veces, pero...

Dirigió una dulce sonrisa hacia Lilith.

—Sigue siendo mi madre.

Las palabras de su sobrino sorprendieron a Eda, quien luego dirigió la mirada hacia la madre de éste.

—Parece que le debes un gracias a tu retoño.

Lilith frunció el ceño en una expresión de desagrado o desaprobación.

—¿Por qué? ¿Por conducirme hacia un destino equivocado? ¿Exponerme al peligro? Si él no fuera mi único heredero...

—Esa es... —la interrumpió su hijo, desviando la mirada hacia su izquierda.

Ambas brujas dirigieron su mirada hacia el mismo punto que el joven brujo, descubriendo una deslumbrante flor rosa que adornaba una estatua. En el pedestal, también se entrelazaban unas enredaderas espinosas, creando una escena cautivadora.

—¡La flor de la eterna juventud! —exclamó Eda con los brazos alzados, su entusiasmo palpable en el aire.

Echó un vistazo a Lilith de reojo y ordenó con determinación:

—¡Bien, atrás!

Empujó a su hermana (quien, de no ser por la intervención de su hijo, habría caído al suelo), antes de lanzarse a correr.

—¡Esa niña es mía!

Lilith, muy alterada, le propinó una fuerte bofetada a su hijo, dejándole una marcada huella roja en la mejilla izquierda.

—¡Miserable remedo de hijo mío! ¡¿Como pudiste dejar que se nos adelantara?!

Apuntó de manera brusca con el índice derecho en dirección a Eda.

—¡Agarrala!

Sin dudarlo un instante, Satan desapareció en un destello de luz roja, materializándose justo frente a la dama búho, quien estaba a escasa distancia de alcanzar una cierta flor. Sus bracos extendidos formaban una cruz en un gesto decidido.

—Querubín —empezó a decirle Eda con un tono que denotaba advertencia— . Sabes que eres parte de mi familia y te aprecio mucho por eso, pero si no te quitas...

—Escuchame, tía Eda —interrumpió Satan con suavidad y respeto—. Se que mi madre piensa que eres una anciana un poco cansada, pero yo sé que eres más que eso.

Se aproximó a la flor de la eterna juventud y, utilizando una pequeña tijera de jardín fabricada con baba de abominable, la arrancó con precisión, sosteniéndola luego en su mano derecha.

—Y no necesitas el poder de ninguna estúpida flor para demostrarlo.

De repente, la flor desapareció. Ambos, él y Eda, dirigieron la mirada hacia el tallo, justo cuando Lilith se acercaba.

—¿Pero qué...?

Una sombra ominosa se proyectó sobre ellos, seguida por una risa siniestra. Al alzar la mirada, reconocieron la silueta del mismo demonio que les había vendido el mapa.