INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.
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Un error agridulce
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Capítulo 11
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CAPITULO DEDICADO A CONEJA
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Jakotsu se sacudió los ojos.
—Olvide los waffles, niña…que ver tantos mocosos me ha quitado apetito —esgrimió el muchacho ante la mirada atenta de la mujer de rostro amable—. Además, probablemente estés gastándote cuarta parte de tu sueldo en cubrir la falta de un mocoso ajeno
El hombre iba a dirigirse a comprar otra cosa para picar mientras aguardaba al insufrible socio director de Donovan Lawyers.
Aparentemente ese hombre también tenía la capacidad de materializarse silenciosamente ya que Bankotsu estaba frente a él, con sus impecables gafas negras en conjunto con su traje gris de diseñador.
—¡Definitivamente quieres matarme de susto!
—No sin antes de que cumplas otra misión para mí.
La llegada de aquel hombre tan elegante hizo que casi todas las mujeres presentes en el Bryant Park giraran a mirarlo. Era imposible no notarle, pero Bankotsu no se inmutó.
Se sentaron en una de las mesas libres.
—Se vienen semanas difíciles para mi gestión…y necesito todas las armas posibles para pelear contra los socios que quieran echarme —reveló Bankotsu sin rodeos.
—He oído que Inuyasha no perdió tiempo y te puso en revisión. Ese envidioso quiere tu cabeza en una pica…
—Tu buscaras lodo sobre ellos, cualquier información que me sirva para chantajearlos…
—Y con cualquier información te refieres a que acceda a sus computadores, cámaras de seguridad y lo que se te ocurra…
—Entonces ya sabes lo que quiero.
—Vale, que soy un tipo único y maravilloso, pero de ahí a violar la ley por ti…
—Sólo imagina el panorama de Inuyasha Miller manejando mi firma…será un desastre y tú no quieres trabajar para un sujeto como ése.
Jakotsu le daba la razón.
Inuyasha Miller era el sujeto más raro y desquiciado que conocía. No lo quería como jefe.
A pesar del apuro en el que se encontraba, Bankotsu se veía tranquilo e impoluto como siempre, pero Jakotsu sospechaba que, bajo aquellas gafas, sus ojos destilaban furia como buen Donovan.
No pensaba rechazar el pedido.
Bankotsu fue el único que le contrató pese a sus actitudes estrafalarias hace poco más de cinco años cuando él era socio principal e hizo la recomendación para que tomara el puesto de jefe de informática de la firma ante la jubilación del ultimo ingeniero.
Él no veía sus risillas ni sus ropas o su orientación, sólo veía al hombre más capaz para la materia.
—Y vaya que lo soy —rió Jakotsu para sí mismo
—¿Qué has dicho? —preguntó Bankotsu
—Nada —Jakotsu acomodó su cabello—. No aceptaré ninguna misión hasta que me traigas unos waffles nuevos, con mucha miel y helado.
Bankotsu enarcó una ceja, farfulló una queja silenciosamente pero igualmente se levantó a buscar los waffles.
Jakotsu sonrió porque de vuelta se había salido con la suya.
Y de paso se deleitaría admirando el trasero de Bankotsu cuando se marchaba.
Cada vez que lo veía se notaba más firme que nunca.
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Bankotsu sabía que Jakotsu haría lo que le pidiese, aunque pusiese peros al inicio.
Regresó con sus waffles, pero también con un cafecito para él.
Realmente hacía un muy día en el Bryant park, uno muy bueno para conspirar.
—También Inuyasha te las va a cobrar todas, incluido que le robaste la asistente por mero capricho —comentó Jakotsu.
La mención de aquella mujercita lo espabiló un poco. En este momento en lo único que debía pensar era en conservar su puesto, pero recordar a Kagome, la mujer más insignificante de la firma lo descolocaba por más que se esforzara en hallarle defectos y pensar lo peor en ella.
—Es buena en lo que hace…y supongo que, si fuera a la escuela de derecho, sería una buena abogada —dijo Bankotsu casi sin darse cuenta y al notar que Jakotsu lo miraba como si fuera un bicho raro, se apresuró en exclamar—. Ya ¿Por qué me miras así?
—Porque si va a ser un momento de expresión de sentimientos, necesito grabar esta escena —hizo amague de sacar su móvil, pero lo guardó rápido por la mirada que le dio Bankotsu.
—No digas gilipolleces.
—Pues es que no lo son —agregó Jakotsu—. Kikyo, tu noviecita casi le arruina la vida y si el genio aquí presente no lo descubre, hubieras cometido una injusticia…y como regalo una demanda por despido injustificado que te quitara unos buenos milloncitos y que serían merecidos por tonto.
—No quiero hablar de ella —mencionó muy serio
Jakotsu sonrió de lado.
—¿Por qué siento que no tengo la película completa? ¿hay algo que no sepa?
Era la primera vez que Bankotsu se enfrentaba a esa pregunta. Nadie más que los protagonistas conocían la verdad y así debía quedar. Fue un error, estaba borracho y ella era una arribista.
—Ya nos vamos, señor y venía a agradecerle que haya sido tan comprensivo con el niño —la voz de una mujer que se materializó frente a su mesa, empujando una carriola los interrumpió y hasta oportunamente porque Jakotsu estaba a punto de acorralarlo con preguntas inapropiadas.
—Ya le dije que no…y nada, simplemente llévese ya a esos mocosos o terminaran gobernando el mundo —contestó Jakotsu fiel a su estilo.
Todo hubiera resultado bien hasta que Bankotsu notó a los chiquillos en la carriola.
Nunca le gustaron los niños y no les prestaba atención, pero al ver a esos bebés de cara rosada y que reían a tambor batiente, algo desconocido se removió en Bankotsu.
No supo qué, pero fue como si todo si parara a su alrededor, como si se activara una desconocida nostalgia y familiaridad.
Como si hubiera visto a los niños en otro sitio.
Pero no recordaba en absoluto donde.
La mujer terminó de despedirse y cruzó otras palabras con Jakotsu, pero Bankotsu nos los escuchaba.
Sólo se quedó viendo como desaparecían con otro grupo de niños.
—La Tierra llamando a Bankotsu Donovan —la burla de Jakotsu lo despertó.
Automáticamente se sintió estúpido.
—¿Lo has visto? Entonces estaremos de acuerdo que es un horror que Dios haya creado más gente parecida a ti, espero que por todos los cielos no te igualen en carácter —se mofó Jakotsu—. El mundo no podría resistirlo.
Bankotsu se quedó mirándolos hasta que desaparecieron.
Estupendo, había venido a este lugar para maquinar una treta con Jakotsu y al final se veía atrapado en nostalgias inadecuadas y absolutamente estúpidas.
Se sacudió la cabeza.
—Bien ¿en que estábamos?
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Kagome tecleaba frente al computador, pero hizo una pausa para atender aquella llamada tan importante.
—¿Sango?
—¿No adivinaras donde estuvimos?
—Es tu primer día en el parvulario aquí en Manhattan así que sorpréndeme…
—¡Conocimos el Bryan Park! Solo lo había visto en fotos —exclamó Sango—. No iba a dejar a los niños y los traje en la carriola, aunque estaban ansiosos por saltar.
Kagome se enterneció ante la mención de sus hijos.
Y admiraba que Sango conocía el secreto para mantenerlos en la carriola ya que cuando Kagome llegaba al piso se encontraba con que los pequeños gateaban por todas partes y como ya caminaban, no podía despegar sus ojos de ellos. Eran inquietos y muy traviesos. El parvulario donde Sango trabajaba tenía un área especial para que ellos se quedaran, como una especie de Nursery para los hijos de las maestras, con supervisión y cuidado. En realidad, con supervisión extra, ya que Sango iba a verlos casi en cada momento.
—Me hubieras llamado y lo dejaba todo para ir a verlos.
—Ni al caso porque me contaste que las cosas están bravas en el trabajo y no puedes permitirte salir cuando quieras, además nosotros estamos bien —Sango rió al teléfono—. Además, le eché los waffles a un hombrecillo muy particular ¿puedes creerlo?
—Entonces se divirtieron bastante sin mí —comentó Kagome—. La próxima, me llamas que sabes que yo lo dejaría todo por ir a verlos.
Luego de eso colgó la llamada, pero Kagome notó a Sango muy feliz.
Le agradaba el cambio de sede aparentemente y eso a Kagome le gustaba aún más ya que ahora estaban más cerca. Podía escaparse para ver a los niños.
Su corazón se estrujó de dicha al recordarlos. Hoy pensaba cocinar una pasta liviana para que probaran en la cena.
En ese momento, Tsubaki cruzó la puerta y le arrojó una carpeta sobre el escritorio.
—Ve a sacar copias y pide a la socia Skadden que los firme.
Kagome quiso negarse tratándose de escudar en su papel de asistente del socio director, pero en ninguna parte decía que podía evitar a las órdenes de Tsubaki, quien técnicamente también era su superior.
Es que, si fuera otra cosa, Kagome saldría rápidamente a cumplir, pero escuchar aquel nombre que estuvo ignorando para alimentar su negación personal.
Ella sabía que aquella mujer era amante de Bankotsu Donovan. Casi nunca la veía, pero lo poco que alcanzó a hacerlo notó que era una mujer bellísima y muy sofisticada. Una abogada de apellido de peso con pedigrí.
—¿A qué esperas? —exigió Tsubaki al ver que se tardaba.
Kagome cogió la carpeta y fue a la sala de copiado a cumplir con eso.
Se sintió automáticamente tonta ya que pasar cada hoja a la máquina, sus manos comenzaron a temblar sin poder controlarlo.
Ver de cerca a aquella mujer tan espectacular le arruinaba el día.
Ella ya era consciente que guardaba sentimientos inapropiados hacia Bankotsu.
No era de menos gracias al gran secreto que ella le guardaba. No valía que él hubiera sido grosero y desagradable. Por más desconfiado que fuera viéndola a ella como una aprovechada.
Si tan sólo él supiera.
La máquina dio aviso que ya estaban todas las copias.
Ahora venía lo peor.
El dirigirse al piso 50, ubicar la oficina y hacerla firmar procurando pasar lo más desapercibida posible.
Pasó por enfrente del enorme despacho de Bankotsu, que estaba vacío, sólo Evelyn lo custodiaba en el escritorio que estaba enfrente.
La buena mujer le hizo un gesto como saludo y Kagome siguió caminando.
La oficina de la socia Skadden estaba a tres puertas de la del socio Miller, lo cual era un aprieto ya que Inuyasha nunca perdía la oportunidad para mirarla como si fuera un insecto, sin contar que fue él quien repartió horribles rumores acerca de ella. No tenía certeza, pero tampoco dudas.
Su corazón comenzó a bombearle con fuerza mientras más se acercaba a la oficina de Skadden, pero quiso la afortunada providencia que el despacho estuviera vacío.
Kagome apretó la carpeta en sus manos.
Si Kikyo y Bankotsu estaban desaparecidos, no había que ser muy listo para saber lo que estaba ocurriendo.
—Disculpa ¿Qué quieres aquí? —la voz de una mujer que la miraba con desagrado la quitó de sus pensamientos.
Era la secretaria de Kikyo Skadden.
—Vine a traer copias para que la señora Skadden las firme…
—Déjalos allí —la mujer le señaló la mesa.
—Debo llevarlas firmadas y puedo esperar —comentó Kagome. En realidad, no era necesario esperar, pero la joven tenía la tonta necesidad de comprobar si llegaba al mismo tiempo que el socio director.
—Pues esperarás sentada ¿eres tonta o qué? La señora Skadden viajó a Miami a reunirse con unos clientes —respondió la mujer, sorprendiendo a Kagome quien daba cuenta que acababa de caer en una bromita de novatos que Tsubaki le había tendido.
Ya las imaginaba riéndose de ella en la sala de asistentes.
—Claro, sólo los dejaré aquí —Kagome dejó la carpeta sobre la mesa de la malhumorada asistente y se marchó.
Por un lado, hasta sentía alivio de no encontrarse frente a frente con esa Kikyo, pero por el otro una rabia de haber caído en un jueguito de Tsubaki.
Pero más alivio porque comprobaba que Bankotsu y Kikyo no estaban juntos en este momento.
Sin querer hizo un movimiento con la mano, haciendo que se le cayera la credencial que colgaba de su cuello, pero al agacharse para recogerla oyó una voz que conocía muy bien.
Inuyasha Miller.
—¿Y te parece justo que hayan tocado doscientos mil dólares de tu bolsillo para pagar la negligencia de Bankotsu?
Al oír eso, Kagome se quedó quietecita en la esquina. Miró y vio que estaba casi frente a la oficina de un socio principal.
Inuyasha estaba allí y le hablaba al hombre en una actitud conspirativa.
—He ganado mucho dinero y prestigio con los Donovan.
—Eso fue en la época de Kagura, pero con su hijo, las cosas serán diferentes. Me gustaría contar con tu voto para la junta de socios y tendremos oportunidad de sacarle la gerencia a ese chico que se pavonea con el cargo, cometiendo negligencias y tocando nuestro dinero.
—¿Y quieres que vote por tu postulación? —volvió a hablar el otro sujeto.
—Votarme también significa que la firma se agrandará porque lograré lo impensable, sin necesidad de llevar a mi cama a una Skadden, porque tengo el visto bueno del propio Naraku Skadden, si yo obtengo la gerencia…nos fusionaremos con su firma…así que imagina las facturaciones ya que nos apoderaremos de sus clientes que son las compañías farmacéuticas más grandes del país.
Kagome se levantó lentamente y dio la vuelta para cruzar por el pasillo opuesto al de esa oficina.
Lo que acababa de oír era perturbador.
Bankotsu ya le había adelantando que Inuyasha soñaba con ser socio director, pero lo que no imaginaba es que estuviese haciendo lobby con los otros socios dándoles a entender que ya tenía un trato con el jefe de la firma Skadden.
La posibilidad de más dinero siempre era llamativa e Inuyasha Miller estaba aprovechándose de eso para ganar votos con una fusión.
Tenía que informar a Bankotsu acerca de esta conspiración.
CONTINUARÁ
Hermanitas, seguimos avanzando, lentos pero seguros.
Si dios quiere, la semana que está entrando ahora también tendremos dos episodios.
Aprovecho y mando besos a las hermanas que me acompañan PAULA, AIDÉ, BENANI0125, SAONE TAKAHASHI, LUCYP0411, IMAG04, CONEJITA, NEFFER, ANNIE PEREZ, LIN LU LO LI, MANU.
Paola.
