La pequeña Zoey conocía a la perfección las tantas habilidades de los soldados de su familia. Su padre era muy reconocido y respetado dentro del ejército, además de haber sido uno de los mejores soldados de la Legión. Actualmente tenía un escuadrón bajo su cargo y se rumoreaba que en poco tiempo sería ascendido a Capitán. En tanto, ya estaba previsto que en el futuro, él fuese el próximo comandante dentro de la Policía Militar.
Su hermano Nate era muy confiado de sí mismo, tenía un talento nato con el Equipo de Maniobras, y a pesar de que no acostumbraba a pensar antes de actuar, podía matar titanes con facilidad sin recibir ningún rasguño.
Su tío era un excelente instructor. Cuando la Legión realizaba expediciones de campo no muy alejadas de las murallas, él los acompañaba para observar a los cadetes novatos en acción, y de paso, encargarse de los titanes de mayor altura demostrando su increíble fuerza y agresividad con las cuchillas.
Saber todo esto, le daba mucha tranquilidad a Zoey. Ella pensaba que su familia no resultaría lastimada y que todos serían capaces de regresar a salvo de sus misiones.
Y así fue.
Todos... a salvo.
¿No es así?
Algunos titanes eran inimaginables. Los más peligrosos eran aquellos que tenían un comportamiento fuera de lo normal, puesto que, eran impredecible sobre la forma en la que iban a atacar.
Durante su reciente exploración, la Legión se había encontrado con uno de ellos. El titán había aparecido de repente tomando por sorpresa a los soldados que luchaban contra otros de esos gigantes, mientras que ante su descuido, varios más se acercaban hacia ellos.
El titán anormal apareció en la posición donde Nate y su tío se encontraban. Ambos se percataron de su presencia y lograron escapar de él, sin embargo, Nate decidió regresar y enfrentarlo.
Nate captó lo veloz que podía llegar a ser ese titán, por lo que sabía, que si no lo mataba iba a ir tras ellos y posiblemente los alcanzaría.
—Nate, ¿qué haces? Debemos huir. ¡Vuelve aquí! —Le ordenó su tío, con rabia y preocupación. Pero Nate decidió ignorarlo.
Con prisa, Nate se dirigió hacia el titán, pero otro de ellos que perseguía a los nuevos reclutas se interpuso en su camino. Con gran habilidad, se dirigió hacia él y rebanó su cuello con sus cuchillas. El titán cayó al suelo ya muerto y tomando calma con un respirar agitado, Nate tranquilizó a los novatos.
—Si se acobardan de esa forma no van a poder contra ellos. Así que, descuiden, yo me encar...
Sus palabras fueron interrumpidas al sentir la enorme presencia de un titán anormal justo detrás de él, extendiendo su enorme mano, con clara intención de tomarlo entre sus dedos. Pero cuando la mano bajó, Trevor empujó con su cuerpo a Nate, sacándolo del lugar y cayendo él en el fuerte agarre del titán. Esa criatura, molesta e incontrolable, apretó el agarre alrededor del cuerpo de Trevor y lo arrojó al suelo de tierra con tanta violencia que los huesos de su cuerpo se hicieron añicos ante el golpe.
Nate dio un grito de horror ante tan espantosa escena. Su padre oyendo la voz tan desgarradora que su hijo pegó, con rapidez se dirigió con su escuadrón al lugar. Pero, ya era tarde, demasiado tarde.
El titán atrapó a Nate con ambas manos, y el hombre perplejo, pudo ver cómo el cuerpo de su hijo era partido en dos al ser desgarrado por los dientes tan asquerosos de esa criatura.
El titán saboreaba la sangre del cuerpo de Nate como si fuera un dulce néctar que anhelaba por probar.
El escuadrón de Matt, notando a su líder estático mirando al titán desprevenido, aprovecharon ese momento de baja guardia de la criatura y acabaron con su vida.
Matt se encontraba paralizado –perplejo ante la escena de horror– mientras observaba el cuerpo de su hijo y el de su hermano esparcidos en el suelo con grandes charcos de sangre a su alrededor. Todo pasó tan rápido que él no pudo hacer nada. Pero aún si hubiera estado cerca, quizás tampoco hubiera logrado salvarlos.
El Comandante de la Legión, Arthur Blinden, se acercó a Matt para sacudirlo e intentar que saliera de su transe. Después de unos segundos, Matt volvió en sí, y con la dificultad al sentir pinchazos en su garganta por la angustia, dijo:
—Comandante, sé que es peligroso quedarnos en este lugar más tiempo. Pero no pienso irme y abandonar a mi familia aquí. Me quedaré y regresaré por mi cuenta.
El Comandante no quería dejar a su mejor hombre solo en ese lugar, así que de inmediato dio la orden para que los soldados comenzaran a recoger los cuerpos de los caídos.
Erwin, su compañero y mejor amigo, se acercó a Matt, colocando su mano en el hombro caído de él.
—¿Cómo...? —balbuceo Matt, intentando buscar una razón a su descuido.
—En serio lo lamento Matt... seguramente te sientes responsable por esto, pero no te culpes. Nadie puede anticiparse a los hechos. —dijo Erwin con profundo pesar, mientras su agarre se apretaba sobre el hombro de su amigo —. Cuando se sale de esos muros, nunca sabes lo que pasará, ni quienes regresarán vivos...
—Erwin, nos conocemos hace años... sabes que no hay palabras que me convenzan de lo contrario. Era mi deber cuidar de mi familia. Le prometí a mi esposa que cuidaría de nuestros hijos, pero yo... —decía, sintiendo su garganta cada vez más cerrada, y sollozos que salían involuntarios por su boca. —No pude hacerlo... le fallé.
Matt secó sus lágrimas y comenzó a recoger los pedazos de su hijo para luego hacer lo mismo con su hermano. Por más que quisiera, Erwin no podía entender el dolor que Matt estaba sintiendo. Su padre era la única familia que tenía y había muerto hace varios años cuando él aún era un niño. Ahora, lo único que podía hacer por su amigo, era acompañarlo y ayudarlo a sobrellevar su pérdida. Después de todo, los Rivaille también eran como su familia y Erwin consideraba a Matt como el hermano que nunca tuvo.
A pesar de su corta edad, ese fue un día que quedaría plasmado en la memoria de Zoey por el resto de su vida.
Cuando la pequeña vio regresar a la Legión de su misión y buscaba a su familia entre la gente, pudo divisar los cadáveres de su hermano y su tío en una de las carretas.
Los cuerpos habían sido envueltos con prisa, por lo que aún, podían verse algunas extremidades de sus cuerpos. Zoey logró reconocer el brazo de su hermano, puesto que llevaba una liga negra en su muñeca con la que solían jugar y aventar piedras. El cuerpo se encontraba cubierto por una tela marrón ensangrentada, mientras que parte de la cabeza de su tío, se divisaba por encima de una manta gris que también estaba en las mismas condiciones que el otro trapo grueso.
Su padre apareció y la apartó de la escena, pero Zoey ya se había percatado de lo sucedido. Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de la pequeña y un llanto incontrolable se hizo presente. Su padre la abrazó con fuerza intentando tranquilizarla, para luego, comenzar a explicarle lo sucedido.
Zoey no entendía sus palabras, quería hacerlo, pero no podía prestarle la suficiente atención a su padre.
—¿Por qué los titanes hicieron esto?, ¿por qué matan a las personas? – dijo la niña acongojada, mientras ocultaba su rostro en el pecho de su padre.
—No lo sé, pequeña... esto siempre ha sido así. Pero la Legión seguirá luchando para que las cosas cambien y mejoren. Pelearemos hasta el final como lo hicieron ellos. —Le respondió su padre, mientras sobaba la cabeza de su hija suavemente.
Hasta ese momento, para Zoey los titanes solo representaban una leve amenaza para la humanidad. Una amenaza que los soldados como su padre y el resto de su familia, se encargaban de mantener alejados de las personas dentro de los muros, pero ahora, había comprendido que eran mucho más que eso. Su mera existencia implicaba vivir en el encierro, privados de la posibilidad de ir al exterior con total libertad.
«Este mundo es horrible» pensó la pequeña al regresar del cementerio.
Al llegar a su habitación, tomó una manta y se acurrucó junto a la ventana de su habitación. Sus ojos estaban húmedos e hinchados de tanto llorar, mientras su mirada se encontraba perdida en el árbol, donde solía recostarse con su hermano a observar a las aves que se posaban sobre sus ramas. Zoey se encontraba tan triste que sus pensamientos no parecían querer dejarla respirar con tranquilidad.
Su mente misma, se hundió en la soledad de sus pensamientos.
Los soldados que arriesgaban sus vidas para cambiar el mundo, dejaban atrás sueños, proyectos y personas que amaban con el objetivo de mejorar las vidas de todos. Lo hacían por el bien de su pueblo y por el bien de la humanidad.
A eso se dedicaba su familia desde hace años. A eso quería dedicarse Zoey cuando creciera. No iba a permitir que los titanes continuaran cortando las alas de aquellas personas que tenían esperanzas y sueños. No iba a permitir que haya más familias rotas, como lo era ahora la suya, por culpa de esos gigantes asesinos de humanos. Si ella podía hacer algo para cambiar las cosas, lo haría sin dudarlo.
Por lo tanto, desde ese día, Zoey tomó aquella importante decisión. Se esforzaría al máximo para convertirse en una soldado de la Legión de Exploración y dedicaría su vida, a combatir a los titanes.
Continuará...
